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El teatro en Costa Rica: su trayectoria y su huella cultural. Cinthya Muñoz Blanco (992823) Natalia Castro Salgado (A91528) Antecedentes Dentro de la trayectoria histórica que ha determinado a Costa Rica, es fundamental referirse al estudio de las diversiones públicas como fenómenos sociales relevantes que marcan profundamente la cotidianeidad y, dentro de esas manifestaciones, se ha pretendido estudiar el teatro, ya que éste ha cumplido una función socializadora desde su origen y permitió –en grandes momentos de la historia- crear un nuevo concepto de civilidad. Desde su aparición, si bien es cierto el teatro incluyó motivos de entretenimiento, también fue un mecanismo de difusión de la cultura de la hegemonía y así, trazó ciertos modelos de conducta que fueron compartidos por la mayoría del pueblo. Su origen se remonta, según Fumero, a la época colonial, en donde negros e indígenas realizaban sus representaciones teatrales y autos sacramentales. Posteriormente, va a ir haciéndose cada vez más popular, hasta llegar a promover la secularización de la sociedad y un medio para hacer públicas ciertas costumbres que antes se relegaban sólo a lo privado. Si bien es cierto, las clases burócratas asistían al teatro como medio para instruirse y tener contacto con compañías extranjeras, para el conglomerado popular, esta manifestación constituía una diversión pública, en donde se retrataba –en muchos momentos- su propia cultura. A partir de 1850 y con la incorporación de nuestro país al mercado mundial, se crea en Costa Rica un nuevo orden social, en donde la burguesía toma el mando de la economía y la política del país y San José –centro administrativo de ese grupo de intelectuales- se convirtió en la capital política, económica, social y cultural del país. Por consiguiente, en el periodo entre 1880-1914, la capital deja de ser una ‘villa’ y pasa a convertirse en un centro urbano, con todos los servicios que las demás capitales desarrolladas, tenían. En esa época, obviamente marcada por el proyecto liberal, el Estado expresaba bastante preocupación por el desarrollo de la cultura y así se comenzaron a traer al país compañías de ópera, zarzuela, circos, entre otras. Con el advenimiento de la I Guerra Mundial, a las compañías de teatro se les dificultó el ingreso al país por vía marítima; aunado a ello, el desarrollo del cinematógrafo comprometió mucho la vigencia del teatro, el cual fue reemplazado por aquél. La infraestructura teatral de fin de siglo En Costa Rica, para el año 1880 ya estaba en su máximo apogeo el proceso de modernización de San José, capital del país. Además de que ésta ofrecía los mismos servicios que las grandes urbes, fue transformándose –paulatinamente- en la infraestructura. Así, los josefinos retoman espacios abiertos y, por la necesidad de consumir cultura, se inicia la construcción de teatros en el centro de la ciudad (Teatro Variedades en 1891 y Teatro Nacional en 1897), pero también en los barrios, sobretodo, en los de clase media. En el siglo XIX, los josefinos tenían dos visiones del teatro: Como actividad multiplicadora de empresas comerciales. Como institución que promovía la cultura, la civilización y el entretenimiento. En cuanto al Teatro Municipal, en los documentos se habla de la influencia de Vicente Villaseñor, quien construyó en la Plaza Principal de San José, un galerón con capacidad para sesenta personas y cuyas representaciones eran encarnadas por actores aficionados. Este primer intento de Teatro Municipal mantenía dos características: 1. Cada espectador debía llevar su silla al evento, y 2. Se evidenciaba una temprana discriminación con base en el precio de las entradas. Posterior a este teatro, un hombre de apellido Sifuentes, construyó un teatro de madera (donde actualmente se ubica la sede del Banco Crédito Agrícola de Cartago) como capacidad para 200 espectadores. Fue a esta infraestructura, a la que por primera vez, arribó una compañía de espectáculos bien organizada. Por influencia del presidente Juan Rafael Mora y porque él entendía que el teatro tenía un efecto legitimador, se comienza la construcción del Teatro Mora en 1850 (ubicado en la sede del actual Banco de Costa Rica). Él impulsa mucho esta institución porque creía en el proceso de centralización del Estado y su relación con el desarrollo teatral. Sin embargo, tras la caída del presidente, el teatro pasa a llamarse “Teatro Municipal” (1859-1888) y, a pesar de que recibía a gran cantidad de compañías extranjeras, se fue convirtiendo en un lugar deslucido y de segunda categoría, hasta que dejó de funcionar en 1888 como consecuencia de un terremoto. En 1890, Tomás García (empresario de teatro español) inicia la construcción del Teatro de Variedades, el cual se estrena en 1891 y ha sido considerado el principal centro de espectáculos del país en la época. Un dato curioso, es que a los pocos días de ser inaugurado, tuvo que someterse a remodelaciones (aumentar el palco, hacer más ancha la acera). A pesar de que el empresario tenía recursos suficientes para estar remodelando la infraestructura, el teatro se fue deteriorando y ya en 1893 era caracterizado como ‘un cucarachero’. A partir de esa época, muchos de los personajes de la élite, comenzaron a presionar sobre la necesidad de un teatro que mostrara el adelanto cultural y material de la población y así, el 12 de enero de 1891 se inician las obras de edificación del Teatro Nacional, el cual termina de construirse en 1897 y mostraba la búsqueda de la secularización de la vida civil, política y cultural del país. Dentro de los otros teatros que se edificaron en el país durante esta época, se encuentra el Frontón Beti-Jai, ubicado en Barrio Amón (en la actual sede del TEC) y utilizado tanto para representaciones escénicas como para circos. Además de éste, el primer salón-teatro construido con fines comerciales, fue el Teatro Olympia, fundado en 1911. Una característica esencial de los teatros de la época, es que contaban con un recinto (tipo ‘cantinas’) en el cual los diferentes sectores sociales compartían una bebida, un cigarrillo o conversaban sobre acontecimientos de la vida política y social del país. Así, se concebía el teatro como un lugar de esparcimiento compartido por los distintos grupos sociales, aunque cada uno ocupaba lugares diferentes. El estudio del Teatro en Costa Rica. El fenómeno teatral costarricense ha sido abordado, desde siempre, desde una perspectiva literaria (obviando el espacio escénico en el cual confluyen muchos signos) y biográfica o con base en las relaciones ideológicas entre el texto con la estructura del poder y no con la concreción del hecho dramático como lo es la puesta en escena. Las tendencias de análisis del teatro, lo entendían como: Fenómeno literario, estudiado por Álvaro Quesada, Abelardo Bonilla, Margarita Rojas y Carlos Santander. Como fenómeno social, el teatro ha sido estudiado por periodistas e historiadores, por ejemplo: Ricardo Fernández Guardia, Eugenia Chaverri, Arnoldo Mora, Patricia Fumero y otros. En estos análisis, los autores hacen un recuento de las salas, los grupos, las políticas estatales y la noción del teatro como difusor ideológico de la clase dominante y su influencia en la mentalidad colectiva. Como estudio de la puesta en escena: se realiza una nueva visión del teatro como representación escénica. El estudio más importante fue realizado por Bonilla y Vladich (“Teatro latinoamericano en busca de su identidad cultural” > 1988). Además de estas tendencias del estudio del teatro, la crítica teatral se ha desarrollado con cierta regularidad en el último cuarto del siglo XIX y el primer cuarto del siglo XX, tanto en diarios como en periódicos de la época: “La República”, “La Prensa Libre”. Sin embargo, la crítica fue considerada como crítica profesional, hasta el año de 1960, a pesar de que todo era analizado desde una perspectiva subjetiva. Una de las razones de la falta de estudios de este arte es, según algunos estudiosos, el hecho de que su actividad sea efímera y compleja a nivel sígnico. El Teatro en Costa Rica: 1940 a la actualidad. El siglo XIX, en nuestro país, estuvo marcado por las escenificaciones de índole religiosa y, la mayoría de las veces, tomadas de escritores extranjeros. En el año de 1902, por primera vez se escenifica una obra costarricense: “Magdalena”, de Ricardo Fernández Guardia; obra que reflejaba los procesos socio-históricos que se daban entre 1891 y 1902. A partir de 1920 y hasta 1935, las representaciones se daban en ‘teatros de barrio’ y estuvieron marcadas por la pluma de Ricardo Jiménez Alpízar y José Marín Cañas, quienes escribieron basados en el movimiento costumbrista y con un tono festivo. A partir de 1939 y hasta 1945, la Segunda Guerra Mundial marca negativamente la economía a nivel global y ello provoca que no asistieran compañías teatrales a nuestro país, entonces decae la escritura de obras. Sin embargo, a partir de allí, se inicia la literatura dramática contemporánea, ya que se comienzan a crear instituciones para la producción dramática y teatral; tales como el Teatro Universitario (1951), el grupo Arlequín y grupo Las Máscaras. En cuanto al quehacer teatral costarricense, una de las fechas más importantes sería el año de 1948, año en el cual debuta la Compañía Nacional de Comedias con la obra “Dios se lo pague” y “Las cinco advertencias”, ambas obras de Jardiel Poncela. A nivel actoral, numerosos estudios argumentan que antes de los años 50’s, los actores hacían el trabajo por ‘amor al arte’, por lo cual era difícil para ellos dedicarse completamente a este arte. Se argumenta que el germen del nuevo teatro en Costa Rica, nace en 1951, cuando la Compañía Española Lope de Vega, culmina su gira en Costa Rica, con una sensacional presentación en el Teatro Nacional. Al finalizar la temporada de presentaciones, la Universidad contrata a algunos de los actores para estructurar el teatro universitario (grupo creado por Abelardo Bonilla), el cual abre sus puertas con la representación de “El retrato de las maravillas”, “La guarda cuidadosa” y “La cueva de Salamanca”, todas ellas de Miguel de Cervantes. Un aspecto importante de este ciclo de presentaciones es que entre el elenco de actores destacaba el señor Daniel Gallegos. Una vez que los españoles culminan con el ciclo, vuelven a su país, no sin antes dejar en Costa Rica el germen del teatro. En el año 1951, Alfredo Sancho fundó el Teatro Experimental, por el interés de la escenificación de sus dramas; además, su obra “Débora” es considerada –por Samuel Rovinski- la primera representación teatral de carácter profesional. En 1953, el director del Teatro Universitario fue Luccio Ranucci, quien en el año 55 fundó un teatro de cámara para realizar más representaciones, ensayar obras más avanzadas y ofrecer un sitio de espectáculos más amplio, cuyo nombre fue “Teatro Arlequín”. Dicha sala abre sus puertas con dos obras estadounidenses: “Dónde está la señal de la cruz” y “Deseos reprimidos”, tenía capacidad para ochenta personas e incluso se utilizaba para exhibición de obras de Rafa Fernández. El local fue demolido en 1964, pero la compañía siguió sus representaciones en el Teatro Nacional hasta el año 1971. Una fecha importante en nuestro país, a nivel teatral, fue que en 1967, Daniel Gallegos impulsó la creación de la Escuela de Teatro de la Universidad de Costa Rica. En 1968, se da la creación de Artes Dramáticas y, paralelo a ello, emergieron agrupaciones institucionales (el grupo del Banco Nacional de Costa Rica, el de la Alianza Francesa y el de la Caja Costarricense del Seguro Social), independientes (Brujas > 1965-1967; Compañía Nacional de Comedias > 1966-1968) y las agrupaciones de estudio (el grupo del Castella > desde 1954 y el Instituto Nacional de Artes Dramática > 1961-1966). También en 1968, Virginia Sandoval presenta la obra “La Colina”, representación teatral que la Censura intentó prohibir porque argumentaba que vulneraba los sentimientos religiosos del pueblo al presentar la controversia de si Dios estaba muerto o no. La década de los setentas, en el movimiento dramático costarricense, es considerada la época de oro. Es cuando alcanza su mayor apogeo debido a distintos factores. Sin embargo, es importante recalcar que sin los aportes antes mencionados (la creación del Teatro Universitario y el Teatro Arlequín, sobretodo) no se hubiera logrado llegar a dicho período. El florecimiento del teatro en esta década, está sumamente ligado a la creación del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes, donde Alberto Cañas, dramaturgo de experiencia, crítico y promotor del arte escénico, desempeñó su cargo como Ministro y a su lado, como Viceministro, Guido Sáenz, gran actor. Esta aleación repercute en la creación de la Compañía Nacional de Teatro, la cual también es responsable del movimiento surgido. Desde su creación, en el 71, se encargaron -junto con el Taller Nacional de Teatro- de la difusión y formación teatral en todo el país. Esta compañía establece un programa de giras constantes a áreas rurales y capitales de provincia, en donde ponían en escena las mismas obras que tenían en su sede en San José. Gracias a esta motivación, se organizaron grupos independientes y, aunque no todos tuvieron una larga carrera; en su momento promovieron el teatro. Además, se debe agregar que los medios de comunicación contribuían mucho con el apoyo publicitario y la divulgación necesaria. El Ministerio obtuvo otro gran logro en esta misma década: consigue la autorización del Museo Nacional para construir en sus instalaciones un teatro al aire libre con capacidad para 800 personas. Con el fin de llamar la atención de los barrios de la capital, abarataron las entradas a un precio muy inferior al del cine, además de garantizar el transporte de ida y vuelta al sitio. Gracias a este gran impulso que tiene el teatro por parte del Ministerio, de la Compañía Nacional de Teatro y de 40 municipalidades, fue por lo que surgieron varios grupos teatrales en colegios. Debido a ello, se realizó el Primer Festival Estudiantil de Teatro en el Museo. Es, además, en este ambiente de efervescencia escénica, en el que surge el Moderno Teatro de Muñecos, dirigido por Enrique Acuña. Este innovador nacimiento viene a reforzar el programa de teatro infantil de la Compañía Nacional de Teatro. Otro factor del florecimiento de la época, es que se estableció una temporada anual fija que comprendía la permanencia de los tres grupos de importancia del momento (Teatro Universitario, Teatro Arlequín, Compañía Nacional de Teatro) al lado de muchos otros grupos que realizaban trabajo paralelo. Además de la temporada de verano al aire libre, ya mencionada, se debe agregar a este ciclo, el arribo al país de profesionales extranjeros que le aportan una alta categoría profesional a los espectáculos. En este punto, es necesario destacar el aporte de las compañías teatrales más significativas del momento: La Compañía Nacional de Teatro: la cual tenía el deseo de abarcar la mayor cantidad de público posible, rebajar el precio de las entradas, alcanzar gran parte del territorio nacional y aprovechar su escenario como instrumento de culturización. El Teatro Arlequín, el cual fue pionero en el arte dramático, se preocupó por representar lo mejor del teatro contemporáneo, representar creaciones costarricenses y lo mejor del teatro clásico. Además, uno de sus integrantes posee el mérito de haber sentado las bases del ejercicio teatral más profundo, serio y disciplinado, es decir, Jean Moulaert. A este grupo le correspondió dar solución de continuidad a todas las crisis vividas por el fenómeno teatral y servir como instrumento de capacitación para gran cantidad de actores del momento. El Teatro Universitario, en el que tuvieron sus primeras incursiones en la actuación muchos de los estudiantes de la carrera de artes dramáticas a partir de 1969, cuando se abre formalmente. Al inicio de los setenta, dividen las producciones profesionales y estudiantiles, lo que da mayor apertura a los actores jóvenes. Por último, el Teatro del Ángel, cuya importancia radica en que este grupo impuso un ritmo de trabajo y una calidad profesional que no siempre se cumplían. El cuidado a detalles como la confección anticipada de programas de mano y repertorios tentativos, en fin, todo lo que caracteriza el teatro profesional, fueron trasmitidos a los demás grupos. Contribuyeron grandemente a la profesionalización del arte escénico, además de mejorarlo en muchos aspectos. Además del impulso que estaba recibiendo el movimiento teatral por parte del Ministerio de Cultura, se incluye el aporte de la Universidad de Costa Rica. Primeramente, el gran apoyo al Teatro Universitario; en segundo lugar, la incorporación de la carrera de Artes Dramáticas al currículo de la Universidad y, por último, las actividades del programa de Acción Cultural Universitaria (ACU) de 1973 a 1977. La primera de estas actividades fue conferirle créditos al curso Actividad Cultural que exige el plan de estudio universitario, para así darle categoría académica. Se estructuraron programas y se nombraron profesores de categoría. Debido a esta reestructuración de los programas, es que nace el teatro de Estudios Generales, impulsado por coordinadores de la Sección como Sergio Román, William Esquivel y William Zúñiga, quienes viajan por todo el país y eran solicitados por escuelas, colegios, sindicatos, cooperativas y otros. Además nace el Teatro 3, con la iniciativa de Sergio Román. Todos ellos, dramatizaban obras que la cátedra de Humanidades tenía como lectura obligatoria y no eran precisamente del género dramático. Es evidente que esta nueva generación de actores y dramaturgos con sus creaciones, producían convulsión en la sociedad del momento. Debido a ello, el teatro llegó a formar parte activa de la vida social y política. Los temas actuales que tenían que ver con los problemas del momento, hacían que cada puesta en escena se convirtiera en tema de discusión. Se notaba un crecimiento del público no solo por la cantidad de entradas vendidas, sino por la aparición de discusiones en periódicos y otros medios de comunicación. Este nuevo público, crítica, alaba, pide censura o recorte del apoyo estatal; pero esto lejos de frenar el movimiento, lo impulsa con mucha más fuerza. El público mantiene vivo al teatro no solo con su asistencia a los espectáculos sino con la remembranza de los mismos al finalizar la sesión, con la polémica, con el de boca en boca. El teatro se convirtió en lo actual, lo que estaba en boga. El teatro de los 70´s hacía pensar al público, hacía crítica de la sociedad a la vez que divertía. Dejó de ser un teatro elitista con poca asistencia, para convertirse en un espectáculo al que asistían familias enteras. Se conservó en esta temporada un promedio de cinco salas abiertas simultáneamente y se estrenaban aproximadamente 20 obras por año. Lo que sucede en las décadas siguientes es un claro decaimiento no solo en el teatro, sino en el afán de culturización de la población por parte del Estado. En los años ochenta, se da un giro plausible, evidente por los resultados, en las políticas culturales del Gobierno. Este gran florecimiento de la década anterior se debió no solo a la disposición del público, sino también al apoyo económico del Estado y al espacio para la creación libre, no se les restringió el pensamiento. En la nueva década se recortaba el apoyo monetario, lo que producía recorte de actores, de montaje y por supuesto, supuso aumentos en la tarifa. En esa época, se dio el cierre del teatro del Museo Nacional, se disminuyó la publicidad y se escogieron obras que no tenían nada que decirle a la sociedad costarricense (un público acostumbrado durante diez años a un teatro ‘real’, donde se exponía la vida, un teatro que hacía discutir). La visión del Estado se convirtió en mercantilista, por lo que lo artístico debía ser rentable. Debido a este cambio de políticas, el público se fue alejando, lo que dio mayor justificación al Gobierno para recortar el presupuesto. Se evidenciaron los problemas que sufría el arte escénico en esos años, con la inconstancia de la Compañía Nacional de Teatro, la que de 1982 a 1986 experimentó graves problemas de presupuesto y optó por giras, por foros después de las funciones, trataron de ampliar la participación y el acceso a la cultura; pero la gran desunión en el movimiento teatral necesitaba más que esto para un resurgimiento de los viejos tiempos. De 1986 a 1990, su filosofía fue básicamente desmantelada. El teatro dejó de ser para cualquier público en cualquier parte del país, ya que, las giras no valían la pena si en esas provincias no había teatros dignos, de calidad, para puestas en escena de tipo profesional. En 1986, la falta de apoyo económico del estado y la represión del pensamiento, desencadenaron en la desmantelación del elenco de planta de la Compañía Nacional de Teatro. Todo ello, disolvió aun más la escena teatral y contribuyó a su fragmentación y su empobrecimiento, por lo cual se optó por contratar actores por obra. Los grupos de teatro, en vez de unirse para protestar, se callaron y -en algunos casos- se dividieron en salas más pequeñas. En esta década, existían 8 grupos independientes y la suma de estos juntos, era equivalente a la capacidad que tenía el Teatro del Museo. Las salas pequeñas retornan al poco público selecto de inicios de siglo. Además, esta falta de apoyo desencadenó en la puesta en escena de obras sumamente comerciales, por no decir, de humor chabacano. Lo peor de esta situación, es que cuando tratan de montar una obra seria, es un completo fracaso, por lo que tienen que volver rápidamente a las obras ligeras para recuperarse. La característica fundamental de la década, es el movimiento teatral desunido frente al Estado, con crisis económica, un movimiento que no logró estructurar una cartelera y menos acuerpar a los aficionados. A pesar de esto, hay que rescatar que se dio una gran profesionalización del movimiento. A todo este trágico panorama, se debe añadir que muchos de los actores extranjeros radicados en nuestro país, volvieron al suyo y así se provocó un debilitamiento en el arte escénico del momento. Lo más lamentable de esta crisis, es que treinta años después, el gobierno sigue sin darle el apoyo que necesita el teatro para resurgir a una nueva época de oro. Por esta razón, los grupos nuevos que antiguamente refrescaban la escena, a falta de patrocinio, han caído en el olvido. A esto se le debe agregar, que el movimiento teatral sigue sin lograr agruparse como un frente unido para atraer las masas hacia puestas en escena y que estas puestas diviertan a la gente, no de una manera procaz que cause risa morbosa, sino que los haga pensar. Actualmente, los grupos de teatro, siguen sin contar con el apoyo de los medios, con excepción de un par de programas que les dan espacio para que puedan comentar la cartelera. En fin, continúan arrastrando los mismos problemas de la década de los ochenta. A pesar de ello, se debe rescatar que teatros como el del Ángel y el Universitario, han logrado que la escena no caiga por completo. Por otra parte, están los actores jóvenes egresados tanto de la Universidades como de la Compañía Nacional de Teatro y de otros establecimientos que, con un espíritu de rebelión, están volviendo a proponer puestas en escena que enfrenten al público con la realidad del país. Si bien es cierto estos pequeños grupos aún no representan un cambio en la escena teatral, representan un aire fresco de esperanza. Bibliografía Azofeifa, Isaac Felipe. 1980. Jóvenes en el teatro. En: ESCENA. Año 2 (3): 32. Borges, Fernando. 1942. Historia del teatro en Costa Rica (una monografía). San José: Imprenta Española. Calderón, Juan Carlos. 2006. Aporte para una historiografía del teatro costarricense. En: ESCENA. Año 29 (58): 83-93. Capella de Elliot, Yolanda. 1947. El teatro en Costa Rica. San José: Universidad de Costa Rica. Catania, Alfredo. 1980. ¿Hacia otro teatro en Costa Rica? En: ESCENA. Año 2 (3): 25-29. Fernández Saborio, Guido. 1977. Los caminos del teatro en Costa Rica. San José. Costa Rica: EDUCA. Fernández Solera, Irene. 1993. Política cultural y actividad teatral en Costa Rica en la década de los 80. Heredia. Universidad Nacional, Escuela de Arte Escénico. Fumero, Patricia. 1996. 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