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Filosofía – 6to año
Invitación a la Filosofía
2:00 A.M. 16/12/2012 FERNANDO ARAYA ESCRITOR [email protected]
Algunos dicen que “la Filosofía ha muerto”. Tal sentencia ha sido pronunciada
innumerables veces a lo largo de la historia, pero nunca se ha cumplido. En los tiempos
actuales tampoco, y por eso he redactado esta invitación a la Filosofía, persuadido de que
justo ahora, en sociedades dominadas por el consumismo y el frenesí del día a día, es
cuando más se la necesita.
Algunos dicen que “la Filosofía ha muerto”. Tal sentencia ha sido pronunciada
innumerables veces a lo largo de la historia, pero nunca se ha cumplido. En los tiempos
actuales tampoco, y por eso he redactado esta invitación a la Filosofía, persuadido de que
justo ahora, en sociedades dominadas por el consumismo y el frenesí del día a día, es
cuando más se la necesita.
Animal filósofo. Si admirado por el hecho de existir, reflexiona sobre el sentido de su
vida, se pregunta por el por qué, el para qué, el hacia dónde de su existencia, sobre lo que
puede o no hacer, y al contemplar el cielo guarda silencio al imaginar el origen de la
inmensidad, poder y belleza del universo; si asteado de la rutina, la falsedad y la inercia,
sueña con innovar y evolucionar, con crear nuevas y mejores realidades, usted ejerce de
filósofo, no importa si sus cavilaciones acontecen en compañía o en soledad, en tabernas,
estadios, hogares, centros de trabajo, en los palacios de los ricos, en las casas de los
pobres, mediante las palabras de los ilustrados o a través del lenguaje directo y sencillo de
los no ilustrados.
Puede afirmarse, entonces, que el ser humano es un animal filósofo, que filosofa y hace
ciencia porque busca sin descanso, insatisfecho del presente, deseoso de algo más,
nostálgico del placer y la felicidad, y por eso cambia, transforma, evoluciona, cuestiona,
trasciende, se rebela, y su rebelión es su libertad; él es el que va de paso y sabe que su vida
es pasar, “pasar haciendo caminos, / caminos sobre la mar”, cantan poetas y sabios.
Cada momento es una despedida. De todas las condiciones existenciales que originan el
preguntar filosófico una en especial produce un sobresalto poderoso: El tiempo hace que
todo se aleje poco a poco hasta desaparecer; personas, objetos, imágenes, la propia vida,
la vida de aquellos a quienes se ama, épocas, imperios, sucesos, todo es deshecho con el
tiempo; de ahí el poema “Tu eres, tiempo, el que te quedas, / y yo soy el que me voy”. Cada
momento es una despedida. No es que el tiempo sea algo accidental, accesorio, es que la
persona es tiempo, y, por lo tanto, progresiva aniquilación; aniquilación, pero también
lucha y esperanza, porque, al saberse temporal, se anida en el alma el deseo de vivir cada
instante y hasta el último instante, de vivirlo bien, con placer y alegría, con libertad y
justicia, y de vivir – lo intuía el sefardí pulidor de lentes Spinoza – en la perspectiva de
superar el tiempo, “perseverar en el ser”, decía él.
Se conoce lo que se vive. El animal filósofo, forzado a filosofar en virtud de las
condiciones existenciales que lo definen, es como tal un amante de la sabiduría, y, a
propósito de la sabiduría, resulta admirable el testimonio de José Saramago: “El hombre
más sabio que he conocido – dijo – no sabía leer ni escribir”, es decir, no necesitó escuchar
sesudas disertaciones, leer complicados libros o escribir gigantescos tratados, para ser
sabio. Esa condición la obtuvo del hecho de vivir, así, sin más; y con esto no digo nada en
contra del oficio intelectual, pero retengo la consecuencia: El conocimiento socialmente
disponible –y la sabiduría es parte de esto–- supera por mucho al conocimiento formalizado
de los intelectuales. La sabiduría nace del vivir, no de las teorías. Y lo mismo cabe decir de la
Filosofía: ella no es primariamente una teoría o un conjunto de teorías, sino el impulso
reflexivo inicial que acompaña la experiencia existencial en la seguridad de que solo se
conoce lo que se vive.
Pero la Filosofía no solo nace de la experiencia existencial y del asombro. Cuando esos
hechos primigenios se hacen sistemáticos, y se organizan en redes de conceptos, se
descubre una pregunta fundamental, para algunos el principio de todas las preguntas
posibles por ser la más amplia, radical y profunda: ¿Por qué existe la realidad y no, más
bien, nada? Al pronunciar esta pregunta no se interroga por un aspecto de la realidad, ni
cómo es, ni para qué es, sino por qué es y qué es lo que la hace ser, con lo cual la
investigación se orienta hacia “el problema del fundamento”, que tanto interesa, por
ejemplo, al afamado físico Steven Hawking. Este científico inicia su último libro –El gran
diseño, escrito en conjunto con Leonard Mlodinow– con un capítulo titulado “El misterio
del ser” donde formula la pregunta: “¿Por qué existe algo en lugar de no haber nada?”, y
dice: “Esta es la cuestión última de la vida, el universo y el Todo'”, si logramos encontrar
una respuesta “Habremos hallado –escribe– el Gran Diseño”.
Obsérvese que al pronunciar la pregunta fundamental, sea en Filosofía o en Ciencia, no
interesa responder a la interrogante pragmática ¿qué hacer? –muy necesario, por cierto,
pues a partir de ella se tiene éxito o se fracasa en el día a día –, lo que se busca es el sentido
o raíz de todo pragmatismo, con lo cual la Filosofía se presenta como lo más práctico que
existe al influir en los más diversos ámbitos de las prácticas cotidianas: economía, política,
cultura, educación, ciencia, tecnología, trabajo, etc. No es casualidad, entonces, que la
Filosofía sea una de las fuerzas motrices claves de las transformaciones históricas más
importantes, tales como las revoluciones inglesa, francesa, norteamericana, rusa y china, la
revolución renacentista, la revolución científica, tecnológica y política que condujo al
mundo moderno. Todas estas transformaciones, y muchas más, en todos los ámbitos y en
todos los continentes, están henchidas de Filosofía.
Autonomía y cambio. En punto a lo dicho, conviene recordar que en Filosofía y Ciencia
no se hacen preguntas creyendo, de previo, que se tienen las respuestas. No. Ese es un
preguntar falso, engañador. Se pregunta para investigar y descubrir respuestas que de
previo no se conocen, lo que es muy distinto. Soberbia y vanidad, no otra cosa, es creer
que se tienen respuestas sin preguntar, sin investigar o, lo que es peor, preguntando de
modo hipócrita. Eso es dogmatismo, y el dogmatismo origina fanatismo, y el fanatismo
causa división y sufrimiento. Quien incursione en el ámbito filosófico y científico ha de
saber que la primera exigencia que debe cultivar es pensar, estudiar, investigar y sentir con
autonomía respecto a los poderes sociales constituidos, formales y fácticos, todos los
cuales se disfrazan con alguna ideología. El filósofo – y todos lo somos en tanto animales
filósofos– “vive, ve, escucha, sospecha, espera y sueña” (Nietzsche) no como quien cree
estar en posesión de verdades, sino como el que se sabe buscador de ellas, amante de la
sabiduría. Por esto, el animal filósofo no vive en rebaño, reflejando las ideologías, prejuicios
y dogmatismos útiles para la domesticidad; y esto lo capacita para poner variables nuevas
que no están en las rutinas y convencionalismos. Esta capacidad de crear factores
originales que desequilibran el statu quo hasta transformarlo y hacerlo evolucionar nace de
la autonomía intelectual y sensitiva, y de la sabiduría que surge de la experiencia
existencial.
En fin, si usted incursiona en la Filosofía y realiza con mayor disciplina y estudio su
vocación de animal filósofo, le esperan sorpresas y desafíos extraordinarios. Quizás no se
haga rico, quizás sí –quien quita un quite–, pero en cualquier caso será una aventura que le
proporcionará placer y, con suerte, felicidad.
Fuente: http://www.nacion.com/2012-12-16/Opinion/Invitacion-a-la-Filosofia.aspx