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Parabola del fariseo y el publicano
Serie Las parábolas de Cristo en el evangelio de Lucas
Introducción
Hemos visto a lo largo de nuestra serie, la manera en que el Señor lidia con temas bastante
fundamentales de una manera tan sencilla.
En pasajes anteriores, hemos aprendido acerca de la salvación; de Dios como un pastor que busaca la
oveja y como padre amoroso que busca a su hijo perdido. Además hemos visto que la salvación también
es una puerta, pero una puerta angosta, que al final, dejará a algunos adentro y otros muchos fuera.
Ahora, el Señor trata con un tema mucho más profundo – y es de resaltar el énfasis tan directo de Lucas
a elementos doctrinales como la salvación, el pecado, la justificación etc. - ¿Cómo puede el pecador ser
justificado delante de Dios? Cómo puede Dios declarar justo a alguien, ¿por sus obras o por medio del
arrepentimiento y la fe?
El Señor Jesús utiliza una parábola con personajes reales, a fin de ilustrar su punto en la manera diáfana
y precisa que caracterizó a nuestro adorado maestro.
Contexto:
Es difícil precisar acerca del tiempo que pasó entre la parábola de la viuda y el juez injusto (v 1-8). Hay
quienes creen que las enseñanzas de Jesús fueron consecutivas y desde esa perspectiva podemos mirar
la relación que guardan la primera parábola del capítulo con la segunda de la siguiente manera:
En la primera el Señor habla acerca de la necesidad de orar con paciencia y con perseverancia y la
segunda parábola (v 9- 14) enseña acerca de la actitud correcta del corazón y la adecuada disposición
interna.
El Señor Jesús se está dirigiendo a Jerusalén para pasar allí los últimos días antes de su muerte, grandes
multitudes le seguían (Lc 14:25) entre los cuales iban publicanos y fariseos (Lc 15:1), y es a éstos últimos
a quienes Jesús se dirigió en nuestro texto.
A unos que confiaban en sí mismos como justos y menospreciaban a los otros, dijo también esta parábola
(v9)
Probablemente la peregrinación había suscitado las interminables discordias entre fariseos y publicanos;
dos polos opuestos en cuanto a moral y reputación entre la sociedad.
Veamos lo que tiene nuestro texto que decir acerca de estos dos grupos, representados en dos hombres
que van a orar al templo y que son usados por Dios para la ilustración.
Dos Hombres
Dos hombres subieron al tempo a orar: uno era fariseo y otro publicano (v10)
El templo, reconstruido por Herodes el grande (19 AC) era el lugar de adoración y de oración para los
judíos, era un lugar público, todos podían ir a orar excepto aquellos que estaban excluidos del servicio
religioso según las leyes levíticas: ciegos, leprosos, mujeres con flujo de sangre etc.
Es en esta escena en la que nos encontramos con estos dos hombres.
Un fariseo
No era cosa difícil ver a un fariseo en el tempo orando. Esa era su costumbre.
Los fariseos eran un grupo sectario formado unos cuantos años antes del nacimiento de Cristo, los cuales
expresaban una observancia exagerada a las leyes de Dios. Ellos habían construido su propio sistema de
leyes y eran muy minuciosas en observar cada una de esas leyes, ¿el resultado? Un grupo de personas
que se preocupaban por ser observados de los hombres, que llevaban pesadas cargas, que aparentaban
una devoción, pero su corazón estaba lejos de Dios.
El Señor arremetió fuertemente contra este grupo (Mt 23) acusándoles de sepulcros blanqueados y de
hipócritas que iban a experimentar el justo juicio de Dios si no se arrepentían.
Un publicano
El otro personaje es el antagonista de los fariseos. Contrario al carácter riguroso y religioso de los
fariseos, los publicanos eran un grupo de judíos de baja reputación.
Los publicanos se dedicaban a recaudar impuestos; su método consistía en pagar al tribuno la cantidad
correspondiente al impuesto de cierta ciudad o sector y luego ellos se encargaban de cobrar a los
habitantes. El problema era que solían cobrar hasta 4 veces más de lo que era justo. Esto ubicaba a los
publicanos en una clase despreciable; eran “vendidos” al imperio e implacables con sus hermanos. Si
había algo despreciable entre los judíos; eran los publicanos.
Era algo realmente extraño ver a un publicano en el templo, lo que muestra la urgencia con la que veía
su propio pecado.
Dos oraciones
Los dos personajes aparecen en el templo orando.
Usted puede saber todo lo que una persona cree con solo escucharlo orar.
Jesus dijo: De la abundancia del Corazón habla la boca. (Mt 12:34)
Y esto es lo que vemos en cada una de estas oraciones.
La oración del fariseo
a) Su disposición: Puesto en pie, probablemente cerca del lugar santísimo, con sus manos al cielo,
sus ojos mirando arriba y con voz alta, haciendo ruido con sus campanas y exhibiendo sus
flectarias. Su posición es decidida
b) A quien dirigía la oración: A él mismo, menciona a Dios por protocolo, pero su oración es con él.
Alaba su propia persona, sus obras y su aparente santidad. En ningún lugar se arrepiente o pide
perdón, al contrario acusa, no reconoce su propio pecado, él se cree justo delante de Dios. Nadie
puede tener una idea de la santidad de Dios y estar cerca de él sin reconocer su propio pecado
(Isaias 6:1-5; Lc 5: 8). Si hay algo que sabemos de este fariseo es que NO conocía a Dios.
c) Comienza a alabarse a sí mismo. Se compara con una persona ladrona, o adultera, o deshonesta,
pero no se compara con hombres piadosos. La actitud de un altivo es siempre hacer relucir su
personalidad frente a personas que no pueden ser una competencia. Esta es una oración de un
fariseo de los tiempos de Cristo:
d) Menosprecia al publicano: la oración farisaica siempre hace ver que otros necesitan más
arrepentimiento que nosotros. Oh! Cuan equivocados estamos, porque cada pecado es igual
delante del Señor, si esto hiciéremos, nuestro amor hacia el prójimo fuera más práctico
“Te doy gracias, Jehová mi Dios, porque tú has asignado mi suerte con aquellos que se sientan en
la casa de entendimiento y no con los que se sientan en las esquinas de las calles. Pues yo me
levanto temprano y ellos se levantan temprano: yo me levanto temprano para estudiar las
palabras [p 765] de la Tora y ellos se levantan temprano para atender asuntos de ninguna
importancia. Yo me fatigo y ellos se fatigan: yo me fatigo y por ello gano, mientras ellos se
fatigan sin ganar nada. Yo corro y ellos corren; yo corro hacia la vida de la era venidera, mientras
ellos corren hacia el abismo de destrucción”.416 Este es otro ejemplo típico de la misma
autojusticia farisaica.”
e) En un aspecto positivo, mostraba todo aquello que hacía en exceso. Sus ayunos (solo era uno al
año y algunos en meses especiales), sus diezmos y todo lo que hacía demás lo traía como un
argumento para ganar el favor de Dios
El Publicano:
La oración del publicano es sencilla, humillada, y consiente de la grandes de Dios.
a) Estaba lejos: Mientras el fariseo se creía justo por sus obras y digno de estar cerca del trono, el
publicano estaba lejos del lugar santísimo, reconocía su condición y que no era digno de estar en
pie delante de un Dios Santo. La única diferencia entre el fariseo y el publicano era el tipo de
pecado, pero ambos debían clamar por el perdón del Señor.
b) Su humildad: la biblia dice: no quería ni aun alzar los ojos al cielo. Su actitud revela la verdadera
condición de su corazón. Dios jamás despreciaría un corazón contrito y humillado.
c) Se avergüenza de su pecado, golpea su pecho en señal de desesperación y agonía. Este
publicano aborrece su condición
d) Clama a Dios fervientemente por perdón. ¿A quién más pudiera clamar? El reconoce al Dios
perdonador y misericordioso, al Dios que puede borrar nuestras rebeliones, y exclama: ¡Sé
propicio a mí, pecador! ¡Ten misericordia de mí! Su ración sale de lo profundo de su corazón,
sabe de antemano que la ira de Dios está sobre él, que está lejos, pero tiene fe, él puede ver al
Dios amoroso que recibe a todo aquél que viene a él. Su esperanza es Dios.
Mientras el fariseo se muestra como único entre los demás, el publicano también lo hace, pero
de otra manera: Soy El pecador, el mayor de todos.
Dos resultados
La enseñanza de Jesús es tajante: os digo que éste (el publicano), descendió a su casa justificado en lugar
del otro (el fariseo)
El término empleado por el Señor es un término legal usado para declarar a una persona justificada
después que la pena ha sido pagada. El Señor está declarando al publicano Justo en lugar del fariseo.
¿¡Un momento; Él solo creyó!? Sí. Y es exactamente eso lo que se necesita para ser justificado.
No hay una bienaventuranza mayor que ésta (Salmo 103:12; Miqueas 7:9)
Que grande y maravilloso es nuestro Dios, el cual justifica al pecador por su infinita gracia y por medio de
la sola fe en él
La gran diferencia entre el publicano y el fariseo es que aunque ambos tenían fe, a tenían en objetos
diferentes:
El fariseo tenía fe en él y sus obras, pero el publicano solo tenía fe en Dios que perdona y cubre nuestras
rebeliones.
La exaltación de los hijos de Dios viene por su común humillación con Cristo. Cuando nosotros ponemos
nuestra fe en el Señor, lo que sucede es que nosotros participamos de los padecimientos y la humillación
de Cristo, y luego Dios el padre ve eso como si fuera nuestra propia humillación, y el resultado es la
exaltación; la bendición en los lugares celestiales. Allí halla razón las palabras de pablo:
Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la
carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí. Gal 2:20
Conclusión
¿Cuál es el tipo de fe que estamos ejerciendo? ¿Acaso estamos confiando en nuestras propias obras?
¿Con cuál de estos dos personajes nos identificamos?
Que el Señor nos conceda ver a diario nuestra propia naturaleza pecaminosa y nos conduzca a él en
arrepentimiento genuino y fe.
Y amigo, si aún estas sin Cristo, Hoy te aseguro que él puede perdonar todos tus pecados si tan solo
pones tu confianza en él, renunciando a tu propia suficiencia y reconociendo tu pecado.