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Racionalismo en la Arquitectura
Antecedentes
Entre los hechos que ocurrieron en 1750, pocos provocaron un cambio tan profundo en las
teorías arquitectónicas como el establecimiento de las ingenierías civil y militar como
disciplinas distintas y separadas. Durante la segunda mitad del siglo XVIII la ciencia de la
ingeniería empezó a existir propiamente dice y también el ingeniero civil moderno que
basaba sus diseños en el cálculo científico. Específicamente el cambio se da con el
establecimiento de la escuela de ingenieros civiles “ École des Ponts et Chausées” (Escuela
de Puentes y Caminos) en París en 1947 y de una escuela de ingenieros militares en
Mecieres en 1748, la transición después de esa fecha fue gradual.
Antes de 1750 nadie habría dudado en encargar el diseño de puentes a un arquitecto. La
Academia de Arquitectura francesa dedicó la mayoría de sus sesiones en 1684 y 1685 a
problema de diseño de puentes, por lo que un arquitecto podía ocupar el puesto de oficiales
como ingeniero-jefe, se debía al hecho de que antes de 1750 el diseño de puentes se
consideraba tan solo como una extensión del problema de bóvedas en la construcción o
estereotomía. No había diferencia entre ellos excepto en los problemas menores de uniones
y dilataciones. El diseño de puentes tenía complicaciones que no se daban en una bóveda
normal, como los efectos de cargas pesadas y los problemas hidráulicos, Pero en una época
donde el tramo de un puente pocas veces necesitaba ser mayor de 24 metros, los problemas
de estereotomía y los de construcción eran muy parecidos a los de la construcción normal
de edificios públicos, sobre todo en Francia donde los principales arquitectos no eran
“amateurs aristócratas” como en Inglaterra, o pintores o escultores como en Italia, sino que
se les enseñaba el arte de la construcción de acuerdo con la tradición.
El establecimiento de la ingeniería civil como profesión independiente se debe a Rodolphe
Perronet primer director de la escuela de puentes y caminos e ingeniero en jefe del
Departamento de puentes y caminos desde 1764 hasta 1794. No solo organizó una escuela
de ingeniería civil a partir de lo que antes habían sido las oficinas de dibujo, sino que
también parece haber sido el primero en darse cuenta de que al diseñar puentes con tramos
de más longitud de la normal o más planos, no era suficiente estimar las dimensiones por
reglas de la experiencia, sino que eran necesarios cálculos basados en los principios de la
mecánica y la resistencia de materiales.
Su puente mas famoso fue el que pasaba sobre el sena en Neully, construido entre 1768 y
1772, primer puente en que el despiece se diseño basándose en principios científicos y en el
cual el tamaño de los pilares se calculó con precisión, de acuerdo con las cargas que tenía
que sostener. En otras palabras, a diferencia de los puentes anteriores, en los que no se tenía
en cuenta el grosor de la bóveda o la altura de los pilares y en los que la anchura se acotaba
simplemente como un quinto de los tramos que descansaban cobre ellos, los pilares del
Puente de Neully se calcularon con tanta precisión que se pudieron reducir a un décimo.
Pero estos refinamientos no llegaron a ser tan importantes sino hasta que se construyeron
puentes de acero.
Probablemente el primer autor que aplicó los principios matemáticos a problemas de
construcción en un tratado popular fue Bernard Forest de Belidor. Desde luego, hubo una
serie de memorias publicadas por matemáticos el final del siglo como la de Philippe de la
Hire. Antes de la aparición del libro de Belidor ningún autor había escrito un tratado
sistemático sobre la construcción de edificios, que se fundara en métodos algebraicos en
vez de basarse en las reglas tradicionales, o que pusiera mas énfasis en la tecnología que en
lo que entonces se llamaba “las partes decorativas de la arquitectura civil”, ya que el libro
de Belidor siendo que estaba dirigido a ingenieros militares se refería mas al diseño de
paredes de carga y obras a prueba de bombas que a edificios normales de ciudades. Pero a
pesar de todo dedicaba gran parte al diseño de cuarteles, puertas de ciudades y otras
construcciones puramente arquitectónicas. Es posible que lo leyeran pocos arquitectos y
que fueran incluso incapaces de comprender lo mas profundo de su tratado; pero al pedir a
los arquitectos que abandonaran sus métodos poco científicos; al invitarles a aprovechar la
ayuda que les daban las matemáticas, no hay duda que influyó grandemente en la creación
de la arquitectura moderna , pues tales llamamientos, repetidos a intervalos por los
ingenieros durante dos siglos, tuvieron a la larga el efecto deseado.
Más importante, quizá, que la nueva tendencia de resolver problemas de estática por
medios matemáticos fue la costumbre introducida en ese tiempo de hacer experimentos
para asegurarse de la resistencia de los materiales. En 1929 ya existían quienes buscaban
las tablas completas y precisas que fijaran las resistencias de compresión, tracción y flexión
de diferentes clases de madera, metal y vidrio. Sólo los ingenieros sacaron partido de la
información científica de ese tiempo, y tenían que pasar dos siglos hasta que los arquitectos
prestaran atención a las posibilidades de ese tipo de estudios. Los orígenes de esas ideas
arquitectónicas eran de mediados del siglo XVIII pero tardaron mucho en producir efecto.
Léonce Reynaud, uno de los más asiduos promotores de los métodos científicos de análisis
arquitectónico, y graduado en la “École Polytechnique” observó en su Tratado de
Arquitectura, publicado en 1850, que no debemos extraer la conclusión de que es apropiado
someter todas las partes de la construcción a las leyes de la mecánica, por que es evidente
que las prescripciones de la ciencia pueden llevar a grandes dificultades en la ejecución, y
no siempre serían conciliables con las exigencias del propósito del edificio. Un
conocimiento de la resistencia de los materiales indudablemente era esencial para el
desarrollo de los nuevos sistemas estructurales que aparecieron después de 1880; la
mayoría de los métodos tradicionales para las estructuras de ladrillo de dimensiones
moderadas aún eran muy adecuados en la mayoría de los edificios construidos entre 1750 y
1900, e incluso si se hubieran aplicado a tales edificios métodos científicos precisos, los
resultados hubiesen sido bastante iguales. No es exacto que los ingenieros del siglo XIX no
se interesaran por problemas tan vitales como el aislamiento del ruido y del calor, ni por las
estructuras pequeñas, ni por los materiales adecuados para dichas estructuras,
principalmente ladrillo y madera.
Los arquitectos de la época se pueden condenar con justicia por su poca inteligencia al no
adoptar las ideas de los medios de análisis de los ingenieros para sus propios problemas;
pero sería erróneo creer que toda la información que requerían había sido ya estudiada por
los ingenieros profesionales, y que solo debían aplicarla. Incluso cuando la información fue
conocida no siempre llevo a conclusiones favorables para el uso de nuevos materiales.
De los ingenieros la cuestión más influyente en cuanto al diseño arquitectónico fue su
manera abstracta de considerar los elementos estructurales. Antes de 1750, las columnas y
pilares se consideraban simplemente como elementos estándar de los órdenes clásicos. Al
asociarlos a las reglas escritas desde la remota antigüedad , a ningún arquitecto se le ocurría
que las proporciones o formas pudieran cambiarse. Sin embargo desde 1750, el término
“point support” se usó cada vez más frecuentemente por parte de los ingenieros franceses.
Esto ayudó a los arquitectos a eliminar la idea de que un pilar o una columna
necesariamente debía tener una forma y proporción determinada sin tener en cuenta el
material de que estaba hecha. E.L. Gauthey comparó las columnas que sostenían la cúpula a
los pilares usados como cimientos de edificios pesados añadiendo que, “los pilares no son
más que una multiplicidad de pequeños puntos de apoyo; y basta distribuir estos puntos de
apoyo para que ninguno sea inútil al hacer los cimientos”.
La iglesia de Sta. Geneviève no fue el primer edificio calculado por métodos científicos,
pues en 1742, tres matemáticos analizaron la estructura de San Pedro en Roma, para
determinar la causa de unas grietas que se habían visto en la cúpula; probablemente fue el
primer edificio que se estudio científicamente y que fue analizado por un ingeniero civil
profesional como resultado de dudas acerca de su estabilidad. El único era problema que
los arquitectos, en vez de estudiar la manera de aplicar la información de los ingenieros a
sus problemas, perdían el tiempo intentando minimizar la distinción entre las dos
profesiones, pretendiendo que no había habido entre ellas ninguna diferencia. Esta actitud
fue alentada por teóricos amateurs, James Fergusson dijo que no había una verdadera
demarcación entre las dos ramas de profesión de la construcción y que si la arquitectura
fuese tan sincera y tan viva como la ingeniería, la distinción desaparecería enteramente.
Añadió que un ingeniero era un arquitecto que se ocupaba especialmente de la construcción
y de los trabajos más utilitarios, mientras que el llamado arquitecto era el artista que atendía
a la distribución ornamental de los edificios y a su decoración cuando estos se enriquecían.
En vez de reflexionar sobre la diferencia de escala que inevitablemente había separado la
arquitectura de la arquitectura civil, la profesión arquitectónica tendía a perder el tiempo
deplorando el cisma. En parte, esto sucedía por que los arquitectos estaban celosos de la
estima popular que la masa sentía por los ingenieros y en parte por que los críticos incultos
como Fergusson añadían amargura a su frustración señalando los avances de la
construcción de puentes mientras otras formas de construcción habían permanecido
relativamente estancadas.
Las razones por las que los ingenieros empezaban a lamentar la ruptura entre las dos
profesiones, eran dos. Primero, por las numerosas críticas al trabajo de los ingenieros en
cuanto a estética. Segundo, por que los más perspicaces ingenieros empezaban a darse
cuenta que las diferencias entre las profesiones se habían dado no en un conflicto de
intereses, sino puramente de diferencias de escala. Pocos ingenieros hicieron caso al
problema estético del diseño de puentes, e incluso hoy nos encontramos con que a cualquier
ingeniero que diseña bellas estructuras como Pier Luigi Nervi se les nombra arquitecto
honoris causa. Se juzgaba la deficiencia de diseño en las estructuras de los ingenieros ya
que la educación de los ingenieros en América ignoraban completamente los problemas
estéticos era añadiendo clases de expresión artística a los cursos de construcción practica.
Desde su punto de vista, los únicos puentes bien diseñados se encontraban en Francia.
Atribuía este éxito al hecho que el profesorado de arquitectura se relacionaba con el
Departamento de Puentes y Caminos.
Es evidente que la continua interacción entre la forma arquitectónica dada a los ingenieros
y la recibida por los arquitectos ha ejercido enorme influencia sobre la propia arquitectura.
Cuando un ministro de Luis XV fundó la escuela de Puentes y Caminos en 1747, sólo eran
admitidos en ella los candidatos que ya habían estudiado rudimentos de arquitectura, y las
becas del gobierno se otorgaban a los candidatos que requerían obtener la información
preliminar en la escuela de Blondel., este sistema continuó hasta la Revolución francesa
cuando el sistema cambió por la École Polytechnique, los ingenieros franceses recibieron
enseñanza arquitectónica antes de comenzar su formación como ingenieros.
La Ècole Polytechnique fundada en 1795, tuvo como modelo la escuela de ingeniero
militares que siempre había prestado gran atención a la construcción de edificios,
disponiendo de un arquitecto como profesor en la materia. Se había pensado como colegio
preparatorio de las varias escuelas profesionales de ingenieros militares y civiles. Desde un
comienzo incluía clases de arquitectura dada por J. N. L. Durand. Inicialmente las clases
de Durand sólo eran el 8% de la enseñanza total, y muchas de las peculiaridades del curso,
como por ejemplo la técnica del planteamiento axial por medio del papel reticulado, se
puede atribuir a la necesidad de condensar el plan de estudios en un corto período de
tiempo. Estas clases de arquitectura aumentaron de importancia, y aunque nunca fueron
fundamentales, es justo decir que la construcción de edificios llegó a ocupar una gran parte
del plan de estudios. No es sorprendente que las conferencias que dio allí Leonce Reynaud,
publicadas en varias ediciones a partir de 1850 con el título de Traité d’Architecture, fuesen
el curso sobre teoría arquitectónica más completo y puesto al día que se podía encontrar en
el mundo.
Ardant aconsejaba a su audiencia a limitarse a seguir las vicisitudes de la arquitectura
contemporánea, que consistían decía en emplear en cada edificio los procesos constructivos
más adecuados a las exigencias y materiales locales, combinándolos con los sistemas
decorativos transmitidos por los romanos. Consideraba que en Francia, las condiciones
climáticas hacían necesario que los macizos dominaran sobre los huecos, opinión que
entonces estaba de moda, y que era una variante con precedentes históricos y conclusiones
que mas tarde anunciaría con mucha más lógica Gaudet y que el clima hacía más
aconsejable el uso de tejados inclinados. En esto radicaba la diferencia entre la fisonomía
de las viviendas francesas y las de Grecia o al sur de Italia, en las que hay pocas ventanas
pero existen pórticos abiertos y terrados. Si la arquitectura era un arte cuyo principal
objetivo era la utilidad, sus formas y técnicas debían estar de acuerdo con circunstancias y
necesidades particulares, No podía haber una misma arquitectura en toda Europa, aunque la
civilización crease una mayor uniformidad de costumbres, religión e instituciones políticas.
Más interesante que sus reflexiones sobre las posibilidades de crear una nueva arquitectura
es su explicita exposición de la doctrina clásica según la cual los ordenes son una estructura
de armazón, pues estas ideas dominaron en el racionalismo clásico cuando se enfrentó con
el problema de emplear estructuras de hierro y hormigón armado a finales de siglo.
Aunque en el último caso tenemos un sistema de pilares entre los que se hallan las puertas y
ventanas, en ambos los soportes verticales tienen el mismo destino. Ya que la disposición
de pilare, columnas y arquitrabes continuos debe estar cuidadosamente relacionada con las
partes esenciales de la estructura, y por tanto deben hacerse de modo que sus elementos
constitutivos se realicen y adornen con más o menos elegancia, así también las columnas
que sostienen los pilares deben tener la misma ornamentación y las mismas molduras. Esta
es la razón decía, por la que los sistemas griegos y romanos todavía eran válidos en la
época actual, con ciertas modificaciones impuestas por la razón y el buen gusto.
Vale la pena comprender que Ardant no se refirió en ningún lugar a los nuevos materiales
estructurales, éste pudo ser el mayor defecto de sus clases. Incluso Reynaud, que había
tenido una experiencia considerable en la construcción metálica con el diseño de faros,
dedicó muy poco espacio a la construcción, dedicó muy poco espacio a la construcción
metálica desempañaba un escaso papel en la evolución del diseño arquitectónico antes de la
explotación comercial del acero laminado, hacia 1880, y la mayoría de las especulaciones
sobre la nueva arquitectura de hierro y vidrio se produjo sólo en los escritos de los amateurs
entusiastas y no en las obras de los arquitectos e ingenieros.
La influencia de los nuevos materiales en la construcción el hierro, el acero y el hormigón
armado tardaron en producir la nueva arquitectura por la que tantos teóricos clamaban.
Es conocido el aumento en el empleo de hierro a mitad del siglo XVIII que se debió a la
sustitución del carbón de cook por el carbón vegetal para fundir los materiales de hierro,
por lo que el hierro fundido se produjo desde entonces en grandes cantidades. Antes de
1750, no se fabricaba hierro fundido, sino solo hierro maleable. El sistema empleado
normalmente era a base de capas alternadas de carbón vegetal y mineral en el horno,
calentándolos con fuelles movidos por ruedas hidráulicas. La mayor desventaja de este
primitivo proceso era el precio del carbón vegetal usado para fundir el mineral de hierro;
otra desventaja era la pequeña cantidad de mineral que podía fundirse en cada operación. Si
se superponían demasiadas capas, las inferiores de carbón vegetal se comprimían y eran
absorbidas por el mineral recién fundido, al contrario del hierro maleable, se producía un
hierro con tan alto contenido de carbono que solo valía para ser fundido.
La diferencia entre los dos tipos de hierro es esencial para comprender ciertos problemas
arquitectónicos. El hierro fundido, el más económico y fácil de producir, era quebradizo,
tenía poca resistencia a la tracción y era maleable y relativamente resistente al fuego, era el
apropiado para el uso en arquitectura; pero solo se podía fabricar su contenido de carbono.
Es significativo que ninguna sección de hierro en “I” se laminara antes de 1847.
El desarrollo de la construcción metálica no tuvo lugar hasta que Henry Bessemer inventó
un método económico para convertir en hierro fierro fundido directamente en acero; pero
aunque esto ocurrió en 1856, nadie inventó un método barato de sacar el fósforo del hierro
hasta 1879, y solo a finales del siglo XIX el acero de manganeso y otras aleaciones
modernas fueron puestas al punto para fines constructivos. El primer puente de ferrocarril,
que se construyó enteramente de acero, fue en Glaslow, el South Dakota, construido en
1878 y tuvieron que pasar otros seis años antes de que se laminaran secciones adecuadas
para edificios. La primera estructura de acero para un edificio construido en Inglaterra se
hizo en 1904. Incluso la torre Eiffel, que muchas veces se describe como la primera
estructura monumental construida en acero, se construyó de hierro forjado, y Gustave Eiffel
tuvo muchos problemas para explicar el por qué confiaba tanto en ese material. Desde
luego nada puede justificar mas claramente la tardía introducción del acero en los dominios
arquitectónicos que el hecho de que el propio Eiffel desconfiara de los métodos de
fabricación del acero en su tiempo. También el hormigón armado tuvo un desarrollo tardío .
Hasta 1880 la insuficiencia de los ingenieros en la arquitectura se debió mas a su
racionalismo que al uso de nuevos materiales.
Racionalismo
La mejor definición de Racionalismo se encuentra en un artículo escrito por César Delay en
1864, definió al racionalismo como la creencia común de los goticistas, clasicistas y
eclécticos franceses, de que la arquitectura es construcción ornamental u ornamentada. Pero
Daly definió el racionalismo como la convicción de que las formas arquitectónicas no solo
requieren una justificación racional, sino que solamente podían justificarse si sus leyes
derivaban de las de la ciencia. Añadió que la escuela racionalista tenía la extraña
característica de existir “sin ser conocida por la mayor parte de sus miembros”, aunque
podía ser identificada por las convicciones comunes compartidas por gran número de
arquitectos.
En otras palabras, los racionalistas eran, simplemente aquellos arquitectos que creían que la
forma arquitectónica era esencialmente la forma estructural, por más que se adornaran o
refinaran las formas básicas. Se puede clasificar como Racionalistas a el grupo de teóricos
arquitectónicos y a las ideas de los ingenieros creadores de estructuras. Sus más elocuentes
defensores estaban en Francia, donde los arquitectos habían mantenido esas doctrinas a
través del periodo clásico como herencia de los maestros de obra de la Edad Media, de los
que muchos procedían directamente. Las doctrinas francesas, tanto literarias como
arquitectónicas, siempre habían igualado a la verdad y la belleza. La idea se había
expresado arquitectónicamente por una consideración particular de la integridad tectónica
de los edificios; la misma actitud continuó incluso cuando la autoridad de los prototipos
antiguos desapareció.
Según Daly, los racionalistas querían conciliar la arquitectura moderna con la ciencia y la
industria moderna; consideración que era imposible en los que imitaba ciegamente templos,
catedrales y castillos. Pensaba que el racionalismo era una medida intermedia, pues cuando
se hubiera logrado un acuerdo entre la arquitectura y la ciencia, el racionalismo
desaparecería y se reabsorbía en una escuela más autentica y elevada, de la cual habría
preparado el advenimiento, es decir lograda la alianza entre arquitectura y razón, sólo era
posible la alianza de arquitectura y sentimiento y sólo esta decía, merecía el nombre de arte
en su connotación espiritual.
En los últimos 40 años la búsqueda de el racionalismo estructural ha sido muy modificada
por la búsqueda de formas abstractas arbitrarias, hasta el extremo en que el racionalismo
puro puede considerarse históricamente como un fenómeno típico del siglo XIX.
Históricamente, vale la pena señalar que, aunque el racionalismo clásico precedió al
racionalismo gótico en el tiempo, el primero desde su formulación en el siglo XVIII, estuvo
muy influenciado por la arquitectura gótica. Los racionalistas góticos y los racionalistas
clásicos constituyeron dos escuelas distintas y a veces hostiles, pero en la década de 1750 –
1760, cuando aún eran incuestionables los principios generales de la arquitectura clásica, la
economía y el virtuosismo de la bóveda medieval hizo que los teóricos enunciaran por
primera vez sus ideas racionalistas, J. G. Soufflot, el primero y tal vez el más grande
arquitecto de la escuela del clasicismo racionalista, hizo importantes estudios de edificios
como Notre-Dame antes de diseñar su iglesia Sta. Geneviève . en 1762 anunció a la
Academia de París que empleando los ordenes como los primeros griegos, se podía lograr
la luminosidad que muchos admiraban en los monumentos góticos, y podían conseguirse
un gran ahorro de material. En 1741, había dado una conferencia sobre arquitectura gótica
en la academia de Lyon, pidiendo al público que admirara la atrevida lógica de las
construcciones góticas, y que hiciera algunos razonamientos sobre su interés en los
problemas de diseño de la época. En lo referente a su construcción – observó - , las iglesias
góticas son más ingeniosas , mas atrevidas e incluso más difíciles de construir que las de su
tiempo. Decía que las columnas de los edificios góticos, estaban perforadas por pasadizos
hasta quedar reducidas a casi nada, a pesar de tener que sostener las grandes bóvedas de
piedra, y encima, las cubiertas de madera. Observó que los arquitectos medievales sabían
dirigir los empujes a los puntos de mayor resistencia usando las columnas y arcos más
finos. Desde su punto de vista, la arquitectura romana era, por el contrario, pesada, defecto
no solo debido a las proporciones de los espacios, sino al carácter de los soportes y de las
bóvedas, que no eran ni tan delicadas , ni tan difíciles de ejecutar como las de los edificios
medievales. Soufflot intentó superar estos defectos en su iglesia de Sta. Geneviève y
contrató los servicios de los ingenieros del Departamento de Puentes y Caminos para dar a
su edificio una estructura lo más audaz posible.
Soufflot no hizo esto para simplificar la composición, o para abandonar las reglas clásicas
establecidas que regían las proporciones de los elementos estándar de las estructuras de
fábrica. El racionalismo no significaba para el ni ha significado nunca para ningún teórico
de esta escuela una estructura económica lograda al adoptar formas elementales,
construidas con materiales baratos; simplemente significaba limitar los efectos estéticos a
los que lógicamente dimanaban de la naturaleza de los componentes estructurales,
diseñando estos componentes con un criterio racional. Incluso Blondel que no se dedicó a
temas de construcción de edificios, pero fue probablemente el primer teórico que enseñó
que la buena arquitectura era inseparable de la razón, definió arquitectura en 1752, com un
arte cuya primera virtud es expresar la solidez, teniendo como objeto la construcción; luego
la comodidad, de cada tipo de edificio, y finalmente la decoración, que consiste en la
apropiada disposición del edificio, y finalmente en general y, en particular, en la
distribución de los ornamentos.
E importante para la historia del último racionalismo el hecho de que los teóricos franceses
desde la época final de Blondel definieran la arquitectura como el arte de construir;
definición que nunca fue doctrina ortodoxa de Vitruvio, y que tampoco aparece en los
textos italianos basados en dicho autor romano.
Entre algunos libros de texto de los racionalistas clásicos franceses dedicados a la
construcción de los edificios debe mecionarse al mas importante autor especulativo de este
tiempo Marc-Antoine Laugier, cuyo ensayo sobre Arquitectura se publicó en 1753 por
primera vez. Las ideas básicas de Laugier son necesarias para mantener el hilo de los
argumentos racionalistas; de otro modo la base teórica de muchas ideas del siglo XIX podía
no quedar clara.
Laugier comienza su libro diciendo en las artes que n eran puramente mecánicas, era
necesario, antes que nada, aprender a razonar, pues un artista debe ser capaz de justificar
por razones todo lo que hace. Sigue la obra con una completa exposición racionalista de las
construcciones góticas y clásicas. Afirma que las partes de un orden arquitectónico solo son
componentes de un edificio; tienen que emplearse de tal modo que no solo sirvan para
decorar el edificio sino para construirlo, de modo que si se saca un elemento todo el
edificio debe deshacerse. Pensaba que era fácil distinguir entre los elementos esenciales de
un orden clásico y los que se necesitaban prácticamente. Los elementos esenciales eran las
columnas exentas, los entablamentos que éstas sostenían, y los frontones superpuestos que
terminaban una cubierta inclinada.
El argumento de Laugier era sutil ya que se refería a elementos griegos y no a
composiciones griegas. Escribió que los edificios góticos a veces han llevado a la
delicadeza a extremos absolutos, más allá incluso de los límites aceptados generalmente.
Pero estos edificios no eran menos estables que los construidos en su tiempo , como lo
probaba su duración, y que era hora que tomaran nota del espíritu de esta arquitectura,
aunque parezca ridícula, y de que estudiaran los artificios usados en esa manera de
construir, donde todo es consistente aunque sea extremadamente fino.
La idea de no esculpir sólo la apariencia de la estructura en la superficie del edificio, sino
de construir los edificios con la estructura autentica continuó dominando el pensamiento de
los racionalistas clásicos y se encuentran exponentes como J. A. Borgnis y Léonce
Reynaud. Según el Tratado elemental de la construcción de Borgnis, los conjuntos de
columnas o de los pilares que sólo formasen una arquitectura en relieve no tenían ni la
belleza ni la magnificencia de las columnas aisladas, y sólo se podía utilizar si el
observador no perdía de vista el hecho de que esta arquitectura en relieve constituía, como
en un peristilo abierto, una parte del edificio, y que debían ser de materiales sólidos
trabajados con cuidado. El resto del edificio, siendo de relleno, podía ser de materiales
menos vigorosos, sin que la vista sufriera por la solidez del edificio. Un buen arquitecto no
debía considerar el relieve de la arquitectura como una simple decoración, sino como algo
útil, compuesto de elementos fundamentales que marcan la situación de los vanos de las
divisiones mientras el edificio se proyecta. Su racionalismo es evidente desde el principio
de su tratado, pues ya anunció en su prólogo que la arquitectura es un arte que necesita más
de razonamientos que de inspiración y más conocimientos prácticos que palabras. Su deseo
era que los arquitectos llevaran a cabo económica y adecuadamente todas las condiciones
pedidas por la naturaleza y el cliente. Para el la analogía que algunos habían intentado
establecer entre la arquitectura y las artes de imitación como la pintura y escultura, era
completamente injustificada pues mientras el principal fin de la arquitectura era la utilidad.
La pintura y la escultura se limitaba a causar placer a los ojos, o al entendimiento. Decía
que esa falsa analogía había retrasado el progreso de la arquitectura al dirigir el estudio de
arquitectos jóvenes por caminos falsos. Se les había inculcado que el fin primordial era
producir sensaciones agradables por la pintoresca y elegante combinación de masas,
tendiendo a convertirlos en decoradores en vez de arquitectos.
Vale la pena señalar que , antes de la Revolución Francesa, la arquitectura se había
enseñado con independencia completa en las academias de Pintura y Escultura,
consistiendo en conferencias sobre teoría y matemáticas dadas en la academia de
Arquitectura, combinadas con un sistema de pupilaje dirigido por miembros de la misma
Academia. Después de la Revolución, las tres disciplinas se unieron para formar una sola
academia de Bellas Artes. La critica de Borgnis iba contra la sumisión de la arquitectura a
las artes del dibujo, típica de los principios del Renacimiento Italiano.
Para ser justos con la Escuela de las Bellas Artes, se debe admitir que la mala costumbre de
tratar la arquitectura como un asunto semejante a la representación dramática, pictórica y
ornamental se había producido ya mucho antes de que se aplicaran las reformas
administrativas de Napoleón en 1806. En 1789 Rondelet se quejaba de que desde el
renacimiento los arquitectos se han preocupado en demasía por la decoración, y han hecho
de esta parte accesoria de la arquitectura el fin principal. El origen del abuso decía, pudo
comenzar cuando la arquitectura gótica fue abandonada en Italia. Los primeros arquitectos
que habían sugerido la nueva moda habían sido pintores y dibujantes y por tanto no habían
pensado, dominantemente, sino, en lo relativo a la decoración, ya que esta parte de la
arquitectura les era más fácil que el planeamiento, por que este requería conocimientos
especializados. Los productos de estos primeros arquitectos consistían principalmente en
elementos decorativos, que no eran parte esencial del edificio, produciendo revestimientos
pesados y caros e los que todo dependía del capricho del decorador. El favor especial
ofrecido a los decoradores especializados fue la causa de que muchos arquitectos
abandonaran el estudio del planeamiento y especialmente el de la construcción. Se
prodigaban distinciones y premios a aquellos que despuntaban en la decoración y se daba la
impresión de considerar las otras partes de la arquitectura como degradantes y
despreciables, incluso aunque a la vista de Rondelet estos eran de hecho los aspectos más
esenciales del arte de construir.
Rondelet propuso que en vez de tener un solo profesor en la nueva escuela de arquitectura
debería haber profesores de planeamiento y construcción. Los proyectos y competiciones se
podían entonces enfocar hacia estos tres aspectos, mientras que el Premio de Roma
requeriría de la unión de los tres.
La arquitectura no era como la pintura o la escultura, un arte cuyo único fin era el gusto, y
en el que el artista, ejecutando sus propios proyectos, podía abandonarse al fuego de su
propia imaginación. La arquitectura era una ciencia, y su fin esencial era construir sólida y
cómodamente, construir edificios que combinaran de la forma más bella las partes
necesarias para su fin.
No hay duda que los racionalistas clásicos merecían los dos términos de su apelativo, ya
que inclinados por temperamento a razonar todo elemento de diseño, tampoco estaban
dispuestos a despreciar cualquier forma antigua. El racionalismo clásico no produjo
ninguna obra de arquitectura nueva, pero en esencia los racionalistas clásicos pedían tres
cosas a la arquitectura, en primer lugar, una revaloración de las proporciones de todos los
elementos estructurales con respecto a la ciencia de la resistencia de materiales
recientemente establecida; en segundo lugar un acercamiento lógico al planeamiento con
respecto a las exigencias actuales de los ocupantes y en tercer lugar un acercamiento más
flexible a las nociones clásicas de simetría y regularidad.
Aparte de su actitud acerca del planeamiento, la doctrina de los racionalistas clásicos se
resolvía en una filosofía inspirada el lo que un periodista de la Revue Genérale de
l’architecture llamaría la naturaleza de los materiales.
Esta nueva filosofía sólo fue aplicable cuando la necesidad o la economía hicieron preciso
el uso de nuevos materiales, como los metales o el hormigón armado. Reynaud , como los
otros racionalistas clásicos, sabían muy bien que para los materiales que la industria les
acababa de dar, se necesitarían formas y proporciones nuevas.
Para los racionalistas la nueva forma de expresión parecía tener que excluirlos
automáticamente. Los que buscaban una nueva arquitectura a cualquier precio y usaban
nuevos sistemas de construcción sin ninguna justificación racional desde el punto de vista
de la conveniencia o el costo, eran los que creían que producían una nueva arquitectura en
cada edificio que construían.
El racionalismo tanto clásico como gótico o ecléctico, fue el movimiento arquitectónico
más difundido y ciertamente el más saludable del siglo XIX y muchos ejemplos que
parecen ser simples ejemplos de historicismo, son de hecho honestos intentos de poner en
práctica los ideales racionalistas.
El racionalismo no produjo resultados sino visibles y tangibles hasta que al explotación
comercial de las estructuras de acero y hormigón armado se hubo difundido a partir de
1890.eran los materiales ideales para el racionalismo clásico, pues por la misma naturaleza
de los sistemas de estructura y de los espacios que normalmente tenían que limitar, eran
arquitrabados , por lo tanto poseían en potencia todas las cualidades de incombustibilidad y
de resistencia al clima del hormigón permitían usarlo si revestimiento exterior, como era
necesario para el acero. Era inevitable que tare o temprano alguien usara el hormigón
armado de acuerdo con los principios de los racionalistas clásicos. Con el tiempo el
realizador de esto seria Auguste Perret, el último gran teórico de los racionalistas clásicos ,
y autor de libros de texto típicos sobre el tema publicados a finales del siglo XIX. Pero
Perret también aprendió leyendo obras de Viollet-le-Duc sobre racionalismo gótico, y por
experiencia práctica en la firma constructora de su padre.

Racionalismo gótico.
El racionalismo gótico, a mediados del siglo XVIII, no era teóricamente distinto del
racionalismo clásico, ya que ambos eran manifestaciones de la creencia de que la
arquitectura obtiene su mejor expresión en el uso económico de las formas estructurales.
Pero era inevitable que las dos se separaran, por el desacuerdo general surgido entre
neoclasicistas y neogoticistas durante el siglo XIX. La razón de los goticistas para
precipitar el cisma era su objeción a los arcos de punto redondo usados por los clasicistas.
Discutían con bastante justificación que esto era estructuralmente irracional, y que era un
ejemplo patente del traslado de un sistema estructural a una forma tectónica preconcebida.
Pero la verdadera razón del cisma era el hecho de que creían fervientemente en el gótico
por razones estructurales, y no querían comprometerse haciendo una síntesis racional entre
los ideales clásicos y góticos. La síntesis no se llevó a cabo hasta finales del siglo XIX, con
la obra histórica de Auguste Choisy y los trabajos teóricos de Julien Guadet. Por entonces,
los nuevos sistemas estructurales convertían en anticuada cualquier especulación sobre la
construcción en piedra, y aunque la síntesis no se perdió, no tuvo el valor inmediato que
pudo haber tenido cincuenta años antes.
La debilidad del racionalismo gótico, al independizarse precipitadamente del racionalismo
clásico, fue que en pleno siglo XIX implicaba la resurrección más que las reformas; pues
aunque parezca extravagante el sistema clásico con sus complicadas técnicas para construir
las formas arquitrabadas, al menos constituía un sistema de construcción en piedra que se
había desarrollado con continuidad desde el final de la Edad Media hasta la época
contemporánea. Puede discutirse que cuando los racionalistas góticos insistieron en que los
artesanos de la construcción podían ser completamente dejados de lado, no pedían nada
irrazonable, y de hecho estaban mostrando notable clarividencia. En los últimos años, la
enseñanza de los artesanos constructores se habían convertido en algo radicalmente distinto
de lo que fuera cien años antes. a pesar de todo los racionalistas clásicos, nunca negaron
que la tecnología de la construcción tendría que cambiar y evolucionar; simplemente,
negaban la necesidad de volver a la Edad Media para poder establecer el movimiento de
este proceso revolucionario apropiadamente. Como dijo Léonce Reynaud el arte de la Edad
Media está muerto y aunque se pueda galvanizar un cuerpo no se le puede volver a dar
vida. La arquitectura el siglo XIII, verdadera en su tiempo, hoy sería completamente falsa.
El dilema llegó a ser evidente en Francia durante la controversia que surgió sobre la
construcción de Sainte-Clothilde de París en 1845, cuando se le pidió a ala Academia que
se pronunciara sobre este tema sostuvo que a pesar de la idoneidad de la atmósfera
religiosa creada por las iglesias góticas, no era permisible retroceder cuatro siglos para dar
expresión monumental a una sociedad que a lo largo de todo ese tiempo, había adquirido
exigencias, costumbres, hábitos nuevos. Solo había un medio natural y legítimo para que la
sociedad fuese artísticamente productiva, decía y este era corresponder a la propia época
vivir con las ideas de su propio siglo, y asirse a todos los elementos apropiados de la
civilización que se podía encontrar y tomar del pasado y del presente todos los elementos
que puedan servir para un fin útil, obviamente esta doctrina ecléctica no satisfacía a los
más convencidos neogoticistas.
Para justificar la invitación al gótico, Villet-le-Duc dijo que ya el arte progresaba
gradualmente, los arquitectos para liberarse de las trabas del pasado inmediato podían
copiar edificios basados en el sistema estructural más racional de todos los que pudieran
encontrar. Así podrían a su debido tiempo construir obras de arte originales. Pero la poca
profundidad de este argumento llegó a ser demasiado clara en 1850-1860. Hasta finales de
siglo con la construcción de la iglesia de Saint-Jean de Montmartre en hormigón, por
Anatole de Baudot, tuvo éxito con la mera imitación de las formas góticas. De hecho la
única defensa sólida de los racionalistas góticos se basaba que en el gótico era el sistema
más científico de construcción en piedra, y que por tanto debía ser adoptado también en los
edificios e ladrillo. Pero era muy difícil en la práctica e incluso ilógico en teoría, establecer
una verdadera distinción entre la adopción de los principios de albañilearía medieval y los
prototipos tectónicos medievales.
En Inglaterra no faltaron escritores ansiosos de exponer el punto de vista gótico racionalista
ante un público británico. En 1805 el doctor John Robinson en una serie de conferencias
había afirmado que la arquitectura gótica tal vez debiera ser llamada arquitectura racional,
añadiendo que era muy útil estudiar las construcción de las bóvedas góticas, y examinar sus
partes componentes, no como ornamentos sino como miembros útiles, pues todo esto no es
comprensible sino conocimientos mecánicos, cosa que pocos arquitectos profesionales
poseían.
Probablemente el primer libro que expuso de forma coherente que la arquitectura gótica era
la única arquitectura verdadera, y que era verdadera por que sus formas derivaban solo de
las leyes estructurales fue A. W. N. Pugin , que reunía una serie de conferencias publicadas
en 1841, empezaba explicando que las dos grandes reglas del diseño son, en primer lugar,
que no haya en un edificio nada que no sea necesario, y que en segundo lugar, que todo
ornamento debe consistir simplemente en el enriquecimiento de la construcción esencial de
un edificio. A su vez esta construcción variará según el material empleado, y por tanto, los
diseños, deberían adaptarse al material en que serán ejecutados. Solo en la arquitectura
ojival, se habían cumplido estos grandes principios, y anunció su intención de demostrar
esta tesis en cada tipo de edificio medieval, desde las catedrales a las simples viviendas.
De acuerdo con Pugin la arquitectura gótica no ocultaba su construcción sino que la
embellecía. Una columna gótica era un miembro arquitectónico que solo se empleaba para
sostener cargas importantes evitando la obstrucción de un muro sólido. Por este motivo los
pilares adosados de la arquitectura clásica siempre eran falsos; en cambio, los contrafuertes
góticos mostraban su función , disminuyendo con la altura, pues también con la altura
diminuía la carga, mientras que los pilares clásicos, siendo de sección constante eran
ilógicos como forma estructural. Los contrafuertes y arbotantes demostraban que los
soportes esenciales de un edificio se podían convertir en algo ligero, elegante y decorativo.
Las teorías del racionalismo gótico eran útiles principalmente como justificación de cierto
tipo de arquitectura religiosa, y por estos muchos argumentos se hundieron cuando si
intentó adaptar los principios góticos a las exigencias mundanas de la época
contemporánea.
El gran apóstol del racionalismo gótico fue Eugène-Emmanuel Viollet-le-Duc; pasó la
primera parte de su vida restaurando y estudiando monumentos medievales, por lo que
pudo plantear con mayor conocimiento que cualquiera de sus contemporáneos los
principios estructurales sobre los que se debería basar una teoría de la arquitectura gótica.
Viollet-le-Duc se refería esencialmente a la arquitectura gótica, solo que no era ni un
romántico ni un entusiasta religioso, también admitió incluso que los templos griegos
también eran racionales. Afirmaba que en la arquitectura griega, la forma visible desde el
exterior era resultado de su construcción o que la forma exterior de la arquitectura griega
era el resultado de una construcción razonada. Así mientras despreciaba la arquitectura
romana por que era hormigón revestido y la arquitectura renacentista que aunque no era de
hormigón derivaba de las formas de hormigón, admiraba edificios como los palacios de
Gabriel en la plaza de la Concordia, de París donde había columnas clásicas libres
soportando arcos planos reforzados y bóvedas planas de piedra. Los órdenes
arquitectónicos inventados por los griegos son la estructura misma, proclamada en palabras
que casi parafrasean a Laugier; la estructura y la apariencia de los edificios griegos están
esencialmente unidas, ya que es imposible extraer cualquier parte del orden sin destruir el
propio instrumento. Para el este principio aún estaba mejor expresado en la arquitectura
gótica, escribió que se puede afirmar que es imposible separar la forma de la arquitectura
del siglo XIII de su estructura, ya que cada miembro de esta arquitectura es consecuencia
de una necesidad estructural. Por lo que es imposible extraer o modificar cualquier forma
decorativa si dañar la solidez del edificio, o , como decía Viollet, su “organismo”. La
arquitectura del siglo XIII tenía en su opinión, la virtud de ser aplicable sincera y
universalmente, por que sus formas procedían de principios razonados, y no de formas
arbitrarias. Las formas no podían ser caprichosas, pues eran la simple expresión de la
estructura.
En la base de sus principios, Viollet-le-Duc, especuló sobre la naturaleza de una
arquitectura apropiada de la época, pero, a diferencia de muchos historicistas góticos, no
sólo aceptó el hierro fundido, sino que afirmó que solo usando los nuevos materiales
estructurales se podía evolucionar hacia una nueva arquitectura. Escribió la Arquitectura
sólo puede ser dotada de formas nuevas si se busca en la aplicación rigurosa de nuevas
estructuras. Sus deseos de descubrir formas nuevas la llevaron a diseñar combinaciones de
hierro y ladrillo que ningún constructor de edificios con experiencia hubiera aceptado, y
también sistemas de triangulación de los que cualquier ingeniero se habría burlado. En este
aspecto vale la pena comparar sus logros con los de Auguste Perret que se inspiró en
Viollet-le-Duc. La superioridad de Perret se basaba en el hecho de que adoptó un sistema
estructural que ya había sido desarrollado por los ingenieros y constructores de edificios,
por lo que este sistema conservaba su validez hasta que fuese sustituido por métodos más
económicos y racionales de usar el hormigón. Pero el sistema de Viollet-le-Duc fue
invención especulativa sin un conocimiento técnico y sin recibir ninguna ayuda de la
industria de la construcción de su tiempo; por eso sus proyectos imaginarios tuvieron poca
importancia en el proceso general. A pesar de todo aunque el mismo Viollet-le-Duc fue
incapaz de diseñar una nueva arquitectura, sus escritos fueron la principal fuente del
racionalismo estructural de sus sucesores y se puede decir que nadie ha expuesto tan
coherente y plausiblemente el punto de vista racionalista.
Perret era estudiante de la École des Beaux Arts y era hijo de un contratista de obras. Por
ello dispuso de unos conocimientos prácticos que le convirtieron en un constructor con
destreza del tipo que Viollet-le-Duc admiraba. Esta experiencia junto con la perfección de
los ingenieros y contratistas de obras lograban por aquel entonces en las técnicas de
construcción de estructuras de hormigón armado, le convirtió en el precursor del
movimiento moderno. No debemos pasar por alto el hecho de que el conocimiento práctico
de la construcción influyó también en otros sitios, notablemente en la Bauhaus. Mies Van
der Rohe, por ejemplo tuvo una formación práctica antes de evolucionar hacia una
arquitectura propia. No hay duda de que esta formación, que fue básica en los primeros
planes de estudio de la Bauhaus había sido abandonada en la educación arquitectónica,
aunque se puede argumentar quesea destreza práctica en la tecnología de la construcción
sólo es de vital importancia en periodos de cambios radicales.
Otro aspecto del racionalismo gótico, que había de tener en considerable influencia en el
desarrollo de los ideales arquitectónicos, fue la noción de que la estructura era algo
dinámico.
El término “dinámica arquitectónica” fue probablemente usado por primera vez por Alfred
Batholomew, cuando superpuso el dibujo de un esqueleto humano al diagrama de un
contrafuerte gótico, la idea también fue expuesta por Viollet-le.Duc , que comparó la
estabilidad de una catedral gótica con la estabilidad de una estructura humana: Igual que el
cuerpo humano, dijo, se apoya en el suelo por dos finos soportes, ocupando el menor
espacio posible, así el edificio gótico se sostiene por un sistema de puntales cuya
estabilidad sólo se mantiene por combinación y desarrollo de las partes superiores. Por
tanto, no se puede quitar uno de esos órganos superiores sin que se caiga todo el edificio,
pues sólo adquiere estabilidad por las leyes del equilibrio.
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En ese periodo, hubo muchos ingenieros que despreciaron la idea de equilibrio dinámico,
Léonce Reynaud, por ejemplo, al condenar los contrafuertes y arbotantes, sino que prefería
los edificios medievales en los que el sistema de contrafuertes. También despreció los
audaces soportes góticos que para el, eran totalmente artificiales, pus por los pilares góticos
no eran realmente delgados sino que lo parecían por las molduras decorativas de las
columnas. Las actitudes opuestas de Viollet-le-Duc y Reynaud no procedían del análisis
matemático y de la lógica estructural, sino que los prejuicios estéticos opuestos ligados a
los puntos del gótico y clásico.
Los clasicistas siempre han apoyado la búsqueda deliberada del reposo apacible, y ya en la
academia Francesa había establecido la regla de que no se debe prestar atención a la real y
efectiva solidez sino huir de los caprichos góticos que muestran una búsqueda afectada de
lo maravilloso y sorprendente.
Hoy es casi obligatorio soportar un edificio con lo que Viollet-le-Duc llamó puntales y que
Le Corbusier ha llamado pilotes, mientras los voladizos que los que los primeros clasicistas
desconfiaban son hoy de uso común.
Los racionalistas clásicos como Reynaud decían que era irracional que los albañiles del
siglo XIII hubiesen buscado dificultades de ejecución; pero eran estas dificultades las que
mas estimulaban a los racionalistas góticos, aunque pocos de sus edificios eran más audaces
que los de los clasicistas, a quienes despreciaban.
Hoy los ideales de los racionalistas góticos nos parecen muy claramente en un gusto por la
acrobacias estructurales y por las superficies no pulidas. En 1862, Fergusson pedía que las
puertas de las viviendas fueran simples y que las maderas del techo de las habitaciones
fueron expuestas, rudamente escuadradas, con los nudos y los clavos a la vista. Hoy los
brutalistas piden que el hormigón se ponga en un encofrado sin pulir, y no en superficies
refinadas, aunque en los Estados Unidos hay casos conocidos de admiradores de Le
Corbusier que han producido superficie rudas artificialmente y con considerable coste. Se
puede, claro, despreciar estas actitudes como modas temporales y no hay duda de que el
gusto por las superficies rudas es hasta cierto unto una reacción momentánea contra
superficies estucadas de Estilo Internacional en torno a 1930. Pero no se puede degradar la
profunda influencia que el gusto del racionalismo estructural, tanto clásico como gótico, ha
tenido en la especulación arquitectónica contemporánea. Aunque el énfasis de la expresión
estructural puede haber sido reducido por los efectos especiales escultóricos y por las
necesidades del nuevo planeamiento, todavía es hoy, en potencia, uno de los ideales más
vigorosos de la época contemporánea, y no sería exagerado decir que es la noción que
ofrece los aspectos más fructíferos para el futuro desarrollo del pensamiento arquitectónico
actual.