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DOMINGO IV. TIEMPO ORDINARIO Muy queridos hermanos y hermanas. Cada año leemos los domingos un Evangelio, excepto el de San Juan que lo vamos intercalando durante el curso. El año pasado fue el año de la misericordia y tocaba el evangelio de San Lucas, un Evangelio cuyo centro es la misericordia de Dios, donde aparecían tantas parábolas sobre la misericordia, entre ellas la del hijo pródigo, la del buen samaritano, donde aparecían tantos gestos del Señor que muestran esa misericordia de Dios con nosotros. Y este año nos toca el Evangelio de San Mateo, el primer Evangelio parece ser escrito en arameo, aunque traducido al griego, que se dirige sobre todo a los judíos. Y así como el Evangelio de Lucas decía que era el Evangelio de la misericordia, se dice que el Evangelio de Mateo es el Evangelio didáctico, donde Jesús aparece como maestro y Jesús enseña. Y lo que enseña sobre todo es el reino de Dios. Y acabamos de empezar estas enseñanzas, cinco enseñanzas va a tener el Evangelio de San Mateo sobre el Reino de Dios, y aparece esta primera que conocemos como las bienaventuranzas, y vemos que Jesús sube a la montaña y se sienta, como gesto de autoridad, los maestros enseñaban sentados, Él se sienta Y dice “enseñándoles se puso a decirles”, y aparecen estas bienaventuranzas como pórtico de una novedad, como pórtico del Reino de Dios, que es lo que Jesús ha venido a traer a nuestro corazón, y a nuestro mundo. Y comienza precisamente con un deseo profundo del corazón humano, dichosos, bienaventurados, el Evangelio trae una novedad, también a la Virgen María no se le saluda “Shalom”, el Ángel, sino que le dice “Alégrate” “Haire, haritomene”, “Alégrate”, llega la respuesta profunda al corazón humano, dichosos y aparece desgranando los pobres en el espíritu, los pacíficos, los que buscan la justicia, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz. Y precisamente el Señor va a dar un sentido de eternidad a lo ya anunciado por los profetas, pero los profetas daban una respuesta al pueblo judío. Hemos leído en la primera lectura al profeta Sofonías, una época de sufrimiento para el pueblo judío porque estaba desterrado, estaba en el destierro y precisamente Sofonías les dice “Buscad al Señor en la humildad, en la pequeñez”, hemos escuchado buscad al señor los humildes de la tierra, los que practican su derecho, buscad la justicia, la humildad, porque el Señor va a dejar un pueblo humilde y pobre. Es curioso que la riqueza de Dios y la eternidad de Dios se busca en la pequeñez y en la pobreza. Que nos está diciendo el Señor con esta palabra que Él va a explayar en las bienaventuranzas, que la eternidad y la dicha del corazón humano son un regalo de Dios, no son fruto del esfuerzo humano, el esfuerzo humano podrá ciertamente mejorar el progreso de los pueblos, el progreso de las naciones, pero ese progreso, como dirá el Vaticano Segundo, no coincide exactamente con el Reino de Dios, porque el Reino de Dios es un don que Dios nos da y que crece en el corazón, después el Señor se va a explayar en explicar ese Reino de Dios que se parece a un grano pequeño de mostaza, el Reino de Dios está en vuestro corazón, el Reino de Dios es como un tesoro escondido, el Reino de Dios son como las diez doncellas que quedaron algunas despiertas y otras dormidas, es un regalo que Él nos da y que llega a una eternidad. El Señor da sentido a esa pobreza de espíritu, a ese trabajar por la paz, a esa limpieza de corazón, con esas conclusiones que él dice, "Porque de ellos es el Reino de los Cielos", “Porque heredarán la tierra”, “Porque serán saciados”, “Porque verán a Dios”, “Porque serán llamados hijos de Dios”. Y una segunda y última idea que quería decir, ese Reino de Dios como dirá el Señor produce violencia, porque el Reino de Dios el Espíritu de Dios es antagónico al espíritu mundano, y por eso la novena y última bienaventuranza lo dice “Dichosos”, no se dice a nosotros dice “Dichosos vosotros”, sois vosotros, ¿Cuándo?, cuando os insulten, os persigan y os calumnien por mi causa, alegraos, alegraos, porque es la violencia del Reino de Dios, que lucha contra ese reino mundano, que sufre violencia como Cristo en la Cruz, pero a partir de ese acto violento de la Pasión nace la Vida Nueva. Hoy he tenido la alegría de poder conferir este ministerio de servicio a la catedral, a tres nuevos canónigos. La catedral es la Iglesia Madre de la diócesis, es la Iglesia de todos los diocesanos, se llama catedral, como bien sabéis, porque ahí está la catedra del Obispo desde la cual el Obispo como pastor, como maestro del pueblo de Dios enseña la Escritura a las diócesis, y desde ella santifica a la diócesis. Este es el ministerio que hoy se les encomienda a los canónigos, cuidar de esta Iglesia Madre, es un ministerio primero de comunión, comunión de esta Iglesia con todas las 298 parroquias de la diócesis, que se tienen que ver reflejadas en la catedral, y al mismo tiempo la catedral es el lugar donde las parroquias deben verse, deben mirarse por ser la Iglesia Madre de toda la diócesis. Los tres ministerios del Señor se realizan en la catedral, el ministerio de enseñar, el ministerio de la palabra desde la cátedra del Obispo y el ministerio de la caridad, atención a los pobres, a los inmigrantes, a los enfermos, a los que sufren, la atención de la santificación, de la celebración solemne de la eucaristía. Ciertamente el mundo nos come con las prisas, y a veces la gente quiere misas rapiditas, ligeritas, estamos todos con mucha prisa, pero la celebración de la catedral es la celebración por excelencia de la diócesis, y de un modo particularmente solemne, de un modo cuidado, y donde toda la diócesis da esta gloria y esta alabanza al Señor, por eso la liturgia es especialmente cuidada, además la catedral tiene esta función también cultural de cuidar este patrimonio de esta iglesia antigua del señor Santiago, y también de colaborar con todas las actividades sociales y culturales de nuestra querida Villa de Bilbao. Yo hoy pido a los canónigos que cuiden especialmente de este ministerio, ciertamente nuestro cabildo tiene muy poquita actividad, muchas catedrales la tienen diariamente, la nuestra apenas el domingo por la tarde, en esta misa con rezo de vísperas, bien, pero es un lugar donde queremos descansar en el Señor, descansar con el Señor. La liturgia es ante todo acción de Cristo a la que se suma a toda la Iglesia, por eso cuando venimos a la catedral en la celebración cuidada de la liturgia, ojalá podamos gustar y ver lo bueno que es el Señor, podamos descansar en Él de todas las fatigas de la semana, y salgamos con fuerzas renovadas para que desde la Iglesia Madre llegue la Evangelización a todos los rincones de nuestra diócesis. Lo pedimos hoy así al Señor por intercesión del Apóstol Santiago, de la cual toma nombre esta Catedral, cuyo Apóstol es titular de esta Catedral, y también de la Virgen María que cuide de este cabildo catedral, cuide de los nuevos y antiguos canónigos, y nos ayude a ser presencia de este Reino de Dios que produce alegría, que produce bienaventuranza, en nuestro corazón. Que así sea. + Mario Iceta Gabicagogeascoa Obispo de Bilbao