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Separata del libro “Tratado de Medicina Interna. Farreras-Rozman” ISBN Obra completa: 84-8174-357-7 © 2004 Ediciones Harcourt, S. A. Velázquez, 24, 5.º Dcha. 28001 Madrid. Insuficiencia respiratoria R. Rodríguez-Roisin Introducción La función esencial del aparato respiratorio consiste en garantizar que el intercambio pulmonar de gases sea adecuado; es decir, procurar unos niveles óptimos de O2, imprescindible para la vida celular, y permitir simultáneamente la correcta eliminación del CO2 producido por el metabolismo tisular. Para que este intercambio sea correcto es necesario que las funciones esenciales del aparato respiratorio, control de la ventilación, ventilación alveolar, difusión alveolocapilar y perfusión pulmonar, se realicen de forma adecuada. Cualquier alteración en una o en varias de estas funciones origina inevitablemente el fallo en el intercambio pulmonar de gases, que provoca insuficiencia respiratoria. Ésta se define como el estado o situación en el que los valores en sangre arterial de la presión parcial de O2 (PaO2) se sitúan por debajo de 60 mm Hg (8 kPa), con exclusión de la hipoxemia secundaria a comunicaciones intracardíacas de derecha a izquierda, y/o los de la presión parcial de CO2 (PaCO2) son iguales o superiores a 50 mm Hg (6,7 kPa), con exclusión de la hipercapnia secundaria a alcalosis metabólica, respirando aire ambiente, en reposo y a nivel del mar. Este concepto es biológico y depende exclusivamente del valor de los gases en sangre arterial. Por tanto, la insuficiencia respiratoria no es una enfermedad en sentido estricto, sino un trastorno funcional del aparato respiratorio provocado por una gran variedad de situaciones que, incluso, pueden no afectar el parénquima pulmonar propiamente dicho (p. ej., en las intoxicaciones por sobredosis de sedantes y barbitúricos). Los valores normales de PaO2 se sitúan entre 100 (20 años) y 96 mm Hg (70 años) (13,6 y 12,8 kPa, respectivamente), con una media de 100 ± 8 mm Hg (13,3 ± 1,1 kPa), y tienden a mantenerse a lo largo de la vida (en ese margen descienden tan sólo 6 mm Hg); los valores de PaCO2 también disminuyen con la edad (4 mm Hg entre los 20 y 70 años de edad), oscilando entre 38 y 34 mm Hg, respectivamente, y con una media de 37 ± 3 mm Hg (4,9 kPa). Estos cambios fisiológicos de los gases arteriales ligados a la senilidad reflejan esencialmente un desequilibrio progresivo, discreto, en las relaciones ventilaciónperfusión, cuyo mecanismo no está esclarecido. En la práctica clínica, se dice que hay hipoxemia arterial cuando la PaO2 es inferior a 80 mm Hg (10,7 kPa), e hipercapnia arterial, cuando la PaCO2 es superior a 45 mm Hg (6 kPa), respirando aire ambiente, en reposo y a nivel del mar. Dado que el concepto de insuficiencia respiratoria se relaciona con los valores de la PaO2 y la PaCO2 es importante conocer todas las situaciones que pueden determinar valores incorrectos e inducir, por tanto, una interpretación errónea. Entre dichas situaciones merecen destacarse las siguientes: a) extracción de sangre no arterial (venosa); b) desconocimiento de la fracción inspiratoria de O2 (FiO2); c) contaminación de la muestra 9 sanguínea por aire; d) /L; e) temperatura del paciente; f) inestabilidad clínica (respiratoria y/o hemodinámica), y, finalmente, g) errores en la instrumentación de los aparatos de medición (calibración defectuosa, empleo incorrecto). Sin embargo, no siempre resulta fácil interpretar correctamente la alteración de los gases arteriales, en particular cuando el paciente se encuentra en condiciones críticas, ya que junto con los factores intrapulmonares que regulan el intercambio gaseoso existen otros, de origen extrapulmonar, que también influyen (tabla 90.1). La reducción de la ventilación global y/o del gasto cardíaco y/o el aumento del consumo de O2 tienden a minimizar el valor de la PaO2, independientemente del estado de los determinantes intrapulmonares, y, a la inversa, el aumento de las dos primeras variables extrapulmonares citadas y/o la reducción del consumo de O2 conducen a la optimización de la PaO2, cualquiera que sea el estado de los factores intrapulmonares. 1 Hipoxemia, hipercapnia e hipoxia tisular Puntos clave: Hipoventilación alveolar – Limitación de la difusión alveolocapilar de O2 – Cortocircuito intrapulmonar de derecha a izquierda shunt Desequilibrios en las relaciones V.A/Q Mecanismos Existen cuatro mecanismos de hipoxemia [hipoventilación alveolar, limitación de la difusión alveolocapilar de O2, cortocircuitos y desequilibrios en las relaciones ventilación/perfusión (V.A/Q.)], y dos causas de hipercapnia (hipoventilación alveolar y desequilibrios en las relaciones V.A/Q.) (tabla 90.2). La reducción de la PO2 en el aire inspirado, situación que se produce sobre todo en las grandes alturas, donde la presión atmosférica está reducida, o al nivel del mar en circunstancias accidentales excepcionales, es también causa de hipoxemia, pero no se considerará en este capítulo. Hipoventilación alveolar. La ventilación alveolar (V.A) se define como parte de la ventilación minuto (V.E) que realmente interviene en el intercambio gaseoso, en contraposición con la que no lo hace o ventilación del espacio muerto, y que corresponde a la tráquea y a las grandes vías respiratorias. Existe una relación hiperbólica entre la V.A y los valores de PaCO2 en individuos sanos, definida por la ecuación: VA=K/ VCO2 /PaCO2 donde k es una constante y V. CO2 corresponde a la producción de CO2. Si esta última no varía, y habitualmente no lo hace, la reducción de la V.A (hipoventilación) se asocia al aumento de la PaCO2 (hipercapnia). La hipoxemia secundaria a hipoventilación alveolar se acompaña siempre de hipercapnia, de V.E reducida y de diferencia (o gradiente) alveoloarterial de O 2 normal (no elevada) (valores normales inferiores a 15 mm Hg), que se debe corregir fácilmente con la administración de O2 a concentraciones altas. Los ejemplos clínicos más representativos son: sobredosis de sedantes del SNC, enfermedades del SNC y de los músculos periféricos y obstrucciones de la vía respiratoria principal. Limitación de la difusión alveolocapilar de O2. La difusión alveolocapilar de O2 consiste en el fenómeno del paso de las moléculas de O2 del compartimiento alveolar al sanguíneo. Sus anomalías sólo son evidentes en los pacientes con fibrosis pulmonares difusas en reposo y durante el esfuerzo o en 2 individuos sanos cuando la PO2 inspiratoria está muy reducida (grandes alturas). Se acompaña de hipocapnia y de un aumento de la V.E y de la diferencia alveoloarterial de O 2, siendo reversible tras respirar O2 a concentraciones elevadas. Su importancia como causa de hipoxemia es limitada y no tiene prácticamente interés clínico, salvo cuando se sospecha de una fibrosis pulmonar en la que la prueba de esfuerzo pone en evidencia la caída de la PaO2. Cortocircuito intrapulmonar de derecha a izquierda (shunt). Esta situación se observa cuando determinadas áreas del pulmón presentan unidades alveolares con relación V.A/Q. nula, es decir, alvéolos no ventilados pero sí perfundidos. Incluye todas las enfermedades que cursan con acumulación de agua pulmonar extravascular (edema pulmonar), pus (neumonías), sangre (hemorragia intrapulmonar) o con ausencia completa de ventilación (atelectasia). Las malformaciones, congénitas o adquiridas (fístulas arteriovenosas pulmonares o algunas grandes malformaciones cardiovasculares), torácicas o extratorácicas, que incluyen un sustrato anatómico, no estarían incluidas según el concepto actual de insuficiencia respiratoria. Cursan con hipocapnia, aumento de la V.E y elevación del gradiente alveoloarterial de O2, y se caracterizan porque la administración de O2 al 100% no es capaz de elevar suficientemente las cifras de PaO2. Constituyen una situación relativamente frecuente en las enfermedades pulmonares agudas de los pacientes en estado crítico y, a diferencia de los dos mecanismos anteriores (hipoventilación alveolar y limitación de la difusión alveolocapilar), se corrige muy poco con O2 al 100%, lo que representa una situación única. Desequilibrios en las relaciones V.A/Q.. Representan el principal mecanismo de hipoxemia. Todas las enfermedades pulmonares crónicas, ya sea en situación de estabilidad o de agudización clínica, cursan con desequilibrios más o menos acentuados de las relaciones V.A/Q.. Éstos se caracterizan, en unos casos, por la presencia de áreas en las que una parte considerable de la perfusión se distribuye en unidades alveolares insuficientemente ventiladas (con cocientes V.A/Q. reducidos) y, en otros, porque un porcentaje variable de la ventilación alveolar se sitúa en unidades escasamente perfundidas (con cocientes V.A/Q. elevados). Esta forma de hipoxemia, que puede ocasionar a veces una retención moderada de CO2, se presenta con V. E normal o elevada y gradiente alveoloarterial de O2 aumentado y responde bien a la administración de O2. En la práctica diaria, la hipoxemia arterial suele tener más de un mecanismo patogénico. Así, un ejemplo característico es el de la hipoventilación alveolar provocada por la administración a concentraciones elevadas de O2 (superiores al 24-28%) que complica la hipoxemia de los pacientes con obstrucción crónica al flujo respiratorio, cuyo sustrato fisiopatológico principal lo constituyen los desequilibrios en las relaciones V.A/Q.; por otro lado, en estos pacientes puede asociarse frecuentemente hipoventilación alveolar secundaria a fatiga, debilidad o disfunción muscular respiratoria (esencialmente diafragmática). Los dos mecanismos de hipercapnia son la hipoventilación alveolar y los desequilibrios en las relaciones V.A/Q.. Para diferenciarlas, basta con medir la V.E y calcular la diferencia alveoloarterial de O 2. En la hipercapnia secundaria a hipoventilación alveolar, este gradiente está conservado (ya que el parénquima pulmonar está indemne) y la V.E se halla reducida; por el contrario, si la causa de la hipercapnia reside en un trastorno de las relaciones V.A/Q., la V.E está conservada o aumentada y el gradiente tiende a estar elevado. El término hipoxia se emplea cuando el aporte de O2 a los tejidos es insuficiente y, por consiguiente, no es sinónimo de hipoxemia. Aunque es evidente que toda hipoxemia implica hipoxia (hipoxia hipoxémica), no toda hipoxia se debe a hipoxemia. El concepto aporte de O2 se define mediante el producto del gasto cardíaco por el contenido arterial de O2 (CaO2). Ello explica que los principales mecanismos de hipoxia dependen del déficit local o generalizado del flujo sanguíneo (hipoxia circulatoria), del déficit cuantitativo o cualitativo del número de hematíes y/o hemoglobina (hipoxia anémica) o de la utilización celular inadecuada de O2 por las mitocondrias (hipoxia disóxica) (tabla 90.3). En condiciones de hipoxia, las cifras de PO2 en las células son totalmente desconocidas, aunque se sospecha que pueden ser inferiores a 1 mm Hg. Las causas de hipoxia son variadas y, en razón de su importancia clínica, junto a las generadoras de hipoxemia merecen destacarse el shock, las obstrucciones vasculares arteriales, la anemia, la sepsis por gérmenes gramnegativos, el fallo multiorgánico múltiple y las intoxicaciones por CO o cianuro potásico. En cualquier tipo de shock, así como en las obstrucciones arteriales, se produce una disminución del aporte de O2 porque el flujo sanguíneo está reducido (hipoxia circulatoria). En la anemia no existe suficiente hemoglobina para transportar todo el O 2 necesario; la afinidad del CO por la hemoglobina es 300 veces superior a la del O2, por lo que, en caso de intoxicación por CO, la cifra de 3 saturación de la oxihemoglobina puede llegar a ser extremadamente baja e incompatible con la vida celular (hipoxia anémica). Por último, en la intoxicación por cianuro o en determinadas sepsis por gérmenes gramnegativos la célula no es capaz de utilizar adecuadamente el O 2, que, por otra parte, se halla presente en cantidades suficientes (hipoxia disóxica). Obsérvese que en ninguno de estos ejemplos existe hipoxemia propiamente dicha, es decir, disminución de la PaO2. Por ello, junto a la oxigenoterapia, el restablecimiento de los parámetros hemodinámicos para mantener un gasto cardíaco óptimo y la reposición de la cantidad de sangre necesaria para elevar el valor del CaO 2 constituyen dos medidas terapéuticas de primer orden. Por el mismo motivo, la administración de O 2 puede estar completamente justificada en determinados casos de shock o anemia grave, sin que necesariamente se demuestre la presencia de hipoxemia arterial. Cuadro clínico Es muy variado, ya que depende, en gran parte, de las características clínicas propias de cada una de las enfermedades causales. Sin embargo, existen signos y síntomas propios de la hipoxemia o la hipercapnia, propiamente dichas, difíciles de diferenciar en muchas ocasiones, que merecen ser comentados. Los signos de la hipoxemia aguda se relacionan esencialmente con trastornos del SNC y del sistema cardiovascular. Entre los primeros destacan la incoordinación motora, la somnolencia y la disminución de la capacidad intelectual, cuadro que recuerda en muchas ocasiones al del alcoholismo agudo; si la hipoxemia empeora, puede presentarse depresión de los centros respiratorios medulares con muerte súbita. Las manifestaciones cardiovasculares más características en las fases iniciales son la taquicardia y la hipertensión arterial. A medida que se acentúa la reducción de la PaO2, aparecen bradicardia, depresión miocárdica y, finalmente, shock cardiocirculatorio. Un concepto importante a destacar es la cianosis periférica que sólo se observa cuando la concentración de la hemoglobina reducida es superior a 5 g/dL. Su reconocimiento clínico a veces es difícil, ya que depende de otros factores asociados, como el color de la piel, la cifra global de hematíes o el grado de percepción visual del observador. En general, no suele reconocerse hasta que la cifra de Pa O2 se halla por debajo de 40-50 mm Hg (5,3-6,7 kPa). La hipoxemia crónica se acompaña de apatía, falta de concentración y respuesta lenta a los diversos estímulos; las manifestaciones cardiovasculares son mínimas, aunque se pueden reconocer signos y síntomas propios de hipertensión pulmonar y cor pulmonale. Con frecuencia se asocia a poliglobulia. Las manifestaciones clínicas de la hipercapnia dependen de la rapidez de su instauración. Cuando lo hace de forma aguda predominan los trastornos del SNC: desorientación temporospacial, somnolencia, 4 obnubilación, coma e, incluso, muerte. Las manifestaciones cardiovasculares son mucho más variables y están condicionadas por el grado de vasoconstricción, secundaria a la activación generalizada del sistema simpático, o de vasodilatación, propia de los efectos locales de la acumulación del CO 2. En general, son patentes la sudación facial y antetorácica profusa y la taquicardia, mientras que las cifras de presión arterial pueden ser variables. Por el contrario, la hipercapnia de evolución crónica puede presentarse sin manifestaciones clínicas. Así, numerosos pacientes con valores de PaCO2 superiores a 60 mm Hg (7,9 kPa) presentan una calidad de vida aceptable. De todos modos, no es extraño que manifiesten cefaleas y somnolencia, síntomas propios del efecto vasodilatador del CO2 sobre la circulación cerebral, y que aparezca temblor aleteante. Clasificación La clasificación de la insuficiencia respiratoria puede establecerse atendiendo a criterios clinicoevolutivos (aguda o crónica), al mecanismo patogénico subyacente (por desequilibrios en las relaciones V.A/Q. o hipoventilación alveolar) o a sus características fisiopatológicas o gasométricas (hipercápnica o hipoxémica). De acuerdo con la evolución de la insuficiencia respiratoria, ésta puede clasificarse en aguda (IRA) y crónica (IRC), según la forma de presentación clínica y las características individuales de cada paciente. Sin embargo, esta clasificación no tiene en cuenta si existe hipoxemia sola o asociada a hipercapnia. La IRA suele presentarse en pacientes previamente sanos y su ejemplo más representativo lo constituye el edema pulmonar no cardiogénico o síndrome de distrés respiratorio agudo (SDRA), en el que una amplia variedad de enfermedades extrapulmonares o intrapulmonares causan alteraciones de la permeabilidad capilar pulmonar. Por el contrario, la IRC implica la existencia de una enfermedad previa, suficientemente prolongada para que el organismo haya puesto en marcha una serie de medidas de compensación hasta el punto de hacer compatible esta situación con el desarrollo de una calidad de vida casi normal. En muchas ocasiones, estos pacientes refieren una sintomatología mínima e, incluso, la exploración física puede ser normal. Sólo las determinaciones de los gases en sangre arterial pondrán de manifiesto la existencia de cifras relativamente reducidas de PaO2, por lo general entre 50 y 60 mm Hg (6,7 y 8 kPa), con valores de PaCO2 variables pero siempre inferiores a 45 mm Hg. Ejemplos representativos de IRC son la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) y las diversas enfermedades pulmonares difusas intersticiales, en las que la historia natural de la insuficiencia respiratoria se desarrolla en el curso de varios años. En estos casos, el organismo vive en un estado de equilibrio inestable que puede romperse en cualquier momento por múltiples causas, provocando entonces los episodios de descompensación aguda de la IRC, situación clínica mucho más grave que la IRC compensada y estable. No obstante, dado que la insuficiencia respiratoria se define por las anomalías en la PaO2 y/o PaCO2, se la ha clasificado por conveniencia en dos grandes grupos, según que la hipoxemia se asocie o no a hipercapnia (fig. 90.1). A su vez, cada uno de ellos puede subdividirse en varios subgrupos de acuerdo con el mecanismo patogénico subyacente. La insuficiencia respiratoria hipercápnica puede instaurarse en un parénquima pulmonar sano o, por el contrario, en un parénquima patológico con anomalías estructurales difusas desarrolladas a lo largo de varios años. La insuficiencia respiratoria hipercápnica con pulmón sano ha sido denominada también insuficiencia ventilatoria, puesto que en su base se halla siempre implicado un defecto en el aparato eliminador de CO2, es decir, en la ventilación propiamente dicha; sin embargo, esta denominación puede inducir a error al ser confundida con el concepto de alteración ventilatoria de naturaleza obstructiva, restrictiva o mixta, por lo que no se recomienda su empleo. Por el contrario, la insuficiencia respiratoria no hipercápnica implica siempre la existencia de parénquima pulmonar patológico. En la forma hipercápnica con parénquima pulmonar sano destaca el hecho de que la V.E esté reducida, el gradiente alveoloarterial de O2 sea normal y la PaO2 se eleve fácilmente tras la administración de O2 a concentraciones elevadas, ya que se halla determinada por la hipoventilación alveolar. Puede deberse a numerosas causas, que cursan de forma aguda (intoxicación por sobredosis de sedantes) o crónica. En contraposición a esta última, en la insuficiencia respiratoria hipercápnica con pulmón patológico la V.E está conservada o incluso aumentada y el gradiente alveoloarterial de O2 se halla elevado, mientras que la respuesta a la administración de O2 a concentraciones altas es idéntica. En este caso, el mecanismo fisiopatológico corresponde al desequilibrio acusado en las relaciones V.A/Q. pulmonares, el cual se halla presente en la gran mayoría de las enfermedades pulmonares crónicas que cursan con obstrucción generalizada de las vías respiratorias, en particular la EPOC. La insuficiencia respiratoria sin hipercapnia puede subdividirse en tres subgrupos, atendiendo sobre todo a las características clinicopatológicas de la enfermedad causal. Por un lado se sitúan todas las entidades que cursan de forma aguda, ya sean localizadas, como las neumonías graves o la tromboembolia 5 pulmonar aguda, o más difusas, como el SDRA. En ambos casos, el mecanismo patogénico puede ser mixto ya que se combinan el aumento del cortocircuito intrapulmonar y los desequilibrios en las relaciones V.A/Q.. El cortocircuito es el mecanismo predominante en el SDRA, mientras que ambos componentes se combinan en los otros dos cuadros clínicos según su gravedad y fase evolutiva. En estas dos entidades, siempre de presentación aguda, la V. E está muy elevada, existe hipocapnia y el gradiente alveoloarterial de O2 está muy aumentado. Si el cortocircuito es intenso, la respuesta de la Pa O2 a la administración de O2 al 100% será nula o muy discreta. Frente a estos dos tipos de insuficiencia respiratoria sin hipercapnia, cabe reconocer una tercera variedad que incluye una amplia gama de enfermedades pulmonares crónicas en las que la insuficiencia respiratoria puede presentarse de forma crónica o aguda y en la que el mecanismo fundamental corresponde a un desequilibrio profundo en las relaciones V.A/Q.. En estos casos, la V.E es normal o alta, el gradiente alveoloarterial de O 2 está aumentado, aunque sin alcanzar los valores que se observaban en las otras dos variedades de insuficiencia respiratoria no hipercápnica, y la PaO2 se incrementa manifiestamente cuando se aumenta la concentración inspiratoria de O 2. Aquí se deben incluir la IRA y la IRC de la EPOC que no retienen CO 2, la IRA de la agudización grave del asma bronquial y, en general, la IRC de las enfermedades intersticiales difusas pulmonares y de toda una amplia variedad de enfermedades vasculares pulmonares crónicas. Insuficiencia respiratoria hipercápnica con parénquima pulmonar sano Causas y cuadro clínico En la tabla 90.4 se incluyen las principales causas, que pueden localizarse en el SNC, las vías nerviosas y medulares descendentes, la placa neuromotora, los músculos respiratorios o la caja torácica osteomuscular. También puede ser secundaria a obstrucciones graves de la vía respiratoria principal (laringe, tráquea). Si bien la descripción detallada de cada una de estas entidades se halla fuera del contexto de este capítulo, se señalan aquellas que tienen más interés en la práctica diaria. 6 En primer lugar cabe citar la insuficiencia respiratoria hipercápnica secundaria a la intoxicación por sobredosis excesiva de sedantes u otros preparados que reduzcan la actividad del SNC. El cuadro neuropsíquico varía según la cantidad y el tipo de fármaco ingerido y comprende desde la simple somnolencia u obnubilación hasta el coma profundo con grave compromiso de las funciones vitales. Si se asocia ingesta alcohólica excesiva, la situación clínica será todavía más grave. A menudo cursa con la reducción o la pérdida de los reflejos (deglución, vómito, tos), con disminución generalizada del tono muscular y anomalías de la actividad mucociliar y del transporte de partículas en las vías aéreas, lo que facilita la aspiración de material gástrico y puede ocasionar una neumonía por aspiración. En estos casos, no es extraño que coexista un mecanismo adicional de hipoxemia en el que, al cortocircuito y a los desequilibrios en las relaciones V.A/Q., se añade la hipoventilación alveolar primitiva. Otra entidad de gran interés es la hipoventilación alveolar primaria ligada al síndrome de apneas durante el sueño (véase Síndrome de apneas durante el sueño). Hay que destacar la importancia de sus manifestaciones clínicas, puesto que una buena anamnesis ayuda a perfilar correctamente esta entidad. La hipoxemia y la hipercapnia de estos pacientes suelen presentarse transitoriamente durante el sueño, en las fases de apnea, lo que puede provocar arritmias cardíacas y aumentos pasajeros de la presión arterial. Cuando se da en un contexto más cronificado cabe sospechar que existen otras condiciones clínicas que la han potenciado, como suele ser la obesidad, frecuente en estos pacientes, y la EPOC. Entre los trastornos neuromusculares generalizados no se hará referencia a ninguna enfermedad en particular, ya que en los apartados correspondientes a las enfermedades neuromusculares se proporciona una descripción más detallada. Sin embargo, merece destacarse el concepto de fatiga, debilidad o disfunción muscular respiratoria, que se define como la falta de capacidad de los músculos respiratorios inspiratorios (diafragma e intercostales) necesaria para mantener una ventilación adecuada. Esta circunstancia, que implica el fallo en el fuelle osteomuscular de la caja torácica, puede causar hipercapnia en la EPOC, probablemente en las formas más graves del asma bronquial, en determinados trastornos neuromusculares y en una amplia gama de situaciones clínicas, como puede ser el shock cardiocirculatorio. La simple inspección clínica puede orientar el diagnóstico al observar el movimiento paradójico de la musculatura abdominal durante la inspiración (retracción en lugar de protrusión) o la retracción esternal inspiratoria, hallazgos generalmente asociados a taquipnea. Es recomendable la medición de la capacidad vital (VC) en posición ortostática y en decúbito, ya que esta última está significativamente reducida en los pacientes con procesos neuromusculares avanzados, y de la presión inspiratoria máxima (PIM), parámetros indicativos de la intensidad y la gravedad del fallo ventilatorio. En cuanto a las enfermedades de la caja torácica, entre las que cabe incluir las deformaciones toracovertebrales o las lesiones extensas de la pleura (quirúrgicas o médicas), la simple exploración física y la radiografía facilitan de forma notable el diagnóstico. En muchas de estas enfermedades, la insuficiencia respiratoria suele aparecer de forma aguda a causa del propio trastorno muscular (síndrome de Guillain-Barré) o por complicaciones sobreañadidas de origen pulmonar (distrofias) o yatrógeno (como puede ocurrir en la miastenia grave). En otros casos cursa de forma crónica. Debe señalarse que en los traumatismos torácicos es muy frecuente que coexistan contusión y atrición del parénquima pulmonar circundante, lo que determinará que la insuficiencia respiratoria presente más de un mecanismo de hipoxemia. Por otra parte, la cronicidad de la mayoría de estas enfermedades facilita la presentación de infecciones pulmonares repetidas que, a la larga, pueden lesionar el parénquima pulmonar y, por tanto, provocar desequilibrios en las relaciones V.A/Q.. Las obstrucciones de la vía respiratoria principal, casi siempre de instauración aguda, son particularmente graves en el niño y el adolescente joven, en los que el diámetro de dicha vía es más reducido y, por tanto, más vulnerable. La característica semiológica principal consiste en la auscultación del estridor, que a menudo se asocia a aleteo nasal, tiraje intercostal, empleo desproporcionado de la musculatura respiratoria accesoria y, en ocasiones, movimientos paradójicos toracoabdominales (véase Enfermedades obstructivas de las vías aéreas). Por último, cabe citar la hemodiálisis como causa de hipoventilación alveolar, que provoca hipoxia alveolar secundaria a la disminución de la producción de CO2 (ya que éste se elimina, en parte, por la membrana del dializador). Esta reducción de la producción de CO 2 determina la reducción de la V.E sin que se asocie 7 hipercapnia. Dado que se trata, por tanto, de una hipoventilación alveolar que cursa con hipoxemia pero sin hipercapnia, situación prácticamente única en fisiopatología respiratoria, suele denominarse hipopnea. Tratamiento La insuficiencia respiratoria hipercápnica con pulmones sanos más frecuente es la provocada por la sobredosis de sedantes o de opiáceos. En estos casos, las manifestaciones clínicas y neurológicas, en particular el grado de coma, guiarán la pauta terapéutica. Dado que la insuficiencia respiratoria se debe a la sedación del control de la ventilación, puede estar indicada la ventilación mecánica sin emplear Fi O2 elevadas. Es aconsejable, además, instaurar todas las medidas que faciliten la eliminación rápida del medicamento ingerido, como el lavado gástrico, la perfusión de abundantes líquidos para forzar la diuresis y, en algunas situaciones, la hemodiálisis. Como medidas adicionales se debe tratar la acidosis metabólica, si ésta se manifiesta, y, en algunos casos, administrar un antídoto (naloxona para las sustancias opiáceas). En ningún caso están indicados los estimulantes respiratorios (analépticos). En el supuesto de que el paciente no esté comatoso y que su ventilación espontánea sea suficiente, se recomienda instaurar oxigenoterapia con mascarilla de flujo alto al 24% (tabla 90.5) o cánula nasal (a 1 L/min) y controlar que la vía respiratoria se mantenga libre. En los pacientes con síndrome de apneas durante el sueño se han planteado diversas estrategias terapéuticas, destacando sobre todo el empleo de la mascarilla con presión positiva continua en la vía respiratoria principal (CPAP) (véase Síndrome de apneas durante el sueño). En los casos de IRA asociada a trastornos neuromusculares puede ser obligada la ventilación mecánica. Si se trata de una IRC, en la que casi siempre se asocian alteraciones de las relaciones V.A/Q., se seguirá también la misma pauta que en los pacientes con insuficiencia respiratoria hipercápnica con pulmones patológicos. El empleo reciente de la ventilación mecánica no invasiva por vía nasal o nasobucal parece albergar alternativas terapéuticas muy favorables, no sólo en las fases de agudización, sino también en las situaciones de estabilidad clínica. Su indicación, nocturna y/o diurna, se está consolidando a medida que los equipos utilizados son mejorados técnicamente (véase Ventilación artificial). Por último, en enfermedades con obstrucción grave de la vía respiratoria principal, las primeras medidas consisten en mantener libre dicha vía, administrar O2 con mascarilla de flujo elevado (al 24-28%) o lentillas nasales (a 1 L/min) y garantizar una ventilación adecuada. Si se trata de un cuerpo extraño, debe practicarse una broncoscopia, mientras que las compresiones extrínsecas son casi siempre quirúrgicas. En los casos con gran edema e inflamación locales, la administración de glucocorticoides intravenosos a dosis elevadas (metilprednisolona, 1 g) resulta muy eficaz. 8 Insuficiencia respiratoria hipercápnica con parénquima pulmonar patológico Este tipo de insuficiencia respiratoria hipercápnica se caracteriza porque el parénquima pulmonar está alterado y es incapaz de eliminar adecuadamente el CO 2. El mecanismo fisiopatológico consiste en el desequilibrio de las relaciones V.A/Q. pulmonares, aunque en diversas circunstancias clínicas coexiste el de hipoventilación alveolar. Los ejemplos más representativos son la EPOC y las bronquiectasias generalizadas. La silicosis y la tuberculosis pulmonar residual extensa pueden complicarse también con este tipo de insuficiencia respiratoria. Asimismo, ésta puede estar causada por el 10% de las formas graves de agudización del asma bronquial. Puntos clave: -- Factores desencadenantes o agravantes -- Infecciones pulmonares -- Tabaco y factores ambientales o de contaminación urbana e industrial -- Intervenciones quirúrgicas -- Neumotórax y fracturas costales -- Insuficiencia cardíaca izquierda y tromboembolia pulmonar -- Fatiga o debilidad muscular respiratoria diafragma e intercostales -- Empleo de sedantes hipnóticos o barbitúricos -- Oxigenoterapia incontrolada mediante el empleo de FiO2 elevadas -- Factores metabólicos -- Factores socioeconómicos -] Insuficiencia respiratoria en el paciente con EPOC Es la insuficiencia respiratoria más frecuente en la práctica diaria y representa la urgencia médica que más ha aumentado (un 200%) en los últimos años, estimándose un incremento todavía superior en el próximo milenio. Por lo general se trata de pacientes con una larga historia y valores del FEV1 inferiores a 1 L, en los que se asocian, además, atrapamiento gaseoso, hiperinsuflación pulmonar y reducción más o menos importante de la capacidad de transferencia del CO (DLCO). Clínicamente cursan con tos, expectoración y disnea de grado variable. La insuficiencia respiratoria puede presentarse de forma aguda (IRA), como episodio aislado o en el contexto de la historia natural de su enfermedad pulmonar, o de forma crónica (IRC) permanente. Factores desencadenantes (o agravantes). Aunque no siempre están presentes, se han descrito numerosos factores que pueden actuar solos o combinados, entre los que merecen señalarse los siguientes: Infecciones pulmonares. Están causadas por agentes bacterianos, entre los que destacan el Streptococcus pneumoniae, el Haemophilus influenzae, la Branhamella catarrhalis y la Chlamydia pneumoniae. El papel de otros gérmenes gramnegativos y de los agentes víricos es insuficientemente conocido hasta ahora. Pueden cursar como un resfriado común, con fiebre o sin ella, que ocasiona aumento de la tos y la expectoración, a veces purulenta, sibilancias y disnea. Estos episodios, que pueden repetirse varias veces a lo largo del año, limitan aún más las defensas locales del árbol bronquial y aumentan el grado de obstrucción generalizada de las vías respiratorias. En este apartado cabe también incluir las infecciones más graves, del tipo de las neumonías. Tabaco y factores ambientales o de contaminación urbana e industrial. Su importancia es mayor cuando se asocian a los anteriores. El mantenimiento del hábito tabáquico no sólo hace progresar la enfermedad de base, sino que limita la eficacia de muchas medidas terapéuticas, por lo que siempre facilita la aparición de la insuficiencia respiratoria. Intervenciones quirúrgicas. Los procedimientos abdominales o torácicos limitan aún más el grado de incapacidad funcional ventilatoria preexistente. 9 Neumotórax y fracturas costales. Desestabilizan el frágil equilibrio previo. La osteoporosis senil, en ocasiones agravada por el empleo sistémico, prolongado, de glucocorticoides, representa un factor de riesgo adicional en la aparición de estas fracturas. Insuficiencia cardíaca izquierda y tromboembolia pulmonar. Al tratarse de pacientes de edad avanzada, en ocasiones con hipertensión arterial, arteriosclerosis, diabetes mellitus u otros factores (entre ellos la propia insuficiencia ventricular derecha), no es infrecuente que se produzca el fallo súbito del ventrículo izquierdo. De igual manera, la frecuencia de trombosis venosas profundas puede ser elevada (hasta el 30%) y originar, a veces, la aparición de embolias pulmonares. En estos casos puede resultar particularmente llamativo el descenso rápido de la hipercapnia motivado por el estímulo ventilatorio del accidente vascular pulmonar. Fatiga o debilidad muscular respiratoria (diafragma e intercostales). La limitación funcional que ésta produce resulta todavía más comprometida por la hiperinsuflación pulmonar asociada y la anulación prácticamente completa de la actividad del diafragma; a veces, esta situación puede desencadenarse o agravarse por la administración de aminoglucósidos o polimixinas, por el déficit de fósforo o por fallo cardiocirculatorio asociado. Empleo de sedantes hipnóticos o barbitúricos. Su acción depresora sobre el SNC entraña un grave riesgo de hipoventilación alveolar con paro ventilatorio súbito. Por esta razón, dichos fármacos están formalmente proscritos en los pacientes con broncopatía crónica avanzada. Oxigenoterapia incontrolada mediante el empleo de FiO22 elevadas. Se trata de enfermos habituados a convivir con cierto grado de hipoxemia e hipercapnia, que mantienen un trabajo respiratorio elevado gracias al estímulo ventilatorio de la hipoxemia sobre los quimiorreceptores periféricos. El equilibrio ácido-básico se mantiene compensado y, al estar reducida la eliminación renal de bicarbonatos, el pH del LCR no se acidifica, con lo que los quimiorreceptores centrales, sensibles a las variaciones de los H+, tampoco son estimulados. Al administrar O2, sobre todo con fracciones inspiratorias moderadamente elevadas (superiores al 24%) como consecuencia del empleo de mascarillas de flujo bajo, cesa el estímulo periférico de la hipoxemia y disminuye la ventilación. La retención de CO2 aumenta progresivamente, en el corto espacio de unas pocas horas, hasta abocar a una situación de extrema gravedad conocida como narcosis hipercápnica. Ésta es una de las complicaciones más frecuentes hoy en día. Factores metabólicos. La fiebre o la sepsis generalizada aumentan la actividad metabólica, con elevación del consumo de O2 y de la producción de CO2. Por este mismo motivo están contraindicados los fármacos estimulantes del centro respiratorio. Los diuréticos, en particular los tiazídicos, o las pérdidas incontroladas de potasio y cloro (por déficit de nutrición u obstrucciones gastrointestinales) pueden ser causa de alcalosis metabólica que provoque retención de CO2. Determinadas dietas parenterales o enterales, con elevado contenido calórico en hidratos de carbono, pueden contribuir también a agravar la hipercapnia. Merece destacarse que el empleo abusivo de broncodilatadores betadrenérgicos selectivos, administrados inhalatoria o endovenosamente, puede aumentar desmesuradamente el consumo de O2. Factores socioeconómicos. Las condiciones socioeconómicas precarias que pueden mermar la calidad de vida (vivienda, alimentación, soledad), actualmente prolongada, de la población senil pueden contribuir a desencadenar muchos de los factores antes mencionados. El incumplimiento de la medicación regular y una alimentación insuficiente y deficitaria, en el contexto de unas condiciones de vivienda limitadas, serían elementos destacados. Cuadro clínico Los signos y síntomas dependen del grado de hipoxemia e hipercapnia y de su carácter agudo o crónico. Sin embargo, la diferenciación entre IRA aislada o agudizada sobre una IRC es bastante sutil y difícil en la práctica clínica. De hecho, el índice más útil para determinar el grado de agudización de la insuficiencia respiratoria en estos pacientes consiste en la comparación de su gasometría arterial actual con los resultados de determinaciones anteriores. En este sentido, es importante prestar atención especial a los valores del pH, puesto que un valor reducido, indicativo de una acidosis respiratoria o mixta, es prácticamente indicativo de la agudización de la enfermedad. En muchos casos, una historia de aumento progresivo de la disnea, dificultad en la expectoración, confusión intelectual y somnolencia, desorientación temporospacial e, incluso, coma, asociada a unos valores gasométricos y del equilibrio ácido-básico muy 10 deteriorados, será suficiente para establecer el diagnóstico de IRA. Por otra parte, esta sintomatología es difícil de separar de la correspondiente a la enfermedad pulmonar de base: existe disnea de esfuerzo o de reposo, tos generalmente productiva, cianosis en ocasiones, taquicardia moderada y, casi siempre, cefaleas. Dado que el paciente puede tener una calidad de vida aceptable, sólo la determinación de los gases en sangre arterial evidenciará la existencia de insuficiencia respiratoria. En este punto es importante recordar que no tiene por qué existir correlación entre las cifras de PaO2 o PaCO2 y los valores espirométricos, en particular el FEV1 o el cociente FEV1/ FVC%, si bien cuanto más reducidos sean estos últimos mayores son las posibilidades de que exista hipoxemia con o sin hipercapnia. Cuando esta aparente estabilidad clínica de la IRC se rompe por uno o varios factores desencadenantes, o incluso sin causa aparente, como ocurre muy comúnmente, sobrevienen los episodios de IRA. En esta situación cabe reconocer las manifestaciones propiamente respiratorias, las cardiovasculares y las neurológicas. Entre las respiratorias destaca el empeoramiento de la disnea, que suele ser de reposo y ante esfuerzos mínimos, con aumento de la tos y de la expectoración o, a veces, con imposibilidad de ésta; no es infrecuente la audición espontánea de sibilancias; en la exploración física se comprueban cianosis, con piel caliente y sudorosa, taquipnea, tiraje intercostal e incoordinación toracoabdominal con irregularidades del patrón ventilatorio. La auscultación del tórax puede revelar desde la ausencia de todo ruido respiratorio (por el atrapamiento gaseoso) hasta roncus y sibilancias generalizados. Entre las manifestaciones cardiovasculares destaca la presencia de taquicardia sinusal o de arritmias cardíacas, en general de origen supraventricular (fibrilación auricular), e hipertensión arterial que, a veces, puede originar hipotensión si la hipercapnia es muy acentuada. La presencia de pulso paradójico no es infrecuente a causa del gran aumento de la presión intratorácica que compromete el retorno venoso. El reflujo hepatoyugular, la quemosis conjuntival, la hepatomegalia blanda, lisa y dolorosa, los edemas maleolares o en las partes declives (si el paciente está encamado) y la auscultación apagada de los tonos cardíacos serán indicativos de insuficiencia cardíaca derecha congestiva (cor pulmonale). Por último, existen manifestaciones neuropsíquicas, con desorientación temporospacial, confusión e incapacidad intelectual, y trastornos de la conducta (apatía o agresividad) y de la conciencia (somnolencia, obnubilación, estupor o coma). Pueden presentarse fasciculaciones musculares localizadas, edema de papila y, sobre todo, temblor aleteante, que se provoca fácilmente solicitando al paciente que extienda los dedos o forzando su extensión mientras que se le sujetan los brazos durante unos segundos. Otros signos y síntomas de interés suelen ser la oliguria de origen mixto, cardíaco y renal (se ha descrito la reducción del filtrado glomerular y de eliminación de sodio y agua), los edemas en las partes declives y la retención acuosa en general, no necesariamente ligados a un fallo cardíaco derecho asociado, y la distensión abdominal con estreñimiento, meteorismo, lengua saburral y anorexia; en ocasiones puede presentarse íleo paralítico secundario a los trastornos hidroelectrolíticos. La radiografía de tórax revelará los signos propios de la enfermedad respiratoria subyacente (EPOC, bronquiectasias, silicosis, tuberculosis residual), a los que pueden asociarse los de la insuficiencia cardíaca y la hipertensión pulmonar, así como los correspondientes a los factores desencadenantes que puedan tener traducción radiográfica (neumonía, neumotórax, derrame pleural). Cabe señalar, no obstante, que en un 50% de los casos no existen alteraciones radiográficas pulmonares de interés. En el ECG pueden observarse sobrecarga e hipertrofia de las cavidades derechas, signos de bloqueo, preferentemente de la rama derecha, y posibles trastornos del ritmo cardíaco. En la analítica destaca la poliglobulia, que resulta enmascarada, a veces, por el aumento proporcional de volumen plasmático; debe destacarse, no obstante, que el progresivo empleo de la oxigenoterapia domiciliaria (véase más adelante) durante la última década ha disminuido sensiblemente la presentación de poliglobulia. A menudo se comprueban aumento del BUN y trastornos electrolíticos, con hiponatremia, hiperpotasemia o hipopotasemia e hipocloremia. Tratamiento de la IRA Puntos clave: Oxigenoterapia Humidificación, fisioterapia, aspiración de secreciones y ventiloterapia Broncodilatadores Glucocorticoides Antibióticoterapia Tratamiento de la insuficiencia cardíaca Estimulantes respiratorios analépticos Sedantes Cuando aparecen signos de empeoramiento en un paciente que padece una enfermedad respiratoria crónica, debe iniciarse (o, en su caso, reforzarse) el tratamiento con broncodilatadores, antibióticos, 11 glucocorticoides y otras medidas terapéuticas detalladas para estos pacientes (véase Enfermedad pulmonar obstructiva crónica). Este tratamiento permite revertir muchos de los casos de insuficiencia respiratoria, pero, si no da resultado o se ha instaurado tardíamente, el enfermo debe ser trasladado al hospital, donde puede llegar en situación crítica. Últimamente, el aumento desmesurado de las agudizaciones de la EPOC, en particular durante las épocas invernales, ha planteado la necesidad de una atención domiciliaria individualizada, como alternativa al ingreso hospitalario, atendiendo al papel destacado de los factores socioeconómicos actuales. Es evidente que, ante el riesgo de paro respiratorio, debe procederse con rapidez a la intubación endotraqueal y la ayuda ventilatoria. No obstante, en muchos casos, si puede controlarse la evolución, no será necesario llegar a esta medida, y es sorprendente la mejoría que se aprecia al cabo de unas horas de oxigenoterapia con mascarilla de flujo alto. Si la situación clínica lo permite, se debe procurar obtener una muestra de sangre arterial en condiciones basales, ya que de esta forma se podrán valorar mejor los resultados terapéuticos; la obtención de esta muestra nunca es una razón válida para retrasar el comienzo de la oxigenoterapia, si ésta se considera indicada. Al mismo tiempo que se practica la primera gasometría, se extrae sangre para la determinación de hematócrito, fórmula y recuento leucocitario, BUN y electrólitos y se efectúan una radiografía simple de tórax y un ECG. Entre tanto deben realizarse la anamnesis (la mayoría de las veces a través de los familiares) y la exploración física completa. Debe intentarse buscar la causa desencadenante de la agudización, la cual muchas veces escapará a las posibilidades terapéuticas (resfriado, viriasis), pero, en otras, su tratamiento (p. ej., el drenaje de un neumotórax espontáneo) proporcionará resultados espectaculares. Es conveniente ya desde el principio colocar una vía intravenosa, preferentemente un catéter, que permita medir la presión venosa central y, en caso necesario, iniciar el tratamiento adecuado. Las medidas terapéuticas dependerán de la gravedad del paciente. Si la ventilación espontánea es suficiente y se conserva una orientación temporospacial correcta, se seguirá el siguiente tratamiento: Oxigenoterapia. Siempre está indicada. Dado que el mecanismo fisiopatológico de la hipoxemia es el resultado del profundo desequilibrio en las relaciones V.A/Q. (a menos que la situación se haya agravado por una neumonía, en cuyo caso coexistirá el mecanismo de cortocircuito intrapulmonar), al que también puede asociarse el de hipoventilación alveolar, será suficiente un pequeño aumento de la Fi O2 (al 24%) para que la PaO2 se eleve de forma adecuada. El objetivo práctico de toda oxigenoterapia, en principio, debe ser moderado, ya que lo importante es sacar a la PaO2 de la "zona peligrosa" (donde la saturación de la oxihemoglobina está muy limitada y, en consecuencia, el aporte de O 2 a los tejidos, reducido) situada por debajo de los 40 mm Hg (5,3 kPa) y llevarla a una más segura, igual o superior a los 60 mm Hg (8 kPa) (donde la saturación garantiza ya el aporte óptimo de O2 a los tejidos de aproximadamente el 90%). Al respecto debe recordarse que la curva de disociación de la oxihemoglobina se desplazará hacia la derecha o la izquierda, según los valores del pH, la PaCO2 y la temperatura. La desviación hacia la derecha favorece la mayor liberación de O2 a los tejidos (mayor aporte de O2) al aumentar la pO2, mientras que este aporte de O2 está reducido cuando la desviación es hacia la izquierda. Por el contrario, una FiO2 con concentraciones demasiado elevadas (incluso a partir del 28%) será contraproducente y conducirá, casi con toda seguridad, a la narcosis hipercápnica. En esta insuficiencia respiratoria la oxigenoterapia podría administrarse a flujo bajo (1-2 L/ min), mediante cánula nasal o bien mascarilla simple (que no regula la FiO2). Sin embargo, cualquiera de estos métodos de administración de O2 es peligroso por cuanto depende no sólo de la Fi O2 que se aporte, sino también de las condiciones ventilatorias del paciente. Por ejemplo, un caudal sostenido de O2 de 2-3 L/min puede permitir una FiO2 del 28% en pacientes con una V.E de 12 L/min, pero aquélla será del 40% si la V.E se reduce a 5 L/min. La Fi O2 del 24% es relativamente bien tolerada por la mayoría de estos pacientes; sin embargo, toda Fi O2 superior al 24% (28, 35 o 40%) será perjudicial y puede causar depresión ventilatoria en el plazo de pocas horas. Además, debe tenerse en cuenta que: a) a medida que la ventilación del paciente se reduce, la FiO2 aumenta, con lo que se va creando un círculo vicioso peligroso; b) el personal sanitario auxiliar no conoce por lo general estos detalles, por lo que puede manipular incorrectamente el caudal de O2 (sobre todo elevándolo), y c) muchos caudalímetros comerciales son poco fiables, sobre todo por debajo de los 3 L/min. Por esta razón, el aporte de O2 que ofrece mayor seguridad en estos pacientes es el suministrado por mascarillas de flujo alto con una FiO2 predeterminada y sostenida, basadas en el efecto Venturi, de las que existen varios tipos que proporcionan mezclas de O2 al 24, 28, 35 o 40% (fig. 90.3). Se debe empezar con FiO2 del 24% (a 4 L/min) y vigilar al paciente para asegurar que ésta sea continuada; hay que estimular la eliminación de secreciones bronquiales y recomendar al paciente que se relaje y que enlentezca al máximo su respiración. Media o una hora después debe practicarse una nueva gasometría para saber cuál es la respuesta individual. Una respuesta favorable implica, en general, una elevación de la PaO2 de 20-25 mm Hg (2,7-3,3 kPa) [p. ej., de 35-45 a 55-65 mm Hg (4,7 a 7,3-8,7 kPa)], a la que siempre se asocia una elevación de la Pa CO2 de 10-15 mm Hg (1,3-1,9 kPa) (a causa del descenso discreto de la V.E siempre obligado). Sin embargo, aunque se vigilen cuidadosamente todos estos detalles, 12 es posible que el paciente presente una elevación de la Pa CO2 superior a la estimada, debido a que su ventilación se ha deprimido en exceso y no ha podido tolerar estas cifras reducidas de FiO2 o a que las abundantes secreciones bronquiales no pueden eliminarse convenientemente, de forma que la oxigenoterapia resulta ineficaz. La alternativa de las lentillas nasales (a un débito nunca superior a 1 L/min) no es muy aconsejable porque no garantizan con seguridad un flujo regular de O2. El catéter nasal (a 1 L/min) es aún menos aconsejable, ya que suele ser más incómodo y la presencia de secreciones bronquiales abundantes y viscosas puede obliterar parcial o totalmente su luz, con lo que la FiO2 no será fiable. Si la PaCO2 empieza a ascender de manera progresiva, no debe suprimirse, ni siquiera de forma transitoria, la oxigenoterapia. La supresión brusca del O 2 determinaría la reducción instantánea de la PO2 alveolar, con la consiguiente agravación de la hipoxia tisular, que no se acompañaría de la eliminación tan rápida del CO2 acumulado (el paciente mantiene todavía la V.E reducida). Debe recordarse que la gravedad de la situación clínica depende de la hipoxemia y también del grado de hipercapnia y acidosis acompañantes. Por igual motivo, la oxigenoterapia intermitente está totalmente contraindicada. Para descartar su nocividad se la ha comparado con la absurda situación de asistir a un ahogado alternando las maniobras de reanimación con la reinmersión intermitente. En estas situaciones se debe mantener el estado de vigilia del paciente e insistir en una fisioterapia eficaz para facilitar la eliminación de las secreciones y mantener la misma Fi O2 del 24%, verificando que no se produzca el aumento indebido de dicha fracción. En todo caso, puede reducirse el débito de O 2 (p. ej., a 2 L/min), pero nunca suprimirse. Si a pesar de todo el paciente sigue empeorando, hay que plantearse la posibilidad de la ventilación mecánica, decisión que debe tomarse sopesando la calidad de vida que tenía el paciente antes de su descompensación y el estadio evolutivo de su enfermedad pulmonar crónica. La ventilación mecánica también está indicada cuando el enfermo presente gran agitación psicomotriz, que imposibilita la aplicación de las medidas de oxigenoterapia descritas. En este sentido merece destacarse que, junto a las medidas de ventilación mecánica tradicionalmente invasiva, orotraqueal o endotraqueal, está tomando cada vez más predicamento en la actualidad el empleo de la ventilación no invasiva, buconasal o nasal, que aporta ventajas considerables, en particular si el factor precipitante no es muy grave, las condiciones neuropsíquicas del paciente son relativamente aceptables y las secreciones bronquiales son poco abundantes. La ventilación mecánica con presión negativa no ha aportado resultados eficaces, por lo que su empleo se ha abandonado. Humidificación, fisioterapia, aspiración de secreciones y ventiloterapia. El valor de la humidificación mediante fluidoterapia reside, por un lado, en que disminuye los efectos de la sequedad del O2 y, por otro, en que reduce la viscosidad de las secreciones bronquiales, que suelen ser muy espesas y adherentes. Los yoduros, las enzimas y los mucolíticos tienen resultados imprevisibles, con eficacia broncodilatadora cuestionada, y no están exentos de efectos secundarios. En cualquier caso, la fisioterapia también puede ser eficaz. Desde hace tiempo se está estudiando su papel para reforzar la musculatura torácica inspiratoria y contrarrestar, en parte, los efectos de la fatiga o debilidad muscular. A veces es necesario combinarla con una aspiración nasotraqueal de las secreciones retenidas. En cuanto al empleo de la ventilación mecánica con presión positiva intermitente (IPPB), técnica que refuerza la respiración espontánea del paciente con la ayuda de un ventilador mecánico, se han obtenido resultados contradictorios, de forma que actualmente no está indicada. Broncodilatadores. Siempre están indicados en los episodios de IRA, ya que, cualquiera que sea el factor desencadenante, hay un aumento de la resistencia de las vías respiratorias que conviene reducir. Si bien en las fases clínicas estables de la EPOC se aconseja como broncodilatador de elección el bromuro de ipratropio en aerosol, anticolinérgico sin efectos cardiovasculares, en las agudizaciones se opta por combinarlo con los agentes betadrenérgicos selectivos de corta duración (salbutamol o terbutalina), atendiendo a que su acción broncodilatadora es similar a la de los anticolinérgicos, pero más rápida. Su administración preferente es en forma nebulizada (bromuro de ipratropio, 0,25-0,5 mg, 2-4 veces al día; salbutamol, 2,5-5 mg, o terbutalina, 2-5 mg, hasta 6 veces al día), dado que la eficacia del aerosol suele ser más limitada debido a las condiciones clínicas de los pacientes. Aunque el efecto sinérgico broncodilatador entre betadrenérgicos y anticolinérgicos es cuestionado, en general se tiende a administrarlos conjuntamente. Puede considerarse el empleo complementario de aminofilina intravenosa, a dosis de 2,5-5 mg/kg (ajustada al peso ideal en los individuos obesos), en un bolo durante los primeros 30 min (se recomienda diluirla en 200 mL de suero glucosado), seguido de 0,5 mg/kg/h (dosis de mantenimiento) durante todo el día, que debe reducirse en individuos que ya recibían aminofilina, en los de edad avanzada y, sobre todo, en los que padecen una hepatopatía o una cardiopatía. Para evitar los efectos secundarios y para mantenerse dentro de los límites terapéuticos (10-20 mg/mL) deben medirse los niveles plasmáticos del fármaco a las 48 h de iniciado el tratamiento. El aumento de la contractilidad diafragmática como efecto beneficioso colateral es cuestionado y de dudosa eficacia terapéutica. Glucocorticoides. En las fases agudas se tiende a administrarlos, ya que se los considera útiles en una situación clínica en la que predomina una obstrucción intensa al flujo respiratorio. Se recomiendan dosis de 60 mg de metilprednisolona cada 8 o 6 h. El empleo de prednisona oral, a dosis decrecientes (a partir de 60 mg y reduciendo 20 mg cada 3 días) durante 9 días, en pacientes no hospitalizados, provoca una mejoría significativa del FEV1 y de la PaO2 a partir de las primeras 72 horas. 13 Antibioticoterapia. Los preparados orales más recomendados serían la asociación amoxicilina-ácido clavulánico (500 mg y 125 mg, respectivamente, cada 8 h) o una cefalosporina de segunda generación, como la cefuroxima (500 mg/8 h), durante 7-10 días. Los nuevos macrólidos, de tipo azitromicina (250-500 mg/12 h), durante 3 días, podrían representar una alternativa eficaz. Si se ha desarrollado una neumonía, se instaurará la pauta terapéutica habitual, recordando que se trata de pacientes de alto riesgo. Tratamiento de la insuficiencia cardíaca. El cor pulmonale es una complicación frecuente en estos enfermos. El reposo en cama, la oxigenoterapia adecuada y el tratamiento del factor desencadenante (si se conoce) favorecen la diuresis abundante y, de esta forma, los efectos de la retención acuosa ceden rápida y eficazmente. En ocasiones, la administración de diuréticos (ácido etacrínico o furosemida) por vía oral, a pequeñas dosis, se ha demostrado muy útil, si bien debe recordarse la posibilidad de inducir alcalosis metabólicas, con mayor retención de CO2, arritmias cardíacas y/o manifestaciones neurológicas. En todo caso, la administración de digitálicos no parece estar indicada en la insuficiencia cardíaca derecha, ya que, por un lado, no son muy eficaces y, por otro, ocasionan frecuentes intoxicaciones, con trastornos del ritmo cardíaco o alteraciones electrolíticas; por el contrario, su empleo está indicado en el caso de que se asocien determinadas arritmias o coexista insuficiencia cardíaca izquierda. Se insistirá, asimismo, en la restricción hidrosalina. Por último, la sangría puede ser eficaz para combatir los efectos de la poliglobulia, siempre que se hayan instaurado todas las otras medidas terapéuticas. Dada la tendencia a la trombosis, por la presencia de poliglobulia y la necesidad de mantener un reposo absoluto durante la fase aguda de la enfermedad, es recomendable la descoagulación con heparina cálcica, por vía subcutánea a dosis bajas (0,2-0,3 mL/12 h), terapéutica que no entraña complicaciones y que, por el contrario, es muy eficaz para prevenir los accidentes tromboembólicos. La administración de vasodilatadores sistémicos o selectivos, como el óxido nítrico (NO) por inhalación, para contrarrestar los efectos de la hipertensión pulmonar aguda está desaconsejada, ya que provocan un empeoramiento del desequilibrio preexistente de las relaciones V.A/Q. por redistribución inadecuada del flujo sanguíneo pulmonar secundario al aumento del gasto cardíaco. En el caso del NO, el deterioro gasométrico obedece esencialmente a una inhibición inadecuada de la vasoconstricción hipóxica. Estimulantes respiratorios (analépticos). Estos preparados se han abandonado ya que provocan un incremento inadecuado de las necesidades metabólicas por aumento del consumo de O2 y, además, pueden tener efectos nocivos sobre el SNC. Sin embargo, el doxapram intravenoso, utilizado en algunos centros en el Reino Unido, puede estar indicado en fases críticas con retención importante de la PaCO2 como un último intento antes de indicar la ventilación artificial. El empleo de bismesilato de almitrina ha pasado a un segundo término debido a sus efectos secundarios (neuropatía periférica, adelgazamiento). Sedantes. Cualquier preparado con efectos sedantes está formalmente proscrito en la insuficiencia respiratoria de estos pacientes, dados sus efectos depresores sobre la ventilación. Tratamiento de la IRC No todas las normas terapéuticas recomendadas para la IRA son válidas para la IRC y el lector debe remitirse al apartado correspondiente al tratamiento de la EPOC durante las fases de estabilidad clínica (véase Enfermedades obstructivas de las vías aéreas). En cuanto a los broncodilatadores, merecen señalarse el empleo prioritario del bromuro de ipratropio y la incorporación reciente de los agentes betadrenérgicos selectivos de larga duración, como el xinafoato de salmeterol en aerosol o el formoterol, de gran eficacia terapéutica. También cabe considerar el empleo regular de los glucocorticoides inhalados a dosis modestas, sobre todo en los casos más avanzados y que asocien un componente destacado de hiperreactividad bronquial, tras los últimos ensayos clínicos europeos masivos (Copenhagen; Euroscop; Isolde). Debe insistirse en el aporte de una adecuada dieta calórica hiposódica o carente de sodio, favorecer la actividad física moderada diaria y, sobre todo, la abstención tabáquica y evitar toda situación contaminante potencialmente nociva. Si bien es recomendable la vacunación antigripal anual (con cepas de las últimas epidemias) dada su probada eficacia profiláctica, la indicación de la antineumocócica (sólo extendida en EE.UU.) es más cuestionable. 14 En cuanto a la oxigenoterapia, durante los últimos años se ha impuesto ampliamente la domiciliaria. En la tabla 90.6 se resumen las indicaciones de esta modalidad, con la que se ha demostrado que es posible evitar la progresión de la hipertensión pulmonar crónica y mejorar la calidad de vida y la supervivencia del paciente con EPOC. Estas indicaciones, homologadas a las más avanzadas de la Comunidad Europea, constituyen los requisitos indispensables impuestos para la financiación pública de la oxigenoterapia domiciliaria en Cataluña. Es importante señalar que ésta es la única alternativa terapéutica eficaz, científicamente demostrada, que mejora el pronóstico de los casos con IRC por EPOC. Sin embargo, la eficacia de este tipo de oxigenoterapia continuada depende en parte del grado de cumplimiento por parte del paciente, que el médico debe controlar regularmente. Si bien se recomienda administrar la oxigenoterapia un mínimo de 16 h/día, con el fin de que el paciente pueda llevar una vida relativamente activa durante las 8 h restantes, cuantas más horas se utilice mejor será su eficacia. El empleo de las lentillas nasales, a un flujo de 1-2 L/min, utilizando preferentemente el concentrador de O2, representa la alternativa con mejor coste-beneficio. La oxigenoterapia domiciliaria con O2 líquido debe reservarse sobre todo para los pacientes más activos socialmente, debido a su encarecimiento (tabla 90.7). Pronóstico Aunque es variable, el 60% de los pacientes supera perfectamente el primer episodio de IRA, en particular si los factores desencadenantes no fueron muy graves. También el tipo de tratamiento instaurado puede condicionar el pronóstico, sobre todo si ha tenido que aplicarse ventilación mecánica. El pronóstico a largo plazo es más limitado y depende, en parte, de la progresión de la propia enfermedad respiratoria crónica y del grado de IRC asociado. Así, la supervivencia durante el primer año tras un episodio de insuficiencia respiratoria es del 50% y se reduce al 30% a los 2 años. De todas formas, muchos enfermos que superan su primera descompensación pueden mantener una calidad de vida aceptable. Insuficiencia respiratoria hipercápnica por asma aguda grave Cuadro clínico La agudización grave del asma cursa habitualmente con hipoxemia moderada, entre 50 y 60 mm Hg (6,7 y 8 kPa), hipocapnia y alcalosis respiratoria en el 90% de los casos. El mecanismo fisiopatológico corresponde a un desequilibrio profundo de las relaciones V.A/Q. secundario a broncospasmo, edema de la mucosa bronquial e hipercrinia. Se caracteriza por la distribución de una fracción importante del gasto cardíaco en zonas con cocientes V.A/Q. reducidos. Esta hipoxemia, que debe ceder con un tratamiento broncodilatador y glucocorticoide sistémico adecuado en el plazo de horas o días, puede dar paso, sin embargo, a un empeoramiento clínico y gasométrico si el tratamiento ha sido ineficaz, se instaura tardíamente o si se ha asociado fatiga/debilidad muscular respiratoria (lo que provoca la coexistencia de hipoventilación alveolar como mecanismo adicional de hipoxemia e hipercapnia). En estos casos, el pH va 15 disminuyendo hasta volverse claramente acidótico, al tiempo que la PaCO2, que al principio estaba reducida alrededor de los 30 mm Hg (4 kPa), aumenta hasta elevarse por encima de 45 mm Hg (6 kPa) y ser francamente hipercápnica; a veces, la acidosis puede ser mixta al asociarse un componente metabólico por acumulación de ácido láctico. Esta inversión de los valores del pH y de la PaCO2 a las pocas horas de la agudización reviste mal pronóstico. En estos casos, junto a los demás signos y síntomas habituales de la agudización grave del asma, llama la atención la respiración toracoabdominal paradójica, por fatiga de la musculatura inspiratoria, que puede acabar en bradipnea y paro cardiorrespiratorio. En la auscultación pulmonar suele comprobarse un silencio generalizado (por la intensidad del atrapamiento gaseoso), con ausencia total de roncus y sibilancias. Cuando las alteraciones gasométricas son graves pueden presentarse lesiones cerebrales graves (parálisis uncal) con pérdida de conocimiento. En ocasiones destaca la presencia de hemorragia subconjuntival bilateral provocada por la dificultad en el retorno venoso. La agudización grave del asma puede tener también una presentación fulminante o asfíctica en el plazo de varios minutos, con paro respiratorio, tras la inhalación masiva de alergenos (como ocurrió en las epidemias de soja de Barcelona), la administración de analgésicos antiinflamatorios no esteroideos (ácido acetilsalicílico, indometacina) o la administración de bloqueadores betadrenérgicos. Tratamiento En las fases iniciales debe instaurarse oxigenoterapia de flujo alto empleando FiO2 del 24 o 28%. En el momento en que se inicien la elevación de la PaCO2 y el descenso del pH arterial, hay que efectuar un riguroso control clínico, ya que es posible que se deba intubar al paciente y aplicar ventilación mecánica, sin grandes presiones de las vías respiratorias que puedan causar barotrauma (neumotórax, neumomediastino, enfisema subcutáneo). En pacientes asmáticos agudizados con insuficiencia respiratoria hipercápnica moderada se ha demostrado que la nebulizacion repetida de salbutamol (hasta 10 mg, durante una hora) mejora rápidamente los síntomas clínicos, aumenta el pico de flujo espiratorio (PEF) y tiende a corregir las anomalías gasométricas, en particular la hipercapnia. Representa una alternativa terapéutica eficaz a la indicación de ventilación mecánica, que comporta pocos efectos secundarios. En ocasiones, el broncospasmo es tan intenso e incontrolable que debe recurrirse a la anestesia con halotano, con buenos resultados. En cuanto a la medicación deben administrarse glucocorticoides por vía intravenosa a grandes dosis (véase Asma bronquial) y simpaticomiméticos (salbutamol) nebulizados a través del tubo de intubación; de forma complementaria pueden emplearse xantinas intravenosas, a las dosis habituales. El salbutamol por vía intravenosa no produce un efecto broncodilatador superior al del aerosol, pero sí efectos secundarios hemodinámicos (aumento de la frecuencia y del gasto cardíaco), metabólicos (temblor muscular, hipopotasemia y aumento del consumo de O2) y ventilatorios (incremento de la V. E), con mayor alteración de las relaciones V. A/Q.. La administración de adrenalina subcutánea (0,3 mg), en ocasiones de forma repetida (a los 15-20 min) hasta 3 veces, también ha demostrado ser eficaz. Como ya se ha comentado, se ha sugerido que la asociación de bromuro de ipratropio podría potenciar el efecto broncodilatador del salbutamol. Los agentes betamiméticos no selectivos (isoproterenol) no son recomendables, a causa de sus efectos secundarios sobre el intercambio de gases. Insuficiencia respiratoria no hipercápnica (fundamentalmente hipoxémica) Este tercer tipo de insuficiencia respiratoria se manifiesta cuando el aparato respiratorio no es capaz de oxigenar la sangre de forma adecuada a pesar de conservar una ventilación alveolar eficaz. Incluye, por tanto, todas las enfermedades broncopulmonares que cursan con hipoxemia, normocapnia o hipocapnia. Para su mejor descripción se distinguen dos grandes grupos en este tipo de insuficiencia respiratoria: a) la de las enfermedades pulmonares crónicas y b) la de las enfermedades pulmonares agudas, que pueden ser localizadas o difusas (edema pulmonar). Insuficiencia respiratoria no hipercápnica en enfermedades pulmonares crónicas Causas y cuadro clínico En este grupo se incluyen todas las entidades que cursan con obstrucción crónica al flujo respiratorio, cajón de sastre que comprende los pacientes con EPOC sin retención de CO2, bronquiectasias generalizadas y tuberculosis pulmonares residuales extensas. Un concepto importante que se ha de retener es que en el asma bronquial estable clínicamente, a diferencia del paciente afecto de EPOC avanzada, la IRC es excepcional, incluso en los casos que han evolucionado hacia las formas persistentes más graves de forma que la oxigenoterapia domiciliaria está muy raramente indicada. La insuficiencia respiratoria puede ser de curso crónico, relativamente bien tolerada, con una calidad de vida bastante aceptable, aunque también son posibles los episodios de descomposición aguda, aislados o repetidos, y las formas crónicas agudizadas. Se trata de pacientes con enfermedades de larga evolución, que se descompensan a partir de uno o varios de los factores desencadenantes antes enumerados. Las manifestaciones clínicas son similares a las del paciente con EPOC que presenta insuficiencia respiratoria hipercápnica, con excepción de las derivadas de la hipercapnia. Un mismo paciente con EPOC puede presentar insuficiencia respiratoria con hipercapnia o sin ella según su estado clínico, sus condiciones ventilatorias y su curso evolutivo. Debe individualizarse el asma bronquial cuyos episodios de agudización grave presentan IRA de intensidad moderada o grave, con disnea de reposo, tos acompañada en ocasiones de una abundante expectoración mucosa y filante y la audición espontánea de sibilancias. En la exploración física se observa una serie de signos demostrativos de la gravedad de la crisis: taquicardia superior a 110 lat/min, taquipnea por encima de 25 respiraciones/min, PEF máximo inferior a 100 L/min, empleo de la musculatura respiratoria accesoria (tiraje intercostal y de las fosas supraclaviculares y, si la situación se prolonga, incoordinación toracoabdominal) y pulso paradójico; a la auscultación se aprecian abundantes roncus y/o sibilancias en ambos hemitórax, aunque también puede comprobarse silencio generalizado. 16 Por otro lado, cabe citar la insuficiencia respiratoria asociada a las enfermedades intersticiales difusas del pulmón, en particular la fibrosis pulmonar idiopática. Estos pacientes pueden presentar episodios de IRA, debidas en general a infecciones respiratorias inespecíficas, de los que se recuperan a las pocas semanas. Sin embargo, existen determinadas formas subagudas que pueden tener un curso desfavorable y, en el plazo de pocos meses, ocasionar una IRC grave, con consecuencias letales. Otras enfermedades intersticiales difusas, como las formas agudas de las alveolitis alérgicas extrínsecas, pueden asimismo ocasionar IRA grave. Algunas de estas entidades asocian una leve limitación de la difusión alveolocapilar de O 2, que se manifiesta en particular durante el esfuerzo, como mecanismo adicional de hipoxemia. Por último, determinadas enfermedades pulmonares vasculares, como las vasculitis (hipertensión pulmonar primitiva, esclerodermia y otras enfermedades del colágeno y angitis en general) o la tromboembolia pulmonar recurrente (en drogadictos, en las trombosis venosas periféricas crónicas o en la esquistosomiasis), pueden cursar con IRC en las fases más avanzadas. La linfangitis pulmonar carcinomatosa sería otro ejemplo de insuficiencia respiratoria grave de pocas semanas de evolución. Tratamiento En las enfermedades con obstrucción al flujo respiratorio, entre las cuales la EPOC ocupa el primer lugar, se aconseja oxigenoterapia con mascarilla de flujo alto, con FiO2 del 24% en los casos de IRA y la oxigenoterapia domiciliaria en la IRC. El resto del tratamiento es prácticamente idéntico al de la insuficiencia respiratoria hipercápnica, aguda o crónica, del paciente con EPOC. El empleo de la ventilación mecánica se ajustará a las características de cada caso, sin que puedan establecerse normas generales. En los pacientes con IRA por una crisis de asma bronquial es aconsejable instaurar oxigenoterapia con mascarillas de flujo alto, en general con FiO2 del 28 o del 35%, y el tratamiento broncodilatador y glucocorticoide habitual ajustado a la gravedad clínica. Debe insistirse en la idea de que el asma persistente grave estable clínicamente no se acompaña de IRC (véase Asma bronquial), lo que se explica en parte por una circulación pulmonar conservada, reactiva y eficaz. En las enfermedades intersticiales difusas o vasculares pulmonares está indicada habitualmente la oxigenoterapia de flujo alto (al 35-40%) o la de flujo bajo con lentillas nasales o mascarillas con reservorio (p. ej., tipo Monaghan) (para la acumulación de una mayor cantidad de O2) que permiten FiO2 entre el 40 y el 80% (variable según la V.E del paciente) (tabla 90.5). En las enfermedades intersticiales pulmonares, la administración asociada de glucocorticoides intravenosos (metilprednisolona, 1 mg/kg/día) y, en ocasiones, el cese de la exposición al factor desencadenante producen una mejoría espectacular del cuadro clínico. La ventilación mecánica sólo está indicada en las enfermedades potencialmente reversibles (p. ej., en la tromboembolia pulmonar aguda). En estos casos debe instaurarse también la descoagulación. Insuficiencia respiratoria no hipercápnica en enfermedades pulmonares agudas (no difusas) En este apartado cabe incluir las neumonías graves y la tromboembolia pulmonar aguda. En las neumonías, la gravedad de la insuficiencia respiratoria depende de un mecanismo mixto compuesto por el aumento del cortocircuito intrapulmonar y los desequilibrios en los cocientes V.A/Q. (presencia de un porcentaje sustancial del gasto cardíaco situado en zonas con cocientes V.A/Q. reducidos). En la medida en que predomine uno u otro, la respuesta de la PaO2 a la administración de O2 a concentraciones altas (incluso del 100%) será más o menos favorable, lo que condicionará la evolución clínica y el pronóstico de estos pacientes, tanto más graves cuanto mayor sea el grado de cortocircuito. En las fases iniciales de la tromboembolia pulmonar aguda, los desequilibrios en las relaciones V.A/Q. son similares a los de la neumonía, aunque también incluyen áreas con una parte considerable de la ventilación alveolar situada en zonas con cocientes V.A/Q. elevados; por el contrario, el cortocircuito desempeñaría un papel más relevante en las fases avanzadas y se relacionaría con la aparición de infarto pulmonar. La atelectasia pulmonar, que debe ser extensa y afectar varios lóbulos pulmonares, representaría otro ejemplo (infrecuente) de insuficiencia respiratoria cuyo mecanismo fisiopatológico corresponde exclusivamente a un cortocircuito. En todos estos procesos, la disnea y la taquipnea son las manifestaciones clínicas más frecuentes de la insuficiencia respiratoria, junto con las propias de cada entidad. Desde el punto de vista terapéutico, está indicada la oxigenoterapia a flujo bajo, aconsejándose el empleo de mascarillas con reservorio (FiO2 entre el 40 y el 80%); cuando el paciente presente una enfermedad respiratoria crónica con retención de CO 2 asociada, deben aplicarse los criterios que rigen para la oxigenoterapia en la insuficiencia respiratoria hipercápnica del paciente con EPOC. Si la insuficiencia respiratoria progresa, hay que considerar la ventilación mecánica empleando, si es necesario, presión positiva teleinspiratoria (PEEP) (véase el tratamiento de la insuficiencia respiratoria no hipercápnica). El tratamiento debe completarse con antibioticoterapia adecuada (en el caso de neumonías) o descoagulación (en la tromboembolia pulmonar). Insuficiencia respiratoria no hipercápnica por edema pulmonar Esta tercera modalidad de insuficiencia respiratoria agrupa todas las enfermedades que cursan con hipoxemia por aumento del agua pulmonar extravascular, es decir, que implican edema pulmonar. Patogénicamente, este edema puede obedecer al aumento de la presión capilar pulmonar (cardiogénico) o bien al aumento de la permeabilidad capilar (no cardiogénico) (véase Síndrome del distrés respiratorio agudo). No obstante, existen algunas formas de edema de patogenia mixta. Así, se ha descrito el edema pulmonar neurogénico, en el que hay un aumento de la presión capilar (por aumento del volumen sanguíneo pulmonar secundario a la estimulación hipotalámica sobre el sistema simpático) y un incremento de la permeabilidad vascular. Esta entidad se producirá en pacientes con traumatismos o lesiones craneales y también en heroinómanos durante la administración intravenosa de una dosis masiva de droga. Otra situación considerablemente compleja corresponde al edema pulmonar de las grandes alturas, en el que aparece hipertensión pulmonar con presión capilar normal. Edema pulmonar cardiogénico 17 Esta forma de edema pulmonar puede ser secundaria a infarto agudo de miocardio o a insuficiencia cardíaca izquierda de cualquier origen (crisis hipertensiva, arritmias cardíacas) o presentarse en cardiopatías crónicas o valvulares (estenosis mitral) descompensadas (por aumento de la presión arterial, arritmias, hipoxemia). Dentro de este apartado debe también incluirse el edema pulmonar por sobrecarga líquida (o síndrome de congestión venosa) que se produce en pacientes que reciben, por necesidades terapéuticas, aporte masivo de líquidos, cristaloides o sangre, sobre todo si el funcionalismo renal se halla alterado. Puede presentarse en pacientes con traumatismos graves o con hemopatías malignas sometidos a pautas poliquimioterápicas. Por último, se han descrito otras formas de edema: por obstrucción grave y brusca de la vía respiratoria principal o tras el drenaje súbito y masivo de un neumotórax. El tratamiento de la insuficiencia respiratoria asociada a edema pulmonar cardiogénico se relaciona con la problemática cardiológica. La oxigenoterapia de flujo bajo, con lentillas nasales o mascarilla con reservorio, será suficiente, siempre que el paciente no presente problemas respiratorios asociados, con retención de CO2 o sin ella, en cuyo caso la administración de O2 debe realizarse de acuerdo con las mismas normas aplicadas a los pacientes con problemas respiratorios crónicos que padecen insuficiencia respiratoria hipercápnica. El empleo de presión positiva continua en la vía aérea (CPAP) como último recurso antes de instaurar la ventilación mecánica, puede ser una alternativa terapéutica eficaz en estos pacientes. La aplicación de PEEP, técnica que evita que la presión de las vías respiratorias caiga a cero al final de la espiración al crear una presión positiva, ayuda a elevar significativamente la PaO2, por reducción sustancial del cortocircuito, y facilita el empleo de Fi O2 menos elevadas. La PEEP aumenta la capacidad residual funcional y la curva de presión-volumen (distensibilidad) del sistema respiratorio al favorecer la apertura de los alveolos colapsados, y disminuye el volumen de cierre; sin embargo, puede reducir críticamente el gasto cardíaco y, en consecuencia, limitar el aporte de O 2 a los tejidos. Por ello, el objetivo prioritario del tratamiento general de estos pacientes es el mantenimiento de condiciones hemodinámicas estables (es decir, gasto cardíaco normal) y de valores adecuados de contenido arterial de O2 (evitando cifras de hemoglobina reducidas). El aporte de líquidos será siempre restringido. Extraido de “Tratado de Medicina Interna” Farreras-Rozman ISBN Obra completa: 84-8174-357-7 La reproducción ilegal es un delito. (Art. 270 C. P.) 18