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De regreso a los orígenes
Haydeé Gisela Salmones Castañeda
2008-1
El lenguaje es una capacidad innata del hombre. Pero hubo una época en la que todo
eran señas y sonidos; ¿cómo y cuándo apareció el lenguaje?, ¿Lucy y los homínidos
anteriores al Homo sapiens podían hablar?, ¿cómo buscar una oralidad que no deja
huellas físicas?
La antropología nos ofrece repuestas. Antes que nada, la aparición de
actividades artísticas, grupales y rituales nos hace pensar en la necesidad de un lenguaje
capaz de comunicar ideas, sentimientos... Podríamos pensar en el Homo erectus (hace
200000 años); sin embargo, el desarrollo del lenguaje está íntimamente ligado al del
cerebro (principalmente al área de Broca, que controla los músculos de la cara y el
aparato fonador, y el centro de Wernicke, que permite la comprensión). El Homo
erectus poseía un cerebro menor al del Homo sapiens, lo que nos indica que emitía
sonidos pero no tenía capacidad cognoscitiva, requisito para el lenguaje. En cuanto al
Homo sapiens arcaico (hace 400-200000 años), su cerebro permitiría, sin poder
asegurarlo, un lenguaje primitivo.
Aún así, es mucho más probable que el Neandertal (hace 100000 años) poseyera
un lenguaje, pues gozaba de un cerebro completamente desarrollado, formas avanzadas
de comportamiento y pensamiento simbólico (ritos, entierros), un hioides –hueso que
sirve de soporte a la laringe– similar al nuestro, así como un nervio hipoglósico
desarrollado –controla el movimiento de la lengua–. Pero de nuevo nos encontramos
con un obstáculo: sus órganos vocales eran muy similares a los de un primate y su
faringe estaba menos desarrollada que la del hombre actual.
Para entender lo anterior, es necesario aclarar que la existencia de un aparato
fonador –faringe, laringe, cavidad naso-bucal–, no necesariamente indica la presencia
del lenguaje: los primates también poseen aparato fonador, pero la comunicación animal
no puede compararse con el lenguaje humano. Ninguno de los órganos que usamos para
hablar fueron diseñados para ello: Lucy tenía faringe –respiraba y comía– pero no
necesariamente hablaba.
Por lo anterior, el mejor candidato sería el Homo sapiens (surgido hace 170000
años). Aquí podemos enumerar una serie de características que hacen de nuestro aparato
fonador un éxito: la lengua es más gruesa que la de los monos y antropoides,
permitiendo mayor movimiento; la postura erguida mejoró la ubicación adecuada de las
cuerdas vocales; la laringe del hombre está situada en una posición más baja dentro de
la garganta, esto hace que la faringe esté más desarrollada –module mejor los sonidos
producidos–, en monos y antropoides es rudimentaria; además, la posición de la laringe
nos deja producir más sonidos, principalmente tres vocales necesarias para el
entendimiento (son las que mejor reconoce el oído): /i/, /a/, /u/. En los primates y bebés,
la laringe posicionada más arriba origina sonidos nasalizados menos entendibles. En los
neandertales, el paladar estaba más adelantado, esto ocasionaba sonidos nasalizados,
más difíciles de percibir, además no podían pronunciar las tres vocales esenciales, ni
fonemas como /k/ y /g/.
Nuestra respuesta podría hallarse en el momento en que la laringe descendió
para permitirnos hablar, lo que también significa un peligro: un niño pequeño puede
comer y respirar al mismo tiempo, puesto que su laringe está más arriba; pero en un
adulto desciende, comunica tráquea y tubo digestivo, ¡por eso nos asfixiamos con la
comida!
Al final, debemos entender que no conocemos la fecha exacta del origen del
lenguaje, podemos asegurar que hace 5000 años poseíamos un lenguaje articulado y
completo: lo dice la primera muestra de escritura; pero ese lenguaje fue resultado de una
constante evolución, una que comenzó, al menos, hace 500000 años... quizá el Homo
sapiens fue el primero en decir “mamá”...
Bibliografía
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