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La Palabra de la Pascua: Aleluya, Cristo ha resucitado!
La Pascua es un grande y único día de fiesta celebrado con alegría. Tertuliano
Los cincuenta días que van de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés
se celebran con tal alegría y exultación, como si se tratara de un solo y único día
festivo, como una gran domingo. San Atanasio
Dios quiera que el que cante el Aleluya ponga en armonía su vida con sus
labios, su boca y su conciencia. San Agustín.
No nos dejemos robar el fundamento de nuestra esperanza, que es
precisamente éste: Christós anesti. No privemos al mundo del gozoso anuncio de la
Resurrección. Papa Francisco 25 de mayo de 2014.
Nadie vio la hora de la victoria. Nadie sabe cómo la noche infernal del sábado
se transformó en la luz de la victoria de la Pascua. Durmiendo fuimos transportados
sobre las alas del abismo, durmiendo recibimos la gracia de la Pascua.
Al atardecer, los discípulos están reunidos en la sala, ardiendo el corazón y llenos de
amor. Se cuentan unos a otros los acontecimientos del día y mientras aún están
hablando, Él está ahí, en medio de ellos, y los saluda: "La paz sea con vosotros". La paz
que el mundo no conoce y no puede dar, la paz que sobrepasa todo sentido y toda
imaginación, tan alta, tan profunda, tan amable que vuestro corazón no podría sino
sucumbir bajo el exceso del gozo, si no fuese precisamente...la paz.
Yo soy la Resurrección y la Vida. Quien cree en mí, quien es tocado por mí, quien oye
su nombre de mi boca, ese vive, resucita de entre los muertos. Y hoy es tu día de
nacimiento, el más nuevo, el más joven de tus días; para ti no habrá otro día más joven
que éste, en que la vida eterna te llama por tu nombre.
Y tú, Tomás, avanza, sal del antro de tus dolores, pon aquí tu dedo y mira mis manos,
tiende la mano y métela en mi costado. Y no pienses que tu sufrimiento ciego es más
clarividente que mi gracia. No te atrincheres en la ciudadela de tus tormentos. Lo que
consideras profundidad de pensamiento es incredulidad. Pero puesto que estás tan
herido y que la llama de tu corazón alcanza el fondo mismo de tu ser, tiéndeme la
mano y siente en su contacto el latido de otro Corazón, y en esta nueva experiencia se
abrirá tu alma y evacuará su veneno. Tu ciudad está asediada, tus provisiones
agotadas: estás constreñido a rendirte. ¿Qué hay más simple y más dulce que abrir las
puertas al amor? ¿Qué hay más fácil que caer de rodillas y decir: Mi Señor y mi Dios?
Hans Urs von Balthasar
El que después de las lágrimas de la penitencia no vuelve a los consuelos
humanos, sino que vive confiado en la misericordia divina entrando en una nueva
devoción y en el gozo del Espíritu Santo, el que ya no se contrista con el recuerdo de
los pecados pasados, sino que se deleita y se inflama con la memoria y el deseo de los
premios eternos, este es ciertamente el que resucita con Cristo, el que celebra la
Pascua, el que se apresura a Galilea. San Bernardo
Volver siempre a la fuente del «primer encuentro» con Él y saber vivir también
la experiencia de la «oscuridad del alma». ¿Cuándo tuvo lugar mi encuentro con
Jesucristo, ese encuentro que me llenó de alegría?». Es un modo para volver
espiritualmente a ese primer encuentro con el Señor, «volver a la primera Galilea del
encuentro: todos nosotros hemos tenido una». El secreto es precisamente «volver allí:
reencontrarnos con el Señor y seguir adelante por esta senda tan hermosa. Papa
Francisco 7 de febrero 2014
Después de la muerte del Maestro, los discípulos se habían dispersado; su fe se
deshizo, todo parecía que había terminado, derrumbadas las certezas, muertas las
esperanzas. Pero entonces, aquel anuncio de las mujeres, aunque increíble, se
presentó como un rayo de luz en la oscuridad. La noticia se difundió: Jesús ha
resucitado, como había dicho… Y también el mandato de ir a Galilea; las mujeres lo
habían oído por dos veces, primero del ángel, después de Jesús mismo: «Que vayan a
Galilea;
allí
me
verán».
«No
temáis»
y
«vayan
a
Galilea».
Galilea es el lugar de la primera llamada, donde todo empezó. Volver allí, volver al
lugar de la primera llamada. Jesús pasó por la orilla del lago, mientras los pescadores
estaban arreglando las redes. Los llamó, y ellos lo dejaron todo y lo siguieron (cf. Mt
4,18-22).
Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria; sin miedo,
«no temáis». Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los
entusiasmos y las defecciones, hasta la traición; releer todo a partir del final, que es
un
nuevo
comienzo,
de
este
acto
supremo
de
amor.
También para cada uno de nosotros hay una «Galilea» en el comienzo del camino con
Jesús. «Ir a Galilea» tiene un significado bonito, significa para nosotros redescubrir
nuestro bautismo como fuente viva, sacar energías nuevas de la raíz de nuestra fe y de
nuestra experiencia cristiana. Volver a Galilea significa sobre todo volver allí, a ese
punto incandescente en que la gracia de Dios me tocó al comienzo del camino. Con
esta chispa puedo encender el fuego para el hoy, para cada día, y llevar calor y luz a
mis hermanos y hermanas. Con esta chispa se enciende una alegría humilde, una
alegría que no ofende el dolor y la desesperación, una alegría buena y serena.
En la vida del cristiano, después del bautismo, hay también otra «Galilea», una
«Galilea» más existencial: la experiencia del encuentro personal con Jesucristo, que me
ha llamado a seguirlo y participar en su misión. En este sentido, volver a Galilea
significa custodiar en el corazón la memoria viva de esta llamada, cuando Jesús pasó
por mi camino, me miró con misericordia, me pidió seguirlo; volver a Galilea significa
recuperar la memoria de aquel momento en el que sus ojos se cruzaron con los míos,
el momento en que me hizo sentir que me amaba.
Hoy cada uno de nosotros puede preguntarse: ¿Cuál es mi Galilea? Se trata de hacer
memoria, regresar con el recuerdo. ¿Dónde está mi Galilea? ¿La recuerdo? ¿La he
olvidado? Búscala y la encontrarás. Allí te espera el Señor. He andado por caminos y
senderos que me la han hecho olvidar. Señor, ayúdame: dime cuál es mi Galilea; sabes,
yo quiero volver allí para encontrarte y dejarme abrazar por tu misericordia. No
tengáis
miedo,
no
temáis,
volved
a
Galilea.
El evangelio es claro: es necesario volver allí, para ver a Jesús resucitado, y convertirse
en testigos de su resurrección. No es un volver atrás, no es una nostalgia. Es volver al
primer amor, para recibir el fuego que Jesús ha encendido en el mundo, y llevarlo a
todos, a todos los extremos de la tierra. Volver a Galilea sin miedo. «Galilea de los
gentiles» (Mt 4,15; Is 8,23): horizonte del Resucitado, horizonte de la Iglesia; deseo
intenso de encuentro… ¡Pongámonos en camino! Papa Francisco 14 de abril de 2014