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Transcript
“JESÚS EN PERSONA SE ACERCÓ Y SE PUSO A CAMINAR CON ELLOS” (Lc 24, 15)
El Apostolado del Mar, servicio pastoral de los capellanes a bordo de las naves
(Traducción no oficial)
Padre Emanuele IOVANNELLA Ofm Conv.
Capellán a bordo - Apostolado del Mar
Conferencia Episcopal Italiana
Iglesia y Movilidad Humana
La Iglesia ha estado siempre atenta a las necesidades y demandas humanas, sociales,
civiles, culturales de los hombres. La misión ad gentes sigue la doble vía: la promoción de
la caridad, y el anuncio de la Palabra, una modalidad pastoral inaugurada por Cristo,
dos aspectos que no pueden separarse. El fenómeno de la emigración, de la movilidad
humana en general, es un ámbito en el que la Iglesia favorece una pastoral específica,
acompaña como madre providente a aquellos que emigraron a países extranjeros, por
exigencias de la vida o por turismo, para escapar la mayor parte de las veces de
condiciones de vida difíciles, en busca de una vida menos miserable. La Iglesia apoya a
estos hermanos con el debido sustento humano y espiritual.
“Tengan una preocupación especial por los fieles que, por su condición de vida, no
pueden disfrutar convenientemente del cuidado pastoral ordinario de los párrocos o
carecen totalmente de él, como son muchísimos emigrantes, desterrados y prófugos,
marineros y aviadores, nómadas, etc. Promuevan métodos pastorales convenientes
para ayudar la vida espiritual de los que temporalmente se trasladan a otras tierras
para pasar las vacaciones” (Concilio Vaticano II, Decreto Christus Dominus,
1965, n. 18).
El Apostolado del Mar
El Apostolado del Mar (AM) atiende de modo específico la pastoral dirigida a la
gente del mar, a los marineros que trabajan a bordo de los barcos, a los pescadores, a
quienes residen en los puertos, a los militares comprometidos con la seguridad de la
navegación, así como a los pasajeros a bordo de los barcos de crucero. Presta atención
también a la protección ambiental del mar. Promueve, así mismo, en las comunidades
cristianas actitudes y obras de fraternal acogida a éstos, estimula a las comunidades
civiles ser comprensivos y a promover la identidad de estas personas marginadas. El
Apostolado del Mar está atento al delicado fenómeno de la piratería, prestando
asistencia inmediata, sirviéndose de sus voluntarios, así como trabajando en
colaboración con las autoridades civiles y militares a fin de que el resultado de estos
lamentables episodios sea positivo, garantizando así el retorno de los marineros
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secuestrados a sus familias. El Apostolado del Mar a nivel mundial está dirigido por el
Pontificio Consejo para la Pastoral de los Emigrantes e Itinerantes, mientras que en Italia
es coordinado por la "Oficina Nacional para la pastoral marítima" de la Conferencia
Episcopal Italiana. El Apostolado del Mar actúa en el territorio italiano mediante la
Asociación "Stella Maris". El Motu Proprio "Stella Maris" de 1997, del beato Juan Pablo
II, precisa la identidad de la pastoral marítima, determina los ámbitos, las modalidades
pastorales, las figuras y los organismos.
Los Capellanes de a bordo
Son sacerdotes enviados por el Apostolado del Mar, es decir, por lo que la Iglesia,
para compartir la vida y el trabajo a bordo de los barcos las 24 horas al día. Los
capellanes de a bordo a tiempo completo, que con breves intervalos están durante la
mayor parte del año en el mar, son unos veinte; los que navegan entre dos y cuatro
meses son unos treinta. El 70 % son italianos, el 15 % europeos y el 15 % asiáticos. Las
tripulaciones son comunidades itinerantes, un pueblo de 5000 personas que navega. De
hecho, hay barcos que contienen más de 1100 miembros de la tripulación y 4000
pasajeros, comunidades multiétnicas debido a la presencia de más de 50 nacionalidades
diferentes. Un "microcosmos" en el que interactúan culturas, civilizaciones, lenguas,
religiones, hombres y mujeres que, a través del respeto mutuo, se abren al don recíproco
haciendo fascinante, pero también delicada, la convivencia a bordo.
"Los seres humanos se respeten en su subjetividad trascendental y en su
singularidad corpórea, en su dignidad y en su libertad. A partir de aquí, la
reciprocidad puede aumentar hasta el reconocimiento mutuo de determinadas
costumbres, lugares y tiempos, de las relaciones con los demás y con el mundo, de
la relación con Dios" (C. VIGNA, Etica della Multiculturalità, en G.
BATTISTELLA (Ed.), Migrazioni, Questioni Etiche, Urbaniana University
Press, Ciudad del Vaticano 2008, nota 18, p. 217).
"La identidad de un pueblo, de un hombre, asume un sentido en la medida en que
se conecta a aquella alteridad de otros pueblos, culturas, y por tanto del otro
hombre: identidad y alteridad son estrechamente coesenciales, ya que cada ser
humano tiene necesidad del otro para llegar a ser él mismo" (G. PAROLIN, Chiesa
postconciliare e migrazione, Ed., Gregoriana, Roma 2010).
Actividad de bienestar a bordo
El Capellán de a bordo se ocupa no sólo del aspecto religioso, sino también del
bienestar de la tripulación. Siendo "oficial del bienestar", es el principal responsable de la
política de bienestar, favorece el proceso de humanización, modera la coordinación de
los distintos departamentos y oficiales de a bordo a fin de que esté asegurado de modo
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concreto el bienestar de la tripulación. Tiene una oficina con equipo informático, asegura
una presencia diaria de al menos siete horas en la oficina, de modo que los miembros de
la tripulación tengan la posibilidad de encontrar al capellán y dirigirse a él para
cualquier cosa y beneficiarse del material de bienestar del que es guardián y
dispensador: bicicletas, videojuegos, biblioteca, videoteca, distintos juegos de sociedad,
material didáctico lingüístico, material deportivo. La visita periódica a la tripulación en
los lugares de trabajo, para un saludo y una sonrisa, es un gesto muy apreciado.
La atención a la persona, el respeto, la acogida, el diálogo y la escucha son las
herramientas indispensables de la misión del sacerdote y del servicio de bienestar. El
capellán promueve actividades para la tripulación tendentes a crear una sana
convivencia durante el tiempo libre, y que tenga en cuenta las diferentes sensibilidades
y tradiciones culturales: actividades deportivas, veladas musicales étnicas, fiestas con
ocasión de las celebraciones nacionales, excursiones, eventos culturales. Escucha y
apoyo psicológico: algunos miembros de la tripulación más frágiles sienten la falta de
las familias, de los niños y de la patria y fácilmente caen en la depresión. Atención a
quienes se enferman visitándolos en el hospital de a bordo, la disponibilidad a
acompañarlos en las estructuras hospitalarias externas. La jornada del capellán es muy
larga y agotadora, la fe en el Señor y el amor por estos hermanos son la fuerza motriz de
nuestro servicio y de nuestro ministerio pastoral.
Actividad religiosa
“Partir el pan eucarístico” - “difundir la Palabra de salvación” cotidianamente es el signo
tangible del amor de la Iglesia en favor de los hermanos que componen la comunidad
de a bordo. El barco es "espacio" y "tiempo" "teologal" para encontrar a Dios incluso en
el contexto del trabajo y del crucero. La pedagogía pastoral del Señor es elocuente al
respecto. Jesús abandonaba los lugares concurridos del culto en las ciudades para ir a
los pequeños pueblos en búsqueda de los dispersos y alejados, a lo largo de las orillas de
la necesidad, donde hay un grito de ayuda. Jesús no huyó del cansancio, del riesgo,
recorría pueblos desconocidos, subía a las barcas para llegar hasta la gente y ofrecerles
asistencia humana y espiritual. “Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos” (Lc
24, 15). Allí donde está el hombre, la Iglesia está llamada a plantar el altar de la
misericordia. “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que
traer” (Jn 10, 16). La presencia del Señor en la barca de la Iglesia y del mundo da paz y
serenidad a los navegantes: “¡Animo, soy yo, no tengáis miedo! En cuanto subieron a la barca
amainó el viento” (Mt 14, 22.33).
Experiencias extraordinarias a bordo: en el corazón de la noche, durante la
navegación en los inmensos océanos, a las 00,30 están en la capilla para rezar el rosario
con unos quince de los hermanos de la tripulación, a veces acompañados también por
pasajeros. Ver muchachos sucios y cansados del trabajo pero perfumados de fe es
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extraordinario. Es hermoso detenerse semanalmente en adoración ante la Eucaristía
expuesta solemnemente en el altar y contemplar el poder de Dios que se difunde en el
corazón de los jóvenes presentes, sumergidos en el océano del amor de Dios.
Ecumenismo a bordo: la presencia de hermanos de otras expresiones de fe es
numerosa, el capellán ofrece colaboración para sus necesidades y actividades de culto, y
el apoyo de los recursos informáticos para el diseño gráfico de carteles, folletos y otros.
Conmovedores y edificantes son el respeto mutuo, la colaboración y el intercambio
cultural y fraterno. Todo esto enriquece y aleja los prejuicios y lugares comunes, y se
advierte de hecho una hermandad enraizada en los valores comunes humanos.
Esperiencia singular
La misión pastoral del capellán a bordo es asimilable al ministerio de un párroco en
su parroquia, pero la del capellán es singular y especial si tenemos en cuenta cuánto
puede hacer viviendo a bordo de la nave día y noche, posibilidad que el párroco no
tiene. A partir de esta presencia continua el capellán de a bordo debe saber atraer las
almas al Señor y guiarles a una fe adulta, aceptada, creída y vivida. El capellán es una
figura estimada y considerada, la gente lo ven como uno de ellos que comparte el
trabajo, la vida a bordo, las historias, las alegrías, las esperanzas, los problemas de
convivencia, los procesos relacionales, las fragilidades y los logros para superarlos
juntos en la verdad. Las expresiones de aprecio por la presencia y la misión de los
capellanes de a bordo, tanto por los miembros de la tripulación como por los pasajeros,
son extraordinarias. De hecho, un gran porcentaje de los pasajeros escoge las compañías
de cruceros donde está garantizada la presencia del sacerdote.
"Sólo quien tiene el sentido de la fragilidad se atreve a esperar, porque sabe reiniciar desde el
principio. Tener el sentido de la fragilidad significa ser consciente de que el ser humano es
siempre fragmentario y fragmentado, condicionado por la parcialidad en sus opiniones y en sus
juicios. La armonía del conjunto se nos escapa, porque somos por naturaleza dia-bólicos. Sólo
Dios es sim-bólico. Reconocer este nuestro ser, sabiendo que no podemos aferrar solos el misterio
de Dios, del hombre y del mundo, no es principio de desesperación, sino de sabiduría, ya que le
permite abrirse a la trascendencia y abrazar la inmanencia como un regalo y una oportunidad"
(Massimo GRILLI, Orientamenti Pastorali, Actas del Encuentro Eclesial de Verona 2006).
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