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Hacia una nueva política criminal Por Carlos Alberto Elbert* I.- Introducción.- La desarticulación social presente, los cambios en las tecnologías y los sistemas productivos, nos han sumergido en una comunidad capitalista global de características inéditas, que se expande con fulminante velocidad y eficacia. Se están abandonando las interacciones humanas directas, reemplazándoselas por contactos virtuales, que abarcan desde lo intelectual hasta lo sexual, con consecuencias des – humanizantes. [1] El proceso en curso no se limita al intercambio acelerado de información individual, sino que también provoca efectos sociales profundos. Uno de los más destructivos es el establecimiento de sistemas de exclusión: en primer lugar del trabajo, luego de los servicios sociales y finalmente de la propia sociedad [2]. Los organismos crediticios van imponiendo, a países endeudados y débiles, recetas económicas que provocan o profundizan los mecanismos de exclusión ; por otra parte, los integrados en el modelo, o sea , una parte mínima - pero hegemónica - de nuestras sociedades, establecen la interpretación de la realidad y sus prioridades, desde las leyes hasta los hábitos culturales, a lo que dedicaremos buena parte de este trabajo.- Los valores e instituciones que habían legitimado gran parte de las prácticas sociales del siglo XX quedaron de lado, provocando efectos anómicos y de fragmentación, cuyas consecuencias en América Latina equivalen a una catástrofe. Los “Mercados” desplazaron al Estado, demostrando la creciente incompatibilidad de motivaciones y objetivos entre ellos y el sistema democrático. Por estas razones, se perciben hoy los síntomas de una vida social desestabilizada, en medio de un mezcla confusa de conceptos y valores.- Los cambios señalados modificaron la comprensión del control social, sus técnicas, fundamentos y operatorias, tal como eran entendidas en el modelo precedente. El Paradigma de la Inseguridad denuncia peligros insoportables, reclamando el reemplazo abrupto de tradiciones centenarias, y la adopción de decisionismos pragmáticos, indiferentes a garantías, estructuras sistemáticas o finalidades utilitarias en materia penal, lo que viene conformando una política criminal de nuevo perfil, alejada de los sistemas de garantías precedentes.- II.- Un poco de historia reciente.- En la década del noventa se proclamó el fin de la historia, de las ideologías y del hombre, para regocijo de los pensadores llamados “posmodernos” [3], quienes anunciaron el fin del trabajo, del individuo, de los valores y de las utopías [4]. Ellos, que pretendieron deconstruirlos procesos totales, allanando espacios para las potencialidades particulares , acabaron siendo funcionales al capitalismo en su versión global y totalitaria, según el lema : cada uno puede vivir como quiera, pero el capital define las reglas y toma las grandes decisiones. Esto aconteció en menos de diez años, haciendo que la libertad del individuo se centrara en la posibilidad de morirse de hambre o insignificancia, pero rodeado de entretenimientos y consumos fatuos.- Dentro del nuevo marco , se desató en Argentina una pesadilla institucional que dejó empequeñecidos los frescos con los que Discépolo retrató a los años treinta. En el campo jurídico, baste recordar a la Corte Suprema más cuestionada de toda la historia argentina, y su consumación de una jurisprudencia predispuesta para favorecer a poderosos e inversores en países periféricos ; o también la modificación , en 1991, del Código Procesal Penal de la Nación , ampliando la estructura judicial, para llenar cientos de vacantes a capricho, sin evaluación seria de calidades y antecedentes, que terminaron desprestigiando a la justicia como un medio creíble de resolución de conflictos [5].- Demás está decir que aquél esquema de corrupción institucional perjudicó, fundamentalmente, a los más débiles de la escala social, privándolos de toda chance real ante los jueces. Cuando hoy se proclama que "la justicia está corrupta" la memoria social abreva en aquella coyuntura histórica.- Pese a la dramática decadencia alcanzada durante el proceso de apertura de mercados y privatizaciones, el recambio político del 9 de diciembre de 1999 restableció las esperanzas en una sociedad decente y previsible. Sin embargo, en poco tiempo, los sueños desembocaron en otra pesadilla, el 20 de diciembre de 2001, cuando estalló la realidad virtual del dólar barato. El país caminó al borde de la disgregación y la anarquía , al grito de "que se vayan todos" y luego, una suma de circunstancias paradójicas nos instaló en la curiosa etapa actual. El país consiguió sobrevivir y funcionar sobre quebradizos soportes. Sin embargo, la ilusión de una política criminalrazonableno dejó de retroceder, sorprendiéndonos con nuevos y espantosos hallazgos. Por cierto, como intentaré demostrar, las causas no son pocas ni unilaterales. No provienen, simplemente, de las deficiencias del Poder Judicial o de las dificultades teóricas de la dogmática penal. El problema es mucho más complejo y merece nuestra investigación.- III.- Las políticas criminales en la posmodernidad.- En cuestiones de política criminal, el cambio más notable lo constituyó el abandono del monopolio estatal de la violencia. La privatización de servicios esenciales hizo, del control de la seguridad, un servicio costoso, que debe adquirirse en el Mercado. Como la proporción de ciudadanos con buen poder adquisitivo es reducida, dos tercios de los habitantes de los países latinoamericanos quedaron librados a su suerte. La memoria colectiva recoge también esta situación, sólo que, como se verá, de manera paradójica, según el grado de inclusión o exclusión que posea cada fragmento social.- Recordemos ahora que, a lo largo del siglo XX, la concepción contractualista y las teorías de la defensa de la sociedad, se valieron del esquema exitoso de una mayoría de población normal, que tenía derecho a ser protegida de una minoría agresiva y patológica. Los fines del control apuntaron , más o menos explícitamente, a proteger "tanto a la sociedad como al delincuente", mediante el encierro y posterior " tratamiento" del segundo, para "recuperar" o "reinsertar" a los extraviados del conjunto social. Se consideraba que la intervención de la ley era inexorable e igual para todos y que sus objetivos podían ser alcanzados con las instituciones disponibles. Para decirlo en términos funcionalistas, la confianza en la vigencia de la norma era hegemónica y pacífica.- En el año 2005, es evidente que los principios de Beccaria sobreviven casi como declaraciones osoletas e impopulares, mientras el pragmatismo punitivo se ahorra estudios y esfuerzos sistemáticos para alcanzar sus propósitos. A nadie le interesa la suerte que corra un detenido, ni saber si la sociedad es consensual o igualitaria, porque cada cual atiende a sus objetivos particulares, conforme a la intensidad emocional y al afán de venganza. En otras palabras, a nadie interesa conocer las motivaciones de los perdedores sociales, carentes de significación, más aún si han delinquido.- Todo parece indicar que se están gestando formas de control a la medida de los incluidos y de los que, a duras penas, logran permanecer dentro del modelo. Los excluidos, por su parte, cuentan sólo para ser criminalizados.- Cuando un marginado ataca a un miembro de una "familia tipo televisiva" o invade la privacidad alpina del barrio cerrado, se desata la histeria político criminal de clase alta , generando campañas de ley y orden draconianas, impulsando cuantiosas modificaciones legales, clamando por los inventos estadounidenses de la ingeniería político criminal ("tolerancia cero", estigmatización pública, encierros desproporcionados o penas automáticas y por cientos de años, etc. ).Por su parte, la indignación de los menos favorecidos se expresa con estados de descontrol, que pueden llegar a los linchamientos callejeros, en tanto no esperan nada de una justicia de la que se sienten ajenos. El límite de sus derechos no está marcado ya por la Constitución y las leyes,sino por la intensidad del sufrimiento que padecen, y su capacidad de expresarlo. Cualquier otro parámetro racional de análisis es oscurecido mediante una colosal mezcla de ideas y principios contradictorios.Todo parece centrarse hoy en la satisfacción retributiva, mediante la presunción de culpabilidad y el seguro castigo a los autores. El debate apunta sólo hacia el análisis de los mejores modelos de rigor y denigración del culpable, como veremos enseguida.- IV.- La percepción del control social, a través de dos casos conmocionantes en Argentina: “Blumberg” y “Cromañón”.A comienzos de 2004, tras un secuestro seguido de muerte, el padre de la víctima, un ingeniero de nombre Blumberg, promovió grandes concentraciones públicas reclamando mayor seguridad. El gobierno, temeroso de las consecuencias políticas que pudiera desatar, le abrió las puertas como interlocutor social legítimo, con amplitud nunca antes concedida a familiares de víctimas. Tan receptivo resultó el Poder Ejecutivo, que proclamó un plan espectacular y heterogéneo, repitiendo fórmulas anteriormente recorridas hacia el fracaso, y proyectando reformas difíciles de conciliar con la Constitución Nacional. Lo cierto es que se desató una carrera desbocada, con la ilusión de procurar – en cuestión de horas – la política criminal eficiente no conseguida en décadas. Se pretendió hacerlo sin estudios adecuados, sin un plan realista ni consensos previos entre la Nación y las provincias, con legisladores coaccionados a votar cualquier cosa para salir del atolladero, contemplados severamente por el señor Blumberg, quien, cronómetro en mano, criticaba a los lentos y a los tibios, como si los diputados fuesen sus mandatarios privados.- Aquella estampida del 2004se desvaneció con la remoción del ministro Béliz, no sin causar diversos estragos legislativos . Hoy sabemos que la explosión carcelaria es el efecto, tan inevitable cuan anunciado, de aquél activismo de buenos modales. Pese a todo, aquellos reclamos siguen estando presentes en el imaginario cultural de nuestra sociedad y volverán a activarse en cualquier momento, cuando una nueva víctima permita renovar exigencias perentorias.- Blumberg construyó su discurso según una visión “normal”, o “estable” de la sociedad, conforme a modelos del primer mundo. Esa sociedad estaría compuesta de ciudadanos honestos, buenos y disciplinados , a los que no dejan vivir en paz “los otros”, o sea, los elementos tenebrosos y sin valor, innecesariamente favorecidos por una calidad de "ciudadanos" que no tienen o no merecen. Sería hora, entonces, de que el Estado se pusiera del lado de los buenos, persiguiendo a los malos sin consideraciones de ningún tipo. Tal es, por cierto, el mundo virtual que propone diariamente la televisión, principal sustento de estas cruzadas civiles de ley y orden, sin las cuales la de Blumberg hubiera sido imposible . Buena parte de la prensa exacerbó la ilusión de que la sociedad de los integrados es la única verdadera, que estaba en peligro, y que su preservación exigía métodos contundentes, por fuera dela retórica racionalista. Los reclamos se presentaron, simplemente, como una encarnación del “sentido común”.La figura mesiánica y tutelar de Blumberg resultó adecuada para canalizar el miedo de las clases medias altas, alineándolas tras respuestas proactivas, como si esas medidas no se le hubieran ocurrido antes a nadie y bastase con tomar la iniciativa , para que su orden de valores recuperase el estado correcto.- La irrupción del “fenómeno Blumberg” constituyó la apoteosis de un proceso de desnaturalización del sistema penal, que venía produciéndose, con diversa intensidad, en los últimos quince años. Al respecto, pueden recordarse las iniciativas para introducir la pena de muerte de la década de los 90, o los graves acontecimientos político – criminales del último tramo de la gobernación del Dr. Ruckauf en la Provincia de Buenos Aires [6].Al precedente Blumberg le siguió, en el 2005, un nuevo reclamo sectorial por seguridad pública, ahora a través del llamado " Caso Cromañón" , que ofrece diversos contrastes respecto de aquél. Aludo, por cierto, al incendio de una discoteca de Buenos Aires a fines de 2004, que causó la muerte de casi 200 jóvenes y heridas graves a otros cientos. Comparando jurídicamente esta catástrofe con el secuestro y muerte de Axel Blumberg, se advierte el carácter doloso directo de este caso, por oposición a la naturaleza no deliberada del incendio de la discoteca. Sin embargo, los familiares y los Medios hablaron , en referencia a "Cromañón", de “doscientos asesinatos" y en algunas licencias interpretativas, hasta afirmaron que los autores de los crímenes fueron el dueño de la discoteca, los jueces que lo excarcelaron o el Jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, individual o conjuntamente, sin perjuicio de otros varios responsables.Algunos familiares de las víctimas de "Cromañón" tuvieron reacciones de violencia contra la policía y la justicia, cuando un tribunal integrado con jueces concursados, calificados de "garantistas", y fieles a sus criterios previos, excarcelaron al dueño de la discoteca. Por cierto, las protestas de Blumberg ya habían apuntado contra "esta clase de jueces permisivos y sus criterios”, que, en realidad, resultan ser minoritarios en la composición general de la justicia argentina. A raíz del caso Cromañón, el reclamo antijudicial asumió características directas.Los casos reseñados desnudan la incompatibilidad entre las demandas "populares" de justicia y los principios básicos de garantía del sistema penal. Los reclamos se orientan, de modo creciente, hacia formas de activismo violento, extorsivo e intolerante, aplaudiendo a los jueces o fiscales que opinen en coincidencia con sus reclamos y denigrando por cualquier medio a quienes osen decidir de otro modo. Todo ello está predispuesto, como fuimos señalando, por el debilitamiento de la confianza social hacia los aparatos de justicia. Diversas asociaciones de víctimas preparan, en tanto, propuestas que incluyen la puesta en comisión de todo el poder judicial, el nombramiento por elección directa de jueces , fiscales y autoridades policiales, y poderes de destitución permanentes. Un canto de sirena democrático, que incluye una propuesta de "jurados" que en realidad serán jueces con capacidad de decisión suprajudicial [7]).Los reclamos tipo Blumberg y por Cromañón expresan , con distintos matices, que son formulados y respondidos según el grado de inclusión social de los sectores en protesta, que empujan explícitamente en una dirección fuertemente represiva, ante la que el oportunismo político aconseja capitular, hasta que pase el chubasco.Los reclamos de Blumberg y Cromañón conforman fenómenos psico - sociales que el periodista Fernando Iglesias llama "cultura de la víctima" [8], o que Susana Murillo denomina "La colonización del sufrimiento"[9]. Según el primer punto de vista, las víctimas de nuestra sociedad no se consideran jamás responsables - en ningún caso y en ninguna proporción - de la desgracia que les afecta. En la visión de Murillo, toda expresión de dolor legítimo está siendo explotada de inmediato por grupos de poder, para obtener réditos que nada tienen que ver con las necesidades reales o los derechos de quienes hayan padecido las desgracias.(fenómeno presente en los reclamos "de izquierda", como en el caso Bulacio [10], o "de derecha", como en el de Blumberg). En este sentido, llama la atención que lo reclamos populares no se centren, casi nunca, en la organización de medidas reales para paliar el sufrimiento de las víctimas, como podrían ser: centros de asesoramiento, contención y terapia, o fondos de reparación para compensar pérdidas. Por el contrario, el reclamo predominante es un seguro castigo a los autores, canalizando el debate hacia lo que Daniel Pastor llama "neopunitivismo" , definiendo un proceso según el cual, también algunos activistas y organismos de derechos humanos se han sumado, de manera acrítica, a reclamos de víctimas, considerando que “el modo de reparar violaciones a los derechos humanos se logra primordialmente por el castigo penal y que ello es algo tan loable y ventajoso que debe ser conseguido sin controles e ilimitadamente, con desprecio por los derechos fundamentales”[11]. No deja de llamar la atención esta confianza ciega en las penas , justo cuando los especialistas más destacados reconocen su escepticismo respecto al castigo, tanto a nivel teórico como práctico [12]. Es curioso también que quienes declaran no creer en el derecho ni los jueces, sean de derecha o izquierda, busquen sus objetivos a partir de jueces con interpretaciones afines, o sea las más represivas, del sistema penal.Las víctimas de menos recursos parecen haber tomado el lugar de los acusadores, y los organismos de derechos humanos y parte de sus ideólogos son arrastrados a sostener que debe repudiarse toda decisión jurídica que no lleve al encarcelamiento o a la restricción de libertad de personajes odiosos, en nombre de una especie de “justicia social” que se sobreponga a la "justicia corrupta". Por otra parte, si Blumberg forzó a los funcionarios políticos a que lo asocien, los familiares de Cromañón salieron a hacerse justicia por sí mismos, atacando edificios y jueces (intentos de incendio intencional, amenazas de muerte, “escraches”, denuncias formales, difamación y amenazas desde los medios), dedicándose, además, a hacer la vida imposible al imputado Chabán en cualquier lugar en que intentara disponer de una libertad "carente de valor", concedida por “ jueces insensibles”.Por cierto que, en el desarrollo de los hechos cometidos por los familiares de víctimas en nombre de sus derechos mancillados, los medios mantuvieron el protagonismo esencial, llevando su contribución hasta el caos discursivo y la confusión más absoluta de valores, tornando imposible todo análisis lógico o mínimamente objetivo del tema. Por su parte, el Poder Ejecutivo convalidó las reacciones de hecho de los familiares, denostando a los jueces que “no tuvieron en cuenta el dolor de las víctimas” o que “no respondieron con sentido común a acontecimientos tan dramáticos”. El Presidente de la República y sus Ministros actuaron proponiendo que la "muñeca política" de coyuntura sustituyese a los principios jurídicos, cuando de “consolar a los que sufren” se trate. Estas actitudes conforman, a mi entender, un verdadero réquiem para el derecho penal liberal, según la doctrina de los últimos ciento cincuenta años, y prueban que se ha instaurado la noción interpretativa de "sentido común " (de por sí compleja de definir) identificándola con "sentimientos legítimos del pueblo" para resolver asuntos de seguridad pública. La política clientelista parece, así, haber sustituido la entrega de colchones por la de presuntos culpables encadenados.V.- El individuo sin cultura ni contrato social.Parece evidente que el abominado discurso iluminista no resulta apto para satisfacer las demandas agudas de control en la realidad actual; al menos, las que provienen de segmentos medios y altos de la Argentina actual . Los juristas nos resistimos a admitirlo, enfatizando nuestra fe en las normas, mediante declaraciones solemnes , que no trascienden nunca los ámbitos académicos. Sin embargo, parece inevitable reconocer que estamos en una coyuntura dramática, sin retorno, de desmantelamiento de un sistema jurídico que seguimos enseñando desde nuestras cátedras. Se hace imperativo entender esta realidad, reconociendo al mundo y a la sociedad circundante; de lo contrario, seguiremos declamando en abstracto, como si dialogáramos con las sociedades y los ciudadanos de 1789. Ahora bien, tomada la iniciativa de ese reconocimiento, resulta difícil digerir las características y la filosofía de nuestros conciudadanos de hoy, su percepción de la realidad y su sistema de razonamiento, con los que, probablemente, no tengamos mucho en común.- Si bien es importante impulsar iniciativas de mayor participación ciudadana, que contribuyan a una mejor seguridad , generando nuevos interlocutores para la gestión de la política criminal , se nos presenta un panorama de problemas diversos, causados por factores que merecen también un análisis. Es, así, reconocible, en primer término, el deterioro cultural que afecta a la mayoría de la sociedad, y la gestación de un imaginario atravesado por factores irracionales , que trastocan la memoria histórica, mezclan datos diversos, y los combinan en un discurso errático, contradictorio y hasta antidemocrático. ¿ Por qué está ocurriendo todo esto? Sucede que estamos frente al hombre global, que dejó de ser ciudadano, que hoy sólo tiene relevancia mediante su poder adquisitivo, su capacidad de consumo y eventualmente, su protagonismo público. El contexto del hombre global tiene, necesariamente, un devenir caótico, sin valores generales, cultura y recursos afectivos que lo orienten. Sus saberes precedentes para pensar la crisis, son ahora obsoletos e inaplicables [13].- Lo que le ocurre a este hombre global nos atañe, señalándonos que nuestra lógica racionalista tampoco sirve para responder a las exigencias de esta realidad. Como señalan los autores que sigo en este punto, un dato clave es el agotamiento del Estado como institución "dadora de sentido" a los hechos sociales, destruyendo las subjetividades que aquellas instituciones establecían . Dicho en lenguaje jurídico, los individuos ya no se sienten parte de las operaciones institucionales que antes los contenían y relacionaban . Tal vez por ello no se confía en los políticos, las elecciones, la administración pública, los jueces y ni siquiera en los educadores y maestros. El "Que se vayan todos" implica que, subjetivamente, ya no se comparte nada conquienes deben marcharse, y que cada uno puede arreglárselas solo, o mezclado en ciertos grupos, aún cuando ello implique una importante muestra de soledad y angustia.- La crisis social que estamos transitando es de nuevo tipo, porque no consiste en el pasaje de un modelo agotado a otro superador . Por el contrario, la crisis global ofrece un devenir errático, sin reglas fijas ni modelos sustitutivos; hay una totalidad descompuesta, pero no se avizora ninguna forma de recomposición. El Mercado no opera como antes hacía el Estado, con una sistemática, y una cierta previsibilidad. Ya no hay un marco de contención que brinde sentido, y el Mercado es tan imprevisible como las tormentas tropicales.- Debemos aprender a interpretar a un hombre escéptico, frustrado y perplejo, que no entiende los parámetros que regulan el devenir de su existencia, a la que, sin embargo, se resigna como una fatalidad.- El primer problema que tenemos por delante consiste, entonces, nada menos que en inventar una lógica capaz de asignar sentido a estas manifestaciones sociales. Debemos olvidar, mal que nos pese, la idea de contrato social, reemplazándola por algo mucho más flexible y amorfo, o si se quiere "líquido" , capaz de contenernos en la diversidad de hoy.- VI.- Las dualidades sociales en el paradigma de la inseguridad.- Es probable que el presente modelo de exclusión social, termine, tarde o temprano, sosteniéndose por la fuerza, aún cuando las modalidades del ejercicio de la fuerza de las próximas décadas sean difíciles de anticipar y por cierto, diferentes a las del siglo anterior.La creciente violencia social acelera la espiral represiva y explica su necesidad antes señalada, de apelar a cualquier recurso, desempolvando proyectos peores que los del viejo arsenal positivista y retrocediendo, si es necesario, hasta la ingeniería medieval.- La justicia, la policía y en general, todos los servicios del control atraviesan una etapa de desprestigio, que las obliga a asumir posturas más modestas y hasta autocríticas, tal vez una señal de su fracaso.- En este marco de referencia general se van insertando las políticas oficiales concretas, tendientes a revertir el aumento de los delitos contra la propiedad y la violencia delictiva - a la que se asigna, con mayores o menores fundamentos , un crecimiento pavoroso – atribuyendo siempre las causas a las motivaciones puramente individuales de los autores.- En afán de ser justos, podría decirse que los más y los menos pudientes, padecen inseguridades parecidas, pero en condiciones de existencia totalmente distintas. Sin embargo, los insuficientes servicios oficiales y los privados adquiribles en el Mercado, alcanzan sólo al sector integrado, que es cada vez más estrecho. Es cierto que nuestros países transitan por una inseguridad creciente, más es una simplificaciónidentificar "la seguridad" con lo referente a la agresión delictiva a sectores con capacidad de consumo, en un mundo en el que, por dar un ejemplo, sólo el tránsito automotor provoca más muertes anuales que toda la delincuencia homicida y que varias enfermedades graves en conjunto [14]. No es éste el lugar para elaborar catálogos de soluciones modélicas, porque no puede haberlas si no están basadas en estudios serios y pormenorizados, que contemplen a la sociedad en su conjunto y la cuantifiquen y califiquen seriamente; pero puede afirmarse que la debida descripción de la sociedad a controlar debe ser entendida en su dualidad de incluidos y excluidos, programándose políticas para cada sector, así como espacios de diálogo conjunto o múltiple, que permitan aceptar la existencia de lo diferente y la negociación recíproca. En otras palabras, debe abandonarse la base analítica irreal de una sociedad igualitaria que actúa en nombre de todos, en un orden de repartos en el que el repartidor actúa con equidad y prescindencia. Hasta ahora, los estudiosos de la criminología de base jurídica y los penalistas, han intentado arreglar el mundo mediante la manipulación de textos legales. Ya es notorio que la más bella de las legislaciones sin condiciones reales de efectividad resulta una solución simbólica, a cuya adoración se consagran luego nuevas burocracias, adosables a las precedentes.- Estimo que ha llegado el momento de transferir la expectativa de elaboración democrática del control a sus protagonistas, víctimas y victimarios, en un sentido similar a las gestiones del Tercer Sector. En este sentido, los grupos vecinales, las actividades de prevención comunitaria, la conciliación entre partes agresoras y agraviadas, así como una política cultural programática y consensuada sobre el tema de la violencia y las posibilidades de controlarla en situaciones cotidianas, apoyada por el Estado (o lo que queda de él) a través los institutos de enseñanza y de todos los medios de difusión, podrían ser caminos válidos de reducción de violencia social delictiva. Por el contrario, la presente espiral de fortalecimiento del concepto de seguridad individual a partir de la dicotomía incluidos - excluidos lleva a la disgregación, al odio social, a la imposibilidad de reconciliación , bosquejando mínimamente lo que ocurre. El camino actual bloquea todos los canales de diálogo posibles con los diferentes excluidos, a quienes sólo se concibe ocultos, lejos o encerrados, como presupuesto de su inserción en la coexistencia colectiva.- Lógicamente, estos procesos de cambio cultural no pueden ser repentinos ni mágicos, y deben resultar de un trabajo consecuente, con objetivos claros, acompañado de políticas oficiales eficaces para neutralizar factores de riesgo, como podría ser, por ejemplo, un severo control de la producción y tráfico de armas, la decriminalización de la tenencia de estupefacientes para consumo personal, (con regulación oficial del consumo alternativo de drogas provistas por el estado), la organización de centros de rehabilitación para adictos de todo tipo, hogares sustitutos y de refugio transitorio para chicos de la calle, desmantelamiento de los centros de reventa de bienes robados, etc., pero acompañando tales medidas con una política social que asegure, al menos, la alimentación y un servicio de salud para los excluidos.- Si, por el contrario, se sigue adelante con las actuales improvisaciones experimentales, estaremos jugando con una bomba de tiempo ya activada, que los sectores poderosos no se resignan a reconocer, confiados en la frágil seguridad de que los órganos de control formal les obedecen, todavía, de algún modo. Avanzamos, mal que nos pese, hacia sociedades de atomización irreconciliable y admitirlo es un requisito para poder evitarlo.- VII.- Algunas conclusiones.- Los programas político criminales para la Argentina de hoy se están alejando sostenidamente del ideario de la Ilustración y sus actualizaciones del siglo XX, como minimalismo, garantismo, decriminalización, etc. [15]. En este trabajo se analizaron algunas razones que explican este fenómeno, de carácter global. Es indiscutible que estas sociedades de la inseguridad y del miedo al otro reclaman modelos de control diferentes y ello indica la imposibilidad teórica y práctica de seguir tomando como base filosófica la utopía iluminista en sus versiones de los siglos XIX y XX. El llamado “Derecho Penal del Enemigo” intenta resolver el problema mediante un derecho discriminatorio, aplicable sólo a los incluidos.- Por su parte, desde la perspectiva de las filosofías de la modernidad surge que el curso actual es retrógrado, estéril y debería ser contenido en una lógica nueva. Entiendo que esa lógica debe tener parámetros que impliquen la profundización democrática mediante la participación activa de TODOS los sectores atomizados que integran la sociedad de hoy, sin caer en la tentación de los mecanismos selectivos.Con nuevos modelos de resolución de conflictos podrían conducirse políticas criminales efectivas en sus resultados, que apunten a objetivos posibles y manejables con los recursos actuales. La idea de gestión comunitaria de seguridad, debidamente asesorada, es un camino que comenzó a ponerse en práctica tímidamente - en sectores de clase media afectados por robos reiterados. Justamente, ese es el modelo de control de seguridad que había nacido antes en los barrios más marginados, en las favelas y en las tribus andinas. Sería interesante institucionalizar la participación de organizaciones no gubernamentales en el control de la seguridad no sólo a nivel local, sino también nacional, para que puedan ser interlocutoras y contralores de la política criminal del Estado, especialmente en asuntos que involucren la intervención policial y el uso de la fuerza.- Estas ideas básicas deben ser impulsadas con las reservas antes expuestas , sobre esta nueva lógica social caótica , sin reglas fijas, instalada por la globalización, así como la influencia de los medios en la formación de esa conciencia social difusa, que combina datos sueltos con emocionalidad justificante.- También he planteado, en trabajos anteriores, la necesidad de crear espacios públicos alternativos que puedan neutralizar la influencia de los medios más poderosos , en la construcción social de la realidad [16].Debe admitirse que las políticas de hoy no resisten ningún balance que mensure exclusivamente su “eficacia”. La construcción de más cárceles y el aumento de penas como única salida es un camino agotado y estéril. Si no se eligen mejores opciones y caminos con algún modelo de democratización entre los fragmentos sociales, el caos y la violencia aumentarán, agravando el cuadro de enfrentamiento que se gesta como un volcán adormecido.- El desafío actual consiste en lograr que el control social "pueda ser controlado" desde algún sistema racional, orientado por ideas sociales más solidarias que las vigentes, en el marco de una democracia capaz de conciliar la opinión de mayorías y minorías, achicando las instituciones, pero para que recuperen credibilidad. No debe perderse de vista que buena parte de nuestro deterioro institucional está siendo "solucionado" mediante la adopción de modelos transnacionales, en particular provenientes de Estados Unidos. Generar alternativas locales es un modo de resistir los traspasos acríticos de tecnologías rudimentarias y represivas.- En cuanto a la sociedad, es forzoso entenderla como parte del proceso de globalización , sabiendo que no podemos escapar de él, y por ahora, tampoco detenerlo. Tenemos que adaptarnos a una realidad, mientras la interpretamos. Pero lo más difícil radica, sin duda, en el deber de imaginar alternativas sin regresos al pasado (búsquedas que, por cierto, son todavía balbuceos).- Por el momento, estimo que el compromiso de las ciencias sociales debe centrarse en la tarea analítica que vaya separando la paja del trigo, abriendo camino para las instituciones novedosas por establecer, antes de que la violencia de signos cruzados sea el único camino para dirimir diferencias en nuestras sociedades, en medio de la crisis más profunda de toda la historia humana.- [1]BUNGE, Mario: “Tres mitos de nuestro tiempo: virtualidad, globalización, igualamiento”. Universidad Nacional del Litoral, Argentina,2001.- [2]Según la OIT, 800 millones de personas de todo el mundo (la mitad de la humanidad) carecen de empleo o poseen uno precario, llamado "informal". Esto afecta , según Elmar Altvater, (Profesor de la Universidad Libre de Berlín) a un total de 3.200 millones de personas, LA MITAD DE LA HUMANIDAD, que se encuentran al margen del sistema capitalista formal de acumulación (Clarín, 25.9.2005).- [3]Ver: FUKUYAMA, Francis , : “El fin de la Historia y el último .- hombre”, Editorial Planeta Agostini, Barcelona, 1995.- [4]Ver BAUMAN, Zygmunt: “La globalización, consecuencias humanas” Fondo de Cultura Económica , Buenos Aires, 1999; "Las reglas del juego: América Latina, globalización y regionalismo" , Autores varios, Editorial Corregidor, Buenos Aires, 1994.Sobre la evolución histórica de los sistemas productivos y sus técnicas puede verse AROCENA, Rodrigo: "Ciencia, tecnología y sociedad, cambio tecnológico y desarrollo", Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1993. Ver también: "El fin del trabajo. Nuevas tecnologías contra puestos de trabajo: el nacimiento de una nueva era", de RIFKIN, Jeremy , Paidós, Buenos Aires, 1997.- [5]Ver ELBERT, Carlos Alberto, Criminología latinoamericana. Teoría y propuestas sobre el control social del tercermilenio, cap. VIII, Aspectos centrales del control formal en América Latina. Ley y justicia, Ed. Universidad, BuenosAires, 1999.- [6]ELBERT, Carlos Alberto, “La pena de muerte y el endurecimiento del sistema penal: ¿solución para el sentimiento colectivo de inseguridad?” en Revista “Derecho Penal”, n° 6, Rosario., 1998 y “La política, los medios y la destitución de un juez”, en coautoría con el Dr. Sergio María Oribones, en “Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal”, Año VII, N°11 - 2001, pág..567/579, Editorial AD-HOC, Buenos Aires.- [7]Ver, por ejemplo, las propuestas hechas al Poder Ejecutivo Nacional, con fecha 2003, por la CONACI (Comisión Nacional contra la Inseguridad) con sede en Uruguay 429, 2° piso, Buenos Aires.- [8] IGLESIAS, FERNANDO, en "La Nación" del 18.9.2005.[9] "Inseguridad, deslegitimación de la participación política y construcción de actitudes autoritarias en Argentina", tesis doctoral , Facultad de Ciencias Sociales (en preparación).- [10]Ver el tratamiento detallado del caso “Bulacio” que hace PASTOR, DANIEL R., en “La deriva neopunitivista de organismos y activistas como causa del desprestigio actual de los derechos humanos”, en Nueva Doctrina Penal, 2005/A.- [11] PASTOR, Obra citada.[12] FERRAJOLI, Luigi, “Derecho y razón”, Editorial Trotta, Valladolid, 1995; BARATTA, Alessandro: "Criminología crítica y crítica del derecho penal", Siglo XXI, México, 1982, ZAFFARONI, Eugenio Raúl, "Derecho Penal, parte general", Ediar, Buenos Aires, 2000. (y docenas de otros autores que se omiten por economía de espacio) [13] AUTORES VARIOS (GRUPO DOCE) : "Del fragmento a la situación" (Notas sobre la subjetividad contemporánea), Gráfica México, Buenos Aires, 2001.- [14]En el programa radial “Desayuno Continental” del miércoles 4 de octubre de 2005, se informó, en base a datos aparecidos en la prensa escrita, (que divulgaban información oficial), que actualmente mueren, en Argentina, 20 personas por día en accidentes de tránsito, a razón de una cada hora y cuarto. El locutor agregó el siguiente comentario: “un Cromañón por semana”.- [15] FERRAJOLI, Luigi, “Derecho y razón”, Editorial Trotta, Valladolid, 1995; BARATTA, Alessandro: "Criminología crítica y crítica del derecho penal", Siglo XXI, México, 1982; LLOBET RODRIGUEZ, Javier, "Garantías y sistema penal", Ediciones Jurídicas, San José, Costa Rica, 1999.- [16] ELBERT, Carlos: "Medios, inseguridad y control en la era global" , ponencia presentada en el XXV Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), en Porto Alegre, Brasil, en agosto de 2005. Se siguen en ese trabajo propuestas de MATHIESEN, Thomas: “Juicio a la prisión”, EDIAR , Buenos Aires, 2003, pág. 304. Ver también: BERGER, Peter y LUCKMANN, Thomas: “La construcción social de la realidad”, Amorrortu, Buenos Aires, 1998.- (*) Profesor de Derecho Penal y Criminología, Universidad de Buenos Aires