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Relato: Wil y la estrella de Navidad.
Autora: Loreto Serrano.
¿Nunca os ha pasado que terminas de decorar vuestro árbol de Navidad y
descubrís que os falta lo más importante? Sí, esa estrella brillante en lo alto de la
copa, que ayuda a Santa Claus como guía hacía tu hogar. Este era el caso de Wil,
uno de tantos duendecillos que esperaba ansioso la llegada de Santa Claus. Había
trabajado duro ese año arreglando juguetes rotos y dándoles un nuevo hogar, se
había portado muy bien y esperaba recibir lo que para él era lo más mágico de la
Navidad, uno de esos regalos que Santa Claus hacía tan maravillosos. Wil salió a
toda prisa hacia el puesto de adornos más cercano, el duende que regentaba el
lugar era anciano, pero sus ojos rebosaban de juventud, todos los días llevaba un
sombrero diferente a la par que original… y hoy no era menos. Aunque nada más
llegar Wil fue distraído por el extraño sombrero de ese día, en seguida se puso en
busca de la estrella para su árbol, -lo lamento viejo amigo, ¡están todas agotadas!dijo aquel anciano abriendo aquellos ojos. Wil, cabizbajo se fue de vuelta a su
hogar, triste porque este año no podría ver a Santa Claus… pero entonces, recordó
una de esas viejas leyendas que le contaba su madre.
Sin perder un segundo, Wil fue corriendo hacía el bosque nevado y se
adentró en lo más profundo, esperaba que, al ser Navidad, esas leyendas se
convirtiesen en realidad. Dicen, que en lo más profundo del bosque, las hadas
crean con ramas y polvos brillantes estrellas de Navidad, -tal vez sean tan
generosas de regalarme una… si es que es cierto- pensó. Después de mucho
caminar el bosque se volvió oscuro. Justo cuando Wil pensaba darse la vuelta,
fatigado, vislumbró una luz cálida que provenía de cerca del lago y efectivamente,
allí estaban las hadas ultimando detalles de todas sus maravillosas estrellas. Wil se
acercó y dijo –gentiles hadas, ¿serían tan amables de darme una de vuestras
estrellas? -, el hada más anciana se acercó a Wil y tocó su pecho, el cual se iluminó.
En ese momento, Wil pudo observar como caían lágrimas a la par que se formaba
una sonrisa en el rostro del hada -hemos visto tu corazón, es puro y limpio, te
mereces esta estrella- y así Wil se fue radiante de vuelta a su hogar. Cuando llegó y
puso la estrella en la copa de su árbol, estaba muy feliz, y entonces se dio cuenta
que no era porque Santa Claus fuese a llevarle un regalo esa noche, sino porque
descubrió que el mejor regalo de esas Navidades, habían sido aquellas palabras del
hada y cómo había depositado su confianza en él, obsequiándole con algo tan
mágico como esa estrella. Y es que amigos, el mejor regalo que te pueden hacer no
es el más caro, no es material, el mejor regalo que te pueden hacer es demostrarte
que eres especial.