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Misa diaria y Novena (Día 6) S.E.R. Mons. John O. Barres, STD, JCL Monseñor Barres: En este día del memorial de San Francisco de Asís, cuando celebramos el gozo místico y extático de un gran hacedor de la paz, nos encontramos en un cruce de caminos importante en la historia de la Iglesia Católica de los Estados Unidos y al mismo tiempo de la historia de nuestra nación. En Roma se ha iniciado un sínodo sobre la Nueva Evangelización. Comienza un Año de la Fe el 11 de octubre. Y como católicos norteamericanos se nos pide nuevamente que formemos nuestras conciencias para ejercer una ciudadanía vibrante y fiel que celebre nuestra historia nacional de libertad religiosa y que se exprese audaz y adecuadamente en la esfera pública. Examinemos juntos qué tienen en común estas dos corrientes de gracia que se entrecruzan. La Nueva Evangelización es una expresión de la misión de la Iglesia Católica de anunciar el Evangelio y las verdades de nuestra fe católica a los confines de la tierra. Mi propio lema episcopal, que viene de Redemptoris missio, santidad y misión, expresa la realidad de que la santidad personal no puede separarse del celo misionero. Los dos van siempre juntos: la santidad y la misión. La Nueva Evangelización tiene varias dimensiones que expresaron los signos de los tiempos de nuestro siglo veintiuno y la acción dinámica del Espíritu Santo en la historia. La teología y la espiritualidad del Papa Benedicto XVI expresadas en Verbum Domini y en los dos volúmenes de Jesús de Nazaret que nos invitan a todos los católicos a leer, estudiar y rezar las sagradas Escrituras inspiradas son una expresión crítica de la Nueva Evangelización. Las traducciones litúrgicas implementadas el Primer Domingo de Adviento de 2011 han sido una catequesis litúrgica vibrante y han dado una comprensión profunda y una apreciación del poder y el misterio de la Misa. En una carta a su hijo, J.R.R. Tolkien escribió lo siguiente al final de su vida: “Te presento lo único grande que hay que amar en la vida: el cuerpo y la sangre de Jesucristo. Allí encontrarás el verdadero romance, el verdadero honor, la verdadera gloria y los verdaderos caminos de todos tus amores en la tierra”. Ese amor profundo a la Misa es la clave de la Nueva Evangelización. La nueva apologética ayuda a católicos de todas las edades a razonar su fe y a dar razones vibrantes de la fe que tienen. La visión de Ecclesia in America nos enseña que los lazos eclesiásticos de caridad, unidad en la verdad y el uso de los medios de comunicación modernos deben expresar la unidad eclesial de América del Sur, Central y del Norte. En sus audiencias papales, el Papa Benedicto XVI ha estado impartiendo catequesis sobre la oración en las que explica que el crecimiento espiritual y la vida espiritual auténticos deben estar fundados sobre la roca de las verdades objetivas de la fe católica: las verdades del Credo, las verdades de los Sacramentos, las verdades de nuestras enseñanzas morales y las verdades que se encuentran en la experiencia de los grandes santos y místicos de todos los siglos, lo que enseñaron acerca de la oración. El Papa Benedicto XVI siempre ha enfatizado que una de las claves de la Nueva Evangelización es las personas que llevan la cruz de Jesucristo con fe, generosidad y valentía. San Francisco es un bello ejemplo. Se identificó de tal manera con la cruz de Cristo que tuvo la preciosa gracia y experiencia de los estigmas. Hoy seguimos las huellas de San Pablo que dice en su Carta a los Gálatas: “Yo sólo me gloriaré en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por quien el mundo está crucificado para mí, como yo lo estoy para el mundo”. La cruz es el punto central de la historia de la salvación y del mundo. Es el punto central del destino de cada persona. Es el punto central de la Nueva Evangelización. El Año de la Fe es una iniciativa dinámica de la Nueva Evangelización. El Papa Benedicto XVI nos urge a cada uno a abrir la mente, el corazón y el alma a la expansión del don de la fe. Nos pide que usemos uno de los grandes instrumentos de la Nueva Evangelización: el Catecismo de la Iglesia Católica. Nos está pidiendo que estudiemos las enseñanzas del Concilio Vaticano Segundo. Nos está pidiendo a todos los que formamos la Iglesia que confrontemos la dictadura del relativismo en un espíritu de caridad y verdad. Como Obispo de la Diócesis de Allentown Pa., le pido a cada católico comprometido que invite a algún católico que esté alejado de su fe a que se acerque a la Misa durante este Año de la Fe. Les pido a los padres de niños pequeños que estén comprometidos con su fe a que inviten a otros padres que estén alejados de la fe a que vuelvan a Misa. Es un paso muy práctico y concreto de evangelización y podría tener resultados increíbles. Queremos que los católicos de nuestras parroquias estén tan encendidos con el Espíritu Santo y tengan una actitud tan cálida de bienvenida que los católicos alejados redescubran su verdadero hogar. Incluso si no aceptan la invitación de inmediato, hace un bien enorme y planta la semilla para el futuro. Invito a todos los que están siguiendo esta Santa Misa hoy a que se unan a los católicos de la Diócesis de Allentown, Pa. en esta campaña. Inviten a sus amigos católicos alejados de la fe a que se acerquen a la Iglesia para que redescubran la verdad de la Buena Noticia de Jesucristo. Y que la invitación sea hecha con mucho tacto, con gran inteligencia emocional y con gran caridad, amor y humildad. Además de la Nueva Evangelización y el Año de la Fe, y muy relacionado con eso, se nos convoca una vez más a los cristianos a ser dinámicos defensores y promotores de la libertad religiosa. Se nos convoca nuevamente a asumir nuestra responsabilidad política y a formar nuestra conciencia para la participación ciudadana fiel. El 3 de octubre de 2011, los obispos católicos de los Estados Unidos vuelven a proponer a nuestra nación la consideración del documento Forming Consciences for Faithful Citizenship, un hermoso documento que guía a los católicos en el ejercicio de sus derechos y deberes como participantes de nuestra democracia norteamericana. Los invito a que lo estudiemos y lo recemos con detenimiento. En la nueva nota introductoria del documento, nuestros obispos afirman: “Somos miembros de una comunidad de fe con una larga tradición de enseñanza y acción en favor de la vida humana y la dignidad, el matrimonio y la familia, la justicia y la paz, el cuidado de la creación y el bien común. Como estadounidenses, tenemos además la bendición de contar con libertad religiosa, que custodia nuestro derecho a vivir nuestros principios y convicciones morales en la esfera pública. Estas libertades constitucionales deben ser ejercidas y protegidas ya que algunos buscan acallar o limitar a quienes tenemos fe religiosa y a las instituciones religiosas. Los católicos tienen los mismos derechos y las mismas obligaciones que cualquiera para participar plenamente en la vida pública. A través de sus instituciones, la Iglesia debe ser libre de llevar a cabo su misión y contribuir al bien común sin la presión de tener que sacrificar para ello sus principios y enseñanzas fundamentales.” En esta defensa de la libertad religiosa y de la dimensión clave del estudio de los documentos del Concilio Vaticano Segundo durante el Año de la Fe, se nos recuerdan las palabras de la Declaración sobre la libertad religiosa del Concilio. “La persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, no se obligue a nadie a obrar contra su conciencia. El derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural.” También se nos recuerdan palabras de James Madison acerca del primerísimo de los derechos naturales que los redactores de la Constitución insistieron en que el gobierno no podía infringir legalmente. “El Congreso no aprobará ninguna ley que imponga una determinada religión ni que prohíba el libre ejercicio de ninguna.” En ese sentido, recordemos las inmortales palabras finales de Santo Tomás Moro, patrono de los hombres de gobierno, los políticos, abogados y ciudadanos fieles. Esas palabras han resonado a través de las generaciones y forman las conciencias de los fieles hasta el día de hoy. Justo antes del momento de su ejecución, Santo Tomás dijo que él era “un buen servidor del rey, pero antes, de Dios”. Estas palabras son cruciales para nosotros, que vivimos en este siglo. Como cristianos, hacemos grandes esfuerzos para mantener buenas relaciones con la autoridad civil. Pero así como vamos a “dar al César lo que es del César”, también daremos “a Dios lo que es de Dios”, recordando siempre que antes que a nadie, servimos a Dios primero. Ésa es la naturaleza de nuestra vocación. Es nuestra misión y ninguno de nosotros va a renunciar a ese llamado. Es más, se trata de un llamado a la misión que se corresponde perfectamente con la concepción estadounidense de la ley y la justicia. Según nuestra Constitución, ninguna ley, reglamento o directiva administrativa puede forzarnos a violar nuestra conciencia religiosa. Tampoco puede ninguna agencia de gobierno sostener legítimamente que nuestro derecho a la libertad religiosa se limita a nuestros templos y que nuestros ministerios en la esfera pública existen sólo en superficie. Esas restricciones, de hecho, hacen todo lo contrario. Bajo nuestra Constitución, es el gobierno el que está limitado y sujeto a la ley, no los derechos de conciencia de los norteamericanos. Esos derechos nos son dados por Dios, no por el gobierno y ninguna agencia gubernamental puede violarlos legalmente. Ni nosotros ni el pueblo norteamericano en general consentirá calladamente el menoscabo a la libertad religiosa por voluntad de una ley. Como norteamericanos y como católicos, podemos celebrar, defender y promover el derecho de todo norteamericano a la libertad religiosa. La lucha por este derecho no puede estar separada de la lucha por toda otra libertad civil de que gocemos y que celebremos los norteamericanos. Es una lucha a favor del alma de nuestra nación. Un gobierno que ostenta el poder de aprobar leyes que nieguen esencialmente la libertad religiosa es un gobierno que tiene el poder de barrer con cualquier derecho constitucional; y esa no es una senda que los norteamericanos vayamos a seguir tolerando. La antorcha de la estatua de la Libertad que simboliza el testimonio norteamericano de la libertad religiosa mundial, internacional y nacional, no puede apagarse ni ponerse en riesgo. Me enorgullece que la Diócesis de Allentown Pa. haya sido y siga siendo proactiva y creativa, y sea la primera en promover la lucha por la libertad religiosa. Junto con la Universidad DeSales y la Sociedad Santo Tomás Moro de esta diócesis, fuimos sede de un Simposio sobre Libertad Religiosa televisado repetidas veces a través del sistema de cable de Pennsylvania. Nuestro periódico local nos cedió generosamente espacio para explicar nuestra posición luego de que yo tuviera la oportunidad de predicar acerca de la libertad religiosa en la Misa de cierre de los festejos por el 50 aniversario de la Diócesis en febrero pasado. Nuestros sacerdotes y diáconos (¡qué orgullo me dan!) han predicado con dinamismo y coherencia sobre este tema. La Comisión diocesana para la Mujer encabezó una campaña de reclamo por escrito a nuestros legisladores gracias a la cual se llegaron a enviar unas 48.000 cartas. Fue una poderosa expresión de lo que el beato Juan Pablo II llamó “el genio femenino”, que con tanta frecuencia preside y guía a la Iglesia. Estoy tan orgulloso y agradecido hacia las mujeres de la Diócesis de Allentown. Me enorgullecen también y agradezco a todos los laicos de la Diócesis por su testimonio valiente e ininterrumpido de defensa de la libertad religiosa. Nuestras celebraciones durante los 15 Días por la Libertad incluyeron una Misa inaugural y de cierre, un sitio dedicado, con recursos sobre el tema, eventos formativos en los cinco condados que integran el territorio; el repique de campanas en las iglesias el 4 de julio en honor del rico legado de la libertad religiosa en nuestra nación. Organizamos una jornada de Theology on Tap (un foro de discusión y debate informal sobre temas de fe y de actualidad para jóvenes adultos). Los Caballeros de Colón colaboraron con su habitual disposición y diligencia en todo. Y aquí estoy yo, en EWTN, dirigiéndome no sólo a los fieles de mi Diócesis sino a una audiencia mundial para pedir a todos que hagan resonar la libertad. Que resuene valiente y audazmente; llevémosla a la esfera pública. Celebro hoy, como obispo de la Diócesis de Allentown, los inspiradores esfuerzos de sacerdotes, diáconos y fieles laicos de mi Diócesis que no pueden sino acelerarse y crecer en importancia de a poco durante este siglo. Y celebro también hoy el testimonio dinámico de la libertad religiosa que se vio en cada arquidiócesis y diócesis de este país de maneras tan diversas y creativas. Nuestro ejercicio del derecho a la libertad religiosa que consagra la Primera Enmienda nos ayuda también en el ejercicio de nuestra responsabilidad política de testimoniar con valentía la santidad de la vida humana, que es fundamento de todos los demás derechos humanos; la santidad del matrimonio indisoluble entre un varón y una mujer, una institución moral y social fundamental que es esencial al bien común; la necesidad de ocuparse de la pobreza, el hambre, el desempleo; la necesidad de defender y proteger los derechos humanos y la dignidad de los inmigrantes y refugiados; la importancia de seguir el ejemplo del Papa Benedicto XVI en su valiente viaje al Líbano hace poco tiempo; la importancia de ser testimonio, en este memorial de San Francisco de Asís, para la paz mundial y la libertad religiosa, la caridad y la tolerancia. El Padre Richard John Neuhaus se refirió una vez al momento del católico. “Hoy es un momento único del laico católico, aquél que ayuda a orientar a todos los norteamericanos hacia un nuevo, valiente y renovado amor por la libertad religiosa en nuestro país y en todo el mundo.” Y en este momento del laico católico, debemos volver a tomar el ejemplo valiente de Santo Tomás Moro, un laico de todos los tiempos y todos los siglos, que nos inspira particularmente en este siglo veintiuno. En 1929 el gran escritor católico G.K. Chesterton escribió que “Tomás Moro es más importante en este momento que en cualquier otro desde su muerte, incluso quizás más que el momento de su muerte. Pero no es todavía tan importante como lo será dentro de unos cien años”. Hagamos los cálculos: 1929 a 2029. A medida que nos acercamos a esa fecha señalada por el escritor, vemos lo profético de tal observación. El 31 de octubre de 2010, en un discurso conjunto de los obispos de Pennsylvania que dieron en la celebración del décimo aniversario de la proclamación de Santo Tomás Moro patrono de los gobernantes, políticos y abogados por el beato Juan Pablo II, dijeron lo siguiente: “Santo Tomás Moro fue ejecutado por negarse a poner las demandas del estado por sobre los requerimientos de su conciencia e insistió en que existían verdades objetivas que el gobierno no podía intentar desconocer legítimamente. Nosotros, los obispos de Pennsylvania, proponemos a Santo Tomás Moro como modelo para todos los ciudadanos del Commonwealth por sus virtudes sobresalientes y por negarse a torcer su conciencia, a pesar de lo que se le ofrecía a cambio y de las amenazas que recibiera. La integridad moral de Santo Tomás Moro le da la estatura de un hombre para todos los tiempos, y muy especialmente para los estadounidenses del siglo veintiuno.” En esta Misa, rezamos para que Santo Tomás Moro interceda por los hombres de gobierno, los políticos, los jueces y abogados para que sean valientes y efectivos en su defensa y promoción de la libertad religiosa y la santidad de la vida humana, fundamento de todo otro derecho humano. El secreto de la santidad de Santo Tomás Moro y de su martirio, un hecho que cambió la historia, fue la humildad que tuvo en sus últimas horas. En el Evangelio de San Mateo, el Señor nos invita a ir a Él “todos los que estéis agobiados y yo los aliviaré. Carguen sobre sí mi yugo y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón y serán confortados porque mi yugo es ligero y mi carga, liviana”. Lo que finalmente hace la diferencia en la historia es una valentía magnánima fundada en la humildad. Como afirma el Papa Benedicto XVI en su encíclica Caridad en la verdad, “defender la verdad, proponerla con humildad y convicción y testimoniarla en la vida son formas exigentes e insustituibles de caridad. La verdad preserva y expresa la fuerza liberadora de la caridad en los acontecimientos siempre nuevos de la historia.” Católicos de este siglo y toda persona de buena voluntad de todo el mundo, seamos siempre instrumentos de aquella humildad, verdad y caridad que liberan al mundo en momentos de cambio y crisis. Nuestra Señora, Patrona de los Estados Unidos, ruega por nosotros. EWTN