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América Latina antes y después de la crisis de la crisis de 1930, vivía situaciones similares a lo que se vivía en el resto del mundo occidental. La crisis de 1930, el ascenso de ideologías totalitarias son algunas de los principales retos. La diferencia está en que las situaciones de partida no eran la s mismas que en Europa y EEUU, ni tampoco su grado de desarrollo económico, de su cultura política, de su integración regional y en el aspecto social. Esto llevará a que las soluciones y modelos que se den en la región sean diferentes a las europeas, asistiendo Latinoamérica a un proceso de reacomodo de ideas, modelos e influencias externas. Por ejemplo el populismo o la industrialización por sustitución de importaciones. Durante la segunda la segunda mitad del siglo XIX, el crecimiento industrial de Europa, junto con el desarrollo del transporte y las comunicaciones, abrió nuevas posibilidades para la organización del comercio mundial. Los países industriales demandaron mayores volúmenes de alimentos para su población y de materias primas para sus industrias, estimulando a muchos países latinoamericanos a “especializarse” en producirlos y a comprarles sus bienes industriales. Esta División Internacional del Trabajo fue posible gracias a la vigencia del libre intercambio. Entre 1880 y 1914, por ejemplo Argentina vivió una etapa de gran crecimiento económico y modernización, sustentada en la exportación de productos primarios, que se conoce como modelo agroexportador. A partir de 1920 la economía capitalista, especialmente EEUU, protagonizó un sostenido crecimiento económico. Este panorama creó un exceso de confianza en los mercados internacionales entonces importantes sectores de la población, en especial en el empresario, se volcaron masivamente a adquirir acciones de las empresas industriales en la Bolsa de Valores de Nueva York. Esta situación no duró mucho tiempo. El 29 de octubre de 1929 se produjo una estrepitosa caída de los valores de las acciones, lo que provocó pánico en los tenedores de acciones, quienes rápidamente salieron a vender. El saldo fue una quiebra de importantes empresas y una crisis económica que, debido a los alcances internacionales del mercado capitalista, se extendió a casi todo el mundo occidental. Con la crisis se inició una etapa de depresión económica mundial, que tuvo como rasgos salientes bajas de salarios, desocupación, caída del consumo, quiebra de bancos y empresas y disminución de la inversión. La crisis de 1930 produjo un gran impacto en casi todas las economías nacionales e implicó profundas transformaciones en la organización de las relaciones internacionales entre los países. Como expresa Donghi la crisis “significa la decadencia del lazo entre Latinoamérica y sus metrópolis”. Todos los estados reorganizaron sus economías aplicando medidas proteccionistas y limitando sus importaciones. La situación hizo desaparecer el sistema internacional de comercio y pagos, que fue reemplazado por acuerdos bilaterales y tratados preferenciales. Así lo muestra Lettieri diciendo que “no había modelo de integración económica internaciona l”. Esta profunda crisis llevó a repensar el papel del Estado en las sociedades capitalistas. En Europa cobró fuerza la idea de que el estado debía intervenir en la economía para garantizar el empleo, asegurar condiciones dignas de vida y evitar los descalabros financieros. En el ámbito de las finanzas se fueron creando organismos estatales de control y los bancos centrales, que fijaron la cantidad de billetes que se podía emitir en un país, el valor de la moneda nacional respecto de la extranjera y la cantidad mínima de dinero que debían tener los bancos privados para funcionar. Estas medidas buscaban evitar la pérdida de valor de la moneda y la quiebra de bancos. A fin de proteger sus industrias y sus productos agropecuarios, los Estados cargaron con altos impuestos a los productos que competían con los producidos en sus propios países. Otorgaron subsidios o eximieron de impuestos a las actividades económicas que tenían intenciones de desarrollar. Las políticas de la primera mitad del siglo XIX, que favorecían el librecambio, fueron reemplazadas por actitudes proteccionistas y defensoras de las economías nacionales. Tras la crisis de 1930, se difundió la idea de que el Estado tenía que generar empleo, para que más gente (sobre todo la desocupada) pudiera comprar más cosas y, de esa forma, la industria, el campo y el comercio estuviesen siempre activos. Así fue que muchos Estados ocuparon trabajadores en la construcción de obras públicas como caminos, diques, puentes y hospitales. También fue frecuente la intervención del Estado para lograr acuerdos entre empresarios y sindicatos respecto del valor de los salarios y las condiciones de trabajo. La idea de que el Estado debía intervenir en el mejoramiento de la calidad de vida, especialmente de los sectores sociales con ingresos más bajos, se visualizó en el surgimiento de sistemas de jubilaciones y pensiones, la protección estatal de la salud de las personas, los seguros de desempleo que garantizaban un salario mensual a las personas sin trabaja y los créditos baratos para comprar viviendas. Este tipo de Estado, que buscaba asegurar ciertas condiciones de vida mínima para los ciudadanos, desde “la cuna hasta la tumba”, fue conocido como Estado de Bienestar. Con este tipo de Estado creció enormemente el número de empleados públicos. Para poder hacer frente a los nuevos gastos, los Estados aumentaron los impuestos, en especial a los sectores de mayores ingresos. Luego de la crisis de 1929, los países industriales se hicieron proteccionistas y los países cuyas economías dependían de la exportación de productos agropecuarios o mineros, como los latinoamericanos, comenzaron a tener dificultades. Los países centrales limitaron sus importaciones y se autoabastecieron tanto de materias primas para las industrias como de alimentos para la población. La crisis de las economías de los países periféricos se agravó, porque además de la reducción de los volúmenes exportados, se registró una fuerte caída de los precios internacionales de los productos primarios. Al mismo tiempo, para los países de América Latina, cada vez fueron más restringidas las posibilidades de obtener préstamos o inversiones de capital extranjero. Para recobrar el equilibrio en el comercio exterior y en los ingresos públicos, los gobiernos latinoamericanos definieron políticas de intervencionismo estatal en el plano económico, pero no en el plano social
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