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UNIVERSIDAD DE _______________________ FACULTAD DE FILOSOFÍA Y HUMANIDADES ESCUELA DE POSTGRADO Fundamentos para una Ética Medioambiental La Ética de la Responsabilidad y la Ética Extensionista Tesis para optar al grado académico de Magíster en Filosofía con mención en Axiología y Filosofía Política Estudiante: _______________________ Profesor Guía: _____________________ Ciudad y País Noviembre de 2011 1 DEDICATORIA Esta tesis está dedicada: A mis padres Ramón Leyton D. e Isolina Donoso C. Por educarme en el amor a la naturaleza, A mi esposo Carlos Castillo O. por acompañarme incondicionalmente en este largo camino y a las víctimas del abuso y explotación humana: los animales por inspirar mis convicciones aquí vertidas. 2 “La persona moralmente complaciente es aquella incapaz de concebir cómo las cosas podían haber sido diferentes: es un ser que no puede apreciar el papel que desempeña el azar... ...ser capaces de pensar moralmente supone la capacidad de ver otras posibilidades, de no considerar que las condiciones actuales tienen un carácter fatalmente necesario.” (Colin McGinn, El Proyecto Gran Simio: la igualdad más allá de la humanidad) 3 INDICE INTRODUCCIÓN................................................................................................................. La necesidad de una Ética Medioambiental........................................................................ 5 5 CAPÍTULO I........................................................................................................................ Las Dos Grandes Herencias Éticas Occidentales: Teleología y Deontología..................... 8 8 CAPÍTULO II...................................................................................................................... La Ética Medioambiental y sus conceptos centrales........................................................... Hacia una definición de Naturaleza.................................................................................. La Naturaleza en Aristóteles...................................................................................... La Naturaleza en Heidegger..................................................................................... Actualidad del concepto aristotélico y heideggeriano de Naturaleza..................................... 21 21 27 27 29 32 CAPÍTULO III..................................................................................................................... Hans Jonas: Ética de la Responsabilidad.............................................................................. La Paradoja Actual...................................................................................................... Características de la Técnica y la Ética Premoderna............................................................ Características de la Técnica y la Ética Moderna................................................................. Responsabilidad y Ética................................................................................................ Ética de la Responsabilidad: una ética de cuidado del Ser..................................................... 34 34 34 36 40 47 55 CAPÍTULO IV..................................................................................................................... Peter Singer: Ética Extensionista......................................................................................... Introducción............................................................................................................... Contextualización del Extensionismo............................................................................... La Ética Extensionista.................................................................................................. 60 60 60 61 68 CAPÍTULO V..................................................................................................................... Contrastando la Ética Extensionista y la Ética de la Responsabilidad................................ Concordancias entre la ética de la responsabilidad y la ética extensionista...................... Concordancias Argumentales................................................................................... Concordancias Metodológicas.................................................................................. Diferencias entre la Ética de la Responsabilidad y la Ética Extensionista................................... Diferencias Argumentales........................................................................................ Diferencias Metodológicas........................................................................................ 86 86 87 87 90 93 93 95 CAPÍTULO VI..................................................................................................................... 98 Críticas a la Ética Extensionista y a la Ética de la Responsabilidad..............................................98 CAPÍTULO VII.................................................................................................................. Conclusiones................................................................................................................ 103 103 CAPÍTULO VIII.................................................................................................................. 107 Bibliografía................................................................................................................... 107 4 INTRODUCCIÓN La necesidad de una Ética Medioambiental La crisis medioambiental por la que atraviesa el planeta no es noticia nueva. Menos aún cuando esta crisis asume un carácter y unas consecuencias multiformes, conocidas desde hace ya tiempo por nosotros: la explosión demográfica, el calentamiento global producto del efecto invernadero, la depredación de los así llamados “recursos naturales”, la contaminación de aguas, aire y tierra; la acelerada extinción de especies animales y vegetales, la sostenida deforestación y desertificación, etc. Este diagnóstico (aplicable a todos los países del mundo, en mayor o menor medida) responde a una forma de ser del hombre en el mundo y es consecuencia directa de una lógica de acción que deviene en una ética -como hábito o comportamiento- determinada. Pero, a estas problemáticas se vienen a sumar unas nuevas, menos conocidas pero no por ello de menor importancia o alcance: las devenidas de la práctica de la biotecnología a nivel mundial. La clonación animal ya es un hecho, pero la clonación humana sigue en entredicho mientras se argumenta en su favor o en su contra. Mismo caso sucede con el aborto, la eutanasia, la eugenesia, las prácticas de la industria bélica, de la investigación genética, los diversos usos de la energía nuclear, etc. La importancia – y contingencia – de estos problemas es hoy innegable, en tanto sirven como catalizador para reexaminar los valores humanos y las preocupaciones éticas por la responsabilidad moral del bien común. Dicha ética que ha caracterizado al hombre y que a todas luces es la responsable de los problemas mencionados, no había sido examinada ni cuestionada a fondo hasta finales del siglo XX. Antes, la preocupación de la ética como disciplina filosófica se centró en la estricta reflexión de problemas de metaética o de filosofía moral, completamente ajenos y 5 lejanos a una “ética aplicada”. Sin embargo, cuando el panorama descrito desata una crisis a nivel global, y el pluralismo valórico amenaza la estabilidad de las grandes verdades con valor universal, estamos en un punto en que la ética no puede hacer caso omiso y se ve obligada a pensar los alcances y consecuencias de las actuales acciones humanas. En palabras de Habermas, llega una época en que la filosofía moral no puede “cruzarse de brazos” frente a los problemas que plantea la técnica humana – con todos sus alcances —, no puede permanecer en un silencio informado sino que debe pronunciarse. Desde fines del siglo XX, entonces, muchos autores han dedicado su labor a reflexionar esta ética humana desde diferentes matices. En líneas gruesas, se aprecia la reflexión de la ética aplicada en dos ámbitos complementarios: la ética de la vida (bioética) y la ética medioambiental. Ambas son complementarias en tanto una ética relacionada a la vida humana y los diferentes retos a los que la enfrenta su manipulación técnica se vincula estrechamente con las conceptualizaciones y alcances prácticos de la manipulación técnica del medio ambiente o del ecosistema. Para circunscribir el tema que nos convoca, la ética medioambiental se consolida hoy como una reflexión que pondera las relaciones que el hombre establece con la naturaleza1, factor que sumado a la visión ecológica de la realidad, permitiría a la ética acoger el reto de: “la preservación de las condiciones de vida a nivel planetario como un fin ético fundamental.”2 El concepto que utilizaremos para comprender “naturaleza” será discutido más adelante en el apartado correspondiente. Bástenos acá con entender como naturaleza al “conjunto, orden y disposición de todo lo que compone el universo.” (Fuente electrónica: www.rae.es Web de la Real Academia Española de la Lengua, consultada el día 1 mayo del 2005). 1 Velayos, C.: “La dimensión moral del ambiente natural: ¿Necesitamos una nueva ética?”. Granada. 1996. Pp. 2-3. 2 6 Desde este contexto, dos reflexiones filosóficas argumentalmente innovadoras rehabilitan a la ética en el paisaje filosófico contemporáneo: Hans Jonas (1903-1993), que con su ética de la responsabilidad define una nueva arista de preocupación y relevancia moral – las nuevas generaciones — frente al avance y los desarrollos de la técnica y la ciencia contemporáneas; y Peter Singer (1946-), que con su ética extensionista resitúa y amplía el ámbito de la comunidad moral hacia los animales no humanos. Me interesa destacar ambas posturas en tanto ellas intentan superar el antropocentrismo clásico de la ética estableciendo nuevos objetos de relevancia moral (las generaciones futuras y los animales no humanos) en sendos planteamientos que, a su vez, argumentan desde diferentes plataformas conceptuales: el deontologismo y el utilitarismo. En una primera parte de la tesis se contextualiza la ética medioambiental, sus alcances y conceptos fundamentales, intentando sentar las bases de una discusión que, si bien es contemporánea, reformula y replantea viejas preguntas de la ontología y la metafísica. Luego, procedo a hacer análisis por separado de la ética de la responsabilidad y la ética extensionista, para posteriormente problematizar los planteamientos de ambas éticas desde una plataforma que nos permita dilucidar semejanzas y diferencias en las argumentaciones de ambos autores y cómo ellos son iluminadores, desde la ética medioambiental, para pensar los grandes problemas que el desarrollo, la ciencia y la técnica nos plantean hoy en día. 7 CAPÍTULO I Las Dos Grandes Herencias Éticas Occidentales: Teleología y Deontología Son dos las grandes herencias éticas en las que se entronca la filosofía occidental y en las que se fundamenta la actual reflexión ética. Estas tradiciones son la teleología aristotélica y la deontología kantiana. Ambas delimitan unos ámbitos de reflexión de la ética que la llevan desde la heteronomía metafísica a la autonomía racional. Pero sírvanos como primer atisbo de su relevancia que tanto la teleología aristotélica como la deontología kantiana configurarán sendas argumentaciones que dotarán de contenido racionalmente fundado a la ética; y por ello, su actualidad, influencia y atingencia son innegables. La ética teleológica aristotélica se configura como un conocimiento de la acción humana que, junto a la política, forma parte de los saberes prácticos3. En ella se utiliza la propia capacidad de deliberar acerca del bien (agathón) y de acuerdo con esta deliberación, se determina el contenido de la vida buena. La ética teleológica sería entonces, una ética de contenidos pues extrae éstos de la experiencia concreta y las acciones de la vida diaria. De hecho, la acción buena presupone la comprensión práctica y experiencial de “lo bueno” de manera sostenida en el tiempo. Por ello, se conoce a la ética aristotélica como una “ética de las virtudes” en tanto: “Aristóteles pone énfasis en la comprensión práctica de las normas morales con vistas a su realización concreta.”4 Diferente por tanto, de los saberes teóricos o contemplativos –propio de la filosofía o las matemáticas— y de los saberes prácticos o técnicos como la medicina, las artes o las técnicas. 4 Aristóteles, citado en Araos, J. “Ética de las virtudes y teleología: Aristóteles”. En “Bioética: fundamentos y dimensión práctica”. Santiago. 2004. P. 31. 3 8 Este saber ético alude al ámbito del comportamiento y de la costumbre en tanto define modos de ser y de vivir que implican necesariamente una referencia a la libertad individual. Es un saber que busca lo bueno para el hombre en un sentido integral de su vida, es decir, en vistas de lograr el desarrollo y la vivencia de una experiencia vital buena y conveniente a los fines propios. Desde acá, podemos decir que el fin del saber ético se adecua al ser, en tanto define como moral aquello que conduce a una plena realización del Ser del hombre a través de la realización de sus fines. Define entonces lo moral desde un fin (télos) a alcanzar: “el fin de la acción no está más allá ni es indiferente de ella, pues la buena acción misma [eupraxía] es el fin”.5 Es el bien el que marca un fin, tomando a éste como un “movimiento” o proceso de su actualización o “florecimiento”.6 Esta concepción es plenamente metafísica, en tanto hay un Ser potencial que gracias a la práctica de las virtudes alcanza su total actualización. De ahí que el Bien consista en la plena actualización del Ser potencial, lo que traería consigo la felicidad (eudaimonia) –que se constituiría como un fin en sí misma, y nunca como un medio para alcanzar otro fin. Esta felicidad requiere ser alcanzada única y exclusivamente a través de la actualización del ser potencial por la práctica de la virtud. Presenciamos entonces, una relación teleológica entre la ética y la vida humana, porque en tanto los hombres aspiran a realizar su plena potencialidad –la felicidad, éste télos es sólo alcanzable a través de la práctica sostenida y sistemática de las virtudes. Op. Cit. P. 32. Movimiento que, como veremos posteriormente, se constituirá también como una clave del concepto de physis o naturaleza. 5 6 9 Por su parte, la ética deontológica kantiana habla de “lo correcto” o “lo incorrecto”. Acá la ética no trata de “lo bueno” o “lo malo” como contenidos morales, sino que se interesa en que lo correcto se ajuste a una ley. Y esta concepción ya no permite pensar la ética en términos metafísicos –pues no debemos olvidar que para Kant la metafísica está lejos de llevar sus fundamentos a cimientos firmes, al modo de las ciencias exactas.7 Por el contrario, su tarea consiste en demostrar qué fundamento tiene la ética, el que ya no es metafísico sino racional o a priori. No hay nada en el mundo ni fuera de él que pueda llamarse “bueno” salvo un elemento clave en la determinación del carácter a priori de la ética: la voluntad humana, definida por el autor como: “la facultad de determinarse uno a sí mismo a obrar conforme a la representación de ciertas leyes”.8 Por esta capacidad los hombres, a diferencia del resto de seres en el mundo, pueden determinarse ante la presentación de principios, es decir, someterse a las leyes impuestas por su propia voluntad. Y dicha autonomía volitiva requiere de la libertad pues ella permite el “autogobierno” y la determinación de un sistema propio, acorde a los principios y valores de cada uno. De este modo, la voluntad humana es autónoma porque no está determinada desde fuera, sino que lo está por leyes (o principios, o máximas) que ella misma se da. Sin embargo, debido a que el hombre no es un ser puramente racional, sino también sensible, en el hecho su voluntad se determina por principios subjetivos o máximas que deben adecuarse a la ley moral o principio objetivo. Lo correcto, entonces, sería la adecuación de la máxima individual a la ley racional. Pero, ¿cuál es esa ley? Es el llamado imperativo Cabe destacar que para Kant, la metafísica permanece en un “andar a tientas” frente a las ciencias exactas, por la limitada razón humana que sólo puede acceder al conocimiento fenoménico. Y la ética –como estudio de la acción humana—pertenece a este ámbito. 7 8 Kant, I.: “Fundamentación de la Metafísica de las Costumbres”. Madrid. 1984. P. 101. 10 categórico, que tiene validez universal para todo ser racional porque es un principio racional a priori. Dicho imperativo categórico tendría la siguiente fórmula: “obra sólo según aquella máxima que puedas querer que se convierta, al mismo tiempo, en ley universal”.9 Esta ley representa un criterio que permite discernir cuáles máximas son morales y cuáles no. Y sólo son morales las máximas universalizables. De este modo “lo correcto” o “lo justo” es aquello donde se adecua la máxima a la ley. La adecuación, entonces, representaría el deber y ella debe ser cumplida por mero respeto a la ley, vale decir, sin considerar las consecuencias que pueda traer ella. Por ello esta ética es deontológica, pues enfatiza el deber de cumplir la ley sin considerar las consecuencias de este acto –no es, por lo tanto teleológica, ni consecuencialista ni finalista. Y por ello también es formalista: porque define unos lineamientos generales –con la autonomía y la libertad como requisitos del imperativo categórico— para dar individualmente contenido a la ética. La felicidad para Kant no representa un fundamento para la moral: no se pueden justificar las máximas diciendo que ellas son morales porque conducen a la felicidad; porque si bien todos aspiramos a ésta, el contenido que cada cual le da es diferente. Y de esas diferencias entre particulares no pueden emerger máximas universales. Siendo entonces que lo universal es lo que marca la moral, la felicidad quedaría excluida de la esfera moral. 9 Op. Cit. P. 104. 11 Hablando en términos históricos, la ética teleológica aristotélica se mantiene vigente en la era cristiana y la edad media. Pero en el siglo XVIII, con el proyecto ético ilustrado, la perspectiva teleológica es opacada por la deontológica, ya que mientras la primera es tributaria de una metafísica (pues supone una determinada forma de entender el Ser—como potencia y acto, constituido por forma y materia—) define lo bueno desde esta concepción metafísica del Ser. Pero para Kant, el Ser es incognoscible pues no se sitúa dentro de las categorías de espacio y tiempo (únicas coordenadas que determinan lo cognoscible por la razón humana); por lo tanto no se podría definir lo bueno en función de él y es desde acá que se plantea la necesidad de buscar una base racionalmente fundamentada para la ética. En la ética contemporánea, la tendencia dominante es reunir la tradición teleológica aristotélica a la deontología kantiana, toda vez que: “en la realidad los hombres no están dispuestos a renunciar al cálculo racional tendente a la felicidad, ni tampoco a hacer dejación de una autonomía tan viva en la conciencia. Por ello, las éticas que tratan de conjugar nuevamente ambos factores –felicidad y autonomía— merecen una atención preferente.”10 Teleología y deontología son dos elementos complementarios, tanto en la historia de las ideas filosóficas como en el razonamiento moral, y la ética de la responsabilidad está cobrando gran importancia dentro de un escenario en que el desarrollo científico y técnico ostenta más poder de manipulación de la vida y el medio ambiente; al extremo que Jürgen Habermas (1929-) y Karl Otto Apel (1922-)—representantes de la ética discursiva y continuadores de la deontología kantiana—plantean la necesidad de incluir en esa ética deontológica consideraciones de teleología y de responsabilidad. 10 Cortina, A.: “Razón comunicativa y responsabilidad solidaria”. Salamanca. 1988. P. 164. 12 El objetivo de esta ética discursiva es fundamentar una ética racionalmente acorde a las actuales necesidades del mundo, cuyo desarrollo científico y técnico amenaza la sobrevivencia del planeta entero. Así, la ética discursiva se hace necesaria para repensar el mundo desde nuevos horizontes de solidaridad para con los otros, donde: “llegar a una fundamentación filosófica última (philosophischen Letzbegründung) de los principios morales de una ética de la responsabilidad solidaria podría garantizarle a la humanidad presente y futura una supervivencia auténticamente humana.”11 De este modo, la ética discursiva se entronca en el pluralismo valorativo de nuestras sociedades y busca la fundamentación o validación racional de las diferentes opciones morales de los hombres; no fomentando el relativismo valórico sino buscando una fundamentación racional que reúna esta pluralidad de discursos bajo una argumentación consensuada, intersubjetiva, responsable y solidaria. En palabras de Cortina: “Mientras el sentido último de nuestros discursos y nuestras acciones descanse en una razón comunicativa, y no sólo calculadora, es necesario hablar de un modo de ser más humano que otros: el ethos responsable y solidario.”12 Para K. O. Apel, la configuración de su ética del discurso encuentra bases en el formalismo kantiano y la dimensión pragmática del lenguaje, de modo tal que propone una ética que pretende superar el solipsismo metódico de la filosofía –“característico de la filosofía que se extiende desde Descartes a Husserl”13— y de fundamentar racional y objetivamente los contenidos de la valoración ética subjetiva, es decir, dotarle de Cfr. Villarroel, R. en “Bioética. Fundamentos y dimensión práctica”. Santiago. 2004. P. 86. Cortina, A.: Op. Cit. P. 12. 13 Cfr. Villarroel, R. Op. Cit. P. 89. 11 12 13 objetividad en función de la intersubjetividad valórica. La ética discursiva proporcionará unos fundamentos procedimentales o formalistas, y con Habermas: “no proporciona orientaciones de contenido, sino solamente un procedimiento lleno de presupuestos que debe garantizar la imparcialidad en la formación del juicio. El discurso práctico es un procedimiento no para la producción de normas justificadas, sino para la comprobación de la validez de las normas postuladas de modo hipotético.”14 Dichas normas procedimentales garantizan la igualdad de todos los participantes del discurso en cuanto representantes de la pluralidad ética, apelando también, a su propia responsabilidad en la consecución del consenso en la comunidad de comunicación. Esta comunidad de comunicación no se limita a unos interlocutores actuales y presentes ahora, en el espacio y en el tiempo, sino que es ilimitada en cuanto abierta universalmente a todo interlocutor posible o imaginable. De esta manera, cuando se logra explicitar la norma básica o principio procedimental (según Apel, la “parte A” de su ética) ésta sirve para legitimar las normas situacionales concretas (“parte B”, complementaria de A). Esta parte B debe ser concebida como una ética de la responsabilidad, pues intenta preservar el consenso intersubjetivo de aquellos intereses particulares que quisieran prevalecer por sobre el consenso de la comunidad de hablantes. De este modo, A y B están en tensión pues B requiere una actuación de responsabilidad que haga prevalecer el consenso por sobre los intereses particulares de los interlocutores, en palabras de Apel: “una ética que se hace responsable de las consecuencias.”15: “En el nivel de la ética consecuencialista de la responsabilidad ya no es correcto partir sin más –con Kant Habermas, J.: “Conciencia Moral y Acción Comunicativa”. Barcelona. 1998. P. 143. Apel, K.O; epílogo de Cortina, A.: “Razón Comunicativa y Responsabilidad Solidaria”. 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