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Universidad Don Bosco
Historia de la Iglesia en América Latina.
Tema 1: Razones de un estudio propio de Historia de la Iglesia en América Latina
Introducción
Para estudiar la Historia de la Iglesia en América Latina, necesitamos hacer una
ubicación temporal en el tratado general de la Historia de la Iglesia.
Tres grandes pasos ha dado la historia general: primero, del siglo I al VII; el segundo,
del siglo VIII al XV; tercer paso, del siglo XVI hasta hoy. Entre el paso dos y tres
ubicamos la Historia de la Iglesia en América Latina, como una realidad inserta en lo
más profundo de la Iglesia.
Otro dato importante, como introducción, es la constatación de la realidad de la
cultura latinoamericana. Entendemos el concepto “cultura” como “todo aquello con lo
que el hombre afina y desarrolla sus innumerables cualidades espirituales y
corporales; procura someter el mismo orbe terrestre con su conocimiento y
trabajo; hace más humana la vida social, tanto en la familia como en toda la
sociedad civil, mediante el progreso de las costumbres e instituciones;
finalmente, a través del tiempo expresa, comunica y conserva en sus obras
grandes experiencias espirituales y aspiraciones para que sirvan de
provecho a muchos, e incluso a todo el género humano” (GS 53).
Generalidades
La Historia de la Iglesia en América Latina tiene tres etapas básicas que se pueden
organizar así:
1. Primera etapa (1492-1807)
El dominio hispánico y lusitano, el mercantilismo y la exclusividad católica son los
elementos básicos de estos siglos.
Primeros pasos (1492-1519/1559): primeros pasos de la evangelización y de la
organización de la Iglesia a través del patronato. Surgimiento de Montesinos y
Bartolomé de las Casas, con las Nuevas Leyes de Indias.
Grandes misioneros (1519-1559): la evangelización al estilo de “tabla rasa”, que
buscaban la expansión de la una religión que justificaba la dominación. Luego, la
defensa de los indios por parte de varios personajes.
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Organización y afianzamiento de la Iglesia (1551-1620): concilios regionales de
México y Lima; fundación de nuevas diócesis, divididas en parroquias y doctrinas; la
Iglesia dependía de Europa.
La Iglesia misionera frente a la civilización hispánica (1620-1700): Fundación de la
Propaganda Fidei; el nacimiento, desarrollo y muerte de las reducciones;
enfrentamientos con el Patronato.
Decadencia borbónica (1700-1808): los problemas políticos de la península
repercutieron en las colonias americanas y en la Iglesia; esto significó para América
aislacionismo, separatismo y falta de misioneros; expulsión de los jesuitas de
territorios hispánicos; la sociedad colonial cayó en letargo.
2. Segunda etapa (1808-Vaticano II)
La noche de la historia de la Iglesia en América Latina.
La crisis de la independencia (1808-1825): Los obispos tuvieron una aptitud ambigua;
el clero respaldó la revolución al apoyar a los ejércitos patriotas; La Iglesia tuvo que
buscar un nuevo modo de ser.
Ahondamiento de la crisis (1825-1850): la Iglesia sufrió la presencia de una ideología
educativa antieclesial, y la romanización de la Iglesia en América Latina; gestación de
una revolución institucional e ideológica en donde se presenta la pacificación y lenta
organización de los nuevos grupos en las distintas naciones; aumenta la crisis entre
Iglesia y Estado.
Ruptura del a relaciones Iglesia-Estado (1850-1930): imperialismo capitalista y
oligárquico unido al positivismo; Concilio Plenario Latinoamericano; liberalismo como
movimiento que transformó la conciencia colectiva de América Latina; sociedad
pluralista; lucha entre conservadores y lieberales.
Hacia una nueva cristiandad (1930-1962):
la Iglesia frente al populismo;
afianziamiento de la acción católica; desarrollo del sindicalismo y el cooperativismo;
Conferencia de Rio y la creación del CELAM; progreso del comunismo y el
protestantismo; lucha social; la Iglesia toma conciencia de su deber social y político
3. Tercera etapa (Vaticano II hasta hoy)
Tiene lugar aquí las crisis del capitalismo periférico, que se manifiesta como la
consolidación del dominio del Norte sobre el Sur; y al mismo tiempo la creciente
tendencia liberacionista, cuya teología ha sido criticada y vista con sospecha por la
Santa Sede, En esta etapa la Iglesia comienza a vivir una doble visión: por un lado, el
tradicionalismo: por otro, la liberación. Es cierto que aparecen los regímenes
militares y las dictaduras, los primeros asesinatos de algunos ministros
comprometidos con la causa de los pobres, como sucedió en El Salvador con
monseñor Oscar Romero, asesinado en 1980.
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En esta etapa se han dado conferencias generales del Episcopado Latinoamericano
que han querido dar respuestas a la situación concreta que viven los católicos de
América Latina y el Caribe.
Razones de un estudio propio de Historia de la Iglesia en América Latina1
Aunque la historia de la Iglesia en América Latina constituye un capítulo de la historia
general de la Iglesia, ella merece un tratamiento especial por diferentes razones. Entre
las cuales se citan:
1. Originalidad, porque se trata de un continente joven dentro del panorama
general de la historia, un continente que ha debido apresurarse para encontrar
soluciones que otros pueblos han encontrado, o por lo menos han buscado,
durante siglos. Un continente, hasta cierto punto, homogéneo, con un proceso
de evangelización y dependencia colonial de las metrópolis católicas (España y
Portugal), con un cristianismo que afronta situaciones y problemas similares:
relación con el mundo político y económico, pobreza, y desigualdades sociales
profundas, similares problemas urbanísticos, ambientales y apostólicos, dentro
de una agobiante deuda externa.
2. El desarrollo y fortalecimiento de varios movimientos de reflexión y acción
iniciados en América y que han repercutido en la historia mundial, como: la
doctrina de la escuela de Salamanca acerca de la conquista, la colonización de
América en torno al derecho internacional y los derechos humanos y sociales;
la disputa sobre el origen de la autoridad en los pueblos con motivo de la
independencia a fin de dar una respuesta sobre la conveniencia del régimen
patronal, la elección de gobernantes, y la autoridad de la Iglesia para regir
directamente la grey latinoamericana; la reflexión sobre la revelación de Dios
en Jesucristo como liberador de todo tipo de injusticia, y la violación de los
derechos fundamentales de la persona humana, no de manera abstracta sino en
la vida práctica de los pueblos y los individuos (la teología de la liberación).
3. La incidencia y participación latinoamericana en el contexto de la Iglesia
universal a través de la lucha difícil y no siempre positiva en pro de la libertad
y la autonomía de los pueblos frente al colonialismo y el imperialismo, sea
cualquiera la forma como se manifiesten; el esfuerzo, propiciado por los Papas,
por tener una “voz” en la Iglesia tal como se ha manifestado a través de las
conferencias generales del episcopado latinoamericano. Debido a esto, se habla
del influjo de la fe y de la Iglesia en la vida de los pueblos latinoamericanos.
Latinoamérica vive de modo peculiar la fe cristiana: una fe tradicional, no
exenta de profetismo, heroísmo, santidad, martirio y persecución; una fe que
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J.U. PATIÑO, La Iglesia en América Latina, Bogotá: San Pablo, 2002, pp. 25-28.
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no ha impedido, a veces, las claudicaciones y los indebidos compromisos con el
poder y una posible tolerancia de la injusticia; una fe que ha llevado, en algunos
casos, a soluciones extremas que pueden ser criticables, como el caso de la
violencia armada de algunos miembros de la Iglesia y la rebeldía abierta y
descarada frente a la autoridad eclesial legítimamente constituida. También se
habla del influjo de América Latina en la Iglesia en cuanto a la definición del
concepto “Iglesia: Pueblo de Dios” al esclarecer, en la práctica, la misión del
obispo y del sacerdote como pastores en íntimo compromiso con el pueblo, un
pueblo que en más de una oportunidad, los busca.
4. El patrimonio histórico y cultural que se deben conservar. El trabajo ya se ha
iniciado, pero requiere de expertos, empezando por los pastores y los
científicos, con el múltiple objetivo de: rescatar y conservar lo que se tiene,
estudiarlo científicamente, y usarlo adecuadamente como medio de regresar a
las raíces propias de nuestro pueblo.
De acuerdo a lo anterior, la historia de la Iglesia en América Latina pretende la
formación de personas con mentalidad histórica, científica y abierta a los problemas
del mundo, de América Latina y de la Iglesia, principalmente la Iglesia latinoamericana,
elemento esencial de la cultura de estos pueblos. Personas capaces de ser maestros e
investigadores con capacidad de hacer avanzar las fronteras de la ciencia teniendo
presente: Primam esse historiae legem ne quid dicere falsi audeat, deinde ne quid veri
non audeat” (“Lo primero es leer la historia para que nadie diga que ha escuchado
cosas falsas, ni diga que no ha escuchado la verdad”). Debido a ello la intención aquí
no es otra que construir a que quienes se preparan para incidir en el futuro
desenvolvimiento de la Iglesia latinoamericana, tengan visiones abiertas de la historia
en el contexto regional y mundial, sean capaces de participar científicamente en la
conservación del patrimonio histórico de la Iglesia, y posean elementos de análisis
para una reflexión teológica y una acción pastoral en diálogo con el mundo de hoy.
A pesar de ellos, se debe tener presente que la historia de la Iglesia en América
Latina puede ser manipulada y tergiversada por descontextualización y anacronismos,
por someterla a presupuestos apriorísticos, dentro de los cuales tiene que darse la
interpretación histórica, por presuponer que esta historia sirve como arma de la
reacción o para la revolución, o por cribar los datos históricos de acuerdo a las
conveniencias y caprichos personales. Teniendo presente lo anterior, se dice que al
historiador no le toca alinearse o ser defensor o acusador de personas o
acontecimientos, ni defender ni acusar incondicionalmente personas y sucesos; sólo
tiene que verificar y estudiar los hechos, respetando la subjetividad de las personas
para dar juicio honesto, diferenciando los hechos del juicio histórico, pero dejando
abierta la posibilidad para que otros hagan su propio juicio.
Finalmente, el historiador es una persona con una posición en la vida; analiza los
hechos desde su visión personal pero sin tergiversarlos ni prejuzgar las intenciones
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ajenas; se acerca a los documentos y trata e verificar el contexto histórico. El
historiador, sobre todo el de la Iglesia, debe conservar la diferencia entre lo sucedido y
la interpretación de lo sucedido; si es respetuoso y objetivo, la presentación del hecho
se puede prestar al diálogo creativo con quienes, frente al mismo acontecimiento,
tienen interpretaciones diferentes.
La mirada de fe sobre la historia es, para quien la tiene, la condición para darle
sentido trascendente, pero no puede ser el acicate para amañar los hechos por
criterios apologéticos, para condenar la subjetividad de los demás, o para combatir
posiciones ideológicas ajenas; la fe no es impedimento para la objetividad, sino
estímulo para la interpretación de la historia en toda su profundidad. El apostolado
del historiador de fe se realiza a través del respetuoso diálogo con el fin de que otros
puedan ver la importancia y el sentido totalizador de una visión de fe sobre la historia.
A manera de información general, se dice que américa Latina debe sr insertada en
el mundo español teniendo presente ocho tesis (si se tiene en cuenta la respuesta o
positiva o negativa frente al derecho de la corona española para la evangelización y la
colonización): misional o expansión de la fe; absolutista o de donación; arbitral o de
mediación papal; derecho personal o de los indígenas a ser evangelizados;
internacionalista o títulos jurídicos para justificar lo realizado en América;
institucional o encargo del Papa para evangelizar; el vicario regio o potestad
administrativa; y la regalista.