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TEXTOS SOBRE EL TEMA: EL SABER FILOSÓFICO
TEXTO 1:
De toda la materia en el universo visible, solo alrededor del 4 por ciento es materia ordinaria, de la que están
formadas las estrellas y las galaxias (y tú y yo). Alrededor del 23 por ciento es lo que se denomina materia oscura
(invisible). Sabemos que existe, pero no sabemos qué es. El 73 por ciento restante, el grueso de la energía en
nuestro universo, es la llamada energía oscura, que también es invisible. Y nadie tiene ni idea de lo que es. La
conclusión es que ignoramos qué es el 96 por ciento de la masa/energía del universo. La física ha explicado
muchas cosas, pero aún nos quedan muchos misterios por resolver, algo que a mí me resulta muy sugerente.
Walter Lewin, Por amor a la Física
TEXTO 2: EL CEREBRO CONSTRUYE LA REALIDAD
En el siglo IV a.C Demóstenes constató lo siguiente:
“Nada es más fácil que el auto-engaño. Porque lo que cada hombre desea también cree que es cierto”.
(…)
Tradicionalmente hemos considerado que percibimos la realidad del mundo exterior porque ésta se
refleja en nuestra mente como lo hace en una cámara fotográfica, siendo esto válido no sólo para la visión, sino
también para el resto de los órganos de los sentidos, incluido el tacto Sin embargo, esto es completamente
falso. Los avances en física, psicología, neurociencia y filosofía nos dicen que la realidad no es lo que parece. El
cerebro no es un órgano pasivo, receptor de información, sino que el acto de la percepción es un proceso activo
en el que el cerebro tiene mucho que decir.
Si tomamos el ejemplo de la visión, lo que constatamos es que cuando miramos a un árbol, por ejemplo,
la luz que se refleja en sus hojas son radiaciones electro-magnéticas que inciden sobre los fotorreceptores de la
retina del ojo produciendo una cascada de reacciones químicas que se traducen en impulsos nerviosos que, tras
un recorrido, llegan a la corteza visual donde estos impulsos se integran y procesan . En la corteza los datos
sufren un proceso complicado que detecta la forma, los patrones, los colores y el movimiento; luego el cerebro
lo integra para formar un todo coherente. De pronto aparece la imagen de un árbol en nuestra mente, lo que
supone un auténtico misterio. Esa imagen la genera nuestra mente/cerebro. Los impulsos que provienen del ojo
son exactamente iguales a los que provienen de cualquier otro órgano de los sentidos y es el único lenguaje que
entiende el cerebro. También las hormonas si quieren tener un efecto sobre las células nerviosas tienen que
traducirse en impulsos eléctricos, en los llamados potenciales de acción. La imagen del árbol, pues, es creada
por la corteza visual. Y lo mismo ocurre con los otros órganos de los sentidos.
Los sentidos son ciegos respecto a la cualidad de su estimulación, responden sólo a su cantidad. Los
potenciales de acción que se generan en los receptores, que son todos iguales en amplitud, sólo pueden
aumentar o disminuir su frecuencia de acuerdo con la intensidad del estímulo. Por tanto, son incapaces de
transmitir la cualidad de los estímulos.
Así, impulsos nerviosos que llegan a la corteza del lóbulo occipital generan sensaciones visuales, si llegan
a la corteza temporal, sensaciones auditivas, etc. A partir de los órganos de los sentidos, la información pierde
toda especificidad.
Otro ejemplo sería el dolor. Cuando nos quemamos un dedo, por ejemplo, pensamos que el dolor surge
allí donde nos hemos quemado, es decir, en el dedo. Y, sin embargo, esto no es cierto. El dolor, como cualidad,
es generado también por la corteza cerebral. Y la prueba está en el hecho de que en sujetos que han perdido un
brazo siguen percibiendo el dolor localizado, según ellos, en una extremidad que ya no existe. El dolor se
produce en el esquema corporal que existe en la corteza cerebral.
Esto quiere decir que todo lo que vemos, oímos, gustamos, olemos, tocamos, es una creación cerebral a
partir de los datos que le llegan de los órganos de los sentidos. Con otras palabras: todo lo que conocemos son
esas imágenes mentales. Esto va en contra de nuestra más firme creencia, de la impresión subjetiva de que lo
que experimentamos es real, que lo que percibimos está ahí afuera, en el llamado mundo exterior. Pero la
neurociencia nos dice que el mundo de nuestra experiencia está “ahí afuera” tanto como están los ensueños.
Cuando soñamos creamos una realidad que nos parece tan real como lo que entendemos por realidad, pero
cuando despertamos nos damos cuenta que ha sido todo una creación cerebral, de nuestra mente. Quizá por
eso lo que entendemos por realidad y la realidad onírica son tan parecidas para nosotros: ambas son producto
1
de nuestro cerebro/mente; la única diferencia es que lo que entendemos por realidad está basada en
informaciones procedentes de los órganos de los sentidos, mientras que la realidad en los ensueños procede de
estímulos internos. Es de suponer que Calderón de la Barca sospechaba este paralelismo cuando decía que la
vida era un sueño. Me viene a la mente el cuento taoísta del maestro Chuang Tzu que decía que soñó que era
una mariposa que revoloteaba con la brisa del aire, feliz y sin preguntarse quién era. Cuando se despertó se
encontró muy confuso preguntándose: “¿Soy un hombre que ha soñado ser una mariposa, o soy una mariposa
que sueña ahora que es un hombre? Quizás toda mi vida no es otra cosa que un momento en el sueño de una
mariposa”. El escritor estadounidense Edgar Allan Poe decía: “Todo lo que vemos o parecemos es solamente un
sueño dentro de un sueño”.
Prof. Rubia Vila
TEXTO 3
Como dice Capra «el concepto de materia en la física subatómica... es totalmente distinto de la idea tradicional de
sustancia material de la física clásica. Lo mismo vale respecto de conceptos tales como espacio, tiempo, o causa y
efecto, (1976, pág. 15). El físico Hemy Pierce Stapp, en un artículo inédito citado en la fascinante obra de Zukav,
titulada TheDancingWu-Li Masters, señala que:
“Si la actitud de la mecánica cuántica es correcta, en el sentido fuerte de que no es posible una descripción más completa
que la que esta mecánica proporciona de la subestructura que subyace en la experiencia, entonces no hay ningún mundo
físico sustantivo, en el sentido habitual de la palabra. Ésta no es la conclusión débil de que podría no haber un mundo físico
sustantivo, sino de que definitivamente no hay un mundo físico sustantivo” (1979, pág. 105).
No obstante, a nuestros fines, permaneceremos un tanto por encima del nivel subatómico; nuestro plano es el de
las cosas y acontecimientos que experimentamos en el ambiente, y que pueden considerarse razonablemente
«allí afuera».
A veces, Watzlawick parece asumir una posición un tanto extrema, sosteniendo que no existe ninguna realidad
«ahí afuera», sino sólo la que en «el sentido más inmediato y concreto» (1984, pág. 10) es construida por el
observador. Al no diferenciar claramente entre los niveles, entre las cosas y los hechos y los significados que se les
pueden atribuir, este autor parece adoptar una posición tan solipsista, que sería interesante invitarlo a elaborarla
en profundidad frente a un oso polar enfurecido. ¿Está «realmente» allí la criatura? Sin embargo, la discusión
entre un peletero, un esquimal, un aficionado a la caza mayor en busca de trofeos y un ambientalista, bien podría
demostrar que, aunque ninguna de esas personas cuestione la realidad de tales animales, quizá difieran
radicalmente en su modo de verlos y tratarlos.
TEXTO 4.- Albert Einstein …escribió en 1938:
«Los conceptos físicos son creaciones libres de la mente humana, y no están, aunque pueda parecerlo,
determinados en forma única por el mundo exterior. En nuestro esfuerzo por comprender la realidad somos
algo así como un hombre que tratara de entender cómo funciona un reloj encerrado en su caja. Ve la esfera, las
agujas que se mueven y hasta puede ser que escuche su tic-tac, pero no tiene los medios para abrir la caja. Si se
trata de un hombre de ingenio, puede formarse una idea del mecanismo responsable de todas las cosas que
está viendo, pero nunca podrá estar seguro de que el modelo, la imagen que se formó en su mente, sea la única
capaz de explicar las cosas que está observando.
Nunca podrá estar en condiciones de comparar el mecanismo real con la imagen que él se ha formado y ni
siquiera imaginar las consecuencias”...
MITOS:
TEXTO 5 : Pan Gu y la creación del mundo
En el principio, el universo estaba contenido en un huevo, dentro del cual, las fuerzas vitales del yin
(obscura, femenina y fría) y el yang (clara, masculina y caliente) se relacionan una con otra.
Dentro del huevo, Pan Gu formado a partir de estas fuerzas estuvo durmiendo durante 18.000 años. Al
despertar, se estiró y lo rompió.
2
Los elementos más pesados del interior del huevo se fueron hacia abajo para formar la tierra y los más
ligeros flotaron para formar el cielo.
Entre la tierra y el cielo, estaba Pan Gu.
Todos cada día, durante otros 18000 años, la tierra y el cielo, se separaban un poco más. Pan Gu crecía
la misma proporción por lo que siempre se llenaba el espacio intermedio.
Finalmente, la tierra y el cielo llegaron a sus posiciones definitivas. Agotado, pan Gu, se echó a
descansar. Y estaba tan agotado que murió. Su cuerpo y sus miembros se convirtieron en montañas. Sus ojos, se
transformaron en el sol y la. Su carne, la tierra, sus cabellos, los árboles, las plantas, sus lágrimas ríos y mares. Su
aliento, fue el viento, su voz el trueno y el relámpago.
Y por último…las pulgas de Pan Gu… se convirtieron en la Humanidad.
TEXTO 6: Mito homérico
A Helios le tocó en suerte un trabajo fatigoso durante todos sus días y no hay descanso alguno ni para
sus caballos ni para él, una vez que la Aurora de rosados dedos, tras abandonar a Océano, asciende por el cielo;
pues a través de la onda le lleva su muy amado lecho, cóncavo, forjado por las manos de Hefesto, de oro
precioso y alado, rápidamente a dormir sobre la superficie del agua, desde las regiones de las Hespérides hasta
la tierra de los Etíopes, donde su rápido carro y sus caballos se detienen hasta que vuelva la Aurora tempranera;
entonces (allí) subir a su carro el hijo de Hiperión.
TEXTO 7: Cosmogonía de Hesiodo
Al principio fue Caos; y después Gea la de amplio seno, asiento siempre sólido de todos los Inmortales
que habitan las nevadas cumbres del Olimpo y el Tártaro sombrío enclavado en las profundidades de la tierra
espaciosa; y después Eros, el más hermoso entre los Dioses Inmortales, que rompe las fuerzas, y que de todos
los Dioses y de todos los hombres doblega la inteligencia y la sabiduría en sus pechos.
Y de Caos nacieron Erebo y la negra Nix (noche), Eter y Hemero nacieron, porque los concibió ella tras de
unirse de amor a Erebo.
En primer lugar Gea parió a Urano, estrellado, tan grande como ella, para que la cubriese por entero y fuese
una morada segura para los Dioses dichosos.
Y después parió a los Oreos (Montañas) enormes, frescos retiros de las divinas ninfas que habitan las
montañas abundantes en valles pequeños; y después, el mar estéril que bate furioso, Ponto; pero a éste lo
engendró sin unirse a nadie en las suavidades del amor. Y después, concubina de Urano, parió a Océano el de
remolinos profundos, y a Coto, y a Críos, y a Hiperión, y a Japeto, y a Tea, y a Rea, y a Temis, y a Mnemosina, y a
Feba coronada de oro, y a la amable Tetis. Y el último a quien parió fue el sagaz Cronos, el más terrible de sus
hijos, que cobró odio a su padre vigoroso.
Y parió también a los Cíclopes de corazón violento, Brontes (trueno), Steropes (relámpago) y el valeroso Arges
(rayo) , que entregaron a Zeus el trueno y forjaron el rayo. Y eran en todo semejantes a los demás Dioses, pero
tenían un ojo único en medio de la frente. Y se llamaban Cíclopes, porque en su frente se abría un ojo único y
circular. Y sus trabajos rebosaban fuerza, vigor y poder.
TEXTO 8: MITO DE ECO
Eco era una joven ninfa de los bosques, parlanchina y alegre. Con su charla incesante entretenía a Hera,
esposa de Zeus, y estos eran los momentos que el padre de los dioses griegos aprovechaba para mantener sus
relaciones extraconyugales. Hera, furiosa cuando supo esto, condenó a Eco a no poder hablar sino solamente
repetir el final de las frases que escuchara, y ella, avergonzada, abandonó los bosques que solía frecuentar,
recluyéndose en una cueva cercana a un riachuelo. Por su parte, Narciso era un muchacho precioso, hijo de la
ninfa Liríope. Cuando él nació, el adivino Tiresias predijo que si se veía su imagen en un espejo sería su
perdición, y así su madre evitó siempre espejos y demás objetos en los que pudiera verse reflejado. Narciso
creció así hermosísimo sin ser consciente de ello, y haciendo caso omiso a las muchachas que ansiaban que se
fijara en ellas.
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Narciso daba largos paseos sumido en largas cavilaciones, y uno de esos paseos le llevó a las
inmediaciones de la cueva donde Eco moraba. Nuestra ninfa le miró embelesada y quedó prendada de él, pero
no reunió el valor suficiente para acercarse.
Muchas veces volvió Narciso por allí y Eco lo seguía a distancia sin atreverse a dirigirle la palabra. Un día
hizo Eco un ruido al pisar una rama y Narciso se volvió y le dijo:
- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué me sigues?
- Aquí... me sigues... -fue lo único que Eco pudo decir, maldita como estaba, habiendo perdido su voz.
Narciso siguió hablando y Eco nunca podía decir lo que deseaba. Finalmente, como la ninfa que era
acudió a la ayuda de los animales, que de alguna manera le hicieron entender a Narciso el amor que Eco le
profesaba. Ella le miró expectante, ansiosa... pero su risa helada la desgarró. Y se retiró a su cueva, donde
permaneció quieta, sin moverse, repitiendo en voz queda, un susurro apenas, las últimas palabras que le había
oído... "qué estúpida... qué estúpida... qué... estu... pida...". Y dicen que allí se consumió de pena, tan quieta que
llegó a convertirse en parte de la propia piedra de la cueva...
Pero el mal que haces a otros no suele salir gratis... y así, Nemesis, diosa griega que había presenciado
toda la desesperación de Eco, entró en la vida de Narciso otro día que había vuelto a salir a pasear y le encantó
hasta casi hacerle desfallecer de sed. Narciso recordó entonces el riachuelo donde una vez había encontrado a
Eco, y sediento se encaminó hacia él. Así, a punto de beber, vio su imagen reflejada en el río. Y como había
predicho Tiresias, esta imagen le perturbó enormemente. Quedó absolutamente cegado por su propia belleza,
en el reflejo. Y enamorado como quedó de su imagen, quiso reunirse con ella y murió ahogado tras lanzarse a las
aguas. En el lugar de su muerte surgió una nueva flor al que se le dio su nombre: el Narciso, flor que crece sobre
las aguas de los ríos, reflejándose siempre en ellos.(Leyenda de la mitología griega)
……………………………………….
TEXTO 9
NECESIDAD IRRENUNCIABLE DEL HOMBRE DE EXPLICARSE LA REALIDAD
Hace un instante, les decía que filosofar era el esfuerzo por adquirir certeza acerca de lo fundamental.
Pero debo apresurarme a reconocer que eso, sin más, no es filosofar. Nuestros remotos abuelos ibéricos, los
que decoraban las paredes de la cueva de Altamira, y todos los humanos, desde la oscura frontera de su
aparición, han hecho ese esfuerzo porque el hombre es un ser inseguro, y ciertamente, no filosofaban. El
intentar obtener un saber, un conocimiento adecuado de las cosas, para actuar adecuadamente sobre ellas de
manera ajustada a sus propósitos, es algo que el hombre hace desde que lo hay. La filosofía consiste, sí, en eso
mismo, pero rechazando ciertas formas y técnicas de conocimiento y sustituyéndolas por otras. El hombre se
halla siempre dotado de ciertas creencias que recibe de su entorno, es por ello constitutivamente un
«heredero», y confía —es decir, cree— en determinados procedimientos como los más acreditados para
orientar su existencia. Pues bien, la filosofía surgió en el ánimo de algunos hombres cuando se sintieron en desvío respecto a las creencias entonces vigentes, y tuvieron la audacia incomparable de atreverse a sustituirlas por
otra nuevas: la fe en el poder esclarecedor de la propia razón humana como método superior de conocimiento,
la fe en la mera razón como intérprete de la enigmática realidad que nos rodea.
PAULINO GARAGORRI, Introducción a Ortega, Alianza Editorial, Madrid, 1970.
TEXTO 10 LO IMPORTANTE DE LA FILOSOFÍA SON SUS PREGUNTAS
La filosofía ha consistido siempre en sus preguntas: filosofar es hacerse ciertas preguntas radicales,
inevitables, si uno quiere saber a qué atenerse, qué pensar sobre la realidad, qué hacer, cómo vivir. Que estas
preguntas tengan o no respuesta es otra cuestión, ciertamente secundaria. Pero la filosofía no está segura de
encontrarlas, de lo que está inconmoviblemente persuadida es de que si no se plantea estas preguntas no es
filosofía. A nadie se obliga a hacerlas, porque a nadie se obliga a ser filósofo, pero si no se hacen no se puede
hablar de filosofía ( ... )
En épocas de confusión, de crisis de las creencias de las que se vive, de vértigo, como decía Platón en su
maravillosa Carta VII, lo que algunos hombres piensan calladamente en su retiro, cuando se esfuerzan por ver
cómo son las cosas, por entenderlas, por «dar razón» de ellas, si son capaces de comunicarlo verazmente a los
demás, puede servirles para vivir desde sí mismos, y por tanto para conseguir que sus vidas sean «suyas» ( ... )
Pero la filosofía no puede contar con el acierto, no se sabe a dónde va a llegar, el fracaso le acecha
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constantemente y puede obligarla a empezar de raíz. Esto es lo decisivo, de raíz. La filosofía ha surgido en el
mundo cuando el hombre ha descubierto las cuestiones radicales y no ha tenido una certidumbre suficiente.
Incluso cuando la ha tenido, le ha sido menester entenderla, ponerla en conexión con el resto de las verdades,
las dudas y los problemas.
Cuando las cuestiones radicales se abandonan y los hombres no se preguntan por ellas, por supuesto
han dejado de hacer filosofía. Lo grave no es esto, sino que la vida humana se queda sin raíces.
Julián Marías, abc, 28-7-1990
TEXTO 11: VERDAD CIENTÍFICA Y FILOSÓFICA
Entrevimos que la verdad científica, la verdad física, posee la admirable calidad de ser exacta, pero es
incompleta y penúltima. No se basta a sí misma. Su objeto es parcial, es sólo un trozo del mundo y además parte
de muchos supuestos que da sin más por buenos; por tanto no se apoya en sí misma, no tiene en sí misma su
fundamento y raíz, no es una verdad radical. Por ello postula, exige integrarse en otras verdades no físicas ni
científicas que sean completas y verdaderamente últimas.
Donde acaba la física no acaba el problema; el hombre que hay detrás del científico necesita una verdad
integral, y, quiera o no, por la constitución misma de su vida, se forma una concepción enteriza del Universo.
Vemos aquí en clara contraposición dos tipos de verdad: la científica y la filosófica. Aquélla es exacta pero
insuficiente; ésta es suficiente pero inexacta. Y resulta que ésta, la inexacta, es una verdad más radical que
aquélla —por tanto y sin duda, una verdad de más alto rango— no sólo porque su tema sea más amplio, sino
aun como modo de conocimiento; en suma que la verdad inexacta filosófica es una verdad más verdadera.
JOSÉ ORTEGA Y GASSET, ¿Qué es filosofía?, Alianza Editorial, Madrid,
TEXTO 12: CIENCIA Y FILOSOFÍA
Ciencia y filosofía forman un continuo. La filosofía es la parte más global, reflexiva y especulativa de la ciencia, la
arena de las discusiones que preceden y siguen a los avances científicos. La ciencia es la parte más especializada,
rigurosa y bien contrastada de la filosofía, la que se incorpora a los modelos estándar y a los libros de texto y a
las aplicaciones tecnológicas. Ciencia y filosofía se desarrollan dinámicamente, en constante interacción. Lo que
ayer era especulación filosófica hoy es ciencia establecida. Y la ciencia de hoy sirve de punto de partida a la
filosofía de mañana. La reflexión crítica y analítica de la filosofía detecta problemas conceptuales y
metodológicos en la ciencia y la empuja hacia un mayor rigor. Y los nuevos resultados de la investigación
científica echan por tierra viejas hipótesis especulativas y estimulan a la filosofía a progresar.
En griego clásico las palabras «ciencia» (epistéme) y «filosofía» (philosophía) se empleaban como sinónimos.
Ambas se referían al saber riguroso, y se contraponían a la mera opinión infundada (doxa). Lo que nosotros
llamamos ciencia se originó en el siglo XVII, con la pretensión de ser una filosofía más rigurosa y fecunda que la
practicada hasta entonces. A este surgimiento contribuyeron numerosas personalidades, entre las que destaca
Isaac Newton, el fundador de la física moderna... (y su obra capital lleva el título de Philosophiae Naturales
Principia Mathematical.
JESÚS MOSTERN, Ciencia viva, Espasa Calpe, Madrid, 2001.
EXPERIMENTOS CIENTÍFICOS
TEXTO 13: DOS HEMISFERIOS
Es una preocupación científica antigua el hecho de que el cerebro esté dividido en dos hemisferios. ¿Por qué la
evolución del sistema nervioso ha seguido el camino de la división del cerebro en dos hemisferios en lugar de un
cerebro unitario?. Las respuestas se han buscado en la lateralización de algunas funciones, principalmente las
lingüísticas. Sin embargo en las últimas décadas los datos de las distintas investigaciones y las observaciones
clínicas han permitido esbozar una nueva hipótesis, La teoría de la novedad-rutina: Los dos hemisferios
desempeñan papeles distintos pero complementarios en el proceso de aprendizaje, el hemisferio derecho se
enfrenta a la novedad, explora lo desconocido, mientras que el hemisferio izquierdo es el asiento de lo familiar,
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de lo ya probado, de los patrones que nos permiten reconocer y afrontar las situaciones como casos concretos
de problemas ya resueltos previamente con éxito.
Si esto fuera así se tendría que producir una transferencia del control cognitivo desde el hemisferio derecho al
izquierdo tanto a) al enfrentarse a una nueva tarea y perseverar en ella hasta que resulte familiar, como b) a lo
largo de la vida según se va uno haciendo experto en determinadas áreas de conocimientos o destrezas.
a) Para probar que efectivamente el control ante una tarea nueva lo ejerce fundamentalmente el
hemisferio derecho y a medida que uno se familiariza con ella se transfiere dicho control al izquierdo, se
han realizado varios experimentos:
Martín mostraba a sus sujetos palabras con significado, palabras absurdas, objetos conocidos y objetos
absurdos en dos presentaciones diferentes. En la primera presentación se observó, por una técnica de
neuroimagen que mide el flujo sanguíneo (PET) que se activaba el área temporal medial de hemisferio
derecho mientras que en la segunda se “encendía” la misma zona del izquierdo.
b) Cuando se presentan melodías nuevas a personas que no son expertas en música, el hemisferio que se activa
el derecho, mientras que al realizar la misma tarea músicos profesionales se activa el hemisferio izquierdo.
TEXTO 14: CEREBRO Y CONDUCTA
Últimamente los neurocientíficos se han preocupado de la relación entre el desarrollo del cerebro y la
conducta en el periodo de la pubertad y la adolescencia. Sabido es por todos que el momento de la pubertad
supone una cierta crisis en la conducta del individuo, empieza a tener problemas que antes no tenía porque
desatina en sus elecciones, tiene fuertes cambios anímicos, no es capaz de controlar eficazmente sus impulsos
etc ¿A qué se deben tantos cambios? Puede que tengan que ver con cambios que se producen en el cerebro del
púber, fundamentalmente en el área prefrontal, a esto apuntan algunas observaciones por técnicas de
neuroimagen, que muestran que en la pubertad se produce fundamentalmente en el área prefrontal una
importante neurogénesis y una reconexión y muerte neuronal de las neuronas sobrantes así como una lenta
mielinización de las neuronas de esa zona que no terminaría hasta bien entrada la juventud. Es posible que esta
sea la causa de las dificultades y cambios en el comportamiento de los que van a entrar en la adolescencia. Si
esto fuera así en tareas regidas por el área prefrontal, el patrón de rendimiento de los niños hasta los jóvenes no
sería lineal, sino que se produciría un descenso en el momento de la pubertad respecto a los niños pre-púberes
y aumentaría a medida que fueran pasando la adolescencia y entrando en la juventud.
En un experimento llevado a cabo por Robert McGivern y su equipo, se mostraba una palabra y los sujetos
debían decidir si la expresión facial se emparejaba con la palabra que designaba la emoción. Se supone que esta
tarea plantea elevadas demandas a los circuitos de los lóbulos frontales, pues requiere memoria de trabajo y
toma de decisiones. Se presenta la tarea a sujetos comprendidos entre 10 y 22 años. El análisis del tiempo que
tardaron los participantes en responder a las preguntas reflejó los siguientes resultados: Al comienzo de la
pubertad, los chicos de 11-12 años eran un 15% más lentos que los de menor edad. Entre 13-14 el rendimiento
mejoraba, pero seguía por debajo de los niños de 10 años, y sólo llegaba a mejorar hasta los niveles iniciales
pasados los 16.
TEXTO 15: LA FIEBRE PUERPERAL
Un caso famoso en ciencia es el de las investigaciones de Ignaz Semelweis (1818-1865) a mediados del s.
XIX, sobre las causas de la fiebre puerperal (fiebre del postparto)
En los años que van de 1844 a 1846 la tasa de mortalidad debida a la fiebre puerperal en la Primera
división de Maternidad del Hospital General de Viena era alrededor del 10%, mientras que la tasa en la Segunda
División era de 2% aprox. En esta última división, las mujeres eran atendidas solamente por comadronas, en
lugar de médicos.
Semmelweis trató en vano durante dos años de averiguar la razón por la cual la tasa de mortalidad era
mayor en la División llevada por médicos y, por tanto, supuestamente mejor atendida.
6
Un día uno de sus colegas se hizo un pequeño corte en un dedo con el bisturí de un estudiante de
medicina en el momento en que realizaba una autopsia. Su colega murió al poco tiempo, mostrad síntomas
exactamente iguales a los de la fiebre puerperal.
Semmelweis se preguntó si no podía ser que la enfermedad fuera causada por algo existente en la
“materia cadavérica”, algo que les estaba siendo transmitido a las parturientas por medio de las manos de los
doctores y estudiantes de medicina que pasaban las mañanas en la sala de autopsias, justo antes de efectuar su
ronda por la división.
Semmelweis razonó que, si su conjetura era cierta, la tasa de mortalidad podría ser disminuida de modo
espectacular, simplemente dando instrucciones para que los doctores y estudiantes se lavaran las manos con un
fuerte agente limpiador antes de examinar a sus pacientes. Insistió por tanto, en que ningún doctor o estudiante
entrara en la sala donde se encontraban las parturientas sin lavarse las manos en una solución de cal clorada, a
la que Semmelweis supuso lo suficientemente fuerte como PATRA eliminar el agente causante de la
enfermedad, fuera este el que fuera.
La disposición fue efectiva: la tasa de mortalidad de la Primera división en 1848 fue menos del 2%.
TEXTO 16: LA FILOSOFÍA Y LA REBELDÍA
Y ahora nos toca comentar la juventud y su deber fundamental que es la rebeldía – muchos se
sorprenderán, tal vez escandalizarán, que consideremos la rebeldía como un deber. Lo cual equivale a
considerarla como una virtud de esas de orden supremo a las que acabamos de referirnos, en las que hay, tal
vez, que contrariar, por voluntario amor al bien, las propias conveniencias.
Cuando un ser humano marcha por la vida sin obstáculos, ya decía Santo Tomás, es necio llamarle
virtuoso, por bueno que sea. Mientras no surge la piedra que cierra nuestro camino, el espíritu satánico que
todos llevamos dormido en el alma, prefiere no despertar, porque, como gran capitán que es, sólo gusta de
entablar sus batallas en las condiciones más favorables. Sólo entonces, en el trance difícil, es una virtud el ser
rectamente hombre, por encima de todas las sugestiones que nos invitan a claudicar. Y el modo más humano de
la virtud juvenil es la generosa inadaptación a todo lo imperfecto de la vida —que es casi la vida entera—; esto
es rebeldía.
Al buen burgués suele erizársele el cabello (...) cuando oye hablar de rebeldía. ES— suena en sus oídos
como algo personificado en un ser frenético, con la cara torva y las armas en la mano, que se agita contra la paz
social. Es una palabra que suena a tiros, a revuelta, a incendios y, finalmente, a patíbulo ( ... ) Pues bien: yo
agrego ahora que, en efecto, el joven debe ser inmaduro, fuerte y tenaz. ¡Gran locura la de los que no lo
comprenden así! El hombre ha nacido para ser un miembro de la sociedad y contribuir —cada cual dentro de su
categoría—a la marcha unánime del organismo colectivo. Mas para ser la pieza justa de un engranaje es preciso
que sea forjada de antemano y que no sea utilizada mientras no adquiera la forma, el tamaño y el temple justos.
Y ese temple que hará perfecto y durable el rendimiento gregario del hombre maduro es la personalidad.
¿Paradójico? Puede que sí, pero lo cierto es que cada ser humano será tanto más útil a la sociedad de que forma
parte cuanto más fuerte sea su personalidad y, por tanto, su incapacidad primaria de adaptación ( ... ).
Gregorio Marañón, El silencio creador
TEXTO 17: BERTRAND RUSSELL, LOS PROBLEMAS DE LA FILOSOFÍA
El valor de la filosofía
Habiendo llegado al final de nuestro breve resumen de los problemas de la filosofía, bueno será
considerar, para concluir, cuál es el valor de la filosofía y por qué debe ser estudiada. Es tanto más necesario
considerar esta cuestión, ante el hecho de que muchos, bajo la influencia de la ciencia o de los negocios
prácticos, se inclinan a dudar que la filosofía sea algo más que una ocupación inocente, pero frívola e inútil, con
distinciones que se quiebran de puro sutiles y controversias sobre materias cuyo conocimiento es imposible.
Esta opinión sobre la filosofía parece resultar, en parte, de una falsa concepción de los fines de la vida, y
en parte de una falsa concepción de la especie de bienes que la filosofía se esfuerza en obtener. Las ciencias
físicas, mediante sus invenciones, son útiles a innumerables personas que las ignoran totalmente: así, el estudio
de las ciencias físicas no es sólo o principalmente recomendable por su efecto sobre el que las estudia, sino más
bien por su efecto sobre los hombres en general.
Esta utilidad no pertenece a la filosofía. Si el estudio de la filosofía tiene algún valor para los que no se
dedican a ella, es sólo un efecto indirecto, por sus efectos sobre la vida de los que la estudian. Por consiguiente,
en estos efectos hay que buscar primordialmente el valor de la filosofía, si es que en efecto lo tiene.
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Pero ante todo, si no queremos fracasar en nuestro empeño, debemos liberar nuestro espíritu de los
prejuicios de lo que se denomina equivocadamente «el hombre práctico». El hombre «práctico», en el uso
corriente de la palabra, es el que sólo reconoce necesidades materiales, que comprende que el hombre necesita
el alimento del cuerpo, pero olvida la necesidad de procurar un alimento al espíritu. Si todos los hombres
vivieran bien, si la pobreza y la enfermedad hubiesen sido reducidas al mínimo posible, quedaría todavía mucho
que hacer para producir una sociedad estimable; y aun en el mundo actual los bienes del espíritu son por lo
menos tan importantes como los del cuerpo. El valor de la filosofía debe hallarse exclusivamente entre los
bienes del espíritu, y sólo los que no son indiferentes a estos bienes pueden llegar a la persuasión de que
estudiar filosofía no es perder el tiempo.
La filosofía, como todos los demás estudios, aspira primordialmente al conocimiento. El conocimiento a
que aspira es aquella clase de conocimiento que nos da la unidad y el sistema del cuerpo de las ciencias, y el que
resulta del examen crítico del fundamento de nuestras convicciones, prejuicios y creencias. Pero no se puede
sostener que la filosofía haya obtenido un éxito realmente grande en su intento de qué conjunto de verdades
concretas ha sido establecido por su ciencia, su respuesta durará tanto tiempo como estemos dispuestos a
escuchar. Pero si hacemos la misma pregunta a un filósofo, y éste es sincero, tendrá que confesar que su estudio
no ha llegado a resultados positivos comparables a los de las otras ciencias. Verdad es que esto se explica, en
parte, por el hecho de que, desde el momento en que se hace posible el conocimiento preciso sobre una
materia cualquiera, esta materia deja de ser denominada filosofía y se convierte en una ciencia separada. Todo
el estudio del cielo, que pertenece hoy a la astronomía, antiguamente era incluido en la filosofía; la gran obra de
Newton se denomina Principios matemáticos de la filosofía natural. De un modo análogo, el estudio del espíritu
humano, que era, todavía recientemente, una parte de la filosofía, se ha separado actualmente de ella y se ha
convertido en la ciencia psicológica. Así, la incertidumbre de la filosofía es, en una gran medida, más aparente
que real; los problemas que son susceptibles de una respuesta precisa se han colocado en las ciencias, mientras
que sólo los que no la consienten actualmente quedan formando el residuo que denominamos filosofía.
Sin embargo, esto es sólo una parte de la verdad en lo que se refiere a la incertidumbre de la filosofía.
Hay muchos problemas —y entre ellos los que tienen un interés más profundo para nuestra vida espiritual—
que, en los límites de lo que podemos ver, permanecerán necesariamente insolubles para el intelecto humano,
salvo si su poder llega a ser de un orden totalmente diferente de lo que es hoy. ¿Tiene el Universo una unidad
de plan o designio, o es una fortuita conjunción de átomos? ¿Es la conciencia una parte del Universo que da la
esperanza de un crecimiento indefinido de la sabiduría, o es un accidente transitorio en un pequeño planeta en
el cual la vida acabará por hacerse imposible? ¿El bien y el mal son de alguna importancia para el Universo, o
solamente para el hombre? La filosofía plantea problemas de este género, y los diversos filósofos contestan a
ellos de diversas maneras. Pero parece que, sea o no posible hallarles por otro lado una respuesta, las que
propone la filosofía no pueden ser demostradas como verdaderas. Sin embargo, por muy débil que sea la
esperanza de hallar una respuesta, es una parte de la tarea de la filosofía continuar la consideración de estos
problemas, haciéndonos conscientes de su importancia, examinando todo lo que nos aproxima a ellos, y
manteniendo vivo este interés especulativo por el Universo, que nos expondríamos a matar si nos limitáramos
al conocimiento de lo que puede ser establecido mediante un conocimiento definitivo.
Verdad es que muchos filósofos han pretendido que la filosofía podía establecer la verdad de
determinadas respuestas sobre estos problemas fundamentales. Han supuesto que lo más importante de las
creencias religiosas podía ser probado como verdadero mediante una demostración estricta. Para juzgar sobre
estas tentativas es necesario hacer un examen del conocimiento humano y formarse una opinión sobre sus
métodos y limitaciones. Sería imprudente pronunciarse dogmáticamente sobre estas materias; pero si las
investigaciones de nuestros capítulos anteriores no nos han extraviado, nos vemos forzados a renunciar a la
esperanza de hallar una prueba filosófica de las creencias religiosas. Por lo tanto, no podemos alegar como una
prueba del valor de la filosofía una serie de respuestas a estas cuestiones. Una vez más, el valor de la filosofía no
puede depender de un supuesto cuerpo de conocimientos seguros y precisos que puedan adquirir los que la
estudian.
El hombre que no tiene ningún barniz de filosofía, va por la vida prisionero de los prejuicios que derivan
del sentido común, de las creencias habituales en su tiempo y en su país, y de las que se han desarrollado en su
espíritu sin la cooperación ni el consentimiento deliberado de su razón. Para este hombre el mundo tiende a
hacerse preciso, definido, obvio; los objetos habituales no le suscitan problema alguno, y las posibilidades no
familiares son desdeñosamente rechazadas.
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Desde el momento en que empezamos a filosofar, hallamos, por el contrario, como hemos visto en
nuestros primeros capítulos, que aun los objetos más ordinarios conducen a problemas a los cuales sólo
podemos dar respuestas muy incompletas.
La filosofía, aunque incapaz de decirnos con certeza cuál es la verdadera respuesta a las dudas que
suscita, es capaz de sugerir diversas posibilidades que amplían nuestros pensamientos y nos liberan de la tiranía
de la costumbre. Así, el disminuir nuestro sentimiento de certeza sobre lo que las cosas son, aumenta en alto
grado nuestro conocimiento de lo que pueden ser; rechaza el dogmatismo algo arrogante de los que no se han
introducido jamás en la región de la duda liberadora y guarda vivaz nuestro sentido de la admiración,
presentando los objetos familiares en un aspecto no familiar.
Aparte esta utilidad de mostrarnos posibilidades insospechadas, la filosofía tiene un valor —tal vez su
máximo valor— por la grandeza de los objetos que contempla, y la liberación de los intereses mezquinos y
personales que resultan de aquella contemplación. La vida del hombre instintivo se halla encerrada en el círculo
de sus intereses privados: la familia y los amigos pueden incluirse en ella, pero el resto del mundo no entra en
consideración, salvo en lo que puede ayudar o entorpecer lo que forma parte del círculo de los deseos
instintivos. Esta vida tiene algo de febril y limitada. En comparación con ella, la vida del filósofo es serena y libre.
El mundo privado, de los intereses instintivos, es pequeño en medio de un mundo grande y poderoso que debe,
tarde o temprano, arruinar nuestro mundo peculiar. Salvo si ensanchamos de tal modo nuestros intereses que
incluyamos en ellos el mundo entero, permanecemos como una guarnición en una fortaleza sitiada, sabiendo
que el enemigo nos impide escapar y que la rendición final es inevitable. Este género de vida no conoce la paz,
sino una constante guerra entre la insistencia del deseo y la importancia del querer. Si nuestra vida ha de ser
grande y libre, debemos escapar, de uno u otro modo, a esta prisión y a esta guerra.
Un modo de escapar a ello es la contemplación filosófica. La contemplación filosófica, cuando sus
perspectivas son muy amplias, no divide el Universo en dos campos hostiles: los amigos y los enemigos, lo útil y
lo adverso, lo bueno y lo malo; contempla el todo de un modo imparcial. La contemplación filosófica, cuando es
pura, no intenta probar que el resto del Universo sea afín al hombre. Toda adquisición de conocimiento es una
ampliación del yo, pero esta ampliación es alcanzada cuando no se busca directamente. Se adquiere cuando el
deseo de conocer actúa por sí solo, mediante un estudio en el cual no se desea previamente que los objetos
tengan tal o cual carácter, sino que el yo se adapta a los caracteres que halla en los objetos. Esta ampliación del
yo no se obtiene, cuando, partiendo del yo tal cual es, tratamos de mostrar que el mundo es tan semejante a
este yo, que su conocimiento es posible sin necesidad de admitir nada que parezca serle ajeno. El deseo de
probar esto es una forma de la propia afirmación, y como toda forma de egoísmo, es un obstáculo para el
crecimiento del yo que se desea y del cual conoce el yo que es capaz. El egoísmo, en la especulación filosófica
como en todas partes, considera el mundo como un medio para sus propios fines; así, cuida menos del mundo
que del yo, y el yo pone límites a la grandeza de sus propios bienes. En la contemplación, al contrario, partimos
del no yo, y mediante su grandeza son ensanchados los límites del yo; por el infinito del Universo, el espíritu que
lo contempla participa un poco del infinito.
Por esta razón, la grandeza del alma no es favorecida por esos filósofos que asimilan el Universo al
hombre. El conocimiento es una forma de la unión del yo con el no yo; como a toda unión, el espíritu de
dominación la altera y, por consiguiente, toda tentativa de forzar el Universo a conformarse con lo que hallamos
en nosotros mismos. Es una tendencia filosófica muy extendida la que considera el hombre como la medida de
todas las cosas, la verdad hecha para el hombre, el espacio y el tiempo, y los universales como propiedades del
espíritu, y que, si hay algo que no ha sido creado por el espíritu, es algo incognoscible y que no cuenta para
nosotros. Esta opinión, si son correctas nuestras anteriores discusiones, es falsa; pero además de ser falsa, tiene
por efecto privar a la contemplación filosófica de todo lo que le da valor, puesto que encadena la contemplación
al yo. Lo que denomina conocimiento no es una unión con el yo, sino una serie de prejuicios, hábitos y deseos
que tejen un velo impenetrable entre nosotros y el mundo exterior. El hombre que halla complacencia en esta
teoría del cono cimiento es como el que no abandona su círculo doméstico por temor a que su palabra no sea
ley.
La verdadera contemplación filosófica, por el contrario, halla su satisfacción en toda ampliación del no
yo, en todo lo que magnifica el objeto contemplado, y con ello el sujeto que lo contempla. En la contemplación,
todo lo personal o privado, todo lo que depende del hábito, del interés propio o del deseo perturba el objeto, y,
por consiguiente, la unión que busca el intelecto. Al construir una barrera entre el sujeto y el objeto, estas cosas
personales y privadas llegan a ser una prisión para el intelecto. El espíritu libre verá, como Dios lo pudiera ver,
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sin aquí ni ahora, sin esperanza ni temor —fuera de las redes de las creencias habituales y de los prejuicios
tradicionales —serena, desapasionadamente, y sin otro deseo que el del conocimiento, casi un conocimiento
impersonal, tan puramente contemplativo como sea posible alcanzarlo para el hombre. Por esta razón también,
el intelecto libre apreciará más el conocimiento abstracto y universal, en el cual no entran los accidentes de la
historia particular, que el conocimiento aportado por los sentidos, y dependiente, como es forzoso en estos
conocimientos, del punto de vista exclusivo y personal, y de un cuerpo cuyos órganos de los sentidos deforman
más que revelan.
El espíritu acostumbrado a la libertad y a la imparcialidad de la contemplación filosófica, guardará
algo de esta libertad y de esta imparcialidad en el mundo de la acción y de la emoción. Considerará sus
proyectos y sus deseos como una parte de un todo, con la ausencia de insistencia que resulta de ver que son
fragmentos infinitesimales en un mundo en el cual permanece indiferente a las acciones de los hombres. La
imparcialidad que en la contemplación es el puro deseo de la verdad, es la misma cualidad del espíritu que en la
acción se denomina justicia, y en la emoción es este amor universal que puede ser dado a todos y no sólo a
aquellos que juzgamos útiles o admirables. Así, la contemplación no sólo amplia los objetos de nuestro
pensamiento, sino también los objetos de nuestras acciones y afecciones; nos hace ciudadanos del Universo,
no sólo de una ciudad amurallada, en guerra con todo lo demás. En esta ciudadanía del Universo consiste la
verdadera libertad del hombre, y su liberación del vasallaje de las esperanzas y los temores limitados.
Para resumir nuestro análisis sobre el valor de la filosofía: la filosofía debe ser estudiada, no por las
respuestas concretas a los problemas que plantea, puesto que, por lo general, ninguna respuesta precisa
puede ser conocida como verdadera, sino más bien por el valor de los problemas mismos; porque estos
problemas amplían nuestra concepción de lo posible, enriquecen nuestra imaginación intelectual y
disminuyen la seguridad dogmática que cierra el espíritu a la investigación; pero, ante todo, porque por la
grandeza del Universo que la filosofía contempla, el espíritu se hace a su vez grande, y llega a ser capaz de la
unión con el Universo que constituye su supremo bien.
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