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Universidad Cultural.
Unidad 2
DESARROLLO HUMANO Y TRAYECTORIAS CRIMINALES La Acción Humana:
sus Modalidades y su Configuración en Antisocial
Es evidente que el comportamiento del ser humano presenta una gran variedad de
modalidades en cuanto a sus efectos en la sociedad; los hay desde aquellos que
fomentan la cohesión del grupo hasta los que rompen con todos los lazos de unión
de la colectividad. Fuera de sus efectos en la sociedad, esa gran variedad es diluida
cuando observamos la conducta humana por medio de categorías ontológicas,
reduciéndose únicamente a tres tipos o modalidades, el motor (la acción), el
cognoscitivo (el pensamiento) y el fisiológico (el aparato biológico). Alrededor de la
conducta humana existe una discusión significativa acerca de numerosos temas
que todavía hoy día dividen a la comunidad científica. En razón de esto, la finalidad
del presente capítulo es hacer un bosquejo de los principales conceptos de
controversia en el área, así como de las ideas que proporcionan el soporte teórico
a los conceptos aquí analizados, para lo cual primero estu- diaremos las distintas
modalidades en que se manifiesta el comportamiento del ser humano; luego
veremos de qué maneras están vinculadas las modalidades con algunos conceptos
jurídicos; en seguida, a partir del papel que desempeña el comportamiento humano
desde el punto de vista social, examinaremos cómo éste es configurado en
antisocial y cuáles han sido las variaciones que ha sufrido el concepto de delito;
posteriormente analizaremos la forma de relacionarse la filosofía de la acción con
algunos conceptos jurídicos; y, por último, describiremos las fronteras teóricas del
delito para conocer la dificultad de establecer límites precisos al concepto de delito,
ante la diversidad de pensamientos.
Modalidades de la conducta humana El comportamiento del hombre tiene una serie
de características expresadas en tres modalidades que hasta el momento son
aceptadas por los círculos científicos, como los canales por excelencia en los que
se manifiesta toda acción humana en este mundo. El movimiento observado en la
vida de todos los hombres es resultado de una actividad relacionada con su
evolución filogenética, con su actuar externo y con su vida interna impregnada de
cierto desarrollo histórico biográfico. De esta manera, consideramos como
elementos situacionales los contextos social y cultural, las circunstancias políticas,
las condiciones ambientales y cualquier otra situación en la cual se lleva a cabo el
comportamiento humano, éste es manifestado con pensamientos, sentimientos,
expectativas, etcétera, o por medio de movimientos musculoesqueléticos; de igual
forma, pueden manifestarse alteraciones en la tasa cardíaca, en la sudoración, en
la tensión muscular, en la respuesta galvánica de la piel. Es decir, ante un
multifacético mundo terrenal, los hombres sólo pueden pensar, actuar y regular su
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equipo biológico, lo cual los dirige a regular las funciones biológicas de su cuerpo,
a realizar un acto externo o a llevar a cabo una serie de actividades internas
analíticas de retrospección y proyección de historias y proyectos de vida. Las
anteriores formas pueden agruparse en la facultad que tiene el hombre de pensar,
actuar expresivamente y regular las manifestaciones de sus órganos biológicos;
esta modalidad es denominada triple sistema de comportamiento, que incluye los
aspectos fisiológico, motor y cognoscitivo.
En cualquier análisis filosófico, psicológico, social o biológico es fundamental tener
presente las modalidades en que ocurre el comportamiento humano, pues así
podremos, por un lado, construir categorías analíticas que permitan interpretar, de
la mejor manera, el comportamiento humano en sus variados aspectos, mientras
que, por otro, será factible conocer las relaciones existentes entre las tres
modalidades, de tal forma que tengamos información sobre el funcionamiento
coordinado de todas las clases y de la generalización que puede haber entre ellas,
así como de los cambios en una modalidad producto de las variaciones en el
sistema y de la especificidad situacional que mantiene los distintos modos de
comportamiento. En relación con esto último, existen evidencias de una falta de
concordancia entre la modalidad motora, cognoscitiva y fisiológica, como
acertadamente lo menciona Montero cuando dice que cabe destacar que el
razonamiento moral es una competencia cognitiva necesaria pero no suficiente para
la acción moral. La
LA ACCIÓN HUMANA: SUS MODALIDADES Y SU CONFIGURACIÓN EN
ANTISOCIAL
consistencia entre el razonamiento moral y la conducta moral es uno de los grandes
retos que tienen las personas que trabajan en ese campo (Montera, 1992, p. 15).
En consecuencia, es esencial tener en cuenta -al realizar una interpretación
analítica del comportamiento humano- la forma de expresarse éste, pues desde una
perspectiva teórica, empírica, y hasta funcional, es cada vez más evidente la
necesidad de separar con fines de análisis exclusivamente las tres modalidades de
respuesta. Tal separación obedece a dos razones principalmente: la primera tiene
que ver con aspectos de tipo práctico y alude a la utilidad que puede tener esta
distinción en la configuración de la conducta humana dentro de una taxonomía
social que pretende discriminar entre diferentes comportamientos de los miembros
de una sociedad, en función del grado de cohesión que tienen con los intereses
comunes de la colectividad, esto es, distinguir el grado en que participa cada
modalidad de respuesta en la consumación o aparición de un hecho social, ya sea
en su naturaleza individual o grupal. De este modo, para llevar a cabo lo anterior,
debemos efectuar un análisis lógico empírico del balance relativo en que cada
modalidad del comportamiento humano influye en la generación de determinado
hecho social. La segunda razón es de índole más teórica, pues está relacionada
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con el grado en que las tres modalidades de comportamiento funcionan de manera
coordinada, así como la influencia que pueden tener las variaciones en una
modalidad con los cambios en otra, esto es, los cambios que podemos observar en
el actuar humano como consecuencia de las modificaciones en el razonamiento
humano o las transformaciones sufridas en el equipo biológico de la especie. Si bien
en párrafos anteriores hablamos de una falta de concordancia entre la trilogía, esto
no invalida la postura teórica de suponer que la generalización puede ocurrir entre
las distintas modalidades como producto de los cambios en una de ellas; más aún,
como han mencionado varios autores (Cone, 1979; Cone y Hawkins, 1977; Burns,
1980), es probable que la falta de equiparación o concordancia se deba a la
disparidad de métodos utilizados en la observación de las tres modalidades del
comportamiento humano. Por ejemplo, en la observación de la modalidad
cognoscitiva hemos empleado muy frecuentemente los métodos de retrospección,
de historias de vida, de entrevista a profundidad, de interpretación de los símbolos,
etcétera, mientras que para la modalidad motora hemos usado el método de la
observación directa o el registro de los productos permanentes, como es común en
criminalística al recoger las evidencias y tomar las huellas dejadas en el lugar del
crimen. De igual manera, al observar el sistema fisiológico, existen también
múltiples métodos e instrumentos enfocados a examinar los cambios ocurridos en
las funciones fisiológicas del equipo biológico del ser humano, aspecto fundamental
en el derecho penal para detectar estados alterados como resultado del consumo
de una droga y que de este modo sea factible fortalecer o debilitar la inimputabilidad
de un hecho delictivo. En conclusión, como vemos, es posible que la ausencia de
concordancia en el triple sistema, observada hasta el momento, sea resultado de la
gran variedad de métodos utilizados en su medición; por ello, es imposible tener
información fidedigna acerca de la forma como interactúan o se sincronizan las tres
modalidades de la conducta humana a lo largo de su existencia.
Aunado a lo anterior, actualmente ha sido agregado otro problema a la de por sí
discutida área de conocimientos del comportamiento humano: el relacionado con
los principios generales que rigen al triple sistema de comportamiento. El interés en
este tema ha estado centrado en determinar si la modalidad cognoscitiva, la motora
y la fisiológica son regidas por los mismos principios generales o, si por el contrario,
una de esas modalidades, o varias, trasciende en cierta medida las leyes
ontológicas y epistemológicas que gobiernan a las restantes modalidades114. De
toda esta discusión, la única luz más o menos intensa que emerge de la controversia
concierne a que todo comportamiento humano es expresado por medio de tres
canales de respuesta relacionados íntimamente: el motor, el cognoscitivo y el
fisiológico. Lo único que todavía queda pendiente de esclarecer de modo
convincente es lo relativo a la naturaleza de cada modalidad, aspecto que
trataremos en el apartado siguiente.
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Naturaleza de las tres modalidades de la conducta humana y su relación con los
conceptos jurídicos
A lo largo de la historia se han utilizado diversos conceptos jurídicos que tienen
relación con el comportamiento humano; de hecho, uno de los propósitos entre
muchos de estos conceptos es regido mediante la base de que el Estado tiene como
objetivo de su existencia -como vimos en el capítulo 2- mantener una disciplina
social, al establecer un conjunto de normas. En este sentido, es evidente la relación
tan estrecha que existe entre ciertas concepciones del hombre y las reglas que
determina el hombre para controlarse. En este apartado mostramos cómo los
conceptos jurídicos están vinculados con las modalidades del comportamiento
humano.
Modalidad motora del comportamiento humano La naturaleza de la modalidad
motora de la conducta humana abarca las actividades eferenciales, observables
objetivamente, que tienen vínculos con la musculatura estriada del cuerpo humano
y cuyos efectos en el medio ambiente son observados en la duración, en la
frecuencia de ocurrencia de la conducta y en los productos permanentes que dejan
las actividades eferenciales (Bellack y Hersen, 1978). Este tipo de modalidad es la
que tradicionalmente y aún hasta hoy día ha sido de mayor interés del derecho penal
y de sus disciplinas relacionadas, pues, por ejemplo, como señala Vela, para que
exista el delito es necesario no sólo que exista un acontecimiento en el mundo
exterior, sino también que haya un sujeto del derecho penal al que podamos atribuir
esa conducta calificada y reprochársela como violatoria de los ideales de paz y
armonía sociales que el sistema penal busca alcanzar por medio de la tutela. De
esa manera es obvio que la existencia de un delito presupone, por un lado, un
acontecimiento externo -ya sea una conducta de acción o de omisión- y, por otro,
que podamos atribuir la conducta a un sujeto del derecho penal, como es el hombre.
Cuando se conjugan estos elementos, el sujeto humano y la realización de una
conducta externa115 de acción o de omisión que le es reprochable por ser violatoria
de los valores ideales que la ley busca -esto es, realiza una conducta típica y
antijurídica-, es el momento de iniciar la búsqueda de la configuración de esta
conducta como delictiva o no. De este modo, es evidente que el punto medular de
la acción penal es la aparición de una conducta externa o motora del ser humano
que viola los ideales plasmados en las leyes penales. A lo largo de su existencia,
la conducta motora del ser humano se presenta de forma continua en un espacio y
en un tiempo; sin embargo, la conducta motora no sólo se presenta en un lugar
determinado y en un tiempo específico, sino también aparece de una manera
particular, esto es, de una forma especial. Por ejemplo, una agresión física puede
consistir en el uso exclusivo de los puños para atacar o en la utilización de los puños
y las piernas para golpear a la víctima. Es evidente, pues, que todo comportamiento
motor ocurre en un contexto tanto temporal como situacional, así como de un modo
particular dentro de un sistema sociocultural que determinan el lugar, el tiempo y la
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topografía con la que se manifiesta aquél. Estas tres propiedades de la conducta la temporalidad, la geografía y la topografía- constituyen un aspecto muy importante
en la delimitación de los hechos delictivos, pues el tiempo, el lugar y la forma son
dimensiones del delito que estudiamos (entre otras, como veremos más adelante),
para determinar la gravedad de la falta cometida. Generalmente, estas dimensiones
son estudiadas con la finalidad de precisar con exactitud ciertos elementos de la
conducta que poseen un valor incalculable en la reconstrucción de los hechos
delictivos, como:
a) frecuencia o número de ocasiones de aparición de la conducta motora,
b) tiempo que tardó en aparecer la conducta desde que ocurrió la causa inmediata
que lo originó (latencia),
c) ritmo o frecuencia de aparición por unidad de tiempo,
d) intensidad o esfuerzo en la ejecución de una conducta,
e) duración o tiempo que se mantuvo la conducta,
f) cantidad de elementos que intervinieron,
g) variedad de la conducta,
h) componentes utilizados en la realización de la conducta, e
i) productos permanentes en el lugar de los hechos dejados como rastro de la
conducta, etcétera.
Los elementos anteriores y muchos otros que sería innecesario mencionar los utiliza
especialmente la criminalística para descubrir el cómo, cuándo, dónde, con qué y
para qué de un crimen, así como para descubrir al autor de la conducta delictiva y
explicar y reconstruir el crimen. Para llevar a cabo lo anterior, es primordial-como
señala Sotelo- obtener pruebas físicas que permitan establecer los hechos del
crimen, la identidad del criminal, la exoneración de los inocentes, la culpabilidad del
criminal y la mejor forma de aprehender al criminal. Algunas de las maneras
utilizadas para obtener información del rastro de la conducta motora han sido las
narraciones de los testigos presenciales de los acontecimientos, mediante
descripciones verbales que permitan reconstruir los hechos (Clifford y Davies,
1994), otras han sido el registro de los productos permanentes que han dejado
rastro del actuar del sujeto o los sujetos involucrados en él o los hechos antijurídicos,
con la finalidad de encontrar el instrumento del delito, huellas digitales o huellas de
pisadas, marcas de llanta u otras claves o pistas. Desde luego, la modalidad motora
del comportamiento humano es pieza medular del derecho penal, conforme es el
eslabón inicial de la cadena de la integración jurídica del delito, cadena en la que
aquél es el único facultado para establecer la norma del deber ser; precisamente
por esta última característica, el derecho tiene la facultad de dictar leyes que tengan
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como propósito regir la conducta humana que atente contra la sociedad. Una vez
identificado el hecho delictivo, la conducta motora y los resultados físicos de su
ejecución pasan a ser de interés de la criminalística, que como ciencia fáctica busca
verificar científicamente el hecho delictivo, así como descubrir al presunto actor del
acto, con el propósito de imponerle una sanción.
Modalidad fisiológica del comportamiento humano La modalidad fisiológica de la
conducta humana posee una naturaleza que engloba la actividad del sistema
nervioso, incluidas las reacciones neuroendocrinas. Ejemplos de esta modalidad
son la tasa cardíaca, la respuesta galvánica de la piel, la piloerección, la tensión
muscular y algunas reacciones neuroendocrinas (como las catecolaminas, la
hormona tiroides, las esteroides, etcétera). Esta modalidad fisiológica motivó una
gran discusión, en la que, por un lado, algunos afirmaban que los aspectos
fisiológicos del ser humano interactúan muy estrechamente con la modalidad
motora y cog- noscitiva, por lo cual no había necesidad de considerada una
modalidad diferente. Por otro lado, algunos otros consideraban que la modalidad
fisiológica no debía reducirse a meras funciones de los distintos subsistemas
fisiológicos, por lo cual debía ser estimada con cierta independencia de las
relaciones mutuas que comparte con la modalidad motora y cognoscitiva
(Fernández-Ballesteros, 1981). En la actualidad, esta última postura ha sido
adoptada en la mayoría de los círculos científicos, pues cada vez es más necesario
realizar estudios que proporcionen información sobre cuál es la relación entre la
conducta humana y las bases biológicas de ésta; este acercamiento entre las
ciencias humanas y las ciencias biológicas constituye hoy día uno de los principales
centros de interés en el mundo científico, como acertadamente lo han mencionado
algunos autores, entre ellos, Carrobles (1981). Las respuestas fisiológicas del ser
humano pueden clasificarse según los sistemas biológicos que la producen en
respuesta del sistema somático, del sistema nervioso autónomo, del sistema
nervioso central y del sistema endocrino y bioquímico. En cada uno de estos
sistemas existen múltiples respuestas que abarcan una amplia gama de la
modalidad fisiológica de la conducta humana.
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