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Ana Belén Leal Lliteras Las religiones como pretexto para ser misógino. A lo largo del curso hemos analizado y comprendido la manera en que el sexo, el género y la identidad, están sujetos a significados culturales y pautas de comportamiento que a su vez se encuentran ligados a los respectivos géneros binarios. Hemos visto que el sistema neoliberal capitalista tiene una fuerte influencia en la formación de estos signos, tanto para los cuerpos con pene, como para los que tienen vulva, claro sin dejar de lado los cuerpos considerados intersexuados. Este sistema socioeconómico y político fue creado por la humanidad, lo que conlleva que esté repleto de imperfecciones y huecos que podemos ver el día de hoy, sobre todo en desventaja para las mujeres. Sin embargo, me pregunto si en el ámbito espiritual del ser humano esto sucede de la misma manera, esa parte donde la expresión mística, sutil y algunas veces fantasiosa, desempeña un papel inigualable para muchos, las religiones. ¿Estará corrompida la espiritualidad por las ambiciones ególatras del capitalismo heteropatriarcal? Para éste análisis tomaré como referencia las religiones que más influencia e importancia tienen, en cuanto a su expansión demográfica en el mundo, comenzando por las más antiguas y distintas a las que predominan en occidente que son el budismo y el hinduismo; para continuar con la tríada monoteísta, es decir, que creen en un solo Dios. Enunciaré de manera general el judaísmo e islam, para así profundizar más en el cristianismo. Para terminar daré mis puntos de vista de las religiones expuestas, con el apoyo de distintas autoras que me ayudaron a comprender y darle un fundamento feminista a mis opiniones. En la antigüedad, las culturas egipcias y griegas concedían a la mujer un papel preponderante, realizaban cultos a las diosas y lo femenino. Sin embargo, en algún punto se comenzaron a delegar ciertas actividades dependiendo del sexo de la persona dentro de las culturas antiguas. Comenzaré analizando una de las tradiciones espirituales más antiguas, el budismo, que como su nombre lo revela su fundador es el Buda. Esta religión se encuentra dentro de las consideradas ateístas ya que no afirma la existencia de un dios como tal, sino que para liberarnos del sufrimiento debemos centrarnos en nuestro propio entendimiento para alcanzar ese estado de Buda. El Buda significa el que ha despertado, del sueño, de la ignorancia, del ego, y del sufrimiento, el que ha trascendido todo deseo para así lograr una iluminación y trascender su espíritu; utiliza diferentes técnicas para lograrlo, pero la principal es el control de la mente mediante la meditación. Se han encontrado evidencias de que el Buda no prestaba atención al género, ni distinguía al hombre de la mujer, si no que ambos tienen la capacidad de lograr una iluminación, al lograr ese dominio de sí. Pero, ¿qué pasa que hoy en día es más común ver a monjes budistas que monjas? No parece ser en la religión budista en donde están las desigualdades de género, sino en las sociedades en las que surgen, y en el modo en que concebimos el mundo bajo nuestros propios paradigmas (Alonso, 2010). Pocas referencias existen de lo que fue el budismo femenino hace 2,500 años, sin embargo, podemos comprobar que el linaje de líderes espirituales dentro del budismo tibetano han sido únicamente de género masculino, actualmente el Dalai Lama. Denise Najmanovich (2001) afirma “… el cuerpo no existe independientemente de nuestras vivencias, creencias, experiencias, no flota inmaculado en la eternidad, sino que es forjado en la historia humana que transcurre siempre en un ambiente poblado de otros seres y entidades con los que estamos profundamente entramados”. Sin existir algún tipo de negación hacia la mujer en esta cultura, es evidente que los cuerpos femeninos están sujetos a entramados históricos y culturales, que van más allá del origen y objetivo de la religión, en este caso del budismo. Es diferente que el orden patriarcal intente, en su neurosis identificar las dimensiones psíquicas, sociales y culturales con el individuo alejado de los demás. Hernando (2015) nos habla de que estamos sujetas a identidades relacionales, donde lo que yo soy depende de la relación que tengo con lo otro, depende del otro. Monjes budistas tibetanos. Prosiguiendo con las culturas orientales, otra de las más influyentes en la actualidad es el hinduismo, la cual es considerada politeísta, creen en muchos dioses. En su filosofía, el hinduismo venera el aspecto femenino desde la parte materna, Devi (diosa) la Diosa Madre que se le relaciona con la tierra y el cosmos (García-Arroyo, 2008). Parecido a la concepción de la madre tierra de los incas, quienes le llaman a este aspecto relacionado con la tierra y con la madre: Pachamama. Según el antropólogo Fernando Klein (2009), la relación entre mujer y tierra, tiene que ver con aspectos del alumbramiento y la fertilidad, “la tierra es una mujer y la mujer es la tierra”. No es casualidad que en la actualidad tengamos tantos problemas para separar estos aspectos, dejar relacionar a la mujer con el ser madre. Nuria Varela (2008) afirma que el patriarcado se ha esforzado en negar la sexualidad de las mujeres, de controlarla, de imponer normas sobre su maternidad. Esta creencia de que las mujeres tienen como función principal la reproducción para poder realizarse como tales, La Diosa Madre Tierra proviene desde creencias profundamente arraigadas e internalizadas desde los orígenes de las civilizaciones. Aunado a esto, es relevante mencionar que para la cultura hindú, existen tres dioses (masculinos) principales, que representan las tres formas de Brahman (El Absoluto): Brahma, quien es el creador de todo, Vishnu es el preservador, y Shiva en su aspecto de destructor (Luarte, 2012). De esta trinidad hindú (trimurti) aparecen todos los dioses hindúes, así como cada uno de ellos tiene su complemento o diosa femenina. El complemento es importante en esta religión, siempre existe una deidad femenina para cada masculina, sin embargo, de inicio los dioses principales están representados por el dios, el hombre. No es de extrañar que en la realidad en la que viven las personas en India se vea a la mujer en servicio de su dios, su marido, ya que el 83% de la población en India practica esta religión, como menciona Cordero (2008) “…la situación de la mujer en la India está más cerca de la situación de esclava que de la de diosa”. Con esto yo me pregunto, ¿Qué pasaría si en el mundo en el que vivimos predominara el matriarcado sobre el patriarcado? Seguramente, las mujeres hindúes serían las diosas y dominantes, no las esclavas y sombra de sus maridos o padres. Con esto quiero decir que la manera en que interpretamos las religiones, no depende de la filosofía como tal, sino que la adaptamos a la manera en que la sociedad está construida, la utilizamos a conveniencia del mundo, en este caso es el heteropatriarcal. Trimurti: principales dioses hindúes. En cuanto a las religiones monoteístas más influyentes, el judaísmo, cristianismo e islam, la idea y construcción social que hacen de la mujer difiere de las religiones orientales anteriormente mencionadas. Esta triada, a diferencia de las anteriores, concibe la existencia de un solo Dios. En el judaísmo se venera a Yavé, sus profetas son Abrahám y Moisés; en el cristianismo se considera a Dios como tal y su máximo representante Jesús de Nazareth; por último en el Islam se venera a Dios como Alá, y el profeta que lo encarna Mahoma. Sí, todos hombres. Me gustaría desarrollar la religión cristiana más a profundidad que las otras dos de esta rama, ya que además de ser la que más seguidores tiene en el mundo (ver anexo 1), es la que en nuestra cultura mexicana y tapatía predomina. Esta religión habla de que en el inicio de los tiempos el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios, ¿y la mujer? Citando a la Biblia completo este enigma: “…y de la costilla que el señor Dios había tomado del hombre, formó una mujer y la trajo al hombre. Y el hombre dijo: Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi carne; ella será llamada mujer porque del hombre fue tomada” (Génesis, 2:22) Desde el inicio, marcadas por siempre a la sombra del hombre, quien fue creado con un papel principal por la máxima autoridad omnipotente que es Dios, a su imagen, el hombre es el Dios. De verdad reflexionemos, ¿cuántos años de tortura, esclavitud, sufrimiento hemos y han tenido que pasar las mujeres por este fragmento bíblico y todo lo que conlleva? “Hombre creado a imagen y semejanza de Dios” Dejando un poco la parte filosófica del cristianismo, actualmente y en muchos años a lo largo de la historia, se ha presionado a la iglesia sobre el asunto del género dentro de la burocracia que ejercen. La Iglesia ha declarado, que por fidelidad a Cristo, no se considera autorizada a admitir a las mujeres en la orden episcopal por múltiples razones, entre ellas es la clásica premisa de que Jesús no llamó a mujeres a formar parte del grupo de los Doce apóstoles, “…y lo hizo de un modo totalmente libre y soberano, sin amoldarse al uso dominante y a la tradición avalada por la legislación de su tiempo”.1 Otras de las razones es que la mujer no puede ejercer sacerdocio en la iglesia cristiana, es que Cristo debe ser representado por un hombre, un sacerdote, no una mujer (Sánchez, 2006). Jesús de Nazareth y los doce apóstoles Se estarán preguntando ¿dónde están las Marías y qué papel juegan en esta visión del cristianismo? Sí, se ha puesto de relieve la importancia presencia de las mujeres del entorno de Jesús, María su madre y María Magdalena que lo siguió hasta la cruz. Para mí, estas dos polaridades que representa María, la virgen inmaculada y madre de Dios, contraria a la prostituta y pecadora de Magdalena; es la clara manera en que la mujer occidental se vive el día de hoy. Eres la santa virgen o eres considerada la puta avergonzada de su sexualidad, que ruega por el perdón del hombre, de su Dios. Sánchez (2006) hace referencia a uno de los teólogos más influyentes en el cristianismo occidental actual, para dar luz a lo que se consideraba explícitamente a la mujer en los primeros siglos de la Iglesia: 1 Encíclica Dignitatem mulieris (15 de agosto de 1988) de Juan Pablo ll “Tú (mujer) eres la puerta del diablo, tú quien destapó el árbol prohibido, tú la primera transgresora de la Ley divina; tú fuiste quien persuadió a aquél a quien el diablo no tuvo suficiente coraje para acercarse, tú estropeaste la imagen de Dios: el hombre Adán; por tu castigo, la muerte, incluso el Hijo de Dios hubo de morir [...] ¿No sabes que cada una de vosotras es una Eva? La sentencia del Señor sobre tu sexo está vigente hoy; la culpa, necesariamente, sobrevive hoy también.”2 Es una declaración abierta y sin rodeos sobre la visión de la mujer como la culpable de la caída del hombre, lo que me hace pensar que por líderes así, es que se entiende que hoy en día los hombres sean capaces de afirmar su dominio sobre la mujer, desde declaraciones inocentes como “por eso las matan” hasta realizar como tal el acto violento. En este punto del ensayo me necesario regresar a mi pregunta inicial: ¿Estará corrompida la espiritualidad por las ambiciones ególatras del capitalismo heteropatriarcal? Me gustaría responder que no, que esta parte de la humanidad no ha sido tocada por el sistema, sin embargo, después de la investigación previa y resumida de las anteriores religiones me es imposible responder de otra manera que no sea sí. El común denominador que encontré en las religiones es que en su ideal, en su filosofía, el cuerpo de la mujer no había sido devaluado y menospreciado. Sin embargo, es en la práctica actual de las mismas que parece ser que reside el problema, el acto mismo de las religiones. Pero ¿qué pasó que de teoría a práctica hay un abismo enorme de diferencia epistemológica de la representación del cuerpo de lo que consideramos una mujer? Butler (1990) nos habla de que el cuerpo es una encarnación de los procesos culturales e históricos abiertos al cambio y a las posibilidades que de este se desprendan para significarles. Es decir, que no por el hecho de existir un fundamento filosófico religioso desde el cual interpretar el género, es que el significado siempre permanezca intocable; los cuerpos están sujetos a significados construidos por actos que los performan y que van cambiando conforme los actos lo determinen de esa manera. Pero, ¿por qué ha estado cambiando el significado de los cuerpos y qué los ha determinado? Para responder esto, tenemos que considerar que la religión es uno de los pilares 2 De cultu feminarum I, 1-2. epistemológicos desde el cual se interpreta el mundo, sin embargo, no es el único ni el más influyente. Aquí es donde entra el sistema político y económico neoliberal capitalista que a mi parecer es el predominante en la vida actual, por sobre la influencia religiosa. Federicci (2004) señala como por la crisis demográfica y otros factores económicos de la época feudal, fue necesaria la implementación de este sistema que basaba en sus inicios un ideal de familia para lograr así su cometido de producción y consumo de manera eficiente. En cuanto a las mujeres, como su utilidad social era en casa, lo más rentable para su función en el sistema capitalista es seguir produciendo mano de obra y manteniéndola viva; por eso su “función” comienza a limitarse únicamente a un trabajo de ser madre y criar hijos productivos, y al no producir ningún otro tipo de bien, quedan relegadas en el sistema. Así es como este sistema comenzó a relegar ciertos actos y roles para la mujer, manteniendo así el sistema funcionando, lo cual era considerado como lo más importante hasta el día de hoy. Como he mencionado reiteradamente a lo largo de este ensayo, no es lo mismo la teoría que la práctica de la religión, me parece necesario hacer una aclaración sobre esto antes de concluir. Todo lo que he investigado y desarrollado sobre cada una de las diferentes religiones, son por así decirlo, interpretaciones del mundo actual sobre las mismas. Es decir, nadie puede asegurar que en sus inicios cada una de ellas tenía diferencias y explicaciones completamente distintas al día de hoy. Por más objetividad que se emplee al describir su filosofía, lo estamos haciendo desde unos lentes patriarcales que probablemente no nos permitan concebirlas desde su esencia y pureza. Nos encontramos tan inmersos en este sistema que no es difícil saber en realidad lo que plantea cada una de ellas sin una concepción neutral del género. Entiendo que las creencias, significados, y símbolos construidos sobre el género, son influenciados a partir de múltiples factores, entre ellos, la religión y el sistema económico, ambos, como hemos discutido se encuentran a favor de la masculinidad o figura patriarcal; y que estos significados han sido tradicionalmente heredados a través de los años a lo que conocemos el día de hoy, mediante actos performativos, formando cuerpos entramados llenos de historia y cultura. Es diferente que el orden patriarcal intente, en su neurosis identificar las dimensiones psíquicas, sociales y culturales con el individuo alejado de los demás. Hernando (2015) nos habla de que estamos sujetas a identidades relacionales, donde lo que yo soy depende de la relación que tengo con lo otro, depende del otro. La religión se adapta al sistema de creencias heteropatriarcales y su práctica difiere para los cuerpos que significan la espiritualidad, y que al mismo tiempo la espiritualidad los significan. Esto me da la esperanzadora convicción de que es posible moldear los significantes a nuevas referencias en beneficio para la mujer, que como afirma Simone de Beauvoir, “la mujer no nace, se hace” y talvez en un futuro no tan lejano podamos rescatar todas esas diosas orientales y esas Marías con la relevancia con que, seguramente, en sus realidades fueron vistas y admiradas. Referencias bibliográficas Aunque no logré a un cien por ciento que mis referencias fueran por puras mujeres, me resulta importante resaltar en negritas a las autoras en las que me sustenté para escribir este ensayo, y yo entre ellas. Alonso, María (2010) Los géneros imaginarios de lo sagrado. El budismo en el marketing publicitario. Universidad de A Coruña. España. Butler, Judith. (1990) Actos performativos y constitución del género: un ensayo sobre fenomenología y teoría feminista. Cordero del Castillo, P. (2008). La India, hechizada por sus dioses, prisionera de sus fantasmas. Universidad de León: España Federici, Silvia (2004). Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación primitiva. Madrid: Traficantes de sueños, 2010. Fernández-Pellón, Helena. (2011) La mujer en el judaísmo. Universidad Carlos lll: Madrid. García-arroyo, Ana (2008) La representación de la mujer en la India: imágenes de la historia. Hernando, Almudena. (2015) ¿Qué hay detrás del amor? Crítica al pensamiento amoroso, identidad y reproducción social. Madrid: Nociones Comunes, octubre 2015. Klein, F., (2009) Cuando Dios era mujer. Lo sagrado femenino. Arcopress. Luarte, F. (2012) El hinduismo: consideraciones históricas y conceptuales. Pontificia Universidad Católica de Chile: Santiago. Najmanovich, Denise. (2001) Del Cuerpo-Máquina al Cuerpo Entramado. Campo Grupal ,No.30. Buenos Aires. Sánchez, M. (2006) El lugar de las mujeres en el cristianismo: uso y abuso de la historia antigua en un debate contemporáneo. Universidad de Cantabria: España. Varela, Nuria (2008). Feminismo para principiantes. Barcelona: Ediciones B. Anexos Las religiones en el mundo