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Economía: el tema de la justicia social y la distribución de la riqueza.
1. El utilitarismo
Hemos visto hasta ahora la propuesta moral del utilitarismo (Bentham y Mill), y
observábamos que su perspectiva ética (lo que una persona considera que es bueno) se convertía en
político (entendido como lo bueno no para una persona sino para una sociedad entera). En este caso,
hablamos de la justicia social o la obtención y distribución de la riqueza en una sociedad. Y
recordemos lo que decían dos formulaciones clásicas del utilitarismo:
a)
Utilitarismo social o altruísta: lo bueno es el máximo de felicidad (entendido en
bienes, riqueza etc...) alcanzable en una sociedad repartido entre el mayor número de personas
posible. Aquí prima el principio de distribución.
b)
Utilitarismo económico: lo bueno es alcanzar la máxima riqueza posible, sin
involucrarnos en lo bien o mal repartida que esté. Aquí prima un principio de eficacia.
La aplicación de estos dos principios éticos se han traducido en dos programas económicos
bien delimitados: el estado del bienestar y el neoliberalismo económico.
Ejemplo: Pensemos en una isla eprdida a la que llegan tres náufragos: Laura C., Marta y Jorge. Tienen que estar
allí un tiempo y tienen de recursos limitados 20 bananas. Pueden llegar a los siguientes repartos:
Reparto de los recursos
A
B
C
Laura Marta Jorge
14
5
2
9
6
6
7
6
6 (1 perdido)
El utilitarismo económco, basado en el principio de eficacia, nos diría que A y B son igual de buenos. En cambio
C, existe una banana que no es utilizada para nada, se ha estropeado o Laura y compañía no se han organizado bien para
alcanzarla. Es decir, la distribución no es eficaz. El utilitarismo social, sin embargo, evaluaría B y C de forma más
positiva que A, puesto que en A el pobre jorge se está muriendo de hambre. Ojo, el utilitarista no es un comunista: que
defienda a ultranza una igualdad radical. B y C son aceptables, en cuanto que todos tienen la subsistencia asegurada.
2. El estado del Bienestar.
Definición: El llamado “estado del bienestar” es un término genérico para las políticas
sociales aplicadas en Europa y en menor medida EEUU tras la crisis de 1929 y la II Guerra Mundial.
En esa época, se hizo evidente que el capitalismo tiene crisis cíclicas muy duras y que afectaba a
mucha gente de forma indiscriminada (pensemos que en 1932, una cuarta parte de EEUU había
quedado desempleada y prácticamente no tenía medios para sobrevivir). Mucha gente que había
trabajado toda su vida fueron a la ruina o jóvenes recién llegados al mercado laboral se encontraron
completamente indefensos. El sistema capitalista tenía que ser regulado de alguna manera para que
los peores efectos sociales fueran limados y al mismo tiempo se siguiera creciendo económicamente.
Así, tras la II Guerra Mundial (1945), se construyó este estado del bienestar, en el que el estado
garantizaba a todos los integrantes de un país determinado una serie de derechos universales (es
decir, para todos los individuos) basados en una sanidad, educación y pensiones públicas y
mantener en la sociedad una tasa de desempleo muy baja.
Criterios éticos: el estado del bienestar desea un mínimo de igualdad social entre los
ciudadanos de un país y actualmente, se centra en alcanzar una igualdad de oportunidades: intentar
1
lograr que, independientemente de si tú naces en una familia pobre o rica, hombre o mujer, se te dé al
menos la oportunidad de prosperar con tu esfuerzo.
En principio lo que se pretendía también era ofrecer al individuo una mínima seguridad ante
cualquier crisis económica e intentar alcanzar el pleno empleo. Naturalmente, las políticas sociales
no se quedaron ahí, también fueron importantes prestaciones de desempleo (cobrar el paro), becas de
estudio, ayudas a la vivienda, protección a minorías más marginadas etc... En la expresión de uno de
sus fundadores, lo deseable era “proteger al individuo desde la cuna hasta la tumba”.
Medios: A nivel macroeconómico, la irrupción del estado del bienestar fue apoyado
decisivamente por la aparición de un nuevo economista, keynes. Keynes planteaba que existían
desequilibrios periódicos entre las fuerzas de oferta y demanda capitalista (es decir, lo que se produce
y lo que se consume). Cuando ocurre este desequilibrio y multitud de empresas no encuentran dónde
colocar sus productos aparece lo que se conoce como “crisis de consumo o de demanda”. Esto es lo
que ocurrió en la crisis de 1929 y provocó desequilibrios sociales ya conocidos y un estancamiento
económico que duró casi una década. Ante estas crisis, lo que defendía Keynes era la intervención
decisiva del estado para corregir esos desequilibrios coyunturales, en lo que se denominó la teoría de
la demanda agregada. Ante una crisis, el estado gasta más dinero, y ese gasto estimula el resto de
las fuerzas económicas, que generan más empleo y a su vez más consumo, reiniciándose el ciclo
económico positivo. Es cierto que el estado se endeuda, pero como tiene capacidad para financiarse a
largo plazo y una vez que se inicia una etapa de mejora económica obtiene ingresos mayores, estas
circunstancias le permiten pagar el déficit anterior.
El estado del bienestar sin embargo, necesita una actividad del estado mucho más
considerable de lo que pretendía Keynes. Los derechos universales (es decir, derechos para toda la
población) debían ser amortizados de alguna manera: el estado necesitaba de dinero y recursos para
pagar todos los gastos que supone mantener hospitales y escuelas. Aquí entraría entonces la actividad
fiscal del estado (la Hacienda pública).
a)
Europa se encargó de hacer una fiscalidad de carácter progresivo (quien gane más,
ha de pagar más al estado, y al contrario, quien gane menos, ha de no pagar o incluso recibir dinero
del estado).
b)
Pero además, los estados percibían impuestos de otras muchas formas (a través de
impuestos de lujo: si te compras una bebida alcohólica, pagas al estado una cantidad). O también a
través de impuestos a cualquier actividad económica (si montas una empresa por ejemplo). O
también existirían ingresos derivados de los aranceles (si quieres traer bananas de Sudamérica, pagas
un impuesto en la frontera).
c)
Por otro lado, en esta época (entre los años 30 y los 70), se confiaba que la intervención
del estado en la economía era positiva. El estado tenía empresas a su cargo y eran más eficaces o
rentables que las de capital privado. Por tanto, el llamado “sector público” (compañías dependientes
del dinero del estado, y todo el funcionariado) creció mucho en esas décadas y llegó a más del 40%
del PIB nacional en casi todos los países desarrollados.
Logros y carencias: El estado del bienestar permitió, junto con el crecimiento económico,
la llamada “edad dorada” de la economía capitalista (desde la postguerra hasta la crisis de 1973).
Hoy en día, Europa vive todavía bajo este “paraguas” del estado del bienestar, y estos derechos
han sido la garantía para que exista una amplia clase media acomodada en nuestros países y una
forma exitosa de solucionar la conflictividad social. Pero a partir de los ochenta, las nubes se
2
acumulan sobre este sistema, que en principio era mucho más justa y solidaria que la sociedad
existente antes. La imposibilidad por parte del estado de hacer frente por sí solo a la crisis
económicas actuales y otros adicionales han hecho que este “estado del bienestar” sea
cuestionado desde muchos lugares y perspectivas diferentes.
3. El neoliberalismo.
Definición: Esta es una corriente económica fundada por Milton Friedman y F. Hayek,
aunque en realidad lo único que supone es una revisión al alza de las viejas ideas de Adam
Smith, en los comienzos de la Revolución Industrial. En desuso desde 1929, históricamente
recobra fuerza a partir de 1970 y la crisis del petróleo hasta la actual economía de la
globalización. Entre otras muchas ideas, la que aquí nos importa más es la crítica a la actividad
del estado en la economía capitalista desde unos argumentos éticos y económicas.
Criterios éticos. El neoliberalismo trabaja esencialmente con dos: un criterio de eficacia
(propio de ese utilitarismo económico) y también un criterio de libertad individual.
a)
El criterio de eficacia. El neoliberalismo sostiene que el estado del bienestar es
ineficiente. Su actividad económica entorpece el crecimiento a largo plazo y hace que la economía
en general arrastre unas pérdidas que finalmente acaben socavando la economía de un país. Este es
el planteamiento sostenido por los países anglosajones (Gran Bretaña y Estados Unidos) frente a
otros europeos (Francia y Alemania).
En definitiva, lo que estos teóricos sostienen es que la redistribución de la riqueza por parte
de un elemento ajeno al libre mercado como es el estado es demasiado costosa y no puede ser
mantenida a largo plazo. Como diría un economista: “La igualdad es algo hermoso, pero solo a
costa de empobrecemos todos”. Esto también se conoce como principio de diferencia (las
desigualdades son legítimas si benefician también a los más pobres de la sociedad). Los liberales
piensan que el mercado es efectivo regulándose por sí mismo: el egoísmo de los individuos genera
un bien común (“mano invisible” de Adam Smith). Esta idea, sin embargo está empezando a ser
cuestionada por la crisis actual.
b)
El criterio de libertad individual. Un estado intervencionista arrastra un problema
grande: ese estado interfiere en la libertad de los individuos. Les obliga al pago de un impuesto
(que den su dinero) para financiar bienes considerados públicos. En definitiva, lo que podemos
decir aquí es que el estado se puede convertir en un elemento autoritario que coarta la libertad de
los individuos.
Ejemplo: Aquí nos encontramos con el criterio de una persona rica: el señor Oswaldo podría pensar por
ejemplo, que el estado no utiliza bien esos impuestos y que no tiene derecho a que le quiten unos bienes
que a lo mejor ha tenido que sudar para conseguirlos. Por otro lado, puede también ocurrir que el estado
esté financiando gente poco productiva. Imaginemos que al tío Tiburcio, poco beneficiado por el reparto de
la riqueza, el estado le asigna una paga o subsidio (a través del dinero que el señor Oswaldo ha pagado con
los impuestos) y se habitúa a esa paga, sin hacer nada más. Esta persona se convierte en un “freerider” (esta
es la palabra propiamente económica) o “gorrón” del sistema económico.
3
Medios: El neoliberalismo defiende lo contrario a lo anterior. El estado debe dejar de
intervenir en la economía y no gastar más de lo que recauda (un equilibrio presupuestario). Así
la economía se hace más eficiente y estable. La razón de esto es que el estado puede financiar
empresas no abiertas a la competitividad del mercado: Pensemos por ejemplo en una fábrica de
acero estatal que da pérdidas. En manos privadas, como por ejemplo “Aceros Champi”, el
empresario tiene que enfrentarse contra otros competidores, como “Pastor Irons & Steels” y
luchar por ser competitivo y eficiente. En el caso del acero estatal, el estado siempre le va a
costear las pérdidas que pueda tener. Es por esto que en nuestros días existe una amplia campaña
de privatizaciones del sector público (o “liberalizaciones”, que suena menos agresivo). El
mercado y la libre competencia debe regir todo el sistema económico para que el crecimiento sea
mayor.
A nivel internacional, el liberalismo defiende una mayor integración económica y la
reducción del proteccionismo de unos países frente a otros (pagar menos impuestos por
comerciar de un país a otro). Eso permite mayor competitividad y a largo plazo, más crecimiento
económico.
Carencias y logros: Este neoliberalismo ha dado luces y sombras. En un ámbito
económico ha sido aceptado hasta hace bien poco por todos los países europeos, aunque eso no
quiera decir que todo el estado del bienestar sea desmantelado ni que la actividad estatal deje de
ser importante (más bien lo contrario ahora mismo). Hay críticas y objeciones muy serias a esta
política económica, entendida en su sentido más radical:
a)
Una creciente desigualdad. El neoliberalismo parece obtener un crecimiento a largo
plazo, pero hay serias dudas que ese crecimiento y esa riqueza llegue en realidad a todos los
sectores de la población. Lo que está ocurriendo en realidad es que la riqueza se está
polarizando, separándose cada vez más el grupo de los más ricos del de los más pobres. El
neoliberalismo ha sido seguido por países pobres como Latinoamérica durante décadas sin
conseguir resolver ninguno de los problemas sociales que tenían.
b)
Una crítica que se formula actualmente es que las “reglas del juego liberales”
supuestamente mundiales, no cuentan a todos por igual, y por lo tanto los países
desarrollados deciden qué sector económico les conviene abrir o liberalizar y cual no, como
por ejemplo defender el proteccionismo agrícola y el liberalismo en el sector tecnológico
(así Europa o EEUU protege su agricultura pero es capaz de exportar sus productos
manufacturados a los países pobres) o China, que es acusada de “dumping” (competencia
desleal) y proteccionismo industrial.
c)
El neoliberalismo no resuelve problemas internacionales como la crisis ecológica.
Parece que hay problemas en los que el mercado no es eficaz, y necesitamos de un elemento
externo (un tratado entre todos los países, por ejemplo) para controlar esas carencias. Se
prevee que la actividad del estado crezca en este sentido en las próximas décadas.
d)
La creencia de que el mercado se equilibra por sí mismo (que el egoísmo
individual conduce al bien de todos porque hace la economía más dinámica), ha saltado por
los aires. La mala gestión en el ámbito financiera, basada en direcciones que buscaban el
enriquecimiento rápido a costa de una elevadísima dosis de riesgo (subprimes y activos
tóxicos) ha llevado a un replanteamiento de todo el sistema capitalista., La crisis financiera y
económica ha vuelto a reforzar la importancia del estado como regulador del sistema.
4
En definitiva, ambas teorías, entendidas de forma radical, no se pueden mantener a largo
plazo y las dos tienen contradicciones internas lo suficientemente fuertes como para pensar que
hay que trabajar en un nuevo consenso o acuerdo social (cosa que por otro lado, no será fácil).
Impera por tanto un pragmatismo (dependiendo del momento y del país, la solución
económica a sus problemas será diferente).
5
La posición de la Iglesia.
La Iglesia ha defendido desde hace ya bastante tiempo que la economía capitalista
entendida en puros términos liberales no valía como distribuidor de la riqueza a escala social. Si
bien al comienzo sus criticas se manifestaban radicalmente en contra de un sistema comunista,
después de la II Guerra Mundial la experiencia histórica había delimitado bien que ya no era
posible recuperar el “mundo perdido” anterior a la crisis del 1929. Analicemos la influencia del
cristianismo en fundar el crisol del estado del bienestar:
a) Importancia en términos macropolíticos: La crisis determinó los esfuerzos políticos de
los sectores democrata-cristianos por alcanzar un acuerdo o un consenso político con fuerzas de
la izquierda socialdemócrata. Está bien estudiado por ejemplo, la importancia que tuvo en países
como Suecia o Alemania el componente cristiano (en este caso más luterano que católico) para
ese desarrollo del estado del bienestar. Igualmente, para el caso de España, la incorporación de
elementos políticos cristianos en el franquismo a lo largo de los años 50 y 60 (con la llegada de
la tecnocracia de López Rodó), supuso un impulso decisivo a esas políticas sociales. La
diferencia de nuestro país con los del norte de Europa en la eclosión de ese estado del bienestar,
sin embargo fue un componente paternalista que fue eliminado progresivamente con la
Transición.
b) El concepto cristiano de caridad fue redefiniéndose con el tiempo en términos de
solidaridad permanente, es decir, derechos adquiridos de todos los ciudadanos de esos estados
nacionales. Igualmente, la impronta cristiana de esa sociedad europea también posibilitó una
ética del deber rigurosa (un poco entendido a la manera kantiana) en la que el individuo conocía
muy bien sus derechos en ese estado del bienestar pero se mostraba igual de respetuoso con los
deberes que imponía ese estado. No olvidemos que para que un estado del bienestar funcione
correctamente
a) La escuela monetarista (defendida por Milton Friedman): mantiene que las recetas
macroeconómicas deben actuar especialmente sobre el lado de la oferta. El tirón de la
demanda bajo una economía poco productiva por la carga estatalista lo único que
provoca es estanflación (inflación y estancamiento unidos). Por lo tanto hay que enfriar
la economía con la supresión del déficit estatal o la imposición de altas tasas de interés
que frenen el consumo.
b) La crítica desde la escuela de Virginia (James Buchanan y Gordon Tullock): esta
crítica es más directa sobre el estado del bienestar y su fiscalidad. Según estos autores,
el estado es un mal gestor de esta riqueza económica y no la distribuye socialmente de
forma equitativa. La razón es que los bienes públicos no son realmente universales
(salvo la seguridad nacional) y por tanto el sector rico de la población desea considera
ilegítima la carga fiscal y desea evadir sus impuestos puesto que no se ve representado
en la actividad social de ese estado. El resultado es que el estado destina prodigiosos
esfuerzos para garantizar la eficacia de esa fuerte fiscalidad, pero eso supone un gasto
tan considerable en burocracia que le resta credibilidad como gestor.
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a) la demanda de mayores servicios en una sociedad democrática (Claus Offe, Habermas).
En una democracia, existe una continua presión por parte de la sociedad civil para
obtener mayores derechos. Eso genera una presión formidable sobre el sistema
económico, que no siempre puede garantizar esos derechos. Es evidente incluso a la
hora de hacer reformas sobre el estado del bienestar, la reticencia de los políticos para
llevarlas a cabo puesto que saben que eso les resta legitimidad y votos.
b) Este último punto nos lleva al nuevo paisaje cultural actual, que nada tiene que ver con
el de la postguerra. La sociedad está altamente individualizada y al mismo tiempo no es
tan homogénea. El individuo ha dejado de considerar sus deberes frente al estado para
refugiarse siempre en sus derechos: el espíritu de sacrificio se ha diluido entre nuevas
generaciones que nada saben ya de la experiencia histórica previa a los años setenta. Es
aquí donde se explica la figura del “gorrón” o “freerider” de la que antes hablábamos.
c)
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