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¿Pobres empobrecidos?
(Causas y remedios posibles)
Roberto Fermín Bertossi
Si fuéramos capaces de restaurar la dignidad personal a cada pobre empobrecido, el
mismo recuperaría todo lo demás por añadidura.
Para ello resulta imprescindible disolver las causas más profundas de toda inequidad,
exclusión, desperdicio y descartes inhumanos resaltando que hablamos de dignidad no
solo alimentaria sino aquella que incluye legítimas expectativas de prosperidad sin
exceptuar bien alguno.
Cuando Juan Pablo II propuso globalizar la solidaridad, fue (es) mucho más que un eureka
semántico sino que, a partir de la misma y con la misma, devolverle al pobre empobrecido
todo lo que naturalmente le corresponde en términos de ciudadanía.
Habiendo fracasado la guerra declarada formalmente a la pobreza por la primera potencia
terrenal un día 8 de enero de 1964, Lyndon B. Johnson (Presidencia de EE. UU.); habiendo
fracasado entre otros fracasos, también los Objetivos del milenio no obstante los
maquillajes y eufemismos de la ONU para disimularlos, la necesidad de resolver las
cuestiones estructurales de la pobreza no puede esperar más, no sólo por una exigencia
pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una
enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá conducirla a renovadas crisis.
Por eso, en tanto no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres
empobrecidos, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados, de la especulación
financiera y del lucro voraz, atacando simultáneamente las causas estructurales de la
inequidad, no se resolverán los problemas del mundo de esos pobres empobrecidos y, en
definitiva, ninguna problema en razón de que, toda inequidad es la raíz más profunda de
nuestros males sociales, personales y comunitarios.
Ante tanta iniquidad, indolencia, indiferencia e ignominia, una proposición fraterna,
debiera provocar en nuestras vidas y en nuestras acciones la más sublime reacción en
orden a contribuir para recuperar toda dignidad humana y todo bien común,
´amalgamándonos´ al originario destino universal de los bienes, a la función social de la
propiedad y teniendo muy presente que, ¡sobre toda propiedad privada “late” una
hipoteca social!
Esta maravillosa amalgama dando prioridad al tiempo más que al poseer o usurpar
espacios, será ocuparnos de iniciar procesos proactivos en pos de resolver cuestiones
nucleares que deben estructurar e integrar toda política económica como toda economía
política.
La palabra solidaridad, hoy están demasiado desgastada y bastardeada ya que en su cabal
acepción, pretende reflejar mucho más que algunos actos esporádicos de fraternidad. En
efecto, su genuina acepción supone crear una nueva mentalidad y recrear la cultura del
encuentro para actuar en términos de comunidad, de prioridad de la vida de todos sobre
la apropiación de los bienes por parte de algunos.
No debería extrañarnos pues, que los flagelos relacionados -repotenciados por un
descalabro ecológico-, torne harto dificultoso encontrar soluciones locales para las
enormes contradicciones globales, razón por la cual, toda política local y regional afronta
(en casos, se satura también) problemas propios y ajenos a resolver satisfactoriamente.
Toda paz social que no surja como fruto del desarrollo integral de todos, tampoco tendrá
futuro y siempre será semilla de nuevos conflictos y de variadas formas de violencia
conforme lo acreditan miserias concretas que encontramos a nuestro paso, por caso, en
cada retrato de cada habitante de la calle.
Escandaliza el hecho de saber que existe alimento suficiente para todos y mucho más, de
manera que el hambre se debe concretamente a inhumanas distribuciones de los bienes y
de las rentas. Este problema se agrava espantosamente con especuladores, intermediarios
y lucros apabullantes que vienen engendrando dolosamente toda práctica de desperdicios
y descartes … aún “humanos”.
Esto es tan claro, tan directo, tan simple, sencillo y elocuente que ninguna hermenéutica
puede relativizarlo y mucho menos, abortarlo.
¿Entonces, para qué complicar y continuar postergando lo que es tan simple, justo e
inclusivo total; para qué oscurecer lo que es tan claro?
Las metodologías conceptuales son para favorecer y facilitar el contacto con la realidad
que pretenden explicar, y no para alejarnos de ella.
Habitualmente, nada bueno acompaña a los defensores de “la ortodoxia”. No se olvide,
que todo extremismo de lo relativo, fundamentalismos ahistóricos, etnicismos y eticismos
sin bondad ni solicitud, intelectualismos sin sabidurías y, más de menos; son esencial e
inherentemente viciosos. Sus titulares merecen el reproche de pasividad, de indulgencia y
de complicidad culpables respecto a situaciones sociales humanas de injusticia
intolerables como a los regímenes políticos que las conservan y reproducen,
¿definitivamente?
Finalmente, soy de los que piensan y sostienen largamente una auténtica y dinámica ética
equitativa humana tanto como una economía solidaria civil consecuente, desde la
experiencia personal que nunca son lugares de comodidad y menos de rentabilidad para
sus propulsores más, siempre implican el admirable don y compromiso de mejorar y
cambiar el mundo, de transmitir valores, de dejar algo mejor detrás de nuestro paso por
esta bendita tierra.
Roberto Fermín Bertossi
P.D.: Estas reflexiones siguen, se nutren, adhieren y reproducen sabias reflexiones del
Santo Padre Francisco en su Exhortación Apostólica: “ Evangelii Gaudium” dada en
Roma en la clausura del Año de la fe el día 24 de Noviembre de 2013.
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