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LA ORATORIA
CARACTERÍSTICAS DEL GÉNERO
La retórica había nacido en Grecia a mediados del siglo V a.C. como sistematización
técnica del estilo expositivo del orador, es decir, para ofrecer normas al discurso judicial o
político. A Roma llegó en el siglo II a.C.
Su nacimiento y desarrollo están en íntima relación con el sistema político romano.
Las asambleas del Senado y los comicios populares presuponían el recurso constante a la
habilidad oratoria, que era un instrumento muy preciado para influir sobre la opinión pública
en la lucha política. Durante la época republicana la clase dirigente la utilizó como medio de
ejercer el poder, pero con la llegada del Imperio y la concentración en sus manos de la
autoridad, la oratoria perdió su importancia y se transformó en una actividad que se ejercía
tan sólo en las escuelas. La originalidad de Roma reside en que la mayor parte de sus grandes
oradores fueron al mismo tiempo teóricos y prácticos.
Como arte del discurso, organizaba éste en sus diversas partes: el exordium
(introducción al tema), la expositio (exposición), la argumentatio (argumentación,
defendiendo las pruebas favorables y refutando las contrarias -confutatio y refutatio) y la
peroratio (conclusión).
Distingue además tres géneros de elocuencia o tipos de discurso: el judicial o forense
(empleado en los procesos), el deliberativo (empleado en la asamblea) y el demostrativo (para
los discursos de lucimiento).
DESARROLLO CRONOLÓGICO, PRINCIPALES AUTORES Y OBRAS
Los más antiguos monumentos los constituyen las alabanzas fúnebres con ocasión de
los funerales de ciudadanos ilustres. En ellas el orador alababa las virtudes públicas y
privadas del difunto para demostrar que la muerte había acrecentado la gloria de su familia.
El primer hombre de Estado al que se reconoce la cualidad de orador es el cónsul
Cornelio Cetego (204 a.C.). Con él empieza la influencia de la retórica griega y el desarrollo,
junto a la elocuencia senatorial, de otra elocuencia popular. Destacarán entre otros:
Catón el Viejo (siglo II a.C.), para quien el orador es “un hombre de bien que posee facilidad
de palabra”; Galba, el primero en intentar agradar al auditorio y conmoverlo con su
improvisación; Lelio y Escipión, que con su modo de hablar natural y simple consideraban la
brevedad como una virtud; los hermanos Tiberio y Gayo Graco, que utilizan por primera vez
la oratoria para cambiar la Constitución hacia un gobierno más popular, que se alza contra la
oligarquía y la reacción del Senado; Marco Antonio, que consideraba más útil la práctica en
los tribunales que una vasta cultura; Craso, que discrepaba de Marco Antonio y daba
prioridad a la formación cultural del orador. Y Cicerón.
CICERÓN
VIDA DE CICERÓN
Marco Tulio Cicerón (106-43 aC), nació en Arpino, ciudad del sur del Lacio, de una
familia de clase media (ordo equestris). En Roma estudiará filosofía, los trabajos de los juristas
y los problemas técnicos de la elocuencia. En el foro completará su educación escuchando a los
grandes oradores Antonio y Craso.
Su primer caso fue contra un secuaz de Sila, defendido por Hortensio, por quien Cicerón
sentía gran admiración. Por miedo a las represalias hizo un viaje a Grecia, donde permaneció al
menos dos años. Allí estudió con Molón de Rodas.
De regreso a Roma, el año 77, adquirió reputación y clientela como abogado. En el 70
atacará a Verres, un miembro de la nobleza, acusándole de concusión (apropiación indebida de
bienes y dinero valiéndose de un cargo público).
Su ascensión en la carrera política fue fulgurante. El año 63 fue nombrado cónsul y bajo
este cargo sofocó la conjuración de Catilina. A consecuencia de lo anterior, el año 58, fue
desterrado mediante la Lex Clodia.
En la guerra civil (49-45) estuvo del lado de Pompeyo. César, después de haber vencido,
lo perdonó, pero Cicerón se retiró a la vida privada, época en la que elaborará su obra filosófica.
Tras el asesinato de César (año 44), pensando que se recobraría en Roma la república y
la libertad, vuelve a la política pronunciando las "Filípicas" contra Marco Antonio. Esta obra es
paralela a otra homónima del s. IV del gran orador griego Demóstenes, en la que éste atacaba al
rey Filipo de Macedonia, padre de Alejandro Magno; eran discursos para advertir a los
atenienses del amenazador peligro de Macedonia. De la misma manera, Cicerón arremetió
contra Marco Antonio, que aspiraba a suceder al dictador. Con esto favoreció, sin saberlo, a
Octaviano (el futuro Augusto), quien se uniría con Marco Antonio y Lépido en el famoso
triunvirato. Sin apoyo, fue proscrito y en su huida alcanzó la muerte a manos del centurión
Pompìlius Laenas el 7 de diciembre del 43 aC, a los 64 años.
LA ORATORIA CICERONIANA
Se puede decir que la oratoria política y judicial alcanza con Cicerón sus cotas más
elevadas, tanto en su aspecto práctico como teórico.
Su producción literaria se extiende desde el 84 aC. hasta el 43 aC. Durante este largo
período va madurando poco a poco su concepción del perfecto orador.
Como orador y teórico de la oratoria, Cicerón ha sido estudiado bajo tres aspectos (...)
que corresponden a tres períodos cronológicamente sucesivos: la fuerte relación con el
asianismo en su juventud, la búsqueda del ideal oratorio en su madurez y su relación final con el
aticismo.
El género asiano se impuso en la oratoria romana a partir del 95 aC., gracias al orador
Quinto Hortensio, muerto después del 50 aC. Cicerón admiró en él su talento impetuoso, su
fecundidad inagotable, y reconoció la influencia de Hortensio en la primera etapa de su carrera
oratoria, caracterizada por la iuvenilis redundantia.
A la vuelta de su viaje a Grecia, que duró no menos de dos años, y donde tuvo ocasión
de recibir las enseñanzas de Molón, impartidas en Rodas, opuso al género de Hortensio un ideal
más sobrio y serio, con el que pretende más ponderación en el gusto y más fondo en las ideas.
A partir de entonces, Cicerón alcanza la madurez en el arte de la oratoria y sobre la base
de sus extensos conocimientos filosóficos, retóricos, históricos y jurídicos, llega a una
concepción nueva y original del perfecto orador, que asume a la vez las cualidades del rétor y
del filósofo y posee una formación integral frente al orador corriente, limitado a una formación
meramente técnica.
Hacia el 56 aC. aparece una tendencia oratoria, llamada aticista, que dirige contra
Cicerón las mismas críticas que éste había formulado antes a Hortensio: abundancia excesiva y
artificial, exceso de adornos. Los aticistas, tomando como modelos a los oradores áticos del
período clásico y en particular a Lisias, pretendían un estilo seco y puro, despreciando el estilo
exuberante defendido por los asianos.
Cicerón se defiende de la acusación de estos jóvenes oradores afirmándose en una
postura intermedia entre los asianos y los aticistas.
(...)La técnica oratoria ciceroniana consistía en saber ordenar el discurso (faciunda ratio)
y en saber adornarlo (poliunda ratio). En su práctica oratoria encontramos la misma evolución
que en su técnica, desde el estilo exuberante e hinchado de sus primeros discursos hasta el más
ponderado de los siguientes.
OBRAS DE CICERÓN:
-POESÍA
Discursos (55)
Verrinas
Catilinarias
Filípicas
Pro Milone
Pro Sex. Roscio Amerino
Pro Lege Manilia
Pro Murena
Pro Archia
Pro. Q. Ligario
Obras teóricas
De Oratore
Brutus
Orator
Cartas familiares
Oratoria
-PROSA
Filosofía
De Amicitia
De Senectute
De Officiis
De Republica
Cicerón dominaba la prosa en todos sus aspectos. Sus Cartas familiares, llenas de
ingenio y ternura, serían suficiente para otorgarle un lugar digno entre los grandes escritores.
Pero donde sobresale es en el terreno de la oratoria. De él nos quedan 55 discursos y algunos
fragmentos.
Éstos pueden dividirse en judiciales, pronunciados ante un tribunal como abogado
defensor (discurso pro = en defensa de...) o acusador (discursos in = contra ...) y políticos,
pronunciados en el Senado o en el Foro (igualmente en defensa o en contra de alguien). Veamos
por orden cronológico, algunos especialmente importantes de ambos apartados:
In Verrem (Discursos contra Verres o Verrinas; año 70 a.C.). Son siete, de los que, en
realidad, sólo pronunció dos, porque ya con el discurso preliminar (Divinatio in Caecilium) tenía
la causa prácticamente ganada. Cicerón había sido cuestor en Sicilia y había dejado buen
recuerdo. Por eso recurren a él como abogado cuando acusan de concusión y extorsión a su exgobernador C. Verres, mientras que Verres era defendido por Hortensio. A Cicerón, tras una
brillante acusación, no le hizo falta esperar el fallo del jurado, pues, viéndose perdido, Verres se
exilió voluntariamente.
Pro lege Manilia (66). Cicerón apoya al tribuno Manilio para que se le conceda a
Pompeyo el cargo de imperator, es decir, el mando supremo en la guerra contra Mitrídates, rey
del Ponto.
In Catilinam (63). Pone al descubierto y desbarata la conspiración que, valiéndose de un
ejército que acechaba a las afueras de Roma, se proponía realizar Catilina.
Pro Publio Cornelio Sylla (62). Defiende a Sila (sobrino del dictador), acusado de
participar en la conjuración de Catilina y consigue que sea absuelto.
Pro Archia Poeta (62). Defiende al poeta griego Arquías al que le acusan de usurpación
del derecho de ciudadanía. Cicerón demuestra que era ciudadano romano y, además, expone
que, si no lo fuera, lo merecería por ser tan buen poeta. Aprovecha para hacer una gran
exaltación de las letras.
Oratio cum Senatui gratias egit (57), discurso con el que, al volver del exilio, agradecía
al senado su rehabilitación.
Pro Milone (52). En un encuentro entre bandas armadas, capitaneadas la una por Clodio
y la otra por Milón, había muerto el primero y Milón fue acusado de ello. Cicerón lo defiende
pero con un discurso que no es el conservado, ya que éste lo escribió más tarde. Desde su
destierro Milón escribe, al conocer el discurso rehecho (según Dión Casio): "Ha sido una suerte
para mí que no se hubieran dicho tales cosas del mismo modo en el juicio, porque no estaría
ahora comiendo tan magníficos salmonetes en Marsella". Con el nuevo discurso fue absuelto.
Pro Marcello y Pro Ligario (46). Tras el triunfo de Cesar, defiende a personajes que
habían sido, como él, enemigos del dictador. El primero es una alabanza de César en
agradecimiento por haber perdonado a Marcelo y con el segundo intenta obtener el perdón para
otro pompeyano, cosa que consiguió aunque con dificultad.
In M. Antonium orationes Philiphicae (Filípicas contra Marco Antonio; 44-43). Son
discursos redactados a modo de panfletos para ser difundidos por toda Italia y levantar los
ánimos contra la inmoralidad y falta de escrúpulos de los proyectos de Antonio. Estas llamadas
Filípicas desataron las iras de éste y finalmente le costarían la vida.
También escribió sobre oratoria, en su mayoría sobre preceptos retóricos; su mejor obra
en este aspecto es el De Oratore. En el Brutus ofrece una historia de la elocuencia romana. De
Oratore y Orator, tratan de la formación del orador y la técnica del discurso. El perfecto orador
combina disposición natural, cultura en todos los campos (derecho, filosofía, historia...) y
conocimientos de la técnica del discurso.
Desde joven estuvo interesado por la filosofía, a la que volvía cuando era necesario
apartarse de la vida pública. No era ni extraordinario ni original, pero tampoco lo pretendía. Su
intención era transmitir y asimilar a las características romanas, la filosofía griega. Entre sus
obras destacan: De Amicitia, De Senectute, De Officiis, el tratado De República, del que se
conserva un precioso fragmento: el Sueño de Escipión.