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Colesterol e infarto cardíaco
( Publicado en Revista Creces, Junio 1984 )
Luego de 10 años de investigaciones en 400 mil hombres entre 35 y 59 años, que
tenían más de 265 miligramos por 100 mililitros de sangre, se ha concluido que existe
una vinculación directa entre el alto valor del producto en la sangre y el riesgo de
enfermedad cardíaca. La investigación tuvo un costo de 150 millones de dólares.
Por más de 25 años perduró una interrogante que inquietó a cardiólogos e
investigadores médicos: ¿era cierto que bajando el colesterol sanguíneo disminuía el
riesgo de tener infartos? Este año parece haberse dado respuesta a esta pregunta.
Investigadores del Instituto Nacional del Corazón, Pulmón y Sangre de Bethesda
(Washington) terminaron el estudio médico más caro de la historia: duró 10 años y
costó 150 millones de dólares. Se relacionaba con el colesterol, sustancia cuyo nivel
sanguíneo está estechamente relacionado con lo que come cada individuo. Los que
creen en los resultados de la investigación ya no verán con los mismos ojos el par de
huevos y el bistec. Las conclusiones señalan que "la frecuencia de enfermedades
cardíacas está directamente relacionada con los niveles de colesterol sanguíneo. Si se
disminuye el colesterol presente en la sangre, decrece significativamente el riesgo de
tener infartos cardíacos."
El debate se inició hace tres décadas, cuando se comprobó que estas últimas dolencias
mataban a más de medio millón de personas por año en los Estados Unidos. En ese
tiempo ya se señalaba al colesterol como culpable. Los médicos tenían una razón para
señalarlo como el verdugo: el colesterol era el principal ingrediente de las placas que
estrechaban las paredes arteriales. Ello coincidía con que las placas arteriales eran más
frecuentes en los pacientes que tenían colesterol elevado en la sangre Por otra parte,
en Japón y otros países donde la gente comía menos grasas saturadas, sustancias que
elevan el colesterol sanguíneo, la incidencia de enfermedades cardíacas era menor.
Dos opiniones
Aunque las evidencias eran circunstanciales, fueron suficientes como para que la
Asociación Americana de Cardiología y otros grupos de investigadores recomendaran
reducir las comidas grasas, los huevos y los productos lácteos. Sin embargo, otros
consejeros, incluyendo la Academia Nacional de Ciencias de los Estados Unidos,
contraindicaba que el consumo de colesterol no influía claramente en la frecuencia de
enfermedades cardíacas. Después de todo nadie había demostrado que bajando el
colesterol sanguíneo disminuyera el riesgo de enfermedades cardíacas.
De los 4 mil individuos estudiados y que tenían colesterol elevado, la mitad recibió
colestiramina, droga que reduce el colesterol sanguíneo. A la otra mitad se le dio un
placebo (una píldora de apariencia igual, pero que no ejerce ninguna acción). La prueba
se hizo por el sistema de doble ciego (ni el médico ni el paciente sabían la pastilla que
recibían). Al analizarse los resultados, se encontró que en los que consumieron la
droga, su colesterol había descendido en un 14% y tuvieron menos enfermedades
coronarias (19% menor) y la mortalidad por enfermedades coronarias también fue
menor (24% menos).
La noticia apareció rápidamente en los titulares de los diarios y revistas a comienzos de
este año, sugiriendo que al comer alimentos con mucho colesterol se producían más
ataques cardíacos.
No todos están de acuerdo con esos resultados. Algunos investigadores creen que no se
pueden sacar esas conclusiones. Ellos objetan que todos los individuos estudiados
fueron del sexo masculino y seleccionados porque su colesterol era alto desde el
comienzo del estudio (mas de 265 mg por 100 milílitros). Sostienen que el promedio
normal de colesterol es de 210 y que sólo el 5% de la población tiene colesterol
superior a 265. Hacen énfasis que si bien el colesterol descendió en un grupo, ello fue
por el uso de una droga y no por cambio en la dieta.
El problema está aun pendiente en relación a individuos que tienen colesterol normal o
ligeramente elevado (constituyen el 95% de la población). No se puede desprender de
este trabajo que si se modifica la dieta (con menos colesterol) ello sea determinante de
que puedan tener menos ataques cardíacos. De acuerdo con la mayor parte de los
investigadores, este estudio sólo sugiere que los niveles de colesterol plasmático
depende de la dieta y que es posible que bajando el colesterol de la sangre se pueda
tener un efecto benéfico.
Distinto origen
El colesterol en el organismo tiene dos orígenes: es fabricado dentro del cuerpo y
también es proporcionado por la dieta. En la mayor parte de las personas, los niveles
de colesterol plasmáticos dependen de su información genética mas que de los huevos
revueltos que apetezca comerse. Es decir, en la regulación del colesterol sanguíneo
influyen factores genéticos y ambientales. Hay personas que nacen con el colesterol
elevado y a los20 años o antes tienen infartos cardíacos (hipercolesterolemia
idiopática) , independiente de la dieta recibida. Pero si la es alta en colesterol, el hígado
puede disminuir la producción de colesterol endógeno, tratando de compensar ese
exceso de ingesta . Sin embargo, a menudo sucede que este mecanismo
compensatorio no logra equilibrar completamente el colesterol plasmático y este se
eleva en la sangre.
El hígado tiene también la posibilidad de aumentar la producción de colesterol si en la
dieta está muy bajo, puede afirmarse, en general que casi todo el colesterol del
organismo es producido en el hígado. Sólo entre el 20 o 30% viene de afuera con el
alimento.
Este mecanismo tiene que existir porque el colesterol es un elemento indispensable
para la vida. Sólo el exceso es peligroso y se deposita en las paredes de las arterias. El
colesterol se usa en el organismo para construir las membranas celulares y para
sintetizar muchas hormonas, forma parte de la vaina que recubre los nervios y además
es indispensable en la bilis.
El colesterol no se disuelve en la sangre y para lograr que se solubilice, el hígado tiene
que tratarlo previamente. Antes de entregarlo a la sangre, la célula hepática une el
colesterol a proteínas plasmáticas (globulinas), encontrándose en la sangre entonces
como "Iipoproteina", que de esa forma es soluble. Se sabe que las lipoproteínas de baja
densidad, llamadas LDL (Low density lipoproteins), son responsables de transportar el
colesterol desde el hígado a todas las células del organismo. En cambio, las
lipoproteinas de alta densidad, HDL (High density lipoproteins), son encargadas de
sacar el colesterol de la célula para eliminarlo. Las LDL se piensa que contribuyen a
producir las enfermedades cardíacas. La gente que genéticamente tiene colesterol
elevado, tiene en realidad una alta concentración de colesterol sanguíneo, pero éste se
encuentra como LDL. En cambio el tipo HDL parece disminuir los riesgos de ataques
cardíacos. Así, por ejemplo, las mujeres jóvenes, que son las que tienen menos riesgos
de tener ataques cardíacos, tienen niveles de HDL elevados en el plasma.
Grasas saturadas
Pero hay también otro factor que influye en los niveles de colesterol: es el contenido en
la dieta de "grasas saturadas". Se sabe que si uno ingiere una dieta que contenga gran
cantidad de grasas saturadas, aumentan en la sangre los niveles de LDL. Las grasas
saturadas tal vez son más peligrosas que el colesterol mismo. Los investigadores no
están seguros de cuál es el mecanismo bioquímico de por qué las grasas saturadas
elevan el LDL. Se sabe sí que cuando ellas se reemplazan en la dieta por grasas
insaturadas, las LDL disminuyen en la sangre. Las grasas saturadas se encuentran en
las carnes grasas y jamones. Desgraciadamente, mientras más grasa tiene la carne,
parece que es más apetitosa. Las grasas saturadas se encuentran también en los
productos lácteos: en la leche completa, la mantequilla y en algunas grasas vegetales
como el aceite de coco, que se utiliza en la industria de alimentos.
Los médicos recomiendan disminuir el consumo de grasas saturadas, de modo que ellas
no representen más del 25 al 35% del total de las calorías. Normalmente, los grandes
comedores ingieren entre el 40 y 45%. Para aquellos que creen que el colesterol es
importante para prevenir los ataques cardíacos, recomiendan que no deben ingerirse
mas de 300 miligramos de colesterol al día. En la tabla 1 se anotan los alimentos que
habría que cuidar y también aquellos que pueden reemplazarlos. En el caso de los
huevos, tienen un alto contenido de colesterol , pero éste se encuentran sólo en la
yema. SI el lector quiere hacer una tortilla con tres huevos, dice la Asociación
Americana de Cardiología, bote una o dos de las yemas. Esto va a dejar contento a la
industria avícola, usted va ingerir menos colesterol y la tortilla va a quedar buena.
Pero no le echemos la culpa sólo a la dieta. Hay otros factores que también influyen en
los ataques cardíacos, el cigarrillo, la obesidad, la presión arterial y los factores
genéticos ya analizados. Lo mejor que una persona puede hacer para quedarse
tranquila es controlarse el colesterol por medio de un examen de sangre. Si le sale 200,
es un hombre de edad medía, no es obeso y no fuma, no tiene para que preocuparse y
probablemente va a morir de otra cosa. Pero si el colesterol es 240 o mas, entonces
controle su dieta y si aun así no baja, acuda al especialista, quien le recetará algunas
drogas. Si alguien tiene niveles de colesterol normal, no se puede afirmar que se
beneficia restringiendo su ingesta de colesterol.
El villano invitado
El colesterol fue detectado por primera vez por el químico francés Poulletian de la Salle.
El sacó las placas de las arterias de cadáveres fallecidos de infarto y se dio cuenta que
tenían fundamentalmente "colesterol", (desde el punto de vista químico, un ester alcohol).
Los médicos, que siempre colocan nombres, llamaron a la enfermedad que estrechaba
las arterias "ateroesclerosis". En 1913, el patólogo ruso Nikolai Aritschkov demostró
que él podía producir los mismos depósitos o placas arteriales alimentando animales
con una dieta rica en colesterol. Más tarde el epidemiólogo Ancel Keys desarrolló un
estudio combinado en 7 países (1947) y describió una correlación directa entre la
incidencia de enfermedades cardíacas y los niveles de colesterol sanguíneo y también
con la cantidad de grasas animales en la dieta. Los japoneses, que habitualmente
tenían una dieta pobre en grasas, tenían los niveles más bajos de colesterol y al mismo
tiempo la menor incidencia de ataques cardíacos (cuatro veces menos que los
estadounidenses). En un estudio posterior se vio que cuando los nipones emigraban a
Norteamérica y se adaptaban a la dieta local, la incidencia de sus enfermedades
cardíacas llegaba a ser diez veces más alta que la de quienes se habían quedado en
Japón.
Cuando crecen las placas en que se deposita el colesterol, llegan a bloquear el espacio
interior (lumen) de la arteria. Si las arterias afectadas son las del corazón, ello produce
un dolor intenso porque la sangre deja de irrigar un pedazo del músculo cardíaco. Es lo
que determina la trombosis coronaria y el infarto cardiaco. Cuando la placa llega a
bloquear otra arteria, ubicada, por ejemplo, en la cabeza o cuello, se produce un
ataque cerebral (pérdida de la conciencia, hemiplejia, etc). Es el equivalente al infarto y
se produce porque tampoco llega la sangre a una parte del cerebro. Cuando la placa
bloquea las arterias de la pierna, el resultado puede ser una gangrena.
La conclusión final es que hay que mantener a raya al enemigo: no permitir que el
colesterol suba más allá de los 200 a 220 miligramos por 100 mililitros de sangre.
Artículo extraído de CRECES EDUCACIÓN - www.creces.cl