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Vitamina C ¿panacea o placebo?
( Publicado en Revista Creces, Marzo 1982 )
Todos hablan de ella y cada investigador que estudia sus efectos describe nuevas y
virtuosas propiedades para sanar todos los males. Desde otro ángulo, hay quienes
disparan sobre la calidad de los trabajos científicos y confiabilidad de los resultados
donde se pondera al ácido ascórbico como cura del resfrío, cáncer; asma y otros males.
Los antiguos marinos tenían una y mil dificultades en sus periplos a vela por los mares
del mundo. Una de ellas era el escorbuto, enfermedad que afectaba a toda la
tripulación cuando el trayecto se prolongaba más de un mes sin tocar tierra. Hacia
1750, un médico inglés hizo un descubrimiento sorprendente que fue recibido con gran
beneplácito por los armadores de barcos: si se incluía limones en la dieta de los
marineros, el escorbuto dejaba de producirse.
El problema hasta entonces tenía visos trágicos y las familias de los tripulantes que
concurrían a los muelles a despedir al navegante, sabían de antemano que si el
trayecto era de un continente a otro sin recaladas, las posibilidades de que el ser
querido volviese con vida eran bastante menguadas. Después de un mes de viaje, los
marineros comenzaban a perder apetito, a presentar hemorragias en la mucosa bucal,
debilidad muscular, heridas que no cicatrizaban, lesiones en la piel y, finalmente,
muerte por infecciones y debilitamiento general. Todo eso desapareció agregando
simplemente jugo de limón u otro cítrico a la dieta.
De una u otra forma, pareciera que la vitamina C contenida en limones, naranjas,
mandarinas, pomelos, tomates, nabos y otros vegetales, rige la síntesis de la sustancia
que cementa unas células con otras, de tal forma que cuando dicha función se altera
aparece el escorbuto: los vasos sanguíneos se agrietan y pueden producirse
hemorragias; el tejido conjuntivo deja de cumplir su función de sostén en forma
eficiente y los dientes, por ejemplo, se sueltan de sus alvéolos.
Redescubrimiento
Después de dos siglos, la vitamina C fue prácticamente redescubierta al superponérsele
-no siempre con comprobaciones experimentales- bondades para el tratamiento de los
resfríos. Esta vez fue nada menos que el Prof. Dr. Linus Pauling, dos veces Premio
Nobel de Química y de la Paz, quien describió esta acción benéfica y el asunto,
automáticamente, tuvo repercusión mundial. En noviembre de 1971, Pauling señaló en
Washington que "la vitamina C preserva al cuerpo humano y es una buena medicina
para combatir el resfriado común".
El químico, académico de la Universidad de Stanford, explicó que la vitamina C "es un
oxidante y este poder puede preservar a las personas de los peligros de la excesiva
oxidación, causa de casi todos los resfriados y catarros comunes". El problema es que
para que tales efectos fueran efectivos, eran necesarias grandes dosis de vitamina C, al
estilo de quien consume un paquete de maní "de una sentada".
Como era de esperar, de inmediato surgieron detractores de la teoría del Profesor
Pauling. Criticaron severamente las bases experimentales de sus afirmaciones y
negaron la posibilidad de sacar conclusiones como las que el especialista había
expuesto. Los vendedores de vitamina C, entretanto, hicieron el gran negocio debido a
las megadosis necesarias para hacer frente a un resfrío común. De paso, comenzaron a
vender también grandes cantidades de vitamina E, complejo que se puso de moda en
este boom de las vitaminas.
A poco de iniciarse este auge en la prescripción de vitamina C, se dijo que el ácido
ascórbico (molécula que corresponde a la vitamina) mostraba positivos resultados en el
tratamiento del cáncer, y antes de que esto pudiese demostrarse científicamente, las
ventas mostraron nuevos repuntes debido a la sicosis por encontrar una droga
antitumoral efectiva.
Lo cierto es que no hay nada claro sobre las afirmaciones anteriores. No se sabe si la
vitamina es beneficiosa o si presenta riesgos, o si simplemente es botar dinero a la
calle en su consumo. De allí que convenga recapacitar sobre bases más científicas y
experimentales en torno al fármaco.
Rol de la vitamina C
La vitamina C se sabe que ayuda a la formación de colágeno en el organismo. También
colabora a mantener la integridad de los capilares, a la formación de los huesos y los
dientes. Al mismo tiempo es un antioxidante y por este mecanismo ayuda a que otras
vitaminas sean activadas por el oxígeno. Esta última propiedad justifica su uso en la
preservación de alimentos, ya sea en su forma de ácido ascórbico o como ascorbato de
sodio o ascorbato de calcio. Por esta razón se agrega vitamina C en la producción de
jamones, con el fin de impedir la génesis de nitro saminas, moléculas de potente acción
cancerígena, especialmente a nivel del tracto digestivo, y en general para impedir en
cecinería y en otras industrias la oxidación de los alimentos.
Junto con la vitamina E, se ha descrito que muestra algún efecto en la prevención del
cáncer de colon. Tales resultados están sometidos aún a una mayor comprobación. En
nuestro país, entretanto, en el Instituto de Nutrición y Tecnología de los Alimentos
(INTA) de la Universidad de Chile, se ha podido comprobar que la vitamina C favorece
la absorción de hierro a nivel del intestino, lo que ayuda a prevenir las deficiencias del
elemento especialmente en los niños y lactantes.
Requerimientos
El ácido ascórbico lo sintetizan en gran cantidad las plantas, la mayor parte de los
animales, pero el hombre no. Se trata de una de las vitaminas menos estables,
presente sobre todo en los jugos de las frutas.
Para un individuo normal, se recomiendan 60 miligramos de vitamina C al día (45
miligramos para los niños menores de 11 años y 50 mg para quienes tienen entre 11 y
14 años). En general basta consumir algunos de los siguientes alimentos cada día con
el linde llenar las necesidades de esta vitamina: una naranja o medio vaso de jugo de
naranja, o un vaso de jugo de uva o bien dos tomates de tamaño mediano.
La vitamina C es soluble en agua y algo de ella se evapora cuando se hierven las
verduras. Contrariamente a lo que se creía, la vitamina no se pierde ni se inactiva en
los alimentos congelados. El jugo congelado, que se ha preparado a partir de naranjas
maduras, tiene más vitamina C que el jugo fresco obtenido de naranjas que se han
tomado verde del árbol.
Si se consume más vitamina C que la requerida normalmente por el organismo, lo no
aprovechado se pierde por la orina.
Los virus frente a la vitamina
No se puede ni se deben sacar conclusiones de hechos anecdóticos. Si se quiere ser
científico hay que seguir procedimientos experimentales y esto requiere una ardua y
tenaz labor que consume tiempo, paciencia e imaginación. Desde que Pauling señaló
que la vitamina C era efectiva en el tratamiento de la gripe, se han diseñado muchas
investigaciones con el fin de poder confirmar o rechazar dicha hipótesis.
En resumen se puede afirmar que la vitamina C no tiene ningún efecto en el número de
gripes o resfríos que una persona pueda contraer en un determinado período de
tiempo; sin embargo, parece que en algunas personas las dosis grandes de vitamina C
podrían disminuir la gravedad de los síntomas de estas dolencias.
Estudios realizados en el laboratorio con animales de experimentación parecen
demostrar que la vitamina C favorece el mecanismo inmunológico celular, actuando a
nivel de los linfocitos (glóbulos blancos de la sangre).
En algunos pacientes que reciben 50 ó 60 g diarios de vitamina C (recordemos que el
requerimiento normal es de 60 mg), parece observarse una disminución en la
incidencia de algunas enfermedades virales como la gripe, mononucleosis, rubeola,
varicela y hepatitis posttransfusional. Sin embargo, si se quiere ser más categórico,
sería necesaria una serie de nuevas investigaciones bien diseñadas.
Tratamiento del cáncer
Recientemente Linus Pauling y sus colaboradores han promovido el uso de dosis
masivas de vitamina C como una terapia útil en el tratamiento del cáncer. El trabajo
que llevó a estas conclusiones se refiere a diez pacientes con un cáncer terminal, que
recibieron 10 g diarios de vitamina C y que vivieron como promedio 300 días más de
los que no recibieron vitamina. Sin embargo, el estudio tiene un defecto: los pacientes
no fueron seleccionados al azar para recibir tanto la vitamina C como un placebo, por lo
que podría existir un prejuicio frente a una u otra substancia.
Una prueba posterior, mejor diseñada y realizada por la Clínica Mayo de los Estados
Unidos, en pacientes con cáncer avanzado, no demostró ningún beneficio. Sin
embargo, la mayor parte de los pacientes estaban también recibiendo otros
tratamientos. Los partidarios del Dr. Pauling dicen que en ellos esos tratamientos
interfieren con el metabolismo de la vitamina C. Obviamente se requiere más
investigación si se pretende sacar alguna conclusión valedera.
Enfermedades cardíacas
No falta quienes sostienen que la vitamina C puede ayudar a prevenir el depósito de
grasa en las arterias coronarias. Estudios en animales revelan que un derivado de la
vitamina C aumenta la excreción de colesterol. La ingesta diaria de medio gramo de
ácido ascórbico -señala un estudio publicado en 1979- parece ser la terapia más
sencilla y barata para reducir efectivamente el nivel graso de la sangre. Los resultados
del estudio hecho en Checoslovaquia fueron publicados en la revista médica bri-tánica
"Lancet", agregando que el tratamiento con la vitamina C, como reductor natural de
lípidos, estaría exento de riesgos.
Las personas que presentan un déficit de vitamina C muestran valores sanguíneos de
colesterol más elevados que los normales. Se ha descrito además que las personas con
obstrucción coronaria tienen niveles sanguíneos de vitamina C más bajos que los
valores normales.
Todos estos antecedentes son confusos, sin embargo de todo lo disponible al respecto
no es dable sacar una conclusión apresurada en el sentido de que, a grandes dosis, la
vitamina C prevenga los infartos del miocardio.
Riesgos potenciales
La vitamina C se encuentra normalmente en gran proporción en el ojo. Un estudio
reciente indica que puede ser útil para la cura de las heridas y quemaduras de este
órgano. Otro trabajo revela que el ácido ascórbico resulta útil en el tratamiento del
asma. La bibliografía también da cuenta de curas de la osteogénesis imperfecta con
sobredosis de vitamina C (una enfermedad ósea poco frecuente).
En personas susceptibles, un exceso de vitamina C puede desencadenar ataques de
gota y la formación de cálculos renales. En muchos pacientes que ingieren grandes
dosis de vitamina C se presenta un exceso de flatulencia, dolores abdominales y
diarrea. Estudios en animales señalan que niveles excesivos de esta vitamina crea una
necesidad extra de vitamina E y que puede interferir con la disponibilidad de cobre, un
elemento al estado de traza. Estos mismos pacientes pueden dar una falsa reacción
positiva en los exámenes que buscan sangre en las deposiciones, o un test falso de
glucosa en la orina. Se sabe además que las molestias gástricas que ocasiona el ácido
acetilsalicílico pueden ser incrementadas con sobredosis de vitamina C. Finalmente se
han denunciado casos de dependencia debido a altas dosis de esta vitamina, de modo
que al suspender el tratamiento pueden aparecer signos de escorbuto. Igual
dependencia puede producirse durante el embarazo, lo que significa que los mismos
síntomas anteriores pueden pasar al recién nacido.
En resumen, luego de ingerir grandes dosis de vitamina C debe transcurrir algún
tiempo para que las células se adapten a los niveles normales.
Esta revisión de lo publicado en la literatura de los últimos diez años deja en pie el
valor biológico de la vitamina C. Es un hecho que su deficiencia genera escorbuto.
Todas las otras indicaciones son menos objetivas y más difíciles de demostrar. Es
también importante hacer notar que las grandes dosis de esta vitamina no son inocuas.
Nadie sabe para quién trabaja, pero el gran beneficiado con el consumo excesivo del
ácido ascórbico no es el organismo humano, sino que, por el contrario, son las grandes
empresas productoras y distribuidoras de la vitamina. Según como sea su interés
económico en el negocio farmacéutico, ellas se encargarán de pregonar las bondades
de algún descubrimiento reciente que lleve a duplicar la producción actual del producto.
Artículo extraído de CRECES EDUCACIÓN - www.creces.cl