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¿Artistas o Ministros?: Los delgados límites de la música cristiana actual Por: Daniel Recuenco La Barrera Pastor y Cantautor. La música, quizá el arte más sensible, influyente y avasallador que existe. Sin embargo, cuando hablamos de la música en el desarrollo de la adoración y la alabanza notamos que existen principios claves y necesarios que no deben pasar por alto quienes ministran y sirven a la Iglesia con sus dones musicales. En el mundo de hoy, los artistas y cantantes viven en una permanente sobreexposición de los medios que los elevan y revisten en una nebulosa de fama y poder que los convierte en seres ególatras, inaccesibles y casi semi-dioses en el mundo del espectáculo. Cuando hacemos música religiosa, ¿nos sobreexponemos a esta misma realidad?. ¿Hasta que punto ser un cantante cristiano o desarrollar un ministerio musical en la Iglesia puede confundirse con esta misma realidad que vive el mundo. El arte y el cristiano.Nunca olvidaré mi primera clase de música, nuestro profesor, un destacado compositor y arreglista bautista norteamericano, mirándonos agudamente nos dijo: “ustedes vienen a aprender a ser ministros de alabanza, no estrellas muiscales”. No he olvidado aquellas palabras porque marcaron mi vida como músico y posteriormente en mi ministerio pastoral-musical. Ser un artista es tener la aptitud y los talentos necesarios para desarrollar un arte en un medio en donde actualmente se compite y es necesario destacar sobre los demás. Se alaba la genialidad del hombre, sus destrezas y virtuosismo. No podemos negar que ver la capacidad interpretativa de un violinista o un apasionado pianista que ejecuta un pieza de profunda complejidad, es un deleite y placer a los oídos. Sin embargo, los aplausos, y las ovaciones son dirigidas al intérprete que sin duda disfruta de este reconocimiento público. Pero cuando un músico cristiano vincula su arte con la adoración y la alabanza congregacional, los elementos que constituyen su arte cambian rotundamente: - En principio hay un reconocimiento de que su don musical procede de Dios quien es el dador de todo “don perfecto” (Santiago 1:17) - Toda motivación es transformada: ahora no busca el destacar su talento sobre los demás, sino que procura con su música dar toda la honra y “gloria a Dios” (Salmo 115:1) - Su vida íntima y pública es una fiel consecuencia del mensaje que presenta con la música. Su vida transformada es el mayor testimonio que apoya sus alabanzas. “No hay nada más ofensivo a la vista de Dios que un despliegue de música instrumental, cuando aquellos que toman parte no son consagrados, no tienen melodías en sus corazones para el Señor”. (R.H. 14 noviembre 1899). Es necesario recordar que no debemos confundir el orgullo artístico con el reconocimiento legal del arte que alguien desarrolla. Por ejemplo, un compositor cristiano puede y debe adherirse a las leyes de derechos de autor que rigen en su país, ya que de esta forma asegura que su música sea debidamente protegida y no plagiada y desvirtuada del propósito por el cual fue compuesta o interpretada. Esto también es parte de una buena mayordomía de nuestros talentos. Los ministros de música en la Biblia.Entre un artista y un ministro de música existe un gran diferencia. Ya definimos al músico en su plano artístico en el ambiente secular, ahora veremos como la Biblia nos ofrece los principios claves para la formación de un músico adorador. En tiempos de David, al constituir las bases de la liturgia del santuario, el rey –inspirado por Dios- designo dentro de los sacerdotes levitas, a un grupo debidamente seleccionado para dirigir la alabanza en el pueblo de Dios. 1. La música como un servicio espiritual: “Asimismo David y los jefes del ejército apartaron para el ministerio a los hijos de Asaf, de Hemán y de Jedutún, para que profetizasen con arpas, salterios y címbalos..” (1 Crónicas 25:1). La palabra ministerio (heb. “sharat”), esta asociada al “servicio”, “suplir” y “ministrar” en las necesidades del cuerpo de Cristo. Muy lejos de ser una persona que busca su propia adoración, el verdadero músico dirige al pueblo de Dios en la alabanza litúrgica guiándola a contemplar la grandeza de Dios, su carácter, sus hechos portentosos y su maravillosa gracia salvadora (1 Crónicas 29: 10-12). Del mismo modo que el predicador es el ministro de la Palabra, el músico es quien ministra la alabanza congregacional. Por lo tanto, el músico cristiano debe estar en estrecha relación con Dios en su vida devocional y su testimonio público ya que participa de una plataforma privilegiada y de gran responsabilidad delante de sus hermanos. 2. Idoneidad de los “ministros de alabanza”: “..hombres idóneos para la obra del ministerio” (1 Crónicas 25:1). La idoneidad tiene que ver con las capacidades que debían poseer los sacerdotes para la ejecución de los instrumentos musicales y la dirección en el canto. Muchas veces confundimos “humildad” con “conformismo”. Un músico adorador es una persona que buscar ser un ministro de excelencia para la gloria de Dios. Basta con observar la forma como los ángeles se preparan y disponen para elevar sus más hermosas alabanzas al trono de Dios. El culto debe ser una experiencia espiritual y racional en contacto con la Palabra de Dios y las alabanzas. En ambas áreas debe existir preparación y dedicación para honrar a Dios con lo mejor que podamos y tenemos. Al definir la idoneidad que debían poseer los sacerdotes la palabra de Dios detalla: “instruidos en el canto para Jehová, todos aptos” (1 Crónicas 25:7). El cristiano debe superar cada día sus limitaciones en todo aspecto de la vida, y es necesario que enseñen y discipulen musicalmente a la grey del Señor también en ésta área. Desde la afinación, hasta la interpretación vocal o instrumental. “Puede introducirse muchas mejoras en el canto…el buen canto es como la música de los pájaros: suave y melodiosa”. (“El Evangelismo, 372). Recuerde que estamos alabando a Dios Todopoderoso que merece y es digno de toda honra y alabanza: “Cantadle cántico nuevo, hacedlo bien, tañendo con júbilo” (Salmo 33:3). 3. Nuestras verdades distintivas con originalidad: Es necesario destacar que la música es un principal comunicador de verdades o errores en cualquier esfera. La verdades que tiene el remanente no solo deben ser predicadas sino también cantadas y entonadas con júbilo y solemnidad. Actualmente vemos una creciente proliferación de producciones musicales evangélicas que muchas veces no poseen una fiel estructura bíblica en sus textos. Hay canciones que hablan del rapto secreto, la inmortalidad del alma o sugieren doctrinas que no están en armonía con la Palabra de Dios tal como las presentamos los adventistas del séptimo día. La clonación musical, (copiar canciones y producciones ajenas) puede “aligerar” costos y presupuesto que se invierten en crear, orquestar y producir un disco pero sin embargo expone a un cantante adventista a grabar canciones de otro autor (como ya ha ocurrido) y correr el riesgo no solo de infringir las leyes de derechos de autor sino a compartir un mensaje que no representa nuestras verdades teológicas para este tiempo. Es necesario mantener un sumo cuidado en este aspecto. Por otro lado, se debe cultivar más la “originalidad musical” en nuestra Iglesia. En nuestro medio hay compositores y arreglistas que en un trabajo concertado podrían crear y componer más música que resalte las grandes verdades que nos distinguen como el pueblo de Dios del tiempo del fin. El sábado, el santuario y la segunda venida de Cristo (las tres “s”) es parte de un mensaje especial que tiene el remanente que “guarda los mandamientos de Dios y tiene la fe de Jesús” (Apocalipsis 14:12). El Señor es digno de un “cántico nuevo”. 4. Instrucción y enseñanza permanente: “Y echaron suertes para servir por turnos, entrando el pequeño con el grande, lo mismo el maestro que el discípulo” (1 Crónicas 25:8). La experiencia de dirigir la alabanza en la Iglesia debiera ser compartida con quienes han confirmado que sus dones y talentos están vinculados a la música. Siempre oímos que en el ambiente musical artístico del mundo hay competencias y egoísmo. Los “secretos artísticos” no cuentan para un músico cristiano. Un ministro de alabanza comparte su conocimiento y experiencia en jóvenes y hermanos que desean aprender y/o mejorar. No solo se reserva este ministerio para unos pocos (lo cual puede contribuir para la exaltación de los mismos), sino que extenderá su ministerio en la enseñanza bíblica “maestro-discípulo” para que la Iglesia se vea enriquecida con nuevos dones y talentos al servicio de Dios. Junto a mi esposa hemos tenido la oportunidad de viajar por diferentes partes de Chile enseñando y capacitando a cientos de jóvenes en el desarrollo de su ministerio musical en sus Iglesias locales. Creemos que es necesario buscar y tener más instancias de encuentros y capacitación de nuestros músicos adventistas que les ayuden a enriquecer en primer lugar su vida devocional con Jesús y su identificación misionera con la causa de la predicación del evangelio. La música “es uno de los medios más eficaces para imprimir verdades espirituales en el corazón” (RH, 6 de Junio 1912). Por ese motivo necesitamos prepararnos para prestar un mejor servicio al Señor y a su pueblo y que mejor que la enseñanza musical en nuestras Iglesias locales. Es mi deseo y ferviente oración que podamos abordar este tema con altura de miras, con equilibrada tolerancia pero al mismo tiempo fieles a los principios bíblicos que nos hablan de la adoración musical que ama el Señor. Recordemos que estamos en este mundo para agradar a Dios y no a nosotros mismos. Muchas veces es necesario suprimir nuestros gustos personales por el bien común y la edificación de la Iglesia del Señor, y esto ocurre en la música frecuentemente. Desde tu ropa hasta tu estilo vocal, todo, debe representar el cambio que Jesús ha hecho y sigue haciendo en tu vida. Si eres cantante o instrumentista o diriges un conjunto vocal o coral recuerda que eres un Ministro de alabanza, no estás en ese puesto solo por tus capacidades musicales o tu destacada voz, eres al igual que yo, un pecador redimido por la sangre de Cristo, y nada, absolutamente nada –ni aún nosotros mismos- debe interponerse en la alabanza de la congregación hacia Dios. “…La ofrenda más dulce y aceptable a la vista de Dios es un corazón que ha alcanzado la humildad al practicar la abnegación, al elevar la cruz y seguir a Jesús. No tenemos tiempo ahora para dedicarlo a la búsqueda de las cosas que únicamente agradan los sentidos. Se necesita un profundo escudriñamiento del corazón. Con lágrimas y la confesión de un corazón quebrantado, necesitamos allegarnos a Dios para que él se acerque a nosotros” (El Evangelismo, 371, 372).