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TEMA 2. LA PREHISTORIA Y LA EDAD ANTIGUA 2.1. EL PROCESO DE HOMINIZACIÓN EN LA PENÍNSULA IBÉRICA: NUEVOS HALLAZGOS El proceso de hominización es el conjunto de cambios y transformaciones que ha experimentado el ser humano hasta llegar al estado actual. Fue un proceso evolutivo lento, largo y discontinuo que se desarrolló en el periodo prehistórico, concretamente durante el Paleolítico. Los cambios fueron tanto físicos como psíquicos. Los más importantes fueron la posición bípeda, el pulgar oponible en las extremidades superiores, el aumento de la capacidad craneal y la adquisición del lenguaje articulado. Con ellos, el homo logró evolucionar y mejorar tanto a nivel cultural como técnico. El proceso de hominización comenzó en África, hace unos 4,5 millones de años, pero en la península Ibérica no se han encontrado restos de las primeras especies (Australopithecus, Homo Habilis). En concreto, según los datos actuales, los primeros homínidos llegaron a la Península hace unos 800.000 años. En la sierra de Atapuerca (Burgos), un grupo de arqueólogos dirigidos por Juan Luis Arsuaga, halló en los años 90 restos de una especie procedente de África, que denominaron Homo Antecessor. Éstos homínidos y otra especie posterior, el Homo Ergaster, evolucionaron hacía el Homo Neanderthalensis que también vivió en la Península. La evolución culminó con el Homo Sapiens, pues las especies anteriores se extinguieron. El Homo Sapiens, nuestra especie, también llegó procedente de África. En la Península hay restos de esta especie de hace unos 40.000 años (Paleolítico Superior). Las sociedades humanas de este último periodo comparten varios rasgos comunes: la base de su subsistencia era la caza, la pesca y la recolección, lo que les obligaba a ser nómadas, y vivían generalmente en cuevas y abrigos rocosos. Desarrollaron diferentes técnicas de fabricación y manejo de útiles (herramientas, armas) y crearon vínculos sociales y familiares, lenguajes y formas de comunicación de ideas. En este último sentido se desarrollaron las primeras manifestaciones artísticas. Destacan las pinturas rupestres de la cueva de Altamira (Cantabria), que representan diferentes animales policromados. Se piensa que su significado podría ser propiciar la caza. 2.2. PUEBLOS PRERROMANOS. COLONIZACIONES HISTÓRICAS: FENICIOS, GRIEGOS Y CARTAGINESES. En torno al 1000 aC entraron por el norte de la Península varios pueblos de origen indoeuropeo que se mezclaron con la población autóctona e introdujeron el trabajo del hierro. Desde entonces y hasta la dominación romana, en la Península habitaron distintos pueblos. La primera cultura en desarrollarse fue Tartessos, formada en el suroeste. Dada la escasez de fuentes, se sabe poco de Tartessos; su conocimiento se ha obtenido a partir de fuentes arqueológicas, textos bíblicos y de escritores griegos). Su origen se vincula al comercio con los fenicios, pueblo con el que intercambiaba minerales, metales preciosos y productos artesanos. A partir del siglo VI aC la cultura tartésica desapareció, por motivos que tampoco se conocen con claridad. En torno al siglo V aC, se formaron otras dos culturas en la Península: -Los celtastienen su origen en la mezcla de los pueblos peninsulares con los indoeuropeos. Se asentaron en el norte (galaicos, cántanbros, astures, vascones) y el centro del territorio (vacceos, carpetanos, lusitanos), en pequeños poblados o castros situados en altura. Su organización social se basaba en el respeto al líder tribal y su forma de vida se basaba en la agricultura, la ganadería y el pillaje. -Los iberos (indigetes, turdetanos, bastetanos) se asentaron en el área andaluza y mediterránea. Su origen es el resultado de la influencia cultural que los pueblos peninsulares recibieron de fenicios y griegos. Los núcleos de población eran más grandes (ciudades-Estado) y estaban dirigidos por régulos (monarcas). Su economía era más compleja y desarrollada que la de los celtas, como demuestra el uso de moneda. Además, crearon diversas formas de manifestación artística, como las “damas” (Dama de Elche). Los iberos lograron un alto grado de desarrollo gracias a la influencia de dos pueblos colonizadores mediterráneos: -Los primeros fueron los fenicios, que fundaron varias factorías comerciales en la costa mediterránea (Gadir, fundada en el 800 aC, Malaca, Abdera, etc.), desde las cuales comerciaban con Oriente. -Posteriormente, los griegos fundaron colonias de población en el noreste (Rosas, Ampurias), aunque también fueron importantes focos comerciales. A partir del siglo III, todos estos pueblos terminaron siendo dominados. En primer lugar por Cartago, una excolonia fenicia norteafricana que invadió la Península tras ser derrotada en la I Guerra Púnica por Roma. El líder cartaginés Aníbal Barca dominó todo el territorio hasta el Ebro, y fundó ciudades como Cartago Nova. Cuando arrasó Sagunto (ciudad aliada de Roma), se desencadenó la II Guerra Púnica, en la que Roma resultó vencedora. A partir de entonces comenzó a conquistar la Península. 2.3. CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN: LA PERVIVENCIA DEL LEGADO CULTURAL ROMANO EN LA CULTURA HISPÁNICA La intervención de Roma contra Cartago propició la conquista de la península Ibérica. Fue un proceso largo, que atravesó cuatro fases: 1. II Guerra Púnica (finales del siglo III aC). Roma envió al general Escipión a combatir a Cartago y a detener su avance en la Península. Tras más de una década de enfrentamientos, los romanos consiguieron derrotar a Aníbal y conquistar la franja mediterránea. 2. Sometimiento del interior (siglo II aC). Roma mantuvo intensas luchas con los pueblos celtas, como los lusitanos, dirigidos por Viriato. Destaca también la gran resistencia de la ciudad de Numancia. 3. A lo largo del siglo I aC la conquista se paralizó, debido a los conflictos civiles que asolaron Roma. 4. Con la llegada de Octavio Augusto al poder y la proclamación del Imperio se reactiva la conquista en la zona cantábrica. Augusto derrotó a cántabros y astures en el 19 aC, aunque nunca llegaron a ser dominados de forma efectiva. Paralelamente a la conquista, y después de ella, se produjo la romanización, es decir, un proceso por el que los pueblos celtas e iberos asimilaron la cultura romana. Fue un proceso lento y no homogéneo; el área mediterránea (abierta al comercio marítimo) estuvo mucho más romanizada que el norte y el interior de la Península. La romanización se manifestó en múltiples ámbitos. El primero de ellos fue el político. Roma integró a la Península en su Imperio y dividió provincialmente el territorio, al que llamó Hispania. Para fortalecer su posición, los romanos fundaron numerosas ciudades, unidas por una tupida red de calzadas. Las más importantes fueron Augusta Emérita, Cesar Augusta y Tarraco. En ellas se desarrollaron múltiples actividades económicas (cultivo de las tierras circundantes, minería artesanía y comercio) y culturales. Por ejemplo, se construyeron infraestructuras y obras públicas (termas, acueductos, puentes), edificios religiosos (templos) y para espectáculos (teatros, anfiteatros) y monumentos conmemorativos (arcos de triunfo). Los romanos, además, impusieron el latín como lengua, desarrollaron el derecho, e implantaron su religión. Inicialmente se rindió culto a los dioses paganos grecorromanos, pero desde el siglo IV Roma permitió el culto cristiano, que se estaba extendiendo desde el siglo I. El cristianismo terminó convirtiéndose en la religión oficial del Imperio. Todas estas aportaciones permitieron la formación de una cultura hispanorromana que pervivió, en parte, con los visigodos. 2.4. LAS INVASIONES BÁRBARAS. EL REINO VISIGODO: INSTITUCIONES Y CULTURA A partir del siglo IV, varios pueblos de origen germano invadieron el Imperio romano, que había entrado en una profunda crisis política y socioeconómica. Suevos, vándalos y alanos penetraron en Hispania y, para expulsarles, Roma recurrió a los visigodos, otro pueblo germano, pero romanizado, a cambio de permitirles asentarse en tierras del Imperio. Así, los visigodos formaron el reino de Tolosa, que abarcaba el sur de la Galia y gran parte de Hispania. Sin embargo, en el año 507, los visigodos fueron derrotados por otro pueblo germano, los francos, que les expulsaron de la Galia. Esta derrota hizo que los visigodos se asentaran definitivamente en Hispania, donde crearon un reino con capital en Toledo. Una vez creado el reino, los visigodos llevaron a cabo una política de homogeneización del territorio, centrada en tres ámbitos: 1. Política. A finales del siglo VI, el rey Leovigildo acabó con el reino suevo, y a comienzos del VII Suintila expulsó a los bizantinos. 2. Religiosa. Mientras que la población hispanorromana era católica, los visigodos eran arrianos. El rey Recaredo, en el III Concilio de Toledo (589) se convirtió en nombre del pueblo godo al catolicismo. Así, la Iglesia católica apoyó a la monarquía y ésta se sirvió de la Iglesia para legitimarse. 3. Jurídica. Recesvinto promulgó en el 654 el Fuero Juzgo, un código de leyes de inspiración romana que se aplicó en todo el reino. Uno de los rasgos fundamentales del reino visigodo fue que la monarquía era electiva. Este hecho hizo que los reyes estuvieran supeditados al poder de la nobleza y de los obispos, siendo muy frecuentes los destronamientos. Así, para gobernar, el rey se apoyaba en dos instituciones: 1. El Aula Regia, una especie de consejo integrado por la nobleza y el clero que asesoraba al rey en sus tareas de gobierno. 2. Los Concilios, que eran reuniones de eclesiásticos celebradas en Toledo. Adoptaban acuerdos políticos y religosos. Nobleza e Iglesia, además, fortalecieron su poder económico y su influencia cultural. El fin del Imperio romano supuso la caída del comercio y la ruralización de la economía. En este contexto, nobleza y clero se apropiaron de la mayoría de las tierras del reino, que cultivaron campesinos. Fueron también los protagonistas de la cultura, especialmente el clero. Se mantuvo la herencia romana, pero se puso al servicio del cristianismo. La figura más relevante fue San Isidoro de Sevilla, que dejó numerosas obras de teología, historia y literatura. Entre las que destaca Etimologías, de carácter enciclopédico. El fin del reino visigodo llegó en el 711, cuando el rey Don Rodrigo fue derrotado en la batalla de Guadalete por los ejércitos musulmanes procedentes del norte de África. TEMA 3. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: AL-ÁNDALUS 3.1. EVOLUCIÓN POLÍTICA: CONQUISTA, EMIRATO Y CALIFATO DE CÓRDOBA En el año 711, un ejército musulmán procedente de Arabia cruzó el estrecho de Gibraltar, se enfrentó al ejército visigodo de Don Rodrigo y le derrotó en la batalla de Guadalete. Este hecho supuso el fin del reino visigodo, que se encontrada muy debilitado. En el año 710 Don Rodrigo había llegado al trono tras un conflicto civil. Los descendientes de Witiza, anterior monarca, no le aceptaron, y para destronarle recurrieron a los musulmanes, que décadas antes habían iniciado una imparable expansión desde Arabia y por todo el norte de África. Sin embargo, tras su victoria, los musulmanes, dirigidos por Tariq y Muza, iniciaron la conquista del reino. La dividida nobleza visigoda fue incapaz de frenar su avance, y en apenas cuatro años se hicieron con el control de casi toda la Península (excepto las zonas montañosas cantábricas y pirenaicas) y crearon un Estado llamado Al-Ándalus. La mayoría de musulmanes que entraron en la Península eran bereberes norteafricanos, pero también había árabes, que fueron los que ocuparon los puestos dirigentes y se adueñaron de las mejores tierras. Tras la conquista, Al-Ándalus pasó por distintas etapas: 1. El emirato dependiente de Damasco (715-756). Al-Ándalus estuvo inicialmente gobernada por emires designados por el califa Omeya de Damasco. En esta etapa se estableció la capital en Córdoba y se consolidó el dominio musulmán en la Península, a pesar de la revuelta (sofocada) de bereberes del 740. 2. El emirato independiente (756-929). Esta etapa se inicia con la llegada de Abderramán, el único miembro de la familia Omeya que sobrevive a la matanza que sufre su familia en Arabia en el 750. Se proclamó emir independiente e inició una reforma del Estado para fortalecerlo y centralizar el poder en Córdoba. Esta política, junto con el trato de favor que dio a la aristocracia árabe, provocó el estallido de revueltas de las marcas fronterizas del país, de muladíes y de bereberes. La más importante fue la que encabezó Omar ibn Hafsun, a finales del siglo IX. 3. Califato de Córdoba (929-1031). Esta etapa se inicia cuando, en 929, Abderramán III se proclama califa. Con él y con su sucesor, Al-Hakam II, Al-Ándalus vivió su mayor esplendor político, militar (frenó el avance de los reinos cristianos del norte), económico y cultural. Sin embargo, a la muerte de Almanzor (que no era califa, sino un gobernador temporal), se desencadenó una profunda crisis. Los hijos de Almanzor se enfrentaron, a comienzos del siglo XI, a la familia Omeya por el control del califato. Los conflictos se prolongaron hasta 1031, cuando el califato quedó dividido en múltiples reinos de taifa. 3.2. AL-ÁNDALUS: LA CRISIS DEL SIGLO XI. REINOS DE TAIFAS E IMPERIOS NORTEAFRICANOS A la muerte de Almanzor se desencadenó una profunda crisis en Al-Ándalus. Los hijos de Almanzor se enfrentaron, a comienzos del siglo XI, a la familia Omeya por el control del califato. Los conflictos se prolongaron hasta 1031, cuando se produjo el fin del califato y la división de Al-Ándalus en múltiples reinos de taifa, al independizarse del poder central los gobernadores de las provincias. Las taifas fueron mucho más débiles que el califato. Si bien algunas como Toledo, Zaragoza, Valencia y Sevilla alcanzaron cierta prosperidad económica y cultural (construcción de palacios y alcazabas, promoción de las letras y de las ciencias), su debilidad militar y las continuos conflictos entre ellas les impedían resistir los ataques de los reinos cristianos, que eran cada vez más fuertes. Para evitar estos ataques, las taifas pagaban a los reinos cristianos tributos anuales llamados parias. A pesar de las parias, su debilidad fue aprovechada por el reino de Castilla y León, que dirigido por Alfonso VI se expandió hacia el sur. En 1085 tomó la taifa de Toledo, lo que provocó el temor del resto de taifas, que pensaron que la expansión cristiana podría acabar con su presencia en la Península. Por ello, solicitaron la ayuda del Imperio almorávide, que derrotaron a Alfonso VI en Zalaca y Uclés y frenaron su avance. Los almorávides unificaron de nuevo Al-Ándalus, pero su dominio duró poco. Pronto se debilitaron y los poderes locales se sublevaron contra ellos, lo que provocó que resurgieran de nuevo las taifas. Su duración fue efímera, pues otro Imperio norteafricano, los almohades, invadieron Al-Ándalus en 1145 y la reunificaron de nuevo. Su rigorismo religioso y su poder militar (victoria en Alarcos ante Castilla en 1195) llevaron a los cristianos a unir fuerzas y preparar una gran ofensiva. Dirigidos por Alfonso VIII de Castilla, los cristianos derrotaron a los almohades en las Navas de Tolosa (1212), permitiendo la conquista de todo el sur salvo el reino Nazarí de Granada, que perduró hasta 1492. 3.3. ORGANIZACIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL DE AL ÁNDALUS En la sociedad de Al-Ándalus fue muy peculiar, pues convivieron grupos de origen islámico-oriental con otros de rasgos heredados de los hispanogodos. Sin embargo, a medida que se fue afianzando el poder musulmán y llegó más población árabe y bereber a la Península, la sociedad se fue islamizando y arabizando. En cualquier caso, fue una sociedad muy heterogénea en la que convivieron diferentes culturas y religiones: Los musulmanes desempeñaban las funciones públicas, administrativas, militares y judiciales. Estaban exentos de tributos y ejercían plenamente sus derechos en la sociedad islámica. Entre ellos podemos distinguir distintos grupos étnicos: Árabes: élite de la sociedad, controlaron los altos cargos políticos y militares y se adueñaron de las tierras más fértiles tras la conquista, lo que les permitió también dirigir la economía. Bereberes: su papel político y económico era más secundario. Se dedicaban al trabajo en el campo, a las actividades urbanas (artesanía y comercio) y engrosaban el ejército. Muladíes: hispanogodos convertidos al Islam (mayoritariamente para pagar menos impuestos). Sus actividades eran similares a las de los bereberes, pero además destacaron en el desarrollo artístico y cultural. Los no musulmanes pudieron seguir practicando su religión, aunque tuvieron que pagar, además de los impuestos normales, otros por pertenecer a minorías religiosas: Cristianos (mozárabes): fueron muy numerosos al principio, pero las conversiones y la emigración hacia el norte hicieron que en la etapa almohade fueran una minoría. Se dedicaron a actividades similares a bereberes y muladíes. Judíos: era otro grupo minoritario, pero muy activo económicamente. Se dedicaban al comercio, el préstamo, la artesanía, la medicina, las traducciones….Fueron perseguidos en las etapas almorávide y almohade, y por ello emigraron a los reinos cristianos. En cuanto a la economía, los musulmanes introdujeron en la Península importantes novedades económicas. El sector agrario era fundamental. La trilogía mediterránea era la base de su alimentación, pero revitalizaron la agricultura introduciendo nuevos cultivos (cítricos, arroz, algodón) y técnicas de regadío (canalizaciones, norias). También potenciaron la ganadería con la cría de oveja merina. La actividad artesanal alcanzó un nivel muy notable. Destacó el sector textil, el papel y el trabajo de metales preciosos. Sus productos se vendían en los zocos de las dinámicas ciudades de Al-Ándalus, pero también los exportaban al resto del mundo islámico y a la Europa cristiana. Para ello, se utilizó la moneda (dinar), acuñada en Córdoba. 3.4. AL-ÁNDALUS: EL LEGADO CULTURAL En el terreno cultural, el legado de Al-Ándalus es inmenso. Fue especialmente notable en la época del califato, pues el clima de libertad intelectual propiciado por los califas convirtió a Córdoba en un centro cultural de primer orden, con un gran desarrollo de varias disciplinas, superior al que por entonces poseían los reinos cristianos europeos. Los musulmanes trajeron conocimientos procedentes de las antiguas civilizaciones griega y romana, de los viejos Imperios persa e indio, y los combinaron con sus aportaciones árabes e islámicas. El resultado fue un enorme desarrollo de las ciencias (matemáticas -con la introducción de la numeración india-, astronomía, medicina) y las humanidades (filosofía, literatura, derecho). Aunque hubo grandes aportaciones en todas las ciencias, los mayores intelectuales procedían de las letras. Destacaron el literato IbnHazam (autor de El collar de la paloma) y el filósofo Averroes, que intentó combinar la filosofía aristotélica y el Islam El árabe se convirtió en la lengua oficial y el principal vehículo del conocimiento. Ello permitió a Al Ándalus mantener relaciones culturales con otros focos culturales del Imperio islámico (como El Cairo, Damasco y Bagdad) y dejar una profunda huella en nuestro idioma actual, tanto en el lenguaje común (almohada, alférez, noria, tarifa, taza, nuca, jaqueca…) como en topónimos (Alcalá, Albacete, Guadalquivir, Murcia, Guadiana…). No obstante, con el árabe convivieron otras lenguas habladas como el latín, el bereber y el hebrero. Además, en Al-Ándalus se crearon también algunas de las mejores obras de arte del mundo islámico. Sus obras más emblemáticas son la mezquita de Córdoba y el palacio de Medina Azahara (construidos en tiempos del califato), el palacio de la Aljafería de Zaragoza (de época de las taifas), la Giralda y la Torre del Oro (de época almohade) y, por supuesto, el palacio granadino de la Alhambra. 3.5. LA MEZQUITA Y EL PALACIO EN EL ARTE HISPANO-MUSULMÁN El arte hispano-musulmán, como en el resto del mundo islámico, estuvo marcado profundamente por la doctrina religiosa, que prohibía la representación de imágenes, por lo que la pintura y la escultura tuvieron escaso desarrollo. Así, la arquitectura se convirtió en la principal manifestación artística. Mezquitas y palacios estuvieron ricamente decorados con motivos vegetales, geométricos y caligráficos, y fueron construidos con materiales “pobres”, como el ladrillo, reutilizando elementos de obras de estilos anteriores (romano, bizantino o visigodo). La Mezquita islámica es el edifico que responde a las necesidades religiosas del Islam. En Al-Ándalus, sin duda destaca la mezquita de Córdoba. Iniciada por Abderramán I, fue ampliada en varias ocasione hasta concluirse en tiempos de Almanzor. Del periodo Omeya es también la mezquita de Toledo convertida después en la Iglesia del Cristo de la Luz. De la etapa almohade data la mezquita de Sevilla, de la que únicamente se conserva el minarete, transformado en campanario (la Giralda) y el Patio de los Naranjos. En cuanto a los palacios, de la época de Abderramán III destaca la ciudad-palacio de Medina-Azahara, en las cercanías de Córdoba, y de la época de los Taifas el palacio de la Aljafería de Zaragoza. Pero el palacio mejor conservado es de la Alhambra, pertenece al periodo Nazarí, que integra la construcción con lo natural (vegetación, agua) mediante patios porticados, albercas, fuentes y jardines sobresalen el patio de los Arrayanes, el patio de los Leones, el salón del Trono , las salas de los Abencerrajes y de las dos Hermanas y otros jardines y patios interiores. En su conjunto, es a la vez fortaleza, sede de la Corte y residencia privada de los reyes nazaríes. TEMA 4. LA PENÍNSULA IBÉRICA EN LA EDAD MEDIA: LOS REINOS CRISTIANOS 4.1. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: LOS PRIMEROS NÚCLEOS DE RESISTENCIA CRISTIANA En las áreas montañosas del norte de la Península no controladas por los musulmanes surgieron varios núcleos de resistencia cristiana en el siglo VIII. El primero de ellos fue el astur. Allí confluyeron nobles visigodos que huían de los musulmanes con la población cántabra y astur. El primer líder del núcleo astur fue Pelayo, que en el 722, dirigió las tropas que derrotaron en Covadonga a un pequeño ejército musulmán que se había adentrado en las montañas. La victoria permitió a los cristianos dominar la zona cantábrica y formar un reino. La consolidación y fortalecimiento de Asturias fue obra de tres monarcas: Alfonso I, Alfonso II (estableció la capital en Oviedo y adoptó el Fuero Juzgo visigodo como ley fundamental) y Alfonso III (que llegó hasta el Duero por el sur). A principios del siglo X la capital pasó de Oviedo a León y el reino pasó a llamarse Astur-leonés. Sin embargo, a mediados de ese siglo, uno de los condados del reino, Castilla, así llamado por ser una zona fortificada cercana a Al-Ándalus, se independizó del dominio del monarca. El segundo núcleo de resistencia fue el pirenaico, una zona situada entre dos grandes Estados: Al-Ándalus y el reino de los francos, dirigido por la dinastía carolingia. El primer reino en formarse fue el de Pamplona, tras derrotar los vascones al ejército carolingio en Roncesvalles (778). Con el tiempo, el reino se engrandeció y pasó a llamarse Navarra. Al este de Navarra surgieron también varios condados cristianos: Aragón y los condados catalanes. Estos últimos integraban la Marca Hispánica, un territorio bajo dominio de los carolingios, pero con mucha población hispánica. La nobleza hispanogoda colaboró con los carolingios hasta el 878, cuando el conde de Barcelona, Vifredo el Velloso, liberó a los condados del dominio de los reyes francos. Los núcleos pirenaicos, a diferencia del reino astur-leonés, apenas se expandieron hacia el sur (donde estaba Al-Ándalus) en sus primeros años de existencia. 4.2 LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: PRINCIPALES ETAPAS DE LA RECONQUISTA Los núcleo cristianos que habían surgido desde el siglo VIII en el norte de la Península se expandieron, lenta pero progresivamente, arrebatando terreno a Al-Ándalus. Este proceso se conoce como Reconquista, y se desarrolló en varias fases: 1. Siglo VIII-siglo XI. Fueron años de predominio musulmán. No obstante, los cristianos lograron pequeños avances: En Asturias, su primer monarca, Alfonso I, aprovechó la revuelta bereber del 740 en Al-Ándalus para expandir el reino por el oeste (Galicia) y el este (Álava). Durante el siglo IX Alfonso III cambió la capital a León y aprovechó un nuevo momento de debilidad de Al-Ándalus (revuelta de Omar ibn Hafsun) para expandirse por la cuenca del Duero y repoblarla. Navarra alcanzó su máximo momento de expansión a finales de esta etapa, con el rey Sancho III. El reino dominó por el este los condados de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, y por el oeste se casó con una noble castellana (lo que le permitió dominar el condado) y se expandió por tierras leonesas. A su muerte, sus hijos heredaron Castilla, Aragón y Navarra (que no se expandirá más) como reinos. Los condados catalanes, por su parte, no lograron avances 2. Siglos XI y XII. Al caer el califato Al-Ándalus se debilita y se inicia una fase de equilibrio entre cristianos y musulmanes. En el siglo XI se forma el reino de Castilla, fruto de la unión del condado castellano con el reino asturleonés. Durante el reinado de Alfonso VI se expandió hasta Toledo, ciudad que tomó en 1085. En el siglo XII Alfonso VII alcanzó la línea Guadiana-Júcar, aunque la derrota en Alarcos (1195) de Alfonso VIII supuso un nuevo freno a la expansión. En esta etapa surgió también la Corona de Aragón. Inicialmente Aragón se unió a Navarra y Alfonso I el Batallador, su rey, tomó Zaragoza en 1108. Sin embargo, al morir este rey Navarra se desvinculó de Aragón y se unió a los condados catalanes en 1137. Ramón Berenguer IV, su primer rey, se expandió por el Bajo Ebro, hasta Lérida. 3. Siglo XIII. Esta etapa se inicia con la victoria de los ejércitos cristianos, liderados por Alfonso VIII de Castilla, en las Navas de Tolosa (1212). Castilla y León aprovechó que la victoria debilitó mucho a Al-Ándalus para ocupar el valle del Guadalquivir durante el reinado de Fernando III y Murcia, bajo Alfonso X el Sabio. Al-Ándalus quedó reducida al reino nazarí de Granada. Aragón, por su parte, también consiguió grandes éxitos con Jaime I, que conquistó Baleares y Valencia. A partir de finales de siglo, los musulmanes sólo conservarán el reino nazarí de Granada, que sobrevivió hasta la campaña de los Reyes Católicos, que lo conquistaron en 1492. 4.3. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: LAS FORMAS DE OCUPACIÓN DEL TERRITORIO Y SU INFLUENCIA EN LA ESTRUCTURA DE LA PROPIEDAD. MODELOS DE REPOBLACIÓN Y ORGANIZACIÓN SOCIAL La Reconquista o expansión de los reinos cristianos hacia el sur de la Península fue acompañada de otro fenómeno paralelo, la repoblación, es decir, el asentamiento de pobladores cristianos en las tierras recién adquiridas y explotación de las mismas para consolidar así el dominio. Este proceso se desarrolló mediante varios sistemas, coincidentes con las fases de la Reconquista: 1. Siglo VIII-siglo XI: en esta etapa la repoblación se hizo mediante el sistema de presura (llamada aprisio en los núcleos orientales), es decir, la ocupación y puesta en cultivo de la tierra por parte de campesinos, miembros de la nobleza o del clero (sobre todo clero regular, que fundó monasterios). Tras su roturación, el rey concedía la propiedad. Se desarrolló sobre todo en la cuenca del Duero. 2. Siglos XI y XII. En el siglo XI el sistema empleado fue el concejil, que consistía en la fundación de concejos mediante la concesión de cartas pueblas o fueros con privilegios. Se utilizó en Castilla, en la zona entre el Duero y el Tajo, después de que Alfonso VI conquistara Toledo, y tuvo como objetivo fundamental atraer a campesinos del norte para consolidar las nuevas tierras, en aquel momento frontera con AlÁndalus. En el siglo XII, además, la repoblación corrió a cargo de las órdenes militares (Alcántara, Calatrava Santiago), a las que el rey concedió tierras a cambio de la conquista y defensa del territorio. Se aplicó sobre todo en el valle del Guadiana en Castilla y en Teruel y Castellón en Aragón. 3. Siglo XIII. Después de la victoria en las Navas de Tolosa (1212), los cristianos lograron grandes avances. La repoblación castellana de Andalucía se hizo mediante el sistema de repartimientos a la nobleza (que había colaborado en la expansión) y a la Iglesia. El mismo sistema utilizó Aragón en Valencia. Así, nobleza e Iglesia obtuvieron grandes latifundios y consolidaron su influencia y poder en los reinos cristianos. Los sistemas de repoblación ayudaron a que en los reinos cristianos se configurara una sociedad feudal, en la que la sociedad, como en toda Europa, estaba dividida en tres estamentos: Nobleza y clero eran los grupos privilegiados. Eran dueños de la mayoría de las tierras, obtenidas durante la Reconquista gracias a su poder militar. Sobre las tierras poseían poder jurisdiccional, lo que les permitía percibir rentas de los campesinos, que las trabajaban. El Estado llano era el grupo de los no privilegiados, dedicados al trabajo en el campo o en las villas y concejos. La mayoría trabajaba en los señoríos de la nobleza y la Iglesia en condiciones muy duras y, a diferencia de ellos, pagaba rentas e impuestos. 4.4 DIVERSIDAD CULTURAL EN LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: CRISTIANOS, MUSULMANES Y JUDÍOS En los reinos cristianos convivieron tres culturas: cristianos (mayoritarios), musulmanes (mudéjares) y judíos. Esta diversidad supuso un enriquecedor trasvase de elementos culturales entre los tres grupos. Fue especialmente notable desde el siglo XII, gracias a la creación, en Toledo, de la Escuela de Traductores, que permitió dar a conocer a la cristiandad buena parte del pensamiento grecolatino (Aristóteles, Euclides, Galeno) y oriental, recogido previamente por los filósofos musulmanes (como Averroes). En el siglo XIII, bajo el reinado de Alfonso X, y auspiciado por el propio rey, los intercambios se multiplicaron, y se publicaron importantes obras matemáticas y astronómicas de influencia hebrea. En este siglo se fundan, además, diversas universidades (Salamanca, Lleida, Huesca), la mayoría controladas por la Iglesia, y se desarrollan las lenguas romances (castellano, catalán), utilizadas en obras literarias (Cantar del mío Cid) y en la administración real, sustituyendo al latín. Por otro lado, los reinos cristianos estuvieron en contacto con la cristiandad europea. En este sentido, el Camino de peregrinación a Santiago de Compostela resultó fundamental, pues por ella transitaron gentes de todos los reinos europeos y de toda condición social. A lo largo de la ruta jacobea (nacida en Francia) se construyeron hospitales (para alojar a los peregrinos) e iglesias. El camino se convirtió en un lugar de intercambio cultural y artístico, pues a través de él llegaron las aportaciones del arte románico y el gótico de Francia, y se difundieron a partir de él elementos singulares de la cultura hispanomusulmana al resto de Europa. Al mismo tiempo, fue también un ámbito de intercambio de mercancías 4.5 LOS REINOS CRISTIANOS EN LA EDAD MEDIA: MANIFESTACIONES ARTÍSTICAS Durante los siglos XI y XII se desarrolló en toda Europa el estilo artístico románico, que llegó a la Península procedente de Francia a través del camino de Santiago. El arte románico es un estilo predominantemente religioso y rural. Arquitectura, escultura y la pintura tuvieron una función didáctica, es decir, se utilizaron para crear un ambiente adecuado para enseñar a los fieles (analfabetos en su mayoría) la religión cristiana. Lo más destacado fueron las iglesias y los monasterios que se construyeron. Fueron edificios de piedra caracterizados por utilizar arcos de medio punto y bóvedas de cañón de piedra. Para su sujeción, los arquitectos utilizaron muros muy gruesos, reforzados exteriormente, que no permitían abrir nada más que pequeñas ventanas. Así, el interior permanecía en penumbra y los fieles sentían más intensamente la presencia del Dios. Entre todas las iglesias románicas destaca la catedral de Santiago de Compostela, etapa final del Camino, que recibía a los peregrinos que iban a rezar junto a los restos del apóstol. A partir de siglo XIII llega el gótico y todo el cambio de mentalidad que lo había desarrollado previamente en Francia. Al contrario que el románico, es un arte de carácter más urbano, no solo tiene edificios religiosos sino también civiles, necesarios para la vida en la ciudad. Los más representativos, no obstante, serán las catedrales, construidas con la aportación económica de todos los habitantes de la ciudad, además de la propia Iglesia. Lo más significativo en ellas es la nueva idea de la “luz” como símbolo de Dios. Así, cambia el sentido estético: los edificios son más altos y luminosos, el muro se aligera con grandes ventanales, las cubiertas serán de bóvedas de crucería y los arcos apuntados u ojivales. En la Península se conservan grandes catedrales de este estilo, como las de León, Burgos, Toledo o Palma de Mallorca, y también edificios civiles como las lonjas. La escultura y la pintura siguieron siendo inicialmente un complemento de la arquitectura, aunque a finales de la Edad Media se fueron desligando de ella. Sin perder su valor simbólico, ganaron en naturalismo respecto a las románicas. TEMA 5. LA BAJA EDAD MEDIA. CRISIS DE LOS SIGLOS XIV Y XV 5.1. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: ORGANIZACIÓN POLÍTICA E INSTITUCIONES EN EL REINO DE CASTILLA Y EN LA CORONA DE ARAGÓN Los reinos cristianos culminaron en la Baja Edad media su configuración política. Castilla, integrada por León (con Galicia) y Castilla (con territorios vascongados), se unieron definitivamente en 1230. En la Baja Edad Media se intentó reforzar el poder real. Alfonso X, en la segunda mitad del siglo XIII, plasmó el derecho romano en sus Partidas con ese objetivo. Posteriormente se desarrollaron otras instituciones de gobierno, como el Consejo Real (para asesorar al rey), las Audiencias (para impartir justicia) y la Hacienda Real. También en esta época alcanza la madurez el funcionamiento de las Cortes, creadas desde finales del siglo XII en Castilla. Se trataba de una institución integrada por la nobleza, el clero y el tercer Estado (ciudades). Su función principal era votar los impuestos extraordinarios y presentar quejas al rey, pero no tenían poder legislativo ni de control de la autoridad real. En las ciudades, además, el gobierno estaba en manos de los concejos. Inicialmente fueron reuniones de vecinos, pero a finales de la Edad Media estuvieron controlados por la oligarquía local. Los reyes, para reforzar su autoridad, intentaron imponer al corregidor, un oficial representante del rey en el municipio, pero no se logró hasta el reinado de Isabel I. En cuanto a la Corona de Aragón, sus orígenes se produjeron en el siglo XII, al unirse los condados catalanes con el reino de Aragón. Posteriormente, sumó Valencia y Baleares, y en la Baja Edad Media, se expandió por el Mediterráneo. Aragón estaba organizado políticamente como una “confederación” de reinos. Cada uno de sus territorios mantenía sus propias leyes e instituciones. El rey se encargaba de cohesionarlos, por lo que era frecuente llevar a cabo una política “pactista”. Las Cortes, que se reunían desde el siglo XIII en cada reino, tenían más poder que las castellanas. Supervisaban impuestos, gastos de la Corona e incluso participaban en la elaboración de las leyes. En Cataluña surgió en el siglo XIV, como delegación permanente de las Cortes, la Generalitat. Otra institución importante fue el Justicia de Aragón, una figura jurídica que mediaba entre el rey y la nobleza. Los municipios, por su parte, estaban organizados de una manera similar a la castellana. 5.2. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: CRISIS DEMOGRÁFICA, ECONÓMICA Y POLÍTICA Aunque durante la Baja Edad Media se produce la consolidación política de los reinos cristianos, fue una época de crisis. En el terreno demográfico, durante el siglo XIV la mortalidad fue elevadísima. El siglo se inició con una racha de malas cosechas que provocaron duras hambrunas. A esto se le sumó el impacto de la peste negra, una epidemia que llegó a la Península en 1348. Además, los conflictos bélicos que sufrió cada reino en esta época no hicieron sino incrementar una mortalidad catastrófica. Ligada a la crisis demográfica estuvo la económica. Durante el siglo XIV la producción agraria fue escasa, lo que provocó problemas de abastecimiento y aumento de los precios. Esto, a su vez, contribuyó a aumentar el hambre (y con ello la mortalidad) entre la población. La producción artesanal y el comercio se hundieron, pues las ciudades (núcleos de estas actividades), se asilaron tras la epidemia de peste. Como consecuencia, la crisis económica condujo al estallido de conflictos sociales. Debido a la fuerte mortalidad, las tierras se despoblaron y los señores feudales aumentaron la carga fiscal para contrarrestar la menor producción. Ante esto, muchos campesinos se rebelaron. Los conflictos más importantes fueron el de los payeses de remensa en Cataluña (que no se solucionó hasta el reinado de Fernando el Católico), y las guerras irmandiñas, en Galicia en el siglo XV, en las que intervinieron tanto campesinos como gentes de las villas. Además de los antiseñoriales, hubo también conflictos urbanos. El mayor de todos estalló en Barcelona a mediados del siglo XV, entre la Biga (que aglutinaba a la oligarquía local) y la Busca (que integraba a los sectores populares, partidarios de un acceso libre a los cargos de la ciudad), con la victoria de los primeros. Por último, también hubo persecuciones y matanzas de judíos, a los que se les culpaba injustificadamente de la epidemia de peste y la crisis económica. 5.3. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: LA EXPANSIÓN DE LA CORONA DE ARAGÓN EN EL MEDITERRÁNEO A finales del siglo XIII, Aragón había finalizado su Reconquista. En esa situación, el reino inició un proceso de expansión marítimo por el Mediterráneo, con objetivos comerciales. Fue un proceso que se desarrolló a lo largo de varios reinados: -Jaime I el Conquistador, en el siglo XIII, tras conquistar Valencia, inició la expansión marítima, al tratarse de la única vía libre que tenía (Castilla ocupaba el resto de la Península). Así conquistó las Baleares en 1230. -Sus sucesores Pedro III y Pedro IV, contando con la ayuda de los almogávares (ejército mercenario al servicio de los reyes aragoneses), se apoderan de importantes territorios mediterráneos: Sicilia a finales del siglo XIII y Cerdeña en el siglo XIV. También en este siglo pertenecieron a la Corona aragonesa los ducados de Atenas y Neopatria, aunque se perdieron posteriormente. -Por último, en el siglo XV, con Alfonso V el Magnánimo se conquistó Nápoles en 1443, aunque también dejó de estar dominado por Aragón a la muerte de este rey. Gracias a esta expansión se desarrolló un activo comercio en el que Cataluña, y concretamente Barcelona, tuvo un papel fundamental, especialmente en el siglo XIV. Se comerciaba por todo el Mediterráneo (hasta Constantinopla), con el Imperio islámico en Asia y en el norte de África. Para defender los intereses de los comerciantes se crearon los Consulados del mar, una institución dirigida por el cónsul, un representante del rey que tenía poder para resolver litigios comerciales. La caída de del Imperio bizantino (1453) y el consiguiente avance turco en el Mediterráneo, y la profunda crisis que sufrió Cataluña desde mediados del siglo XIV aceleraron la decadencia del comercio aragonés, al mismo tiempo que portugueses y castellanos potenciaban las rutas atlánticas. 5.4. LOS REINOS CRISTIANOS EN LA BAJA EDAD MEDIA: LAS RUTAS ATLÁNTICAS: CASTELLANOS Y PORTUGUESES. LAS ISLAS CANARIAS Como Aragón, los reinos de Castilla y Portugal, iniciaron una expansión ultramarina al finalizar la Reconquista en la Península. Sin embargo, dada su situación geográfica y la competencia que había en el Mediterráneo (dominado por los aragoneses, italianos y los turcos otomanos a finales de la Edad media), sus objetivos se fijaron en el Atlántico. Fue un proceso inseparable de los avances científicos y técnicos en navegación que se produjeron en aquella época (portulanos, carabela, brújula y astrolabio, etc.). Portugal inició tempranamente una gran expansión. Fue un proyecto impulsado desde el poder real, que fundó una escuela de navegación en Sagres por iniciativa del infante Enrique el Navegante. Se desarrolló a lo largo del siglo XV en dos fases. Hasta mediados de siglo, los portugueses dominaron Ceuta, Madeira, las Azores y Cabo Verde y fundaron factorías comerciales en la costa africana. Desde mediados de siglo los avances fueron más notables. Bartolomé Dias dobló el cabo de Buena Esperanza en 1487 y Vasco da Gama logró llegar a Calicut (India) en 1498), por lo que abrió una ruta que llevaba al comercio de sedas y especias orientales a través del Atlántico y el Índico. Castilla, por su parte, se centró en el dominio de las Islas Canarias. Fue un proceso largo, iniciado a principios del siglo XV por el rey Enrique III, que confió en Bethencourt para someter a la población guanche. Hasta el reinado de los Reyes Católicos no se logró conquistar las islas. Como el archipiélago estaba dentro de la zona de interés tanto castellano como portugués, se convirtió en motivo de rivalidad. Hasta que no se firmó en 1479 el Tratado de Alcaçovas y se fijó una línea divisoria que repartía las áreas de influencia de cada reino en el Atlántico (norte para Castilla, sur para Portugal) no cesaron las disputas entre los dos reinos. No obstante, se reactivaron años después, tras el descubrimiento de América. TEMA 6. LOS REYES CATÓLICOS: LA CONSTRUCCIÓN DEL ESTADO MODERNO 6.1. LOS REYES CATÓLICOS Y LA UNIÓN DINÁSTICA: INTEGRACIÓN DE LAS CORONAS DE CASTILLA Y DE ARAGÓN En 1468, el rey de Castilla, Enrique IV, designó heredera a su hermana (Isabel) en los “Pactos de Guisando”, en lugar de a su hija Juana la “Beltraneja”. Un año después, Isabel se casó con el heredero de la Corona de Aragón, Fernando, con el objetivo de unir ambos reinos en el futuro. En 1474 murió Enrique e Isabel se proclamó reina de Castilla. Sin embargo, su sobrina Juana (que se había casado con el rey de Portugal) no lo aceptó, y estalló un conflicto sucesorio. Isabel estuvo apoyada por Aragón y algunos nobles castellanos, mientras que Juana tuvo el apoyo de Portugal y de otro sector de la nobleza castellana. La guerra terminó en 1479, con la victoria de Isabel. Castilla firmó el Tratado de Alcaçovas con Portugal, que selló la paz, e Isabel quedó consolidada en el trono. En 1479, además, Fernando heredó la Corona de Aragón. Con ello, se consumó la unión dinástica entre ambos reinos. Se trataba de una unión personal, no institucional, pues cada reino conservó sus propias leyes, costumbres, instituciones y sistema monetario. No obstante, los monarcas acordaron en la “Concordia de Segovia” (1479) actuar conjuntamente en varios ámbitos. Por ejemplo, las Cortes de los reinos tuvieron que jurar a los dos monarcas y la política exterior y las operaciones militares eras pactadas. Una vez unidos Castilla y Aragón, los Reyes Católicos intentaron lograr la unión dinástica de todos los reinos de la Península. 6.2. LOS REYES CATÓLICOS. LA CONQUISTA DEL REINO NAZARÍ Y LA INCORPORACIÓN DEL REINO DE NAVARRA Los Reyes Católicos tuvieron como objetivo unir todos los reinos de la Península. Por ello, una vez consolidados en los tronos castellano y aragonés, decidieron reanudar la guerra contra el último territorio andalusí: el reino nazarí de Granada, que había sobrevivido durante 200 años gracias a la crisis bajomedieval castellana. La guerra fue presentada ante los súbditos como una cruzada. Aprovechando los conflictos internos granadinos, los Reyes Católicos iniciaron la guerra en 1482, planeada de forma conjunta. Ocuparon Ronda y Málaga, posteriormente avanzaron por Almería y, finalmente, ocuparon la capital en 1492, tras una negociación con el rey Boabdil. Granada quedó integrada en Castilla. Se pactó la rendición a cambio del respeto a las costumbres y la religión de los musulmanes, aunque desde 1498 se llevó a cabo una política de cristianización impulsada por el cardenal Cisneros. La unión de Navarra la dirigió Fernando. Tras el fallecimiento de la reina Isabel en 1504, Fernando (regente en Castilla) se casó con una noble del reino: Germana de Foix, de origen francés, pues Navarra estaba gobernada por una dinastía francesa. A pesar del enlace, Fernando, temeroso de una invasión francesa a través de Navarra, ocupó militarmente el reino y lo fortificó. Las Cortes navarras le juraron rey, acordando el respeto de sus fueros. De esta manera, todos los reinos de la Península salvo Portugal formaron parte de la Monarquía española. 6.3. LOS REYES CATÓLICOS: LA INTEGRACIÓN DE LAS CANARIAS Y LA APROXIMACIÓN A PORTUGAL Los Reyes Católicos culminaron la conquista de las Islas Canarias, iniciada a principios del siglo XV. Tras la firma del Tratado de Alcaçovas, en el que Portugal renunció a dominar el archipiélago para centrarse en el Atlántico sur, los Reyes Católicos enviaron a Pedro de Vera a conquistar Gran Canaria y Tenerife, las islas que quedaban por controlar. Tras una larga campaña contra los guanches, en 1498 las Canarias quedaron integradas en el reino de Castilla. De hecho, se “castellanizó” el territorio evangelizando a los guanches (a los que además se esclavizó) y se organizó políticamente en cabildos (similares a los concejos castellanos). Por otro lado, Isabel y Fernando pretendieron extender la unión dinástica a Portugal. Inicialmente las relaciones no fueron buenas, pues Isabel se había enfrentado a los portugueses en la guerra civil castellana que le enfrentó a la “Beltraneja” y ambos reinos rivalizaban por el control del Atlántico. Sin embargo, la firma de la paz en Alcaçovas y el reparto de influencias en el Atlántico mejoró los tratos entre ambas monarquías. En ese contexto de mejora, los Reyes Católicos casaron a la infanta Isabel con dos reyes portugueses para lograr la unión dinástica, pero su fallecimiento frustró esta posibilidad. 6.4. LOS REYES CATÓLICOS Y LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO: INSTITUCIONES DE GOBIERNO Los Reyes Católicos iniciaron varias reformas orientadas a fortalecer el poder del rey. Se hizo a costa de la nobleza, que perdió la influencia política de la Edad Media y se sometió a la monarquía, a cambio de ocupar cargos en la Corte y aumentar su patrimonio señorial. Al mismo tiempo, se fortalecieron las instituciones de gobierno, especialmente en Castilla, pues en Aragón siguió funcionando el pactismo. Las Cortes perdieron importancia y cada vez se convocaron menos. Los Reyes crearon, por contra, los Consejos, unos organismos integrados por miembros de la nobleza y el clero de su máxima confianza para que les asesoraran en las tareas de gobierno. Estaban especializados en varios ámbitos, como la Hacienda, Inquisición, o los Consejos territoriales (Aragón, Navarra). La incorporación de territorios llevó a la creación de un representante permanente de la Corona e cada reino: el virrey. Asimismo, se generalizaron los corregidores, delegados de los reyes en las ciudades de Castilla, y se creó la Santa Hermandad, un organismo de carácter policial financiado por las ciudades, pero controlado por la Monarquía. Otro aspecto esencial para el fortalecimiento del Estado fue la unidad religiosa cristiana. Los Reyes Católicos implantaron en Castilla y Aragón el Tribunal de la Inquisición. Su fin esencial era la persecución de falsos conversos y la censura de publicaciones “anticatólicas”. Sus procesos solían culminar en autos de fe. 6.5. LOS REYES CATÓLICOS: LA PROYECCIÓN EXTERIOR. POLÍTICA ITALIANA Y NORTEAFRICANA Los Reyes Católicos llevaron a cabo una política exterior muy activa, planeada de forma conjunta. Su objetivo común fue aislar a Francia, y para ello casaron a sus hijos con las principales casas reales europeas. Esta política matrimonial de futuro permitió a su nieto Carlos heredar un gran Imperio. No obstante, también cada reino tuvo unos intereses particulares: Aragón estableció sus objetivos en el control del Mediterráneo occidental, donde ya poseía territorios, y en el Rosellón y la Cerdaña, que ya habían pertenecido a la Corona en la Edad Media y se habían perdido a manos de Francia. Fernando salió victorioso en ambos, pues conquistó Nápoles en 1504 (donde el Gran Capitán derrotó a las tropas francesas que también deseaban el reino) y anexionó el Rosellón y la Cerdaña, que volvieron a estar bajo dominio aragonés. Castilla, en cambio, tuvo vocación atlántica, donde compitió con Portugal por el control de rutas comerciales. En 1478, Castilla culminó la conquista de las Canarias y un año después, tras vencer en la guerra civil, Isabel firmó el Tratado de Alcaçovas con la monarquía portuguesa. Este tratado, además de sellar la paz, repartía Atlántico entre castellanos (que se reservaron la navegación al norte de las Canarias) y portugueses (que dominaron el Atlántico sur, donde ya tenían colonias en la costa africana). No obstante, se conquistaron varios enclaves en el norte de África (Melilla, Orán, Bugía, Trípoli) para prevenir la piratería otomana. TEMA 7. EXPANSIÓN ULTRAMARINA Y CREACIÓN DEL IMPERIO COLONIAL 7.1. EL DESCUBRIMIENTO DE AMÉRICA Los orígenes del descubrimiento de América hay que buscarlos en la competencia comercial ultramarina entre Castilla y Portugal durante el siglo XV. Una vez regulada en 1479, mediante el Tratado de Alcaçovas, un marinero genovés, Cristóbal Colón, presentó a los reyes portugueses y castellanos su proyecto. Defendió que se podía llegar navegando a las Indias cruzando el Atlántico, lo que implicaba la esfericidad de la Tierra. Rechazado en Portugal, la reina Isabel, que contempló la posibilidad de expandir las rutas comerciales y obtener metales preciosos, le dio su apoyo. Así, en 1492 los Reyes firmaron con Colón las Capitulaciones de Santa Fe, que establecieron las condiciones del viaje. Colón recibió el título de almirante y sería virrey de las tierras que descubriera, que pasarían a la Corona de Castilla. Una vez organizada la expedición, Colón salió del puerto de Palos (Huelva) al frente de tres carabelas (Pinta. Niña y Santa María) y, tras un agitado viaje, llegó a la isla de San Salvador el 12 de octubre de 1492. A su regreso, informó del viaje sin saber que había descubierto un nuevo continente. Los portugueses, ante los nuevos acontecimientos, consideraron violado el Tratado de Alcaçovas. Para mantener las buenas relaciones con el reino vecino, los Reyes Católicos propiciaron un nuevo acuerdo mediante la firma del Tratado de Tordesillas (1494), que desplazó la línea divisoria a 370 leguas al oeste de las islas de Cabo verde. El nuevo tratado permitió a Portugal la ocupación de Brasil. En los años siguientes, Colón realizó tres viajes más y se pusieron en marcha otras expediciones que permitieron explorar las nuevas tierras y empezar a colonizarlas. 7.2. CONQUISTA Y COLONIZACIÓN DE AMÉRICA Aunque el descubrimiento de América se produjo durante el reinado de los Reyes Católicos, la mayor parte de su exploración y conquista se realizó a lo largo del reinado de Carlos I. La conquista, que se realizó mediante el sistema de capitulaciones, se llevó a cabo en tres fases: 1. Antillana (1502-1519). Iniciada por Colón y sus sucesores, se centró en las islas del Caribe. 2. Continental (1519-1549). Los conquistadores se adentraron en el continente americano. Se dirigieron hacia el Imperio azteca (conquistado por Hernán Cortés en 1521), el Imperio Inca (dominado por Pizarro y Almagro en 1532) y otras zonas como el Río de la Plata, Chile o el sur de EEUU. 3. Zonas interiores (1550-1700). Una vez controlados los puntos estratégicos, se culminó la conquista, dominando desde California hasta el extremo sur de Chile. De forma paralela a la conquista se produjo la colonización. El territorio conquistado fue organizado territorialmente en virreinatos (Nueva España y Perú), gobernaciones (entidad administrativa regional), audiencias (circunscripciones territoriales de carácter judicial) y cabildos (municipios). Además, en Castilla se crearon dos instituciones encargadas de administrar las colonias y asegurar el monopolio económico-comercial: el Consejo de Indias y la Casa de Contratación. Para asegurar el domino de las nuevas tierras, se fundaron ciudades, se enviaron misiones religiosas (para evangelizar a los indígenas y enseñarles castellano) y se implantó el sistema de la encomienda, que consistía en que los indígenas trabajaban las tierras de los españoles a cambio de “protección” y mantenimiento. Ante los abusos cometidos, el fraile Bartolomé de Las Casas presionó a la Corona para que la encomienda fuera prohibida. Finalmente se aprobaron las Leyes de Indias de 1542, que no prohibieron la encomienda, pero la reformaron para que los indígenas fueran considerados súbditos de la Monarquía y que el pago de un tributo sustituyera a los trabajos personales. 7.3. GOBIERNO Y ADMINISTRACIÓN EN EL IMPERIO COLONIAL El territorio americano conquistado fue organizado territorialmente al modo castellano. Se crearon varias entidades territoriales: Dos grandes virreinatos, Nueva España y Perú, dirigidos por un representante del monarca, el virrey, con amplios poderes. Gobernaciones, que eran entidades administrativas regionales dirigidas por un gobernador, que dirigía la aplicación de las leyes y el ejército. Audiencias, que eran circunscripciones territoriales de carácter judicial. Cabildos (municipios), entidad de carácter local. Además, en Castilla se crearon dos instituciones, encargadas de administrar las colonias y asegurar el monopolio económico-comercial: el Consejo de Indias (que asesoraba el rey en el gobierno indiano) y la Casa de Contratación (controlaba el tráfico comercial). Ambas estaban situadas en Sevilla, único puerto peninsular conectado con América. Por otro lado, el dominio sobre América exigió la redacción de nuevas leyes. Así, en 1512 se aprobaron las Leyes de Burgos (que prohibieron la esclavitud de los indígenas, pero formalizaron la encomienda), y en 1542 las Leyes Nuevas de Indias (sustituyeron la encomienda por el pago del “tributo indígena”) 7.4. IMPACTO DE AMÉRICA EN ESPAÑA El dominio de América permitió a la Monarquía española dinamizar el comercio, que practicó en condición de monopolio. Así, llegaron a la Península nuevos productos agrarios, como el maíz, la patata, el tomate, el cacao o el tabaco, y metales preciosos (oro y plata), que los monarcas españoles utilizaron principalmente para sufragar los elevados gastos de guerra de los siglos XVI y XVII. Su importación alteró los precios de la economía española y europea, pues produjo un alza de precios general. Por otro lado, desde España se exportaron vinos, aceites y múltiples manufacturas (tejidos, herramientas, armas, etc.). Además de productos, la población española emigró a América en busca de oportunidades. Allí se mezclaron con los indios, tuvieron descendencia (criollos). Por último, América aportó un importante desarrollo científico y cultural, marcado por los nuevos conocimientos geográficos, las nuevas especies vegetales y animales descubiertas y las nuevas culturas indígenas. Estas aportaciones formarán parte de la base del nuevo conocimiento intelectual, científico y técnico que se desarrollará en los siglos XVII y XVIII. Asimismo, surge y se desarrolla una nueva actitud civilizadora en España y Europa, por la que se considerarán responsables de la difusión de la cultura occidental, articulada en torno al afán evangelizador cristiano. TEMA 8. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI 8.1. EL IMPERIO DE CARLOS V. CONFLICTOS INTERNOS: COMUNIDADES Y GERMANÍAS Tras la muerte de Fernando el Católico, en 1516, Carlos, nieto de los Reyes Católicos e hijo de Juana I (inhabilitada tras declararla loca) y Felipe de Habsburgo (fallecido en 1506) llegó a Castilla a tomar posesión de una inmensa herencia, que le convirtió en el monarca más poderoso de su tiempo: De su abuela Isabel y su madre Juana heredó Castilla y sus colonias en América De su abuelo Fernando, Aragón y sus territorios en Italia De su padre y sus abuelos maternos y paternos, los dominios de la Casa de Borgoña (Flandes y el Franco Condado) y la opción de ser elegido emperador del Sacro Imperio Germánico, aspiración que logró en 1519. Casi nada más tomar posesión del trono tuvo que hacer frente a graves conflictos internos. El primero fue la sublevación de las Comunidades de Castilla (1520), iniciada en las ciudades castellanas por Padilla, Bravo y Maldonado. Parte de la nobleza y las ciudades castellanas rechazaban a Carlos, que era visto como un rey extranjero. Criado en Flandes, no hablaba castellano, se rodeó de asesores flamencos y dedicaba más tiempo y dinero a la política imperial que a la castellana. Además, los comuneros reclamaban mayor participación en el gobierno de las ciudades. La sublevación fracasó, pues en 1521 fueron derrotados en Villalar, lo que supuso el dominio incontestable del poder del rey, que desde entonces se apoyó en la alta nobleza más fiel. Casi en las mismas fechas estalló en Valencia otra sublevación, las Germanías. Fue otra protesta de ciudades (gremios, burguesía y pequeña nobleza) contraria a la acumulación de cargos políticos urbanos en manos de la alta nobleza. Sin embargo, al igual que los comuneros, los agermanados fueron derrotados. Por otro lado, la política exterior de Carlos I estuvo supeditada a su condición de emperador germánico y a la defensa de los intereses de los Habsburgo y de la cristiandad católica. Para ello se enfrentó a tres enemigos: 1. Francia, con quien combatió por Italia. Participó hasta en cinco guerras, con un saldo favorable. Logró ampliar los dominios italianos con el ducado de Milán. 2. El Imperio otomano, que avanzaba por Europa desde los Balcanes. Logró salvar Viena y derrotarles en Túnez. Sin embargo, también sufrió una derrota en Argelia. 3. Los príncipes luteranos alemanes. Desde que Lutero publicara sus tesis, la difusión del protestantismo fue posiblemente el mayor reto al que se enfrentó el emperador. Trató de mantener la unidad católica del Imperio, pero fracasó la vía diplomática. Los luteranos crearon una alianza militar y se enfrentaron a las tropas imperiales, que vencieron en la batalla de Mühlberg (1547). Sin embargo, los protestantes se rehicieron y, con el apoyo de Francia, lograron la victoria y lograron que se reconociese el culto protestante en el Imperio. Todos estos conflictos, además de agotar las arcas castellanas y las del Imperio, desgastaron al emperador. En 1556 abdicó y se retiró al monasterio de Yuste; dejó la Corona imperial a su hermano Fernando y el resto de dominios a su hijo Felipe. Dos años después murió. 8.2. LA MONARQUÍA HISPÁNICA DE FELIPE II. LA UNIDAD IBÉRICA A pesar de que no heredó el Imperio germánico, Felipe II (1556-1598) gobernó un Imperio inmenso que incluso amplió. En política interna, una de sus primeras decisiones fue establecer la capital del Imperio en Madrid (donde ordenó construir el monasterio de El Escorial). Tuvo que hacer frente a la sublevación de los moriscos de las Alpujarras granadinas, que rechazaron el autoritarismo político y religioso del rey, pero logró un importante éxito al conseguir la unión con Portugal y su Imperio ultramarino. El trono quedó vacante y Felipe II reivindicó sus derechos sucesorios (era hijo de Isabel de Portugal, casada con su padre). Aunque parte de la nobleza portuguesa se opuso y apoyó a otro candidado (el prior de Crato), las tropas del duque de Alba tomaron Lisboa y las Cortes lusas le juraron rey (1581). Así, todo el territorio peninsular quedó bajo un mismo soberano. En política exterior, Felipe tuvo como objetivos conservar la herencia de su padre y defender el catolicismo ante los protestantes y los otomanos. Sus actuaciones se desarrollaron en dos “ejes”: 1. El eje mediterráneo ocupó los primeros años de reinado. Felipe heredó el conflicto con Francia no cerrado por su padre, pero en 1557 la derrotó en San Quintín, lo que permitió firmar la paz. Además, en 1571 obtuvo una gran victoria ante el Imperio otomano en Lepanto. 2. El eje atlántico fue más problemático. La nobleza calvinista de los Países Bajos se rebeló y proclamó la independencia de la monarquía Habsburgo. A pesar de las tropas que se enviaron, Flandes nunca pudo ser sometido. Los calvinistas brindaron su apoyo, además, a otro de los enemigos de la monarquía: la Inglaterra anglicana, que atacaba con piratas los puertos españoles. Felipe II preparó la “Armada Invencible” para invadir el reino, pero sufrió una derrota ante la escuadra inglesa. Por lo tanto, al morir el rey en 1598, no se había podido frenar una de sus mayores preocupaciones: la división de la cristiandad entre católicos y protestantes, y las arcas del reino estaban agotadas. 8.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI: EL MODELO POLÍTICO DE LOS AUSTRIAS. LA UNIÓN DE REINOS Durante el siglo XVI, los Austrias crearon un modelo de monarquía adaptado a sus enormes dimensiones territoriales. No fue una monarquía unitaria, sino “descentralizada”, una especie de “confederación de reinos” unidos por la cúspide (el rey), pero cada uno con sus propias leyes e instituciones (como las Cortes). Para gobernar el Imperio, los Austrias se sirvieron de una institución fundamental: los Consejos. Eran organismos colegiados integrados por miembros de la nobleza y clero de máxima confianza del rey que le asesoraban. El de mayor importancia era el de Estado, que se encargaba de dirigir la política exterior y de Estado, pero también había de ámbito territorial (Indias, Castilla, Aragón, Italia, etc.), de Hacienda o Inquisición. Además, en cada reino el monarca situó un virrey. A nivel local, se mantuvo el sistema de corregidores implantado por los Reyes Católicos. Otra institución fueron las Cortes. A ellas acudía la nobleza, el clero y los representantes de las ciudades de cada reino cuando las convocaba el rey. Al fortalecer este su poder y avanzar hacia una monarquía absoluta cada vez se reunieron menos, aunque en Castilla se solían convocar para solicitar subsidios e impuestos. Por último, destaca el papel del ejército como sostén del Imperio. Se nutría esencialmente de castellanos, aunque también lo integraban mercenarios de otros reinos. También actuó en los reinos de la Monarquía la Inquisición, para velar por el cumplimiento de la fe católica. 8.4. ECONOMÍA Y SOCIEDAD EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI El siglo XVI fue una etapa de crecimiento económico y demográfico. Hubo una notable expansión agraria vinculada al aumento de la superficie cultivada y de la ganadería lanar, apoyada en la Mesta. La artesanía también creció; los sectores más destacados fueron los tejidos, la fabricación de armas y la siderurgia vasca. El comercio, por su parte, gozó de gran desarrollo, gracias al monopolio con América. Se exportaban manufacturas españolas y se importaban productos agrarios (maíz, tabaco, tomate) y metales preciosos. Sin embargo, también hubo puntos débiles. El mercado americano se explotó para costear el Imperio, pero no se generó riqueza general, ni en América ni en la Península. No hubo una política económica basada en el aumento de la riqueza, sino en la recaudación y en la “depredación” de recursos americanos. Aún con los metales americanos (y con sucesivas subidas de impuestos), la economía hispana estuvo hipotecada durante los tiempos de Carlos I y sufrió varias bancarrotas con Felipe II. Sólo algunos pensadores (como Luis de Ortiz) propusieron reformas, pero apenas se aplicaron sus ideas. Por ello, a finales de siglo ya se percibe un empobrecimiento general en el Estado llano, no en la nobleza ni el clero. En cuanto a la sociedad, se mantuvo la división estamental heredada de la Edad media. Nobleza y clero, 5% de la población, fueron los estamentos privilegiados. Tuvieron un enorme poder económico (vinculado a las tierras que poseían) e influencia política. El resto de la población, 90%, lo componía el Estado llano. La mayor parte de este estamento eran campesinos que vivían en el medio rural y trabajaban las tierras de la nobleza y el clero y les pagaban rentas e impuestos. En las ciudades, la burguesía era escasa y la mayoría eran trabajadores artesanos, que tenían condiciones algo mejores que los campesinos (al no estar ligados a un señor), pero su vida era también precaria. En las ciudades vivían también grupos marginales, como mendigos y vagabundos, y minorías étnicas como moriscos y judíos, generalmente rechazados socialmente. 8.5. CULTURA Y MENTALIDADES EN LA ESPAÑA DEL SIGLO XVI. LA INQUISICIÓN El siglo XVI se corresponde, culturalmente, con el Renacimiento y al humanismo, corrientes italianas que llegaron a España en la época de los Reyes Católicos y que se basaban en el estudio racional de la naturaleza y el ser humano. El humanismo impulsó varios ámbitos del conocimiento, como la medicina (Miguel Servet), la gramática (Antonio de Nebrija) y el pensamiento (Tomás de Mercado, Francisco de Vitoria), que vieron cómo sus obras se difundían gracias a la imprenta. La literatura y el arte también contaron con importantes figuras. En el terreno literario destacaron Fernando de Rojas (autor de La celestina), Fray Luis de León y Santa Teresa de Jesús, mientras que en el artístico sobresalen los arquitectos Gil de Hontañón (Universidad de Alcalá de Henares), Diego Siloé (catedral de Granada) y Juan de Herrera (El Escorial), el escultor Alonso Berruguete y, entre muchos pintores de calidad, El Greco, ya próximo a los postulados del siglo siguiente. Este alto nivel cultural convivió con la Inquisición, que controló y censuró algunas publicaciones humanistas por considerarlas alejadas de la doctrina y las “buenas costumbres” católicas tradicionales. Para ello, el Tribunal detenía a los acusados y llegaba a torturarles hasta que confesara su delito o delatara a algún sospechoso. Sus procesos solían concluir en autos de fe, es decir, quemas públicas en la hoguera. Su actividad se intensificó durante el reinado de Felipe II, en el marco de la Contrarreforma católica y la lucha contra el protestantismo. Así, desde finales de siglo, el desarrollo científico del país se frenó. TEMA 9. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII 9.1 LOS AUSTRIAS DEL SIGLO XVII. GOBIERNO DE VALIDOS Y CONFLICTOS INTERNOS El XVII fue un siglo de crisis política (pérdida de la hegemonía europea), económica y social. Los monarcas de este siglo se sirvieron de la figura del valido, que eran aristócratas de la máxima confianza del rey en los que éste delegó las tareas de gobierno. Durante el reinado de Felipe III (1598-1621) se eligió al duque de Lerma, que llevó una política exterior pacifista y pactista con los enemigos de la Monarquía (calvinistas holandeses e Inglaterra). En el interior, lo más destacado fue la decisión de expulsión de los moriscos en 1609. A pesar de su conversión al cristianismo, se les acusaba de mantener contactos con el Imperio otomano. Se calcula que abandonaron España unas 300.000 personas. Con la llegada de Felipe IV (1621-1665) al trono hubo cambio de valido. El rey confió en Olivares, de carácter mucho más agresivo que Lerma. Planteó un proyecto de reforma para fortalecer a la Monarquía y que fuera reconocida como potencia hegemónica en Europa: -En el exterior, rompió los pactos de Lerma y volvió a la guerra contra Holanda y entró en la Guerra de los Treinta años en apoyo de los Habsburgo de Viena y en defensa del catolicismo. -En el interior, propuso en su “Gran Memorial” que todos los reinos de la Monarquía contribuyeran económicamente de manera equitativa. También se mostró favorable a una “Unión de armas” de todos los reinos, para crear un ejército de 140.000 hombres, pues hasta entonces se nutría sobre todo de castellanos. Estas reformas, que implicaban centralizar el poder, fueron una causa fundamental en las rebeliones de 1640. Por último, Carlos II (1668-1700), rey de salud frágil, confió en varios validos, como Valenzuela o Juan José de Austria. Al morir sin descendencia, estalló la Guerra de Sucesión. 9.2. LA CRISIS DE 1640 En 1640 se produjo la mayor crisis vivida en tiempos de los Habsburgo. En Cataluña, Portugal y otros territorios (Andalucía, Aragón, Nápoles) se iniciaron unos movimientos secesionistas que pusieron en jaque a la Monarquía, pues además coincidieron con las derrotas en la Guerra de los Treinta Años y contra Francia. En Cataluña, las reformas de Olivares (Gran Memorial y Unión de Armas) generaron descontento general y las Cortes rechazaron el proyecto. En este contexto, en plena guerra contra Francia, el valido abrió un frente en los Pirineos y envió tropas a Cataluña. La población se vio obligada a mantener a los soldados, que cometieron varios abusos, lo que aumentó el rechazo al rey y a Olivares. La rebelión estalló en 1640, cuando varios segadores armados asesinaron al virrey en Barcelona. La nobleza catalana incluso llegó a ofrecerse al rey de Francia, Luis XIII, pero la sublevación terminó siendo controlada años después, en 1652. En Portugal, el descontento con los Austrias venía casi desde la unión de tiempos de Felipe II, pues eran vistos como reyes extranjeros. También en 1640, la nobleza se rebeló y proclamó rey al duque de Braganza. Se inició así un largo conflicto con España que no terminó hasta 1668 con la independencia portuguesa. Estos conflictos provocaron la caída de Olivares. Dejó su cargo a Luis de Haro, que dirigió la política del reino hasta el final del reinado de Felipe IV. 9.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: EL OCASO DEL IMPERIO ESPAÑOL EN EUROPA La política exterior de los Austrias en el siglo XVII se basó en los principios heredados del XVI: defensa territorial del Imperio y del catolicismo. Para defender estos principios, los Austrias se involucraron en numerosas guerras que agotaron económicamente las arcas del Estado y terminaron agotando a la Monarquía, que perdió su posición hegemónica en Europa. En 1618 España rompió la tregua que mantenía con Holanda (firmada al inicio del reinado de Felipe III) y entró en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), un conflicto que enfrentó a católicos y protestantes en el Imperio germánico, pero que se extendió a toda Europa. Fue con Felipe IV y Olivares, la Monarquía participó activamente en la guerra a favor de los Habsburgo de Viena y en contra de los protestantes. Inicialmente, los tercios españoles obtuvieron grandes victorias contra Holanda (Breda) y Suecia (Nordlingen). Sin embargo, en 1635 Francia entró en el conflicto del lado de los protestantes e inclinó la balanza a su favor. En 1643 derrotó a los españoles en Rocroi. Poco después, Holanda infligió una nueva derrota a la Monarquía en las Dunas de Dunkerke. Así, cuando acabó el conflicto en 1648 y se firmó la Paz de Westfallia España reconoció la independencia de Holanda. No obstante, la guerra contra Francia continuó, pues su objetivo era arrebatar la hegemonía a los españoles. Tras nuevas derrotas, en 1659 se firmó la Paz de los Pirineos, en la que se cedió el Rosellón y la Cerdaña. En 1668 llegó al trono Carlos II. Su frágil salud escenificó el ocaso imperial. Al morir sin heredero en 1700 se inició la Guerra de Sucesión, que supuso el fin definitivo del Imperio español en Europa. 9.4. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: EVOLUCIÓN ECONÓMICA Y SOCIAL El XVII fue un siglo de crisis política (pérdida de la hegemonía europea), pero también económica y social. La economía vivió una etapa depresiva. La producción agraria y la artesanal descendieron, y aunque el comercio con América se mantuvo activo, la llegada de metales preciosos provocó una alta inflación. A todo esto hay que añadir el enorme gasto militar destinado a sufragar las guerras en el exterior, que provocaron sucesivas bancarrotas durante el reinado de Felipe IV. Derivado de la situación económica, se produjo un retroceso demográfico (agravado por las guerras y la expulsión de los moriscos). Fue especialmente notable en Castilla (salvo Madrid). Sólo la costa cantábrica escapó de la crisis. Socialmente, las dificultades aumentaron para el Estado llano, cada vez más empobrecido por la crisis económica y la asfixia fiscal (por las subidas de impuestos). Aumentaron los mendigos y bandoleros y surgió la figura del pícaro, que robaba y engañaba para subsistir. Nobleza y clero, en cambio, sortearon mejor la crisis, al mantener sus señoríos y cobrar rentas e impuestos. Ante la decadencia, algunos pensadores (denominados los “arbitristas”) inspirados en la obra de Luis de Ortiz (pensador de época de Felipe II), propusieron medidas de modernización agraria para atajar la crisis, pero la única política económica que se aplicó fue la recaudación de impuestos. Sólo en tiempos de Carlos II se adoptaron medidas para fomentar la riqueza que permitieron mejorar la situación. 9.5. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVII: ESPLENDOR CULTURAL. EL SIGLO DE ORO El Siglo de Oro es un periodo que abarca el Renacimiento y el Barroco español, aproximadamente entre 1550 y 1660. Supuso un gran esplendor cultural y artístico, aunque (paradójicamente) coincidiera con la decadencia política y económica del Imperio y se desarrollara en una sociedad mayoritariamente empobrecida. Desde finales del siglo XVI, sin embargo, la cultura y la mentalidad de este periodo están marcadas por la Contrarreforma católica, emanada del Concilio de Trento, donde se confirmó la doctrina católica tradicional frente a la protestante. La Inquisición se encargó de velar por las “buenas costumbres” católicas, y no dudó en censurar todas las obras alejadas de la ortodoxia católica tradicional. Además, Felipe II prohibió los estudios en el extranjero, lo que provocó el alejamiento de las novedades científicas e intelectuales de los pensadores europeos. Estos principios caracterizaron el Barroco español, una nueva etapa cultural más pobre en ciencia y pensamiento, pero muy rica en literatura y arte. La literatura nos dejó algunos de los autores cumbre, como Miguel de Cervantes (El Quijote), los dramaturgos Lope de Vega, Calderón de la Barca y Tirso de Molina y los poetas Góngora y Quevedo. Este último logró esquivar la censura y criticó la situación política y socioeconómica que vivía España. En arte la nómina de grandes figuras fue similar. El Barroco dejó arquitectos como Gómez de Mora y los hermanos Churriguera, los escultores Gregorio Fernández y Martínez Montañés y los pintores Ribera, Zurbarán, Velázquez (cumbre de la pintura barroca), Murillo, entre otros. TEMA 10. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII 10.1. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: LA GUERRA DE SUCESIÓN Y EL SISTEMA DE UTRECHT Carlos II de Habsburgo murió en 1700 sin descendencia. Antes de morir, designó heredero en su testamento a Felipe de Anjou, nieto del rey francés Luis XIV. Sin embargo, el archiduque Carlos de Austria reclamó el trono y no aceptó el testamento. Sus aspiraciones fueron apoyadas por varias potencias europeas, para evitar que los Borbones reinaran en Francia y España al mismo tiempo. Así se formó una coalición (Alianza de La Haya) integrada por Austria, Inglaterra, Holanda, Prusia, Saboya y Portugal, que inició una guerra en 1701 contra los Borbones. La guerra de Sucesión tuvo dos ámbitos: 1. Exterior, pues el conflicto implicó a casi toda Europa 2. Interior. En España fue un enfrentamiento civil entre los partidarios de Felipe de Anjou (mayoritariamente castellanos, partidarios de las políticas centralistas que habían aplicado los Borbones en Francia) y los del candidato Habsburgo (aragoneses foralistas, partidarios de mantener el modelo político de los Austrias) La contienda fue bastante equilibrada. La Alianza llevó la iniciativa al inicio, pero las tropas borbónicas reaccionaron y lograron dos importantes victorias en Almansa (1707) y Brihuega y Villaviciosa (1710). En 1711 se produjo un hecho de gran importancia. El emperador germánico y hermano del archiduque murió, y Carlos heredó el trono austríaco y germánico. La Alianza se mostró entonces reacia de aupar al trono a un “nuevo Carlos V”, paralizó la guerra y propuso iniciar las negociaciones de paz. La paz se plasmó en el Tratado de Utrecht (1713). Felipe fue aceptado como rey de España, aunque Cataluña y Baleares continuaron la guerra. A cambio, las potencias obtuvieron grandes beneficios a costa del Imperio español. Flandes, Nápoles, Cerdeña y Milán pasaron a manos de Austria, Saboya anexionó Sicilia y Gran Bretaña los enclaves estratégicos de Gibraltar y Menorca. Además, los ingleses consiguieron privilegios comerciales en América, como el navío de permiso y el asiento de negros, y lograron que se aprobara una política de “equilibrio” para Europa, es decir, ninguna potencia debía tener una posición hegemónica sobre las demás (como España y Francia anteriormente). Por tanto, en la paz de Utrecht España quedó convertida en una potencia de segundo orden. 10.2. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: CAMBIO DINÁSTICO. LOS PRIMEROS BORBONES Tras la Guerra de Sucesión, los Borbones se consolidaron en el trono de España. El primer Borbón fue Felipe V (1700-1746). En política interna, emprendió una profunda reforma del Estado, basada en el modelo absolutista y centralista francés. Posiblemente la medida más trascendente que adoptó el nuevo rey en este sentido fueron los Decretos de Nueva Planta, que suprimieron los fueros e instituciones de la Corona de Aragón y en su lugar se impusieron las castellanas, lo que permitió avanzar hacia un Estado centralista, legal y administrativamente uniforme (las mismas leyes para todo el territorio), con la excepción de Navarra y País Vasco, que conservaron sus fueros. Por otro lado, en política exterior, se intentaron reparar parte de las pérdidas territoriales del Tratado de Utrecht. La segunda esposa del rey, Isabel de Farnesio, se centró en los territorios italianos, donde quiso que reinaran sus hijos. Para conseguirlo se buscó la alianza con Francia, que se plasmó en dos Pactos de Familia (1733 y 1743). En ellos se acordaba que Francia ayudaría a España en sus objetivos en Italia a cambio del apoyo militar español a Francia en las guerras europeas en las que se involucrara. Así, los infantes Felipe y Carlos (futuro Carlos III) ocuparon el trono de Parma y Nápoles respectivamente. Fernando VI (1746-1759) siguió una política de neutralidad en el exterior. Su secretario más importante fue el marqués de Ensenada que buscó la reordenación de la Hacienda. En el interior, mediante el llamado “catastro de Ensenada”, trató de implantar un impuesto único que no se llevó a cabo por la oposición de los privilegiados (pues pretendía que nobleza y clero pagaran por sus bienes inmuebles). Además, mejoró las relaciones comerciales con las colonias americanas gracias a un amplio programa de construcción de barcos, que también tenía como objetivo defender las colonias de las ambiciones inglesas. Sus medidas de renovación intelectual, como la creación de la Academia de Medicina, la Aacademia de Bellas Artes de San Fernando o los viajes científicos abrieron el camino para la llegada del despotismo ilustrado con el siguiente Borbón, Carlos III. 10.3. LA ESPAÑA DEL SIGLO XVIII: REFORMAS EN LA ORGANIZACIÓN DEL ESTADO. LA MONARQUÍA CENTRALISTA Felipe V emprendió, una vez consolidado en el trono, una profunda reforma del Estado, basada en el modelo absolutista y centralista francés. Posiblemente las medidas más trascendentes que aprobó el nuevo rey fueron los Decretos de Nueva Planta, implantados en los territorios de la Corona de Aragón, que habían apoyado al archiduque en la Guerra de Sucesión. Se suprimieron sus fueros e instituciones y en su lugar se impusieron las castellanas. Así, las aduanas entre ambos reinos desaparecieron y los decretos permitieron avanzar hacia un Estado centralista, legal y administrativamente uniforme (las mismas leyes para todo el territorio), con la excepción de Navarra y País Vasco, que conservaron sus fueros por haber apoyado a Felipe V en la guerra. Los decretos inauguraron una nueva organización territorial. Se suprimieron los virreinatos y en su lugar se crearon provincias. Además, “importaron” de Francia la figura del intendente, un alto funcionario del Gobierno encargado de supervisar la economía y la recaudación de impuestos y supervisar el nuevo modelo político y administrativo creado, pues había uno por cada provincia. Pero los decretos no fueron la única medida. Los Borbones se aseguraron que el poder del rey se situaba por encima de cualquier otra institución. Las Cortes quedaron reducidas a funciones protocolarias, y el sistema de Consejos perdió peso. Fueron sustituidos por los secretarios de despacho (antecedente de los ministerios). Por otra parte, los Borbones reformaron el sistema fiscal. El objetivo era racionalizar la Hacienda y crear una “contribución única” en todo el Estado para recaudar lo suficiente a través del intendente y así evitar los riesgos de bancarrota. Este fue el proyecto del marqués de la Ensenada (secretario con Fernando VI), que planteó un catastro (recuento de población para estimar la recaudación) para que la población (incluidos nobleza y clero) pagaran por sus bienes inmuebles. Sin embargo, la compleja tributación del Antiguo Régimen (la nobleza cobrara impuestos propios en sus señoríos) y el rechazo de los privilegiados dificultaron el cumplimiento de los objetivos. 10.4. LA PRÁCTICA DEL DESPOTISMO ILUSTRADO: CARLOS III Carlos III heredó el trono de su hermano Fernando en 1759 y reinó hasta 1788. El nuevo rey se mostró partidario de aplicar algunas de las ideas ilustradas que llegaban procedentes de Francia, siempre y cuando estas no atentaran contra el poder de la monarquía absoluta y la división estamental de la sociedad. Esta forma de gobernar, practicada también por otros monarcas de la época, es conocida como despotismo ilustrado, que resume su esencia en la frase “todo para el pueblo, pero sin el pueblo”. Su reinado tuvo dos etapas: 1.1759-1766. Estos años se caracterizaron por las reformas de los ministros italianos que acompañaron al rey y que ya habían colaborado con él en el reino de Nápoles. El ministro Sabatini llevó a cabo una importante remodelación urbanística y de saneamiento de Madrid y Esquilache aprobó cambios en la vestimenta y los usos y costumbres de los madrileños. Las medidas de Esquilache, junto a su fracasada liberalización del precio del trigo (cuyo objetivo fue paliar la escasez de grano de la época), provocaron un motín que se expandió por todo el país y que forzó al rey a cambiar de ministros en 1766. 2. 1766-1788. En esta etapa el impulso reformista vino de los ministros españoles. Dada su situación de atraso respecto a otros reinos europeos, la economía centró buena parte de su interés. Para debatir reformas y proyectos se fundaron las Sociedades Económicas de Amigos del País, que eran agrupaciones de economistas ilustrados. Desde ellas se propusieron reformas como la agraria. Campomanes (como posteriormente haría Jovellanos), propuso que las tierras pudieran ser capitalizadas (vendidas), para que el inversor que las comprara las sacara un rendimiento mayor. El monarca puso especial interés en fomentar también el comercio. El nuevo Estado absoluto abordó una mejora de las comunicaciones para intentar formar un mercado nacional. Se impulsó un plan de carreteras para enlazar Madrid con la periferia, se desarrolló la construcción naval y se decretó el libre comercio de los puertos españoles con los americanos (se mantuvo el monopolio). Todo esto permitió desarrollar la industria en las zonas de la periferia (Galicia, País Vasco, Valencia y sobre todo en Cataluña), pues allí se promovió la fabricación de productos para satisfacer la demanda de los virreinato Además, los ilustrados mostraron una gran preocupación por el nivel cultural de España y trazaron una nueva política educativa. Para potenciar y renovar la ciencia permitieron la entrada de publicaciones ilustradas y fomentaron su estudio en las universidades y otras instituciones educativas que se crearon entonces, como las Reales Academias. Así, lograron que la Ilustración se plasmara en varios campos literarios y científicos, como la filología, la historia, la economía, las matemáticas y la botánica. Sin embargo, los logros de los ilustrados fueron limitados. Aunque hubo avances significativos, principalmente en cultura y ciencia, lo cierto es que las necesidades de la mayoría de la población, que vivía con rentas bajísimas, no fueron satisfechas. Además, la voluntad reformadora chocó con el conservadurismo de la nobleza y el clero, decididos a impedir todo cambio con su influencia. 10.5. EVOLUCIÓN DE LA POLÍTICA EXTERIOR EN EUROPA Después de la firma del Tratado de Utrecht (1713), España perdió el Imperio europeo y se convirtió en una potencia de segundo orden. Así, los objetivos cambiaron respecto a la época de los Austrias. En el siglo XVIII la política exterior se centró en defender América de las ambiciones inglesas y en intentar recuperar los territorios perdidos en Utrecht. Para ello se buscó la alianza con Francia y se reforzó la Armada. Durante el reinado de Felipe V se intentaron recuperar los territorios italianos que se habían cedido a Austria en Utrecht. Para ello se firmaron con Francia dos Pactos de Familia (1733 y 1743), por los que se acordaba que Francia ayudaría a España en sus objetivos en Italia a cambio del apoyo militar español a Francia en las guerras europeas en las que se involucraran los franceses. Así, los infantes Felipe y Carlos (futuro Carlos III) ocuparon el trono de Parma y Nápoles respectivamente. Fernando VI siguió una política de neutralidad y pactismo con las potencias. Los mayores esfuerzos se dirigieron a potenciar el ejército y la flota naval para proteger América. Además, compró el navío de permiso a Gran Bretaña. Por último, Carlos III se involucró de nuevo en conflictos externos. Participó en la Guerra de los Siete Años junto a Francia tras firmas un tercer Pacto de Familia. Al ser derrotados, tuvo que ceder Florida a Gran Bretaña. Sin embargo, posteriormente entró en la Guerra de la Independencia de EEUU apoyando a las 13 colonias y a Francia, contra Gran Bretaña, lo que le permitió recuperar Florida y Menorca. 10.6. LA POLÍTICA BORBÓNICA EN AMÉRICA En América, los Borbones también introdujeron cambios. Como en España, trataron de reforzar las estructuras estatales y obtener de las colonias el máximo partido económico. Para ello, realizaron varias reformas: En primer lugar, reformas de tipo administrativo. Los virreinatos se dividieron y pasaron a ser cuatro: Nueva España, Perú, Nueva Granada y Río de la Plata. En cada uno de ellos los intendentes (que tenían las mismas funciones que en la Península) sustituyeron a los antiguos gobernadores de la época de los Austrias. Los objetivos de estas medidas eran aumentar la eficacia administrativa y asegurar y potenciar el control económico de las colonias. Además, prohibieron a los criollos (descendientes de españoles en América) ocupar (y comprar) cargos públicos. En segundo lugar, también tomaron decisiones económicas. Revitalizaron la agricultura y la minería mediante la creación de escuelas y academias especializadas y potenciaron el comercio. Se fomentó el desarrollo naviero y decretó, en 1778, el libre comercio de los puertos españoles con los americanos (aunque se mantuvo el monopolio). Todo esto permitió desarrollar la industria en las zonas de la periferia peninsular (Galicia, País Vasco, Valencia y sobre todo en Cataluña), pues allí se promovió la fabricación de productos para satisfacer la demanda de los virreinatos, que ante la pobre oferta de la metrópoli comerciaban con contrabandista. Estas reformas, a medio, plazo, supusieron un choque con la población criolla, que desde finales de siglo (influidos por los comerciantes ingleses), empezaron a aspirar al control económico y político de América. Por ello, este grupo social protagonizó los procesos de independencia del siglo XIX. 10.7. LA ILUSTRACIÓN EN ESPAÑA La Ilustración fue una corriente cultural y de pensamiento surgida en Francia en el siglo XVIII. Sus principios se resumen en la confianza en la razón y el conocimiento científico frente a la tradición y la superstición, el impulso económico, social y cultural para lograr progreso y la crítica al Antiguo Régimen, que lastraba ese progreso. Llegó a España en el primer tercio de siglo. Desde entonces y hasta 1750 aproximadamente, se formó una primera generación de ilustrados, encabezada por el padre Feijoo. Este autor, en su obra Teatro crítico universal, criticaba por primera vez en la historia la incultura y las tradiciones sin fundamento científico y se mostraba partidario de desarrollar la ciencia y la técnica. Desde mediados de siglo se formó una segunda generación de pensadores ilustrados. Estuvo protagonizada por los ministros de Carlos III (Campomanes, Aranda, Jovellanos, Olavide, Floridablanca) y artistas como Goya. Reflexionaron acerca de los problemas de la economía y la sociedad española. Para modernizarlas, se mostraron partidarios de potenciar y renovar la ciencia, permitir la entrada de publicaciones ilustradas francesas y fomentar su estudio en las universidades y otras instituciones educativas que se crearon entonces, como las Reales Academias. Criticaron la incultura y propusieron mejorar la educación, que debía fundamentarse en la mejora de la investigación y el desarrollo del pensamiento científico. De esta manera, pensaban, se dinamizaría la economía. Además, propusieron reformas económicas concretas a través de las Sociedades Económicas de Amigos del País, como la publicada por Jovellanos en su Informe sobre la Ley Agraria, en el que aseguraba que los mayorazgos y las tierras en “manos muertas” lastraban la economía del país, y propuso desvincularlas para venderlas a nuevos propietarios y así obtener mayor rendimiento de ellas.