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DISCURSO DE APERTURA
(Traducción no oficial)
S.E. Card. Antonio Maria VEGLIÒ
Presidente del Pontificio Consejo
para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes
Eminencias,
Excelencias,
Ilustres Representantes de Organismos internacionales,
Queridos Participantes,
Con gran alegría doy la bienvenida a todos los aquí presentes. Este es el mayor
Congreso Mundial jamás organizado en la historia del Apostolado del Mar. Están
aquí reunidos más de 400 delegados procedentes de 70 Países, que aportan sus
diferencias sociales, culturales y nacionales. Pero en esta sala, reunidos en nombre de
Cristo, bajo el logo que reproduce el ancla del amor y de la esperanza, somos una
única y gran familia: ¡la familia del Apostolado del Mar!
Estamos aquí para celebrar el XXIII Congreso Mundial. Muchos de ustedes
recordarán los anteriores de Gdynia (Polonia 2007) y de Río de Janeiro (Brasil 2002).
Otros recordarán también los Congresos de Davao (Filipinas 1997) y de Houston
(Texas, EE.UU 1992). Pero no sé cuántos de los aquí presentes recordarán el último
Congreso celebrado precisamente aquí, en octubre de 1982.
Después de 30 años, hemos optado por reunirnos una vez más en el Vaticano,
porque queríamos regresar a nuestras raíces y recordar el 90º aniversario de la
aprobación de las primeras Constituciones y la bendición de este nuevo Apostolado
por parte de Pío XI. La pequeña semilla de mostaza, sembrada hace 92 años en
Glasgow por un grupo reducido de laicos, ha crecido, cumpliendo el deseo de Pío XI
de que esta iniciativa se desarrollara en las áreas marítimas de los dos hemisferios.
Ustedes, junto con los demás miembros y amigos del Apostolado del Mar que no
han podido estar aquí con nosotros, son el testimonio tangible de que este es un
apostolado importante y esencial para los marinos, los pescadores y sus familias.
Como obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, ustedes son la tripulación
multinacional de esta pastoral, a la que se le encomienda la labor de evangelizar el
mundo marítimo. Lo hacen al comienzo del Año de la Fe e inmediatamente después
de la conclusión del Sínodo de los Obispos sobre la nueva evangelización, que se ha
celebrado en esta misma Aula, y en el que yo mismo he participado.
La evangelización de los marinos, los pescadores y de sus familias no difiere de la
de aquellos que pertenecen a otras categorías sociales. Para la Iglesia, evangelizar
significa llevar la Buena Nueva a todos los seres humanos. Sin embargo, los medios y
los instrumentos deben ser elegidos con cuidado, teniendo siempre en cuenta las
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condiciones y las situaciones de aquellos que la recibirán; porque si nos referimos a
quienes pertenecen al mundo del mar, ellos están más allá del alcance del cuidado
pastoral ordinario de la Iglesia, porque están obligados a permanecer lejos de su
comunidad cristiana durante meses.
El desarrollo tecnológico de la industria marítima, los crecientes problemas
relativos a la vida y al trabajo de los marinos, los retos que plantean las nuevas y a
menudo restrictivas normas, y la crisis económica mundial, obligan al Apostolado
del Mar a evangelizar en condiciones bastante difíciles. A pesar de todas estas
dificultades, el mundo marítimo es un terreno fértil para la evangelización. Los
barcos, de hecho, navegan por los siete mares del mundo, de puerto en puerto,
transportando no solo mercancías, sino también tripulaciones de diferentes culturas,
tradiciones y religiones, y creando, para las personas de etnias diferentes, la
oportunidad de reunirse y de valorar las diferencias. Tripulaciones multinacionales
viven y trabajan en un espacio muy limitado, como es el de los barcos, lejos de sus
familias y comunidades cristianas durante meses, sin alimentos para su fe, que a
menudo es como una “mecha humeante”. La Nueva Evangelización y el Año de la Fe
invitan a cada capellán y voluntario del Apostolado del Mar a profundizar en su fe, a
creer en el mensaje evangélico y a continuar proclamando el Evangelio a aquellos
que no lo conocen y avivar así esa “mecha humeante” con su testimonio cristiano.
Este testimonio cristiano se debe realizar mediante un ministerio de presencia, de
servicio y de solidaridad continuos. Para los marinos que atracan en puertos
extranjeros, lejos de la ciudad, la presencia de un centro del Apostolado del Mar, con
el capellán y los voluntarios, es siempre un faro de luz para aquellos que han
navegado durante semanas, solo en compañía de sí mismos. El servicio constante,
brindado con amor, para responder a las necesidades de todas las tripulaciones,
independientemente de su credo y nacionalidad, ofrece esperanza en los momentos
de desaliento. La solidaridad con los marinos explotados y abandonados es
expresión del amor de Cristo por todos. ¡Con vuestra vida, muchas veces sin decir
una palabra, ustedes son artífices de la evangelización! La Iglesia aprecia su labor, y
está agradecida por lo que hacen.
Para llegar hasta aquí ustedes han emprendido viajes largos, han encontrado
dificultades para conseguir un visado de entrada, algunos de ustedes acaban de
llegar hace tan solo unas horas, por lo que todavía tienen que adaptarse al nuevo
huso horario. Han hecho todos estos sacrificios porque querían estar aquí, en este
Congreso, con sus historias y sus experiencias. Han venido para escuchar, compartir
y reflexionar, para regresar a sus puertos con un compromiso renovado, con
entusiasmo y unidad entre ustedes. El programa es intenso, pero está bien
organizado, los oradores son expertos en la materia y el Santo Padre nos recibirá en
Audiencia: estos son los ingredientes para que este Congreso, así lo esperamos,
pueda ser todo un éxito.
No habría sido posible organizar nuestro Congreso sin la ayuda financiera de
organizaciones marítimas y de amigos que, a pesar de la difícil situación económica,
han querido financiar generosamente diversos aspectos de este evento. Queremos
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reconocer su contribución y expresarles nuestro agradecimiento.
Quisiera añadir un recuerdo especial para algunas personas, aquí presentes, que
en los últimos años han navegado con nosotros y han sostenido la causa de la gente
de mar. Ellos, dentro de unos meses, dejarán su cargo actual. Me refiero a David
Cockcroft, Secretario General de la ITF desde 1993 (Federación Internacional de los
Trabajadores del Transporte), de Tom Holmer, Funcionario Administrativo del
Fondo de Marinos de la ITF y del Rev. Hennie La Grange, durante los últimos cuatro
años Secretario General de la ICMA (Organización Internacional Marítima Cristiana).
Les damos las gracias por sus generosos esfuerzos orientados a mejorar el bienestar
de los marinos, y esperamos que permanezcan vinculados al Apostolado del Mar. Un
especial agradecimiento a una de nuestras voluntarias, Dña. Rose Kearney, que,
durante más de cuarenta años, ha servido a los marinos con dedicación y dulzura en
el Stella Maris de Dublín.
Concluyendo quisiera invocar sobre todos nosotros durante estos días, la luz y la
protección de María, Estrella del Mar, recitando la oración del Beato Juan Pablo II, con
que concluía la Exhortación apostólica Ecclesia in Oceania. Ésta, también aparece en
la imagen de la Virgen Estrella del Mar, con rasgos asiáticos realizada precisamente
para esta ocasión por el pintor taiwanés Cheen Sheen.
Stella maris, luz de todo océano y Señora de las profundidades:
guía a los pueblos de Oceanía por todo mar oscuro y tempestuoso,
para que arriben al puerto de la paz y de la luz
preparado en Aquél que serenó las aguas.
Protege a todos tus hijos de todo mal,
porque altas son las olas y estamos lejos de casa.
Mientras nos aventuramos por los océanos del mundo
y atravesamos los desiertos de nuestro tiempo,
muéstranos, María, al Fruto de tu vientre,
que sin el Hijo tuyo perecemos.
Ruega para que jamás desfallezcamos a lo largo del camino,
para que en el corazón y en el ánimo, con palabras y hechos,
los días de borrasca y los días de bonanza,
podamos siempre dirigirnos a Cristo y decirle:
«¿Quién será éste al que hasta el mar y el viento así obedecen?».
Al la vez que les deseo a todos un encuentro fructífero, tengo el honor de declarar
abierto este XXIII Congreso Mundial del Apostolado del Mar.
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