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EL SÍNDROME DE DISFUNCIÓN COGNITIVA
Miguel Ibáñez Talegón
Profesor Titular de Universidad. Servicio de Etología Clínica. Facultad de Veterinaria.
Departamento de Producción Animal. Universidad Complutense de Madrid
913 943 760; [email protected]
En los últimos años se han observado problemas de comportamiento en perros de edad
avanzada, entre 7 y 10 años, con alteraciones en el comportamiento social, exploratorio,
trastornos del sueño y en el comportamiento eliminativo, que se han clasificado como
estados demenciales. Presentan un curso progresivo y crónico, y se les conoce como
deterioro neuropsicológico, senilidad o Síndrome de Disfunción Cognitiva. Estos animales
presentan un desgaste del sistema nervioso central que conlleva desorientación,
confusión, falta de memoria y cambios de personalidad.
El Síndrome de Disfunción Cognitiva en los animales de compañía corresponde a un
estado demencial en el que está comprometido el proceso cognitivo, el cual puede cursar
con sintomatología motora, sensorial o problemas médicos. Una disfunción orgánica o
sensitiva, las patologías del SNC relacionadas con la edad, o la aparición de otros
problemas médicos, pueden repercutir sobre el comportamiento del animal. Por ejemplo
un perro que tiene miedo a los niños, puede empezar a ser más reactivo, irritable y
agresivo hacia ellos, a medida que empieza a sentirse más incómodo, por una menor
movilidad debida a un proceso degenerativo de las articulaciones.
Los cambios observados en la conducta del animal, que le impiden comportarse como un
animal de compañía son muy frustrantes para el dueño, en la mayoría de los casos, el
tratamiento médico es la única forma de reducir el impacto de estos problemas, aunque
se trata de tratamientos paliativos que retrasan el avance de la enfermedad. Parece ser
que en este síndrome, uno de los grandes problemas es el mal funcionamiento del
proceso de la memoria. Por lo que la recuperación de la memoria constituye una de las
principales estrategias terapéuticas.
Los fallos en la memoria pueden ser atribuidos a alteraciones consecuentes al estrés, la
ansiedad y cambios del estado de ánimo. En las alteraciones de comportamiento
relacionadas con la Disfunción Cognitiva juega un papel importante el nivel de ansiedad,
la cual constituye un factor de riesgo por la vulnerabilidad que implica para el individuo.
La ansiedad está relacionada tanto con los aspectos emocionales del animal como en la
vertiente cognitiva, de tal manera que la ansiedad está muy relacionada con el
procesamiento de la estimulación externa. La ansiedad parece estar más directamente
conectada con los procesos de atención. El principal efecto cognitivo de la ansiedad sería
el de sesgar la información en el sentido de resaltar la percepción y la valoración
subjetivas de las amenazas, resultando potenciada la sensación de vulnerabilidad y el
miedo al daño psicológico o físico.
Los pacientes con niveles altos de ansiedad no pueden evitar atender a la información
con contenido amenazante, y que esa asignación de atención interfiera, al menos durante
algún tiempo, con la realización de otras tareas que requieren también atención. La
información amenazante parece dificultar el procesamiento del resto de la información.
Esta dificultad para controlar la atención podría explicar la incapacidad para concentrarse
en tareas concretas y los problemas de pérdida de memoria.
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Signos clínicos
El establecimiento de un diagnóstico requiere la presencia de uno o más de los siguientes
signos clínicos:
 Disminución de la actividad, confusión y desorientación
 Disminución de la interacción con los miembros de la familia
 Disminución de las respuestas sensitivas a estímulos
 Disminución del comportamiento exploratorio
 Problemas en el desarrollo de las ordenes, previamente aprendidas
 Incremento de la irritabilidad
 Alteraciones en el ciclo de sueño/vigilia
En los perros ancianos pueden aparecer cambios de conducta como: comportamientos
destructivos, defecación y micción, excesivas vocalizaciones, agresiones, fobias y
desórdenes compulsivos. La aparición de ansiedad por separación en perros ancianos
puede ser reflejo de un funcionamiento cognitivo alterado. Las posibles causas que
podrían explicar este fenómeno podrían ser: la pérdida de memoria en el establecimiento
de las rutinas previas, un fallo en el paciente para el reconocimiento de sus alrededores
en ausencia de los miembros familiares, desorientación espacial o pérdida de los
comportamientos desinhibitorios.
El comienzo de la agresión en perros ancianos sin causa médica o neurológica, también
puede estar asociada con deficiencias cognitivas. Por ello es muy importante hacer una
historia de la agresión, sobre todo, cuando es dirigida hacia los miembros familiares en la
casa, ya que podría ser el reflejo de una falta de la capacidad de reconocimiento de los
miembros de la familia, o del aprendizaje asociado con el estado social de los pacientes,
de los comportamientos desinhibitorios o del nivel de estimulación por el estado de
agitación.
No obstante, los cambios de conducta mencionados pueden ser consecuencia de un
problema médico subyacente y no tienen por qué pertenecer específicamente a un
problema de disfunción cognitiva. Existen estados demenciales secundarios debidos a
una serie de trastornos que, si son diagnosticados y tratados a tiempo, pueden remitir,
desapareciendo así el cuadro de demencia. Estas demencias tratables, potencialmente
reversibles, pueden proceder de enfermedades metabólicas cómo hipoglucemia,
trastornos tiroideos, hipo e hipersecreción corticostiroidea, uremia y déficit en vitamina
B12. También podemos encontrar una base neurológica en este problema, como:
hidrocefalia, lesiones cerebrales de los lóbulos frontal y temporal, hematomas subdurales
o meningitis crónicas.
La evaluación de estos comportamientos resulta muy difícil en la práctica veterinaria. A
un 7% de los animales ancianos, supuestamente sanos, que aparecen en la clínica para
un examen de rutina, se les detecta problemas geriátricos. Datos recientes indican que
muchos pacientes ancianos presentan cambios de conducta asociados con disfunciones
cognitivas. En este sentido algunos autores han indicado una incidencia hasta del 62%
cuando a los propietarios de perros ancianos se les aplicó un cuestionario específico.
Muchos de estos problemas no llegan a las consultas veterinarias porque los propietarios
presumen que los cambios de conducta que tiene su animal son normales considerando
su edad.
Tratamiento
El tratamiento debe dirigirse a la minimización de los signos clínicos asociados con la
demencia y frenar la progresión de la pérdida de cognición. Para ello actuaremos a tres
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niveles: sobre la conducta, sobre el entorno, y a nivel neuroquímico mediante el uso de
productos farmacológicos.
a. Modificación de la conducta.
Si se diagnostican conjuntamente declive cognitivo y problemas de comportamiento
específicos (por ejemplo, ansiedad por separación) deberían utilizarse los protocolos
estándar de la modificación de conducta para tratar los signos clínicos y proporcionar la
reeducación cognitiva. Es importante que el cliente comprenda el papel que desempeña
la pérdida cognitiva en la manifestación de los signos clínicos del paciente. El clínico
debería enfatizar sobre los aspectos de aprendizaje y memoria del paciente mediante un
reforzamiento de las conductas previamente aprendidas por el animal, reforzar las
conductas de calma e ignorar las conductas ansiosas.
b. Modificación del entorno.
Las modificaciones del entorno deben ser especialmente consideradas debido a que el
paciente tiene limitadas sus capacidades de respuesta. Sería beneficioso procurar un
enriquecimiento ambiental por estimulación de las vías auditiva, táctil, oral y olfatoria, así
como una mejora de las actividades cinéticas. Proporcionar un ejercicio físico apropiado
en intensidad y duración e incrementar el tiempo dedicado al juego interactivo facilita la
socialización, y con ello se mejoran las relaciones con el propietario.
c. Tratamiento farmacológico.
El tratamiento farmacológico debe orientarse a paliar, por un lado, los problemas de
comportamiento asociados y, por otro, los desórdenes cognitivos.
Considerando los potenciales cambios fisiológicos que pueden presentarse en los
animales geriátricos, se deberían realizar un mínimo de pruebas: sistemático de sangre,
perfil sérico, urianálisis y electrocardiograma para hacer una evaluación antes de medicar
y a intervalos de 6 meses durante toda la terapia. Con ellas el veterinario podrá hacer un
seguimiento seguro del paciente y detectar la aparición de cualquier efecto secundario.
1. Nicergolina (0'25 a 0´50 mg/kg/día) por vía oral
Produce vasodilatación periférica y cerebral con incremento del riego cerebral, con
lo que se estimulan las funciones psíquicas de memorización y aprendizaje,
produciendo una moderada mejoría de las funciones cognitivas.
2. Propentofilina (3 mg/kg/día) por vía oral
Antiagregante plaquetario. Mejora el flujo sanguíneo, con incremento del nivel de
oxigeno sin incrementar la demanda de glucosa.
3. Selegilina (0'5 a 1´0 mg/kg/día) por vía oral
Es un inhibidor irreversible de la monoaminooxidasa tipo B, que cataliza la
transformación de dopamina, lo que se traduce en un incremento de la cantidad de
dopamina, y con ello en una mejora de la neurotransmisión dopaminérgica.
También presenta un leve efecto antidepresivo, derivado del mismo mecanismo de
acción, disminuye los radicales libres y tiene efecto neuroprotector. Mejora la
memoria a corto plazo, reduce los signos clínicos asociados a la disfunción
cognitiva, y aumenta la longevidad en perros ancianos. En perros con alteraciones
del ciclo sueño/vigilia se recomienda especialmente la administración por las
mañanas.
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La respuesta a la terapia se puede notar en pocos días, aunque normalmente la
mejoría se nota en las primeras dos semanas de la terapia. A pesar de la terapia
con selegilina, pueden aparecer recidivas en el 15% de perros tratados.
4. Antioxidantes.
Se ha observado que la vitamina E posee una acción anti radicales libres y que
puede proteger a las células frente a la toxicidad inducida por la sustancia amiloide.
Por otro lado, estudios experimentales evidencian que la vitamina E confiere
protección a las células hipocampales frente a la degeneración posterior a la
isquemia cerebral. Con la administración de vitamina E se produce un retraso en la
progresión de los síntomas, pero parece ser que no se produce una mejoría en la
función cognitiva.
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