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Traducción libre de la voz “Deviance” de la Blackwell Encyclopedia of Sociology Online, redactada por Erich Goode (a 15 de febrero de 2007), realizada para la asignatura de Desviación y Control Social del grado de Sociología de la Universidade da Coruña, curso 2010/2011. Para la mayoría de los sociólogos, la desviación se define como la violación de la norma social que suele resultar en la censura o castigo del violador. Pero detrás de esta definición aparentemente simple y clara, se baten grandes controversias. Los programas académicos confirman que la mayoría de los sociólogos encargados de un curso sobre desviación, dividen el campo en dos perspectivas distintas: la constructivista y las teorías causales. La perspectiva constructivista entiende que la desviación es “subjetivamente problemática”, que está “en el ojo del que juzga”; y asume como misión principal entender cómo se elaboran los juicios sobre la desviación, y sus consecuencias. Las teorías causales afrontan la desviación como algo objetivo, como un síndrome o entidad con límites más o menos definidos y propiedades cuya etiología puede ser explicada por las ciencias sociales. Cada perspectiva tiene su propia misión, agenda y metodología. Y aunque estas dos perspectivas definen la desviación, superficialmente, de modo semejante, apuntan hacia universos de significados marcadamente divergentes. Son perspectivas que solo se vinculan por la naturaleza objetivamente similar de su objeto de estudio; conceptual y teóricamente, son mundos aparte. Constructivismo La mayoría de los sociólogos de la desviación son constructivistas; esto es, argumentan que su misión es comprender cómo la desviación es creada o definida subjetiva y culturalmente. Defienden que lo que es importante sobre la desviación es las dinámicas y consecuencias de su construcción social, y no su realidad objetiva o esencialista o su origen causal. A veces referida como la Escuela de ChicagoCalifornia o la Escuela occidental (Ben-Yehuda 1985: 3-4; Petrunik 1980), los proponentes del constructivismo tienden a adoptar el interaccionismo simbólico como inspiración teórica, emplean la observación participante como principal metodología, y suelen centrarse en las desviaciones “blandas”, de bajo consenso social –esto es, en actos que pueden o no ser crímenes, pero que, si lo son, tienen pocas probabilidades de resultar en arresto o prisión --comportamientos que tienden a ser castigados predominantemente a través de mecanismos informales de control social. El constructivismo busca que se produzca un cambio en el enfoque del investigador de la desviación, lejos de las causas y de la naturaleza objetiva del comportamiento desviado per se, hacia el proceso a través del cual los fenómenos y las personas “llegan a ser definidos como desviados por otros” (Kitsuse, 1964). El término de desviación es usado principalmente por sociólogos, más que por el público en general; cuando el público utiliza el término, su significado difiere substancialmente del que se le da en sociología. Para el construccionismo, el término se define por las reacciones particulares de los observadores o “audiencias”, reales o potenciales, que se infieren como resultados de lo que la gente hace o dice cuando descubren o discuten sobre aquello que consideran reprochable. En otras palabras, es “una definición en uso”. De acuerdo a esta definición, la desviación está implícita en toda interacción social; uno no tiene que nombrarla para verla en acción. Y las reacciones que constituyen la desviación son universales, transhistóricas y transculturales; se encuentran en todas partes donde hay humanos congregados. Los fenómenos –comportamientos, creencias, condiciones—que han generado esta reacción difieren en el tiempo y en el espacio, pero la identificación y condena del violador de la norma es una constante en todas las sociedades y en todos los grupos sociales a lo largo de la historia. Por tanto, el hecho de que la gente corriente no use el término de desviación dice poco de su relevancia sociológica. El hecho es que la desviación es un proceso sociológico fundamental, tan esencial para los humanos como la identidad, la estructura social, el estauts y la cultura. Todas las colectividades humanas establecen e imponen sus normas; en todas las colectividades, estas normas son violadas. En consecuencia, la imposición de la norma (“control social”) constituye un alimento esencial de la vida social. La perspectiva constructivista define la desviación (o la desviación social) como una violación de la norma considerada por colectividades específicas como algo condenable; y que, si se hace público, es probable que genere una reacción negativa contra el violador (como la censura, la condena, el castigo, la burla, el estigma y el aislamiento social) por parte de esa colectividad. A estas colectividades se les denomina “audiencias”. El tema de las audiencias refiere a la pregunta “¿desviado según quién?” -pregunta que indica que la definición de lo que constituye una violación de la norma varía de una colectividad a otra. Las audiencias no tienen que presenciar literalmente la violación en cuestión; pueden ser informadas al respecto, o pueden ser audiencias potenciales cuya reacción se puede inferir de sus conversaciones, de las creencias y actitudes declaradas. Una definición constructivista aún más radical de la desviación es la definición estrictamente constructivista o etnometodológica que defiende que la desviación no existe en ausencia de una condena o etiqueta concreta y explícita (Pollner, 1974). Si no hay condena, no hay desviación. Bajo esta definición, la “desviación secreta” sería un oxímoron, una contradicción. Muchos sociólogos entienden que una definición así paralizaría el estudio de la desviación puesto que la gran mayoría de los comportamientos, creencias y condiciones que podrían generar rechazo en la mayoría de las colectividades, nunca son, de hecho, detectadas o sancionadas. Más aún, excluiría los comportamientos, las creencias y las condiciones que las personas que las tienen saben que los desacreditarían frente a los otros y las mantienen ocultas (Goffman, 1963: 41). Muy pocos sociólogos adoptan esta definición constructivista estricta o dura; por lo que aquí no se abunda en ella. Como se dijo antes, para los constructivistas, las personas violan las normas no solo empleándose en ciertos actos sino también manteniendo actitudes o creencias inaceptables y poseyendo características no deseables. Actitudes, comportamientos y características constituyen el ABC de la desviación (Adler y Adler, 2003: 8). Además, en algunas colectividades, la presencia de un outsider “tribal” –esto es, uno que posea lo que es considerado en tales círculos una membresía religiosa, nacional o racial “inaceptable” o “inapropiada”-- generará reacciones hostiles o negativas (Goffman 1963:4). Los sociólogos constructivistas también estudian las falsas acusaciones de desviación puesto que generan condena, el elemento decisivo de su definición (Becker, 1963: 20). El que la persona que despierta reacciones negativas no sea culpable es irrelevante para una definición sociológica de la desviación. El hecho es que la gente puede ser y es castigada por violaciones normativas totalmente involuntarias o inexistentes sobre las cuales no tienen control o capacidad de decisión. Para el constructivista, la “desviación” refiere a las reacciones negativas, que se dan o potenciales, que probablemente se producirían con el descubrimiento de un acto, creencia o rasgo que se considera reprochable en una colectividad o por una audiencia en particular. (Tal colectividad puede abarcar, aunque no sea equiparable, a toda la sociedad). Una persona se convierte en desviada en la medida en que es estigmatizada por un colectivo o audiencia. En la conocida formulación de Becker: “los grupos sociales crean desviación haciendo las reglas cuya infracción constituye una desviación, y aplicando dichas reglas a gente en particular a los que etiquetan como marginales” De acuerdo a esta definición, por tanto, la desviación de una persona –esto es, si ésta puede o no ser considerada como desviada—“no es (únicamente) una cualidad del acto que la persona comete, sino más bien una consecuencia de la aplicación de otros de las reglas y sanciones al ‘ofensor’. El desviado es aquel a quien se le ha aplicado con éxito la etiqueta” (Becker, 1963:9). El constructivismo insiste en que los dos ejes mencionados que definen la desviación – la violación de una norma y la reacción negativa hacia dicha violación—no se dan, necesariamente, a la vez, como ha señalado Becker (1963: 19-22). De hecho, en la condena o castigo del violador de la norma inciden contingencias tales como quién es el violador. Las características del violador de la norma pueden influir en la medida en que otros reaccionan negativamente; características como su edad, raza, sexo, estatus socioeconómico, y –tal vez lo más importante—el grado de relación entre el violador y la persona que valora la supuesta infracción. Además, si hay una víctima, las características de la misma puede ser determinante sobre la condena y castigo que merece el actor. Aún más, hay falsas acusaciones que representan los casos en los que alguien que no violó la norma es, de todas formas, censurado. Para los constructivistas, una acusación de desviación que logra colocarse contra una persona inocente, es un caso de desviación sociológica, esté o no justificada. Sería un caso de persona desviada que no ha protagonizado ningún comportamiento desviado. Prospere o no la acusación, el hecho de que ocurriera o no es sólo uno de los factores que incide en el éxito o fracaso de la misma. Son axiomas constructivistas el que la desviación sea una convención social, siempre en relación a un contexto histórico y temporal; y el que los hechos, rasgos o creencias que no son normativos dentro de un colectivo o escena, pueden serlo en otros. Y aún más fundamental es que, desde la posición constructivista, con independencia de la valoración normativa, las categorías mismas que constituyen lo que es definido o no como desviado se construyen de distinta forma en sociedades distintas; de hecho, incluso en colectivos distintos dentro de una misma sociedad. Los hechos que son juzgados como incestuosos en la sociedad A, son patrones matrimoniales aceptados, o incluso obligados, en la sociedad B (Ford & Beach, 1951); por tanto, la definición misma de lo que se considera “incesto” es una construcción social, y no una realidad objetiva. Entre los Sambia, en contextos rituales, las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo no se considera, en absoluto, “homosexualidad”, aunque en casi cualquier otro lugar sería considerado como tal (Herdt, 1987). En la mayor parte del mundo occidental, el uso de cierta sustancia que altera la conciencia (alcohol), no se considera “consumo de droga”, pero sí el consumo de otra sustancia de este tipo (marihuana). Así, para los constructivistas, comportamientos y otros fenómenos que son objetiva y externamente lo mismo, no son lo mismo sociológicamente; conceptualmente, pueden pertenecer a categorías o universos de significados totalmente distintos. En resumen, el relativismo social y cultural, tanto aplicado a la conceptualización de las categorías de los fenómenos como a la valoración que merecen los casos representativos de dichas categorías, es el pilar fundacional de la perspectiva constructivista en el estudio de la desviación. Los constructivistas pueden ser divididos en radicales y moderados. Para los constructivistas radicales, el tema de la causa o “etiología” de la desviación es totalmente irrelevante, incluso ilusorio. Buscar las causas de la desviación es una misión de tontos, según la mayoría de los radicales. Si la desviación es una construcción social, no puede haber un hilo común esencial y objetivo independiente de la etiqueta que lo mezcla todo – en efecto, no hay un “ahí, ahí”—por lo que cualquier intento de explicarlo causalmente es, por naturaleza, fútil. Por el contrario, los constructivistas moderados entienden que buscar una explicación a la desviación es una misión secundaria, y en cierta forma separada; los fenómenos etiquetados como “desviados” pueden compartir, o no, un mismo tejido común objetivo, pero esa etiología no es la misión principal de un especialista en desviación. Sin embargo, es interesante que algunos sociólogos que estudian la construcción social de la desviación también estudian el impacto etiológico que tienen las construcciones sociales o legales sobre la ocurrencia del comportamiento desviado. Por ejemplo, algunos teóricos del conflicto (especialmente interesados en el papel del poder y de las clases sociales en la construcción de la ley) se muestran también interesados en cómo el poder y la clase incide en la violación de la ley (Messerschmidt 1993); algunos teóricos del etiquetado, quienes generalmente se centran en la construcción social de las etiquetas de desviación, argumentan que el etiquetado puede incidir sobre la continuidad y la gravedad del comportamiento desviado (Scheff 1966). Los constructivistas distinguen entre lo que es la desviación “societal”, que es la violación de las normas de la sociedad en general, y la desviación “situacional”, que es la violación de las normas que aplican dentro de un contexto particular (Plummer 1979: 97-9). De ahí que no sea necesario un consenso generalizado sobre la legitimidad de las normas sociales para definir la desviación situacional –aunque sí para definir la desviación societal—puesto que el concepto siempre refiere a un contexto específico. En otras palabras, una audiencia particular define la desviación; algo es desviado para una audiencia concreta en un contexto concreto. Si los tatuajes son la norma entre los Angeles del Infierno, tatuarse no será desviado para ellos; si no es normativo entre los cristianos fundamentalistas o entre los judíos ortodoxos, es algo desviado para ellos. El hecho de que tatuarse sea o no desviado para la sociedad en general es irrelevante al tratar sobre su normatividad dentro de ciertos círculos sociales. Por tanto, la “desviación” no existe como abstracción; tiene relevancia sólo dentro de colectivos específicos y en contextos sociales específicos. Claro está, uno de estos colectivos podría ser la sociedad en general, que es como se definiría la desviación “societal”. Para los defensores de la perspectiva constructivista, el control social es el corazón de cualquier aproximación sociológica a la desviación. El control social se define como el esfuerzo para asegurar la conformidad con la norma. Los humanos son irrefrenables; todos nosotros tendemos a violar algunas de las normas. Violar la norma es tentador porque seguramente se ajusta más que la conformidad a lo que valoramos, y porque muchas de las cosas que se nos dice que no podemos tener, son intrínsecamente gratificantes (Gottfredson & Hirshi 1990). Por eso, en todas los colectivos, nos encontraremos con esfuerzos para generar conformidad con la norma, tanto históricamente como entre distintos sectores sociales. Lo que incluye esfuerzos positivos, como las recompensas, y negativos, como el castigo; esfuerzos formales, como el arresto, e informales como el insulto o la bofetada; y esfuerzos internos, a través del proceso de socialización, así como externos, como cuando censuramos a alguien por actuar fuera de la norma. Por tanto, si bien el estado juega un papel fundamental en el control social, es solo uno de los muchos agentes dedicados a garantizar la conformidad. Las muchas caras del control social representan el otro lado de la desviación; el control social es un esfuerzo en el manejo y supresión de las violaciones normativas, e incentiva la conformidad normativa a través de la recompensa. Y es en el ejercicio del control social que se define y constituye la desviación. Casi todas las definiciones constructivistas de desviación y control social incluyen el componente del poder. Los colectivos que tienen mayor control de los recursos de la sociedad, tienden a tener un poder de influencia relativamente mayor en las instituciones sociales encargadas de definir la desviación, tales como la ley y sus defensores. Los rasgos, creencias y comportamientos de los miembros de los colectivos de menor estatus social serán definidos como desviados con mayor probabilidad que los de aquellos que tienen un estatus más alto y mayor poder. Los colectivos más poderosos tienden a tener mayor influencia, no solo en el derecho, sino también sobre los contenidos de los medios y de las instituciones políticas, educativas y religiosas que, conjuntamente, a su vez, influyen sobre la definición del bien y el mal y, por tanto, de lo que se considera desviado. Pero el poder sobre los colectivos subordinados no asegura la conformidad o acuerdo de sus miembros sobre la bondad o justicia de las definiciones dominantes sobre el bien y el mal. Como ya se dijo, los humanos son rebeldes e irrefrenables; en todas partes hay colectivos minoritarios y alternativos construyendo sus propias normas sobre el bien y el mal, al margen de los estratos más poderosos de la sociedad. En todas las sociedades, las instituciones dominantes, con independencia de lo hegemónicas que puedan parecer, son incapaces de intervenir en absolutamente todos los aspectos de la vida de los colectivos humanos y de los grupos que incluyen. Aún así, el poder es una variable en la construcción social de la norma –y por tanto, en la definición de lo que es desviado. Esto es especialmente cierto en el caso de la desviación “societal”. Generalmente los desempoderados se someten a las normas de los poderosos, y muy pocas veces se someten los poderosos a las normas de los desempoderados. Pero esto es más cierto para las definiciones formales del crimen que para las definiciones informales de la desviación. Teorías explicativas de la desviación La segunda perspectiva hacia la desviación incluye teorías explicativas. Las explicaciones de la desviación intentan dar cuenta del porqué se produce el comportamiento no-normativo. (Algunas formulaciones explicativas le dan la vuelta a la ecuación preguntándose el porqué del comportamiento normativo –pero para ellos, la lógica es la misma). La pregunta que los guía es: ¿por qué lo hacen? (o, alternativamente, ¿por qué no lo hacen?) Las teorías explicativas siempre asumen el crimen o la desviación como variable dependiente, y el factor explicativo sobre el que se centran como variable independiente o variable causal. No todas las teorías explicativas buscan explicaciones para la desviación en general; de hecho, la mayoría intenta explicar uno o varios de sus componentes constituyentes, como el trastorno mental, el abuso o la adicción a las drogas, el crimen, la delincuencia juvenil, el crimen de cuello blanco, el robo, etc. Generalmente, adoptar el paradigma explicativo implica el examen de la desviación a través del modelo de las ciencias naturales, una perspectiva generalmente llamada positivismo, o algunas veces, positivismo metodológico (en oposición al sustantivo) (Hirschi & Gottfredson 1994). El positivismo se caracteriza por el empiricismo (esto es, por fundamentarse en la información proveniente de los cinco sentidos), abstracción (esto es, la tendencia a generalizar más allá de casos específicos), por la tendencia a buscar explicaciones de causa-efecto a fenómenos del mundo material, y lo más importante para nuestro caso, por el esencialismo u objetivismo. Este último aspecto es la tendencia a considerar los fenómenos como entidades dadas, internamente consistentes, que contienen uno o más “hilos en común” que pueden encontrarse en casi todos los casos, por lo menos dentro de una misma sociedad. Por ejemplo, la perspectiva explicativa se siente cómoda en el estudio de la “epidemiología” de la desviación (Crews 2001) –esto es, la distribución de la “desviación” en la población—mientras que el constructivismo seguramente rechazaría la base misma de semejante pretensión. La explicación presupone el objetivismo, puesto que las explicaciones se predican sobre la existencia de un tejido compartido por el fenómeno explicado. En otras palabras, para la perspectiva que busca explicaciones, la desviación y sus elementos constituyentes son un tipo de acción específico –en términos médicos, un síndrome—y no una mera convención o una construcción social. Y porque es un tipo de acción, con coherencia interna, es la misión del sociólogo el dar cuenta de ello –esto es, ofrecer una explicación causal sobre sus orígenes. (Gottfredson y Hirshi (1990: 49) tratan sobre la contradicción entre la aceptación del positivismo sustantivo de la definición legal del crimen y su adopción del modelo de las ciencias naturales, que presupone el objetivismo). Los sociólogos que buscan explicaciones para la desviación usualmente se centran en el comportamiento (o las condiciones psíquicas que presumiblemente causan el comportamiento), raras veces en las creencias, y casi nunca en las características físicas. Dan por hecho, asumen, o dejan al margen la construcción social de la definición de desviación. Para ellos, el control social es interesante solo en la medida en que incide o causa el comportamiento desviado y criminal, que es lo que buscan explicar en primer lugar (Hirschi, 1969; Gottfredson y Hirschi 1990). Aunque la mayoría no piensa de esta forma, muchos teóricos explicativos argumentarían que las sociedades tienden a criminalizar o a penalizar los actos que son más dañinos o negativos, tanto a nivel macro como a nivel micro –esto es, tanto a nivel interpersonal como respecto a la viabilidad social en general. Por ejemplo, Gottfredson y Hirschi (1990: 15) definen el crimen como “la fuerza o fraude en la búsqueda del interés propio”. Rechazando el postulado central de los constructivistas, los sociólogos que buscan explicaciones defienden que es incorrecto argumentar que la “desviación” es relativa en tiempo y lugar. Aunque admitirán que muchas costumbres y convenciones varían a lo largo del tiempo y a través del mundo, algunos síndromes comportamentales tienen propiedades universales identificables. Por ejemplo, aunque la enfermedad y el trastorno mental, el crimen y la delincuencia, y el alcoholismo pueden ser vistos de forma muy distinta en las distintas sociedades, así como las personas caracterizadas por ello pueden ser tratadas de formas muy distintas, aún así, cada uno de estos fenómenos comparten un tejido común y una misma etiología (Nettler 1974). Claramente –como en el caso de los constructivistas—los teóricos explicativos pueden ser divididos entre “radicales” y “moderados”. El teórico explicativo radical argumentará que las categorías de la desviación son universales en el tiempo y en las distintas culturas, de manera que se puede intentar dar con una explicación universal de la desviación (Gottfredson y Hirschi 1990). El teórico explicativo moderado argumenta que a la desviación se le da forma dentro de las sociedades en las que se produce, de manera que las explicaciones a la desviación y a sus componentes tendrán validez solo dentro de esas sociedades. Pero ambos tipos buscan explicaciones de causa-efecto de síndromes de comportamiento que comparten uno o varios elementos en común con coherencia interna. Por ejemplo, los defensores de una teoría explicativa de “auto-control” adoptan una “posición norelativista sobre las causas del crimen”. Tal es el caso, alegan, porque su teoría no considera la desviación, el crimen o la delincuencia como el producto de una cultura, pueblo, contexto, periodo histórico, o variables legales específicas. En cambio, la teoría del auto-control considera que las causas del crimen son las mismas en todas partes y en todos los tiempos. En breve, argumentan, la misión del sociólogo de la desviación, del crimen y de la delincuencia es explicar estos fenómenos; y para lograrlo, se hace necesario conceptualizarlos de forma esencialista y objetivista; esto es, como si poseyeran un elemento universal compartido. Gottfredeson y Hirschi (1990), dos de los principales defensores de esta teoría, utilizan el término de desviación en todas sus discusiones teóricas sobre el crimen. El crimen, argumentan, “es sólo una parte de un conjunto mucho más amplio de actos desviados” (p. xvi). E insisten en que una explicación universal puede ser hallada para los elementos constituyentes del crimen y de la desviación como la violencia, el crimen de cuello blanco, el sexo impulsivo o el abuso de drogas. Repitiendo, todos los teóricos explicativos son conscientes de que las definiciones del bien y el mal varían de una sociedad a otra; todos los criminólogos que buscan explicaciones al crimen son conscientes de que las leyes que criminalizan determinados actos son muy distintas de un país a otro. Pero dar cuenta de tales diferencias, alegan, no es la misión del sociólogo. Más aún, alegan que, a pesar de toda esa variedad, hay un sustrato común que atraviesa las leyes y las normas sociales más fundamentales. Las sociedades prohíben ciertos actos por buenas razones, y ello es porque dichos actos rasgan el tejido social. La misma lógica aplica incluso para los sociólogos que deciden limitar su análisis a una sola sociedad como contexto: ciertos comportamientos exigen explicación dada su consistencia interna, y un aspecto de dicha consistencia, alegan, es el daño que estos comportamientos causan al orden social. La explicación de fenómenos con dicha consistencia interna, es la base de todo intento de explicar el crimen, la delincuencia, la violencia, el trastorno mental, el abuso de dogas, el alcoholismo, el suicidio y la prostitución. Tales comportamientos (o estados mentales) exigen una explicación porque son “diferentes” del comportamiento acorde con la ley o de las condiciones y del comportamiento “normal”. Y son diferentes –alegan muchos teóricos explicativos—en que son comportamientos desordenados, patológicos, dañinos y/o de explotación. A esta perspectiva le importa poco el hecho de que el público en general pueda no usar dichos términos, o que al hacerlo se quiera decir cosas muy distintas a las que desarrolla el científico social. Al teórico orientado hacia la ciencia, lo que cuenta es lo que dice el científico, no el público profano. En la versión más radical de la teoría explicativa, el término desviado refiere a una persona con una o varias condiciones específicas, esenciales o implantadas que se manifiestan en actos específicos. Algunas personas muestran comportamientos seriamente desviados o criminales, comportamientos que resultan en el daño y la explotación de otros y que quiebran el tejido social, porque son “distintos” al resto de nosotros. Por ejemplo, en una de estas formulaciones, se considera la coincidencia entre el desviado social y las personas caracterizadas bajo el término psiquiátrico de “psicópata”, “sociópata” o “trastorno de la personalidad antisocial” (DeLisi 2003). Pero incluso en formulaciones menos radicales, los criminales y desviados son personas que tienden a actuar de determinada manera porque son personas de determinado tipo. Otros factores, además de sus características, pueden incidir en su comportamiento desviado, pero desde esta perspectiva, las caracsterísticas individuales son cruciales. La mayoría de las teorías sociológicas que intentan dar una explicación de la ejecución de los comportamientos desviados alegan que los factores esenciales e implantados que causan (o inhiben) el crimen se encuentran en el ambiente del actor, no en sus rasgos individuales o como precondiciones. Estos factores incluyen el grado de desorganización social en el barrio en que la gente vive, la anomia, o la desintegración social y cultural, el vínculo establecido con los otros convencionales, y la asociación diferencial con otros que mantienen una definición positiva de la violación de la norma. En estos casos, el factor explicativo que produce un comportamiento “distinto” en particular ya no es un tipo determinado de persona sino un tipo determinado de organización social y el lugar que ocupa el actor dentro de ésta. Teorías de la oportunidad, incluyendo las teorías de la actividad rutinaria, prescinden conjuntamente de la búsqueda de una explicación sobre la propensión o tendencia del individuo a desviarse o delinquir y del ambiente sociocultural que pueda influir en los actores para cometer actos desviados y criminales; y se centran enteramente en la situación o contexto dentro del cual determinados tipos de actos tienen mayor oportunidad de ocurrir. El crimen se produce en la medida en que un ofensor motivado está en yuxtaposición con una víctima adecuada y en ausencia de un guardián eficaz (Cohen y Felson 1979). En tal contexto, el factor que determina el acto criminal es el contexto o situación – la oportunidad de cometer el crimen. Lo que explica el comportamiento –desde esta perspectiva, casi siempre el crimen, y con frecuencia el crimen económico—no es ni un tipo particular de persona ni un tipo particular de organización social, sino tipos particulares de oportunidades, aquellas que maximizan la recompensa potencial y minimizan el coste, siendo el castigo un componente principal del mismo. La mayoría de los crímenes que son objeto de estudio de los teóricos explicativos pueden ser considerados “duros”, serios, o desviación de alto consenso. Los sociólogos positivistas que entienden que su misión es explicar o dar cuenta del origen del crimen suelen ser criminólogos. Todos los sociólogos de la desviación debaten y remiten al trabajo de los criminólogos, pero quedan muy pocos criminólogos que se identifiquen todavía con el campo de la sociología de la desviación. (Esto es menos cierto en el Reino Unido que en Estados Unidos. Por ejemplo, en Understanding Deviance, 2003, Downes y Rock apenas distinguen entre “desviación” y “crimen”). Es típico de los criminólogos que estudien la desviación sólo por implicación --esto es, conceptualmente y teóricamente, pero no en cuanto miembros de una comunidad intelectual dedicada a ello. Como campo de estudio identificable, el estudio explicativo del crimen es distinto y está separado del campo conocido por sociología de la desviación –y así ha sido por más de una generación. Lo mismo se puede decir de los sociólogos que buscan explicar los componentes comportamentales de la desviación, como de la enfermedad mental, del abuso de drogas y del alcoholismo; son sociólogos del comportamiento considerado desviado, pero la mayoría no adopta una perspectiva “desviada”, y pocos pertenecen a la comunidad intelectual de la sociología de la desviación. Esta división intelectual entre dos campos –los teóricos constructivistas y explicativos—así como el abandono de los criminólogos del campo de la sociología de la desviación, ha resultado en escuelas de estudios de la desviación más pequeñas, menos influyentes, y posiblemente menos innovadoras en lo que a teoría se refiere. Aún nos queda por ver el impacto a largo plazo de esta división.