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HEMEROTECA / HISTORIA MILITAR
«Gran Capitán», el terror de los
franceses en la batalla que
cambió la Historia de España
ESTEBAN VILLAREJO/MANUEL P. VILLATOROABC_ES / MADRID
Día 20/10/2013 - 18.21h
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TEMAS RELACIONADOS
«Los que mandan ejército un día como hoy no deben ocultar el
rostro», arengó Gonzalo Fernández de Córdoba a sus hombres
ante la decisiva lid de Ceriñola
El«Gran Capitán» durante la batalla de Ceriñola frente al cuerpo sin
vida del francés Luis de Armagnac
Gonzalo Fernández de Córdoba, «Gran Capitán». El eco de sus proezas aún
retumban en los manuales de historia militar. En Europa y allende los mares,
donde los «herederos» de sus Tercios fraguaron el Imperio de aquella
joven España. Cuando muchos nombran tan alegremente a Sun Tzu, Clausewitz,
Napoleón, Patton o Schawrzkopf, olvidan que fue este genio militar español quien
cambiaría para siempre el «arte de la guerra»: de la pesadez medieval
(caballería pesada) a la agilidad moderna (infantería).
Reconquista de Granada, victoria sin igual frente al francés en
Nápoles, conquista de un nuevo Reino para sus «Señores», virrey, precursor de
una nueva estrategia militar fundamentada en la infantería y visionario de un
Ejército español cuyas reformas impulsaron un cambio de mentalidad que
posteriormente derivó en la creación de los populares tercios españoles que
acabarían dominando buena parte del mundo e invictos desde 1503 hasta el
desastre de Rocroi en 1643.
A pesar de sus proezas, nunca dejó de ser un oficial cercano a sus
hombres
Sin embargo, y a pesar de sus proezas, este cordobés nunca dejó de ser un oficial
cercano a sus hombres, con sentido del honor para con el contrario, estoico y, ante
todo, súbdito lealhacia unos Reyes Católicos que iniciaban en sus hombros la
aventura de una nueva nación. Aunque no fueron pocas las desaveniencias
acaecidas con sus «Señores», llegando a ser apartado de la «res publica» y «res
militaris» de la siempre desagradecida España.
Como bien explica Fernando Martínez Laínez, periodista y coautor del
libro «El Gran Capitán» (Ed. Edaf), Gonzalo Fernández de Córdoba (1453-1515) se
inició pronto en la carrera militar, pues estaba destinado a dedicarse a guerrear al
ser el segundo hijo de una familia noble, cobrando su nombre más poder entre los
militares. Pronto se asoció su nombre a la valentía. «Una de las primeras batallas
en las que intervino fue la de Albuera, cuando combatió a las huestes del rey
de Portugal que habían invadido Extremadura».
«Hacia 1497, tras una breve estancia en la Corte, los Reyes Católicos le nombran
"adalid de la Frontera", un grado que equivalía a capitán», explica Laínez.
La Reconquista de Granada
Pero donde realmente comenzó a mostrar su ingenio militar fue durante la
«Guerra de Granada», una campaña militar que se sucedió a partir de
1482 y en la cual los españoles pretendían expulsar a Boabdil del último estado
musulmán en la Península Ibérica. «La guerra se produjo por la firme decisión de
los Reyes Católicos, que querían acabar de una vez por todas con el enclave
musulmán de Granada, el único territorio que quedaba para completar la unidad
cristiana peninsular».
Gonzalo tomó parte en esta contienda al mando de una unidad de «lanzas»
(caballería pesada con una gruesa armadura) de la casa de Aguilar, de la que su
hermano era señor. «Fue una guerra larga, que duró casi diez años, y se libró a
base de incursiones, asedios, golpes de mano y escaramuzas persistentes,
sin grandes batallas campales», determina el escritor.
«El Gran Capitán tuvo un papel muy destacado a lo largo de toda la campaña, en
especial en los ataques a Álora, la fortaleza de Setenil, Loja y el asalto al castillo
de Montefrío, cercano a Granada». De hecho, algunos cronistas como Hernán
Pérez afirman que, durante esta guerra. «Gonzalo era siempre el primero en atacar
y el último en retirarse».
Cuadro de José de Madrazo sobre el asalto del «Gran Capitán» en Montefrío
Su papel más destacado lo tuvo al final de la contienda, ya que fue una de los
diplomáticos que negoció la rendición del reino nazarí de Granada e
incluso actuó como espía. «Es totalmente cierto que llevó a cabo una hábil
labor secreta, fomentó la división de las facciones nazaríes de Granada, negoció con
Boabdil la rendición de la ciudad, y hasta acompañó al último monarca nazarí en su
último viaje por España cuando este pasó a refugiarse en África», sentencia Laínez.
Granada sería su principal manual de «lecciones aprendidas» para las guerras
venideras.
«Pronto, su valerosa actitud y dotes de mando llamaron la atención de los Reyes
Católicos, que le recompensaron con la tenencia (jefatura militar) de Antequera, el
señorío de Órgiva y una encomienda», prosigue Laínez.
Primera guerra de Italia
Sin embargo, parece que los grandes honores que recibió no fueron suficientes para
Gonzalo, pues en 1495 se embarcó hacia otra gran campaña esta vez en
Nápoles. Su misión era clara: detener el avance de los franceses, deseosos de
expandirse militarmente con la toma de algunos territorios. «La primera campaña
italiana se inició cuando el rey francés Carlos VIII invadió el reino de Nápoles
(Reame) con una gran ejército. Al poco tiempo se retiró, pero dejando la mayor
parte del Reame ocupado».
«Utilizando las tácticas aprendidas en la Guerra de Granada, Fernández
de Córdoba, limpió Calabria de enemigos, conquistó la provincia de Basilicata y
tras derrotar a los franceses en Atella entró triunfante en Nápoles en 1496», destaca
el escritor. Fue tras el asalto a esta ciudad cuando se empezó a conocer a Gonzalo
como «Gran Capitán». Tras tomar el lugar, volvió a España como un héroe.
Segunda contienda en Nápoles
A pesar de que se firmó un tratado con Francia para que cesaran las hostilidades, la
paz no duró demasiado. El rey francés Luis XII había firmado un tratado con
Fernando el Católico para repartirse el reino napolitano. Los franceses ocupan la
mitad norte y el sur queda en poder de las tropas españolas que manda el Gran
Capitán.
Pero pronto se iniciaron las discrepancias entre españoles y franceses por
cuestiones fronterizas, lo que provocó que en 1502 se reiniciara la guerra
después de que los franceses trataran de nuevo de tomar Reame. El «Gran Capitán»
no lo dudó y se dispuso a enfrentarse a los enemigos de España. Una de las
primeras batallas de esta guerra fue la de Ceriñola (Cerignola), en la que Gonzalo
tendría que hacer uso de toda su experiencia militar para lograr salir victorioso.
La batalla que revolucionó la Historia
La batalla de Ceriñola sin duda cambió la historia, y es que, si hasta ese
momento la fuerza de los ejércitos se medía en base a la cantidad de
caballería pesada de la que disponía, tras esta lid la mentalidad militar
evolucionó y comenzó a primar la infantería.
La batalla se desarrolló en un diminuto punto de la Apulia italiana situado en lo alto
de una colina cubierta de viñedos y olivos. En ella, las tropas del «Gran Capitán» se
defendieron de los atacantes franceses, tras verse obligados a retirarse en varios
enfrentamientos.
Obligó a los caballeros a llevar infantes en la grupa de sus monturas
De hecho, el «Gran Capitán» demostró antes de la batalla su mentalidad
innovadora y revolucionara. Y es que, para llegar a la ciudad Ceriñola y poder
preparar las defensas concienzudamente antes del ataque de los franceses, Gonzalo
forzó a sus caballeros a hacer algo nunca antes visto y que suponía una afrenta a su
honor.
«El Gran Capitán obligó a los caballeros de su ejército a llevar infantería en la grupa
de sus monturas en la marcha hacia Ceriñola, por terreno arenoso y próximo a la
costa, lo que hacía muy fatigosa la marcha. Eso era algo que no se hacía nunca,
pero mejoró la movilidad y la moral de la tropa y le permitió ganar
tiempo. Fue una muestra más de su ingenio táctico», explica el experto.
Este acto hizo que los españoles ganaran tiempo y les permitió preparar las
defensas de la ciudad, que consistieron en cavar un foso y una pared de tierra
alrededor de Ceriñola, lo que les permitía aprovechar la situación elevada del
enclave. Además, el «Gran Capitán» pudo establecer una estrategia que más tarde
sería reconocida como un preludio de la guerra moderna.
Una reforma militar
Los franceses no se hicieron esperar y, a los pocos días, su comandante,Luis de
Armagnac, dejó ver a sus tropas. «Por el lado francés, aunque varió según
avanzaba la guerra, se contaban unos 1.000 hombres de armas (caballeros con
armadura), 2.000 jinetes ligeros, 6.000 infantes, 2.000 piqueros suizos y 26
cañones». Por el contrario, Gonzalo tenía a sus órdenes un ejército formado
principalmente por infantería: «Del lado español había solo 600 hombres de armas,
5.000 infantes y 18 cañones, más un refuerzo de 2.000 mercenarios alemanes»,
señala Laínez.
«En esta batalla las fuerzas estaban bastante equilibradas en cuanto a
números, pero los franceses tenían mucha superioridad en caballería pesada y su
artillería doblaba a la española. Por el contrario, los españoles contaban con un
mayor número de arcabuceros, una fuerza que se revelaría decisiva», explica el
escritor.
Recreación de la batalla de Ceriñola (1503)
Para detener la fuerza arrolladora de la caballería francesa se planteó una estrategia
novedosa: situar las tropas de disparo delante de las defensas. «El Gran Capitán
colocó en primera línea a los arcabuceros y espingarderos (hombres
armados con una escopeta de chispa muy larga), detrás a la infantería alemana y
española, y más retrasada a la caballería. Él se situó en el centro del dispositivo y
revisó con detalle el despliegue de toda la tropa».
Todo quedó preparado para un duro combate. Pero, antes siquiera de desenvainar
una espada, el «Gran Capitán» volvió a demostrar su arrojo. Concretamente,
Gonzalo se quitó el casco en los momentos previos a la batalla y, cuando uno de sus
capitanes le preguntó la causa, él contestó: «Los que mandan ejército en un
día como hoy no debe ocultar el rostro».
Comienza la batalla
La batalla se inició con la caballería francesa cargando orgullosa contra las tropas
españolas. Hasta ese momento, una de las cosas más terribles que podía ver un
enemigo de Francia era a los majestuosos jinetes en marcha con las armas en
ristre. Sin embargo, fueron recibidos con una salva de fuego que hizo caer a un
gran número de soldados.
«La batalla apenas duró una hora y fue una victoria total»
«Cuando se inició el fuego, las balas de los arcabuceros españoles hicieron estragos
en la caballería pesada francesa, impedida de avanzar ante el foso erizado de
estacas y pinchos», explica el autor. Al no poder avanzar, los jinetes,
desesperados, trataron al galope de encontrar alguna fisura en las defensas del
«Gran Capitán», pero su intentó fue en vano y costó la vida a Luis de Armagnac,
alcanzado por varios disparos.
Tras la derrota de la caballería pesada, la infantería francesa se dispuso a avanzar,
pero sufrió grandes bajas debido al fuego español. Además, justo antes de que los
soldados alcanzaran la primera línea de arcabuceros y acabaran con ellos, el «Gran
Capitán» ordenó retirarse a estas tropas de disparo para evitar bajas.
Después de esta estratagema, el «Gran Capitán» cargó con todos sus infantes
contra las diezmadas tropas del fallecido Armagnac que, ahora, no tenían objetivos
contra los que luchar al haberse retirado los arcabuceros españoles. Sin apenas
dificultad, las unidades de Gonzalo dieron buena cuenta de los restos
del ejército francés.
Se adelantó a Napoleón en cuatro siglos
Ni siquiera la caballería ligera francesa pudo ayudar a sus compañeros, pues fueron
arrollados por los jinetes españoles. «La batalla apenas duró una hora y fue una
victoria total. Además, quedó como un ejemplo de arte táctico, y de la
importancia de la fortificación y elección del terreno para el buen resultado de
cualquier combate», destaca Laínez.
Otro escritor, Juan Granados, autor de la novela histórica «El Gran Capitán» (Ed.
Edhasa) explica que «esencialmente demostró que en adelante las batallas se
ganarían con la infantería. Utilizando para ellocompañías formadas por
soldados distribuidos en tercios, es decir, en tres partes: arcabuceros,
rodeleros —soldados con armadura muy ligera armados de espada y rodela, el típico
escudo circular de origen musulmán— y piqueros, generalmente lasquenetes
alemanes, enemigos acérrimos de los cuadros mercenarios suizos que solía emplear
Francia. Se adelantó cuatro siglos a Napoleón, huyendo de la guerra frontal
yutilizando las tácticas envolventes y las marchas forzadas de
infantería».
«Triunfador absoluto, desempeñó funciones de virrey en Nápoles»
A finales de 1503 españoles y franceses volverían a medir sus fuerzas en el río
Garellano -que por cierto da nombre a uno de los regimientos del Ejército con más
solera y cuya sede se encuentra en Vizacaya- donde el «Gran Capitán» dio cuenta de
las huestes del marqués de Saluzzo. «El sur de Italia quedó durante más de dos
siglos en poder de España. El Gran Capitán, triunfador absoluto de estas guerras,
desempeñó funciones de virrey en Nápoles, donde fue querido y respetado, pero
pronto las envidias y maledicencias cortesanas empezaron a actuar en su
contra», señala Laínez.
Pero parece que España no podía soportar a los héroes, pues Gonzalo
terminaría siendo relevado de su puesto. El escritor Juan Granados sentencia: «Tal
era la popularidad de Gonzalo de Córdoba entre sus hombres, que llegaron a desear
proclamarle rey de Nápoles. Algo que él nunca deseó, se hubiese conformado con
ser comendador de su querida orden de Santiago. Pero Fernando el Católico era
suspicaz, desconfiaba de tanto éxito, el mismo rey de Francia, a quien había
derrotado, le había ofrecido el generalato de su ejército. Por otra parte, sí es cierto
que Gonzalo era descuidado en sus informes a su rey, tardaba en escribirle, pero
nunca había pensado en suplantarle».
El monarca pidió entonces al «Gran Capitán» un registro de gastos
para asegurarse de que no había malgastado fondos reales.Fernando el
Católico le reclamó claridad en las cuentas de sus gastos militares en Nápoles, algo
que Fernández de Córdoba consideró humillante. Como respuesta a lo que Gonzalo
consideraba una gran ofensa personal, el entonces virrey dirigió a la monarquía un
memorial conocido como las «Cuentas del Gran Capitán».
Unas cuentas curiosas
Irónicamente las cuentas incluían en el capítulo de gastos cantidades tales como:
Doscientos mil setecientos treinta y seis ducados y nueve reales en frailes, monjas y
pobres para que rogasen a Dios por la prosperidad de las armas españolas. Cien
millones en picos, palas y azadones. Diez mil ducados en guantes perfumados para
preservar a las tropas del mal olor de los cadáveres enemigos, cincuenta mil
ducados en aguardiente para las tropas un día de combate, ciento setenta mil
ducados en renovar campanas destruidas por el uso de repicar cada día por las
victorias conseguidas... y lo mejor: «Cien millones por mi paciencia en
escuchar ayer que el rey pedía cuentas al que le ha regalado un reino».
Esto no debió de sentar muy bien al monarca que, a sabiendas de lo que «Gran
Capitán» representaba prefirió evitar el enfrentamiento directo con él, pero no
perdonó la ofensa. «El monarca decidió alejar a Gonzalo de Nápoles. A partir de
entonces el Gran Captán tuvo que adaptarse a una vida más sedentaria en sus
posesiones de España. Es el destino de casi todos los héroes, una vez que han
cumplido con su cometido en la guerra y llega la paz», finaliza Martínez Laínez. Sin
embargo, lo que sí dejó este guerrero fue una reforma militar que duraría siglos.
La reforma militar
La herencia del «Gran Capitán» revolucionó la forma de combatir a nivel mundial
hasta la llegada de las armas de destrucción masiva. Entr otros elementos
destacables se sitúan la formación de la tropa en compañías (que luego serían la
unidad fundamental de los tercios) al mando de un capitán, y el experto manejo de
las armas de fuego individuales del combatiente de a pie, señala Martínez Laínez.
Estatua del «Gran Capitán» en la cordobesa plaza de las Tendillas
Por otro lado, el Ejército cambió su mentalidad y comenzó a formar nuevos
soldados que, además de pelear, tuvieran la capacidad de entrenarse por sí solos,
hacer trabajos de fortificación y ponerse a punto con marchas y ejercicios
constantes. «Este método es una herencia de las antiguas legiones
romanas y creó un soldado que poco después hizo de los tercios una maquinaria
invencible en toda Europa», destaca Laínez.
Además, el «Gran Capitán» creó también un nuevo tipo de unidad, la coronelía. Es
el antecedente más inmediato de los tercios. Tenía unos 6.000 hombres y era
capaz de combatir en cualquier terreno.Otra de sus innovaciones fue armar
con espadas cortas, rodelas y jabalinas a una parte de los soldados. «La finalidad
era que se introdujeran entre las formaciones compactas enemigas, causando en
ellas terribles destrozos», sentencia el escritor.
Enseñanzas que fueron adquiridas por el «Gran Capitán» en la guerra de guerrillas
que supuso la reconquista de Granada, con unos Reyes Católicos que depositaron
en los hombros del «Gran Capitán» sus primeros pasos militares de una nueva
nación en aquella vieja Europa llamada España.
4 preguntas para el teniente general Francisco Puentes
Zamora, jefe del Mando de Adiestramiento y Doctrina del
Ejército
E. VILLAREJO/M. P. VILLATORO
- ¿Qué importancia histórica tiene la figura del «Gran Capitán» para el
Ejército español?
- Representa a un soldado extraordinario, leal y valeroso, pero sobre todo un
excelente organizador. Fue el creador del ejército que escribió, desde el punto de
vista militar, las páginas más gloriosas de la historia de España. Dio una
importancia primordial a la formación moral, adiestrando a sus hombres en una
disciplina rigurosa mediante la cual cada uno cumplía con su tarea cualesquiera que
fueran las circunstancias, creando en ellos el orgullo de unidad o cuerpo. Estableció
un «Ethos o código del soldado» que en muchos aspectos sigue vigente en la
actualidad, basado en la dignidad personal, la austeridad, el estoicismo, el sentido
del honor, el amor a la patria y el fervor religioso. Hizo de la infantería española
una máquina formidable que dominó los campos de batalla de una larga época.
En otro orden de cosas mi Cuartel General en Granada ocupa el convento donde fue
velado el «Gran Capitán» a su muerte y donde se celebró el funeral que duró nueve
días. Estando situado además frente a la última casa que ocupó en vida. De alguna
manera nos sentimos vinculados a su espacio físico, lo que nos hace intentar «estar
a su altura» y pensar que «asiste y ayuda» en nuestras actividades.
- ¿En qué consistió su innovación militar?
- Propulsar una importantísima reforma en la organización del ejército. Basándose
en una finísima observación de la realidad de la guerra, supo aprender las lecciones
de la conquista de Granada, mejorando el empleo de las armas y modificando las
técnicas de combate. Dio predominio a la maniobra, que es la combinación del
fuego y el movimiento, y en este sentido aumentó la proporción de arcabuceros,
desplazando con soltura a su prodigiosa infantería en toda clase de terrenos.
Impulsó el despliegue en profundidad, manteniendo un escalón en reserva para
desplazarlo a donde pudiera hacer más falta en función de las vicisitudes del
combate. Los jefes tenían en sus manos todos los medios para perseverar en su
decisión o plan de combate. Ningún detalle importante escapaba a su observación,
aprendiendo y mejorando de forma continua; por ejemplo armó con espadas cortas
a la mitad de sus infantes, que en un momento dado se arrastraban por entre los
pies de sus compañeros y las largas picas del enemigo, para herirles a corta
distancia.
- ¿Qué cualidades debe poseer todo buen mando militar?
- Como Jefe de la enseñanza militar, esas cualidades son las que pretendemos
inculcar en las Academias Militares. Como en cualquier profesión son
fundamentales los conocimientos técnicos propios y la capacidad de actualizarlos
de modo permanente. Pero además, los cuadros de mando deben ser una referencia
continua de las virtudes militares, que no son otra cosa que las virtudes cardinales
de la prudencia, la justicia, la fortaleza y la templanza, en un contexto muy
particular y concreto. Los empleos más altos deben ejercitar su liderazgo basándose
en la iniciativa, la creatividad y la visión de conjunto; los cuadros intermedios
deben ser previsores, activos y resolutivos, tratando de sacar lo mejor de las
personas bajo su responsabilidad.
- ¿Por qué cree que los personajes como el «Gran Capitán» suelen ser
olvidados en esta España de hoy?
- No creo que esté olvidado, o que lo esté más que otros. Ese olvido responde a un
general declive de las humanidades en la enseñanza y en la divulgación. Por otra
parte hay una corriente de historiadores que, por diversos motivos, cuestionan y
replantean aquel periodo imperial de nuestra Historia.