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Fernando Pessoa, la prolífica intranquilidad El 13 de junio de 1888 nacía en Lisboa quien devendría gran e innovador poeta. Tal efemérides sirve como pre-texto para derivar en torno a su obra, y...por otros andurriales limítrofes. Poesía y filosofía << El poema mismo es ya un acontecimiento hermeneútico, su escritura releva hermeneuien, procede de ello>> ( Jacques Derrida, << Schibboleth, pour Paul Celan>>) << La poesía está en el corazón de la filosofía, el poema es un filosofema>> (Jacques Derrida, <<Du droit à la philosophie>>) Ya es un lugar común, volver la mirada al libro X de La República, para ver cómo Platón pone de relieve las relaciones harto dificultosas entre poesía y filosofía. Si la segunda pretende aprehender las Ideas ( ), el poeta lo que hace según el filósofo- es imitar, y consiguientemente engañar a los ciudadanos en su búsqueda del justo camino, de la verdad. Así pues, la fundación de la filosofía y de la política (los asuntos de la polis-s- y los deberes de los ciudadanos para con ella) surgen con la marginación de la poesía, o mejor, con la expulsión de la ciudad de los que a tal actividad se dedican. Esta última, la expulsión, sería la mejor solución, mas tal meta parece resultar imposible, o al menos muy difícil, ya que siempre habrá niños o ingenuos a los que les guste que les cuenten historias, u hombres dispuestos a creerse cualquier patraña. Ante tales dificultades, en otro texto posterior , Las Leyes, nuestro filósofo cambiará de estrategia, no es que su valoración de la poesía vaya a mejorar, sino que lo que propone es que hay que servirse de ella, saber utilizarla; es decir, ponerla al servicio de los intereses de la ciudad. Así, desde aquellos momentos fundacionales, la poesía ha sido rechazada de los campos del amor a la sabiduría…si exceptuamos el emparejamiento que Lucrecio estableciese entre ambas- filosofía y poesía- en su De rerum natura, una relación privilegiada tratando de legitimar el poema como imperativo expositivo de la filosofía. El libro mentado trata de asuntos <<oscuros>> y estos han de ser iluminados con los artificios de la lengua: <<obscura de re tam lucida pango carmina>> (acerca de cosas tan oscuras escribo versos luminosos). Los versos serán los que arrojen luz en estos pagos, no recorridos anteriormente, y vírgenes a la pisada del filósofo-poeta latino. Como señalaba, la poesía deambuló desterrada de la ciudad y de la filosofía, suponiendo un giro radical en este orden de cosas la integración que llevó a cabo Nietzsche del aforismo y el poema como nuevas formas de expresión filosófica. Se sigue esto, como señala Gilles Deleuze, de la operación transformadora que el filósofo alemán va a llevar a cabo con respecto al discurso filosófico: << el ideal del conocimiento, el descubrimiento de la verdad, los sustituye Nietzsche por la interpretación y la evaluación[…], el aforismo es el arte de interpretar y la cosa por interpretar; el poema, a la vez el arte de evaluar y la cosas por evaluar>> (<<Nietzsche>>). Mira el autor de <<El nacimiento de la tragedia>>, a la Grecia de los presocráticos, cuando la poesía prestaba su voz a los mitos y a las leyendas, y a los primeros pinitos interpretativos de la naturaleza ( s) y su fundamento ( ). Por este camino abierto, avanzará Heidegger, empeñado en restablecer los derechos del poema, e indicando cómo desde Hölderlin, el poema y la filosofía se entrecruzan en sus temas esenciales, especialmente si se tiene en cuenta que durante aquellos años la filosofía permanece cautiva de la ciencia (positivismos), o del pensamiento político (marxismos). Sería largo, y penoso para el lector, recurrir a amplias citas para clarificar en breves trazos el pensar-a veces contradictorio- de Heidegger en lo que hace a las relaciones entre filosofía y poesía; baste un par de referencias significativas: en <<¿Qué es filosofía?>> leemos: <<entre ellas dos, pensar y poetizar, reina un parentesco oculto, ya que ambos se gastan y disipan en el lenguaje al servicio del lenguaje. Pero, al mismo tiempo, hay una sima entre los dos, pues viven en montañas separadas>>. Si esta postura delimitadora aparece en algunos textos heideggerianos, no faltan aquellos en los que se subraya el parentesco estrecho entre ambos: <<todo pensamiento que despliega el sentido es poesía, pero toda poesía es pensamiento. Los dos se entrepertenecen, se interpenetran, y van juntos a partir de ese decir que se ha dedicado de antemano a lo no dicho, porque es reunión sobre sí del conocimiento, siendo reconocimiento>> (<<De camino al habla>>). A poco que uno se detenga en los textos dedicados a los llamados presocráticos por el <<mago de la Selva Negra>>, parecen ser una llamada a la adopción por parte de la filosofía del papel que el poema ha jugado en el Poema de Parménides o en las sentencias de Heráclito. Justo es señalar, no obstante, que las iniciales invocaciones a la diosa- me refiero a los versos parmenideanos-, hacen ver que todavía no estamos ante un texto propiamente filosófico, sino que el logos(s) está aún atrapado por una instancia considerada superior. Es precisamente la ruptura de los lazos con este carácter sagrado y mistérico la señal del surgimiento del espacio propio para la filosofía que no convoca a ninguna trascendencia, sino que se basta con recurrir a su propia legitimación. Este inciso, clarificador, no empaña para nada el papel jugado por el filósofo alemán a la hora de pensar la poesía y abrir espacios para que <<el hombre habite poéticamente sobre esta tierra>>…y para que los poetas puedan desempeñar una función es <<estos tiempos de angustia>> La edad de los poetas En este orden de cosas, parece acertada la expresión de un filósofo francés, Alain Badiou, cuando habla de la <<edad de los poetas>> para referirse al <<periodo que se abre, en líneas generales, justo después de Hegel, periodo en el que la filosofía suele estar suturada o bien a la condición científica, o bien a la condición política [y en el que] la poesía ha cargado con ciertas funciones de la filosofía>>(<<Manifiesto por la filosofía>>). No es que los poetas pretendieran sustituir a los filósofos en sus funciones, mas cierta rivalidad entre ambas dedicaciones sí que salían a la luz, si bien la lucha no era cosa nueva(recuérdense las líneas anteriores que mencionan la postura platónica); aunque sea dicho de paso y a fuer de sincero afirmaré que más asoman las ansias anexionistas por parte de los filósofos que de los poetas. Sea como sea, el filósofo recién mentado reconoce siete poetas cruciales en esta edad de los poetas: <<se trata de Hölderlin, el profeta, el vigía anticipador, y tras él -todos ellos posteriores a la Comuna de París, que marcó la apertura de la desorientación representada como sentido orientadoMallarmé, Rimbaud, Trakl, Pessoa, Maldestam y Celan>>. Estos fueron-y Heidegger vio con acierto el esfuerzo que estos poetas realizaron- quienes trataron de expresar el malestar de aquellos tiempos oscuros, y obviamente no recurrieron ni a la lengua de la ciencia, ni del saber, ni de la política, para alcanzar a expresar la verdad de la existencia, de la experiencia vivida. <<La poesía que piensa es en verdad la topología del Ser…a este le indica el lugar por el que se despliega>> (<<La experiencia del pensamiento>>). El sujeto fragmentado Al igual que Galileo inauguró la modernidad en el campo de la ciencia, Descartes-de quien por cierto un poeta contemporáneo suyo afirmó que <<había cortado la garganta a la poesía>>- lo hizo en el terreno del pensamiento filosófico, como lo señalase con énfasis Hegel. Pues bien, el cogito cartesiano se convirtió en uno de los estandartes de la época moderna, el sujeto fue erigido a un status de plenos poderes en lo que hace a estar asentado en un topos privilegiado en lo cognoscente y enunciador. Esta confianza absoluta depositada en el sujeto -figura poderosa trasladada a otros campos del quehacer humano- comenzó a hacer agua, y cierto descrédito hacia la absoluta transparencia y dominio de tal figura se comenzará a ver en el campo de la filosofía, muy en concreto por medio de les maîtres de la soupçon ( por utilizar la feliz expresión empleada por Paul Ricoeur para referirse a Marx, Nietzsche y Freud) , y en distintas escrituras que comienzan a hablar de sujetos descentrados, dislocados, quebrados, escindidos, múltiples, etc. Como muestra de esta pérdida de la que hablamos, podríamos citar las significativas reflexiones que Lacan realiza acerca del cogito cartesiano, al señalar que la postura freudiana vendría a convertir la sentencia del autor del <<Discurso del método>>(cogito, ergo sum) en <<pienso donde no soy, luego soy donde no pienso…Yo no soy donde soy el juguete de mi pensamiento: pienso en lo que soy donde no puedo pensar>>, puntualizando el psicoanalista francés - con especial atención a la vertiente lingüística- que <<no se trata de saber si cuando hablo de mí, hablo conforme a lo que soy, sino si cuando hablo soy el mismo de aquel de quien hablo>> (Écrits). La inseguridad del hombre moderno con respecto a su auténtica identidad-si es que a lo largo de su vida alcanza a encontrarla- viene marcada por la opacidad a la que se somete el significante; así es otro el que determina el ser propio. En este orden de cosas, son igualmente ilustrativas las reflexiones que Michel Foucault (Dits et Écrits, tome I) lleva a cabo con respecto a san Agustín y a Marcel Proust (y a otros escritores con tientes autobiográficos), quienes por medio de la escritura no hacen sino tratar de hallar su identidad exiliada, intentando recomponer las fragmentaciones del yo. Por la misma senda hallará un filón de escritores cuya escritura viene a suponer una <<nueva experiencia>>: la rotura del sujeto que la realiza. En la misma nómina de este tipo de autores se detendrá en Mallarmé, Bataille, Blanchot, Artaud, Klossowski, Roussell, escritores que tratan de conocerse a través del propio acto de escribir…llegando unos a la mitigación de su propia identidad, otros a la ruptura, al vacío, a la escisión, al desdoblamiento o al mismo sacrificio. Por esta brecha de la que hablamos podemos introducir a nuestro hombre, al poeta lisboeta de quien el lingüista y cabeza visible del formalismo ruso Roman Jakobson dijera : <<a Fernando Pessoa es imprescindible incluirle en la lista de los grandes artistas mundiales nacidos durante la penúltima década del siglo pasado: Stravinsky, Picasso, Joyce, Braque, Jlievnikov, Le Corbusier. En el poeta portugués están condensados todos los rasgos típicos de este grupo>> (<<Ensayos de poética>>). Verdadero innovador, que del mismo modo que el primer pintor nombrado borrase los contornos intangibles de la realidad, o que Einstein pusiese en solfa las concepciones consolidadas acerrca del espacio y del tiempo, el poeta destruye la visión unitaria del hombre. Bien pudieran tomarse como lema de su viaje, sus propias palabras: <<sé plural como el Universo…procura sentirlo todo de todas las maneras posibles>>. Cuando en 1968 comenzó a inventariarse de manera oficial la herencia pessoana, el célebre <<baúl lleno de gente>> del que habla Antonio Tabucchi, se comportó- me refiero al baúl , claro- como una verdadera y disparada caja de Pandora: más de setenta heterónimos(<<si hoy en día soy yo-decía el luso en un texto titulado Anarquismo- es porque ellos han existido>>), casi veintiocho mil textos…Un universo entero de poetas, una abigarrada galaxia, un megalómano empeño por abarcar todos los yoes y todas las perspectivas que en el mundo son frente a las posturas que se consideran omniscientes y que para todo tienen la respuesta adecuada, el poeta lisboeta da paso a la asamblea de diversos puntos de vista (<< drama em gente>>) en una empresa que parece acercarle al intento de Mallarmé de crear un Libro sin fin, que resuma el mundo, que nos haga oír todas las voces, ya que no hay respuestas únicas y universalmente válidas y de una vez por todas. Los derechos del género deliberativo se han de preservar, y Pessoa con su obra plural y múltiple se empeña en la escritura de un libro desbordante, sin principio ni fin. Heteronimia pessoana La conversión en poeta de Pessoa se desarrolla sobre dos ejes: el nacimiento de los heterónimos y el contacto del portugués con los movimientos de vanguardia. Con todas las precauciones con que se quiera tomar el dato, Pessoa pone fecha de nacimiento a la heteronimia-como si de una súbita iluminación se tratara-: marzo de 1914; fue un parto múltiple, ya que el surgimiento de él como poeta le supuso surgir en cuatro poetas: Alberto Caeiro, el maestro, Fernando Pessoa en persona (ortónimo), Ricardo Reis y Álvaro de Campos. Esto no quiere decir , obviamente, que todos ellos van a escribir igual, y que vayan a ser de la misma cuerda; de eso nada. Cada uno es autor de una obra singular, y también cada uno de ellos tiene su fecha de nacimiento, sus estudios, su profesión, y hasta su carta astral, realizada con oximorónica precisión y mimo. Dejémosle al propio poeta que nos lo explique: << la obra pseudónima, es la del autor en su persona, con excepción del nombre con el que firma; la heterónima es la del autor fuera de su persona, pertenece a una individualidad completa, fabricada por él, del mismo modo que un personaje de algún drama que es suyo>> (Tabla biográfica, publicada en 1928 en la revista Presença). No pretende Pessoa componer una obra monolítica, monocorde, sino que se deja guiar por un espíritu agónico o polémico hasta la extenuación, tratando de ser dueño de una obra original y singular en su diseminada pluralidad. Su amigo, el también poeta, Mario de Sá-Carneiro escribía en un poema titulado Dispersión : << me perdí dentro de mí / porque yo era laberinto>>. El laberinto de Pessoa parece que se encontraba, además de en su interior, especialmente en el exterior. La cantidad de heterónimos(setenta y dos exactamente, sin contar sus <<colegas>> de la infancia y de la adolescencia que no parece que dejaron obra escrita) lleva a pensar que se dedicó más a la obra <<fuera de su persona>>, por tomar sus propias palabras. Tampoco está de más aclarar que la intención de explicar el fenómeno de la heteronimia con recursos a <<desdoblamientos individualizados de una dilatada e incontenida personalidad…fruto de una enfermedad esquizoide de un psicópata profundo>>( Mario Saraiva, <<El caso clínico de Fernando Pessoa>>) no parece que ayude mucho, ni poco, a la lectura de esta magna obra, a lo más puede servir para conocer, en un nivel hipotético, la desasosegada vida de un hombre embargado por el peso de una enorme obra que pretendía culminar, y por los litros de aguardiente ingeridos. No parece serio, con todos los respetos hacia los doctores que así lo puedan aventurar, que los heterónimos pessoanos sean una especie de obra involuntaria de un escritor enfermo. ¿O será una feliz casualidad-o setenta y tantasdebida al coup de dés mallarmeano…que sin embargo es incapaz de abolir el azar? Tampoco parece sostenible explicar el fenómeno aludiendo a posibles y cambiantes máscaras utilizadas por el poeta o como pseudónimos para contar lo que no se atrevía a hacer con su propio nombre. Más bien, y en la línea ya esbozada más arriba, el recurso a la heteronimia sería la utilización, ante la imposibilidad de adoptar decisiones claras y distintas ante los problemas planteados, de un juego de perspectivas, que podría tener algún parecido de familia(este sí que casual ya que ambos autores no se conocían para nada) con el concepto de <<juegos de lenguaje>>, cada uno con sus reglas y normas propias, que por la misma época comenzaba a asomar por la obra de Wittgenstein. Las discrepancias, las diferencias, todas vividas en el mismo ser que podría decir-aumentando la cantidad, claro- lo que dijese Arthur Rimbaud en una carta del 15 de mayo de 1871 dirigida a Paul D´emeny: <<JE est un autre>>. Baste con leer el poema Paso de las horas de Álvaro de Campos para comprender el tenaz empeño por abarcar el todo, todos los lugares, todos los amores, todos los dolores, todos los sentimientos: <<Sentirlo todo de todas las maneras, / vivirlo todo por todos los lados, / ser una misma cosa de todos los modos posibles y al tiempo, / realizar en mí mismo toda la humanidad de todos los momentos / en un solo momento difuso, profuso, completo y lejano>>. Surge-al menos puede servir a nivel metafóricosemejante megalómano empeño ante la complejidad del mundo y la dispersión de nuestras convicciones que se desvanecen, a menudo, ante la indecisión a que nos someten las turbulencias del mundo, y de ahí brota también el desasosiego de unos tiempos que dieron frutos como los debidos a Ionesco, Beckett, Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis…y oímos a este último que nos dice : <<numerosos son los que viven en nosotros; / Si pienso, si siento, ignoro / Quién es el que piensa, el que siente. / Soy solamente el lugar / En el que se piensa, en el que se siente>> (Poemas paganos). Semejanzas o precedentes con el fenómeno de la heteronimia pessoana se pueden hallar en el filósofo Kierkegaard -de quien por cierto el día 5 del mes pasado se cumplieron doscientos años de su nacimiento- , el pensador danés en sus Migajas filosóficas aclaraba ser el autor de varias obras-escritas entre 1843 y 1846- que había firmado, para su publicación, bajo los nombres de Victor Eremita, Johannes de Silentio, Constantin Constantinus, y muchos más. Así lo explicaba: <<mi relación con ellos[con los polinimios, como él los llamaba] es una unidad de un secretario[…] Soy el único que no me considero como el autor más que de una manera muy dudosa y ambigua, porque no soy hablando con propiedad el autor>>. De algún escarceo unamuniano…también podrían hallarse muestras al por menor. Concluyamos diciendo que en Pessoa se da la poesía toda entera, la que dice y la que contradice, moviéndose entre el ni y el ni, para tratar de hallar la visión global y compleja que dé cuenta de la complejidad en movimiento de las cosas; también se dan en él-cuya obra tan impregnada está por las preocupaciones de orden filosófico- todas las filosofías, y sus contrarias: platonismo, neoplatonismo, epicureísmo, estoicismo, idealismo, nietzscheanismo…todas o ninguna, o mejor una combinación mixta de todas ellas. Se dan cita así en el autor, la poesía y la filosofía, y algo que es anterior a ellas y que tal vez les sirva de catapulta: el enigma de existir. Esta perplejidad ante la condición de arrojados al mundo la plasma el poeta en una <<Representación visible provisional de sí mismo>>, escrita en 1914: << No sé quién soy, ni qué alma tengo. Cuando hablo con sinceridad, no sé con qué sinceridad hablo. Soy diversamente otro que un solo yo; pues no estoy seguro, por otra parte, de la existencia. Siento órganos que no tengo. Estoy envuelto de ansiedades que rechazo. La perpetua atención que me presto a mí mismo me muestra perpetuamente el alma traicionando un carácter que quizá no tengo, ni que ella cree que tengo. Me siento múltiple. Soy como una habitación con innúmeros miradores fantásticos que reúnen en falsos reflejos una única realidad anterior que no está en ninguno de ellos y está en todos […] Siento que vivo vidas de otros, en mí, incompletamente, como si mi ser formase parte de todos estos hombres, incompletamente de cada uno, a través de una suma de no-yoes sintetizados en un yo postizo>>. 125 años Con ocasión de este aniversario, con seguridad, proliferarán las obras del poeta lisboeta, y sobre él y sobre la pluralidad de escritores salidos de su poliédrica pluma. Sin tratar de ser exhaustivo, para nada, sí que diré que tengo entre manos tres libros que bien sirven para acercarse a la obra, y a la persona, de este <<extraño extranjero>> que dijese su biógrafo Robert Bréchon. Un par de obras suyas nos desvelan algunos aspectos que centraron la atención del poeta, pero que por lo general han pasado desapercibidos: por una parte , si se ha hablado como queda señalado líneas más arriba, de la enfermedad mental del poeta en relación con la multiplicidad de sus máscaras, se ve que al autor de <<El libro del desasosiego>> le preocupó hondamente el asunto de las relaciones entre la creatividad y las distorsiones de la psique; sus reflexiones al respecto pueden verse en << Ensayos sobre genio y locura>> (Acantilado, 2013); por otra parte, se ha vendido con frecuencia una imagen del poeta como un ser absolutamente aislado y colgado a la botella de bagaceira, despreocupado de los temas que preocupaban a sus conciudadanos, al menos a algunos de ellos, imagen que queda desmentida con la publicación de <<Iberia . Introducción a un imperialismo futuro>> ( Pre-Textos, 2013) en donde se ve al poeta volcado en el debate que en la época ardía, el proyecto de unión peninsular en una confederación ibérica, en una unidad que supusiese pluralidad, centrado en el ámbito cultural, ya que él consideraba que la península ibérica tenía una cultura singular con respecto al resto de países, pues hbía heredado además de la huella europea, la influencia del arabismo. Tal herencia suponía un horizonte-según su visión- de un paganismo trascendente. Junto a estos dos libros suyos que indico, ha visto la luz un excelente ensayo, que debería sumarse a los ya clásicos estudios de Ángel Crespo, Antonio Tabucchi u Octavio Paz, debido a Jerónimo PIzarro << Alias Pessoa>> ( Pre-Textos, 2013). En este libro el autor plantea varios problemas esenciales del <<caso Pessoa>>. Desde las derivas sobre la noción de autor y la unidad y pluralidad presente en el quehacer del autor del <<Libro del desasosiego>>, se pasa al estudio acerca de la edición de las numerosas obras del poeta que van asomando en cantidad apostando por el rigor de que éstas han de adolecer, para finalizar relacionado al lisboeta con Machado, Borges y con algún otro. La escritura de Pessoa presenta muchas obras de diferentes autores, reunidos en una especie de asamblea en la que las distintas voces dan cuenta de la pluralidad del mundo, de la caleidoscópica búsqueda de la identidad perdida, que supone en palabras de Enrique Vila-Matas que si <<los Ensayos de Montaigne son indispensables para comprender los orígenes de la modernidad , los libros de Pessoa son indispensables para comprender las calles habituales de esta modernidad>>…Y como en la variedad está el gusto, que se dice, habrá a quien le guste más el desasosegado Bernardo Soares, a otros que les mole el futurista Álvaro Campos, a los de más allá la sabiduría de Alberto Caeiro o todavía el estoicismo de Ricardo Reis, o… ¡ Leer a Fernando Pessoa es visitar la ciudad literaria en su extensión desde los arrabales hasta el centro !