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La primavera, tiempo de alergias
La Medicina Biológica pone en duda la responsabilidad de los alergenos ambientales en
las crisis de alergia.
La primavera se ha llevado, desde siempre, la responsabilidad de ser el tiempo en que
las alergias se ponen al descubierto y aumentan mucho los ataques. Se acusa al aire, al viento
o a los pólenes de atacar nuestro sistema respiratorio, porque es el tiempo de las flores.
Pero, ¿son los alergenos ambientales los culpables de nuestros ataques de asma o de fiebre del
heno?
El doctor Mariano Bueno, médico especialista en Medicina Biológica y director del
Instituto zaragozano BIOSALUD, asegura que las alergias inhalatorias se acompañan siempre
de intolerancias alimentarias, que son las que mantienen el proceso año a año, y que es,
simplemente, nuestro organismo el que reacciona de forma exagerada a las agresiones
ambientales. Pero que si nuestro sistema inmunitario está regulado no tiene porqué no tolerar
esta presencia. Y la prueba es que la misma situación no afecta a todo el mundo.
-¿Qué ocurre, entonces, en nuestro organismo para que reaccionemos mal ante el
polen o los ácaros del polvo?
“La respuesta está en una intolerancia alimentaria, asegura el doctor Mariano Bueno,
quien aclara que esta intolerancia provoca una disrrigulación constante del sistema
inmunitario con la consiguiente sensibilización por la que este organismo da una respuesta
inmunitaria exagerada a un agente provocador; pero éste no está en la base de la reacción,
aunque sí sea el desencadenante que evidencia la alteración inmunitaria de base ”.
Las intolerancias alimentarias existen y son más frecuentes de lo que la ciencia médica
cree. El porqué de las mismas es algo ya más complejo porque el metabolismo humano es
individual y sus mecanismos no son idénticos en todo el mundo. Hay ciertos fallos
metabólicos individuales difíciles de detectar que son los que provocan la alergia o la
intolerancia alimentaria y que, en algunos casos, son los responsables de obesidades a las que
no se encuentra explicación, porque lo que la persona consume no explica esta situación.
Otras veces, encontramos individuos con asma, con irritabilidad, con rinitis permanentes o
con toses secas y de apariencia nerviosa que tampoco tienen una explicación biológica.
Los tests alimentarios han venido a ayudar a detectar estos cuadros, si bien no a
resolverlos. Claro que, como dice el refrán: “muerto el perro, se acabó la rabia”. Y dejando de
tomar el alimento intolerado o al que se es alérgico, el metabolismo retoma su normalidad y
desaparece la patología añadida o la obesidad de origen desconocido.
“Sin embargo, en la actualidad, afirma el doctor M. Bueno, salvo que las alergias o
intolerancias sean por causa genética, pueden curarse, con el adecuado tratamiento de
desensibilización y regulación inmunitaria. Y, en estos casos, la Medicina Biológica tiene
algo importante qué aportar”.
A criterio de este especialista en Medicina Biológica, las intolerancias alimentarias son
factores predisponentes de muchas patologías de las que actualmente se desconoce su origen
como muchas artritis y artrosis, colitis ulcerosas, candidiasis crónicas, lupus eritematoso,
psoriasis, espondiloartritis anquilosante, enfermedades otorrinolaringológicas, como rinitis,
catarros o amigdalitis de los niños, asmas o cefaleas recurrentes.
La Ecología Clínica, nacida en los años 20 del siglo XX, fue la primera escuela que
advirtió de la responsabilidad de las intolerancias alimentarias en muchas patologías de origen
desconocido. El doctor Ted Randolph observó la mejoría de muchos de sus enfermos al
apartar de la dieta ciertos alimentos.
“El problema, sin embargo, se intensifica en la alimentación de hoy, en particular la de
carácter industrial con aditivos, conservantes y colorantes que provocan reacciones alérgicas
en muchos niños y mayores”, añadiría el doctor Bueno.
La Biorresonancia es un método moderno que detecta estas intolerancias sin análisis
cruentos o desagradables como los que se hacen en análisis de sangre o el rast que provoca
pápulas dérmicas o dermatitis por contacto. Y una vez, detectado el alimento causante, su
sensibilización puede ser neutralizada. El Rayocomp (ése es el nombre del aparato de
biorresonancia para detectar intolerancias o alergias alimentarias) forma un circuito positivo y
negativo con el organismo al que se conecta a través de unos electrodos especiales y este
circuito provoca una armonización que, poco a poco, va neutralizando la sensibilización al
alimento cuestionado.