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Iglesia Episcopal – Diócesis de Oregon
Una, Santa, Católica y Apostólica
La Fiesta de la Vírgen María,
Nuestra Señora de Guadalupe
Buenos días, Paloma Blanca
Buenos días Paloma Blanca, hoy te vengo a saludar.
Saludando tu belleza, en tu trono celestial.
Eres Madre del creador, y a mi corazón encantas.
Gracias te doy con amor, buenos días, paloma blanca.
Niña linda, niña santa, tu dulce nombre alabar.
Porque eres tan sacrosanta, hoy te vengo a saludar.
Reluciente como el alba, pura, sencilla y sin mancha;
¡Qué gusto recibe mi alma! Buenos días, paloma blanca.
Que linda está la mañana, el aroma de las flores.
Despiden suaves olores, antes de romper el alba.
Mi pecho con voz ufana, gracias te da, madre mía
En este dichoso día, antes de romper el alba.
Cielo azul yo te convido, en este dichoso día.
A que prestes tu hermosura, a las flores de María.
Madre mía de Guadalupe, dame ya tu bendición.
Recibe éstas mañanitas, de un humilde corazón.
Oración Colecta.
Padre celestial, por tu gracia la virgen madre de tu Hijo encarnado fue
bendita al llevarlo en su seno, y aún más bendita al guardar tu palabra:
Concede a los que honramos la exaltación de su humildad, en la
advocación de Guadalupe, que sigamos el ejemplo de su devoción a tu
voluntad; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el
Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.
Lectura del Nican Mopoha
Era pues, sábado, cuando aún era de noche. Venía (Juan Diego) en pos
de las cosas de Dios y de sus mensajes. Y cuando llegó al lado del
cerrito, en el lugar llamado Tepeyac, ya estaba amaneciendo. Oyó cantar
en la cumbre del cerrito: como si distintos pájaros preciosos cantaran y se
alternaran en sus cantos, como que el cerro les respondía. Su canto era
muy placentero y muy deleitoso, mejor que el del coyoltotol o el del
tzinizcan o el de otros pájaros preciosos que cantan.
Y cuando finalmente cesó el canto, cuando todo quedó en calma, oyó que
de allá lo llamaban de la cumbre del cerrito. Y le decían: “digno Juan,
digno Juan Diego”. Entonces se atrevió a ir donde lo llamaban. No se
alteró para nada su corazón, ni tuvo algún temor, antes bien, se sintió
muy contento, muy alegre. Fue a subir al cerrito, y vio a una señora que
estaba allí de pie y que lo llamó para que se acercara a su lado. Cuando
llegó a su presencia se admiró mucho de su perfecta hermosura. Su ropa
parecía sol y echaba rayos. Se inclinó ante ella, oyó su pensamiento y su
palabra sumamente recreadora, muy ennoblecedora, como que atrae y
procura amor. Le dijo: “Oye, hijo mío el más desamparado, digno Juan;
¿a dónde vas?”. Y él respondió: “Dueña y Reina mía: tengo que llegar a
tu casa de México Tlatelolco, a seguir las cosas divinas que nos dan
nuestros sacerdotes que son imágenes de nuestro Señor”.
Entonces ella le platicó y le descubrió su preciosa voluntad. Le dijo: “Sabe
y ten seguro en tu corazón, hijo mío el más desamparado, que yo soy la
siempre Virgen, Santa María, madre de El Dios de Gran Verdad, Téotl, de
Aquel por Quien Vivimos, de El Creador de Personas, de El Dueño de lo
que está Cerca y Junto, del Señor del Cielo y de la Tierra.
1
Adiós, Reina del Cielo
Adiós, reina del cielo, madre del Salvador.
Adiós, oh madre mía, adiós, adiós, adiós.
De tu divino rostro me alejo con pesar.
Permíteme que vuelva tus plantas a besar.
Adiós, reina del cielo, madre del Salvador
Dulce prenda adorada, de mi sincero amor.
De tu divino rostro la belleza al dejar,
Permíteme que vuelva tus plantas a besar.
A dejarte, oh María, no acierta el corazón.
Te lo entrego, señora, dame tu bendición.
Adiós, hija del Padre, madre del Hijo, adiós.
Del Espíritu Santo, oh casta esposa, adiós.
Adiós, o Madre Virgen, más pura que la luz.
Jamás, jamás me olvides delante de Jesús.
Adiós, del cielo encanto, mi delicia y mi amor.
Adiós, oh madre mía, adiós, adiós, adiós.
6
Canto de Comunión
Mi Virgen Ranchera
A ti Virgencita, mi Guadalupana
Yo quiero ofrecerte un canto valiente
Que México entero te brinda sonriente.
Yo quiero decirte lo que tú ya sabes,
que México te ama, que nunca está triste,
porque de nombrarte el alma se inflama.
Tu nombre es arrullo, y el mundo lo sabe.
Eres nuestro orgullo, que México es tuyo
Y tú guardas la llave.
Que viva la Reina de los Mexicanos.
La que con sus manos sembró rosas bellas,
y puso en el cielo millares de estrellas.
Yo sé que en el cielo escuchas mi canto.
Y sé que en el cielo nos cubre tu manto;
Virgencita chula, eres un encanto.
Por patria nos diste éste lindo suelo,
y lo bendijiste porque era tu anhelo
Tener un santuario cerquita del cielo.
Mi Virgen Ranchera, Mi Virgen Morena.
Eres nuestra dueña, México es tu tierra,
y tú su bandera.
Que viva la Reina de los Mexicanos.
La que con sus manos sembró rosas bellas,
y puso en el cielo millares de estrellas.
5
Porque yo soy la Madre misericordiosa, de ti, y de todas las naciones que
viven en esta tierra, que me amen, que me hablen, que me busquen y en
mí confíen. Allí he de oír sus lamentos y remediar y curar todas sus
miserias, penas y dolores”.
Salmo (Magnificat)
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, *
porque ha mirado la humillación de su esclava.
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, *
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí;
su Nombre es santo.
Su misericordia llega a sus fieles, *
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo; *
dispersa a los soberbios de corazón.
Derriba del trono a los poderosos, *
y enaltece a los humildes.
A los hambrientos los colma de bienes, *
y a los ricos despide vacíos.
Auxilia a Israel, su siervo, *
acordándose de la misericordia,
Como lo había prometido a nuestros padres, *
en favor de Abrahán y su descendencia para siempre.
Todos: Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
Como era en un principio ahora y siempre,
Por los siglos de los siglos. Amén.
SEGUNDA LECTURA
Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles 1,9-11
Desde el monte llamado de los Olivos, regresaron los apóstoles a
Jerusalén: un trecho corto, precisamente lo que la ley permitía caminar en
sábado. Cuando llegaron a la ciudad, subieron al piso alto de la casa
donde estaban alojados.
2
Eran Pedro, Juan, Santiago, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo,
Santiago hijo de Alfeo, Simón el celote, y Judas, el hijo de Santiago.
Todos ellos se reunían siempre para orar con algunas mujeres, con
María, la madre de Jesús, y con sus hermanos.
La Palabra del Señor.
Pueblo: Demos gracias a Dios.
El Santo Evangelio de nuestro Señor Jesucristo,
según San Juan 2,1-11
Pueblo:
¡Gloria a ti, Cristo Señor!
En aquel tiempo vivía en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón.
Era un hombre justo y piadoso, que esperaba la restauración de Israel. El
Espíritu Santo estaba con Simeón, y le había hecho saber que no moriría
sin ver antes al Mesías, a quien el Señor enviaría. Guiado por el Espíritu
Santo, Simeón fue al templo; y cuando los padres del niño Jesús lo
llevaron también a él, para cumplir con lo que la ley ordenaba, Simeón lo
tomó en brazos y alabó a Dios, diciendo: «Ahora, Señor, tu promesa está
cumplida: puedes dejar que tu siervo muera en paz. Porque ya he visto la
salvación que has comenzado a realizar a la vista de todos los pueblos, la
luz que alumbrará a las naciones y que será la gloria de tu pueblo Israel.»
El padre y la madre de Jesús se quedaron admirados al oír lo que Simeón
decía del niño. Entonces Simeón les dio su bendición, y dijo a María, la
madre de Jesús: Mira, este niño está destinado a hacer que muchos en
Israel caigan o se levanten.
Él será una señal que muchos rechazarán, a fin de que las intenciones de
muchos corazones queden al descubierto. Pero todo esto va a ser para ti
como una espada que atraviese tu propia alma.
También estaba allí una profetisa llamada Ana, hija de Penuel, de la tribu
de Aser. Era ya muy anciana. Se casó siendo muy joven, y había vivido
con su marido siete años; hacía ya ochenta y cuatro años que se había
quedado viuda. Nunca salía del templo, sino que servía día y noche al
Señor, con ayunos y oraciones. Ana se presentó en aquel mismo
momento, y comenzó a dar gracias a Dios y a hablar del niño Jesús a
todos los que esperaban la liberación de Jerusalén.
3
Después de haber cumplido con todo lo que manda la ley del Señor,
volvieron a Galilea, a su propio pueblo de Nazaret. 40 Y el niño crecía y se
hacía más fuerte, estaba lleno de sabiduría y gozaba del favor de Dios.
El evangelio del Señor.
Pueblo: Te alabamos Cristo Señor.
Desde el Cielo
Desde el cielo una hermosa mañana. (2 veces)
La Guadalupana, la Guadalupana,
La Guadalupana bajó al Tepeyac. (2 veces)
Su llegada llenó de alegría, su llegada llenó de alegría.
De paz y armonía, de paz y armonía,
de paz y armonía y de libertad. (2 veces)
Desde el cielo una hermosa mañana...
Por el monte pasaba Juan Diego. (2veces)
Y acercose luego, y acercose luego,
y acercose luego al oír cantar. (2veces)
Desde el cielo una hermosa mañana...
Juan Dieguito la Virgen la dijo. (2 veces)
Este cerro elijo, este cerro elijo,
este cerro elijo para hacer mi altar. (2 veces)
Desde el cielo una hermosa mañana...
Suplicante juntaba las manos. (2 veces)
Y eran mexicanos, y eran mexicanos,
y eran mexicanos su porte y su faz. (2 veces)
Desde el cielo una hermosa mañana...
En la tilma entre rosas pintadas. (2 veces)
Su imagen amada, su imagen amada,
su imagen se digno dejar. (2 veces)
Desde el cielo una hermosa mañana...
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