Download Siete claves para una encíclica urgente

Document related concepts
no text concepts found
Transcript
Siete claves para una encíclica urgente
Publicado el Jueves, 18 Junio 2015 12:01
Por Daniel Izuzquiza, SJ. Director de Razón y Fe y de entreParéntesis.
Esta misma mañana se ha hecho pública la esperada encíclica del papa Francisco sobre
la ecología. El título, Laudate si’, está tomado del Cántico de las criaturas de San
Francisco de Asís, y lleva como subtítulo “el cuidado de la casa común”. Son casi 200
páginas en la traducción castellana, agrupadas en 246 números y acompañada de 172
notas a pie de página. Es, por tanto, imposible ofrecer aquí un resumen y una valoración
detallada de la encíclica. Son seis capítulos, que siguen el esquema ya clásico
del ver (capítulo 1)/juzgar (caps. 2-4)/actuar (caps. 5-6). En este comentario de
urgencia nos limitamos a indicar y comentar siete claves de lectura para una encíclica y
una temática urgentes.
[1] La clave científica. Antes de ser publicada, la encíclica y el propio Papa han sido
duramente criticados por sectores conservadores, sobre todo norteamericanos, queriendo
aplicarle el dicho popular “zapatero a tus zapatos”. Sin leer el texto, ya estaban
diciendo que había errores científicos, que el Papa no sabe de cuestiones científicas y no
debe meterse en cuestiones polémicas. Ahora bien, cualquier Papa en
cualquier encíclica consulta a diversos expertos, como ha sido el caso. El análisis de
situación que recoge el texto se basa, de manera clara, en los consensos científicos del
momento. Y las afirmaciones son matizadas, ponderadas y equilibradas. Por referirme
sólo a dos de las cuestiones más polémicas, sugiero leer el número 23 sobre el cambio
climático o el núm. 133 sobre los organismos genéticamente modificados. Analizadas
las aportaciones de la ciencia, con sus claridades y sus cuestiones abiertas, “sin duda
hace falta una atención constante, que lleve a considerar todos los aspectos éticos
implicados” (núm. 135).
[2] La clave ético-filosófica. Si bien en el terreno científico el planteamiento es
mesurado, la encíclica contiene una crítica dura y contundente al “paradigma
tecnocrático dominante” (núm. 101). No porque la ciencia y la tecnología sean malas,
sino porque “la humanidad de hecho ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con
un paradigma homogéneo y unidimensional” (núm. 106). Pero es que, además, “el
paradigma tecnocrático también tiende a ejercer su dominio sobre la economía y la política” (núm. 109). Por ello, estamos “ante la urgencia de avanzar en una valiente
revolución cultural” (núm. 114) que permita superar la “gran desmesura
antropocéntrica” (núm. 116), sin caer en el biocentrismo ni “colocar en un segundo
plano el valor de las relaciones entre las personas” (núm. 119).
[3] La clave política es también relevante para leer la encíclica, que ha querido
presentarse con suficiente tiempo antes de la Cumbre de Desarrollo Sostenible en
septiembre de 2015 y la Cumbre sobre Cambio Climático, en diciembre de este mismo
año. La valoración global es clara y negativa: “las Cumbres mundiales sobre el
ambiente de los últimos años no respondieron a las expectativas porque, por falta de
decisión política, no alcanzaron acuerdos ambientales globales realmente significativos
y eficaces” (núm. 166). Tras hacer un llamamiento a una acción política que supere la
estrategia electoralista y las visiones a corto plazo, el Papa reivindica “una política que
piense con visión amplia, y que lleve adelante un replanteo integral” (núm. 197) y que
deje de estar dominada por los intereses económicos, evitando “una concepción mágica
del mercado, que tiende a pensar que los problemas se resuelven sólo con el crecimiento
de los beneficios de las empresas o de los individuos” (núm. 190).
[4]
La clave social. El Papa Francisco está convencido de que se “debe integrar la justicia
en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como
el clamor de los pobres” (núm. 49). Como San Francisco de Asís, sabe “hasta qué
punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el
compromiso con la sociedad y la paz interior” (núm. 10). Por ello, la encíclica habla de
inequidad planetaria o de deuda ecológica entre el Norte y el Sur, y se convierte “en un
llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres” (núm. 158) y
denuncia, una vez más, la globalización de la indiferencia. Quizá sea esta una de las
insistencias del documento, que no ve la ecología como una moda snob de burgueses
acomodados, sino de una cuestión clave para las poblaciones empobrecidas de nuestra
Tierra.
[5] La clave cultural. Esta clave se despliega al menos en tres asuntos, que solo
podemos esbozar. Primero, “reclama prestar atención a las culturas locales a la hora de
analizar cuestiones relacionadas con el medio ambiente” (núm. 143), vinculando las
amenazas a biodiversidad con los ataques a la diversidad cultural, sobre todo de las
minorías empobrecidas. Segundo, reconoce que estamos ante “un gran desafío cultural,
espiritual y educativo que supondrá largos procesos de regeneración” (núm. 202), tema
al que dedica el sexto capítulo, sobre educación y espiritualidad ecológica. En tercer
lugar, una relevante cuestión de género literario: como ya ha hecho en otras ocasiones,
muy llamativamente en la exhortación Evangelii Gaudium, el papa Francisco acoge
buena parte de los documentos de diversas Conferencias Episcopales de todo el mundo.
En esta ocasión, hay más de veinte referencias, de países de los cinco continentes y de
entidades de coordinación como el CELAM en América Latina o la FABC en Asia.
[6] La clave teológica. Aunque la encíclica está dirigida a todas las personas, creyentes
o no (y esta es otra de sus novedades), hay en ella un desarrollo explícitamente
teológico. Tras el primer capítulo dedicado a “lo que le está pasando a nuestra casa”, el
Papa dedica el segundo capítulo a desarrollar el Evangelio de la creación: “la creación
sólo puede ser entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos,
como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal”
(núm. 76). Desde aquí se recupera el sentido de la gratuidad y la contemplación, el
destino universal de los bienes y la responsabilidad en el cuidado de la creación, entre
otras implicaciones básicas. “Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una
espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad” (núm. 240).
[7] La clave espiritual. En línea con Juan Pablo II, el papa Francisco
llama a una verdadera conversión ecológica, y añade: “quiero proponer a
los cristianos algunas líneas de espiritualidad ecológica que nacen de las
convicciones de nuestra fe, porque lo que el Evangelio nos enseña tiene
consecuencias en nuestra forma de pensar, sentir y vivir” (núm. 219).
Continúa indicando que “la conversión ecológica que se requiere para
crear un dinamismo de cambio duradero es también una conversión
comunitaria” (núm. 229). Hablará después de gratuidad y gratitud, de
sobriedad, de humildad, de paz y de otras “sólidas virtudes” (núm. 211).
Es curioso y significativo que la encíclica termine con
dos oraciones (núm. 246), una para todos los creyentes y otra específica
para los cristianos. Está en consonancia con los destinatarios de la carta,
pues ya desde el principio de la encíclica dice el Papa: “quiero dirigirme a
cada persona que habita este planeta” (núm. 3). Ojalá cada persona
pueda escuchar este mensaje urgente y comprometerse en el cuidado de
nuestra casa común.