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Una IU para un nuevo país
Tesis 9: ¿Cómo se confronta la ofensiva del imperialismo y la lucha por la paz y la
justicia social a nivel planetario?
La dramática crisis que vive la humanidad es alimentaria, energética y financiera. Es
consecuencia del sistema capitalista y ha acentuado los rasgos antidemocráticos de las
instituciones internacionales, el uso de la fuerza contraviniendo el derecho internacional, el retraso
en los cumplimientos de los objetivos del milenio, un aumento sustancial del gasto en armamento
e I+D en programas militares, y la guerra como recurso que garantice a los países dependientes
de energía contar con los canales de suministro.
En esta fase bárbara y criminal del capitalismo, no sólo se agrede al bienestar de las personas en
los países desarrollados haciéndonos retroceder 40 o 50 años, sino que también se multiplican las
desigualdades respecto a los países empobrecidos abandonando a millones de personas al
hambre, la muerte por falta de medicación y a la pobreza extrema.
En primer lugar hay que señalar responsabilidad de la UE con las causas de la migración. Las
guerras promovidas por determinados estados miembros y EEUU, el empobrecimiento de
determinados países por el expolio llevado a cabo por las multinacionales o el cobro de una deuda
externa que sigue desangrando a los países del sur, lleva a que muchos países, principalmente
del continente africano estén en una situación de pobreza y conflictos armados. Son estas
guerras, el hambre y la miseria la causa de que millones de personas tengan que abandonar sus
países de origen.
En segundo lugar las políticas migratorias de la UE siempre han estado supeditadas a los
intereses económicos de la élite, y en demasiadas ocasiones al margen de los derechos
humanos. La división entre migración regular e irregular ha permitido durante años la explotación
laboral y sexual de miles de personas consideradas como "ilegales", y se han impuesto una serie
de políticas migratorias que han permitido "controlar" la entrada de migrantes dependiendo de los
intereses económicos en cada momento.
Las políticas migratorias se han basado en blindar las fronteras (vallas, militarización del
mediterráneo, externalización de fronteras, devoluciones en caliente) y en la criminalización y
persecución de los que han conseguido entrar en la Europa fortaleza (redadas, CIEs,
deportaciones, negación del derecho de ciudadanía, exclusión de los servicios públicos...).
El ataque a los derechos humanos se extiende también hacia aquellas personas migrantes que
según la Convención de Ginebra deberían gozar de protección internacional, las personas
refugiadas. Sólo un cambio radical de las actuales políticas económicas y políticas exteriores de la
UE podría llevar a que millones de personas no se vean forzadas a abandonar sus hogares.
Desde Izquierda Unida seguimos defendiendo unas políticas migratorias basadas en el respeto a
los derechos humanos. Seguimos defendiendo que ninguna persona es ilegal, el cierre de los
CIEs, la apertura de vías legales para entrar en Europa, el respeto a la Convención de Ginebra, el
fin de las deportaciones...
El balance de las políticas exteriores de la UE, no puede ser más negativo. Las Guerras de Iraq,
Afganistán, Siria o Libia, no sólo no han conseguido “pacificar” esas zonas geoestratégicas, muy
al contrario han aumentado la inseguridad y el aumento exponencial de la presencia de fuerzas
del yihadismo radical y la presencia del llamado Estado Islámico o Daesh, por ello no se puede
demorar por más tiempo la construcción de un Sistema de Seguridad Alternativo, sin OTAN y sin
Bases Norteamericanas.
Desde Izquierda Unida planteamos que en el proceso de construcción de otro Proyecto Regional
es imprescindible acabar con la actual política exterior y de vecindad de la UE para basarla en la
paz, el desarme, la cooperación y las relaciones internacionales democratizadas.
Este momento histórico demanda un modelo de seguridad rupturista con el actualmente existente
que permita alcanzar un mundo desarmado y desmilitarizado, este modelo supondrá un ahorro de
miles de millones de dólares anuales susceptibles de ser empleados en cooperación al desarrollo
al tiempo que permite sostener las conquistas sociales de los países desarrollados.
Hoy más que nunca las políticas de defensa deben ser decididas con la máxima participación
democrática, esto es, por decisión de la representación de la soberanía nacional, consultando
mediante referéndum las grandes decisiones y abriendo la posibilidad de crear órganos
consultivos con participación de investigadores por la paz, ONGs, y asociaciones interesadas en
la paz y el desarme.
En nuestro contexto, la Unión Europea, diseñada por y para los mercaderes, no solo no ha
contribuido a avanzar en una arquitectura democrática del mundo, en un desarme progresivo, en
exigir el cumplimiento del Derecho Internacional, en la exigencia del respeto a los derecho
humanos, muy al contrario ha colaborado en mantener el actual desorden internacional, las
desigualdades, la guerra y la desprotección a los pueblos que demandan justicia social.
Además, la OTAN amplía sus objetivos y actúa impunemente en cualquier parte del mundo sin la
autorización del Consejo de Seguridad y en contra del Derecho Internacional. La OTAN es una
amenaza para la paz, una organización criminal al actuar en contra del Derecho Internacional. Por
eso no podemos dejar de denunciar que cualquier posibilidad de desarrollo de una política de paz
y solidaridad exige la disolución de la OTAN y el cierre de todas las bases norteamericanas
desplegadas en el Mundo.
Asimismo denunciamos que el retraso en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio es la
consecuencia lógica del sistema que necesita de la expoliación de los recursos naturales de los
países empobrecidos. Con tan solo una reducción del 1% del gasto militar se podría cubrir la
financiación de los objetivos, por lo que calificamos la muerte de hambre como un asesinato y nos
sumamos a su idea de crear un Tribunal Internacional para sentar en el banquillo tanto a los
especuladores financieros como a los del precio de alimentos.
IU, sí; con más fuerza
Tesis 9: ¿Cómo se confronta la ofensiva del imperialismo y la lucha por la paz y la
justicia social a nivel planetario?
Las nuevas amenazas del imperialismo
Las condiciones en las que el imperialismo intenta consolidar su dominación han cambiado
sustancialmente, sin por ello rebajar sus objetivos, con el surgimiento del yihaidismo terrorista, el
crecimiento del poder económico y militar de países emergentes como Rusia y China y las
experiencias liberadoras de algunos países de América Latina, como Venezuela, Ecuador y
Bolivia. En concreto, el imperialismo estadounidense está dando prioridad a sus intereses
económicos en la región Asia-Pacífico, lo que no significa la desaparición de las contradicciones
inter imperialistas y la pugna por las materias primas y los recursos naturales básicos, como el
petróleo y el agua, sólo su desplazamiento geográfico.
Todos estos factores son las principales amenazas contra La Paz mundial. Los riesgos de guerra
son hoy muy importantes.
En este terreno conviene tener una visión clara de la acción del llamado Estado Islámico (ISIS).
Se trata de una estructura política con una visión global del mundo y de la historia (ideología)
profundamente reaccionaria, que niega los derechos y libertades básicos y se opone a cualquier
política emancipadora. Cuenta con un territorio propio que trata de consolidar y extender mediante
la acción militar directa y la acción terrorista. Tiene aparatos de Estado de naturaleza financiera,
económica, política, ideológica y cultural y se orienta, como cualquier otra estructura imperialista,
a la conquista de recursos y mercados.
Por todo ello, no es posible una política frente al ISIS semejante a la desarrollada en el caso de la
Guerra de Irak. Este era un país soberano, miembro de las Naciones Unidas contra el que se
urdió una maniobra de intoxicación (las armas de destrucción masiva) y cuya eliminación
respondía a intereses geoestratégicos de EE.UU e Israel. Algo semejante ocurre ahora con Siria.
En ambos casos se trató y se trata de eliminar estados laicos con políticas excesivamente
autónomas del imperialismo.
Tanto en el origen de Al Quaeda como en el del ISIS parece cada vez más evidente que ha habido
complicidades del imperialismo, en la conveniencia común contra los países laicos de Oriente,
pero eso no excluye una situación de enfrentamiento global.
Consideramos que la lucha contra el terrorismo de esta naturaleza debe ser esencialmente
política, económica y cultural. Un factor esencial en ella ha de ser la mejora de las condiciones de
vida de los trabajadores migrantes en las grandes ciudades occidentales y el impulso del
desarrollo en los países subdesarrollados de África y Asia.
Las acciones militares deben ser patrocinadas por las Naciones Unidas y no por una alianza
militar específica como la OTAN, concretas sobre objetivos militares o intereses económicos
ligados a la industria de guerra de los terroristas, y planificadas con el objetivo primordial de evitar
víctimas civiles. Junto a su posición de principio de trabajar por soluciones políticas, IU reserva el
derecho de valorar cualquier acción armada en función de los criterios antes expuestos.
Izquierda Unida ratifica su posición frente a la OTAN, de cuya estructura España debe salir,
máxime cuando la Alianza Atlántica ha empezado a asumir nuevos papeles.
Resulta especialmente preocupante su función en Ucrania y en el resto de Europa Central con
una remilitarización especialmente peligrosa. Somos solidarios de los pueblos del Donbass y en la
búsqueda de una solución política que les permita el ejercicio de sus derechos democráticos.
Así mismo somos contrarios a la presencia de bases extranjeras en nuestro territorio. Las bases
de Rota, Morón y otras deben pasar a la plena soberanía española y quedar bajo control del
Ejército español. Las relaciones militares entre Estados deben regularse por acuerdos de igual a
igual, bajo el objetivo de la paz y el respeto de la soberanía nacional.
Izquierda Unida se pronuncia contra cualquier tipo de injerencia exterior en los asuntos internos
de otros países. Esta es la única garantía del avance de la paz y la democracia en el mundo, junto
con el cumplimiento de las normas de derecho internacional.
En este sentido nos solidarizamos resueltamente con el pueblo y el Gobierno de Venezuela y
reconocemos las decisiones de su judicatura. Condenamos la intervención política y económica
del imperialismo, con la complicidad de parte de la oposición interna con la intención de alterar la
expresión soberanamente democrática de su pueblo.
En los mismos términos valoramos los problemas que se quieren agravar en Ecuador, Bolivia y
otros países de América Latina. Izquierda Unida estará siempre, por encima de cualquier otra
consideración, del lado de los procesos populares abiertos en esos países en función de sus
condiciones políticas y sociales específicas. Mantenemos y desarrollamos nuestra amistad
entrañable con el pueblo y el Gobierno de Cuba y nos felicitamos del acuerdo alcanzado con
Estados Unidos, al mismo tiempo que exigimos el levantamiento del bloqueo que ha sido y es una
terrible herramienta de presión con graves consecuencia sobre las condiciones de vida del pueblo
cubano.
Seguiremos reclamando una solución justa para los pueblos saharaui y palestino y
continuaremos con nuestro apoyo explícito a sus luchas y sus movilizaciones.
Revolución Democrática para una Izquierda Unida
ganadora
Tesis 9: ¿Cómo se confronta la ofensiva del imperialismo y la lucha por la paz y la
justicia social a nivel planetario?
Combatir la ofensiva de los imperialismos capitalistas y post-soviéticos desde el
‘Nuevo Internacionalismo’: defensa de la paz, la democracia, los derechos civiles, la
justicia social y el planeta como ente vivo.
Las respuestas que se pueden cuadrar para combatir los imperialismos extractivos y subyugantes
de carácter capitalista o aquellos derivados de institucionalidades y sistemas post-soviéticos, y
desde una izquierda que quieren ser hegemónicas en el contexto de las democracias
parlamentarias y estados de derecho de la Europa del siglo XXI, sólo puede proceder desde el
convencimiento de que las ansias democratizadoras, el respeto a las libertades y derechos civiles,
especialmente de las mujeres, la consolidación y/o consecución de derechos sociales, que aspiren
a crear estados justos y equitativos socialmente, y la defensa a ultranza de modelos económicos y
productivos que respeten al planeta como ente vivo, responden a la misma aspiración
emancipadora, de dignidad y mejora de calidad de vida, pero también de mayor felicidad y
empoderamiento, de todas las sociedades humanas.
El ‘Nuevo Internacionalismo’ es pacífico; radicalmente demócrata; aspira a la defensa y
consolidación de derechos civiles, libertades y respeto a la integridad física y ética de las
personas; promulga un nuevo orden económico que salvaguarde la salud de nuestro planeta; y
trabaja por la redistribución de las relaciones de poder económico y político de modo que, desde
su democratización, se mejoren las condiciones de vida de millones de seres humanos en todo el
planeta y se garanticen derechos sociales tales como educación, sanidad, mínimos vitales y
suministro energético sostenible.
La máxima aspiración de este Nuevo Internacionalismo es el establecimiento,
partiendo de la imperfecta, antisocial y antidemocrática Europa, de un Estado
Social y de Derecho de carácter Transnacional y Solidario: un nuevo orden social
El ‘Nuevo Internacionalismo’ es holístico y no debe estar sujeto a ninguna constricción heredada y
no humanista dado el contexto espacio temporal actual; por ello, debe poner en cuestión tanto la
situación de drama social derivada de la opresión del capital sobre las fuerzas del trabajo en
Europa, como la represión cruenta de las protestas sindicales en China; el menoscabo de
determinadas libertades y derechos civiles en Cuba, como los sistemas de justicia feudales y
represores de Arabia Saudí; los entre 30 y 40 millones de personas que pasan hambre en Estados
Unidos, y la falta de una cobertura mínima sobre muchas necesidades básicas para la mayoría de
la población de Corea del Norte.
Pierre Bourdieu, ya en la década de los 90, identificaba el peligro de muchos pueblos que “se
aproximan a un vuelco total de su historia: las conquistas alcanzadas tras varios siglos de luchas
sociales, combates intelectuales y políticos, sobre la dignidad de los trabajadores, se encuentran
directamente amenazadas. Los movimientos de la comunidad europea, sin ninguna coordinación
explícita están en contra de una misma política, que adquiere formas diferentes según los campos
y los países, pero conserva siempre la misma intención de destruir las adquisiciones sociales, que
se cuentan entre las más altas conquistas de la civilización; universalidad enfrentada a la
‘mundialización’ de la competencia de los países menos avanzados”… Estos 20 años sólo han
servido para que el tiempo le haya dado la razón.
Por eso, desde las izquierdas actuales, humanistas, democráticas, abiertas y plurales, de la
Europa Occidental, nada debe ser tan legítimo como el doble vector de, por un lado, defender
tales adquisiciones (derecho al trabajo, seguridad social, sistemas públicos y universales de
sanidad y educación, etc., pero también derechos civiles, libertades y garantías democráticas),
como por, de otro lado, exigir en el resto del planeta, aunque no de forma impuesta, paternalista o
intervencionista, el cumplimiento de los mismos requisitos que, desde un punto de vista
meramente emancipador, han sido logros históricos y universales de la civilización que quizás
haya conocido mayores cotas de bienestar social y posibilidades de “ser feliz” en la historia de la
humanidad.
Debemos combatir, desde la movilización, desde un minucioso trabajo de pedagogía política, y
desde el establecimiento detallado de alianzas a nivel planetario, a los voceros y “manijeros" de
las fuerzas económicas y élites financieras y políticas de este mundo neoliberal y globalizado.
Para ello es prioritario oponerse a un mundo de economía global que destruye esos derechos
sociales, o mantiene en el ostracismo político y económico a más de dos tercios de la población
mundial, al mismo tiempo que reclamar a los espacios post-soviéticos el que se avance en la
democratización de sus sistemas, se garanticen los derechos civiles y no se atente contra ningún
derecho esencial del hombre o de la mujer, porque esas serán las mayores garantías, desde el
empoderamiento de la ciudadanía, para el mantenimiento de determinadas conquistas sociales.
Pero por encima de todo, y desnudado que las contradicciones del capital y de los modelos
económicos extractivos no sólo se dan con respecto al trabajo, sino también con respecto a la
democracia, la igualdad y la justicia sociales, se debe incidir en la reconversión de todo el modelo
productivo hacia fórmulas que convivan con la salud del planeta y no esquilmen aún más los
delimitados recursos naturales de los que disfrutamos.
Fruto de dinámicas productivas sobre falsas necesidades, individuales o colectivas, nuestro actual
modelo productivo, además de tremendamente especulativo, es voraz, vertical, básicamente
extractivo y especialmente consumista, modelo que atomiza socialmente, embrutece
económicamente y arrasa medio-ambientalmente.
¿Cómo crear las bases para ese nuevo internacionalismo? La primera respuesta nos la da la
movilización: las bases sociales para el éxito de esa movilización existen porque el crecimiento de
las desigualdades sociales se puede comprobar a escala planetaria y las relaciones
interconectadas entre decisiones económicas globales y repercusiones sociales locales se ha
desnudado por fin a escala masiva; eso sin hablar de la evidente concienciación, cada vez mayor,
sobre el menoscabo de nuestro medio ambiente, la desigualdad crónica que sufren las mujeres en
todas las sociedades humanas, y especialmente en algunas de ellas; las querencias universales
para disfrutar de libertades tan básicas como las de expresión, organización política o elección…
Todas están hoy plenamente asentadas en el imaginario global como aspiraciones legítimas.
La segunda oportunidad nos la proporciona la promoción de ese Estado Social y de Derecho
Transnacional, que defienda y refuerce aquellas adquisiciones históricas asociadas al Estado del
Bienestar pero sobre todo que apele a los diferentes agentes e instituciones internacionales a
entenderse en base a principios y conceptos radicalmente distintos a los que imponen las
relaciones de poder económicas y políticas derivadas del capitalismo global y neoliberal, o de las
que vengan heredadas por los bloques de enfrentamiento global procedentes de la Guerra Fría.
Se trata de poner en el centro de la agenda de interés político, con carácter global, derechos
absolutos, humanos, irrenunciables, y con una enorme carga simbólica y pedagógica: justicia
universal, solidaridad, mínimos vitales, lucha contra la corrupción, elaboración de un derecho
social internacional y política exterior vinculada a él; derechos de la mujer; derecho de
autodeterminación; mimo de las minorías étnicas; democracia; laicidad; salvar el planeta; paz…
Primar la concepción social de la política en pro del interés general contra una concepción
política derivada de lógicas competitivas y especulativas. Así se lucha contra los
imperialismos.