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Universidad del Salvador.
Colegio Máximo.
Facultad de filosofía.
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ARGENTINA
Y LATINOAMERICANA.
ARGENTINA: EL PROYECTO
DE UN PUEBLO DIVIDIDO.
Profesor: Dr. Casalla, Mario C.
Lic. Casalla, María del Milagro
Alumno: Ramos, Rodolfo.
Curso: 4° Año - 2008
1
Argentina: el proyecto de un pueblo dividido.
Introducción.
“La identidad no es ser, sino conciencia”1. Es así que la identidad de los argentinos y
de lo argentino se forma en la conciencia de estar situado en un lugar determinado; la
Argentina.
Lugar que fue primero sentimiento, páthos, hogar, sustrato telúrico y horizonte de un
pueblo. Que luego fue hecho realidad en la liberación e independencia nacional.
Aunque a parir de allí hubo una escisión en el sentimiento popular debido a la
búsqueda de querer afianzar a esta nueva nación.
D. F. Sarmiento opto por un trasplante de valores europeos y norteamericanos.
Contrario a ello J. Hernández, y más tarde C. Astrada revalorizaron la esencia
argentina a través de la imagen mítica del gaucho. Por lo cual la Argentina se vio
impulsada por el conflicto de valores de distintas líneas de un mismo pueblo, que al
final resultan ser dos pueblos diferentes.
Mi objetivo con este trabajo es indagar sobre ese sentimiento, latente y profundo, que
surge del “domicilio existencial”2. Expresado en lo mítico del pueblo argentino y sus
diferencias. Para ello tomo algunas consideraciones conceptuales del pensamiento de
Rodolfo Kusch. Su binomio ser/estar son fundamentales, así mismo el concepto de
mito como la relación del pathos/ethos. También identificare tres etapas, propias de la
implicancia de lo americano en lo argentino a través de lo mítico, ellas son creación,
caída y redención. Daré cierta aproximación al concepto pueblo, y su antagonismo
arquetípico civilización/barbarie. Para finalizar con una reflexión de lo argentino como
posibilidad de lo universal situado desde su mito.
El proyecto; La Argentina.
Si bien el nombre proviene de argentum (plata) y designaba a toda la región del sur de
América Latina conocida como el Río de la Plata, no representa más que el
desencanto de los primeros conquistadores3. Territorio que de a poco fue tomando
carácter de nación.
1
Palabras de Walter Berg, citadas en el libro de Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira,
Buenos Aires, 2003, pág. 482.
2
Kusch, R., El hombre argentino y americano. Lo americano y lo argentino desde el ángulo simbólico
filosófico, Revista de filosofía lat. y C. Sociales, N 7/8 Año 1978. pág 162
3
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003, pág. 484
2
Pero su principal conflicto hasta entonces era su respectivo nombre. “El nombre
ensaya la nominación de alguna divinidad”4. Así lo divino será eso que lo crea, lo
contiene y sustenta desde lo misterioso, profundo y oculto.
Argentina antes que un sustantivo fue un adjetivo. De ahí que los argentinos fuimos
llamados por lo que no hay, la plata5. Pero esta designación tiene una doble polaridad,
primero nombra la que no hay, lo que no existe, lo que no es, más aun lo que no
tiene ser. Sin embargo, en segundo lugar, este adjetivo, que luego paso a ser un
sustantivo, señala un lugar, una situación. Por ende el vocablo argentino designa a un
sujeto que esta en un territorio especifico que lo configura; Argentina. Es, en suma,
antes de ser país el “lugar del domicilio existencial”, y antes de ser nación es hogar6.
Ese sentir, el de estar (y ser ) argentino, motivo a los criollos del Mayo de 1810 a
buscar al libertad y emancipación de España. Declarando la independencia en 1816, y
con gran sacrificio y conflictos internos, se hicieron llamar para el resto del mundo la
Republica Argentina. Ya en al constitución del 1826, en la del 1853, y luego en voz del
presidente Derqui se reafirma el nombre de la Republica Argentina. Que dos años más
tarde, Mitre en su presidencia volverá a reafirmar con el apelativo de nación7.
Aunque en el articulo 35 de la Constitución Argentina figuran cuatro nombres, que
corresponden a ciertas funciones determinadas. “Las denominaciones adoptadas
sucesivamente desde 1810 hasta el presente, a saber: Provincias Unidas del Río de la
Plata; República Argentina, Confederación Argentina, serán en adelante nombres
oficiales indistintamente para la designación del Gobierno y territorio de las provincias,
empleándose las palabras "Nación Argentina" en la formación y sanción de las leyes”8.
Esto evidencia que después de tanta historia aún hay cierta disgregación y hasta
oposición en cuanto al nombre que recibe esta nación. Que obviamente es el fruto del
sentimiento profundo de un pueblo enraizado, pero disperso en el horizonte. Lo que
llevo a este pueblo, en cierto sentido a traicionar su tierra optando por modelos
extranjeros.
De ahí la dicotomía del pueblos que habita en la Argentina. Uno que busca su esencia
en su habitad, en el suelo, y otro que aspira a ser, a constituirse con una esencia
extraña.
4
Kusch, R., El hombre argentino y americano. Lo americano y lo argentino desde el ángulo simbólico
filosófico, Revista de filosofía lat. y C. Sociales, N 7/8 Año 1978. pág. 161
5
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003, pág. 484
6
Kusch, R., El hombre argentino y americano. Lo americano y lo argentino desde el ángulo simbólico
filosófico, Revista de filosofía lat. y C. Sociales, N 7/8 Año 1978. pág. 162
7
http://es.wikipedia.org/wiki/argent#toponomia
8
Constitución Nacional derechos, garantías y obligaciones.
3
Incluso es distinta su geografía, “De un lado el país de la montaña, del otro, el país de
la llanura”9. Lugares que configuran sujetos distintos por tener una historia distinta. Sin
embargo todos se consideran argentinos, por más que estén a un paso de la frontera,
o que miren nostálgicamente el este.
El sueño de pocos se hizo la realidad de muchos. El dilema surgió cuando se
emplearon prácticas políticas, que apartadas del sentir social, contradecían lo propio
de esa identidad argentina floreciente. La constitución del sujeto argentino por medio
del quehacer público es uno de los objetivos de Kusch. De ahí que toma mano al
carácter simbólico del mito como fuente de la esencia de un pueblo.
El mito, como en la antigua Grecia, imprime una forma de comprender la realidad.
Además contiene una fuerte carga ética. “En la vida y cultura de los pueblos ejerce
gran influencia el mito como intuitiva y grafica concepción del universo de la vida” 10.
Otra interpretación ética-sociológica del mito dice que son las representaciones de
las relaciones de la psique del hombre. Donde cada personificación, divina o el héroe
legendario, representa un valor, una virtud, pasiones o sentimientos. Tenían la
finalidad de expresar dogmas e ideas morales11.
Se sigue entonces, que el mito tenia una función educadora, a través de la ethos que
regia en los pueblos antiguos. Ahora bien, qué se entiende cuando hablamos de ethos.
Aranguren señala que el ethos posee dos significados, “el primero y mas antiguo,
significaba residencia, morada, lugar donde se habita, se usaba, primeramente, sobre
todo en poesía, con referencia a los animales, para aludir a los lugares donde se crían
y encuentran, y a los de sus pastos y guaridas. Después se aplico a los pueblos y a los
hombres en el sentido de su país... Según ella, significa modo de ser o carácter”12
Aunque el ethos tiene otro polo que es el páthos. Los dos se complementan, e
influyen de forma fundamental en el hombre. De nuevo Aranguren aclara el concepto
de páthos como “nuestro modo de encontrarnos bien, mal, triste, confiados y seguros,
temerosos, desesperados, etc., en la realidad…El páthos no depende de nosotros; al
revés, somos nosotros quienes nos encontramos con el y en el…Hemos sido puestos
en el mundo, arrojados en el, o mejor, enviados a el, con una esperanza o una
angustia radical, fondo permanente, que sale poco a la superficie, de los cambiantes
estados de animo, sentimientos, y pasiones…El talante no se define por las
emociones pasajeras ni por los hábitos adquiridos, es algo profundo”13
9
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003, pág. 487
Brugger, W., Diccionario de Filosofía, Barcelona, Herder, 1969.
11
Chevalier, J. y Cheerbrant A., Diccionario de los Símbolos, Barcelona, Herder, 1986
12
Aranguren, J.L., Ética, Madrid, 1972.
13
Op. Cit.,
10
4
Por lo cual el mito surge con el pátho y se proyecta en el ethos. De esta manera me
atrevo a decir que el talante de la esencia argentina esta ubicado en su amplio
territorio nacional y su proyecto ético, en cuanto carácter y costumbre, es lo argentino.
Así el mito se origina es un determinado lugar y trata de implantar una identidad
original. Sin embargo C. Astrada aclara que “el mito no es únicamente producto de
épocas primitivas o prehistóricas de la conciencia popular, sino que el puede
plasmarse e incrementarse siempre de nuevo…cuando eso acontece, el mito,
resurrecto, actúa como fermento en la vida histórica de una comunidad y en todas sus
empresas de orden espiritual e inclusive en la programación de sus tareas
pragmáticas”14.
Ese es el caso de Argentina, que Astrada quiere dilucidar. “La esencia, la peculiaridad
impermutable de lo argentino, para alcanzar módulo concreto en función de lo telúrico
y del medio social, en una palabra, para devenir realidad, ha debido primero
potenciarse, plasmándose en un centro de fuerzas, en un mito de la comunidad
argentina como suma de supuestos anímicos referidos a los fines a que nuestra
comunidad se orienta históricamente en su marcha.”15
El pueblo dividido.
Veamos ahora que se entiende por pueblo. Claro que esta definición sólo será un
punto de partida. Por lo cual pueblo sería “una posibilidad de comprensión diferente
del hombre, de la relación de los hombres entre sí, de los hombres con la naturaleza y
de la comunidad con su destino”16
También puede decirse que es una nueva visión de la realidad, fruto de un sentir
común, que tiene un horizonte de proyección. Así este concepto supera a los de
individuo, clase social y comunidad. Sólo los supera, no los suprime, ya que son
complementarios y poseen una dinámica interior17.
Así mismo este concepto tiene cuatro categorías propias. En primer lugar es una
configuración histórica concreta. En segundo lugar es la expresión de una comunidad,
ya sea como memoria y como búsqueda de un destino. En tercer lugar es una unidad
conflictiva y compleja. Y por último, al pueblo siempre lo designa esa mayoría, que
sustenta la primacía del bien común18. Sumemos a esto otra categoría, pero puede
14
Astrada, C., El mito gaucho, Proyecto cinae: tercera edición, Buenos Aires, 1986, pág. 36-37
Op. Cit., pág. 23.
16
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003. pág 370.
17
Op. Cit., pág. 372
18
Op. Cit., pág. 377-379
15
5
que sea más un estado, por lo cual el pueblo es considerado como una alteridad
critica. Que se hace presente desde el exterior19.
Ahora si podemos avanzar con la reflexión. Si el pueblo es un ente común, dinámico y
conflictivo, vale decir que en su historia interna sufrió una separación. De hecho así
ocurrió. Ya que el sujeto, sus ideales y valores de este pueblo fueron cambiando
según los acontecimientos históricos. Casalla identifica distintos sujetos de este pueblo
en consonancia con la situación histórica del Río de la Plata20, o sea del proyecto de la
Argentina. Por lo cual, los pueblos se distinguen, como ya dije, por su realidad y
proyección común. Incluso un historiador se anima a afirmar que “hubo momentos en
que los argentinos sintieron que estaban divididos, y sintieron que esas divisiones no
eran artificiales sino reales”21.
Desde entonces que la Argentina esta dividida. Al principio se separaron los criollos
del Mayo de 1810 de los organizadores nacionales, una elite que idolatraba lo
extranjero. La escisión parece surgir cuando se forman los dos polos políticos y
comerciales, la ciudad portuaria y autónoma de Buenos Aires y la Confederación
Argentina. Tal vez en 1860 hubo una ideal de integración pero los políticos siguieron
favoreciendo la división.
Hoy en día, en las expresiones cotidianas, también distinguimos a la Argentina en dos.
Tal es el caso cuando se mencionan los binomios de campo/ciudad, interior/capital,
norte/sur, cordillera/llanura. Algo más actual, es el huso horario, que divide a la
Argentina en zona este y oeste. También se diferencia a nivel económico y religioso.
Pues las grandes metrópolis tuvieron mucho desarrollo comercial y productivo. Y al
mismo tiempo contaban con una inmensa labor evangelizadora de parte de los
sacerdotes del clero y de las órdenes religiosas. A eso se debe que el “interior” siga
postergado y lleno de creencias supersticiosas plagadas de mitos y leyendas.
Estas separaciones fueron impulsadas por el conflicto creado por las prácticas
políticas, sociales y literarias producidas por una minoría. Esteban Echeverría (18051851), Juan Bautista Alberdi (1810-1884) y sobre todo Domingo Faustino Sarmiento
(1811-1888) fueron los principales exponentes de la disgregación. De hecho fue
Sarmiento, en su obra Facundo, quien elaboró el mayor cuerpo conceptual de esta
división bajo las categorías antagónicas de civilización/barbarie. La primera representa
la inteligencia, la razón, el progreso, la educación y la moral. Que solo es factible en la
ciudad, pues “es el centro de la civilización argentina, española europea”22. A
diferencia de la barbarie que es la campaña, lo salvaje, la naturaleza, superstición sin
19
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003.pág. 374-375
Op. Cit., pág 375-377
21
Luna, F., Breve historia de los argentinos, Planeta Argentina, Buenos Aires, 1997, pág. 281
22
Sarmiento, D. F., Facundo, civilización y barbarie. E.U. de Buenos Aires: segunda edición, 1969.
20
6
culto ni instrucción. Representado en el gaucho que es el hombre del campo. Por eso
Sarmiento se atreve a afirmar, con total convencimiento, que “parecen dos sociedades
distintas, dos pueblos extraños uno del otro”23
Él creyó que el único medio para resolver el mal que aquejaba a la Argentina, era el
transplantar la civilización europea y norteamericana a las metrópolis de la época. Sus
dos propuestas más fuertes eran la educación pública-laica y la migración abierta.
Todo lo hizo en pos del progreso, sin tomar en cuenta lo propio. Por mas que
Hernández haya publicado la primera parte del Martín Fierro (1872) en su presidencia
(1869-1874).
Ahora bien, la propuesta de Sarmiento fue una postura moral rigurosa. Que el pueblo
tenía que cumplir, porque él “debe ser civilizado”. Y sólo lo será en la ciudad. Es una
postura que esta orientada solo al ser, a lo absoluto y totalizante.
Con esto se olvidó del sentir profundo del pueblo criollo. Ya que no tomó en cuenta la
relación del pathos/ethos en el mito argentino. Así desprestigió la estancia, extensa y
llana, del gaucho. Se empeñó en seguir distinguiendo sujetos y pueblos, donde el
único fin sigue siendo el imperativo de la civilización.
En el lenguaje mítico americano esta etapa representa la caída.
Y por más que
diferencie y denigre lo real de lo ideal, abre un canal de sabiduría a futuro. Lo cual
llevara a la etapa de redención Ese será nuestro próximo punto a tratar.
Lo argentino como proyección del universal situado.
Kusch entiende a la etapa de la redención como “la culminación de un proceso de
hybris o inmersión de la existencia en lo negativo que atraviesa todo el mito”24.sería
una especie de vía negativa, donde nos identificamos por lo que no somos. Y como es
debido en el proceso en algún momento se da el salto a la eminencia. Carlos Astrada
en su obra El mito gaucho, impulsa este salto. En “el mito gaucho, premeditamos una
filosofía de la argentinidad, un ensayo de aproximación a la verdadera esencia
argentina”25
Adhiere al sentir de 1810 esencia que fue tergiversada en la conquista de los nuevos
emigrantes. Retoma la novela gauchesca de Hernández, el Martin Fierro, para realzar
lo original y mas propio de la naturaleza del gaucho argentino. Seres que siempre
serán “tarea”, “futuridad”, “necesaria actualización de un pasado”, y “despliegue
germinal de un estilo de vida particular”. Pues “el hombre argentino es sin duda, un
23
Sarmiento, D. F., Facundo, civilización y barbarie. E.U. de Buenos Aires, 1969 pág. 30
Kusch, R., El hombre argentino y americano. Lo americano y lo argentino desde el ángulo simbólico
filosófico, Revista de filosofía lat. y C. Sociales, N 7/8 Año 1978. pág. 163
25
Astrada, C., El mito gaucho, Proyecto cinae: tercera edición, Buenos Aires, 1986, pág. 23
24
7
ideal, un modelo lejano al que se encamina el hombre argentino real”26. Hombres que
se nutren de la tierra, y que los constituye como sujetos concretos pero avocados a la
universalidad del mundo.
Astrada advierte que el mito es fruto de la pampa. Ella es la “estructura existencial del
hombro argentino”, “el plano horizontal sobre el que se proyecta y dispersa su ser”27.
Dispersión que lo lleva algunas veces a ser una paria, traicionero, suicidad y fugitivo
de su verdadera esencia, optando por un modelo extranjero.
El hombre argentino “no es ni europeo ni primitivo, su forma de existencia es
diversa”28. De ahí que pueda deslizarse entre horizontes inciertos. “Nadie más apto y
dispuesto para trasmigrar comprensivamente a través de culturas extrañas, de otros
destinos anímicos que el argentino”29. Esto se debe a que el argentino no sólo habita
en la pampa sino en toda la extencidad de la Argentina. Y así como la pampa
constituye de tal forma al hombre, la selva, la cordillera, el valle, las sierras y la
patagonia lo constituyen de otra. Otro elemento que se suma a la diversidad de la
Argentina es la mutua relación de las culturas emigrantes con las autóctonas. Todo
eso ha conformado lo argentino.
Ahora se comprende lo argentino como un estar siendo, aunque debido a si carácter
comunitario, o mejor dicho de pueblo, seria un nosotros-estamos-siendo. Aquí la moral
rigurosa de Sarmiento queda anulada por una ética-poiética. Donde la poiética será “la
apropiación recreadora de lo simbólico”30. Por lo tanto, lo argentino es aquella
“universalidad situada (que) se construye como ámbito respetuoso de las diferencias
(de los pueblos) como totalidad abierta que pide y acepta las diferencias nacionales y
que se niega a vestir los atributos del imperio”31. Y Astrada dirá que es “como fundente
crisol de razas, somos ya una nueva estirpe, diversificada y enriquecida por otros
aportes, con una tarea propia e intransferible en la instancia universal de la
convivencia de pueblos y ámbitos culturales”32
Conclusión.
Hasta aquí hemos visto las tres etapas comunes de la mitología americana impresa en
la constitución de la Argentina. La creación de un proyecto que surge del profundo
sentir del pueblo. El suelo, su estancia, lo enriquece con una forma de ser, páthos,
26
Astrada, C., El mito gaucho, Proyecto cinae: tercera edición, Buenos Aires, 1986, pág 26
Op. Cit., pág. 31
28
Op. Cit., pág. 30
29
Op. Cit., pág. 33
30
Scannone, J.C., Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana, Guadalupe, Buenos Aires.
1990, pág. 29
31
Casalla, M., América latina en perspectiva, Altamira, Buenos Aires, 2003, pág. 392.
32
Astrada, C., El mito gaucho, Proyecto cinae: tercera edición, Buenos Aires, 1986, pág. 54
27
8
impulsado por una intencionalidad ética. Así se creo el mito de la argentina de la que
no hay pero que esta.
Una segunda etapa fruto de la escisión de prácticas políticas de hombres que
traicionaron ese mito. Es la caída que separa a los sujetos de lo absoluto. Aquí la ética
fue cambiada por una moralidad extranjera.
La visión cristiana nos dice que no puede haber redención sin encarnación. Hernández
y Astrada fueron los encargados de dotar de carne, de cuerpo a esa creación divina
que surgió del pueblo de 1810. El gaucho es la perfecta imagen de lo argentino, pues
él es el hombre argentino. Capaz de elevarse y desplegarse por horizontes inciertos
sin perder sus raíces, sin traicionar lo mas propio y original que tiene. Lo argentino se
expresa en el pueblo, como un nosotros estamos siendo, lugar donde se crea y recrea
una y otra vez en el arte de la poiesis.
Fue un camino de un lento proceso analógico (creación-afirmación; caída-negación;
redención-eminencia), pero dialéctico en cada etapa. De ahí que el conflicto sea
necesario para poder avanzar sin desvalorar las épocas de armonía. Y de nuevo dirá
un historiador, y yo me sumo a eso; “No hay que temer a los enfrentamientos; hay que
tratar, eso sí, de que no se descontrolen. Pero tampoco hay que repudiar las armonías
porque la sociedad no es sino un gran contenido de armonías: de códigos y
costumbres, de lenguajes y gestos, de miedos y orgullos, de leyendas y fantasías, de
mitos y realidades. La sabiduría de los pueblos consiste, seguramente, en saber
dosificar sus conflictos cuando es necesario aclarar lo que está oscuro y en
administrar sus acuerdos para que sean fructíferos y prolongados”33
Esta
monografía sólo ha querido ser una breve interpretación de la identidad
argentina.
33
Luna, F., Breve historia de los argentinos, Planeta Argentina, Buenos Aires, 1997, pág. 282
9
Bibliografía:
- Kusch, R., El hombre argentino y americano. Lo americano y lo argentino desde el
ángulo simbólico-filosófico, Revista de filosofía lat. y C. Sociales, N 7/8 Año 1978
- Casalla, M., América latina en perspectiva. Dramas del pasado, huellas del presente,
Altamira, Buenos Aires, 2003
- Luna, F., Breve historia de los argentinos, Planeta Argentina, Buenos Aires, 1997
- Astrada, C., El mito gaucho, Proyecto cinae: tercera edición, Buenos Aires, 1986
- Scannone, J.C., Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana, Guadalupe,
Buenos Aires. 1990.
- Sarmiento, D. F., Facundo, civilización y barbarie. E.U. de Buenos Aires: segunda
edición, 1969.
- Brugger, W., Diccionario de Filosofía, Barcelona, Herder, 1969.
- Chevalier, J. y Cheerbrant A., Diccionario de los Símbolos, Barcelona, Herder, 1986.
- Aranguren, J.L., Ética, Madrid, 1972.
- Constitución Nacional derechos, garantías y obligaciones.
- http://es.wikipedia.org/wiki/argent#toponomia
10