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DEPARTAMENTO DE HISTORIA
HISTORIA CONTEMPORÁNEA
LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA
LOS FASCISMOS
ASIGNATURA: HISTORIA CONTEMPORÁNEA
PROFESOR: FRANCISCO DELGADO LEMUS
2
INDICE:
Análisis de fuente
3y4
Introducción
5
Europa ante la crisis democrática
6
Italia
7
La I guerra mundial
8
La crisis de la democracia: el fascismo
8
¿Qué es el fascismo?
9
Las doctrinas fascistas
10
Orígenes
11
Fascismo italiano
11
El fascismo en otros países
12
Benito mussolini (1883-1945)
13
Conclusión
14
ANÁLISIS DE FUENTE:
Autor: Benito Mussolini
3
Destinatario: El primer discurso a la cámara
Fecha: 21 de junio de 1921
Fuente: Espíritu de la revolución fascista, Editorial Vizcaína, Bilbao, 1940, Pág.56.
Tipo de fuente: Discurso político
Rechazo del socialismo marxista
O
s disgo que nos opondremos con todas nuestras fuerzas a las tentativas de
socialización, de estatificación, de colectivización. Basta ya de socialismo de
Estado. Tampoco hemos de renunciar a la lucha, que quisiera llamar doctrinal, contra vuestras
doctrinas, que ni son verdaderas ni, sobre todo, son fatales.
Negamos que existan dos clases, porque existen muchas más; negamos que se pueda
explicar toda la historia humana por el determinismo económico.
Negamos vuestro internacionalismo, porque el internacionalismo es una mercancía de lujo
sólo asequible a los ricos, mientras el pueblo está desesperadamente unido a la tierra natal.
Pero no es esto sólo. Nosotros afirmamos, basándonos en recientes e irrecusables libros
socialistas que precisamente ahora comienza la verdadera historia del capitalismo, pues este no
es tan sólo, como decís, un sistema de opresión, sino también una selección de valores, una
coordinación de jerarquías y un sentido más amplio de la responsabilidad personal. Hasta tal
punto es esto cierto que Lenin, después de haber instituido los consejos de fábricas, los abolió y
ha colocado en ellas a directores: después de haber nacionalizado el comercio, lo hizo volver al
régimen liberal, y –vosotros que habéis estado en Rusia lo sabéis- después de haber suprimido,
incluso físicamente a los burgueses, hoy los llama de todas partes, porque sin el capitalismo, sin
sus sistemas técnicos de producción, Rusia no se levantaría jamás.
Autor: Mussolini, Benito
Destinatario: El pueblo italiano
4
Fecha: no registrado
Fuente: La doctrina del fascismo, en EBERNSTEIN. Los grandes pensadores políticos,
editorial Revista de Occidente, 1965. Pp. 748 y ss.
Tipo de fuente: Propuesta política
Las ideas fundamentales del fascismo
1. El fascismo como toda concepción política sólida, es acción y es pensamiento; acción que tiene inmanente una
doctrina, y doctrina que mientras emana de un determinado sistema de fuerzas históricas, queda incorporada
en el mismo, y en él opera de dentro para fuera. Su forma es, pues, adaptable a las contingencias de lugar y de
tiempo, pero tiene a la vez un ideario que le eleva a la categoría de formula de verdad en la historia superior
del pensamiento. No hay en el mundo fuerza alguna que obre espiritualmente como voluntad humana
dominadora de voluntades, sin un concepto no sólo de la realidad transeúnte y particular sobre la cual es
necesario obrar, sino también de la realidad permanente y universal en la que la primera tiene su ser y su
vida. Para conocer a la humanidad hay que conocer al hombre, y para conocer a los hombres es necesario
conocer la realidad y sus leyes. No existe concepto alguno de Estado, que a la vez no sea fundamentalmente
concepto de vida: será un sistema de ideas que se desarrolla en una construcción lógica o se concentran en una
visión o en una fe; pero siempre es, al menos virtualmente, una concepción orgánica del mundo.
2. Según esto, el fascismo, en muchas de sus actitudes prácticas, como organización de partido, como sistema de
educación, como disciplina, no se compondrá si no se mirase a la luz de su modo general de concebir la vida,
a saber, de un modo espiritual. (…) El hombre del fascismo es un individuo que encarna en sí la nación y la
patria, sometido a una ley moral que ata a individuos y generaciones, vinculándolos a una tradición y a una
misión que suprime el instinto de la vida encerrada en el breve circuito del placer, para instaurar otra vida, en
la esfera del deber, una vida superior,(…) una vida en la que el individuo realiza aquella existencia,
totalmente espiritual en la que estriba su valía de hombre.
3. Es, pues, una concepción espiritualista, nacida, también ella, de la reacción operada en este siglo, contra el
menguado y materialista positivismo del siglo XX; concepción antipositiva, pero positiva; no escéptica, ni
agnóstica, ni pesimista, ni tampoco pasivamente optimista;(…)concibe la vida como una lucha, persuadido
de que al hombre incumbe conquistar una vida que sea verdaderamente digna de él, creando ante todo en su
persona el instrumento (físico, moral, intelectual)necesario para construirla. Y esto rige no solo para cada
individuo, sino también para la nación y para la humanidad (…)
4. Esta concepción positiva de la vida es evidentemente una concepción ética y abarca toda la realidad, así
como la actividad humana que la domina. Según ella no hay acción que no se someta al criterio moral; no hay
nada en el mundo que se pueda despojar del valor que a todos atañe en orden a los fines morales.
5. El fascismo es una concepción religiosa según la cual el hombre se considera en su inminente relación con la
ley superior, con una voluntad objetiva que supera al individuo particular y lo eleva a miembro consciente de
una sociedad espiritual (…)
6. El fascismo es una concepción histórica, en la que el hombre es lo que es únicamente como factor de un
proceso espiritual a que concurre, en el grupo familiar y social, en la nación y en la historia en la que todas las
naciones colaboran. De ahí el gran valor de la tradición en los recuerdos, en la lengua, en las costumbres, en
las normas del vivir social. Fuera de la historia, el hombre no es nada. Por esto el fascismo repugna a todas
las abstracciones individualistas de base materialista, tipo siglo XVIII y es enemigo de todas las utopías y
las innovaciones jacobinas.(…)
Introducción
5
Para graficar la crisis a la democracia hemos traído un ejemplo muy claro de la historia
contemporánea y este es el caso del fascismo como fenómeno europeo pero principalmente el caso de
Italia y la figura emblemática de Benito Mussolini. Para el presente trabajo hemos recogido a Ernst Nolte,
El Fascismo en su Época, que nos muestra un panorama bastante claro de lo que es el fascismo y su
proyección. También a Norberto Bobbio, Las ideologías y el poder en crisis, para introducirnos en el
marco conceptual de “crisis” y a Leonard Schapiro, El Totalitarismo para comprender el discurso
ideológico de un partido único en el poder y el funcionamiento de una enorme maquinaria estatal. Las
fuentes que hemos recogido muestran claramente como se interpretaba el fascismo a través de las
palabras o ideologías manifestabas por un emblemático personaje como era Benito Mussolini.
La desarticulación económica después de la I Guerra Mundial y la amenaza del comunismo
surgido de la Revolución Rusa de 1917, provocaron el resurgimiento del fascismo como una importante
fuerza política. Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano, inició su carrera política en
las filas del Partido Socialista. En 1912, como director del principal periódico socialista italiano, Avanti!,
se oponía tanto al capitalismo como al militarismo. Sus Fascios Italianos de Combate, creados en 1919 y
llamados ‘Camisas Negras’ a ejemplo de los ‘Camisas Rojas’ del líder de la unificación italiana, Giuseppe
Garibaldi, dieron fuerza efectiva al movimiento e implantaron la moda del estilo fascista paramilitar. En
1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano amenazando con un golpe de Estado si se
rechazaban sus demandas. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron prohibidos y
Mussolini se convirtió en el Duce (el líder del partido). Mussolini adoptó una política exterior agresiva;
contravino las recomendaciones de la Sociedad de Naciones e inició la conquista de Etiopía (Abisinia,
1935-1936), ganándose así la aclamación de casi todos los sectores de la sociedad italiana.
El régimen de Mussolini facilitó el modelo de fascismo característico de las décadas de 1920 y
1930. La Gran Depresión y el fracaso de los gobiernos democráticos al abordar las consecuentes
dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron la aparición de movimientos fascistas en
todo el mundo. Sin embargo, el fascismo en los otros países se diferenciaba en ciertos aspectos de la
modalidad italiana. El nacionalsocialismo alemán era más racista; en Rumania, el fascismo se alió con la
Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En Francia el fascismo estaba dividido en
varios movimientos. Mientras que en la mayoría de los casos el fascismo prosperó en países que estaban
atrasados en el plano económico o marcados por fuertes tradiciones políticas autoritarias, el fascismo
galo avanzó en una de las democracias europeas más consolidadas. Del mismo modo, el fascismo belga
tuvo su punto álgido en la primera mitad de la década de 1930 y se reanimó por poco tiempo bajo la
ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932,
disolvió la República austriaca y dirigió un régimen proto-fascista en alianza con Mussolini hasta que
fue asesinado en 1934 por militantes nacionalsocialistas que pretendían la unión con la Alemania nazi.
Europa ante la crisis democrática
El peligro alemán, junto a la rivalidad entre Rusia y Austria en los Balcanes, implicaba una
actividad diplomática que presentaba dificultades demasiado grandes para los mediocres funcionarios
que dirigían los ministerios de Asuntos Exteriores europeos en la víspera de 1914. Cuando el terrorista
serbio Gavrilo Princip asesinó al archiduque austriaco Francisco Fernando de Habsburgo el 28 de junio
de 1914, no hizo sino encender la mecha del barril de pólvora sobre el que se asentaba Europa.
El entusiasmo con que los pueblos europeos saludaron el estallido de las hostilidades pronto se
convirtió en horror cuando las listas de bajas aumentaron y los objetivos limitados se volvieron
irrelevantes. Lo que se había proyectado como una breve guerra entre potencias, se convirtió en una
lucha de cuatro años entre pueblos. En las últimas semanas de 1918, cuando finalmente terminó la
guerra, los imperios alemán, austriaco y ruso habían desaparecido, y la mayor parte de una generación
de jóvenes murió. El que el presidente de Estados Unidos, Woodrow Wilson, fuera la principal figura de
la conferencia de paz de París (1919) demostró ser una señal de lo que estaba por llegar. Decidido a
6
convertir el mundo en un lugar “seguro para la democracia”, Wilson había implicado a Estados Unidos
en la guerra contra Alemania en 1917. Mientras proclamaba su llamada a una Europa democrática, Lenin,
el dirigente bolchevique que en el mismo año se hizo con el poder en Rusia, llamaba al proletariado
europeo a la lucha de clases y sentaba las claves ideológicas de la revolución socialista. Ignorando ambas
premisas ideológicas, Francia y Gran Bretaña insistieron en una paz con reparaciones económicas, y
Alemania, Austria, Hungría, Bulgaria y Turquía fueron obligados a firmar tratados que no tenían nada
que ver con sueños mesiánicos.
España, que había permanecido neutral, seguía arrastrando una profunda crisis de identidad,
tras el desastre de 1898, la guerra con los Estados Unidos, la pérdida de Cuba y Filipinas, y sus
repetidos fracasos militares en Marruecos. Pero a pesar de la neutralidad, la sociedad se dividió
profundamente en dos bandos: los ‘aliadófilos’ frente a los ‘germanófilos’.
En las postrimerías de la catastrófica guerra y de una epidemia de gripe que provocó veinte
millones de muertos en todo el mundo, muchos europeos creyeron, junto al filósofo Oswald Spengler,
que eran testigos de la ‘decadencia de Occidente’. Por supuesto, aún podían encontrarse signos de
esperanza: se había fundado la Sociedad de Naciones y se decía que en el este y el centro de Europa
había triunfado el principio de la autodeterminación 1. Rusia se había liberado de la autocracia zarista y
Alemania se había convertido en una república. No obstante, la Sociedad de Naciones ejerció poca
influencia, y el nacionalismo continuó siendo una espada de doble filo. La creación de Estados nacionales
en Europa central llevaba consigo necesariamente la existencia de minorías nacionales, porque la
etnicidad no podía ser el único criterio para la construcción de fronteras defendibles. Los zares habían
sido reemplazados por los bolcheviques, que rechazaron reconocer la legitimidad de cualquier gobierno
europeo. Lo más importante fue, quizás, que el Tratado de Versalles, al establecer que existía un
culpable de la guerra, había herido el orgullo nacional alemán, mientras que los italianos estaban
convencidos de que les habían negado su parte legítima del botín de posguerra.
Benito Mussolini, al explotar el descontento nacional y el temor ante el comunismo, estableció
una dictadura fascista en 19222. Aunque su doctrina política era vaga y contradictoria, se dio cuenta de
que, en una época en la que la política dirigida a las masas estaba en pleno auge, una mezcla de
nacionalismo y socialismo poseía el mayor potencial revolucionario. En Alemania, la inflación y la
depresión dieron a Adolf Hitler la oportunidad de combinar ambas ideologías revolucionarias. A pesar
de su nihilismo, Hitler nunca dudó de que el Partido Nacional Socialista Alemán era el vehículo
prometido a su ambición. Por su parte, el sucesor de Lenin, Stalin, subordinó el ideario internacionalista
de la revolución al concepto de la defensa de la patria rusa, y al proclamar ‘el socialismo en un único
país’, erigió un aparato gubernamental jamás igualado en omnipresencia.
La crisis española desembocó en el destronamiento pacífico de la monarquía, tras las elecciones
municipales de 1931. Pero la República fue contestada desde sus inicios por las fuerzas conservadoras y
los sectores más radicales del anarcosindicalismo; los poderes fácticos, la Iglesia y los terratenientes,
provocaron con sus continuos vetos y obstáculos gravísimos enfrentamientos políticos y sociales. En
1936 estalló una cruenta guerra civil, que dividió de inmediato a la opinión pública en todo el mundo.
Acabó en 1939 con el triunfo del general Francisco Franco, que había tenido el apoyo decisivo de Hitler
y Mussolini.
Al afrontar la creciente beligerancia de estos estados totalitarios y el confirmado aislamiento de
Estados Unidos, las democracias europeas se encontraron a la defensiva. Bajo el liderazgo de Neville
Chamberlain, Gran Bretaña y Francia adoptaron una política de apaciguamiento, que sólo fue
abandonada tras la invasión alemana de Polonia el 1 de septiembre de 1939. Cuando la II Guerra
Mundial comenzó, las rápidas victorias del ejército alemán persuadieron a casi todos, excepto a Winston
Churchill, de que el ‘nuevo orden’ de Hitler era el destino de Europa. Pero después de 1941, cuando
Hitler ordenó el ataque a la Unión Soviética y los japoneses bombardearon Pearl Harbor, soviéticos y
estadounidenses se unieron a Gran Bretaña en un esfuerzo común para obligar a Alemania a rendirse
1
Schapiro, Leonard. El Totalitarismo. Fondo Cultura Económica, México, 1972. Pág.17.
2
Noltle, Ernst. El Fascismo en su Época. Ediciones península, Madrid, 1967. Pág. 173.
7
incondicionalmente. El rumbo de la guerra cambió en 1942 y 1943 y tras el desembarco y la batalla de
Normandía, Alemania y sus restantes aliados sucumbieron al final de una terrible lucha en los frentes
oriental y occidental. En la primavera de 1945, Hitler se suicidó y una Alemania arrasada se rindió a las
potencias aliadas.
ITALIA
Entre 1901 y 1914, el primer ministro Giovanni Giolitti gobernó en el país, siendo éste un periodo
caracterizado por el intenso desarrollo social y económico. Giolitti fue acusado de interferir en el
proceso electoral, de tolerar el proteccionismo y de haber creado en la práctica una dictadura
parlamentaria, sin embargo, fue el artífice de la creación de la Italia moderna. Mientras presidió el
Consejo llevó a cabo un gran número de reformas: reconoció el derecho a la huelga de los trabajadores,
introdujo cambios en la ley electoral que permitieron a un mayor número de votantes participar en los
sufragios, permitió la participación de los católicos en la toma de decisiones políticas y además se
aprobó la primera ley destinada a la estimulación del desarrollo de la zona meridional del país. En
cuanto a la política exterior, mejoró la relación con Francia mientras Italia formó parte de la Triple
Alianza. Durante la era Giolitti, la tasa de crecimiento industrial era del 87% y el salario de la masa
trabajadora creció por encima del 25%, y además se redujo la jornada laboral y se garantizó el derecho
de los trabajadores a disfrutar de días de descanso. En muchos aspectos, Italia era una democracia en
vías de formación, pero el estallido de la I Guerra Mundial frenó su proceso de crecimiento.
La I Guerra Mundial
Cuando en agosto de 1914 estalló la I Guerra Mundial, el gobierno italiano abandonó la Triple
Alianza y se declaró neutral. Tras la firma del Tratado de Londres con las potencias aliadas, Italia
declaró la guerra al Imperio Austro-Húngaro, al Imperio otomano y un año más tarde a Alemania. Italia
envió un gran ejército a la región de Trentino, en el Tirol meridional; después, en 1916, los austriacos
atacaron en varios puntos del noreste de Trento y de la orilla oriental del río Adigio, y se hicieron con
las ciudades de Asiago y Asiero. Los italianos lograron recuperar casi todo el territorio y tras lanzar una
ofensiva sobre el río Isonzo, en la región de Venecia Julia, el 9 de agosto tomaron la ciudad de Gorizia.
Sin embargo, el ejército italiano avanzaba poco. En octubre de 1917, un ejército conjunto de austriacos y
alemanes atacó a los italianos, que sufrieron una dramática derrota en Caporetto, Venecia Julia. Los
italianos retrocedieron y abandonaron tanto Gorizia como las mesetas de Kras. La línea italiana desde
los Alpes Julianos hasta el mar Adriático se encontraba amenazada por el enemigo. Los italianos se
retiraron al río Piave y, ayudados por un pequeño grupo contingente franco-británico, consolidaron sus
defensas y pudieron enfrentarse con el ejército austriaco que atacó en junio de 1918. Los italianos y sus
aliados tomaron la iniciativa en la ofensiva, y consiguieron una victoria aplastante en la batalla de
Vittorio Véneto, que tuvo lugar entre el 24 de octubre y el 4 de noviembre. Después, el ejército italiano
ocupó Udine y Trento, al tiempo que la Marina desembarcaba en Trieste. Entretanto, el 3 de noviembre,
el gobierno de Austria-Hungría y los aliados firmaron un armisticio. Las bajas italianas durante la guerra
superaron el medio millón. En los tratados firmados tras el conflicto, Italia se hizo con el control del
Trentino-Alto Adigio hasta el paso del Brennero, Trieste, Istria y el Tirol meridional, pero no consiguió
hacerse con el resto de los territorios que contemplaba el Tratado de Londres, especialmente Dalmacia y
Fiume, lo que generó la cuestión del irredentismo italiano. En noviembre de 1920 Italia y el Reino de los
Serbios, Croatas y Eslovenos (posteriormente llamado Yugoslavia) firmaron el Tratado de Rapallo, por el
que Italia renunciaba a Dalmacia y Fiume pasaba a ser una ciudad libre.
LA CRISIS DE LA DEMOCRACIA:
EL FASCISMO
Entre 1919 y 1922, el país vivió una etapa de problemas sociales y políticos, inflación y conflictos
económicos que se agravaron por la creencia de que Italia había ganado la guerra pero había perdido la
paz. Bandas armadas con fuertes inclinaciones nacionalistas, los fascistas se enfrentaban con grupos
socialistas y comunistas en Roma, Bolonia, Trieste, Génova, Parma y otros puntos del país. Durante el
8
último mandato de Giolitti (1920-1921), se recuperó al menos en apariencia la normalidad. El primer
ministro creó un bloque nacional integrado por liberales, nacionalistas y otros grupos políticos, incluidos
los fascistas, pero no consiguió consolidar una mayoría parlamentaria estable debido a la oposición de
los dos partidos políticos mayoritarios: el Partido Socialista Italiano (PSI) y el recién creado Partido
Popular Católico (o democristiano). Ante la situación, Giolitti dimitió, quedando el país sumido en un
periodo de incertidumbres. Muchos propietarios temían que los campesinos les arrebataran sus tierras,
la clase media y los empresarios temían el advenimiento de un régimen del tipo soviético y los
conservadores católicos temían que el socialismo, el comunismo y el ateísmo amenazaran el orden
religioso. El 24 de octubre de 1922, el líder del movimiento fascista, Benito Mussolini, que contaba con
el apoyo de los conservadores y de antiguos militares, pidió que la formación del gobierno le fuera
encargada a su partido, e incluso amenazó con tomar el poder por la fuerza si su propuesta era
rechazada. Los fascistas organizaron la denominada 'Marcha sobre Roma' que acabó con la dimisión del
primer ministro, Luigi Facta. El 28 de octubre de ese año, el rey Víctor Manuel III le encargó a
Mussolini la formación de un nuevo gobierno.
Aunque Mussolini fue investido de amplias prerrogativas de gobierno con objeto de restaurar el
orden en el país, al principio gobernó dentro de los márgenes constitucionales. En 1923 encabezó un
gobierno de coalición en el que participaban liberales, nacionalistas, y católicos, así como los seguidores
del fascismo. La violencia desatada en las elecciones de 1924 y el asesinato del diputado socialista
Giacomo Matteotti ese mismo año provocó la supresión del orden constitucional. Poco a poco Mussolini
creó un Estado totalitario en el que el Parlamento carecía de poderes. Además, se declaró responsable
de sus actos sólo ante el rey y obligó al Parlamento a que reconociera su autoridad para aprobar
decretos con rango de ley. También estableció la censura de los medios de comunicación y en 1926
suprimió los partidos de la oposición.
¿Qué es el fascismo?
El Fascismo a sido definida como una forma de totalitarismo del siglo XX que pretende la
estricta reglamentación de la existencia nacional e individual de acuerdo con ideales nacionalistas y a
menudo militaristas; los intereses contrapuestos se resuelven mediante la total subordinación al servicio
del Estado y una lealtad incondicional a su líder. En contraste con los totalitarismos de izquierdas
identificados con el comunismo, el fascismo basa sus ideas y formas en el conservadurismo extremo. Los
regímenes fascistas se parecen a menudo a dictaduras —y a veces se transforman en ellas—, a
gobiernos militares o a tiranías autoritarias, pero el fascismo en sí mismo se distingue de cualquiera de
estos regímenes por ser de forma concentrada un movimiento político y una doctrina sustentados por
partidos políticos al margen del poder.
El fascismo hace hincapié en el nacionalismo, pero su llamamiento ha sido internacional. Surgió
con fuerza por primera vez en distintos países entre 1919 y 1945, sobre todo en Italia, Alemania y
España. En un sentido estricto, la palabra fascismo se aplica para referirse sólo al partido italiano que,
en su origen, lo acuñó, pero se ha extendido para aplicarse a cualquier ideología política comparable.
Del mismo modo, Japón soportó durante la década de 1930 un régimen militarista que presentaba
fuertes características fascistas. Los regímenes fascistas también existieron en periodos variables de
tiempo en muchos otros países. Incluso democracias liberales como las de Francia e Inglaterra tuvieron
movimientos fascistas importantes durante las décadas de 1920 y 1930. Después de la derrota de las
potencias del Eje Roma-Berlín-Tokyo en la II Guerra Mundial, el fascismo sufrió un largo eclipse, pero
en los últimos tiempos ha reaparecido de forma más o menos abierta en las actuales democracias
occidentales, sobre todo en Francia y en Italia.
Las doctrinas fascistas
Antes de la I Guerra Mundial, algunos escritores, entre ellos el famoso poeta italiano Gabriele
D’Annunzio, y los pensadores franceses Georges Sorel, Maurice Barrès, Charles Maurras y el conde
Joseph de Gobineau, expresaron ideas fascistas. Todos ellos se opusieron a los valores de la Ilustración
de individualismo, democracia y racionalismo secular; y, en conjunto, sus ideas han sido presentadas
9
como una reacción a estos valores que fueron representados por la Revolución Francesa. El libro italiano
Fascisti respondió a los ideales revolucionarios de “libertad, igualdad, fraternidad” con la exhortación
“¡Creer! ¡Obedecer! ¡Combatir!” En general, veneraban la fuerza: la heroica voluntad del gran líder, la
fuerza vital del Estado, la mística de los uniformes y formaciones paramilitares, y la utilización no
contenida de la violencia para afianzar y fomentar el poder político. La filosofía de Friedrich Nietzsche,
manipulada de forma artera por la mayoría de los fascistas, facilitó ideas y consignas poderosas al
fascismo, sobre todo ‘el triunfo de la voluntad’ y el símbolo ‘del superhombre’ 3. Algunos fascistas
recurrieron al cristianismo como una fuerza conservadora, mientras otros rechazaban la moralidad
cristiana por reprimir la voluntad. Muchos tomaron ideas del darwinismo social sobre la lucha
competitiva en y entre los estados y sobre la obligación evolutiva que tiene el fuerte de aplastar al débil:
esas ideas a menudo implicaban racismo. La mayoría de los teóricos fascistas abrazó el nacionalismo
extremo que, en algunos casos (Gobineau, Barrès, Maurras) incluía el antisemitismo. Como parte de su
antirracionalismo, algunos propusieron un culto místico a la tradición y al Estado.
La ‘batalla por los nacimientos’ de Benito Mussolini simbolizó la visión fascista del papel de la
mujer, como pilar pasivo del hogar y madres de futuros miembros de las fuerzas armadas. “La mujer —
escribió el fascista italiano Ferdinando Loffredo— debe volver bajo el sometimiento del hombre, padre o
esposo, y debe reconocer por lo tanto su propia inferioridad espiritual, cultural y económica”. Uniendo
el feminismo militante con el marxismo y la lucha de clases, los fascistas hicieron un llamamiento a la
reconciliación entre los sexos así como entre las clases sociales, pero en términos masculinos. Pierre
Drieu La Rochelle, escritor francés que más tarde hizo apología de la ocupación nazi condenó el
feminismo por ser una “doctrina perniciosa” y afirmó que las mujeres, carentes de las cualidades
espirituales de los hombres, eran una fuente de decadencia. A pesar de esto, muchas mujeres han
apoyado el fascismo, como Alessandra Mussolini, nieta de Mussolini, figura destacada del partido
neofascista italiano Alianza Nacional.
Orígenes
El caso Dreyfus en Francia creó el primer movimiento fascista verdadero, al unir a los
conservadores con los monárquicos y otros opositores al Gobierno republicano contra los herederos de
los valores franceses revolucionarios de izquierdas que intentaban anular la condena por alta traición
dictada contra el oficial judío Alfred Dreyfus. Charles Maurras creó el grupo político Acción Francesa,
con un ala juvenil violenta llamada los Camelots du Roi y una ideología articulada por él mismo y por
Barrès. El republicanismo dominó en Francia después del caso Dreyfus, pero Maurras y Barrès habían
creado un modelo para futuros movimientos. La desarticulación económica después de la I Guerra
Mundial y la amenaza del comunismo surgido de la Revolución Rusa de 1917, provocaron el
resurgimiento del fascismo como una importante fuerza política. Fuertes sentimientos de agravio por la
derrota, o por una victoria no recompensada de un modo conveniente, en la I Guerra Mundial, crearon
el soporte para futuras aventuras militares. El fascismo consiguió apoyo en todos los sectores de la
sociedad, pero con especial intensidad entre los miembros de la clase media que temían la amenaza de
la revolución comunista, de los empresarios que tenían temores similares, de los veteranos licenciados
que no habían conseguido adaptarse a la vida civil, y de violentos jóvenes descontentos4.
Fascismo italiano
El término actual fascismo fue utilizado por primera vez por Benito Mussolini en 1919 y hacía
referencia al antiguo símbolo romano del poder, los fasces, unos cuantos palos atados a un eje, que
representaban la unidad cívica y la autoridad de los oficiales romanos para castigar a los delincuentes.
Mussolini, el fundador del Partido Nacional Fascista italiano, inició su carrera política en las filas del
Partido Socialista. En 1912, como director del principal periódico socialista italiano, Avanti!, se oponía
3
Nolte. Ibidem. Pág. 226.
4
Ibidem. Pág. 165.
10
tanto al capitalismo como al militarismo. En 1914, sin embargo, cambió de actitud pidiendo que Italia
entrara en la I Guerra Mundial y se acercó a la derecha política. Influenciado por las teorías de Sorel y
Nietzsche, glorificó la “acción” y la “vitalidad”. Tras la contienda, cuando diversas huelgas en las ciudades
y en el campo, respaldadas por los socialistas, estallaron en toda Italia, Mussolini puso su movimiento al
servicio de los empresarios conservadores y de los intereses de los propietarios de las tierras que, junto
con la Iglesia católica de Roma y el Ejército, querían detener la “oleada roja”. El cambio de Mussolini le
aportó el apoyo político y financiero que necesitaba y su considerable poder oratorio hizo el resto (al
igual que Hitler en Alemania fue un demagogo dotado de una gran efectividad). Sus Fascios Italianos de
Combate, creados en 1919 y llamados ‘Camisas Negras’ a ejemplo de los ‘Camisas Rojas’ del líder de la
unificación italiana, Giuseppe Garibaldi, dieron fuerza efectiva al movimiento e implantaron la moda del
estilo fascista paramilitar. En 1922, Mussolini se hizo con el control del gobierno italiano amenazando
con un golpe de Estado si se rechazaban sus demandas. Al principio gobernó de manera constitucional
encabezando una coalición de partidos, pronto se deshizo de los obstáculos que ponían freno a su
autoridad e implantó una dictadura. Todos los partidos políticos, excepto el Partido Fascista, fueron
prohibidos y Mussolini se convirtió en el Duce (el líder del partido). Se abolieron los sindicatos, las
huelgas fueron prohibidas y los opositores políticos silenciados.
El fascismo en otros países
El régimen de Mussolini facilitó el modelo de fascismo característico de las décadas de 1920 y
1930. La Gran Depresión y el fracaso de los gobiernos democráticos al abordar las consecuentes
dificultades económicas y el desempleo masivo, alimentaron la aparición de movimientos fascistas en
todo el mundo. Sin embargo, el fascismo en los otros países se diferenciaba en ciertos aspectos de la
modalidad italiana. El nacionalsocialismo alemán era más racista; en Rumania, el fascismo se alió con la
Iglesia ortodoxa en vez de con la Iglesia católica romana. En España, el grupo fascista radical Falange
Española fue originariamente hostil a la Iglesia católica romana, aunque después, bajo la dirección del
dictador Francisco Franco, se unió a elementos reaccionarios y pro-católicos. El gobierno autoritario
militar de Japón se parecía mucho al de la Alemania nazi5. Dirigido por los militares ensalzaba las
virtudes guerreras tradicionales y una devoción absoluta al emperador divino. Al igual que sus
correligionarios alemanes, los japoneses lanzaron una fanática ofensiva hacia la expansión a través de
conquistas militares. En Francia el fascismo estaba dividido en varios movimientos. Mientras que en la
mayoría de los casos el fascismo prosperó en países que estaban atrasados en el plano económico o
marcados por fuertes tradiciones políticas autoritarias, el fascismo galo avanzó en una de las
democracias europeas más consolidadas. En 1934 unas 370.000 personas pertenecían a las diferentes
organizaciones fascistas francesas, tales como Jeunesses Patriotes (Juventudes Patrióticas), Solidarité
Française (Solidaridad Francesa), Croix de Feu (Cruz de Fuego), Action Française (Acción Francesa) y
Francistes (Francistas). Más de 100.000 de entre ellos se congregaban en París.
En Gran Bretaña, la Unión de Fascistas Británicos, de Oswald Mosley, disfrutó de un breve
apogeo de publicidad de su formación en 1932 hasta su colapso definitivo en 1936 cuando se
prohibieron los uniformes paramilitares, pero tuvo poco apoyo público. Del mismo modo, el fascismo
belga tuvo su punto álgido en la primera mitad de la década de 1930 y se reanimó por poco tiempo
bajo la ocupación alemana durante la II Guerra Mundial. En Noruega, el fascismo atrajo a algunos
simpatizantes notables como Vidkun Quisling y el premio Nobel de Literatura Knut Hamsun, pero del
mismo modo necesitó de la ocupación alemana para disfrutar de algún poder político.
El fascismo disfrutó de un mayor éxito en el periodo de entreguerras en los países del este y del
sur de Europa. En Austria Engelbert Dollfuss, canciller desde 1932, disolvió la República austriaca y
dirigió un régimen proto-fascista en alianza con Mussolini hasta que fue asesinado en 1934 por
militantes nacionalsocialistas que pretendían la unión con la Alemania nazi. El régimen personal que
estableció Miklós Horthy en Hungría, en 1920, precedió en realidad a Mussolini en Italia como la
primera dictadura nacionalista de entreguerras pero Horthy no era totalmente un fascista y los fascistas
5
Ibidem. Pág. 333.
11
húngaros sólo consiguieron el poder bajo la ocupación alemana, de 1944 a 1945. En Rumania, un fuerte
antisemitismo inspiró un violento movimiento llamado la Guardia de Hierro, que convulsionó la política
del país desde la década de 1920 hasta su aniquilación por el Ejército rumano bajo Ion Antonescu
durante la contienda civil que siguió a la abdicación del rey Carol II en 1940. Los fuertes antagonismos
culturales y religiosos en Croacia y Bosnia llevaron a la creación de la Ustachaš, un grupo fascista
católico que, bajo los auspicios del Eje, llevó a cabo terribles pogromos de judíos y serbios ortodoxos
desde 1941 hasta 1945. El régimen dictatorial impuesto por António de Oliveira Salazar en Portugal en
1932 poseía notables características fascistas, sin exhibir el totalitarismo extremo del nazismo o de
movimientos de otros lugares.
Benito Mussolini (1883-1945)
Mussolini nació en Dovia di Predappio el 29 de julio de 1883 y era hijo de un herrero. Tuvo una
formación autodidacta y trabajó como maestro y periodista en el norte de Italia; contrajo matrimonio
con Rachele Guidi en 1910 y de esta unión nacieron cinco hijos. Las autoridades le encarcelaron por su
oposición a la guerra entre Italia y Libia (1911-1912). Poco después fue nombrado director de Avanti!, el
periódico oficial del Partido Socialista (en el que había ingresado en 1900) en Milán. Cuando estalló la
I Guerra Mundial en 1914, la reacción inicial de Mussolini fue denunciar el carácter imperialista del
conflicto desde una posición neutralista, pero no tardó en cambiar de opinión y reclamar la intervención
de Italia en apoyo de los aliados. Fue expulsado del Partido Socialista y fundó en octubre de 1914 su
propio diario en Milán, Il Popolo d’Italia, que más tarde se convertiría en el órgano oficial del Partido
Nacional Fascista6.
En el turbulento ambiente del Milán de la posguerra Mussolini fundó los Fascios Italianos de
Combate en marzo de 1919. Este movimiento de carácter nacionalista, antiliberal y antisocialista
consiguió el apoyo de amplias capas de la sociedad. Tomó su nombre de las fasces, un antiguo símbolo
de la disciplina romana. Su actividad se extendió por las zonas rurales, donde sus milicias de Camisas
negras conseguían el respaldo de los terratenientes mientras atacaban a las ligas de campesinos y a las
asociaciones socialistas. En un alarde de oportunismo, el fascismo abandonó su talante republicano para
ganarse la confianza del Ejército y de la monarquía.
Un día después de que los fascistas realizaran la denominada ‘marcha sobre Roma’, el rey Víctor
Manuel III invitó a Mussolini a formar gobierno (29 de octubre de 1922). En 1926, el duce (voz italiana
que, en español, significa ‘jefe’, y título adoptado por Mussolini hacia 1924) había transformado el país
en un régimen unipartidista y totalitario basado en el poder del Gran Consejo Fascista, órgano de nueva
creación, y respaldado por las milicias de seguridad nacional. Suprimido el Parlamento, creó la Cámara
de los Fascios y de las Corporaciones, con un mero carácter consultivo. Dentro del nuevo ‘Estado
corporativo’, los empresarios y los trabajadores se organizaban en grupos controlados por el partido que
representaban a los distintos sectores de la economía. Se mantuvo el sistema capitalista y se
incrementaron los servicios sociales, pero se abolieron los sindicatos independientes y el derecho a la
huelga. Los Pactos de Letrán, firmados con el Vaticano en 1929, terminaron con el conflicto que había
enfrentado a la Iglesia y el Estado italiano desde 1870. Otro de los legados perdurables del fascismo fue
la creación de un sistema de holdings industriales (sociedades que controlan a otras compañías)
financiado por el Estado.
Mussolini adoptó una política exterior agresiva; contravino las recomendaciones de la Sociedad
de Naciones e inició la conquista de Etiopía (Abisinia, 1935-1936), ganándose así la aclamación de casi
todos los sectores de la sociedad italiana. No obstante, la popularidad del duce disminuyó cuando
adoptó las siguientes medidas: el envío de tropas para apoyar al general Francisco Franco durante la
Guerra Civil española (1936-1939), la alianza con la Alemania gobernada por el nacionalsocialismo
(partido nazi) mediante la formación del Eje Roma-Berlín (1936), que culminó con el denominado Pacto
6
Ibidem. Pág. 182.
12
de Acero entre ambos estados (1939), la promulgación de leyes contra los judíos y la invasión de
Albania (1939).
Mussolini ejerció una notable influencia sobre los políticos españoles más conservadores. En
1923, al llegar al poder tras un golpe de Estado, el dictador Miguel Primo de Rivera trató de imitar a
Mussolini e implantó soluciones e instituciones de carácter fascista hasta su caída en 1930.
Posteriormente, partidos políticos de derechas, una vez implantada la II República española, enviaron
emisarios a Mussolini para buscar su apoyo en los planes que estaban preparando para levantarse
contra el régimen republicano. El levantamiento más tarde liderado por el general Francisco Franco se
inició el 18 de julio de 1936 y Mussolini apoyó decisivamente a los rebeldes, enviando a España a una
división completa del Ejército italiano.
Mussolini, cuyo Ejército no estaba preparado, no participó en la II Guerra Mundial hasta que los
alemanes invadieron Francia en junio de 1940. Italia luchó contra los británicos en África, invadió Grecia
y se unió a los alemanes en el reparto de Yugoslavia, la invasión de la Unión Soviética y la declaración
de guerra a Estados Unidos.
Tras las múltiples derrotas que sufrieron los italianos en dichas operaciones bélicas el Gran Consejo
Fascista destituyó a Mussolini el 25 de julio de 1943, le detuvo al día siguiente y firmó en el mes de
septiembre un armisticio con los aliados, que habían invadido el sur de Italia. Sin embargo, los alemanes
rescataron en septiembre de ese mismo año a Mussolini, que proclamó la República Social Italiana,
efímero régimen radicado en Salò (en la orilla occidental del lago de Garda, situado en el norte italiano)
y que sólo subsistió por la protección alemana. El líder italiano intentó huir a Suiza con su amante,
Clara Petacci, durante los últimos días de la guerra, pero ambos fueron capturados por miembros de la
Resistencia italiana, quienes les fusilaron en Giulino di Mezzegra (en las proximidades del lago de
Como) el 28 de abril de 1945, siendo sus cuerpos expuestos públicamente en las calles de Milán 7.
CONCLUSIÓN
La derrota de Alemania e Italia en la II Guerra Mundial desacreditó al fascismo en Europa en el
periodo de posguerra. El único gobierno de corte fascista que subió al poder en el periodo de posguerra,
el de Juan Domingo Perón, que fue elegido presidente de Argentina en 1946, contaba con una amplia
base popular de clase trabajadora y tenía poco que ver con el fascismo de preguerra europeo. Países
como España y Portugal, cuyos gobiernos fascistas se mantuvieron en el poder después de la guerra,
pasaron del totalitarismo al autoritarismo, y difuminaron sus rasgos fascistas. La recuperación
económica de la posguerra suprimió el descontento social que había ayudado a la expansión del
fascismo de la preguerra y en la mayoría de los países democráticos el fascismo pareció destinado a un
exilio permanente en una menospreciada franja política.
BIBLIOGRAFÍA

Noltle, Ernst. El Fascismo en su Época. Ediciones Península, Madrid, 1967.

Schapiro, Leonard. El Totalitarismo. Editorial Fondo Cultura Económica, México, 1972.
7
Ibidem. Pág.212.
13

Bobbio, Norberto. Las Ideologías y el Poder en Crisis. Editorial Ariel, Barcelona, 1988.
FUENTE
 Espíritu de la revolución fascista, Editorial Vizcaína, Bilbao, 1940, Pág.56.
 La doctrina del fascismo, en EBERNSTEIN. Los grandes pensadores
políticos, editorial Revista de Occidente, 1965. Pp. 748 y ss.