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Colegio Chile
Departamento de Historia
Ciudad Contemporánea
Electivo
GUIA DE ESTUDIO
Unidad 1: La Ciudad en la Historia
Mesopotamia
Mesopotamia (entre ríos): es el nombre por el cual se conoce a la zona del Oriente Próximo
ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates, si bien se extiende a las zonas fértiles contiguas a la franja
entre los dos ríos, y que coincide aproximadamente con las áreas no desérticas del actual Irak. El
término alude principalmente a esta zona en la Edad Antigua.
La agricultura y la ganadería se impusieron entre el 6000 y el 5000 a. C., suponiendo la entrada de
lleno al Neolítico. Durante este período, las nuevas técnicas de producción que se habían
desarrollado en el área neolítica inicial se expandieron por las regiones de desarrollo más tardío,
entre ellas la Mesopotamia interior. Este hecho conllevó el desarrollo de las ciudades
Las primeras ciudades fueron constituidas entre el 5600 y el 5000 a. C., culturas de HassunaSamarra y entre el 5600 y el 4000 a. C por la cultura Halaf.
La civilización urbana siguió avanzando durante el período de El Obeid (5000 a. C. – 3700 a. C.) con
avances en las técnicas cerámicas, de regadío y la construcción de los primeros templos urbanos.
Tras El Obeid, se sucede el Período de Uruk, en el cual la civilización urbana se asentó
definitivamente con enormes avances técnicos.
Después del año 3000 a. C. los sumerios crearon en la baja Mesopotamia un conjunto de ciudadesEstado: Uruk, Lagash, Kish, Uma, Ur, Eridu y Ea cuyo medio económico se basaba en el regadío. En
ellas había un rey absoluto, que se hacía llamar «vicario» del dios protector de la ciudad. Fueron
los primeros en escribir (escritura cuneiforme), también construyeron grandes templos.
La difusión de los avances de la cultura de Uruk por el resto de Mesopotamia meridional dio lugar
al nacimiento de la cultura sumeria. Estas técnicas permitieron la proliferación de las ciudades por
nuevos territorios y regiones. Estas ciudades pronto se caracterizaron por la aparición de murallas,
lo que parece indicar que las guerras entre ellas fueron frecuentes.
No había ventanas y la luz se obtenía del techo. Se preocupaban de la vida terrenal y no de la de
los muertos, por tanto las edificaciones más representativas eran: el templo y el palacio.
El templo era un centro religioso, económico y político. Tenía tierras de cultivo y rebaños,
almacenes (donde se guardaban las cosechas) y talleres (donde se hacían utensilios, estatuas de
cobre y de cerámica).
El urbanismo regulado estuvo presente en algunas ciudades, como la Babilonia de Nabucodonosor
II, mayoritariamente en damero. Puede dividirse en tres grupos, asociados a su vez a tres tipos
culturales. En cualquiera de ellos hay que distinguir unos elementos planeados y otros (el grueso
residencial, dividido en barrios) que no. Se han observado grandes diferencias entre las parcelas y
las viviendas de un mismo barrio, planteándose la hipótesis de que algunos barrios pueden
responder antes una determinada vivienda, de mayor posición, o servirla.
Urbanismo sumerio: Típico del sur de Mesopotamia, cuyas poblaciones (Ur, Uruk, Lagash, etc.) se
convirtieron pronto en ciudades-Estado. Parecen nacer de una primitiva ciudad-templo de
contorno ovalado y trazado ortogonal, protegida por torres defensivas y fosos. El templo, en una
posición central y que suele ser un zigurat, domina toda la ciudad.
Plano ortogonal: El plano ortogonal se basa en calles paralelas y perpendiculares, formando una
cuadrícula o damero; es el preferido desde antiguo, y ciudades como Alejandría fueron
construidas mediante este tipo de plano.
Urbanismo acadio y babilónico: Es el urbanismo de la zona central de Mesopotamia, y reúne
cualidades tanto del urbanismo del norte como del sur. El templo se coloca en el centro de la
ciudad, pero las fortalezas y los palacios se disponen junto a las murallas. La ciudad se ordena
mediante una serie de calles principales, como la Avenida de las Procesiones de Babilonia, que
delimitan unos barrios cuyo crecimiento no está planeado.
Urbanismo asirio: Se dio en el norte de Mesopotamia y es el más riguroso. Las ciudades,
amuralladas y con fosos navegables, colocan sus edificios públicos (palacios y templos) en sus
bordes, en forma de torres o fortalezas; ejemplo de ello es el complejo palaciego de Sargón II en
Dur Sharrukin.
Egipto
El Antiguo Egipto fue una deslumbrante civilización que surgió al agruparse los asentamientos
situados en las riberas del cauce medio y bajo del río Nilo. Tuvo tres épocas de esplendor en los
periodos denominados por los historiadores: Imperio Antiguo, Imperio Medio e Imperio Nuevo.
Históricamente, fue dividido en Alto y Bajo Egipto, al sur y al norte, respectivamente.
La civilización egipcia se desarrolló durante más de 3.000 años. Comenzó con la unificación de
varias ciudades del valle del Nilo, alrededor del 3150 a. C., y se da convencionalmente por
terminado en el 31 a. C., cuando el Imperio romano conquistó y absorbió el Egipto ptolemaico,
que desaparece como Estado.
El Nilo fue la clave para el éxito de la civilización egipcia, ya que éste permitía el aprovechamiento
de los recursos y ofrecía una significativa ventaja sobre otros oponentes: el légamo fértil
depositado a lo largo de los bancos del Nilo tras las inundaciones anuales significó para los
egipcios el practicar una forma de agricultura menos laboriosa que en otras zonas, liberando a la
población para dedicar más tiempo y recursos al desarrollo cultural, tecnológico y artístico.
La vida se ordenaba en torno al desarrollo de un sistema de escritura y de una literatura
independientes, así como en un cuidadoso control estatal sobre los recursos naturales y humanos,
caracterizado sobre todo por la irrigación del fértil valle del Nilo y la explotación minera del valle y
de las regiones desérticas circundantes, la organización de proyectos colectivos, el comercio con
las regiones vecinas de África del este y central y con las del Mediterráneo oriental y, finalmente,
por empresas militares que mantuvieron una hegemonía imperial y la dominación territorial de
civilizaciones vecinas en diversos períodos. La motivación y la organización de estas actividades
dependían de una élite sociopolítica y económica que alcanzó consenso social por medio de un
sistema basado en creencias religiosas, bajo la dirección del Faraón, un personaje semidivino,
generalmente masculino, perteneciente a una sucesión de dinastías, no siempre del mismo linaje.
Los ciudadanos solían correr alrededor de su templo principal y, a excepción de los centros
administrativos o de barriadas con un objetivo preciso (como el barrio obrero de Amarna), no se
hacía una planificación previa.
No había barrios ricos y pobres, las casas se mezclaban y eran de disposición y tamaño semejante,
salvo para los personajes de clase alta. En general, los miembros de una misma familia vivían en un
mismo barrio.
Grecia
La polis aparece para los griegos como el espacio ordenado y delimitado, seguro y regulado, que le
da sentido a sus acciones y a las relaciones con sus semejantes.
Desde el siglo VIII a.C. empiezan a surgir las primeras polis (ciudades-estado) gobernadas por
oligarquías locales, comenzando una fase de recuperación de la Edad Oscura anterior. La
monarquía, que fue la forma de gobierno que dirigió los destinos de Atenas durante esta primera
etapa, fue sustituida a principios del siglo VII por un gobierno aristocrático (el arcontado), que se
mantuvo hasta 594 a.C., cuando la constitución de Solón sustituyó la oligarquía por la timocracia
(gobierno de aquellos que alcanzan un determinado nivel de riqueza). A mediados del siglo VI a.C.,
Pisístrato se hizo con el poder e instauró una tiranía (gobierno personal), que se mantuvo hasta
que, años después, Clístenes (507 a.C.) proporcionó a Atenas una constitución democrática.
Durante todo este tiempo, la ciudad prosperó bajo la protección de Atenea y, aunque fue
destruida por los persas en el siglo V a.C., su prestigio creció enormemente como consecuencia de
las victorias en las guerras médicas. Bajo la dirección de Pericles, Atenas alcanzó su apogeo y se
convirtió en la primera potencia indiscutible del mundo heleno. Fue en esta época cuando se
configuró definitivamente la Atenas clásica, levantándose la mayor parte de los monumentos de la
Acrópolis (el Partenón, el Erecteion, los Propileos...) y del Ágora cuyos restos han llegado a
nuestros días. Atenas, bien protegida por sus murallas (obra de Temístocles) y por su flota, llegó a
contar con nada menos que 200.000 habitantes repartidos en un área de 2.150.000 m2.
La Acrópolis de Atenas puede considerarse la más representativa de las acrópolis griegas. La
acrópolis era, literalmente, la ciudad alta y estaba presente en la mayoría de las ciudades griegas,
con una doble función: defensiva y como sede de los principales lugares de culto. La de Atenas
está situada sobre una cima, que se alza 156 metros sobre el nivel de mar. En la ladera sur de la
Acrópolis se encuentran los restos de otros edificios entre los que destaca un teatro al aire libre
llamado Teatro de Dioniso, donde estrenaron sus obras Sófocles, Aristófanes y Esquilo.
El ágora de Atenas era el centro de la actividad comercial, social y política de la antigua ciudad de
Atenas. Un amplio espacio abierto, flanqueado por una acumulación de edificios públicos. Con el
tiempo, fue adquiriendo una mezcla de funciones:
Centro de gobierno: Era, entre otros, el lugar donde los atenienses se reunían para discutir sus
leyes y decidir el futuro político de su ciudad, el cual solía depositarse en manos de aquellos que
mejor dominasen la oratoria, el arte de convencer. La filosofía de Sócrates, o, con más exactitud,
los inmortales diálogos platónicos (y la Academia de Platón, cuyas puertas estuvieron abiertas
durante más de ocho siglos) le dieron a nuestra forma de pensar, unas bases imperecederas,
nacidas en el seno de un grupo de amigos de la Sofía (sabiduría) que se oponía a aquella
democracia, del ágora, que dejaba el futuro de la ciudad en manos de sofisticados oradores y
demagogos.
Hasta las reformas de Clístenes era el lugar de concentración de la Ekklesía (Asamblea).
El ágora ateniense se convirtió en una zona residencial durante las ocupaciones romana y
bizantina. Lo cual se vio indiscutiblemente en las nuevas formas implantadas en cuanto al arte de
discutir.
Recinto sagrado: El Ágora era un lugar sagrado, como testimonian numerosos santuarios. Allí se
encontraban templos dedicados a los dioses olímpicos, a Hefestos, a Zeus y a Apolo. También
estaban los tribunales donde se celebraban juicios y donde condenó, entre otros, a Sócrates a
pena de muerte por, según sus acusadores, corromper a los jóvenes e introducir dioses nuevos.
Mercado: Su vitalidad era aumentada por la Vía de las Panateneas o Panatenaica (nombre
antiguo), la carretera principal para acceder a Atenas, —después de trasponer la Puerta de
Dípylon—, y que en ocasiones fue el escenario principal de la procesión que la cruzaba durante las
fiestas de las Panateneas.
Areópago: monte situado al oeste de la Acrópolis de Atenas, sede del Consejo que allí se reunió
desde el 480 a. C. hasta el 425 d.C.
El Odeón de Pericles u Odeón de Atenas fue un odeón de unos 4.000 m² construido en la parte
sureste al pie de la Acrópolis en Atenas, cerca del teatro de Dioniso, bajo mandato de Pericles. Se
utilizaba para las representaciones musicales, que empezaron en el año 446 a. C.1
Imperio Romano - Roma
Civitas: Conjunto de ciudadanos que viven en una ciudad; verdadero sentido al concepto de ‘vivir
en comunidad’.
“Civilización” es, ante todo, un concepto de lo que ha de ser la vida en comunidad para desarrollar
una vida plena y satisfactoria, basada sobre todo en las oportunidades que ofrece la vida urbana.
Lo desarrolló y extendió el Imperio Romano en las amplias regiones que rodean el Mediterráneo,
desde la oscura y húmeda Escocia al cálido Valle del Nilo, desde las costas áridas de Marruecos a la
caudalosa desembocadura del Danubio.
El mundo romano nació y se desarrolló entre el 753 a.C. —fecha de la fundación de Roma— y el
476 d.C. —año en que fue depuesto el último emperador romano de Occidente—.
Por el contrario, el fundamento de la economía romana fue siempre la agricultura y la ganadería; y
el grupo más numeroso de la población vivió siempre en el campo, en pequeñas granjas o
trabajando en grandes latifundios. El campo proporcionó en Roma la base de la subsistencia
económica, y la producción rural bien organizada permitió crear excedentes agrícolas y ganaderos
que permitieron la existencia de las ciudades, donde vivía una población importante dedicada a
otras muchas actividades diferentes.
Las ciudades fueron los principales focos de actividad industrial y artesanal. Fue en las ciudades
donde se concentró la actividad artística y filosófica, donde surgieron nuevas ideas, y desde
donde los políticos y los burócratas crearon uno de los sistemas de convivencia más complejos y
ricos que el mundo había conocido hasta entonces.
Pero los habitantes de la ciudad no producen directamente alimentos, ni muchos de los elementos
esenciales para la vida. En ese sentido la ciudad es parasitaria del campo alrededor, y necesita
mantener una relación equilibrada con él. La ciudad sólo puede sobrevivir si la autoridad mantiene
la paz en los caminos y a lo largo de las rutas marítimas, si los productos del campo llegan
regularmente a los mercados urbanos al tiempo que los objetos fabricados en sus talleres se
distribuyen hacia el campo y hacia otras ciudades y estados.
Fue una paz armada, bajo su tutela y la del poderoso ejército profesional de Roma, que aplastó sin
piedad cualquier revuelta interna y aseguró durante los siguientes cinco siglos las fronteras de un
enorme territorio cuyas rutas internas, las vías, fueron por lo general seguros y eficaces medios de
transmisión no sólo de productos, sino también de los ideales de la civilización romana resumidos
en el concepto de ciudad.
Entre Roma, la urbe por excelencia, y su cabeza, el emperador (denominado princeps, el primero
de los ciudadanos), y las ciudades y campos, se crearon Provincias administradas por poderosos
gobernadores, que actuaban como correa de transmisión de las órdenes que emanaban de Roma.
Como también ocurre hoy en día, a una escala menor a la del Estado central y la de las Provincias
—tan grandes como muchos países de hoy—, la ciudad romana tenía un amplio grado de
autonomía para el gobierno de los asuntos locales. La ordenación jurídica romana fue
enormemente compleja, ya que existieron diferentes estatutos para las ciudades según su origen.
Aquellas fundadas por ciudadanos romanos —colonias— gozaban de un Derecho (ius) privilegiado,
superior al de los municipios (otra palabra que viene del latín) dotados de ‘Derecho romano’ o del
aún inferior ‘Derecho latino’. Todas estas ciudades gozaban a su vez de privilegios superiores a las
de las comunidades peregrinas, originalmente conquistadas y sin rango municipal; estos privilegios
eran a menudo de tipo fiscal.
De todas formas, con el paso del tiempo las ciudades más y más romanizadas fueron unificando
sus derechos y privilegios, y al final sólo títulos ostentosos identificaban la diferente raigambre de
viejas ciudades privilegiadas.
A imitación del Senado de Roma, los municipios contaban con Senados municipales formados por
los aristócratas locales, algunos de los cuales, por sus habilidades políticas o sus ingresos, llegarían
a dar el salto al ‘orden ecuestre’ y a los cargos administrativos y militares del Estado; incluso
llegarían a aspirar al Senado de la misma Roma. Pero estos Senados locales sobre todo articulaban
la vida municipal: de entre ellos salían los candidatos para las magistraturas locales, los aediles —
sus funciones eran similares a las de nuestros concejales—, cuestores y duóviros. Todas las
magistraturas urbanas eran colegiadas —esto es, por parejas— y anuales no renovables, para
evitar excesos de poder.
Además, para eliminar corruptelas, se exigía que los candidatos a magistrados fueran ricos: en
realidad estos cargos, que daban popularidad y prestigio, costaban dinero… a corto plazo. En la
práctica, permitían acceder en la escala social y otorgaban nuevas oportunidades de enriquecerse
a mayor escala en el futuro.
Es evidente que está reducida casta masculina con derecho a cargos políticos es sólo el esqueleto
más visible de la actividad ciudadana. Se consideraba parte de sus obligaciones la construcción a
su costa de templos y edificios públicos —como mercados, bibliotecas, baños públicos—termas—
o anfiteatros— y, a su vez, conmemoraban sus actividades con estatuas monumentales del
emperador reinante, o de ellos mismos, acompañadas de las oportunas inscripciones
monumentales —epigrafía— que recordaran los autores y el por qué de las grandes obras.
Bajo la élite municipal estaba la masa de la población, buena parte de ella sin la protección
otorgada por la ciudadanía romana. La formaban artesanos, mercaderes, campesinos cuyas
granjas estaban en las cercanías de la ciudad, esclavos domésticos y públicos y el creciente grupo
de los libertos, antiguos esclavos que habían obtenido —por gracia de su dueño o por compra— su
libertad.
Urbanismo en Roma
Por lo general las ciudades romanas, al menos las fundadas de nueva planta, presentaban un
trazado regular, con calles cortadas en ángulo recto, pavimentadas con losas que cubrían
alcantarillas y cloacas, y dotadas de baños públicos que recibían agua potable a veces desde
muchas decenas de kilómetros, traída mediante acueductos que eran asombrosas obras de
ingeniería hidráulica.
El centro de la vida de la ciudad estaba en el Foro, amplia y despejada plaza pública a la que se
abrían los principales edificios: el templo de culto a Roma, a Júpiter y al Emperador (capitolium);
el mercado —a menudo algo apartado y cercado con altos muros para impedir olores—; los
pórticos donde los habitantes podían reunirse a cotillear de lo divino y lo humano a salvo del sol
del verano o de la lluvia invernal; la Curia donde se reunía el Senado municipal; los archivos
municipales.
En las cercanías de ese centro neurálgico de la ciudad estaban las termas o baños públicos, que
eran mucho más que un centro de higiene: con sus gimnasios, bibliotecas, saunas y jardines, las
termas eran los grandes centros de ocio cotidiano de la ciudad romana, y un signo infalible para la
piqueta de los arqueólogos de la llegada de la civilización incluso a los rincones más remotos del
Imperio.
Por supuesto, una gran ciudad —y muchas pequeñas— no estaba completa sin su teatro y sobre
todo sin su anfiteatro para gladiadores y su circo para las carreras de carros. Las luchas de
gladiadores, que antaño durante la República habían tenido un carácter sacro como homenaje
ritual a muertos ilustres, se convirtieron en el Imperio en espectáculos de masas. Los mejores
gladiadores y aurigas de carros, a menudo esclavos, eran las estrellas de masas, e incluso las ricas
damas romanas se disputaban sus favores.
La ciudad exigía un aprovisionamiento masivo, constante y estable. Los acueductos traían
constantemente agua de presas y manantiales lejanos. Todas las mañanas, caravanas de carros
tirados por bueyes y mulas acarreaban productos del campo, alimentos y leña, pieles y carne,
pescado incluso. Los ricos podían permitirse exquisiteces gastronómicas —muchas de las cuales
hoy nos harían vomitar— importando productos incluso desde miles de kilómetros de distancia.
Los buenos vinos y aceites traídos por mar eran una industria floreciente que además daba trabajo
a miles de alfareros que fabricaban las ánforas o recipientes de cerámica donde se transportaban
los preciados caldos. Las obras de construcción, constantes, exigían abrir enormes canteras de
mármol, de caliza, de gravas, de arena. Las mezclas de hormigón, la fabricación de ladrillos, la
labra de vigas de madera, la talla de columnas, eran actividades esenciales que daban trabajo a
numerosos arquitectos e ingenieros —muchos de ellos de origen griego— y exigían miles de
esclavos capturados sobre todo en las guerras fronterizas.
Conservamos en ciudades como Pompeya numerosos testimonios de la vida cotidiana. Los grafitti,
las pintadas de la época, proporcionan numerosas instantáneas de la vida cotidiana de la gente
humilde. Nos hablan de cotilleos políticos y sociales, de la prostitución, de los sitios de moda,
etc.….
Los robos y los incendios estaban a la orden del día, y en Roma se crearon las cohortes de vigiles,
mezcla de policías y bomberos, que pese a sus esfuerzos y a la existencia de numerosas fuentes
públicas, a menudo se veían impotentes para frenar incendios que podían ser pavorosos,
impulsados por la inflamable trabazón de vigas de madera de las viviendas y las lámparas de
aceite. Los barrios residenciales pobres eran a menudo lugares sucios y ruidosos, con callejuelas
laberínticas aunque en origen hubiera una planificación regular, donde talleres de teñido de telas
coexistían con los de orfebres, y prostíbulos junto a baños y fuentes públicas.
Alta Edad Media: Cristianismo y Feudalismo
La crisis del siglo III supone la crisis de la ciudad clásica en la mitad occidental del Imperio. Las
sucesivas invasiones, que se convirtieron en un fenómeno de larga duración hasta el siglo VIII,
obligaron a costosas inversiones defensivas, visibles en el amurallamiento. Junto con otros
cambios sociales y políticos internos del Bajo Imperio Romano (rebeliones como las bagaudas), la
ciudad decayó en importancia: las élites urbanas procuraron eludir el aumento de la presión fiscal
y optaron por la ruralización. Instituciones que constituían el corazón de la vida urbana como los
collegia de oficios (similares a gremios) y las autoridades públicas (ediles), sometidos al principio
hereditario forzoso para controlar la recaudación de impuestos, son vistos ya no como un honor
ventajoso, sino como una carga.
Es el momento en que las villae del campo se hacen más lujosas, basadas en la autosuficiencia, lo
que no hace sino romper los vínculos que conectaban el campo con la ciudad y la red de ciudades
con Roma, la capital. Las ciudades, con mucha menos población, ven desaparecer las funciones
lúdicas, sociales, políticas y religiosas de sus grandes hitos urbanos (anfiteatros, termas, templos,
basílicas), en beneficio de nuevas funciones religiosas en torno a la imposición del cristianismo,
nueva religión oficial a partir de Teodosio. El obispo pasa a ser la principal autoridad urbana.
La desaparición del Imperio en el siglo V sólo reforzó una tendencia ya comenzada. La Alta Edad
Media en la Europa Occidental verá el establecimiento de los reinos germánicos. El Imperio de
Oriente o Bizantino, en cambio, mantuvo durante todo el periodo una vida urbana más intensa,
junto con las conexiones comerciales a larga distancia y la autoridad central.
Toda la cultura europea durante la Edad Media tiene un acusado carácter agrícola. La ciudad
medieval es una ciudad amurallada que aparece como lugar cerrado dentro del paisaje agrícola y
forestal, sirviendo de fortaleza defensiva y refugio de sus habitantes y campesinos del entorno, a
la vez que constituye el mercado del área de influencia.
Durante la Alta Edad Media, caracterizada por las sucesivas oleadas de invasiones que se
sucedieron hasta el siglo X (germanos, musulmanes, vikingos, húngaros), continuó el proceso de
ruralización que se remonta a la crisis del siglo III e impone el feudalismo. La principal autoridad en
las decaídas ciudades romanas fue la del obispo. En cambio, en la Europa bárbara, a la que no
llegó el Imperio Romano, tiene lugar en estos siglos una lenta extensión de las formas propias de
la civilización romana-cristiana, y el surgimiento de nuevas ciudades.
Religiosidad cívica
Ello se manifiesta en reconocidas grandezas: pléyades de prestigiosos obispos, belleza de sus
iglesias, importantes redes asistenciales, movimientos asociativos tipo cofradías, grandes
festividades religiosas y universidades dinamizadoras de la vida cultural.
Pero ese carácter cristiano se relaciona también con limitaciones y miserias: hostilidad contra
minorías religiosas (herejes y judíos), corrupción de un clero no siempre digno, difusión de vicios
capitales y enfrentamientos entre poder temporal y poder espiritual.
Baja Edad Media: El resurgir de las ciudades
En el siglo XIII Europa conoció una gran prosperidad económica que mejoró las condiciones de vida
de la población
La mejora de la agricultura y el crecimiento de la población: A partir del siglo XII aumentó la
producción agrícola en casi todo el continente. Aumentó la superficie cultivada, debido a que se
talaron los bosques, se desecaron pantanos y se cultivaron nuevas tierras. Además se implantó la
rotación trienal de cultivos con la que se ampliaba la superficie cultivada y aumentaba la
producción. También se introdujeron nuevas técnicas de cultivo que facilitaron el trabajo agrícola.
Un ejemplo fue el arado vertedera, que labraba la tierra más profundamente. En la zona
mediterránea se extendió el regadío y se introdujeron nuevos cultivos. Se difundieron los molinos,
que hacían el trabajo a 40 personas. Como consecuencia de todos estos cambios la producción de
alimentos aumentó y permitió alejar el fantasma del hambre.
Rotación de cultivos: Sistema que permitía alternar en una misma parcela cereales de invierno y
cereales de primavera y reducir el barbecho a una vez cada tres años.
El comercio también experimentó un gran desarrollo a partir del siglo XII, porque el crecimiento de
la población aumentó las necesidades de productos. Los productos se transportaban por tierra (en
carros) y, sobre todo, en barco a través de los principales ríos y mares.
La ruta del Mediterráneo: relacionaba a las ciudades españolas e italianas con los puertos
musulmanes y del imperio bizantino. Los europeos importaban productos de lujo y exportaban
tejidos y armas. La ruta del Atlántico y del Báltico: estaba dominada por una asociación de
comerciantes, la Hansa. Comunicaba los puertos portugueses y del cantábrico con las ciudades
flamencas, alemanas e incluso rusas. Se intercambiaban las lanas castellanas inglesas, los vinos
franceses y otros productos como el estaño, el ámbar, las pieles, la madera y el trigo de Báltico.
Los mercaderes se reunían periódicamente en ferias comerciales a las que llegaban productos de
todas partes. El aumento del comercio supuso la aparición de nuevas técnicas bancarias y
financieras en Europa. Muchos viajes comerciales eran muy costosos y empezaron a financiarse a
crédito. Y para evitar los robos establecieron las letras de cambio.
En Europa las ciudades habían sufrido una fase de decadencia tras la crisis del imperio romano. A
partir del siglo XII volvieron a crecer. En unos casos eran ciudades antiguas que volvían a cobrar
fuerza. Otras eran ciudades de nueva creación, surgidas junto a un castillo o monasterio, en un
cruce de caminos de rutas comerciales. Las ciudades medievales eran pequeñas y las mayores
tenían unos 50.000 habitantes. Entre las más grandes estaban en París, las ciudades de los países
bajos y las del norte de Italia.
El crecimiento de las ciudades se debió a varios motivos, por un lado, las nuevas técnicas agrícolas
hicieron menos necesarias la mano de obra de los campesinos, y muchos tuvieron que emigrar a
las ciudades para buscar trabajo. Además, el comercio se reactivó y muchos mercaderes se
instalaron de forma permanente en las ciudades, en las que tenían lugar los mercados. Los
campesinos de los alrededores iban una vez por semana a la ciudad a vender sus productos, y a
comprar otros que necesitaban. Algunas ciudades se convirtieron en importantes centros del
comercio regional e incluso internacional. Las ciudades ofrecían mejores condiciones de vida,
porque no estaban bajo control de los señores feudales y todos sus habitantes eran libres. Cada
ciudad tenía su propio gobierno, el Ayuntamiento, que estaba dirigido por un alcalde. Muchos
campesinos emigraron también a las ciudades escapando de la servidumbre y en busca de mayor
libertad.
Los habitantes de las ciudades se llamaban burgueses, pero entre los habitantes de las ciudades
había grandes diferencias: Unos eran muy ricos, como los propietarios de los mayores talleres
artesanos y los principales mercaderes. Estos grupos controlaban el gobierno de la ciudad. La
mayoría la población está formada por artesanos y tenderos modestos, y por personas dedicadas
al servicio doméstico en las viviendas de los más ricos. Por debajo estaban los pobres y
marginados, que no tenían trabajo y mendigaban o incluso delinquían para sobrevivir.
Alta burguesía: Controlaban el gobierno de la ciudad. Sus miembros pertenecían a las familias de
los principales mercaderes y de los propietarios de los mayores talleres artesanos. Baja burguesía:
Componían la mayor parte de la población urbana. Trabajaban para los ricos burgueses tanto en
los talleres artesanales (artesanos), como en los comercios (tenderos) o el servicio doméstico.
Marginados: Pobres y mendigos que no tenían trabajo, enfermos y lisiados que no se podían valer
por sí mismo. Vivían de la limosna o incluso de pequeños hurtos.
Se produjo un desarrollo de la artesanía. Los oficios artesanales eran muy variados: tejedores,
toneleros, bataneros, panaderos, carpinteros, tintoreros, etcétera. Elaboraban productos a mano,
con pocas herramientas. Trabajaban en pequeños talleres. En el taller se realizaban todo proceso
de producción y ahí se vendían también los productos al público. Los artesanos que se dedicaban a
una misma profesión vivían en la misma calle, que acababa tomando el nombre del oficio.
A partir del siglo XII todos los artesanos de un mismo oficio se asociaron formando gremios. Cada
gremio elaboraba un estatuto, que debían jurar todos sus miembros, en el que se especificaba las
normas del oficio, así como los derechos y obligaciones de sus asociados. Los gremios controlaba
la producción. El gremio distribuía entre sus miembros las materias primas, controlaba el número
de trabajadores y la calidad de los productos y establecía los precios. De esta manera se aseguraba
que no hubiese competencia. Los gremios consiguieron dominar toda la producción artesanal que
se desarrollarán las ciudades, nadie podía dedicarse a un oficio si no se asociaba al gremio
correspondiente.
Los artesanos de un mismo oficio se asociaron formando gremios. Elaboraban un estatuto, que
debían jurar todos sus miembros. Los gremios controlaba la producción. El gremio distribuía entre
sus miembros las materias primas, controlaba el número de trabajadores y la calidad de los
productos y establecía los precios.
A partir del siglo XII los Reyes, poco a poco, fortalecieron su poder y extendieron sus territorios.
Como la economía mejoró, los Reyes recaudaron más impuestos. Con los ingresos, los monarcas
crearon ejércitos propios e impusieron, mediante la fuerza o el acuerdo, la obediencia a muchos
señores feudales. También fortalecieron la administración de su reino, y contrataron a juristas y
expertos formados en las universidades de las ciudades más importantes. Estos juristas
fomentaron la restauración del derecho romano, que otorgaba mucho más poder al rey que el
derecho tradicional, que combinaba la costumbre con algunos elementos germanos y romanos.
Los reyes se valieron de las cada vez más poderosas ciudades para arrebatar parte del poder a la
nobleza. Así, concedieron cartas de libertades y privilegios a las ciudades, por las cuales las
ciudades quedaban libres de cualquier dependencia feudal. A cambio, los habitantes de las
ciudades apoyaron al rey en contra de los señores feudales.