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Saludo del Papa en ocasión de la inauguración de la reunión
anual de Catholic Charities - EE.UU.
Charlotte, Carolina del Norte Octubre 5-7 de 2014
Hermanas y hermanos en Cristo, les envío a todos mi más
afectuoso saludo de paz y alegría, mientras se reúnen en
Charlotte, Carolina del Norte, para celebrar las obras y el
apostolado de Catholic Charities en los Estados Unidos de
América. Me gusta mucho el tema que han elegido: "Marcar el
paso y cambiar el curso", porque realmente se ajusta a lo que
quería compartir hoy con ustedes.
Como les dije en la exhortación apostólica Evangelii gaudium: "La
alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que
se encuentran con Jesús (par. 1)". Ese encuentro con el Señor
Jesús marca nuestro paso, cambia el curso de nuestra vida.
Cuando Jesús pidió a los Apóstoles y a la Iglesia primitiva que lo
siguieran: cambió el curso de sus vidas. La Iglesia primitiva fue
testigo de ese cambio de paso y pidió una nueva manera de
relacionarse con los demás y servir a "los más humildes entre
ellos". El mensaje del Evangelio de Mateo nos indica el camino a
seguir: "En verdad les digo que cuanto hicieron a uno de estos
hermanos míos pequeños, me lo hicieron a mi" (Mt. 25,40).
La comunidad cristiana primitiva se tomó muy en serio este
mensaje y este encuentro. Ellos modelaron una nueva manera de
ser, delineando un nuevo curso en un mundo que parecía
indiferente. Hemos escuchado que: "La multitud de los creyentes
no tenía sino un solo corazón y una sola mente. Nadie llamaba
suyos a sus bienes, sino que todo era en común entre ellos. (...)
No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que
poseían campos o casas los vendían, traían el importe de la venta
y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno
según la propia necesidad" (Hch. 4,32-35).
De nuevo, esa alegría que encuentran los discípulos de Jesús tanto entonces como hoy en día - que les lleva a actuar de manera
que se puedan cambiar mentes y corazones. El gozo del Evangelio
es capaz de cambiar los criterios y es capaz de cambiar el
corazón. Realmente se cambia el curso de una vida. Como en la
parábola del Buen Samaritano, estamos llamados a ser como ese
Samaritano que se paró, en su apurado viaje de negocios, para
atender a su "prójimo", e incluso estamos llamados a ser como el
"posadero" (Lc. 10,35) a permanecer abiertos a curar y ofrecer
un lugar seguro de atención constante. Estamos llamados hoy a
responder de la misma manera. Estamos llamados a estar en la
calle, invitando y sirviendo a los marginados y excluidos, para que
no sean marginados y excluidos. Hemos de ver la "imagen de
Dios" en los ojos de todas esas personas.
Lamentablemente hoy se tiende a considerar al ser humano en si
mismo como un bien de consumo, que se puede usar y luego tirar.
Hemos comenzado a vivir la cultura del «descarte» que, además,
se promueve. No solo se vive sino que se promueve la cultura del
descarte. Ya no se trata simplemente del fenómeno de la
explotación y de la opresión, sino de algo nuevo: con la exclusión
queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en
la que se vive, pues ya no se está en ella abajo, en la periferia, o
sin poder, sino que se está afuera, descartado, fuera de
cualquier tipo de sistema. Los excluidos no son «explotados» sino
que son desechados, son desechos, son «sobrantes»" (EG, par.
53). Nadie debe ser un "sobrante". Nadie debe ser un "excluido"
del amor de Dios y de nuestra atención.
Como cooperantes de Catholic Charities, miembros de la Junta,
donantes, ministros de pastoral social, voluntarios y
organizadores, ustedes llevan esa alegría a todos y cada uno de
sus encuentros. Yo sé que el trabajo que ustedes hacen, en los
Estados Unidos de América, en Catholic Charities, en sus
diócesis locales y a escala nacional, en nombre de los pobres, las
personas solas, los ancianos confinados, las familias jóvenes, los
adultos sin techo, los niños que pasan hambre, los jóvenes
refugiados, los padres migrantes y muchos otros, les permite a
todos ellos saber y experimentar el tremendo y abundante amor
de Dios, a través de Jesús. Ustedes son las mismas manos de
Jesús en el mundo. Su testimonio ayuda a cambiar el curso de la
vida de muchas personas, de muchas familias y muchas
comunidades. Su testimonio les ayuda a cambiar el curso de su
propio corazón.
San Juan Pablo II, visitó la reunión anual de ustedes en 1987, en
San Antonio, Texas. En aquel encuentro, él exhortó a Catholic
Charities de los EE.UU. a "¡unirse, transformar y servir!" y
también dijo: "Cuando lo hayan hecho (eso) en nombre de Jesús,
ése será el espíritu de Catholic Charities y de todo el trabajo
que hagan por esta causa, porque es el seguimiento fiel de ‘aquel
que no vino a ser servido, sino a servir'. Prácticamente, Él les
llama a servir primero a los necesitados, pero tomando antes
medidas "directamente orientadas a eliminar su ansiedad y carga,
y a la vez llevarles a la dignidad de la autosuficiencia, buena, es
decir, del auto gestionarse". Y no olvidemos que "servir a los
pobres también implica defenderlos e intentar reformar las
estructuras que causen o perpetúen su opresión". Por último, lo
qué están haciendo ustedes aquí hoy - unir a las personas y a las
comunidades - deben hacerlo también en todo el trabajo que
realicen.
Estoy agradecido, alabo al Señor y doy gracias, por el trabajo
estupendo que hacen todos ustedes cada día. Sé que ustedes
están en la calle, cuidando a los necesitados, a través de todas
sus obras de justicia y caridad. "Repito aquí para toda la Iglesia,
una cosa que vengo diciendo desde hace años, salir a la calle
puede producir un accidente, quedarse encerrado, enfermar:
prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la
calle, antes que una Iglesia enferma por el encierro y la
comodidad de aferrarse a las propias seguridades" (EG, par. 49).
Ustedes son el motor de la Iglesia que organiza el amor - Caritas
- para que todos los fieles trabajen juntos, respondiendo con
obras concretas de misericordia. Ustedes marcan el paso, para
que la Iglesia esté cada día en el mundo. Ustedes ayudan a los
demás a cambiar el curso de la propia vida. Son la sal, la levadura
y la luz: ofrecen un faro de esperanza a los necesitados.
Ustedes, ayudan a cambiar el curso de sus comunidades locales,
sus Estados, sus países y el mundo, con el testimonio que ofrecen
en ese encuentro con el Señor Jesús, que nos da vida nos da
alegría en abundancia. La alegría del servicio, de incidir por el
bien de todos, sigue esa llamada de la Iglesia primitiva, que
quería asegurar una respuesta a todas las necesidades.
Les pido que consideren el liderazgo de ustedes como un
liderazgo de servicio; que practiquen la misericordia, que para
nosotros es algo esencial en el mensaje cristiano; y pongan a los
pobres antes que ustedes mismos, en todo lo que hagan. Ellos nos
preceden en el Reino de los cielos, ellos nos van a abrir la puerta.
Somos llamados a ser Iglesia, somos llamados a ser un pueblo de
y para los pobres.
Y por favor les pido que recen por mí, que lo necesito y los
bendigo de todo corazón.
pastor de buitres ‘marcando el paso’