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¿Me llama Dios al Diaconado Permanente? Lorenzo Preciado López San Lorenzo fue diácono de la Iglesia de Roma y administrador de los bienes destinados al servicio de los pobres. El Prefecto de la ciudad, imaginando sumas fabulosas, ordenó la entrega de esos tesoros al Imperio. Después de pedir unos días de tiempo, el diácono se presentó acompañado por todos los pobres a los que atendía. “Esta es la riqueza de la Iglesia”, le dijo al Prefecto, que indignado, no dudó en disponer que Lorenzo fuera quemado en una parrilla (año 258). El culto comenzó casi inmediatamente después de su martirio, extendiéndose por todo el Imperio Romano. En Argentina, el equipo de fútbol fundado por el sacerdote salesiano Lorenzo Massa se denomina San Lorenzo de Almagro, o más popularmente “Los Cuervos” o “El Ciclón”. Según parece, el nombre fue elegido por los jóvenes integrantes del plantel deportivo en homenaje al sacerdote; pero, cuando el Padre Lorenzo se enteró, desvió el entusiasmo juvenil hacia el santo diciéndoles: “Espero que tengan en los partidos el valor que mostró el mártir en el momento de su martirio”. EL MINISTERIO DE LOS DIACONOS CASADOS La fiesta litúrgica de San Lorenzo es una ocasión propicia para señalar que, a partir del Concilio Vaticano II, ha comenzado a expandirse con fuerte impulso en la Iglesia Católica de rito latino, el ministerio de varones casados, que reciben el Orden del Diaconado y son conocidos popularmente como “diáconos permanentes”, “padre diácono” o simplemente “el diácono”. El término “permanente”, aplicado a quienes no son destinados al presbiterado, se utiliza para diferenciarlos de los que sí lo están, y son llamados “diáconos transitorios o transeúntes”. Se los ve en las comunidades cristianas bautizando, celebrando matrimonios, o presidiendo celebraciones de la Palabra y distribuyendo la comunión. Pero también en tareas menos visibles, como visitar a los enfermos, organizar la Caritas zonal y estar presentes en la promoción social de los barrios. En 1989 los diáconos permanentes en el mundo eran 12.541; seis años después, en 1995, aumentan a 21.000, y en 2003 se registran 31.024. Si se mantiene la constante y proyectando los datos, podemos suponer que en el año 2009 se registrará un aumento de más del 200% en sólo 20 años. En la Argentina existen alrededor de 850 diáconos permanentes. ¿Será un signo de los tiempos que tendremos que leer, cuando esta llamativa evolución estadística se refiere a una vocación que, salvo excepciones, se excluye de la “oración por las vocaciones” y de “campañas vocacionales”? ¿Acaso estará hablando Dios a través de los hechos que tan visiblemente ocurren en la Iglesia Católica de rito latino? TIENE VOCACION… DE DIACONO Cuando Guillermo, un niño de 8 años, vecino de la rotonda de Alpargatas, en el conurbano sur de Buenos Aires, le pidió a su mamá que le hiciera una túnica blanca para ser monaguillo, ésta le preguntó: “¿Acaso quieres ser cura como el Padre Eduardo?”. “¡No!, quiero ser diácono como los dos hombres que están en el altar al lado de él…”. La antigua expresión “ese joven tiene vocación…” y que se entendía como “tiene vocación para ser cura” tendrá que irse modificando con la aclaración, aún poco usada, “tiene vocación para diácono permanente”. Las Normas Básicas para la formación de los Diáconos Permanentes parten de una reflexión de Juan Pablo II en la Exhortación Pastores dabo vobis, referida a toda vocación, como diálogo entre el llamado divino y la respuesta de la libertad humana, para luego aplicarla a la vocación diaconal. “La historia de toda vocación sacerdotal, como también de toda vocación cristiana, es la historia de un inefable diálogo entre Dios y el hombre, entre el amor de Dios que llama y la libertad del hombre que, en el amor, responde a Dios. Pero junto a la llamada de Dios y a la respuesta del hombre, hay otro elemento constitutivo de la vocación, y particularmente de la vocación ministerial: la llamada pública de la Iglesia: Se dice ser llamado por Dios quienes son llamados por los ministros legítimos de la Iglesia. La expresión… debe tomarse en sentido sacramental, que considera a la autoridad que llama como el signo y el instrumento de la intervención personal de Dios, que se realiza con la imposición de las manos. En esta perspectiva, toda elección regular expresa una inspiración y representa una elección de Dios. El discernimiento de la Iglesia es, por lo tanto, decisivo para la elección de la vocación; y mucho más, por su significado eclesial, para elegir una vocación al ministerio ordenado”. ALGUNOS INDICIOS DE LA VOCACION Salvo experiencias religiosas extraordinarias y poco frecuentes, la mayoría de quienes han de decidir sobre la elección de carrera, los trabajos profesionales y la decisiva orientación de la vida, el matrimonio, la vocación laical o cualquier forma de consagración religiosa, tendrán que estar atentos a los “indicios” o “señales” que provienen del entorno que los rodea. Estas pistas suelen advertirse a través de las actitudes más constantes, las opiniones de verdaderos amigos, y los propios interrogantes que sobre el destino de la existencia se van formulando y cuyas respuestas se concretan en el modo de desplegar sus opciones. A ellos, la pastoral cristiana agrega los consejos y sugerencias que provienen de la práctica del sacramento frecuente de la Reconciliación y del diálogo conocido, en la tradición milenaria de las Iglesias, como “acompañamiento” “orientación”, “discipulado” o “dirección espiritual”, y que, en el caso de las decisiones referidas al ministerio ordenado, se convierten en imprescindibles. Un indicio positivo es el tipo de actividad concreta que, en relación con el reino de Dios y la comunidad cristiana, se viene desarrollando. Así lo sugiere la información que brinda la Introducción del documento Diaconado permanente, señalando que entre las razones por las que el Concilio lo restauró, se encuentra “la intención de reforzar con la gracia de la Ordenación diaconal a aquellos que ya ejercían de hecho funciones diaconales”. Al mencionar las “funciones diaconales” se corre el riesgo de pensar exclusivamente en la participación en acciones litúrgicas, o en el desarrollo de un continuo “ministerio extraordinario de la Sagrada Comunión” o “de la salud y el alivio”. Sin dejarlas de lado, otras “funciones de servicio” al pueblo pueden verse desde un horizonte más amplio que incluye el sentido de la tarea de un docente, un dirigente sindical o un activista político. CONOCIENDO LA VOCACION DE MÍ ESPOSO Tratándose de la vocación de un varón casado, adquiere relevancia el discernimiento y la visión que brindará su esposa, los hijos y el entorno familiar de quienes conviven cotidianamente. Es una visión que se hace presente a partir de una mirada creyente. Dicen las Normas Básicas: “Provéase para que las esposas de los candidatos casados crezcan en el conocimiento de la vocación del marido y de su propia misión junto a él. Para ello, invíteselas a participar regularmente en los encuentros de formación espiritual. Igualmente procúrese llevar a cabo iniciativas apropiadas para sensibilizar a los hijos respecto del ministerio diaconal”. La experiencia enseña que más de un varón descubrió la vocación diaconal a partir de una preciosa sugerencia de la esposa, o al contrario, no pudo ser ordenado por la negativa de la mujer a brindar la autorización que exigen las normas canónicas. UNA JERARQUIA SERVIDORA El diaconado es mencionado en la Constitución sobre la Iglesia en el capítulo III titulado: Constitución jerárquica de la Iglesia y particularmente del Episcopado; por lo tanto, al igual que los presbíteros y los obispos, se los considera parte de la ‘jerarquía’ y pertenecen al ‘clero’ que recibe el Sacramento del Orden. Lo interesante es, que la introducción de este capítulo parte del concepto de que la misión de la jerarquía es un ministerio eminentemente pastoral, “al servicio de sus hermanos”. Para que no queden dudas, se reitera, al explicar la misión de los Obispos, que “este encargo que el Señor confió a los pastores de su pueblo es un verdadero servicio, que en la Sagrada Escritura se llama con toda propiedad diaconía o ministerio”. Después de mencionar el lugar que ocupa el Episcopado y los presbíteros, la mencionada Constitución dedica un número que, a pesar de su brevedad, fundamenta el diaconado en general y restaura el ‘permanente’ con la repercusión que puede observarse a cuarenta años de su promulgación. Allí se dice que la “imposición de las manos al diácono no es en orden al sacerdocio, sino en orden al ministerio”. EL DIACONO: SIGNO DEL CRISTO SERVIDOR Las Normas Básicas comentan este párrafo, considerando que aquí “se traza la identidad teológica específica del diácono: …es en la Iglesia un signo sacramental específico de Cristo servidor”. Por eso, en su ordenación, se piden los “dones del Espíritu para que el ordenando esté en condiciones de imitar a Cristo como diácono” (6). La firme decisión de querer identificarse con el Cristo-Servidor es, a mí entender, el núcleo de la vocación diaconal, es decir, del llamado de quién es primer protagonista su Espíritu. “Es el quien los llama, quien los acompaña y quien modela sus corazones para que puedan reconocer su gracia y corresponder a ella generosamente”. Porque es cierto que muchos de los servicios de docencia, liturgia y animación en las comunidades que realiza el diácono, pueden ser encomendados a laicos y laicas convenientemente designados, pero en su ordenación se presencializa una gracia-sacramento que remite a la dimensión del signo, ya que “es constituido en la Iglesia icono vivo del Cristo servidor… su santidad consistirá en hacerse servidor generoso y fiel de Dios y de los hombres, especialmente de los más pobres y de los que sufren…”, según explican las Normas Básicas. Estas tareas no tienen más limite que las normas morales, por eso que, a diferencia del presbítero, el diácono permanente -según prescribe el Código de Derecho Canónicopuede desempeñar cargos públicos, administrar bienes de sociedades civiles, participar activamente en los partidos políticos y en la dirección de las asociaciones sindicales. También en ambientes cargados de tensiones y conflictos, el diácono está llamado a ser imagen viviente de Jesucristo, el Servidor. LOS DIACONOS DE LA IGLESIA PRIMITIVA Y LA VIGENCIA ACTUAL DE SUS CUALIDADES Las cualidades y virtudes fundamentales, que figuran en la 1ª Carta a Timoteo, mantienen su total vigencia aunque los estudiosos del Nuevo Testamento discutan qué lugar exacto ocupaban en las primeras comunidades que fueron diseñando sus carismas y ministerios, y las actuales normas que presentan diferencias prácticas ajustadas a nuestro tiempo. “De la misma manera los diáconos deben ser varones respetables, de una sola palabra, moderados en el uso del vino y enemigos de ganancias deshonestas. Que conserven el misterio de la fe con una conciencia pura. Primero se los pondrá a prueba, y luego, si no hay nada que reprocharles, se los admitirá al diaconado. Los diáconos deberán ser varones casados una sola vez, que gobiernen bien a sus hijos y su propia casa. Los que desempeñan bien su ministerio se hacen merecedores de honra y alcanzan una gran firmeza en la fe de Jesucristo” (1Tim 3,8-13). http://www.camineo.info/news/142/ARTICLE/3633/2007-08-10.html