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Sistemas médicos-modelos médicos (4) Modelo
Médico Hegemónico
Buenas tardes.
Con esta entrada quiero hacer mi aportación a una entrada conjunta que estamos realizando
desde diferentes blogs acerca de un tema que nos preocupa y a la vez nos interesa.
Imagen: conductapas.com
Peces Digitales, Enfermería Sociosanitaria, Salud@información, el pez martillo y nosotros
Cultura y Salud, Salud y Cultura tratamos de poner sobre la mesa aspectos que nos ayuden
a comprender y a mejorar el trato que se dispensa desde la enfermería en concreto y desde
los diferentes estamentos sanitarios en general a nuestros pacientes. ¿Funciona realmente
el modelo médico que estamos empleando o nos estamos olvidando de aspectos
fundamentales pero no cuantificables de la condición humana?
Para ello y desde mi experiencia, quiero poner mi granito de arena tratando de explicar para
su general conocimiento el modelo que rige nuestro sistema sanitario, así como el de la
mayoría de los países de nuestro entorno.
Estamos acostumbrados a que, en un ejercicio de etnocentrismo, todo aquello que no
encaje en el modelo médico que impera en nuestras sociedades sea considerado alternativo
o complementario.
La medicina facultativa u ortodoxa, la que todos conocemos y que dirige todas nuestras
actuaciones desde que nacemos hasta que morimos (ambos acontecimientos medicalizados
asimismo), no deja espacios para otras formas de tratar los diferentes padecimientos que
acechan a la humanidad, una humanidad más conocida que nunca gracias a su palpable
proximidad que nos enseña otras formas diferentes pero válidas de percibir las mismas
realidades bajo el prisma de otros conocimientos, otros valores, otras culturas al fin y al
cabo.
El sector sanitario español en concreto y el sector sanitario internacional se encuentran ante
una nueva etapa marcada por las necesidades emergentes en problemas de salud. En
España, el fenómeno de la inmigración está modificando sustancialmente el perfil de
paciente a tratar. Los programas internacionales de salud, se enfrentan asimismo con
resistencias que hacen que dichos programas fracasen o no logren los resultados estimados.
1
¿Qué está ocurriendo? ¿Ante que nuevos retos se enfrenta el mundo sanitario?
Parece evidente la respuesta. La diversidad cultural está desembarcando con fuerza en
nuestras sociedades y este desembarco lleva parejo unas nuevas necesidades a la hora de
planificar, gestionar y llevar a cabo las diferentes políticas sanitarias.
La enfermería, no es ajena a este nuevo reto y se encuentra ante una gran oportunidad de
aportar aquello que la ha caracterizado desde siempre. Unos cuidados en salud eficientes
para con el sistema pero sobre todo para con el paciente y una nueva posición dentro del
organigrama sanitario.
Para argumentar esta exposición quiero utilizar tres textos básicos para mi, como son
Posibilidad y Necesidad de una Forma Alternativa de Pensar la Salud, de Sandra Isabel
Payan G.
Salud intercultural: elementos para la construcción de sus bases conceptuales , de Ana M
Alarcón M, Aldo Vidal H y Jaime Neira Rozas
¿Qué es la enfermería transcultural? Una aproximación etimológica, teórica y corporativista
al término, de Roberto Galao Malo, Manuel Lillo Crespo, Isabel Casabona Martínez y M.
Dolores Mora Antón
Sin más dilación, vamos a comenzar y lo haremos con una introducción que trata de explicar
primero que entendemos por cultura y diversidad cultural en salud, extradida del texto de
Ana M Alarcón M, Aldo Vidal H y Jaime Neira Rozas:
El concepto de cultura aplicado al campo de la salud constituye el eje neurálgico en el
análisis de los factores sociales involucrados en cualquier proceso de salud y enfermedad. A
través del reconocimiento de las diferencias y similitudes culturales entre usuarios y
proveedores es posible comprender, por ejemplo, el nivel y carácter de las expectativas que
cada cual tiene del proceso, las percepciones de salud y enfermedad representadas en la
interacción médico-paciente, los patrones con que se evalúa la calidad y resultado de la
acción terapéutica, y el despliegue de diversas conductas frente a la enfermedad.
Desde la antropología, cultura se define como un complejo y dinámico conjunto de creencias,
conocimientos, valores y conductas aprendidas y transmitidas entre las personas a través del
lenguaje y su vida en sociedad. La cultura se entiende como una entidad dinámica que se
adquiere, transforma y reproduce a través de un continuo proceso de aprendizaje y
socialización1.
En el concepto de cultura convergen dos grandes dimensiones: una correspondiente a la
ideacional o cognitiva que sintetiza el mundo simbólico de las personas, sus pensamientos,
conocimientos y creencias adquiridas a través del aprendizaje, lo que podría llamarse el
mundo de la conceptualización o de lo abstracto; y una dimensión material, que corresponde
a cómo lo simbólico se manifiesta en conductas, prácticas, artefactos culturales y normas de
relación social entre las personas2,3.
En el contexto de salud, estas dos dimensiones de la cultura, la cognitiva y material se
articulan en un modelo médico que otorga consistencia a cómo pacientes y profesionales se
explican el fenómeno de salud y enfermedad, y a las prácticas o procedimientos con que se
enfrentan los procesos de recuperación y mantención de la salud. Normalmente los
elementos cognitivos y prácticos difieren entre profesionales y pacientes producto de las
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diversas historias sociales y culturales de cada uno, del contexto en que ocurre el proceso de
socialización de la cultura médica y del contenido propio de la cultura.
Las diferencias culturales entre pacientes y profesionales se observan también al interior de
los grupos, lo cual refleja el carácter dinámico de la cultura. Como toda construcción humana
los componentes cognitivos y materiales se transforman en la medida que el grupo social
experimenta nuevos desafíos y problemas. Por ejemplo, tanto la biomedicina como las
culturas médicas tradicionales experimentan transformaciones en sus modelos explicativos
de enfermedad, incorporan nuevas tecnologías al proceso terapéutico y recrean roles
profesionales, técnicos o empíricos para abordar aspectos específicos de salud de los
usuarios.
Una vez explicados estos conceptos, trataremos de argumentar como los sistemas médicos
operan como sistemas culturales. De esta forma se hace bastante más sencillo llegar a
comprender el funcionamiento de los mismos. Como dicen los autores:
La enfermedad, sufrimiento y muerte, así como la motivación por conservar la salud, son
considerados hechos biológicos y sociales universales. Todos los grupos humanos han
desarrollado estrategias para enfrentar y prevenir las enfermedades a través de un sistema
médico que proporciona las acciones necesarias para recuperar la salud, procurar el
bienestar del hombre y, al mismo tiempo, otorgar una explicación consistente al fenómeno de
la enfermedad. Desde la antropología sociocultural un sistema médico se concibe como un
conjunto más o menos organizado, coherente y estratificado de agentes terapéuticos,
modelos explicativos de salud-enfermedad, prácticas y tecnologías al servicio de la salud
individual y colectiva. La forma en que estos elementos se organizan internamente,
otorgando coherencia al sistema depende del modelo sociocultural en que se desarrolla la
medicina. En consecuencia las medicinas son construcciones culturales que responden a
necesidades de un entorno social específico y en los cuales es posible distinguir una
dimensión conceptual y otra conductual.
La dimensión conceptual de los sistemas médicos está determinada directamente por la
cultura de los pacientes y profesionales. Analíticamente corresponde a los modelos que
explican y fundamentan la enfermedad. O’Connor (1995; 1-34), sugiere que esta dimensión
está compuesta por dos elementos estructurales: axiomas y mecanismos de validación*.
Todos los sistemas médicos presentan axiomas o principios basados en el modelo
epistemológico que sustenta la práctica médica y distinguen medios para validarse y
legitimarse a sí mismos. En la biomedicina por ejemplo, los experimentos científicos, las
pruebas clínicas y textos, constituyen importantes fuentes de validación del pensamiento
científico; raramente un médico aceptará como prueba de una diarrea la intervención de un
espíritu maligno en las comidas. Sin embargo, otras culturas aceptarán como fuente de
legitimación los sueños de un chamán, signos en la naturaleza, apariciones, etc. La lógica
que opera en la definición de salud y enfermedad es la misma en ambos sistemas (una
lógica que busca causas, alternativas y consecuencias), sin embargo difieren en las
premisas culturales y pruebas de validación; por ello distintas percepciones y observaciones
del mismo fenómeno resultan en diferentes explicaciones de la enfermedad.
La credibilidad que los pacientes asignan a las fuentes de validación es la que permite, en
último término, aceptar o no las explicaciones acerca de las causas de sus enfermedades, y
la adherencia a los tratamientos. Por lo tanto, el éxito en el proceso terapéutico depende en
gran medida de la conjunción de explicaciones entre médicos y pacientes.
3
En la dimensión conductual de los sistemas de salud podemos distinguir, entre otros,
aquellos procedimientos, acciones y agentes que utiliza un sistema médico para obtener un
cierto resultado con los pacientes, el que ha sido denominado Proceso Terapéutico4-6. Este
implica: quién (machi, médico, meica, santiguadora, etc.), hace qué (cirugía, ritual, purgas,
oraciones, etc.), a quién (individuo o comunidad) y con respecto a qué dimensión de la
enfermedad (física, social, mental, espiritual, etc.). Un proceso terapéutico exitoso supone la
eliminación de la condición subjetiva de enfermedad y consecuentemente la finalización del
rol de enfermo
En general, todos los procesos de interacción social y cultural que involucren la existencia de
diferentes y, a veces, antagónicos sistemas de creencias están sujetos a importantes
fricciones. Sin embargo, los conflictos entre diferentes sistemas médicos no emergen sólo de
las diferencias en los modelos explicativos que los sustentan, sino también de la dominación
social de un modelo de salud sobre otro8,9. En este contexto la cultura biomédica expresada
a través del sistema médico occidental, se ha establecido mundialmente como el modelo
capaz de resolver si no todos, la mayoría de los problemas de salud de la población
independientemente de los contextos sociales y culturales en que se desarrolle la
enfermedad. No obstante, la experiencia de proyectos en salud internacional, muchos de
ellos patrocinados por organismos como la OPS y OMS, y dirigidos hacia los sectores más
pobres de la humanidad, dan cuenta de importantes dificultades que se enfrentan al no
considerar la cultura de los usuarios en el proceso de atención de salud. Situaciones como
rechazo y falta de adhesión a las prácticas médicas occidentales, conflictos de poder entre
agentes tradicionales y médicos, desarticulación de la estructura social de la comunidad, son
elementos frecuentemente descritos en la literatura de salud internacional, especialmente en
países con altos índices de población indígena.
Así, las variables étnico culturales y el respeto a la diversidad en la implementación de
políticas sociales están pesando fuertemente en las propuestas de desarrollo de los países
emergentes. En este contexto, el desafío para el sector salud en las próximas décadas será
crear modelos de salud que respondan a las expectativas materiales y culturales del usuario,
en un proceso de diálogo e intercambio cultural entre medicinas. En consecuencia, la
búsqueda de estrategias que articulen e integren distintos enfoques de salud, es parte del
escenario que hoy se nos presenta en el país en el sector salud, proceso que próximamente
debutará con la generación de una política de salud intercultural, que transformará
cualitativamente nuestro sistema haciéndolo más flexible y permeable a la realidad cultural
del usuario.
Por lo tanto y como indica asimismo Sandra Isabel Payan G en su texto:
Hay dos ideas inseparables e indispensables para emprender nuestro propósito: Primero,
todo conocimiento, incluyendo el de la ciencia y el de la medicina, depende de las
condiciones en que se produce, condiciones sociales, culturales e históricas por ejemplo, lo
que significa, que hay diferentes maneras de conocer sin que ninguna sea mejor que otra,
simplemente que producen realidades diferentes; es decir que lo que en nuestra cotidianidad
nos resulta tan obvio y tan factible, pudiera no serlo si nuestra mirada y nuestras creencias
fueran otras, por lo tanto no existe una sola realidad, sino múltiples realidades dependiendo
de quién y cómo se relacione con ella; Y segundo, siempre que pensamos, decimos o
actuamos nos encontramos afortunada e irremediablemente en una posición determinada,
es decir que lo hacemos desde una concepción específica, parcial, incompleta y limitada; de
ahí la necesidad de reconocerla para entender sus fronteras y sus posibilidades.
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Toda práctica y discurso llevan en sí una perspectiva de sociedad, ciencia y ser humano
determinada, incluyendo las prácticas y discursos de la medicina ortodoxa y de las medicinas
alternativas. El pensamiento médico forma parte de la manera como el ser humano se
relaciona consigo mismo y con su entorno, la cual se expresa entre otras cosas, en los
planteamientos de otras disciplinas, en la forma de entender la política, en la economía, en la
cultura, en la cotidianidad, en los planes de desarrollo, en la organización de las ciudades y
pueblos, en las relaciones entre las personas, en nuestros sueños y miedos; es decir que el
pensamiento médico forma parte de la manera como vivimos, sentimos y pensamos. Todo
sistema médico es producto de una historia y una sociedad que lo justifica y lo valida, y la
ciencia y los modelos sanitarios se conforman y comportan de acuerdo con los paradigmas
de la sociedad en la que se encuentran; por eso para reformularse lo médico o lo científico,
necesariamente debe llegarse a lo social y a lo político. Desde esta perspectiva, no es
posible hablar de medicinas (facultativa o alternativa) sólo como técnicas o formas diferentes
de curar, es necesario entenderlas como maneras de pensar investidas de maneras de
hacer, y eso es precisamente lo que deseamos compartir en esta oportunidad, una manera
diferente de pensar la salud, que se expresa en unas técnicas diferentes para curar.
¿Cuál es y donde surge nuestro sistema médico? Nos lo sigue explicando Sandra Isabel
Payan G en el texto arriba referenciado
La medicina facultativa u ortodoxa surge como parte del desarrollo de lo que de una manera
muy general puede denominarse pensamiento de Occidente, el cual se constituye como la
principal base de nuestras ideas, reflexiones y sentimientos cotidianos y académicos; y como
el orden y el abecedario a partir del cual construimos nuestros conocimientos tanto profanos
como científicos. Esta forma de pensamiento se consolida desde la época del Renacimiento
en Europa (siglos XV -XVII), y se encuentra directamente vinculada a procesos económicos
como el Capitalismo y la Revolución Industrial, políticos como la Revolución Francesa, y
sociales y culturales como el desarrollo de la Modernidad. Sus pilares filosóficos son el
Positivismo, corriente que motiva a aceptar sólo lo que se puede medir, cuantificar y percibir
con nuestros cinco más evidentes sentidos, y el Mecanicismo, que supone que todo en el
universo puede mirarse desde una sola racionalidad, puede fragmentarse como las piezas
de un reloj, y puede predecirse porque nada se sale de unas supuestas leyes generales que
determinan tanto el cuerpo como la sociedad. Esta forma de pensar que sobrevalora lo
racional, fue desestimando todo aquello que la lógica no logra explicar, como lo subjetivo, la
magia y la intuición. Esta historia fue protagonizada por pensadores como Descartes,
Bacon, Copérnico, Newton y Laplace entre muchos otros, y surgió inicialmente como
reacción al pensamiento medieval que subestimaba la razón humana para darle predilección
al poder de lo divino.
Continua explicando nuestro modelo médico, el llamado modelo médico hegemónico. El
modelo médico hegemónico es un concepto propuesto por Eduardo L. Menéndez, que hace
referencia al sistema asistencial organizado por la medicina profesional o biomedicina y que
incluye los submodelos de la práctica privada (individual o corporativa) y al de práctica
pública.
El Modelo Médico Hegemónico (medicina facultativa u ortodoxa), se entiende entonces como
“el conjunto de prácticas, saberes y teorías generadas por el desarrollo de lo que se conoce
como medicina científica, el cual desde fines del siglo XVIII ha ido logrando dejar como
subalternos al conjunto de prácticas, saberes e ideologías que dominaban en los conjuntos
sociales, hasta lograr identificarse como la única forma de atender la enfermedad, legitimada
tanto por criterios científicos como por el Estado”[1]. Existe toda una organización social,
ideológica, económica y política que fortalece dicha hegemonía, mediante la exclusión de
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posibilidades de ver y actuar diferentes, y mediante la aceptación y construcción de ideas
que avalan y justifican el mismo modelo médico. Probablemente por esa razón se acepta
con tanta facilidad, en casi todas las disciplinas y en casi todos los ámbitos de nuestra vida,
esta forma hegemónica de pensar y de actuar. Es importante anotar que la hegemonía no
implica la inexistencia de diversidad ni de formas diferentes de pensar y de sentir, por el
contrario, prácticamente la hegemonía de un modelo lleva consigo formas de resistencia que
llenan de esperanza el camino y hacen posible su transformación y replanteamiento.
Este Modelo Médico Hegemónico establece como principales parámetros para entender y
actuar sobre la salud y la enfermedad los siguientes: a) biologismo, ahistoricidad y
asocialidad, es decir que reduce a los individuos a su dimensión física aislándola de toda
condición social, histórica y espiritual, b) concepción de la enfermedad como ruptura,
desviación y diferencia, y de la salud como normalidad estadística, c) práctica curativa
basada en la eliminación del síntoma, d) relación médico – paciente asimétrica, de
subordinación social y técnica del paciente, e) la salud – enfermedad como mercancía y
tendencia inductora al consumismo médico, f) medicalización de los problemas, y g)
identificación ideológica con la racionalidad científica como criterio manifiesto de exclusión
de otros modelos. En general, se trata de una concepción mecanicista del ser humano, que
lleva, entre otras cosas, a las inconsistentes separaciones entre las partes de un todo, entre
la mente y el cuerpo, y entre el individuo, la sociedad y el universo; a la búsqueda de
certidumbres y de verdades absolutas; a la creencia en la causalidad lineal como única
forma de relación; y a la subvaloración de la subjetividad.
Este modelo ha entrado en crisis y la autora nos invita a re-pensar en una nueva forma de
abordar la salud, la enfermedad y la atención
En esta lucha por romper y subvertir lo obvio, para construir seguramente nuevas
obviedades, participan pensadores de muchos campos, dentro de los cuales se encuentran
médicos, chamanes, teguas y brujos. Los llamados “nuevos paradigmas” no constituyen
simplemente una alternativa o una opción a los planteamientos de “viejos paradigmas”, no
son una propuesta para poner a discusión de científicos o académicos; son el camino que
sigue, que urge, que se requiere. Así como a pesar de nosotros el pensamiento se
transforma, es de estos “sentipensares” pequeños, individuales y compartidos como el que
hoy proponemos, que emerge la transformación; por eso no es una lucha descomunada del
bien contra el mal, de los héroes contra los villanos, ahora no, la historia y la vida son
testimonios de la inminente realidad de la ruptura con el mecanicismo; tampoco se trata de
esperar un mañana mejor que hoy, la posibilidad, la esperanza, y la felicidad están en el
presente, con las luchas por la coherencia, los esfuerzos del pensamiento, y los asombros.
Desde esta mirada, compartida en general por las medicinas alternativas, la enfermedad
tiene un sentido para la vida del sujeto y del universo entero, no se entiende como un
fenómeno causado por algo, sino como parte interdependiente del proceso vital de los seres
humanos, en relación con la sociedad, la cultura y el contexto entero en que cada uno se
encuentra; forma parte de la capacidad de los individuos para encontrar su propio orden
(autoorganización), y no responde a leyes ni principios generales, sino a las necesidades y
posibilidades de cada singularidad. El organismo “hace la enfermedad” porque la necesita, y
porque tiene conocimiento y poder sobre sí mismo. Por lo tanto el tratamiento consiste en
estimular esa capacidad de autocuración de cada uno para ayudarlo a buscar su propio
orden; lo que en el ámbito de lo social significa estimular la participación comunitaria real y
efectiva para que cada comunidad con autonomía determine su propio camino. Esta primera
idea, implica entender, a diferencia del mecanicismo, que las propiedades de las partes sólo
pueden comprenderse en razón del conjunto, es decir que no hay partes sino red
6
inseparable de relaciones, propiedades emergentes que no necesariamente reflejan el
accionar individual; por eso el todo es diferente a la suma de las partes, y no es arreglando
las partes por separado que se componen las partes o el todo. Estas relaciones son propias
de cada singularidad, por lo tanto, a diferencia de la medicina ortodoxa en la que la
terapéutica es construida para cada enfermedad, en las medicinas alternativas se trata de
que sea para cada paciente, así como en lo social los proyectos son pensados y
desarrollados por cada comunidad singular y autónoma.
La relación del médico con el paciente así como la manera de responder a los problemas
sociales, se transforma en la medida en que aprendemos a pensar y sentir de una manera
diferente; el paciente y el médico van unidos de la mano recorriendo el camino de la
incertidumbre, con solidaridad y esperanza, entrega a la vida y responsabilidad. Por eso lo
que es alternativo no es la herramienta o el método, sino la concepción misma, el creer con
el corazón que los seres humanos y las sociedades tienen poder y sabiduría que emerge del
universo entero; se necesita reconocimiento, humildad, amor y sentimiento. La medicina
alternativa se define entonces como: “el pensamiento y práctica de tipo médico social
sanitario, contestatario y propositivo a la vez, holístico en su concepción, no hegemónico,
intuitivo y científico, dialéctico y dialógico, revolucionario, humanista, individual e irrepetible,
que devuelve al ser humano sus potencialidades y capacidades de autocuración y
ordenamiento propio en su todo, y le permite una relación más armónica en su intimidad, con
su comunidad social y con el Universo”.
Para pensar y actuar en salud de una manera diferente hay que mirar al enfermo, a la
sociedad y a la vida de otra forma, con otros ojos y eso sólo es posible con el
replanteamiento de la racionalidad, es por eso que lo alternativo implica cambios
trascendentales en la relación con nosotros mismos, confrontaciones, y construirnos
diariamente para no caer en dogmas ni en principios inamovibles.
Ocurre, como casi siempre que se abordan aspectos relativos a la salud, que la medicina
ortodoxa ha establecido un poder dominante en todos los ámbitos, incluso en relación a otros
estamentos sanitarios dentro del mismo sistema o modelo, como ocurre con relación a la
enfermería o a otras ramas sanitarias. Como señalan Roberto Galao Malo, Manuel Lillo
Crespo, Isabel Casabona Martínez y M. Dolores Mora Antón en su texto:
Históricamente la medicina profesional se ha caracterizado por tratarse de una disciplina con
tendencia al corporativismo y a la fagocitación, en el sentido de que ha hecho propios los
saberes de otros grupos sociales. Los ejemplos no son pocos; uno de los más típicos es el
de la psiquiatría, que ni siquiera es considerada como parte de la medicina por algunos
especialistas(21) y que para otros no se trata de más que una forma de control social(22). La
enfermería en este sentido también ha resultado mal parada. Las mujeres que se dedicaban
a la sanación de una manera casi profesional, durante la Edad Media fueron quemadas en la
hoguera con el fin de “hacerse con el campo y la exclusividad”(23). A estas “brujas” se les
puede considerar un antecedente entre la medicina y la enfermería. No es necesario
nombrar el caso de la Ginecología, que nace a partir de la conversión en enfermedad de un
proceso natural como es el embarazo y el parto, atendido tradicionalmente por comadronas
o parteras. Estas cuestiones se han producido más por razones de control social que por
filantropía(24).
Durante la historia y de forma paralela, la ciencia, gracias a diferentes grupos de presión, ha
conseguido el estatus dogmático con el que cuenta en la actualidad. No sin antes haber
“aniquilado” a la otra gran forma de interpretación de la realidad que ha existido, esto es, la
religión. Tal y como cuenta Vidal(25), el remate final lo dio Darwin con su libro el Origen de
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las Especies, quien se vio presionado a publicarlo a pesar de que el trabajo contaba con
grandes lagunas, que el mismo conocía; pero que sirvió para deslegitimizar a La Iglesia y su
extendida concepción del mundo y la realidad. Al igual que a los laicos no se les consideraba
como aptos para poder interpretar las Santas Escrituras, desde entonces la ciencia y en
definitiva la realidad, esta bajo el control de los científicos.
Este casamiento entre ciencia y medicina es el que ha permitido a la clase médica
encontrarse en la posición hegemónica en la que se encuentra en la actualidad. Esto le ha
permitido, no sólo sanar a las personas sino el decidir quién está enfermo y quién no, con
todas las repercusiones que esto conlleva.
En este sentido, el corporativismo es la clave que genera este poder. Tal y como dice
Foucault(26): “el poder no es un fenómeno de dominación masiva y homogénea de un
individuo sobre otros, de un grupo sobre otros, de una clase sobre otras; el poder
contemplado desde cerca no es algo dividido entre quienes lo poseen y los que no lo tienen
y lo soportan. El poder tiene que ser analizado como algo que no funciona sino en cadena.
No está nunca localizado aquí o allá, no está nunca en manos de algunos. El poder funciona,
se ejercita a través de una organización reticular. Y en sus redes circulan los individuos
quienes están siempre en situaciones de sufrir o ejercer ese poder, no son nunca el blanco
inerte o consistente del poder ni son siempre los elementos de conexión. El poder transita
transversalmente, no está quieto en los individuos”.
Este autor argumenta en otra obra(27): “los intelectuales han descubierto que las masas no
tienen necesidad de ellos para conocer -saben mucho más-, pero existe un sistema de
dominación que obstaculiza, prohíbe, invalida ese discurso y el conocimiento” para terminar
sentenciando: “el poder (entendido en un sistema amplio, no únicamente político) termina
produciendo un saber determinado, con el fin de ponerlo a su servicio”.
Todo lo anterior tiene importantes repercusiones que son sobradamente conocidas. Ante los
ojos de la sociedad y del resto de la comunidad científica, la enfermería juega un papel casi
irrelevante dentro del contexto sanitario y de la salud. En España esta visión se encuentra
bastante enraizada; baste recordar las dificultades para conseguir las escasas becas para
investigación en enfermería y las trabas, obstáculos y demoras que se vienen poniendo para
aprobar las necesarias especialidades y la licenciatura. Sin embargo, la necesidad y la
importancia de tener enfermeras y de que además estén bien formadas, está cada vez más
demostrada. Basta con leer los trabajos de Needleman(28) y Aiken(29) por nombrar dos
recientes ejemplos. A pesar de esto, y siguiendo en España, el corporativismo médico ha
influido e influye en las políticas y legislación sanitaria para amoldarla a sus fines, y en
definitiva a su control(30). A modo de ejemplo, Ceci(31) nombra el caso Sinclair, en Canadá,
en el que 12 niños murieron por la falta de capacidad de un cirujano cardiaco infantil, a pesar
de las continuas protestas de las enfermeras que trabajaban en la unidad. Las enfermeras
fueron desautorizadas por los mandos médicos del hospital por el mero hecho de ser
enfermeras. Tal y como dice Foucault, el discurso verdadero estaba determinado por un
grupo de poder (el médico), que inicialmente construyó una verdad paralela, que nada tenía
que ver con la realidad.
Son pocos los trabajos que realizados por enfermeras hayan tenido repercusiones a nivel del
resto de la comunidad científica. De hecho no pocas enfermeras han sido pioneras en
diferentes materias, por las que han obtenido el mérito otros tipos de profesionales. A
continuación se exponen dos ejemplos(32). La enfermera psiquiátrica Hildegard Peplau, fue
la primera en establecer un modelo y unas bases sobre la relación de ayuda y sus fases. Sin
embargo es al psicólogo Carl Rogers a quien se le conoce como al padre de la relación de
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ayuda en el campo de la psicología y las ciencias de la salud. Otro tanto ocurre con King,
quien ya en 1968 relacionó los conceptos de percepción, interacción y transacción. En 1969
salió a la luz el libro “Interaccionismo simbólico” de Blumer. Es como si la comunidad
científica y en especial la clase médica, mirasen hacia otro lado cada vez que una enfermera
escribiese algo.
Para terminar estos mismos autores continúan explicando esta relación de poder existente
entre la medicina y la enfermería
Tal y como se puede apreciar en lo visto anteriormente, según Foucault, el poder produce
saber y el saber es poder. La clase médica es la que sabe y es la que tiene subrogada a la
enfermería y a otros profesionales de la salud. ¿Quién no ha oído en alguna ocasión la
sentencia: “Mi enfermera” pronunciada por un médico en el contexto de una institución
sanitaria? Como si fuésemos la posesión de alguien. En cualquier caso, la trampa que
esconde esta simple afirmación es que no trabajamos para el paciente o el cliente, sino para
el médico. Desde esta perspectiva ni se necesita ser una ciencia, ni tan siquiera una
profesión ya que no se posee ningún tipo de autonomía ni de criterio. Es interesante
reflexionar en este punto, desde la sociología de los centros e instituciones sanitarias sobre
el nombre con el que se nos conoce a las enfermeras de forma amplia y que no ha variado
en los últimos 40 años a pesar del cambio en el mismo y de la incorporación de nuestra
carrera a la universidad: ATS. Un ayudante no tiene autonomía y trabaja para un superior, no
necesita ningún tipo de actitud crítica o juicio clínico. La razón de ser de un técnico es el
llevar a cabo una serie de destrezas o tareas, encomendadas, sin que sea necesario que
conozca el porqué de lo que hace. Sanitario hace referencia específicamente a la
enfermedad y no a la salud, entendida esta de una forma más amplia. Por lo tanto estamos
hablando de una persona que trabaja a las órdenes de un superior, para la realización de
una serie de tareas encomendadas, y que no requieren una especial actividad intelectual en
el campo de la enfermedad.
También existen dos formas curiosas para denominar a La Enfermería de una forma
bastante extendida, incluso entre sus mismos profesionales. Estas son la de Ciencia
Aplicada y la de Disciplina Práctica. ¿La medicina es una ciencia pura? Se nutre de la
anatomía, de la fisiología, de la patología, pero también de la psicología, la sociología, la
economía, etc. En cuanto al hecho de que se nos considere una disciplina práctica, es
necesario reflexionar sobre ciertos puntos. En primer lugar: ¿hay alguna disciplina que no lo
sea, y en especial en el campo de las Ciencias de la Salud?, ¿Los médicos tras su formación
se encierran en un despacho?, ¿Qué es práctico y qué no? En segundo lugar sería
interesante reflexionar sobre lo que implica el ser una disciplina práctica desde una
perspectiva sociológica. A modo de ejemplo, Chalmers(33) nombra un estudio sobre la
influencia de los intereses sociales en el desarrollo de la estadística en Gran Bretaña en el
siglo XIX. Esta fue propiciada por la clase media profesional. Su separación de la clase
proletaria venía dada por su trabajo, que implicaba actividad mental competente, en vez de
manual: “los profesionales eran custodios de áreas de conocimiento y experiencia, y su
poder derivaba de la medida en que ese conocimiento y experiencia desempeñaban un
importante papel social. Dentro de los intereses de la clase media profesional se hallaba el
de maximizar la importancia de ese rol, a la vez que mantener un estricto control sobre sus
miembros”. En nuestra opinión, algo similar ocurre entre la enfermería y la medicina en la
realidad actual española. Al decir que somos una disciplina práctica lo que implica es que en
nuestra profesión no es necesario ser mentalmente competente, o poseer conocimientos
previos ya que estos se aprenden durante la práctica (cuántas vidas se pueden quedar en el
camino durante este proceso). En resumen, que no hay que pensar mucho sino hacer. De
esta forma el saber queda a merced del corporativismo médico y por lo tanto el poder.
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De este modo la pelota queda en vuestro tejado. ¿Es necesaria realmente una forma de repensar la salud? y lo que es aún más importante ¿debemos repensar la enfermería?
Si te ha interesado el tema, dispones de información adicional relativa al mismo en los
siguientes enlaces:
Sistemas médicos-modelos médicos (3) Sistema Nacional de Salud
Sistemas médicos-modelos médicos (2). Conceptos básicos
Sistemas médicos-modelos médicos (1)
Un saludo amigos
Tomado de: http://culturaysalud.wordpress.com/2009/03/12/sistemas-medicos-modelosmedicos-4-modelo-medico-hegemonico/
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