Download La reconfiguración del orden mundial después de la II

Document related concepts

James Petras wikipedia , lookup

Nuevo Imperialismo wikipedia , lookup

Orígenes de la Guerra Fría wikipedia , lookup

Pax Americana wikipedia , lookup

Doctrina Bush wikipedia , lookup

Transcript
BORRADOR1
La reconfiguración del orden mundial después de la II Guerra del Golfo y la posición de
América Latina y el Caribe2
Por Carlos Alzugaray3
La cuestión del orden mundial ha sido objeto de un creciente debate en la literatura especializada, en la que han participado estudiosos de todas las corrientes contemporáneas existentes en la disciplina de las Relaciones Internacionales. Este debate científico tiene capital
importancia porque nos encontramos inmersos en un proceso de profundas y turbulentas transformaciones sociales, económicas y políticas, de cuyos resultados pende el destino de la Humanidad como nunca antes en la historia. El último año, tercero del nuevo milenio, produjo
una de las guerras imperialistas de agresión más ilegítimas y preocupantes de los últimos
tiempos, la llevada a cabo por el Gobierno norteamericano del Presidente George Bush contra
Irak. Aprovechando la evidente debilidad política y militar de un Estado del Medio Oriente,
que, sin embargo posee enormes reservas de petróleo, la mayor superpotencia que haya conocido la historia mundial se lanzó sobre él con una serie de objetivos múltiples pero, sobre todo,
con el fin de demostrar su poderío, manifestado con los más sofisticados y poderosos armamentos convencionales.
Ya hoy sabemos que esta guerra no tenía nada que ver ni con la alegada existencia de
armas de exterminio en masa en Irak, ni con la presencia de una amenaza inminente a la seguridad de Estados Unidos ni mucho menos con el supuesto contubernio del régimen de Saddam
Este es un primer borrador; no citar sin autorización del autor.
Ponencia presentada en el Seminario Internacional “Regionalismo, Seguridad Regional y Sociedad Civil en el
Gran Caribe en el Nuevo Entorno Mundial” celebrado en La Habana, Cuba, los días 25, 26 y 27 de Febrero de
2004, auspiciado por la Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales (CRIES). Este es un
primer borrador; no citar sin autorización del autor.
3
Profesor Titular y Coordinador de Estudios Estratégicos Internacionales del Instituto Superior de Relaciones
Internacionales Raúl Roa García, del Ministerio de Relaciones Exteriores de la República de Cuba, Académico
Titular de la Academia de Ciencias de Cuba y miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Latinoamericana
de Ciencia Política (ALACIP). Correo electrónico: [email protected].
1
2
2
Hussein con el grupo terrorista de Al Qaida. Como señaló hace unos meses Thomas Friedman,
destacado columnista de The New York Times, que apoyó la guerra desde el principio: ‘La
“verdadera razón” para esta guerra, que nunca se declaró, era que después del 9/11 América
(Estados Unidos) necesitaba castigar a alguien en el mundo del árabe-musulmán.’4 La guerra
de Afganistán no era suficiente, había que buscar un ‘oscuro lugar del planeta’ donde las fuerzas armadas de Estados Unidos pudieran desplegar todo su poderío para ‘asustar y atemorizar’5 no sólo al pueblo iraquí, sino al resto del Medio Oriente y a la Humanidad en su conjunto.
Estamos pues ante un proceso de reconfiguración del orden mundial que tiene como
rasgo característico principal el dominio político militar del imperialismo norteamericano sobre el resto de la sociedad internacional, siguiendo un proyecto que no se agota únicamente en
este rasgo. Para podernos explicar este proceso de reconfiguración del orden mundial debemos
apelar a un conjunto de herramientas teóricas que nos han legado distintos pensadores pero
que tiene, necesariamente que partir de las primeras concepciones sobre esta fase del capitalismo, la imperialista, que datan de los análisis de Karl Marx y Friedrich Engels pero que pasan por los juicios de Vladimir Ilich Lenin, Nicolai Bujarin, Karl Kautsky, Rudolf Hilferding,
John A. Hobson y Rosa Luxemburgo – quienes estudiaron el fenómeno del imperialismo en su
surgimiento a fines del siglo XIX y principios del siglo XX – para incorporarles las nuevas
reflexiones y apreciaciones de autores contemporáneos.6 Por otra parte, un análisis del la eco-
Thomas Friedman, ‘Because We Could’, en The New York Times, 4 de junio de 2003, página editorial.
Traducción de la frase ‘shock and awe’, con la que el Pentágono anunció a la prensa el lanzamiento de fulminantes ataques contra Bagdad a principios de la II Guerra del Golfo.
6
Pienso, entre otros, en Alonso Aguilar Monteverde, Tariq Ali, Samir Amin, Perry Anderson, Giovanni Arrighi,
Atilio Borón, Orlando Caputo, Ana Esther Ceceña, Christopher Chase-Dunn, Noam Chomsky, Fernando Coronil,
Robert Cox, Theotonio dos Santos, Jaime Estay, Johan Galtung, Julio Gambina, Pablo Gentili, Susan George,
Jayati Ghosh, San Gindin, Pablo González Casanova, Peter Gowan, Antonio Gramsci, Michael Hardt, Fred
Halliday, Marta Harnecker, Eric Hobsbawn, François Houtart, Michael Hudson, Paul Kennedy, Georges Labica,
Ernest Mandel, Istvan Mészaros, Toni Negri, Leo Panitch, James Petras, Roberto Pizarro, Corey Robin, William
I. Robinson, Emir Sader, John Saxe-Fernández, Susan Strange, Eric Toussaint, Emmanuel Wallerstein, Marilyn
B. Young, y, entre los cubanos, Silvio Baró, Jorge Casals, Luis M. García Cunarro, Roberto González, Isabel
Jaramillo, Jorge Hernández, Fernando Martínez, Osvaldo Martínez, Isabel Monal, Esteban Morales, Carlos Rafael Rodríguez, Luis Suárez y otros. Demás está decir que la lista de autores pudiera extenderse aún más.
4
5
3
nomía y la política del imperialismo norteamericano no puede alejarse de la diferencia, a criterio del autor fundamental, entre hegemonía y dominio o dominación.7
I.
El criterio fundamental de partida para cualquier análisis de la reconfiguración del orden mundial tiene que fundamentarse en la realidad incontrovertible de que la misma se produce dentro de un sistema internacional signado por la hegemonía o dominio del sistema capitalista, en su fase imperialista, desde principios del siglo pasado.8 Lógicamente, el desarrollo
del imperialismo en el siglo XX estuvo limitado y enmarcado, entre otros factores, por dos
fenómenos significativos acaecidos a lo largo de la centuria9: las contradicciones interimperialistas que causaron las dos guerras mundiales del siglo XX; y el surgimiento y desarrollo, aún
cuando fuera de forma distorsionada, de un sistema socio-económico diferente, contradictorio
con el imperialista, el socialista, que tuvo su punto de partida con la Revolución Rusa de Octubre de 1917 y el establecimiento de la Unión Soviética y que alcanzó su apogeo con la formación del sistema socialista mundial en el período inmediato posterior a la Segunda Guerra
Mundial.10
También debe tenerse en cuenta que la existencia del socialismo como sistema mundial, con una superpotencia dotada de armas nucleares y considerable poderío militar a la cabeza, tuvo como una de sus consecuencias importantes que Estados Unidos lograra establecer
Véanse los ensayos incluidos en la obra colectiva Gramsci, Historical Materialism and International Relations (Cambridge Studies in International Relations 26, Cambridge, Cambridge University Press, 1995), coordinada por Stephen Gill, pero particularmente los ensayos de Roberto Cox (‘Gramsci, hegemony and international
relations: an essay in method’) y Stephen Gill (‘Gramsci and global politics: towards a post-hegemonic Research
agenda’ y ‘Epoistemology, ontology and the “Italian school”’). También la obra de Perry Anderson, Las antinomias de Antonio Gramsci: Estado y Revolución en Occidente, México, Fontamara, 1998. En Cuba se ha
hecho un considerable esfuerzo por rescatar el pensamiento gramsciano, particularmente en conferencias y publicaciones de la Cátedra Antonio Gramsci del Centro Juan Marinello para la Investigación y el Desarrollo de la
Cultura Cubana.
8
El autor de este texto ha llegado a la conclusión de que hegemonía (en el sentido gramsciano del término) y
dominación, son dos formas distintas de ejercer la supremacía de una clase o un estado. En la literatura de relaciones internacionales se cae muchas veces en el error, que el autor también ha cometido, de llamar hegemonía a
lo que es, simple y sencillamente, dominación “pura y dura”.
9
Para dos enfoques distintos desde una perspectiva marxista, véanse Eric Hobsbawn, Age of Extremes: The
Short Twentieth Century 1914-1991, Londres, Michael Joseph, 1994, y Giovanni Arrighi, The Long Twentieth Century: Money, Power and the Origins of Our Times, Londres, Verso, 1994.
10
El hecho de que la Unión Soviética desapareciera y el sistema socialista mundial colapsara, con la consecuente
desaparición del régimen socialista en Europa no le resta al argumento de que el desarrollo del imperialismo se
vio contenido por esta realidad objetiva.
7
4
su dominio o hegemonía sobre el conjunto de Estados imperialistas y capitalistas, que subordinaron sus intereses a los de Washington, aún cuando en algunos casos expresaran dudas y
animadversiones a determinadas políticas norteamericanas.11
Sin embargo, en ese contexto, resultó difícil para el imperialismo norteamericano imponer su supremacía, lo cual fue siempre una ambición de sus clases dominantes.12 A los factores externos – contradicciones con otros centros de poder imperialista en Europa y Asia y
enfrentamiento con la Unión Soviética, propulsora de un nuevo sistema socio-económico –
habría que añadir que al interior de la nación norteamericana, la ideología de ‘pueblo predestinado’, fomentada desde las clases dominantes para legitimar su acción exterior imperial, estuvo en un tiempo matizada por un aura de ‘aislamiento espléndido’ que derivó en la idea de que
Estados Unidos no necesitaba involucrarse en el Mundo y que, si lo hacía, debía ser al menor
costo posible.13 He ahí las raíces del ‘aislacionismo’ como idea que jugó tan importante papel
en la conciencia social estadounidense hasta la Segunda Guerra Mundial.
Con el fin de la Segunda Guerra Mundial, de la cual Estados Unidos emergió como
única potencia a la vez vencedora y poseedora del armamento nuclear, y sin sufrir daños mayores a su base económica, sino por el contrario, beneficiada ésta por el ‘boom’ productivo del
esfuerzo bélico, Washington pudo comenzar a diseñar un orden mundial que sirviera a sus
fines imperiales. Michael Hudson, en una excelente obra que ha visto su segunda edición el
año pasado, ha demostrado como la clase dominante norteamericana logró, en el período inmediato posterior a la guerra, erigir los fundamentos de su ulterior dominio económico meVéase Roberto González, Estados Unidos: Doctrinas de la Guerra Fría 1947-1991, La Habana, Centro de
Estudios Martianos, 2003.
12
Por sólo citar un número limitado de obras escritas por autores ciertamente pertenecientes al llamado ‘mainstream’, esta vocación de poder dominante o hegemónico puede encontrarse en: Lea Brilmayer, American Hegemony: Political Morality in a One-Superpower World, New Haven, Yale University Press, 1994; Zbigniew
Brzezinski, The Grand Chessboard: American Primacy and its Geostrategic Imperatives, New York, Basic
Books, 1997; David Fromkin, In the Time of the Americans: The Generation That Changed America’s Role
in the World, New York, Alfred A. Knopf, 1995; Stanley Hoffmann, Primacy or World Order: American
Foreign Policy since the Cold War, New York, McGraw-Hill, 1978; Henry Kissinger, Diplomacy, New York,
Simon & Schuster, 1994; Joseph S. Nye, Jr., Bound to Lead: The Changing Nature of American Power, New
York, Basic Books, 1990; Eugene V. Rostow, Toward Managed Peace: The National Security Interests of the
United States, 1759 to the Present, New Haven, Yale University Press, 1993; y Fareed Zakaria, From Wealth
to Power: The Unusual Origins of America’s World Role, Princeton, Princeton University Press, 1998.
13
Las peculiaridades de este comportamiento norteamericano fueron explicadas ya hace más 30 años por Raymond Aron en su excelente obra La República Imperial: Los Estados Unidos en el Mundo (1945-1972), Buenos Aires, Emecé Editores, 1974, tomado de la edición francesa de 1973.
11
5
diante la creación de un entramado de instituciones internacionales – Fondo Monetario Internacional, Banco Mundial y GATT, Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio
– que le han servido desde entonces a tales fines.14
En el plano político, el dominio al que aspiraba la clase dominante norteamericana no
pudo materializarse fundamentalmente debido a la existencia de la Unión Soviética y al posterior surgimiento del campo socialista, tanto en Europa como en Asia, en esta última región
sobre todo por las revoluciones china y vietnamita y por el valladar que significó para la expansión norteamericana el establecimiento de un régimen socialista en el sector norte de la
península coreana. También debe apuntarse que en el período de la Guerra Fría, y al abrigo de
lo que significaba tener en el campo socialista un contrapeso al poderío norteamericano y de
sus aliados en América del Norte, Europa y Asia, los países subdesarrollados, muchos de ellos
independientes gracias a significativos movimientos de liberación nacional, apoyados en general por la Unión Soviética, Cuba y otros países socialistas, lograron articular distintos frentes
de concertación en el Movimiento de Países No Alineados y en el Grupo de los 77.
Si bien en el terreno de las instituciones económicas y financieras internacionales, Washington logró establecer su primacía, no sucedió lo mismo en el de los organismos políticos y
sociales. A pesar de que en su Consejo de Seguridad se estatuyó el derecho del veto a 5 grandes potencias – Estados Unidos, la Unión Soviética, Gran Bretaña, Francia y China –, la Organización de Naciones Unidas, a través de su Carta, refrendó toda una serie de principios del
Derecho Internacional que limitaron la capacidad de las mayores potencias a imponer su voluntad a la comunidad internacional. Esta y otras instituciones sirvieron de escenario para que,
en la medida que se ampliaba a un número cada vez mayor de miembros procedentes del Tercer Mundo, se estableciera un fuerte debate internacional en torno a un nuevo orden económico internacional y al derecho al desarrollo en las décadas de los años 70 y 80. Se llegó incluso
a materializar la idea de un código de conducta para las empresas transnacionales.
Pero la desaparición de la Unión Soviética y del campo socialista permitió a Estados
Unidos proclamarse vencedor de la Guerra Fría e iniciar un proceso de establecimiento de su
14
Michael Hudson, Super Imperialism: The Origin and Fundamentals of U.S. World Dominance, Segunda
Edición, Londres, Pluto Press, 2003.
6
hegemonía o dominio unipolar que llega hasta nuestros días.15 Aunque este es un elemento
común a las Administraciones de George W.H. Bush, William Clinton y George W. Bush, es
con esta última y, sobre todo, a partir y tomando como pretexto los atentados terroristas del 11
de septiembre, que la ofensiva norteamericana por alcanzar el dominio mundial toma una forma más evidente y peligrosa. Este envite norteamericano ha sido facilitado en gran medida por
dos fenómenos que se parecen pero no son iguales: el proceso objetivo de globalización de la
producción y del comercio y el proyecto neoliberal de abrir los mercados nacionales y convertirlos en uno sólo, de carácter global.16
En el centro del debate sobre la reconfiguración del orden mundial está, por supuesto,
la cuestión del poder.17 Como ha señalado Noah Chomsky, citando la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, dada a conocer por el Presidente Bush en Septiembre de
2002,
‘Como una alta prioridad de la agenda global para el otoño del 2002 estaba la
declarada intención de mantener su hegemonía a través de la amenaza y del uso de la
fuerza por parte del más poderoso Estado en la historia, la dimensión del poder en la
que tiene dominio supremo. En la retórica oficial de la Estrategia de Seguridad Nacional, “Nuestras fuerzas serán los suficientemente fuertes como para disuadir a adversarios potenciales que pretendan seguir políticas de fortalecimiento militar en la esperanza de sobrepasar, o igualar, el poder de los Estados Unidos”.’18
15
Desde dos posiciones opuestas, este proceso ha sido descrito por Peter Gowan, The Global Gamble: Washington’s Faustian Bid for World Dominance, Londres, Verso, 1999 y Andrew J. Bacevich, American Empire:
The Realities & Consequenbces of U.S. Diplomacy, Cambridge, MA, Cambridge University Press, 2002.
16
Muchos autores se refieren a la globalización neoliberal, como es el caso, por ejemplo, de Atilio Borón y Osvaldo Martínez. Otros, como James Petras, prefieren llamar al actual proceso de globalización simple y sencillamente imperialismo. A mi criterio conviene diferenciar el proceso de globalización del proyecto neoliberal, aunque lo que indudablemente prima en este momento histórico es un proceso de globalización capitalista de sesgo
netamente imperial y neoliberal.
17
La definición clásica del problema del poder en las relaciones internacionales es de Hans Morgenthau en su
obra Politics among Nations: The Struggle for Power and Peace, tercera edición, New York, Knopf, 1960
(Hay ediciones en español). Puede verse un resumen en la excelente recopilación de J.A. Vásquez, Relaciones
Internacionales: El pensamiento de los clásicos, México, LIMUSA, 1994.
18
Noam Chomsky, Hegemony or Survival: America’s Quest for Global Dominance, New York, Metropolitan
Books, 2003, p. 11. Chomsky cita a George Bush, The National Security Strategy of the United States, Washington, La Casa Blanca, Septiembre de 2002, p. 33.
7
Sin embargo, no debe olvidarse que esta preocupación por mantener la supremacía absoluta en la esfera militar está motivada porque es en ésta en la que Estados Unidos mantiene
una ventaja mayor, comparada con otras estructuras de poder, donde, de una forma u otra ese
poderío ha sido minado por el avance de otros centros imperialistas. Peter Gowan lo ha explicado en los siguientes términos:
‘En el terreno político, el desafío fundamental para los Estados Unidos consiste
en mantener su dominio sobre los otros centros nucleares capitalistas, para evitar que
se encierren en bloques regionales en Asia oriental y Europa occidental, e impedir que
cooperen en suscribir formas y reglas de la expansión internacional en términos que
afecten a los Estados Unidos. Mientras estos otros centros nucleares eran, de facto, protectorados de seguridad norteamericanos, pudo manejarse este reto. Con el colapso del
bloque soviético, este ha vuelto a emerger, sobre todo en el caso de Europa occidental.’19
El intento norteamericano por alcanzar un orden mundial basado en la supremacía absoluta sobre el resto del planeta ha tenido lugar en las cuatro estructuras de poder, interconectadas pero diferentes, en que puede dividirse, con propósitos analíticos, el ‘campo de batalla’,
por así decirlo: seguridad, producción, finanzas y cultura.20
En cada una de estas estructuras de poder hay varias preguntas comunes qué hacerse:
1. ¿Cuáles son los desafíos clave que el imperialismo norteamericano tiene que enfrentar para poder imponer su dominio o hegemonía?
2. ¿Cuál es el peso relativo del poder del imperialismo norteamericano en cada estructura?
En Rafael Hernández, con François Houtart, Tariq Ali y Peter Gowan, ‘¿Qué imperialismo? (Un simposio)’, en
Temas: Cultura Ideología Sociedad, No. 33-34, abril-septiembre de 2003. Nueva época. La Habana, Ministerior de Cultura, 2003, p. 7.
20
El autor se basa en el las propuestas de Susan Strange en su obra States and Markets, Segunda edición, Londres, Pinter, 1994, salvo que llama a la cuarta estructura de poder ‘cultura’ en lugar de ‘conocimiento’, que es la
designación general que la desaparecida profesora de la Universidad de Warwick, definió como ‘lo que se cree (y
las conclusiones y principios morales derivados de esas creencias; lo que se sabe o se percibe como comprendido;
y los canales a través de los cuales creencias, ideas y conocimientos son comunicados – incluyendo a algunas
personas y excluyendo a otras.’ (Strange, Op. Cit., p. 119). Strange también identifica 4 estructuras secundarias
de poder: sistema de transporte (mar y aire), comercio, energía y bienestar. Por razones de espacio, estas no será
objeto de análisis en esta presentación pero no puede subestimarse en caso alguna su importancia.
19
8
3. ¿Qué otros actores sociales participan en cada estructura y qué posición adoptan
ante los intentos de dominación o hegemonía del imperialismo norteamericano?
II.
Pocos especialistas pondrían en duda la aseveración de que Estados Unidos posee una
superioridad bélica tan grande en el mundo actual, que son pocos los Estados que pudieran
enfrentarlo con éxito. La supremacía militar norteamericana es avasallante. Sin embargo, el
volumen de desafíos que Estados Unidos tiene que enfocar en materia de seguridad no deja de
ser significativo, sin lugar a dudas porque el asumir la creación de un imperio debe resolver no
sólo los problemas directamente relacionados con su seguridad, el terrorismo en primer lugar
(que es en el fondo una forma de resistencia, aún cuando sea execrable y éticamente condenable), sino la de sus intereses geopolíticos estratégicos en otras regiones del mundo y, si se inclina por un imperio ‘hegemónico’, o por persuasión, la seguridad de las clases sociales aliadas en otros rincones del planeta. A ello habría que añadir que en la Estrategia Nacional de
Seguridad proclamada por el Presidente Bush en septiembre del 2002, se propuso, como principio central fundamental de defensa, la posibilidad de guerras preventivas:
‘Durante mucho tiempo, los Estados Unidos han mantenido la opción de desencadenar acciones preventivas para encarar amenazas evidentes a nuestra seguridad nacional. Mientras mayor sea la amenaza, mayor será el riesgo de la inacción – y más
concluyente el caso para defenderse tomando acciones anticipadoras, aun cuando exista incertidumbre acerca del momento y lugar del ataque del enemigo. Para anticipar o
prevenir tales actos hostiles por parte de nuestros adversarios, los Estados Unidos actuará si fuera necesario, de manera preventiva.’21
Esta definición lleva implícita la noción de seguridad absoluta, ya criticada hace 30
años por Henry Kissinger en otro contexto y refiriéndose a la Unión Soviética. Vale la pena
recordar lo que este teórico y practicante escribiera al respecto entonces: ‘. . . seguridad abso-
21
George W. Bush, The National Security Strategy of the United States, Washington, La Casa Blanca, Septiembre de 2002, p. 15.
9
luta para un Estado significa inseguridad absoluta para todos los demás; sólo puede ser alcanzada mediante la reducción de todos los demás a la impotencia.’22
Como señaló Strange en 1994, aunque imperfecto, existe un sistema de seguridad internacional basado en la Carta de las Naciones Unidas, que tiene la ventaja de ser aceptado
comúnmente por la inmensa mayoría de los Estados y demás actores sociales. Querer establecer otro, basado en la existencia de un imperio mundial, provocará resistencia, como bien lo
indica la historia. ‘Todo intento individual de dominio sobre los vecinos que parezca que conduce al establecimiento de un imperio mundial has sido enfrentado con una resistencia feroz y
creciente.’23
Y precisamente eso es lo que está detrás de lo que podemos llamar la Doctrina Bush a
partir de este documento. Así lo ha definido James Petras:
‘La doctrina Bush se extiende más allá de la ostentación del poder militar como
una forma de chantaje a sus competidores, es la justificación de una serie de guerras,
todas ejecutadas alrededor de la premisa explícita de que “la agresión es la mejor defensa”. El extremismo doctrinario está contenido en su compromiso explícito no sólo
con la defensa de los límites actuales del imperio a través de los regímenes clientes,
sino extender las fronteras geopolíticas militares y política para conquistar y explotar
nuevas “regiones estratégicas”.’24
La doctrina Bush puede generar varios obstáculos importantes que no están separados
de la cuestión de la resistencia:
En primer lugar, el tema del ‘sobredimensionamiento imperial’, planteado por Paul
Kennedy hace ya más de 15 años con respecto a Estados Unidos en los siguientes términos:
‘Aunque los Estados Unidos están en la actualidad todavía en una clase por si
mismos económica y quizás también militarmente, no pueden evitar enfrentar las dos
grandes pruebas que desafían la longevidad de toda gran potencia que ocupa la posiHenry Kissinger, American Foreign Policy, Edición ampliada, New York, W. W. Norton & Company, Inc.,
1974, p. 35.
23
Strange, Op. Cit., p. 51.
24
James Petras, Imperio vs. Resistencia, La Habana, Casa Editora Abril, 2004, p. 36.
22
10
ción “número uno” en asuntos mundiales: si, en el ámbito estratégico/militar, puede
sustentar un equilibrio razonable entre los requisitos percibidos para la defensa de la
nación y los medios que posee para mantener esos compromisos; y si, como punto íntimamente relacionado, puede preservar las bases tecnológicas y económicas de su poderío ante la relativa erosión frente a los siempre cambiantes patrones de producción
global. Este reto a la habilidad norteamericana, será el mayor porque, así como la España Imperial alrededor de 1600 o el Imperio británico alrededor de 1900, (Estados
Unidos) es el legatario de una inmensa serie de compromisos estratégicos hechos décadas antes, cuando la capacidad política, económica, y militar de la nación para influir
en los asuntos mundiales estaba mucho más segura. En consecuencia, Estados unidos
enfrenta ahora el riesgo, tan familiar a historiadores del auge y caída de las Grandes
Potencias anteriores, de lo que podría llamarse grosso modo “sobredimensionamiento
imperial”: es decir, los hacedores de política en Washington deben enfrentar el hecho
incongruente y perdurable que la suma total de los intereses y obligaciones globales de
los Estados Unidos está hoy día mucho más alejado que el poder del país para defenderlos todos simultáneamente.’ 25
Algunas de las apreciaciones de este párrafo están desfasadas, por ejemplo, la caída y
desaparición de la URSS transformó radicalmente el panorama militar, dejando a Estados
Unidos en una posición de supremacía absoluta. Sin embargo, la esencia de la hipótesis del
sobredimensionamiento imperial adquiere sustancial actualidad vista la ambiciosa definición
que se hace en la Estrategia de Seguridad Nacional elaborada por el Presidente Bush y sus
seguidores sobre los intereses y compromisos del Estado imperial. Aquí vale recordar la advertencia hecha por Walter Lippmann en 1943 sobre el principio que debe presidir toda política exterior exitosa: la necesidad de ‘mantener un equilibrio entre los compromisos y el poder’.
‘Sin el principio controlador de que la nación debe mantener sus objetivos y su
poder en equilibrio, sus propósitos dentro de sus medios y sus medios igual a sus pro-
25
Paul Kennedy, The Rise and Fall of the Great Powers: Economic Change and Military Conflict from
1500 to 2000, New York, Random House, 1987, pp. 514-515.
11
pósitos, sus compromisos relacionados a sus recursos y sus recursos adecuados a sus
compromisos, es absolutamente imposible pensar en las relaciones exteriores.’26
Las principales dificultades que se avizoran alrededor del nuevo proyecto imperial que
emana de la Doctrina Bush y de sus más cercanos colaboradores son las siguientes:
1. Recursos propios limitados para llevar a cabo las acciones militares. Esto se manifiesta en un inusitado aumento del déficit presupuestario y en el reconocimiento de
que no basta el número actual de las fuerzas armadas norteamericanas.
2. Falta de apoyo de los aliados principales a los objetivos centrales de esta nueva estrategia. Si en la primera guerra del Golfo se pudo apelar a una amplia coalición patrocinada por la ONU, y en la de Yugoslavia llevada a cabo por Clinton en 1999, a
la OTAN, en la reciente guerra contra Irak ninguna de las dos instituciones pudieron ser utilizadas para legitimar la agresión.27
3. Falta de apoyo interno a una política que, en la medida en que sea resistida fuera de
Estados Unidos, provoque la lógica reacción de que los costos superan a los beneficios.
Por supuesto, esta hipótesis se sustanciará solamente en la medida en que la resistencia
al imperialismo norteamericano se haga más generalizada. Esta resistencia puede venir de varias fuentes, aunque tiene un carácter distinto en cada caso. En primer lugar está la resistencia
de los aliados de Estados Unidos a aceptar una estrategia como la propuesta por Bush. Aunque
esta resistencia viene de potencias capitalistas con objetivos que pueden también ser calificados de imperialistas, como es el caso de la Unión Europea, no puede ser desestimada como un
26
Walter Lippmann, U.S. Foreign Policy: Shield of the Republic, Boston, Little, Brown and Company, 1943, p.
7.
La formulación más completa de la hipótesis de que Estados Unidos no puede establecer un orden mundial de
forma unilateral se encuentra en Joseph S. Nye Jr., The Paradox of American Power: Why the World’s Only
Superpower Can’t Go it Alone, Oxford, Oxford University Press, 2002. Se pudiera argumentar que Nye; Decano de la Escuela de Gobierno Kennedy de la Universidad de Harvard, es un académico más cercano al Partido
Demócrata y a las corrientes que sustentan el liberalismo institucional y, por tanto, el multilateralismo en la política exterior norteamericana, pero este punto ha sido planteado por otros dos estudiosos cercanos al Partido Republicano que se inscriben en la escuela del realismo político y del constructivismo: Henry Kissinger en Does
America Need a Foreign Policy? Toward a Diplomacy for the 21st Century, Londres, The Free Press, 2002;
y Henry R. Nau, At Home Abroad: Identity and Power in American Foreign Policy, Ithaca, Cornell University Press, 200227
12
factor en la reconfiguración del orden mundial. Al decir de un alto funcionarios de la UE en un
seminario académico hace más de un año en Bruselas, ni a ésta ni a los Estados Unidos le
conviene un orden mundial dominado por una sola superpotencia.28 Aunque la UE carece de
los elementos militares necesarios para enfrentar abiertamente a Estados Unidos, su visión de
la seguridad internacional, aunque está indudablemente influenciada por el nuevo clima de
creado por los atentados terroristas del 11 de septiembre del 2001 y la estrategia de Guerra
Global contra el Terrorismo enarbolada por Washington, existen matices importantes.29 Pero
más importante que las propias declaraciones ha sido el accionar de la Unión Europea al buscar una salida negociada del tema de la no proliferación nuclear con la República Islámica de
Irán, uno de los países clasificados por la Administración Bush como parte del Eje del Mal.
En segundo lugar, está la resistencia de gobiernos de países del Tercer Mundo, particularmente de América Latina, que como Chile y México se negaron a apoyar una resolución de
la ONU que aprobara la agresión a Irak a pesar de todas las presiones ejercidas sobre ellos por
parte de Estados Unidos, Gran Bretaña y España.
Finalmente, y lo que es más importante, la resistencia de los pueblos de los Estados
agredidos como está sucediendo actualmente en Afganistán e Irak. El empantanamiento de
norteamericano en este último país tiene particular importancia para el futuro del proyecto
imperial.
En la segunda estructura de poder mundial, la de la producción, Estados Unidos intenta
mantener su posición dominante a pesar de que existe una creciente competencia. En ésta el
papel, y poder, del Estado es relativamente inferior a la estructura de seguridad. Otros actores,
sociales, particularmente las empresas transnacionales, juegan un papel determinante. Para
Susan Strange, esta estructura se define como ‘la suma total de todos los acuerdes que deter-
El autor escuchó la frase al Jefe del Gabinete del Comisario para las Relaciones Exteriores, Chris Patten, durante su intervención en la Asamblea Mundial de la Asociación de Estudios sobre la Comunidad Europea, ECSA,
en Bruselas, en diciembre del 2002.
29
Véanse dos documentos de Javier Solana, Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y
de Seguridad Común: Una Europa Segura en un Mundo Mejor, presentado ante el Consejo Europea de Salónica, Grecia, el 20 de junio del 2003; y The EU Security Strategy Implications for Europe's role in a changing world, discurso ante la Conferencia Intergubernamental de la Unión Europea en Berlín, 12 de noviembre
del 2003.
28
13
minen lo que se produce, por quien y para quien y con qué métodos y en qué condiciones.’30
En este terreno, las empresas transnacionales norteamericanas se ven favorecidas por su adelanto tecnológico, su capacidad financiera, y el potencial de coerción y convencimiento de su
Estado Nacional. Estados Unidos a su vez, utiliza los mecanismos del sistema de instituciones
financieras internacionales que le son favorables para proteger los intereses de sus corporaciones.
La globalización o mundialización ha contribuido a facilitar la creación de redes planetarias de producción en que la misma se realiza en distintos países, pero los directivos que toman las decisiones principales lo hacen desde sus Estados Nacionales.31 Un ejemplo digno de
mencionar es el de China. Todos los pronósticos indican que, para la segunda década del presente siglo la economía nacional de esa gran nación asiática se convertirá en la mayor del
mundo. Pero, ¿quién controla la producción china, el Estado chino, las empresas transnacionales que tienen inversiones en ese mercado o una combinación de ambas?
A pesar de que ya no se produce en los Estados Unidos el 40% del PIB mundial, sus
empresas transnacionales no han perdido la posición privilegiada que tenían inmediatamente
después de la Segunda Guerra Mundial. Según un estudio de 1998 de The Financial Times,
‘las firmas de E.U. responden por el 57% (7.3 billones) del total de los 12.7 billones de dólares
de acciones que son intercambiadas anualmente por las 500 firmas más grandes. En otras palabras, los Estados Unidos, con una cuarta parte del PIB mundial, es la sede de 3/5 partes del
valor del mercado de las empresas transnacionales más significativas – los principales creadores de riqueza de la economía global.’32
Otro elemento que contribuye a realzar el papel dominante de Estados Unidos en la estructura de la producción, como lo han demostrado Ana Esther Ceceña y Andrés Barreda, es la
capacidad de Estado norteamericano de utilizar la fuerza militar para lograr el control de las
30
Strange, Op. Cit., p. 64.
Véase David Held & Anthony McGrew, David Goldblatt & Jonathan Perraton, Global Transformations:
Politics, Economics and Culture, Capítulo 5 ‘Corporate Power and Global Production Networks’, Cambridge,
Polity Press, 2000, pp. 236-282
32
Thomas P. Lawton y Kevin P. Michaels, ‘The Evolving Global Production Structure: Implications for the International Political Economy, en Thomas C. Lawton, James N. Rosenau y Amy C. Verdun, Strange Power:
Shaping the Parameters of International Relations and International Political Economy, Aldershot, Ashgate, 2000.
31
14
materias primas estratégicas que contribuyan al mantenimiento de su capacidad hegemónica.
Lo han formulado en la siguiente hipótesis: ‘La capacidad hegemónica se sustenta, desde la
perspectiva de lo económico, en el desarrollo, control y gestión o monopolización de la producción estratégica y de los elementos estratégicos de la reproducción.’33
La resistencia a la dominación norteamericana en el plano de la producción se da también en varios niveles. No cabe duda que el capital europeo y japonés ha logrado en ocasiones
horadar esa supremacía. Por otra parte, el nefasto rol que juegan las empresas transnacionales
norteamericanas en distintas partes del globo, en materia de explotación salvaje de la mano de
obra, de afectaciones al medio ambiente y otros, ha sido objeto de un número cada vez mayor
de acciones condenatorias y de protesta por parte de los pueblos víctimas de estos atropellos.
En lo que a la estructura del poder financiero se refiere, Strange consideró que no era
menos importante que la estructura del poder de seguridad o la estructura de poder de la producción y lo dividió en dos partes inseparables: los mecanismos a través de los cuales se crea
el crédito y el sistema monetario que regula las tasas de cambio de las monedas nacionales.34
Por otra parte, la notable investigadora británica, que reconocía el papel dominante de Estados
Unidos en el sistema financiero internacional, apuntaba que bajo el liderazgo norteamericano
hacia 1980 habían aparecido problemas de difícil solución, incluso para Washington. Ellos
eran:
1. La crisis de la deuda.
2. La supervisión y control prudente del sistema bancario.
3. El restablecimiento de la estabilidad y la credibilidad de las tasas de cambio entre
las principales monedas.
4. La bancarrota del pensamiento económico sobre la estructura financiera global.35
Ana Esther Ceceña y Andrés Barreda, La producción estratégica como sustento de la hegemonía mundial.
Aproximación metodológica, Página web de Ana Esther Ceceña en el servidor de la UNAM, México, ¿1995?,
p. 15. Véase también Ana Esther Ceceña, ‘La batalla de Afganistán’, en Ana Esther Ceceña y Emir Sader (Coordinadores), La guerra infinita: Hegemonía y terror mundial, Buenos Aires, Consejo Latinoamericano de
Ciencias Sociales (CLACSO), 2002, pp. 167-190.
34
Strange, Op. Cit., p. 90.
35
Ibíd., p. 111.
33
15
Este conjunto de problemas tenían su origen en el tipo de dominio que Estados Unidos
había ejercido sobre la estructura de poder financiero. A partir de ese momento, sin embargo,
esa supremacía se ha visto atacada por distintas vías, pero fundamentalmente por parte de los
principales aliados imperialistas, Japón y la Unión Europea.
Existen dos escuelas de pensamiento sobre lo que ello significa para el futuro del orden
mundial. Para Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver, estamos entrando en un proceso de declive del poder dominante norteamericano en la estructura financiera debido al creciente endeudamiento y a los constantes déficit en la balanza comercial y de pagos, lo que se ha agudizado
en fecha reciente por la retirada de capitales europeos de Estados Unidos.36 Por otra parte, Eric
Helleiner considera que el poderío norteamericano en las finanzas mundiales sigue siendo extraordinario, aunque se pregunta cuánto tiempo más perdurará.37
La creación del euro por la Unión Europea significa un reto directo al dólar como principal moneda de reserva mundial y constituye una forma de resistencia al dominio financiero
norteamericano. Pero han surgido otras manifestaciones que han hecho modificar el discurso
al Banco Mundial y que se tome en serio el problema de la deuda de los países del Tercer
Mundo.
El poderío del imperialismo norteamericano no es menos importante en la estructura de
poder socio-cultural. Strange reconoce que hay dos dificultades con el análisis de esta estructura de poder: es por lo general difuso y no cuantificable. Sin embargo, subraya que esta estructura ha sido por lo general subestimada y poco estudiada, a pesar de su importancia pues
abarca ‘lo que se cree (y las conclusiones y principios morales derivados de esas creencias); ki
que se sabe y se percibe como comprendido; y los canales a través de los cuales las creencias,
ideas y conocimientos son comunicados – incluyendo a algunas personas y excluyendo a
otras.’ 38 Quien mejor ha expuesto, desde una perspectiva pro-imperialista, el dominio de Es-
36
Giovanni Arrighi y Beverly J. Silver (Coordinadores), Caos y orden en el sistema-mundo moderno, Madrid,
Akal Ediciones, 2001.
37
Eric Helleiner, ‘Still an Extraordinary Power, but for how much Longer? The United States in World Finance’,
en Lawton, Rosenau y Verdun, Op. Cit., 2000.
38
Strange, Op. Cit., p. 119.
16
tados Unidos en esta esfera es Joseph S. Nye Jr en su conocido libro Bound to Lead.39 Sin
embargo, abunda la literatura crítica y entre los autores que debemos resaltar están los trabajos
de Noam Chomsky, Ignacio Ramonet, Edward Said, y Frances Stonor Saunders.40
Lo esencial de la lucha en el terreno de la estructura de poder socio-cultural es el control que Estados Unidos ha venido ejerciendo sobre las redes de transmisión del conocimiento,
de las ideas, de las creencias y de las costumbres. Los autores mencionados ya la han sometido
a crítica y no es necesario abundar en ello. Sí debe subrayarse que este intento por controlar la
estructura de poder socio-cultural no ha estado exento de contradicciones y resistencias.
Resulta importante la idea de Ramonet en el sentido de crear un ‘quinto poder’:
‘Pienso que lo que se debería hacer es crear sencillamente un “quinto poder”.
Un quinto poder que nos permita oponer una fuerza cívica ciudadana a esa nueva suma, a esa nueva alianza de poderes. Un “quinto poder” cuya función seria la denuncia
del nuevo superpoder de los medios, de las grandes industrias mediáticas, vectores y
cómplices de la globalización. Esos medios que hoy, en algunas circunstancias, no solo
han dejado de defender a los ciudadanos sino que a menudo actúan contra el pueblo en
su conjunto.’41
Pero también, domo ha escrito Fernando Martínez: ‘Es preciso liberar al lenguaje y al
pensamiento de las cárceles de la dominación.’42
III.
¿Cuál es el papel de América Latina y el Caribe en esta reconfiguración del orden
mundial? El proyecto del imperialismo norteamericano está suficiente claro como para no necesitar demasiado espacio. Para los Estados Unidos, América Latina y el Caribe en su conjun-
39
Joseph S. Nye, Jr., Bound to Lead: The Changing Nature of American Power, New York, Basic Books,
1990.
40
Véanse, sobre todo, Propagandas Silenciosas (La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002) de Ramonet,
Cultura and Imperialism (New York, Vintage, 1973) de Said y La CIA y la guerra fría cultural (La Habana,
Editorial de Ciencias Sociales, 2003).
41
Ignacio Ramonet, ‘Información y Democracia en la Era de la Globalización’, conferencia pronunciada en
Noviembre del 2003, p. 3.
42
Fernando Martínez, ‘Imperialismo, Guerra y resistencia’, en Temas: Cultura Ideología Sociedad, No. 33-34,
abril-septiembre de 2003. Nueva época. La Habana, Ministerio de Cultura, 2003, p. 110.
17
to constituyen el tradicional traspatio. Es la zona del mundo que, por su cercanía y relativamente inferior peso político militar, Washington puede ejercer con más libertad su supremacía.
Por otra parte, es una de las regiones dónde las clases dominantes han colaborado más abiertamente con los proyectos de dominación de sus contrapartes estadounidenses.43 Finalmente,
los Estados Unidos han logrado crear instituciones hemisféricas que han contribuido a la consecución de sus objetivos a nivel de la región.44
En el plano de la estructura de poder de seguridad, el dominio de Estados Unidos sobre
la región no tiene prácticamente ningún oponente, salvo las políticas independientes que han
seguido Cuba, desde 1959, y Venezuela, en fecha más reciente. No ha sido difícil para Washington darse a la tarea de reconstruir el sistema de seguridad hemisférico a partir de varios
intereses geopolíticos claros:
1. Control de los recursos estratégicos de la región.45 Aquí las zonas de mayor importancia son el eje México-América Central (mediante el Plan Puebla Panamá), la
Amazonia, y la zona de la triple frontera entre Argentina, Brasil y Paraguay. (Esta
última incorporada no sólo por los recursos, sino por el tema del terrorismo).
2. Control y reducción de las amenazas a la seguridad norteamericana identificadas en
el período de la Administración Clinton, dentro de las cuales el terrorismo subió a
la primera prioridad después de los atentados del 11 de septiembre, pero que, según
Isabel Jaramillo, incluyen también: drogas y narcotráfico, tráfico de armas pequeñas, corrupción, los problemas del medio ambiente y los desastres naturales, la migración, la no proliferación de armamento avanzado, la seguridad nuclear, las medidas de confianza mutua, la gobernabilidad y la estabilidad.
3. ‘En el terreno militar, – según la propia autora – los temas principales se han relacionado con el papel y la modernización de las fuerzas armadas, las relaciones cívi-
Véase Jorge Hernández, ‘Los Estados Unidos-América Latina: el contrapunteo histórico entre hegemonía y la
“seguridad nacional”’, en Cuadernos de Nuestra América, No. 32, Vol. XVI, agosto-diciembre 2003, La Habana, Centro de Estudios sobre América.
44
Véase Roberto Regalado, ‘El nuevo orden mundial y la reforma del sistema interamericano’, en Cuadernos de
Nuestra América, No. 32, Vol. XVI, agosto-diciembre 2003, La Habana, Centro de Estudios sobre América.
45
Véase Ana María Ceceña, ‘América Latina en la Geopolítica del Poder’, en América Libre,
43
18
co-militares, la participación en operaciones de mantenimiento de la paz de la ONU
y la participación de las fuerzas armadas en la lucha contra el narcotráfico.’
4. Según Jaramillo, ‘Inciden también problemas de antigua data y aquellos derivados
de la integración (fronteras, aduanas, etcétera).’
5. Por otra parte, Estados Unidos también ha promovido la ‘reestructuración y homologación de sistemas judiciales, intercambio y articulación entre aparatos policiales
y militares, intercambio de inteligencia, etcétera, en la perspectiva de enfrentar
problemas que son de carácter transnacional, ha sido una parte importante de la
cooperación intrahemisférica establecida e impulsada por las sucesivas administraciones estadounidenses en la última década.’46
6. En el contexto de la estructura de poder hemisférica, ha irrumpido y se ha agudizado la crisis en la región andina, con la inviabilidad del Plan Colombia, el surgimiento de crisis políticas en Bolivia, Perú y Ecuador; y los intentos por derrocar el
gobierno democráticamente electo de Hugo Chávez.47
En el ámbito de la estructura de poder de la producción, el más importante proyecto
norteamericano es la propuesta de instaurar un Área de Libre Comercio de las Américas, que
no tiene otro objetivo que el de abrir aún más las economías del continente a la penetración de
las empresas transnacionales norteamericanas. Aunque el proyecto no parece fructificar con la
celeridad que se deseaba inicialmente, es un asunto que está sobre el tapete y no hay señales
de que Estados Unidos haya lo haya abandonado. Es evidente, por otra parte, que se avanza en
acuerdos parciales. Se advierte, sin embargo, una resistencia concentrada en Venezuela y, de
manera distinta, en Brasil, lo que haría pensar en un continente dividido entre una América del
Sur que buscaría sus propias formas de integración económica y política, con la excepción de
Chile y algunos países andinos; una CARICOM avocado a profundizar sus lazos preferenteIsabel Jaramillo, ‘Los atentados terroristas al WTC-Pentágono como punto de inflexión en las relaciones interamericanas’, en Cuadernos de Nuestra América, No. 28, Vol. XIV, julio-diciembre 2001, La Habana, Centro
de Estudios sobre América, p 64.
47
César Montúfar y Teresa Whitfield, Turbulencia en los Andes y Plan Colombia, Quito, Centro Andino de
Estudios Internacionales, Universidad Andina Simón Bolívar, Corporación Editora Nacional, 2003; Jaime Zuluaga Nieto, ‘Guerra prolongada, negociación incierta: Colombia’, en Roberto Briceño-León, Violencia, sociedad y
justicia, Buenos Aires, CLACSO, 2002; y Socorro Ramírez, Acercando a los Vecinos: A propósito del seminario “Agenda de Seguridad andino brasileña”, manuscrito inédito, Bogotá, Octubre de 2003.
46
19
mente con la Unión Europea; y una Centroamérica (a la que se unirían Panamá y República
Dominicana) enganchadas en una estrategia de ‘integración con el Norte’.48
En lo que a la estructura del poder financiero respecta, el imperialismo norteamericano
sigue ejerciendo una dominación casi total sobre la región, salvo casos excepcionales en que
capitales europeos han adquirido entidades bancarias latinoamericanas y caribeñas. El problema de la deuda, tan importante en la década de 1980, lejos de desaparecer se ha agudizado,
como lo demuestran la mayor parte de las cifras publicadas por organismos financieros internacionales. Los Estados Nacionales se ven obligados a negociar y renegociar una deuda impagable y perdurable, lo que se revierte en mayores sacrificios para la población. En este panorama, sin embargo, se anota como un hecho positivo la solución dada a la crisis argentina del
2002, con la asunción de Gobierno Kirchner, el que ha intentado obtener mejores condiciones,
no sin cierto éxito. En un reciente artículo de la revista The Economist, esa defensora en toda
la línea de las políticas neoliberales, se afirmaba lo siguiente: ‘No hay ninguna “varita de
prueba mágica” sobre la buena fe (sobre los deudores), dice el FMI, pero el Sr. Kirchner ciertamente ha estado tanteando sus límites. Si lo continua haciendo eso quedará más claro durante las próximas semanas.’49
Sobre la estructura de poder socio-cultural, la dominación norteamericana en la región
es suficientemente extendida como para no poderla en duda. Sin embargo, debe tenerse en
cuenta que esta supremacía llega a veces solamente a la superficie oligárquica de las sociedades latinoamericanas y caribeñas. Por otra parte, hay fuentes de resistencia tanto estatales (Cuba, Venezuela recientemente y, hasta cierto punto, Argentina, México y Brasil en el pasado).
El rescate de la identidad latinoamericana y caribeña y la creciente fuerza de los movimientos
sociales son síntomas alentadores.50 No por gusto el Foro Social Mundial fue iniciado en Porto
Alegre, Brasil. Por otra parte, intelectuales progresistas tan importantes de otras regiones del
mundo como Perry Anderson y Tariq Alí han identificado los movimientos sociales latinoa-
Lourdes Ma. Regueiro Bello, ‘¿Qué ALCA tendremos en el 2005?’, en Cuadernos de Nuestra América, No.
32, Vol. XVI, agosto-diciembre 2003, La Habana, Centro de Estudios sobre América.
49
The Economist Global Agenda, The end of the affair? Argentina is playing tough with its creditors.
Should the IMF get tough with Argentina?, 18 de febrero de 2004.
50
Véase la excelente compilación de José Seoane, Movimientos Sociales y Conflicto en América Latina, Buenos Aires, CLACSO, 2003.
48
20
mericanos y caribeños como una de las principales fuentes de resistencia al imperialismo norteamericano. Adicionalmente, deben señalarse la creación de redes de intelectuales y científicos sociales como CLACSO o CRIES, como importantes frentes de lucha por la identidad y la
emancipación social de la región. Sin caer en chovinismos, debe mencionarse el papel de Cuba
como sede de distintos eventos continentales y mundiales anuales para el debate de la problemática antiimperialista: el Foro Continental contra el ALCA y el Encuentro de Economistas
sobre Globalización y Problemas del Desarrollo.
IV.
El autor desearía terminar exponiendo algunas tesis, no todas propias, sobre el tema del
papel de América Latina y el Caribe en la reconfiguración del orden mundial en el tiempo presente:
1. La reconfiguración que se está dando en el orden mundial está marcada por la
adopción de una nueva forma de imperialismo, más cruda y dura, que tiene como
elemento central no la búsqueda de la hegemonía, que presupone consentimiento,
sino de dominio absoluto por parte de los Estados Unidos.
2. Como ha dicho Peter Gowan: ‘Los esfuerzos de los Estados Unidos por reconstruir
las bases de su supremacía en el centro, mediante maniobras en la periferia, no han
logrado triunfar aún en lo absoluto. Y esta lucha debe caracterizar la política mundial en los próximos años.’51
3. Lo que define el intento norteamericano es una descabellada ambición por dominar
el planeta a partir de su fortaleza militar. Ello implica, para su clase dominante, el
peligro de entrar en una fase de sobredimensionamiento imperial.
4. Ni a América Latina y el Caribe, ni a Europa ni a otras regiones del globo conviene
un sistema de dominación político militar norteamericano.
5. Las contradicciones inter-imperialistas no han desaparecido. Puede que no conduzcan a enfrentamientos directos, pero sí tienen suficiente envergadura como para que
puedan ser explotadas en beneficio de la resistencia.
51
En Rafael Hernández, Op. Cit., p. 8.
21
6. Existen bases objetivas para la formación de alianzas cuyo centro debe estar entre
los gobiernos de los Estados Nacionales dispuestos a enfrentar al imperialismo norteamericano, sea por las razones que sea, y la sociedad civil transnacional progresista.
7. Las anteriores tesis permiten concluir que hay posibilidades de lucha y enfrentamiento al imperialismo norteamericano en nuestra región.
8. En materia de gobiernos están los ejemplos, en primer lugar, de Cuba y Venezuela,
pero también deben señalarse Argentina en su resistencia a las imposiciones del
FMI, Brasil lidereando a un grupo de países subdesarrollados en impedir la imposición de la agenda euro-norteamericana en las negociaciones de Cancún, y México y
Chile resistiendo las presiones para apoyar la guerra contra Irak en el Consejo de
Seguridad de la ONU.
9. Los movimientos sociales en América Latina y el Caribe han demostrado enorme
pujanza, tanto que han sido capaces de derrocar gobiernos, sin embargo, les ha faltado, en muchas ocasiones, el empuje final para la toma del poder.
10. Un elemento importante que estimula las luchas sociales y las resistencias de algunos gobiernos es el fracaso en toda la línea del modelo neoliberal.
11. Urge la creación de alternativas que articulen la lucha popular alrededor de metas
posibles.