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Transcript
Año: 19, Octubre 1977 No. 399
LA PROGRESIVIDAD DE LAS
GANANCIAS
Joan Wilke
Surge un hombre con una idea y, al poco
tiempo, millones de personas se benefician
en formas que jamás hubieran podido
prever.
Las ganancias se multiplican y expanden en
forma contagiosa, beneficiando a todo el
mundo. Aun se halle uno distante cientos de
millas o nazca uno muchos siglos después,
no puede evitar el contagio.
La demanda para mano de obra crece
gracias a la nueva empresa. Esto hace que
aumente su valor en el mercado, tenga
posibilidad de mayores aumentos de
salarios,
participaciones,
vacaciones,
seguros, pensiones y otra clase de
remuneraciones.
Los comerciantes y proveedores de servicios
para la comunidad, se benefician también a
través de las ganancias llegadas a sus
bolsillos en la forma de salarios, dividendos,
honorarios, etc., los cuales, a su vez, se
transforman en nuevos salarios.
Cuando una persona gana, prácticamente
todos ganan y los círculos de expansión que
dicha
acción
origina,
continúan
desplayándose,
entrelazándose
y
traslapándose eternamente. En primer lugar,
gana el consumidor a través del servicio o
producto comprado, ya que si no fuera así,
no compraría. Al comprarle al productor
más eficiente y al que más provecho le
brinda, se beneficia también en el sentido de
ampliar la capacidad adquisitiva de su
dinero.
Y qué decir de las mercaderías producidas,
las cuales son muchas veces instrumentales
en las operaciones de otras compañías. Por
ejemplo: el teléfono o la máquina de
escribir. ¿Cuántos negocios no dependen de
dichos instrumentos? Y por falta de un
simple clavo, ¿cuántos negocios no se
hubieran perdido o no se hubieran
materializado? ¿Y qué de las tuercas, de las
grapas, del plástico y demás factores de la
producción que hoy damos por sentado?
Todos estos objetos que en un tiempo fueron
innovaciones, son hoy día factores de
producción, relativamente libres de costo.
Muchos
de
ellos
son
factores
economizantes, ya que reemplazan métodos
y materiales menos eficientes.
Los
trabajadores,
distribuidores,
proveedores y todos los que aportan
servicios adicionales, tales como: transporte,
etc., así como los que perciben utilidades,
también se benefician.
De modo que la ganancia de una empresa
contribuye a aumentar las ganancias de las
otras y la eficiencia se transmite al
consumidor, no sólo a través de mayor
eficiencia y precios más bajos, sino a través
del pago de mejores salarios, dividendos e
intereses, y demás repercusiones realizadas a
través del proceso económico.
Aunque a la economía libre se le tilda de
competitiva y lo es, pudiera con mayor
justicia ser llamada un sistema de beneficio
mutuo.
La naturaleza misma de la competencia evita
el estancamiento y la posible regresión. A
través de la competencia, el margen de
utilidad inicial disminuye. Tan pronto como
una idea sale a luz y se comprueba su
utilidad, otros salen al mercado a competir,
tratando de producir el articulo en mejor
forma y a menor precio. La compañía
original se ve obligada, ya sea a mejorar
continuamente su producto o servicio para
conservar la primacía, o a reducir el precio o
a abandonarlo al no ser ya rentable y
producir un nuevo artículo que sea de mayor
provecho a la sociedad.
Un gentilhombre sureño, ya retirado, echa
mano de una vieja receta culinaria de su
familia y al poco tiempo echa a rodar una
empresa que vale muchos millones de
dólares, brindando así oportunidades de
trabajo a innumerables personas y sirviendo
comidas a base de pollo y a un bajo precio a
millones de familias de escasos recursos. Y
esto sí es en realidad una comida barata, no
una comida cara vendida a precios bajos
mediante el recurso de cargar la diferencia a
los contribuyentes.
Sólo a través de privilegios gubernamentales
puede contrarrestarse esta espiral de
progresividad.
Un pobre caricaturista, sin un centavo en el
bolsillo, dibuja la divertida figura de un
ratón y las ganancias que de ello devenga,
hacen posible que su genio se expanda a
miles de áreas de la tecnología moderna,
tales como: el campo de la ingeniería,
innovaciones en la creación de nuevas
formas de entretenimiento, nuevas técnicas
en
la
industria
cinematográfica,
investigaciones científicas y desarrollo
comunitario. Se convierte en un verdadero
benefactor de la humanidad y el costo de su
progreso y triunfo lo sufraga a base de sus
pasados éxitos.
Las ganancias son el incentivo para la
actividad económica, el premio que
corresponde a dicha actividad y el medio
para llevarla a cabo. Entre más gane el
empresario, mayor será su cometido y más
se expanderá su actividad exitosa.
Debiera ser evidente que el impuesto sobre
las ganancias es una tasa al futuro, un
impedimento al progreso, una forma de
poner coto a la producción, de bloquear las
ideas, de obstaculizar y paralizar el progreso
de todos.
Un hombre empieza como carpintero,
construye unas cuantas casas y encuentra su
actividad tan provechosa que desarrolla
nuevas técnicas de producción en masa que
le permiten edificar más rápidamente y pasa
así a construir comunidades enteras de casas
a precios económicos. Estas sí son casas
realmente baratas. No como las casas
costosas que el gobierno ofrece a precios
rebajados,
pero
obligando
a
los
contribuyentes a costear la diferencia.
Un producto es simplemente una idea que ha
logrado materializarse a base de ganancias
ya sea de las propias obtenidas a través de
éxitos anteriores o de las de otros-, y que
éstos han reinvertido al presentárseles una
nueva oportunidad para obtener ganancias.
Solamente una economía a base de
ganancias es capaz de ofrecer «algo gratis»
y ese «algo» es prácticamente todo lo que se
produce en forma competitiva. Es
comúnmente lo que lo hace competitivo.
Algunas veces es una especie de premio o
algo que se regala. Aunque pueda aducirse
que el costo del premio va incluido en el
precio del producto, también es verdad que
el producto debe venderse a un precio
competitivo o a través de un premio tan
atractivo que se le crea un valor adicional.
Económicamente hablando, es lo más
aproximado a que se puede llegar de dar
«algo por nada» o sea algo «gratis».
Otro de los aspectos de la economía libre y
competitiva que beneficia a todos es que
toda actividad que no es productiva, tiende a
desaparecer. Esa poda de toda actividad
antieconómica es tan necesaria para la
economía y el bien de la sociedad, como
además el fracaso constituye una
experiencia útil que puede ser fuente de
futuros triunfos. Y aun los perdedores
siempre aprovechan los beneficios que
aportan los éxitos de los demás a la
economía. La eficiencia predominante
beneficia a todo el conglomerado.
Una economía competitiva a base de
utilidades no puede ser acuciosamente
descrita como: «La supervivencia del más
fuerte». Por el contrario, es una cuestión de
fortalecer al más débil... enriquecer al más
pobre... mejorar la suerte de todos.
Todos tenemos intereses vinculados en las
ganancias de los demás, porque dichas
ganancias representan eficiencia. A través de
la eficiencia, todo el mundo gana. A través
del despilfarro, todo el mundo pierde.
El término tan popular hoy día de
«ganancias excesivas» es un absurdo y una
locura en un mercado competitivo y abierto.
Ninguna ganancia es excesiva si representa
eficiencia y cuando es fuente de riqueza
futura. Los que la sociedad debería procurar
que ganaran más, son precisamente los
eficientes, a fin de poder beneficiarse a
través de sus actividades. Aplicar la palabra
«avaricia» a las ganancias obtenidas a través
de la eficiencia es otra equivocación. Sería
más correcta usarla para describir el interés
que muestran los partidarios del «Estado
Benefactor» en expropiar las ganancias
ajenas.
Todos los controles gubernamentales de:
salarios, precios, tarifas, subsidios, etc., son
todos, formas de tratar de controlar las
ganancias. Como tales, son maneras de
frenar la eficiencia. Puesto que cada
producto representa un servicio de alguna
clase, lo que se castiga es la eficiencia, tanto
la presente, como la futura. De lo que se está
robando a la sociedad, en forma acumulativa
y acelerada, es de la eficiencia misma. Se
paga el impuesto sobre lo que la compañía
tiene. Se substrae de lo que podría ser. Se
paga sobre lo producido; se substrae de lo
que podría producir.
Cuando se grava con impuestos a una
empresa en una economía competitiva, a
quien realmente se está gravando es al
consumidor, a uno mismo en muchos
sentidos. No solamente encareciendo el
producto. No solamente en dólares. Sino
también en plazas de trabajo..., en
eficiencia...,
en
iniciativa...,
en
oportunidades..., en conveniencia..., en
comodidad..., en placer..., en millares de
maneras impredecibles e inconcebibles. Se
están gravando las ideas.
Al gravar a las compañías que producen
ganancias para otorgar subsidios a las que
no las producen, estamos gastando en
producir ruedas cuadradas (es decir,
ineficientes), lo que podríamos gastar en
producirlas circulares, no sólo eso, sino que
lo que podríamos estar gastando en producir
otros métodos de transporte aún no
desarrollados. En una economía dirigida,
todos salimos perdiendo sin darnos cuenta
siquiera de lo que perdemos.
No se nos grava en dólares, se nos grava en
cosas que pudieran haber sido. Los dólares
que pagamos en impuestos en 1940, podían
haber sido utilizados en ropa, o en lavadoras
de las antiguas que exprimían la ropa entre
dos rodillos, o en marquetas de hielo para la
hielera o en radios. Los dólares pagados en
impuestos hoy día, podrían comprar
televisión a colores, hornos a base de
microondas, aparatos automáticos para
contestar el teléfono y grabadoras de cinta
para grabar vista y sonido o sea: «video
tapes».
Si
nuestra
economía
estuviera
completamente dirigida, aún estaríamos
pagando nuestros impuestos solamente con
el dinero ahorrado en la compra de ropa. Si
nuestra economía fuera completamente
libre, difícil sería decir cuántas maravillas
no podrían existir en nuestros hogares a
cambio del dinero que hoy pagamos en
calidad de impuestos.
Los dólares no son nada en comparación con
las cosas de las que nos estamos perdiendo.
Si el hombre que inventó la rueda viviera
bajo el sistema de distribución que se nos
quiere imponer, todo el mundo estaría
sentado contemplando un eje inservible y
nadie tendría automóvil.
A base de las ganancias es que el mundo
progresa y si eso no es amor, por lo menos
implica la suficiente consideración y aprecio
por los demás, como para permitirles lucrar
y así poder lucrar uno mismo.
Una economía a base de ganancias no es
más que una economía libre, sin limitación a
los ingresos, de contratos privados, sin
necesidad de licencias, ni permisos, ni
tarifas aduanales, ni subsidios, ni ninguna
otra clase de restricciones, privilegios o
controles por parte del gobierno. Dicha
economía debe basarse en la comprensión de
que el progreso material de uno,
intelectualmente y en muchas otras formas,
es promovido por el progreso de los demás.
Tomado de The Freeman, marzo de 1975
Tradujo: Hilary Arathoon
El Centro de Estudios Económico-Sociales,
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al estudio de los problemas económicosociales y de sus soluciones, y a difundir la
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con
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