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Audiencia a miembros de diferentes credos, 03.11.2016
El Papa Francisco ha recibido esta mañana en la Sala Clementina a
doscientas personas, miembros de religiones diversas (cristiana, judía,
musulmana, budista, hindú y otras), comprometidos en la esfera de las
obras de caridad y de misericordia. La audiencia ha tenido lugar en el
contexto del Año Jubilar que está llegando a su fin y durante el cual,
como explicó el Pontífice, la Iglesia Católica ha mirado fijamente al
corazón del mensaje cristiano en la perspectiva de la misericordia, que
es "la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia" y la clave para
acceder al misterio del ser humano, necesitado de perdón y de paz”.
“Sin embargo, el misterio de la misericordia –advirtió - no debe
celebrarse solamente con palabras, sino sobre todo con las obras, con
un estilo de vida verdaderamente misericordioso, hecha de amor
desinteresado, servicio fraterno, sincero compartir….Es el estilo que la
Iglesia quiere asumir principalmente, también en su tarea de favorecer
la unidad y la caridad entre los seres humanos-. Es el estilo al que están
también llamadas las religiones para ser, especialmente en nuestro
tiempo, mensajeras de paz y artífices de comunión; para proclamar a
diferencia de los que alimentan enfrentamientos, divisiones y cierres,
que hoy es tiempo de fraternidad”
“El tema de la misericordia es familiar para muchas tradiciones
religiosas y culturales, donde la compasión y la no violencia son
esenciales y mostrar el camino de la vida”, añadió Francisco citando a
continuación el dicho del Tao Te King:”Lo duro y lo rígido pertenecen a
la muerte; lo suave y tierno pertenecen a la vida”. ..” Acercarse a los
que viven situaciones que requieren mayor atención, tales como la
enfermedad, la discapacidad, la pobreza, la injusticia, las consecuencias
de los conflictos y de las migraciones, es una llamada que sale del
corazón de toda auténtica tradición religiosa. Es el eco de la voz divina,
que habla a la conciencia de cada uno, que nos invita a superar el
replegarnos sobre nosotros mismos y a abrirnos: abrirnos al Otro sobre
nosotros que llama a la puerta del corazón; abrirse a quien a nuestro
lado, llama a la puerta de casa pidiendo atención y ayuda”
El término misericordia en su etimología en lengua latina, recordó el
Papa, evoca “un corazón sensible a la miseria y sobre todo al mísero…
que supera la indiferencia, porque se involucra en el sufrimiento de los
demás. En las lenguas semíticas, como el árabe y el hebreo, la raíz r(a)
h (a) m que expresa también la misericordia de Dios, llama en causa al
seno, a las entrañas del afecto humano más íntimo, al sentimiento de la
madre por su hijo, que está a punto de dar a luz.
En este sentido, el profeta Isaías transmite un mensaje maravilloso,
que es a la vez una promesa de amor y un desafío de Dios al hombre:
"¿Acaso olvida una mujer a su niño de pecho, sin compadecerse del hijo
de sus entrañas? Pues, aunque ésas llegasen a olvidar, yo no te olvido “.
El hombre - es triste constatarlo - a menudo se olvida, se aleja de su
corazón… Mantiene a Dios a distancia y también al prójimo, e incluso la
memoria del pasado y así repite, de forma aún más brutal, los trágicos
errores cometidos en el pasado”.
“Es el drama del mal, del oscuro abismo en el que nuestra libertad puede
sumergirse, tentada por el mal, que siempre está al acecho en silencio
para golpearnos y hundirnos. Pero frente al gran enigma del mal, que
interpela toda experiencia religiosa –subrayó- se encuentra el aspecto
más sorprendente de amor misericordioso. No deja al hombre a merced
del mal o de sí mismo; no se olvida, sino que se acuerda (en italiano
scordare y ricordare n.d.r)…Del mismo modo que hace una madre, que
ante el peor mal hecho por su hijo, también reconoce, más allá del
pecado, el rostro que ha llevado en su seno”.
“En un mundo agitado y con poca memoria, que corre dejando atrás a
muchos… hoy necesitamos, este amor gratuito que renueva la vida. El
hombre tiene sed de misericordia... busca... un puerto seguro donde
llegue su navegar inquieto, un infinito abrazo que perdona y reconcilia.
Esto es muy importante, frente al miedo, hoy tan difundido, de que no
sea posible ser perdonado, rehabilitado y rescatado de la propia
fragilidad. Para nosotros los católicos entre los ritos más significativos
del año jubilar es cruzar con humildad y confianza de una puerta - la
puerta santa - para ser plenamente reconciliados por la misericordia
divina que perdona nuestras deudas. Pero esto requiere que nosotros
perdonamos a nuestros deudores, los hermanos y hermanas que nos han
ofendido: se recibe el perdón de Dios para compartirlo con los demás”.
También reiteró el Papa que la misericordia “se extiende al mundo que
nos rodea, a nuestra casa común, que estamos llamados a proteger y
preservar del consumo desenfrenado y voraz. Especialmente hoy en día,
"La gravedad de la crisis ecológica nos exige a todos pensar en el bien
común y avanzar en un camino de diálogo que requiere paciencia, ascesis
y generosidad”
“Que este sea nuestro camino principal; sean rechazados los
caminos sin rumbo fijo de la contraposición y el cierre. –Exclamó al final
de su discurso- Que no vuelva a suceder que las religiones, a causa del
comportamiento de algunos de sus seguidores, transmitan un mensaje
fuera de tono, discordante de aquel de la misericordia. Por desgracia,
no hay día en que no se oiga hablar de violencias, conflictos, secuestros,
ataques terroristas, víctimas y destrucción. Y es terrible que, para
justificar semejante barbarie, se invoque a veces el nombre de una
religión o de Dios mismo. Sean condenadas claramente estas actitudes
inicuas, que profanan el nombre de Dios y contaminan la búsqueda
religiosa del hombre. Se favorezcan, en cambio, en todas partes el
encuentro pacífico entre los creyentes y una libertad religiosa real. En
este ámbito es grande nuestra responsabilidad ante Dios, la humanidad
y el futuro y requiere de todos los esfuerzos, sin ninguna pretensión.
Es un llamamiento que nos involucra, un camino que recorrer juntos por
el bien de todos, con esperanza. Que las religiones sean senos de vida,
que lleven la ternura misericordiosa de Dios a la humanidad herida y
necesitada; que sean puertas de la esperanza, que ayudan a cruzar los
muros erigidos por el orgullo y el miedo.”