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Transcript
Fuera de Ruta
La desaceleración de la economía mexicana
Liz Ileana Rodríguez*
En días pasados el gobierno de México dio a conocer una reducción de las expectativas
de crecimiento de la economía mexicana para este 2008. El entorno desfavorable por el
cual atraviesa la economía estadounidense ha provocado una reducción promedio en
poco más del 1% de las expectativas de crecimiento, de acuerdo a diferentes analistas
financieros. La meta de crecimiento se redujo de 3.7% a 2.8%; mientras que el Banco de
México, más optimista al respecto, estima una reducción en el umbral del 2.7% al
3.25%.
La desaceleración de la economía estadounidense durante el primer semestre del 2008 y
su lenta recuperación en la segunda mitad, sitúan la expectativa de crecimiento de
Estado Unidos en 1.5%; incluso ya se ha aceptado un paquete de estimulo económico
que considera reembolso de impuestos, la ampliación de programas de viviendas e
incentivos fiscales para empresas en ese país. Este crecimiento moderado restará una
cuarta parte del crecimiento de la economía mexicana, impactando principalmente a la
industria manufacturera nacional y a la recaudación tributaria (la capacidad de gasto del
gobierno mexicano se reducirá en mil millones de dólares). El gobierno espera
compensar este tropiezo a través de una expansión del gasto interno, la actividad
turística, el crecimiento de las exportaciones hacia otros países y programas de
inversión en vivienda que fortalecen a la industria de la construcción.
La desaceleración de la economía estadounidense no es un problema coyuntural sino
estructural del funcionamiento del mercado hipotecario, él cual durante los últimos 20
años ha registrado una expansión del crédito, poniendo en peligro al sistema financiero
norteamericano. Parte de la estrategia consistió en otorgar créditos a sujetos que no
calificaban bajo el sistema convencional, por ejemplo, aquellos con inestabilidad
laboral, mala historia crediticia y/o sin comprobación de ingresos. Dado el riesgo que
implica otorgar un crédito así, la tasa de interés (el costo por el préstamo del dinero) y
las comisiones son más elevadas respecto a préstamos personales.
La facilidad para conseguir un crédito hipotecario aumento la demanda de las familias
estadounidenses por éstos y los bancos decidieron emitir bonos y trasladar las deudas
del sistema bancario al financiero para captar más recursos y cubrir la demanda de
solicitudes de crédito; es decir, los bancos trasladaron el riesgo a los inversionistas
privados. Familias y empresas optaron por contratar, incluso, más de un crédito
hipotecario (ante las facilidades del mercado), por lo que los contratos de créditos
estipulaban tasas de interés cada vez más elevadas (a mayor riesgo); éstas convirtieron
los créditos hipotecarios en deudas impagables que se incrementaron el valor de los
bonos emitidos para ello en el mercado financiero.
A mediados de 2007 se hablaba ya de una desaceleración de la economía
estadounidense como efecto de esta crisis inmobiliaria; en el tercer trimestre del año se
inició una serie de reducciones de tasas de interés que no se registraba desde el año
2003, con lo cual se hablaba ya de una recesión en 2008. Sin embargo, esto no fue
suficiente para ajustar la expectativa de crecimiento al dar a conocer los criterios
generales de política económica 2008 a fines del año pasado.
Dadas las condiciones de dependencia de México con la economía estadounidense, no
es suficiente un plan de contingencia, sino una estrategia más sólida de crecimiento. Por
ejemplo, la manufactura y particularmente la industria maquiladora es uno de los
sectores que incluso el año pasado registraba ya estragos importantes en sus indicadores
en el segundo semestre del 2007: la inversión extranjera directa estadounidense cayó
repercutiendo particularmente en la industria maquiladora; la totalidad de las ramas
productivas de la industria manufacturera estaban estancadas con crecimiento promedio
de 0.7% y; más de la mitad de las ramas manufactureras reportaban una contracción de
la producción, principalmente en las ramas altamente exportadoras.
Así, aun cuando el presidente Felipe Calderón argumenté que la fortaleza de las
finanzas públicas es suficiente para prevenir una crisis en México, debemos recordar
que esta “solidez” es producto de los altos precios del petróleo, lo cual si es un
fenómeno coyuntural, que en esta ocasión permite que la recesión estadounidense sólo
se traduzca en una desaceleración del crecimiento de México y no en una crisis. Sin
embargo, la pregunta aquí es ¿pueden los precios del petróleo mantener una tendencia
favorable los próximos cinco años para que el presidente Calderón logre su meta de
crecimiento del 5% promedio anual al final del sexenio? ¿Hasta cuándo tendremos
petróleo para controlar nuestro crecimiento? ¿Cuándo el crecimiento de México será
impulsado de nuevo por la dinámica de su economía real (niveles de producción y
productividad) y no por un crecimiento inducido del estado mexicano?
*Profesora-investigadora del Centro de Estudios del Desarrollo de
El Colegio de Sonora, [email protected]