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Seguridad alimentaria: la crisis que se nos
viene
Nadie parece tomar en serio las alarmantes predicciones que instituciones
serias como la FAO y diversos especialistas diagnostican sobre la inminente
escasez de alimentos a nivel mundial.
Escribe: David Roca Basadre
Los precios de los alimentos suben en tiendas, bodegas, mercados y
supermercados, y con seguridad las amas de casa ya no hacen caso de las
afirmaciones gubernamentales sobre una crisis pasajera, luego de pagar
cinco soles por un kilo de cebollas o tres soles por un tarro de leche: la
experiencia les dice que esos precios no van a bajar ya.
Pero la simple lógica también discrepa con el discurso oficial. El Perú
importa el 52 % del maíz amarillo, el 88 % del trigo, el 23% del azúcar, el
95% de los aceites comestibles, el 48% de la leche y productos lácteos, es
decir que más del 68% de la energía consumida en la dieta peruana, la que
sirve para la producción intensiva de leche, carne (aves, cerdos, centros de
engorde), huevos, aceites y consumo directo, depende de esos insumos
alimenticios importados. Y si hay incremento en los precios de los
alimentos básicos a nivel mundial – un 84 por ciento para el trigo, 63%
para el maíz, 10% para el arroz, 70% para el aceite de soya – resulta
bastante inverosímil suponer que eso no nos va a afectar.
Mejor les creemos a otros
Antes que al señor ministro de agricultura, es preferible creer a las
estimaciones de la FAO que desde 2010 vienen advirtiendo sobre estas
circunstancias, fácilmente detectables por la crisis rusa que obligó a ese
país a cortar la exportación de alimentos para atender su demanda
interna, incrementando las ganancias de multinacionales norteamericanas
como Cargill a costa de todo el mundo – Cargill ha triplicado sus beneficios
en el último semestre – y que esperaba que sus ganancias superaran los
4000 millones de dólares. Pero Cargill ganará más ahora, porque la sequía
en tierras yanquis le permitirá subir los precios de sus cosechas de otros
lugares del planeta.
Y prefiero creerle al señor Peter Brabeck-Letmathe, presidente de Nestlé y
muy preocupado por su bolsillo, que ha advertido que el mundo se
enfrenta a una grave crisis alimentaria. El presidente de la firma suiza
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achaca el problema a la gran cantidad de tierra dedicada a la producción
de biocombustibles, lo que es parte importante de la verdad.
Pero la amenaza tiene otras aristas. China que es el mayor mercado
consumidor de alimentos, importará en 2012, según la revista GRAIN, “la
cifra record de 5 millones de toneladas de maíz, y comprará 7 millones de
toneladas adicionales en 2013. Esto es sólo el 5% del consumo nacional
chino de maíz, pero sigue siendo una cifra mayor a la de todo el maíz
importado por China en los últimos 25 años”, lo que obviamente también
va a incidir en los precios.
Todo conduce a pensar que la crisis mundial de alimentos que ya tenemos
encima será superior en gravedad a la de 2008, lo que es bastante decir.
En 2008 hubo una crisis alimentaria que sacudió particularmente a la hoy
desolada África, mucho más saqueada desde siempre que nuestro
continente y con problemas de abastecimiento de agua que los sabiondos
de siempre dirán que es por causas naturales, pero la verdad es que la
deforestación para el monocultivo que trajo luego un avance inevitable de
la desertización, y aquellos extensos monocultivos que hicieron en un
momento de ese continente un neto exportador de alimentos para ajenos,
a la larga – y a fuerza además del uso exagerado de insumos químicos: esa
lamentable “revolución verde” capitalista – terminaron por destruir fuentes
de agua y tierras. La tristeza de África es obra de la colonización, es decir
del asentamiento de lógicas ajenas para el avituallamiento ajeno. África es
el espejo de lo que puede ser entre nosotros.
Otros factores
Pero hay también factores internos que no aparecen del todo en las
mediciones ni expectativas gubernamentales, al menos no con la gravedad
que debieran, y que anuncian porvenires siniestros. Como los efectos del
calentamiento global, que son ya notables. El Movimiento Ciudadano
frente al Cambio Climático (MOCICC) ha listado, en el Perú, situaciones de
pérdidas de cosechas, de escasez de agua, de aparición de plagas como el
dengue, de inundaciones, sequías, de salinización de tierras por elevación
del nivel del mar, de pérdida total de glaciares, entre otros por efecto de la
crisis planetaria. La misma gente del campo que defiende sus fuentes de
agua de la minería, da testimonio.
Por otro lado, la atomización de la propiedad rural, sobre todo en la sierra,
no se enfrenta como debiera promoviendo cooperativas adecuadamente
capacitadas, y con tecnología mixta que aproveche experiencias milenarias
junto a las nuevas tecnologías que puedan ser de utilidad entre nosotros, y
apoyando comercialización directa. No se desarrolla la investigación para
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la innovación agraria, ni hay preocupación por la baja productividad de
cultivos, crianzas y plantaciones, al tiempo que se dedica el uso de las
mejores tierras a la agroexportación, consumiendo napa freática e incluso
arrebatando tierras a campesinos pobres, favoreciendo el retorno del
latifundio: el caso de Olmos es uno de los más escandalosos, porque
además será dedicado al etanol para exportación, y no a la producción de
alimentos.
Súmese la especulación incontrolable por los intermediarios, hijos
putativos del libre mercado, de productos locales provenientes de las
escasas tierras disponibles y que se reducen cada vez más – 0.19
hectáreas cultivadas por habitante – para tener una imagen clara del
panorama general.
Hubiéramos podido confiar en la pesca del mar más rico del planeta,
otrora fuente de proteínas y vitaminas de millones en estas tierras, pero
casi un 90% de lo que produce se destina a la exportación por lo que los
productos marinos resultan onerosos, obligándonos a consumir en su
lugar aquellas aves industriales alimentadas con insumo importado,
cargadas de hormonas y que ahora también son caras.
Pocos reparan que en diez años habrá – al ritmo actual – ocho millones de
habitantes adicionales en nuestro país, y que para 2050 serán 45 millones
de peruanos más, mientras se acrecienta la pérdida de suelos por
salinización, erosión, contaminación por intensificación agrícola,
expansión urbana sobre tierras que debieran ser para la agricultura,
menor disponibilidad de agua por cambio climático pero también por
destrucción de cabeceras de cuenca, agotamiento de aguas subterráneas,
destrucción de bosques y pastizales retentores de agua.
Un tema estructural
En suma, la crisis de alimentos que – entre otros – puede destruir toda la
belleza arquitectónica de papel del desarrollo económico peruano, es
estructural. Y es probable que el señor Castilla deba pronto aflojar el puño
sin miramientos para subvencionar el inevitable empobrecimiento de
poblaciones que gastan del 60% al 80% de lo que perciben como ingresos
en alimentarse, si no quiere el gobierno del presidente Humala tener una
crisis peor que la de todas las Congas juntas. Y que deba emprender un
viraje de política agrícola también, porque el capitalismo polpotiano de los
liberales y neoliberales, sirve mucho menos aún para estas situaciones. Es
que la crisis alimentaria que ya está aquí, incipiente aún pero que va a
crecer, se da porque dependemos de otros para comer. Dependencia, dije.
O sea, tiene que ver con la estructura misma del sistema.
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Si no importáramos tantos alimentos, si no permitiéramos que se vuelvan
a formar grandes latifundios para la exportación, si dejáramos de priorizar
la actividad minera para darle vuelo a un país pluriproductor con amplio
espacio para la actividad agrícola y de pesca sustentables, si
promoviéramos una cultura alimentaria más centrada en la producción
propia y en las especies nativas – las mismas que mantuvieron a pueblos
de millones de habitantes y bien alimentados antes de la invasión europea
–, si promoviéramos la pesca para consumo humano y exportáramos
menos derivados de anchoveta y evitáramos la depredación de las bases de
la alimentación de las especies marinas, si dejáramos de soñar con
paraísos lejanos y amáramos de verdad lo que nos da vida no porque sea
maravilla del mundo sino porque entendemos nuestra vital
interdependencia con todo lo que nos rodea, podríamos mirar el futuro
para nosotros y los que han de venir, con esperanza.
El verdadero debate nacional es ese. Entre los que creen que nuestra tierra
es para hacer caja y enriquecerse, y los que saben que es fuente de vida y
hay que cuidarla.
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