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SEFARAD, LA ESPAÑA HEBREA Y SU LEGADO
PATRIMONIAL.LA SINAGOGA DE Samuel Ha-Leví
Los judíos que durante siglos vivieron en la península, llamaron a
esta Sefarad, y compartieron este espacio vital con las otras
dos grandes creencias religiosas, en un largo periodo lleno de
momentos de plenitud y desolación, que tuvo su final el 31 de
Marzo de 1492, cuando los Reyes Católicos, firman el edicto de
expulsión de los judíos españoles, poniendo fin a una larga
convivencia que entre otros efectos, dejó un gran vacío en las
juderías de las villas y ciudades donde estaban asentados,
además de tener que abandonar los edificios de culto que
durante siglos habían servido como lugar de reunión y rezo, y
que pronto pasarían a tener otras finalidades, para que con el
tiempo acabar desapareciendo como vestigio cultual de esta
religión. La sinagoga del Tránsito es uno de los pocos edificios
de este tipo que han llegado hasta nosotros, pero no sin que el
tiempo y su uso, hayan hecho mella en su estructura y
funcionalidad.
Me propongo realizar un pequeño recorrido desde la Edad
Media hasta nuestros días, y analizar los cambios sufridos y las
personas que participaron en ellos, así como las motivaciones
que dieron lugar a los mismos.
http://toledoolvidado.blogspot.com.es/2008/03/la-sinagoga-deltrnsito-y-su-entorno-o.html foto capturada el 28-11-15
La Sinagoga del Tránsito se situaba dentro de la judería de Toledo,
que estaba conformada por carnicerías, zocos, murallas, puertas,
casas, calles, adarves, casas de estudio de la ley y hasta un total
de diez sinagogas más, según un poema del siglo XIV de Yakob
Albeneh. La minoría hebrea se asentó en la parte occidental de la
ciudad y la judería tenía su propia muralla interior
que
posteriormente desaparece para que el barrio judío se mezcle
con el resto de la ciudad.
Por su finalidad, la sinagoga tenía que diferenciarse claramente
del santuario o templo judío. A diferencia del templo de Jerusalén,
la sinagoga no tiene sacerdotes ni sacrificios de animales y
mientras que en el templo el único que entraba era el sacerdote,
manteniéndose lejos los demás participantes en el culto sacrificial,
en la sinagoga la participación de todos en la oración común era
el centro en torno al que giraba su liturgia. El edificio de la
sinagoga debía tener, por tanto un amplio espacio en su interior,
adecuado
para dar cabida a los miembros de la comunidad, posibilitando oír
la lectura de la Torá y sentarse durante el servicio religioso.
El modelo arquitectónico seguido por los edificios sinagogales se
asemejó al de las basílicas romanas, con columnas alrededor de
un espacio central y una galería sobre los pórticos interiores, pues
hubo que crear un espacio -la galería de mujeres- para posibilitar
la asistencia de las mismas a los servicios. La orientación del
muro donde se encontraba la hornacina que contenía los rollos
de la Ley era en dirección a Jerusalén, colocando la puerta
de acceso de tal manera que al entrar o salir no dieran la
espalda a los mismos. También se colocaba un pulpito o
podio llamado bimah, y unos asientos donde los fieles seguían
el acto religioso. Con frecuencia las sinagogas disponían de
algunas instalaciones adjuntas como casa de huéspedes y baños
rituales.
Así pues, la sinagoga por sus características funcionales era el
lugar adecuado no sólo para reuniones de carácter cultual, sino
también para la toma de decisiones del concejo hebreo de la
aljama o para la celebración de elecciones, entre otras
actividades.
En la España cristiana medieval, construir una sinagoga era en
principio algo problemático, pues requería una autorización del rey
y otra de las autoridades eclesiásticas, imponiendo éstas
determinadas condiciones: a los judíos no les está permitido
edificar sinagogas de nueva planta, pero sí conservar las antiguas,
siempre y cuando la reforma no consista en ampliarlas o mejorar su
aspecto y altura anterior, que en todo caso no podía sobrepasar la
altura de las iglesias de la localidad y debía aparecer más sobrio y
austero que aquéllas.
Las circunstancias de inseguridad y acoso externo en las que
muchas comunidades judías vivieron en la Edad Media
conformaron y condicionaron, por tanto, la construcción y el plano
de sus edificios.
En la mayoría de los casos, las sinagogas medievales españolas
eran pequeñas -con algunas excepciones- como la de Toledo,
que contravenía las leyes vigentes. Tal vez Semuel Leví consiguió el
permiso para levantar esta sinagoga gracias a la gran influencia
que tenía sobre el rey Pedro I , o tal vez a que consiguiese el
permiso bajo la fórmula de una reedificación o restauración de
una sinagoga anterior, lo cual sí se autorizaba, pues según un
estudio arqueológico de B. Pavo, (cit. por Lacave, Juderías, 302), la
portada y el muro de los pies de la galería de las mujeres son de
construcción anterior en uno o dos siglos a la de la gran nave
central.
La sinagoga fue construida entre los años 1357 y 1363, según las
inscripciones que aparecen en el propio edificio. Fue realizada por
orden de Samuel ha-Leví, miembro de la comunidad judía que,
entre otros cargos, fue consejero y recaudador de impuestos del
Reino de Castilla durante el reinado de Pedro I de Castilla, quien
permitió la construcción como agradecimiento, por el apoyo y
fidelidad de los judíos de la ciudad de Toledo al monarca en su
lucha por la recuperación de la ciudad, tras haber pasado a estar
bajo control de Enrique de Trastámara.
Las dimensiones de este templo son 23 metros de longitud, 9,5
ancho y 17 m de altura. El edificio tiene una planta salón,
rectangular, como en muchos edificios cristianos de la época. El
alzado se divide en dos plantas, la primera es la zona donde se
situaría la zona del rito y en la zona superior todavía se aprecia la
ubicación de las vigas que sostenían el lugar dónde se ponían las
mujeres, que ocultas de los hombres por celosías asistían a la
liturgia.
Los materiales principales de esta construcción son el ladrillo, la
mampostería, la madera y el yeso. El exterior está formado por
mampostería en el grueso del edificio, y con ladrillos reforzando a
la vez que realizando un efecto decorativo, en esquinas, alrededor
de los vanos y estructuras superiores. La alternancia de estos
materiales consigue un enriquecimiento
estético de la
construcción, realizada con materiales sencillos y de bajo coste,
propios de la forma de construcción de la cultura islámica, a
la cual se debe toda la influencia técnica y decorativa de la
sinagoga, caracterizada en la ligereza de los materiales y la
falta de alarde arquitectónico en el exterior.
En el interior, destaca la utilización del yeso aplicado en las
paredes con efecto decorativo, y la madera de artesonado, en
concreto de conífera, que cubre toda la superficie de la sinagoga.
También se puede encontrar madera en las celosías, ventanas y
puertas, y un último material, el marfil, decorativo en incrustaciones
de la techumbre. La yesería y la madera estaban policromadas.
El pavimento está formado por losas de cerámica algunas
vidriadas y otras no, de diferentes colores, pero podría ser que las
que no están vidriadas se deba a un desgaste y no a un propósito
concreto.
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sinagoga_del_Tr%C3%A1n
sito_interior3.jpg fotografia tomada el 28-11-2015
La prohibición de representar a Dios o cualquier otro personaje
en la religión judía, con el objetivo de evitar la idolatría,
determinó que la decoración de la sinagoga se limitara a
decoraciones de tipo vegetal y al uso de escritura hebrea a
modo de friso corrido, similar a la escritura cúfica árabe, con
pasajes que según Cantera Burgos, historiador de los judíos
españoles, separa en pasajes históricos y bíblicos. Los históricos,
a su vez, están divididas en relación con el mobiliario y
dependencias de la sinagoga, y otras dedicadas a enaltecer a
Samuel ha-Leví o Pedro I rey de Castilla.
Las inscripciones bíblicas recogen textos sobre el Éxodo, Crónicas,
Reyes y Salmos. También hay alguna epigrafía sobre textos árabes
que hablan sobre la paz y la felicidad en los ábacos de los
capiteles a modo de ornamento.
“Ved el santuario que fue santificado en Israel, y la casa que
fabricó Samuel, y la torre de palo para leer las leyes escritas y leyes
ordenadas por Dios y compuestas para alumbrar el entendimiento
de los que buscan la perfección”
La sinagoga no sólo tiene un carácter funcional, si no, ciertamente,
espiritual. Todo es consagrado a Dios. Este tipo de epígrafes en los
edificios religiosos presentan un valor ritual obvio en el caso de la
ornamentación epigráfica judía: testimoniar ante Dios la sinceridad
y la grandeza de la fe de aquél que había costeado la
construcción del edificio.
http://www.jorgetutor.com/spain/castillalamancha/toledo_provinc
ia/Toledo/Sinagoga_del_Transito/Sinagoga_del_Transito2/Sinagoga
_del_Transito15.htm foto tomada el 28-11-2015
Tras la expulsión de los judíos, la mayoría de estas sinagogas
medievales, en su mayoría edificios de modestas proporciones,
pasaron a pertenecer al tesoro real y los Reyes Católicos las fueron
donando, convirtiéndose gran parte de ellas en iglesias, proceso
que había comenzado ya antes en 1391 con las revueltas
antijudías promovidas por el fanático arcediano de Écija, con la
predicación de san Vicente Ferrer y la llamada "Disputa de Tortosa"
en la que algunas sinagogas pasaron a convertirse en iglesias
por edicto papal.
Dos años después de la expulsión de los judíos, el edificio pasa a la
orden de calatrava, convertida en priorato de San Benito. A través
de los siglos tendrá la consideración de iglesia, ermita y hasta será
calificada de parroquia, lo que nunca fue. Cuando a principios del
siglo XVII se funda en Toledo un convento de religiosas de San
Benito, se produce cierta confusión de nombres. Por esto, el
priorato comienza a ser conocido popularmente como de
«Nuestra Señora del tránsito» por el cuadro de Correa de Vivar que
lucía en uno de sus altares, nueva denominación que irá
imponiéndose desde comienzos del siglo XVIII hasta desterrar por
completo a la anterior.
El aspecto interno de la antigua sinagoga cambia por completo
con la adaptación a la nueva función. La sacristía posee un
ingreso de estilo plateresco datable hacia 1513, obra de Cristóbal
de Palacios como lo recuerda una de las inscripciones. Los
escudos que la adornan así como los de la clave de la cubierta del
interior, nos están hablando de los apellidos calatravos que la
encargaron y pagaron: Silvas, Ulloas, Manriques, entre otros.
El retablo mayor ha desaparecido pero estuvo rematado con una
gran corona. Por sus reducidas dimensiones se adaptó
perfectamente al muro oriental, aprovechando la antigua
ornamentación hebrea como complemento decorativo, y el
sagrario sería sustituido en el siglo XVIII por otro barroco.
Muy bien conservado un arcosolio plateresco encargado en 1547
por don Iñigo de Ayala y Rojas, cuyo escudo le corona.
A fines del siglo XVI se proponía convertir este conjunto de
edificios en casa de acogida de sacerdotes pobres y ancianos,
lo que no tendría efecto. Las normas de la orden dejaron bien
claro que el prior debía mantener todo en perfecto estado pues,
en caso contrario, sería reparado a costa de sus ingresos.
Durante el siglo XVI el arreglo del templo y casas adyacentes
corre al cuidado y por cuenta del prior, y por tratarse de un
asunto privado no se conserva documentación alguna. Pero
desde la instalación del archivo a espaldas de la antigua
sinagoga, los reparos correrán a cargo de la mesa maestral, de lo
que ha quedado constancia.
En 1628 se menciona por primera vez el depósito de los archivos de
las órdenes de Calatrava y Alcántara, aunque se trata
únicamente de la sección judicial y de algunos papeles del
Consejo de Ordenes, pues el resto de la documentación continúa
en sus respectivos archivos de los conventos de Calatrava y San
Benito de Alcántara. Esa documentación llega al Tránsito a
comienzos de siglo, donde permanece hasta su envío al Archivo
Histórico Nacional en 1899.
A mediados del siglo XVII se denuncia el estado ruinoso general
tanto del archivo como de la iglesia, y comienza la disputa
acerca de en quién debía recaer el coste, alegando el prior que
era asunto de la orden de Calatrava pues allí se encontraba su
archivo y no debía pagar la de Alcántara, ya que esta solamente
lo tenía alquilado. En 1652 el rey ordena que, en adelante, todas
las obras corriesen por cuenta de la mesa maestral.
Desde 1655 se conservan repetidos inventarios realizados cada
vez que toma posesión un nuevo prior, y se hacen constar con
detalle las obras de restauración efectuadas.
En 1679 se nos describe la situación de la iglesia con algún
detalle: Las capillas laterales presentaban modificaciones, y la
tribuna con rejas de palo y «con una columna de piedra que la
sustenta en medio», en referencia a lo que se considera antigua
galería de mujeres, conservada casi intacta.
Al ser insuficiente el presupuesto disponible, años más tarde, al
tomar posesión el nuevo prior, este intenta endosar el costo de las
obras necesarias a su antecesor. Tanto la iglesia como las
viviendas se encontraban en mal estado, según informó el albañil
Diego de Medina. Era preciso asegurar las puertas de entrada,
solar la iglesia y portal con ladrillo, consolidar el retablo y mesa de
altar, los muros estaban desconchados y los tejados en mal
estado. Las obras costarían 2.803 reales y eran urgentes por el
riesgo de ruina total.
Poco o nada pudo hacerse entonces, aunque la documentación
abunda en la descripción de aspectos nuevos. La puerta de
entrada a la iglesia poseía, ahora, unas rejas recientemente
colocadas. Bajo el coro y tras una puerta había «un pozo que solía
ser aljibe». En la azotea colgaban las campanas, y por tanto no
existía aún la espadaña actual.
Hasta finalizar el siglo no se da comienzo a reparos sustanciales.
Con la llegada de nuevas remesas de documentación, se siguió
ampliando el archivo bajo la tribuna de las mujeres. El
emplazamiento húmedo del templo exigió el acondicionamiento
de una puertecilla del testero que salía a un jardincillo.
Desde los primeros momentos del siglo X V I I I disponemos de
algunas noticias del priorato, que disponía de rentas mayores, y
esta
centuria
será
de
notable
intervención
en
el
acondicionamiento del conjunto de edificios, en especial la
iglesia, ahora ya habitualmente denominada de «Nuestra Señora
del Tránsito».
En 1718 es ampliado el archivo (de las órdenes de Calatrava y
Alcántara») como consecuencia de la orden real de que se
remitieran a él todos los papeles fechados hasta la muerte de
Carlos II. Se trata de una obra de envergadura, consistente en el
edificio adosado al norte de la sinagoga. Proyectado por
Ignacio A rias y Juan Álvarez Puerta, y evaluado inicialmente
en 8.550 reales, sería adjudicado por 6.500 y llevado a cabo por
el maestro Feliciano de Talavera.
Las obras menores fueron numerosas, la colocación de nuevas
vidrieras en las ventanas de la tribuna, y el solado del templo con
ladrillo raspado. A lo largo de estos años se plantea de nuevo la
disputa acerca del pago de las obras, que recaería sobre la mesa
maestral, según reglamento real de 1719 y orden de Fernando VI
A mediados de siglo se advierte la gran humedad que hacía
peligrar los estucos con inscripciones hebreas. Fueron renovadas
entonces las vidrieras de la iglesia y sacristía, que se corresponden
en buena parte con las actuales. Se tendió un porche sobre el
ingreso principal y se adorna su parte superior con escudos pintados
de Calatrava.
En la segunda mitad del siglo XVIII se vuelven a llevar a cabo
obras importantes. En un informa se asegura que la cabecera de
la antigua sinagoga «se halla bastante devorada hasta altura de
12 pies» debido a la humedad.
Simultáneamente eran acondicionados los «escudos» (estucos)
laterales del altar mayor y armadura por el artesano Francisco
Silva por 5.500 reales. Y, sin embargo, no quedó en completas
condiciones de uso, por lo que «se pensó en dexar dicha iglesia
desierta». El prior recordaba la necesidad de cuidar un edificio
que había sido antigua sinagoga y, ahora, templo digno de
conservación que no era parroquia por lo que no tenía feligreses ni
percibía diezmos, y solo servía para oír misa los dependientes y
miembros de la orden.
El siglo XIX va a ser decisivo para la iglesia del Tránsito. Se ha dicho
que fue utilizada por las tropas francesas lo que no es seguro. Ya al
terminar la guerra habría de ser consolidado el artesonado que
era de lo más valioso y amenazaba con venirse al suelo
En 1830 el arquitecto académico de San Fernando, antonio
González de Monroy, reconocía la iglesia. En el inventario-informe
que realiza hace constar la donación de numerosos objetos de
culto y ornamentación, así como la pérdida de la mayoría de las
rentas, sin duda consecuencia de la guerra y enajenaciones del
trienio Liberal. Se ha venido suponiendo incorrectamente que al
producirse la desamortización, esta habría afectado al Tránsito,
puesto que habían sido incautados dos cuadros de Correa de
Vivar. De hecho, la Real Academia de Bellas Artes de San
Fernando y el ministerio nombraron al pintor de cámara Juan
Gálvez, como comisario para recoger las obras de arte más
interesantes, y este traslada el valioso cuadro del Tránsito de
Correa de Vivar a la Academia, desde donde pasó al Museo de la
Trinidad y, de aquí, al Prado.
Mientras tanto, se fue agravando la situación de la vieja
sinagoga, olvidada y cerrada al culto desde hacía años, siendo
delicada la situación de la cubierta. El año 1873 resultó
trascendental para el edificio. Tras la supresión de las órdenes
militares, la propiedad del edificio quedó imprecisa. La comisión
de Monumentos expuso que debía ser conservada la iglesia a
toda costa como monumento de extraordinario mérito,
reclamando su entrega y solicitando su declaración como
Monumento Nacional.
Efectivamente, el 1 de mayo de 1877 el Tránsito era declarado
Monumento Histórico-Artístico Nacional, entregado a la comisión
que comenzó su restauración. Un tiempo después el arquitecto
Francisco Isidori y Ronda
limpiaba los desconches de los muros y consolidaba las
inscripciones hebreas, aunque tan libremente que su intervención
fue criticada y suspendida.. Por otro lado, se pretendía aislar el
edificio de su entorno más inmediato, lo que no parecía lo más
adecuado, pues este constituía parte de su historia. La
restauración del artesonado debía hacerse «con la colocación de
los fondos y rosetones hoy deteriorados, que se reaviven las
pinturas, dorados y bellísimos arabescos que antes tenían». Se
solicitaba entonces que todo se realizara bajo la exclusiva
dirección de la comisión sin intervención alguna de eclesiásticos
y que no se destinase al culto una vez restaurada pues la
estancia de personas, el humo de las velas e incienso
perjudicarían a las pinturas, además de quedar ciertos adornos
ocultos por los retablos.
Pronto se reanudaron los trabajos como lo recordaba dicha
comisión: «la atinada y esmerada ejecución […] la científica
restauración de la importante ermita del Tránsito» bajo la dirección
del arquitecto Elías Gallego y con el visto bueno de la Academia
de San Fernando. La inversión fue de 5.750 reales.
El agotamiento de los recursos económicos y las dificultades
políticas volvieron a paralizar las obras a finales de siglo y no es
hasta 1910 cuando bajo el auspicio del Marqués de la Vega
Inclán, se confía la antigua sinagoga al Patronato del Museo del
Greco, regido por él mismo, y que procede a su restauración
siguiendo los criterios de la época de la restauración en estilo.
Entre 1910 y 1968 la sinagoga estuvo bajo la protección y
custodia de las Fundaciones Vega Inclán, realizándose en los años
60 la última restauración, antes de su inauguración como Museo,
en la que se hizo desaparecer la antigua sillería coral colocada en
la época del Marqués así como las lápidas de los caballeros
calatravos, se repararon yeserías, solados, carpintería y se añadió
a las paredes la actual tapicería en seda donada por la familia
Pinto, y que imita tejidos del Monasterio de las Huelgas en Burgos.
Desde 1970 hasta la actualidad el edificio y el Museo Sefardí en él
ubicado y creado en 1964, pasan a ser directamente gestionados
por el Estado integrándose el Museo (Nacional de Arte
Hispanojudío y Sefardí) en la red de Museos Estatales del Ministerio
de Cultura.
http://www.turismocastillalam
ancha.es/patrimonio/museosefardi-sinagoga-del-transito2264/ foto tomada el 28-112015
En este viaje por la historia del monumento, hemos podido
observar como la sinagoga nace probablemente a partir de los
restos de una sinagoga anterior, que es parcialmente destruida
para posibilitar la construcción de este templo de mayor
tamaño y belleza.
Cuando los judíos son expulsados de España el templo
cambia de propietarios, pero sigue manteniendo un función
de templo religioso, aunque en este caso de iglesia cristiana
para la orden de Calatrava, sufriendo modificaciones en su
estructura
para habilitarla
para
tal
función, como la
construcción de un sagrario.
Con el transcurso de los años, además de templo
será
archivo
para las ordenes de caballeros de Calatrava
y
Alcántara, lo que determinará más aun las modificaciones en
su estructura, así como el paso del tiempo
que ira
deteriorando una parte importante de los estucos de las
paredes hasta provocar la desaparición de una gran parte de
ellos, quedando en la actualidad la parte superior del templo
en buenas condiciones.
También hemos visto, como ya a finales del siglo XIX, las
primeras intervenciones
de recuperación de las yeserías
árabes seguían un proceso de restauración que podemos
calificar como poco ortodoxas, y no será hasta finales del
siglo XX cuando la autentica restauración
devolverá al
edificio parte del esplendor que siete siglos antes Samuel haLevi quiso ofrecer a su Dios y a los hombres que allí fuesen a
orar.
bibliografía
http://www.turismocastillalamancha.es/patrimonio/museo-sefardi-sinagogadel-transito-2264/visita/
Revista Sefarad, Vol 71 Enero-Julio
Cardiñano Bardecí
2011
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S. Palomero Plaza, “El legado material hispanojudío” Cuenca 1998 pags
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https://es.wikipedia.org/wiki/Sinagoga_del_Tránsito
LÓPEZ ÁLVAREZ, Ana Mª y otros: “Nuevos datos sobre la Historia de la
Sinagoga del Tránsito”. Rev. Sefarad. Homenaje al Profesor David Romano
Ventura. C.S.I.C. Año LII. Fasc. 2. Madrid, 1992.
https://sede.educacion.gob.es/publiventa/PdfServlet?pdf=VP14886C.pdf&ar
ea=C
https://es.wikipedia.org/wiki/Sinagoga_del_Tr%C3%A1nsito