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UNIVERSIDAD MARIANO GÁLVEZ DE GUATEMALA.
FACULTAD DE PSICOLOGIA.
CENTRO UNIVERSITARIO DE CHIMALTENANGO.
LICENCIATURA EN PSICOLOGIA CLINICA, SECCION “A”
CURSO: ANTROPOLOGIA GENERAL
Licda. M.A. Mayra Aracely Martínez y Martínez de Batún.
GRUPO No: 1
TEMA: Evolución, Selección natural, Genealogía y Naturaleza humana.
FECHA: 2 de Agosto del 2014
.
NOMBRE DE LOS INTEGRANTES:
Delmy Floridalma Coyote Rucuch
No.
Alma Sucelly Girón Tocal
Estephany María Marroquín Marroquín
No. 3001-14-11627
No. 3001-14-4522
María José Alegría Estrada
No.3001-14-8022
Fredy Orlando Xoquic
No. 3001-14-6373
No.
ASPECTO
1
Presentación de los integrantes
2
Partió de conocimientos previos
3
Buena presentación. (Vestuario)
4
Actividad Lúdica
5
Material Didáctico
6
Fluidez en la exposición
7
Movimiento corporal adecuado
8
Participación de los oyentes.
9
Dominio al grupo
10
Conclusiones
TOTAL
SÍ
NO
OBSERVACIONES
_________________________________________________________________
INDICE
Introducción
I
Contenido
II
Selección
Natural
1
Selección Natural, mutaciones, azar y
evolución
1.1
En qué consiste realmente la
evolución
2
Cómo funciona la evolución por selección
3
¿Que produce la
variación?
4
Genealogía y naturaleza Humana
5
Conclusión
III
E-grafía
IV
Introducción:
En la evolución del hombre nos encontrado con bastante información al respecto podríamos decir
que el origen del hombre proviene de varias formas, dándonos cuenta que la antropología nos
lleva a profundizar a cabalidad como es que el hombre y su entorno atmosférico lo pueden llevar a
una evolución en que pueda perjudicarlo y en otras muchas beneficiarlos para que este se pueda
desenvolver de maneras muy distintas.
Está claro que al recaudar la información nos damos cuenta que el origen del ser humano tiene
características fundamentales por sobre todo que no paso a ser un hombre de la noche a la
mañana ha sido un proceso largo donde varios científicos siguen estudiando el origen del ser
humano, la Selección Natural nos ayuda a entender cómo es que se ha venido dando la evolución
del hombre sus inicios su forma de vida como es que ha cambiado la forma de vida él porque de
algunos rasgos o semejanzas con algunas otras especies, Darwin nos explica como la evolución del
hombre se ha caracterizado conforme su ambiente, en el siguiente texto damos a conocer de una
manera muy concreta lo que es la Selección Natural y Genealogía y la Naturaleza Humana.
Selección natural
La selección natural es un fenómeno de la evolución con carácter de ley general
y que se define como la reproducción diferencial de los genotipos de una
población biológica. La formulación clásica de la selección natural establece que
las condiciones de un medio ambiente favorecen o dificultan, es decir, seleccionan
la reproducción de los organismos vivos según sean sus peculiaridades. La
selección natural fue propuesta por Darwin como medio para explicar la evolución
biológica. Esta explicación parte de tres premisas; la primera de ellas el rasgo
sujeto a selección debe ser heredable. La segunda sostiene que debe existir
variabilidad del rasgo entre los individuos de una población. La tercera premisa
aduce que la variabilidad del rasgo debe dar lugar a diferencias en la
supervivencia o éxito reproductor, haciendo que algunas características de nueva
aparición se puedan extender en la población. La acumulación de estos cambios a
lo largo de las generaciones produciría todos los fenómenos evolutivos.
La selección natural puede ser expresada como la siguiente ley general, tomada
de la conclusión de El origen de las especies:
Existen organismos que se reproducen y la progenie hereda características de sus
progenitores, existen variaciones de características si el medio ambiente no
admite a todos los miembros de una población en crecimiento. Entonces aquellos
miembros de la población con características menos adaptadas (según lo
determine su medio ambiente) morirán con mayor probabilidad. Entonces aquellos
miembros con características mejor adaptadas sobrevivirán más probablemente.
Darwin, El Origen de las especies
Selección natural, mutaciones, azar y evolución
El argumento anti darwinista de que el
organismo humano es demasiado complejo para ser fruto del azar representa uno
de los errores más extendidos en la comprensión popular de la evolución
biológica. Ésta no se produce ni mucho menos al azar, por lo que ningún
organismo es fruto simplemente de un cúmulo de casualidades.
Es frecuente escuchar de boca de cualquier «anti darwinista» una frase que apela
al egocentrismo más que a la lógica; una frase que bajo diversas variantes viene a
decir algo así como «el ser humano no puede ser fruto del azar, algo tan complejo
como un organismo humano no puede haberse formado simplemente por
casualidad».
Sin duda alguna, la motivación principal de este pensamiento es la imposibilidad
de reconocernos a nosotros mismos como algo que no ha sido cuidadosamente
planificado y totalmente carente de objetivo, desplazando al hombre desde un
puesto de protagonismo en el centro del universo a un producto más de la enorme
diversidad del cosmos. Es duro aceptar que no somos más singulares que una
ameba, un lémur o un orangután y que nuestra especie no ha sido más elegida
que cualquier gasterópodo.
Sin embargo, esto entraría más en el campo de la psicología o de la filosofía que
en el de la biología evolutiva. Lo que pretendemos abordar en este artículo no es
la posición del ser humano en el cosmos, sino la premisa de la que parte la
aseveración citada y que suele aceptarse de forma implícita: ¿ciertamente somos
producto del azar? ¿El organismo humano -o de cualquier otro ser vivo- es fruto
de la concatenación sucesiva de meras casualidades?. A pesar de su común
aceptación, debemos decir que no, la evolución no es un proceso al azar y pensar
que somos frutos de la casualidad es un grave error conceptual.
.
En qué consiste realmente la evolución?
Anaximandro de Mileto (610 - 546 a.c.)
La evolución biológica es el conjunto de procesos mediante el cual los seres
vivos cambian a lo largo del tiempo, transformándose de unas especies en
otras y originando la biodiversidad observable.
Este concepto no es en absoluto nuevo, dado que desde la antigua grecia había
sido postulado el origen común de todos los seres vivos (especialmente por
Anaximandro), mientras que varios naturalistas de los siglos XVIII y XIX trabajaron
la hipótesis de que las especies se transforman unas en otras.
De forma independiente y simultánea, los naturalistas británicos Alfred Russell
Wallace y Charles Rorbert Darwin describieron a mediados del siglo XIX el
mecanismo mediante el cual se produce este fenómeno evolutivo: la Selección
Natural. El segundo de ellos, C. Darwin, reunió todo el conjunto de conocimientos
y observaciones sobre el tema, articulándolo sobre el nuevo concepto de
Selección Natura y ofreciendo una verdadera teoría científica sobre la evolución
biológica.
Darwin & Wallace postularon el mecanismo de la Selección Natural en 1858
.
Posteriormente, una nueva disciplina, la Genética, que florecía tras el
redescubrimiento de los experimentos de Mendel por parte de Vries, Tschermak y
Correns en 1900, permitió explicar cuáles eran las bases de la variación y los
mecanismos de la herencia.
El desarrollo de estas nuevas disciplinas, y especialmente de la genética de
poblaciones, permitió completar y sintetizar la teoría desarrollada por Darwin en lo
que vino a denominarse la Nueva Síntesis Evolutiva. En las últimas décadas otros
descubrimientos como la transferencia horizontal de genes o los procesos
simbióticos, han venido a mejorar considerablemente nuestra visión del proceso
evolutivo.
Los numerosos fósiles transicionales (como esta Puijila darwini en la línea de las
focas), son de gran ayuda en el estudio evolutivo.
Sin embargo, aún nos queda mucho por conocer sobre cómo se han formado, a lo
largo de miles de millones de años, las especies que podemos observar en la
actualidad. La discusión y las líneas de investigación sobre procesos y
mecanismos evolutivos se encuentran en plena actividad, nuevos fósiles
enriquecen cada día nuestro conocimiento de la historia de la vida y los
apasionantes descubrimientos que la genética y la biología molecular ofrecen
continuamente, amplían nuestra visión de un proceso que se ha revelado mucho
más complejo de lo que pudo parecer hace siglo y medio.
.
¿Cómo “funciona” la evolución por selección natural?
Es prácticamente imposible resumir en unos pocos párrafos todo lo que hoy
sabemos sobre mecanismos evolutivos. De forma que ruego anticipadamente
disculpas por la excesiva simplificación y los errores que de ello se desprendan.
Prácticamente todos los biólogos coinciden en que para que exista evolución es
necesaria la existencia de varios requisitos:


Organismos capaces de autorreplicarse, originando copias de ellos
mismos.
La posibilidad de que se produzcan errores transmisibles en la
autorreplicación, es decir, que algunos descendientes puedan presentar
variaciones con respecto al organismo progenitor y que esas variaciones
sean heredables.

El número de descendientes producidos debe ser mayor al que el ambiente
es capaz de sostener
En estas condiciones, tendremos una población de organismos que producen
copias de ellos mismos, y algunas de esas copias presentan ciertas variaciones.
Dado que el medio no puede soportar el número de individuos producido en la
población (generalmente por un déficit de recursos), una cantidad variable de
individuos perecerá al no poder obtener los recursos necesarios para reproducir
y/o reproducirse.
La bipartición o fisión binaria, es un proceso reproductivo típico de bacterias y
otros microorganismos.
.
Dado que existen algunas diferencias (variabilidad) en cada nueva generación,
pueden darse tres casos diferentes con un individuo variado:
1. La variación no influye en la supervivencia, es indiferente presentar la
variación o no presentarla.
2. La variación reduce la capacidad de supervivencia del individuo, teniendo
más probabilidades de morir sin reproducirse que otro individuo que no
porte la variación.
3. La variación aumenta la capacidad de supervivencia del individuo, teniendo
más probabilidades de reproducirse que otro individuo que no porte la
variación.
Lógicamente, al igual que la variación (1) no provoca ningún efecto sobre el
organismo, cabe esperar que los portadores de la variación (2) tengan menos
descendencia que el resto, mientras que los que presentan la mutación (3)
producirán un mayor número de vástagos.
Obsérvese que no se trata de condiciones absolutas: no es necesario que
solamente se reproduzcas los individuos (3); basta simplemente con que su
número de descendientes sea ligeramente mayor.
En esta situación, ¿que cabe esperar que ocurra en la siguiente generación?.
Previsiblemente, un individuo (3) habrá tenido, por norma general, más
descendencia que un individuo (2) , un individuo (1) o un individuo sin variación.
Dado que esta variación era heredable, los descendientes seguirán portándola y la
proporción de individuos (3) será ligeramente superior que en la generación
anterior. De igual forma, los portadores de la variación (2) serán menos
numerosos.
La divergencia producida por la variación y la selección natural puede originar una
gran variedad de formas
Generación a generación, y si no cambian las condiciones ambientales, la
proporción de los descendientes del individuo (3) original irá aumentando, de tal
forma que finalmente, todas los individuos de la población pueden acabar
portando la variación beneficiosa; ésta se habrá fijado en la misma.
Fijémonos en el proceso: se han producido tres variaciones (1, 2 y 3), pero las
limitaciones del ambiente han funcionado como un filtro, permitiendo el aumento
de la variación (3) en detrimento de la forma original y de las variaciones (1) y (2).
Este proceso de filtro ambiental sobre la variación ocurrida en la población es lo
que denominamos Selección Natural.
Este proceso, fácil de imaginar, puede repetirse sucesivas veces. Una nueva
variación beneficiosa (que pueda mejorar ligeramente el mismo o cualquier otro
aspecto del individuo), seguirá un proceso de fijación similar, con la diferencia de
que después de hacerlo la población tendrá dos variaciones beneficiosas en su
acervo.
Repetido innumerables veces, la población puede llegar a variar muchísimo,
adaptándose de forma continua y cada vez más ajustada al ambiente en el que
vive. Otra población que se encuentre aislada reproductivamente de nuestra
protagonista sufrirá un proceso similar, aunque no necesariamente en la misma
dirección: en primer lugar porque el ambiente puede variar ligera o ampliamente
en ambos lugares y en segundo lugar porque las variaciones surgidas en ambas
poblaciones pueden ser muy diferentes.
.
Poblaciones aisladas, divergiendo a lo largo del tiempo, llegan a producir especies
diferentes, al perder la capacidad de reproducirse entre sí.
A medida que pase el tiempo, cabe esperar que ambas poblaciones vayan
divergiendo (es decir, variando en direcciones diferentes), de tal manera que
puede llegar un momento en que no podrían reproducirse entre sí aunque
volvieran a ponerse en contacto. En ese momento, se habrán convertido en
especies diferentes y, de esta forma, la selección natural habrá producido
la especiación.
No es difícil comprender que, con el tiempo y el espacio suficientes, la divergencia
y producción de nuevas especies llegue a originar una gran diversidad.
.
¿Qué produce la variación?
Lamarck, Wallace o el mismo Darwin no podían explicar la variación que
observaban en los seres vivos. Además, en contra de las teorías de la época
(según las cuales los caracteres de la descendencia se debían a una mezcla de
los caracteres paternos, como si de dos fluidos se tratase), la selección
natural precisaba de una herencia individualizada, donde las variaciones se
heredaran de manera discreta, no diluida.
Hoy sabemos que esas instrucciones se encuentran codificadas en el ADN, la
molécula que forma los cromosomas. Muy básicamente, el ADN es un polímero
formado por la sucesión de unas moléculas más pequeñas llamadas nucleótidos.
Estos nucleótidos constan de un azúcar (desoxirribosa), un grupo fosfato y una
base nitrogenada. Esta última puede ser de cuatro tipos: Adenina, Guanina,
Citosina y Timina, representadas generalmente por sus iniciales (A, G, C y T).
De esta forma, las cadenas de ADN son sucesiones de nucleótidos con cualquiera
de las cuatro bases. Podemos, si analizamos la cadena, “leer” la secuencia de
bases y representarla como una sucesión de sus iniciales (p.e. A-G-T-C-C
representa una cadena de ADN con cuatro nucleótidos que portan Adenina,
Guanina, Timina, Citosina y Citosina consecutivamente).
GENEALOGIA Y NATURALEZA HUMANA
Darwin tomó de la geología, algunas de las
pruebas del origen natural del hombre, utilizando los testimonios de aquélla sobre la
historia de la Tierra y el desarrollo de la vida en ésta. En este respecto tuvieron una gran
importancia las obras de Lyell, aun cuando éste tardó bastante en reconocer la gran
antigüedad de la especie humana. En cuanto a los antiguos seres humanos, los antropólogos
de la época de Darwin ya disponían de algunos vestigios fósiles de los mismos. Se
trataba del cráneo de Gibraltar, la bóveda craneana de Neandertal y la mandíbula inferior
de la Naulette. Las peculiaridades morfológicas de estos fósiles ponían de manifiesto la
existencia de un grupo especial de seres antiguos con un tipo primitivo de estructura.
De no menor importancia eran los entonces y abundantes hallazgos arqueológicos de
utensilios de piedra, descubiertos por ese entonces y cuya gran antigüedad había sido
demostrada en Francia por Jacques Boucher de Perthes. Estos hallazgos debilitaron
grandemente las posiciones de los creacionistas, quienes no admitían una antigüedad del
hombre
en
la
Tierra
superior
a
los
seis
o
siete
mil
años.
Darwin tomó de la anatomía y fisiología comparadas otras pruebas, mediante las cuales fue
posible comprender los rasgos de semejanza y diferencia de los organismos por su forma,
estructura, funciones y desarrollo. La ciencia que trata del desarrollo del embrión --la
embriología--, le facilitó datos importantísimos que demostraban la semejanza del hombre
con los animales. Darwin recurrió también a los aportes de la taxonomía, que clasifica
todos los organismos, actuales o fósiles, por su grado de semejanza y determina la
presencia o ausencia de afinidad entre sus diversos grupos. Pero esto es sólo posible
merced a la paleontología, que estudia los fósiles de animales y plantas, su distribución y
desarrollo.
Los datos que facilitan estas ciencias, así como también los de la zoología, parasitología,
patología y psicología, una vez que fueron agrupados por Darwin, le permitieron a éste
afirmar con toda seguridad que los antepasados inmediatos del hombre habían sido monos
fósiles de la Era Terciara, habitantes de las regiones tropicales del Viejo Mundo. "Los
simios, escribe Darwin, se dividieron entonces en dos grandes ramas: los monos del Nuevo
Mundo y los del Viejo, de últimos surgió, en un remoto, el Hombre, maravilla y gloria del
Universo".
Según Darwin, nuestros antepasados, los monos
vivían en manadas en los árboles, sus orejas eran puntiagudas, estaban cubiertos de pelo,
ambos sexos tenían barba. Evidentemente, se trataba de monos inferiores y primitivos.
Los antecesores más inmediatos, señala Darwin, fueron monos antropomorfos. Entre los
antropoides fósiles que él conocía menciona al antropoides fósiles que él conocía menciona
al driopiteco. En virtud de cambios en las condiciones naturales, en particular la
disminución de la superficie boscosa, estos antepasados nuestros, los antropoides
extinguidos, en busca de sustento se vieron obligados a pasar de los árboles al suelo, en
zonas donde los bosques alteraban con las llanuras, más tarde habitaron lugares
completamente desprovistos de bosques.
Estos cambios radicales no pudieron menos de reflejarse en la forma de desplazamiento: el
andar semicuadrúpedo-semibípedo fue sustituido por la locomoción bípeda. Esto, claro
está, fue un proceso muy largo, pero aparejó el importante resultado de que las manos se
liberaron de su función de apoyo o sostén del peso del cuerpo durante los desplazamientos.
El hombre sólo pudo provenir de un animal de andar erguido, cuyas manos estuvieran
libres y de cerebro altamente desarrollado. Al continuar perfeccionándose, el hombre llegó
a ocupar el primer puesto entre todos los seres. Merced a sus notables facultades
intelectuales, escribe Darwin, nuestros antepasados pudieron comenzar a elaborar
instrumentos y a emplear el leguaje articulado; de este modo adquirieron poder sobre la
naturaleza.
Todo el desarrollo ulterior de la ciencia ha confirmado la exactitud de la tesis darviniana
acerca del origen del hombre a partir de los antropoides fósiles. Pero éstos sólo fueron los
antepasados inmediatos del hombre. Si retrocedemos más y más encontraremos entre los
antecesores del hombre a los monos inferiores, los prosimios, mamíferos inferiores
placentarios, los marsupiales primitivos, monotremas, reptiles, anfibios, dipnoos, peces
ganoideos, cordados primitivos como la lanceta (Amphioxus lanceolatus) y, finalmente el
invertebrado del que derivaron ésta y las ascidias. El cigoto humano recapitula, en cierto
modo, este estadio de la evolución filogénica.
Durante su desarrollo ontogénico, el hombre parece repetir, abreviadamente, el desarrollo
histórico de sus antepasados. Darwin, ya en 1844, había hecho una serie de observaciones
muy profundas acerca de la conexión entre ontogenia y filogenia, vemos en ellas
una anticipación a la llamada ley biogenética de Müller y Haeckel.
Otro sabio Alemán, el descollante darvinista Ernst Haeckel, desarrolló el problema y
formuló en 1868 su famosa "ley biogenética fundamental". Según Haeckel "la ontogenia es
una recapitulación rápida y breve de la filogenia, determinada por las funciones
fisiológicas de la herencia (reproducción) y de la adaptación (nutrición). El individuo
orgánico repite, en el transcurso rápido y breve de su desarrollo, los más importantes de los
cambios que, con arreglo a las leyes de la herencia y la adaptación, experimentaros sus
antepasados en el curso lento y prolongado de su desarrollo paleontológico".
Alexéi Nikoláievich Siévertsov, señaló que el desarrollo del embrión de un vertebrado
moderno indica no tanto cuáles fueron las formas adultas de los antecesores de los
vertebrados, sino más bien cuáles fueron sus formas embrionarias, ya que en la estructura
de un cuerpo muchas variaciones esenciales, de carácter hereditario, acechen durante el
desarrollo embrionario y se reflejan en la estructura de las formas adultas en
las generaciones siguientes.
No obstante, es indudable que el estudio de las formas embrionarias nos permite
también apreciar una serie de peculiaridades estructurales de las formas adultas
precedentes, tanto más cuando que la reproducción y transmisión de los caracteres
ocurre a través de las formas adultas y no de los embriones.
La ontogenia humana comienza con el óvulo. Una vez fecundado por el espermatozoide y
fijado a la pared de la matriz, el cigoto es ya en sí un embrión primitivo del hombre. Aquí
continúa produciéndose el proceso de segmentación en células hijas ya iniciado en la
trompa de Falopio (donde generalmente se produce la fecundación).
En las etapas iníciales del desarrollo embrionario, el proceso de división se asemeja al
del surgimiento de los animales pluricelulares a partir de los unicelulares, ocurrido,
posiblemente, ya en la Era Proterozoica: en todo caso en los estratos de la corteza terrestre
correspondientes a final de esa era y que se sedimentaron hace unos quinientos millones de
años, los científicos encuentran vestigios de los principales tipos de los invertebrados.
Las primeras fases del desenvolvimiento embrionario de los monos se conocen mejor que
las del hombre. En los macacos, por ejemplo, Adolf Schultz estudió embriones en la
etapa en que tenían muy pocas células, y llegó a observar la segmentación hasta la
fase
de
ocho
blastómeros.
Las primeras etapas de la segmentación del cigoto humano se han conocido hace muy
poco: en 1954, Hertig, Rock, Adams y Milligan (EE.UU.) estudiaron cuatro cigotos de 2,
12, 58, y 99 blastómeros. Los embriones humanos de cinco o seis poseen ya
segmentos mesodérmicos.
La segmentación en la estructura del sistema muscular del embrión humano pone de
manifiesto la etapa de los procordados, de la cual ha heredado, también, el notocordio,
rudimentos renales primarios (riñones delanteros) y vestigios del rabo.
Cuando cuentan con unas pocas semanas, los embriones del hombre y de
los demás mamíferos muestran muchos rasgos de semejanza con los peces. El sistema
circulatorio es análogo al característico de los peces: corazón de dos cavidades, arteria
caudal, vasos sanguíneos similares los seis arcos aórticos que conducen a los arcos
branquiales. A esto se suman la forma general del cuerpo embrionario, el rabo,
las hendeduras branquiales y una prolongación filiforme de la parte inferior de la médula
espinal.
Todo esto nos lleva a la convicción de que entre los antepasados más antiguos del
hombre y de los demás vertebrados superiores se contaban los peces. Algunas
peculiaridades específicas de la " etapa íctica" del desarrollo pueden manifestarse en el
hombre bajo la forma de atavismos, como las fístulas cervicales, que se comunican con la
faringe. En esta fase temprana, el encéfalo humano posee todavía una estructura muy
primitiva, al igual que en los demás vertebrados.
La epífisis es un órgano que desde el punto de vista de la filogenia, está estrechamente
vinculado a otro, a saber, el ojo pineal. Este puede captar los rayos luminosos, en ciertos
vertebrados actuales se desarrolla como un órgano en los impares. Entre los ciclóstomos se
le encuentra en las lampreas, y entre los reptiles, en los esfeno dones (arterias). En los
cráneos de la mayoría de los peces antiguos, anfibios y reptiles fósiles, se
observa el orificio correspondiente al ojo pineal. Esto nos permite suponer, también que
en
nuestros
lejanos
antepasados,
los
vertebrados
inferiores.
Mayor interés aun presenta la hipófisis. A juzgar por la estructura de este órgano en
los ciclóstomos (especialmente en los mixínidos, en los cuales un extremo del conducto de
la hipófisis comunica con el exterior mediante un orificio en la cabeza, delante de los ojos,
y en el extremo desemboca en el intestino).
La hipófisis está íntimamente relacionada con el segmento craneal del tubo digestivo
(incluyendo la cavidad bucal) y el sistema branquial: su parte anterior es una derivación de
un
saliente
de
la
cavidad
bucal
primaria.
Anteriormente se consideraba que la hipófisis y la epífisis eran órganos sumamente
misteriosos, en su época, Descartes llegó a suponer que la epífisis era el asiento del alma,
en la actualidad estos antiquísimos órganos han experimentado una intensa transformación
y en la actualidad son glándulas de secreción interna. Las peculiaridades de su desarrollo
en el hombre ponen de manifiesto la afinidad de éste con los vertebrados más simples.
¿Qué ha heredado el hombre de la etapa de los anfibios? En opinión de algunos
investigadores, deben atribuirse a este estadio las membranas natatorias que se
desarrollan entre los dedos del embrión humano. Los tendones de los músculos rectos, en
la parte inferior de la pared del abdomen, han sido heredados de los anfibios.
También de ellos procede la arteria isquiática (rama de la arteria glútea inferior). Los
hallazgos de un hueso central libre en el carpo de algunos adultos constituyen, ejemplos de
regresión al tipo de estructura de nuestros antepasados anfibios.
En la región olfatoria, el hombre ha heredado de los anfibios un divertículo, el órgano de
Jacobson, que desarrolla hacia el quinto mes de vida uterina, en forma de conducto que
conecta las cavidades nasal y bucal, aun cuando este órgano se reduce el término del
desarrollo fetal, se le puede apreciar en el hombre adulto, bajo la forma de un corto y
pequeño conducto ciego al que se fijan las terminaciones de unos nervios especiales.
El órgano de Jacobson presenta un considerable desarrollo en los rumiantes.
Finalmente, el hombre ha heredado también de los antiguos anfibios un vestigio de la
membrana nictitante, en forma del llamado pliegue semilunar o carúncula lagrimal en el
ángulo interno del ojo. Este pliegue corresponde a la membrana nictitante, perfectamente
desarrollada en los anfibios, reptiles y aves actuales, que también se presenta en algunos
peces. En la mayor parte de estos mamíferos esta membrana se ha reducido
considerablemente, ante todo en los cetáceos y la mayor parte de los primates, pero está
muy desarrollada en otros, como por ejemplo los conejos, gatos y algunos monos.
El hombre también heredó de sus antepasados reptinianos algunos rasgos que se
manifiestan más claramente en el feto de pocos meses, por ejemplo en el desenvolvimiento
del encéfalo y en la estructura y característica de las extremidades.
En el embrión, además el cartílago de Merckel forma parte del primer arco branquial, el
cual posteriormente se transforma en la mandíbula inferior. Más tarde este cartílago, al
igual que en todos los mamíferos, origina dos huesillos del oído, a saber, el martillo y el
yunque. En cambio en nuestros antepasados, el cartílago de Meckel, después de pasar por
un proceso de osificación, formaba un eslabón intermedio del complejo enlace entre el
maxilar inferior y el cráneo, lo que todavía se observa en los reptiles actuales. El tercer
huesillo del oído (el estribo), que surge del arco branquial sublingual (hioideo), existe
actualmente, bajo una u otra forma, en los anfibios y reptiles.
La distribución del vello (lanugo) en el cuerpo del feto, por grupos de tres o cinco unidades,
corresponde en cierta medida a la forma en que estaban situadas las escamas en la piel de
los antiguos reptiles, antepasados de los mamíferos.
Finalmente, la peculiaridad fisiológica consistente en una débil regulación térmica en el
cuerpo del recién nacido (y en los niños hasta los cinco años), puede también deberse a
que nuestros antepasados derivaron de animales de un tipo intermedio, transicional entre
reptiles y los mamíferos. Estos animales poseían meramente un rudimentario mecanismo
neurovascular, regulador del desarrollo y distribución de energía térmica en el organismo.
Entre los antepasados más tardíos del hombre, se cuentan diversos mamíferos extinguidos,
como lo pone de manifiesto una gran cantidad de hechos. El cerebro del feto humano, en
las fases tempranas de su desarrollo, recuerda estrechamente, por su superficie lisa y
estructura primitiva, al cerebro de los mamíferos inferiores actuales (según todas las
posibilidades, el hombre ha heredado de una forma mesozoica estas características).
Otros rasgos primitivos que se ponen de manifiesto en la ontogenia del hombre, también
revelan la afinidad entre éste y los mamíferos inferiores. Por ejemplo, en el embrión
humano aparecen, a las seis semanas, varios pares de glándulas mamarias rudimentarias.
Por todo el cuerpo (a excepción de las palmas de las manos y las plantas de los pies) se
desarrolla un vello bastante espeso, aunque corto: el llamado lanugo. En el velo del paladar
se forman prominencias apreciables, muy señaladas, que son sumamente características de
los monos, los carnívoros y otros mamíferos.
En el embrión de seis a doce semanas, la región caudal es claramente manifiesta. En ella se
puede descubrir la parte terminal de la espina dorsal embrionaria, con ocho o nueve
rudimentos de vértebras. Al finalizar este período, la región externa de la cola se reduce,
se atrofia. En el sector interno de la región En sector interno de la región coccígea quedan
de 6 a 2 vértebras -- las vértebras coccígeas-- que por lo general están soldadas entre sí
formando el coxis; este hueso, en los seres humanos jóvenes, comúnmente no está soldado
al sacro.
Estos tres últimos rasgos, junto con algunos otros también heredados de nuestros
antepasados mamíferos, sólo excepcionalmente se conservan y desarrollan en individuos
adultos, constituyendo casos de atavismo. Esta cuenta, por ejemplo, la ausencia, en muchos
fetos humano, del hélix (reborde del pabellón de la oreja). Algunos adultos conservan la
forma puntiaguda de la oreja, llamada oreja de macaco. Esta forma del pabellón de la
oreja es propia de los fetos humanos a los cinco o seis meses de desarrollo, y se hereda,
evidentemente, de los monos inferiores fósiles, similares a los macacos actuales y uno de
los eslabones de nuestra genealogía. Cuando el hélix no es completo, la piel forma en su
sector externo superior una pequeña prominencia, la "prominencia de Darwin".
Entre los atavismos de la etapa de los mamíferos se cuentan también los siguientes: un
fuerte desarrollo de los músculos d la oreja en algunos individuos, lo que le permite
moverla; el desarrollo de los ventrículos de la laringe (ventrículos de Morgagni) a
una profundidad de más de un centímetro; pares supernumerarios de glándulas mamarias o
de pezones; rudimentos de dientes superfluos; vellosidad excesiva en el cuerpo y la cara;
rabo rudimentario.
Todos los seres humanos poseen el apéndice vermiforme del intestino ciego, o
apéndice, simplemente; este órgano rudimentario es testimonio irrefutable de que nuestros
antepasados de la etapa de los mamíferos inferiores poseían un intestino ciego bastante
largo. En algunos mamíferos actuales, como, por ejemplo, los roedores y ungulados, en el
intestino ciego ocurre un intenso proceso digestivo.
El apéndice es sólo uno de los numerosos órganos rudimentarios del cuerpo humano. Una
notable característica de estos vestigios u órganos rudimentarios es la gran variabilidad de
su forma, dimensiones y estructura. Así, aunque el apéndice del hombre tiene una longitud
media 8 ó 9 cm., alcanza a veces los 20 ó 25 cm., como en los monos antropomorfos; otras
veces tiene dimensiones muy reducidas, de 1 a 2 cm., y en casos rarísimos no existe.
El apéndice vermiforme es muy rico en tejido linfoideo, ante todo en los individuos
jóvenes, y corresponde seguramente a cierto sector del intestino ciego de otros mamíferos
que carecen de apéndice; posiblemente cumpla alguna función aún desconocida.
Se puede afirmar que los antepasados de los seres humanos, en el curso de la evolución,
perdieron total o parcialmente los siguientes rasgos: la extrema sensibilidad olfatoria, la
capa de pelo que recubría el cuerpo, la casi totalidad de los músculos dérmicos, el rabo,
el carácter prensil de los pies, aquellos rasgos de la mandíbula y el intestino vinculados al
género herbívoro de vida, los sacos laríngeos, el útero bicorne, la oreja puntiaguda. A
consecuencia de la disminución del número de crías por preñez, se redujo la mayor parte de
glándulas mamarias en las hembras de los antepasados inmediatos del hombre, prosimios y
simios; esta reducción según Darwin, se transmitió también a los machos de estos animales.
Resulta sorprendente, en los seres humanos recién nacidos, la extraordinaria capacidad
prensil de las manos. Esta peculiaridad constituye una prueba indirecta de que el hombre
desciende de animales arborícolas, y pone de manifiesto la etapa símica de la genealogía
humana.
Hay que tener presente que las crías de la mayoría de los mamíferos se agarran
prensilmente por el vello al cuerpo de la madre. Gran importancia tenían, para Darwin, las
pruebas de la afinidad entre el hombre y los animales tomadas de la patología y
parasitología comparadas. Nos limitaremos a referirnos tan sólo a una de las pruebas que la
parasitología moderna aporta en favor de la teoría darviniana: dieciocho especies de
protozoarios de las veinticinco que parasitan a los monos, han sido encontradas también en
el hombre, pero no en los demás mamíferos.
En vísperas de la publicación de la obra de Darwin, Engels señalaba la gran importancia
que tiene el estudio de la fisiología humana y animal para confirmar la concepción
materialista relativa al origen del hombre y a su lugar en la naturaleza. El escribía: "De
cualquier modo que se mire, al estudiar la fisiología comparada se comienza a sentir el
desprecio más absoluto por el ensalzamiento idealista del hombre frente a los demás
animales.
A cada paso uno se tropieza con la más completa coincidencia estructural con los
mamíferos restantes; en sus rasgos generales, esta coincidencia se observa en todos los
vertebrados y hasta < en forma más encubierta> en los insectos, crustáceos, tenias, etc... El
asunto hegeliano del salto cualitativo en la serie cuantitativa se presenta, también aquí, con
mucha belleza.
Darwin prestó mucha atención a la demostración de la identidad filogénica de las
emociones y del modo de expresarlas; le dedicó una obra especial estrechamente ligada al
"Origen del hombre". En su trabajo " La expresión de las emociones en el hombre y los
animales", demostró convincentemente que, por los rasgos de la actividad psíquica
elemental y por el modo de expresar las emociones, el hombre está, sin duda relacionado
genéticamente con los monos. Otra importante conclusión darviniana fue la inexistencia de
diferencias psíquicas entre las razas humanas.
El estudio de hechos de esta naturaleza, junto con el de los rudimentos y atavismos, llevó a
Darwin a la convicción de que el hombre tenía una extensa genealogía, cuyos orígenes
coincidían con los del reino animal, y de que el último eslabón anterior a los primeros
hombres había estado constituido por antropoides fósiles.
Para determinar las últimas etapas de la genealogía humana, Darwin sólo pudo basarse en
muy pocos vestigios óseos de mamíferos fósiles (incluidos monos).
A pesar de ello, establecido en forma bastante exacta las etapas generales en la evolución
de nuestros antepasados más próximos, a los simios. Señalo también los rasgos principales
del desarrollo de la postura erecta en el hombre a partir de los antropoides fósiles del
terciario superior, nuestros predecesores directos. Darwin procuró hallar las causas del
surgimiento de la postura erguida, supuso que habría tenido una gran importancia el cambio
en la nutrición de nuestros antepasados, cuando éstos, en busca de alimentos, comenzaron a
abandonar los árboles y frecuentar cada vez más el suelo. Pero señala Darwin,
probablemente existieron otras causas que los obligaron a cambiar el modo de vida arbóreo
por el terrestre y a adoptar la locomoción bípeda en el campo abierto.
La transición del simio al hombre fue facilitada, según Darwin, por la existencia de
diversas peculiaridades tales como el encéfalo sumamente desarrollado y a la
diferenciación entre las extremidades anteriores y las posteriores (las primeras ya se habían
transformado en órganos especializados para agarrarse de las ramas, coger frutos y otros
objetos, mientras que las segundas habían pasado a ejercer, primordialmente, la función de
sostén). La postura erguida, el elevado desarrollo intelectual y el instinto gregario
facilitaron grandemente, afirma Darwin, la invención de herramientas, la aparición del
lenguaje articulado y de los procedimientos de obtener el fuego, y todo esto a su vez, en el
curso de su ulterior, desarrollo, situó al hombre a un nivel inconmensurablemente más
elevado sobre los demás animales.
Darwin consideraba que nuestros antepasados, al descender de los árboles durante el
transcurso de la lucha por la existencia, tuvieron que comenzar a desplazarse por sobre sus
cuatro extremidades (como sucedió con los antepasados de los cinocéfalos). En relación
con esto es interesante la opinión de Arthur Keith, quien sostiene que nuestros predecesores
arborícolas desarrollaron un tipo especial de locomoción, consistente en apoyar las plantas
de los pies sobre las ramas inferiores de los árboles, más gruesas y horizontales, mientras
las manos se aferraban a las ramas más altas. Este modo de desplazamiento pudo favorecer
la transformación de nuestros antepasados en bípedos, al trasladarse al suelo. A propuesta
de Keith, este tipo de locomoción por las ramas ha sido denominado curación.
Tan sólo el hombre se convirtió en bípedo, escribe Darwin; esto se debió a que las
manos y pies de sus antepasados -- los monos--, ya se habían diferenciado en distintas
direcciones cuando aún habitaban en los árboles. A su vez, el andar erguido aparejó,
inevitablemente, el que se intensificase el proceso de diferenciación de las
extremidades, durante el cual el pie del simio, con su función en parte de apoyo, se
transformó en el pie humano, útil exclusivamente como apoyo. ¿Qué factores
biológicos coadyuvaron a la transformación del mono en el hombre? Según Darwin,
los principales fueron la selección natural, la influencia del ejercicio y no ejercicio y
la selección sexual, a los que ha de agarrarse la variabilidad, las influencias del medio,
la reproducción, la herencia, las variaciones correlativas y otros factores aún
desconocidos. Como biólogo, Darwin pudo enfocar el origen del hombre
preferentemente desde el punto de vista de las leyes biológicas, con particularidad de
que exageraba su papel e importancia. Si bien ponía de relieve la enorme diferencia
que existe entre el hombre y el antropoide, no pudo llegar a una visión clara de la
antropogenia como algo esencialmente diferente de la evolución biológica de los
monos y demás animales. Al interpretar este proceso como una transformación
gradual del mono en hombre, Darwin no trazó con suficiente precisión la frontera
entre el antepasado símico y el primer hombre, establecida por la aparición de las
formas más antiguas de trabajo.
Darwin intentó incluir consideraciones de carácter social en su explicación de cómo
evolucionó el hombre. Concedió un lugar de privilegio, por ejemplo, al análisis de la
influencia de los hábitos sociales humanos sobre el desarrollo del sentido moral y del
deber, así como de otras muchas cualidades características del hombre. No obstante,
prisionero de las concepciones burguesas acerca del desarrollo de la sociedad, no pudo
valorar acertadamente la influencia de los factores sociales y se mantuvo muy distante de la
teoría del papel del trabajo en la transformación de la antropogenia. Los obvios defectos en
la solución de Darwin al problema de la antropogenia no pueden disminuir en nada la
importancia enorme de sus dos libros clásicos consagrados a este tema. Darwin traza en
rasgos generales la extraordinariamente extensa genealogía humana, cuyo último eslabón
fueron los antropoides fósiles, altamente desarrollados, al final del terciario superior. El
estudio de sus parientes actuales nos permitirá hacer revivir en nuestra imaginación los
simios fósiles, juzgar acerca de su estructura y peculiaridades biológicas, de su modo de
vivir, desplazarse y nutrirse. De este modo será más fácil saber cómo fueron los
antepasados inmediatos del hombre. Al mismo tiempo, podremos responder a la pregunta
de por qué sólo una especie de antropoides dio origen a la humanidad, mientras que
centenares de otras especies simiescas no pudieron transformarse en hombres.
CONCLUCIONES

La gran diversidad de organismos se ha intentado explicar mediante teorías
evolutivas. De esta forma, se puede determinar el parentesco que los aleja o los
acerca. Todo esto se lleva a cabo por medio de las observaciones del medio
natural, análisis de fósiles, comparaciones anatómicas, entre otras. Aristóteles fue
uno de los primeros griegos que hizo el aporte a la teoría de la evolución, dando a
conocer la “escala natural”.

Charles Roberto Darwin elaboro los primeros borradores de su libro “El origen de
las especies”, en donde explica los cambios evolutivos por selección natural.
Darwin y su teoría del “Darwinismo” hicieron 3 postulados.
a. Principio de la variación: en todas las poblaciones hay cambios de las
características de sus individuos producidos al azar.
b. Principio de herencia: los individuos se parecen a sus progenitores porque
heredan de ellos sus características.
c. Principio de la selección natural: las variaciones se difunden en las
generaciones y sobreviven solo los individuos más aptos. Es así como se
produce el cambio de una especie a otra.

La teoría de Neodarwinismo o Antidarwinismo sustenta que el organismo
humano es demasiado complejo para ser fruto del azar representa uno de
los errores más extendidos en la comprensión popular de la evolución
biológica. Ésta no se produce ni mucho menos al azar, por lo que ningún
organismo es fruto simplemente de un cúmulo de casualidades.

Lamarkismo sostiene que los organismo cambian de acuerdo a una fuerza
interior, un “impulso” en respuesta a la exigencias del medio. Baso su teoría
en tres principios:
a. El ambiente modifica las estructuras de los organismos.
b. Los cambios se producen por el use y desuso de las partes.
c. Las características adquiridas se transmiten a los descendientes.
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