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Eco y Narciso
Realizado por Irene Maroto Gallardo
(alumna de Cultura Clásica II)
(IES “Fuente de la Peña” –Jaén-)
La diosa Hera había castigado a Eco, y le impedía hablar. La ninfa solo
podía repetir la ultima palabra que pronunciara su interlocutor.
Esto se debió a que Eco cubría
a Zeus sus infidelidades hacia
Hera, y la entretenía con
elocuentes conversaciones,
mientras el dios de dioses se
divertía con sus amantes.
Narciso era un joven muy hermoso, pero
despreciaba el amor de todos.
Eco se enamora perdidamente de
Narciso, hijo del dios del río Cefiso y
la ninfa Liríope, de quien el adivino
Tiresias predijo que tendría una larga
vida si no se contemplaba a sí
mismo.
La pobre ninfa no fue la excepción y Narciso
despreció su corazón cuando la vio en el
bosque y ella no fue capaz de responderle
más que sus propias palabras.
Entonces ella desolada, ofendida, se encerró en
un lugar solitario y allí dejó de comer y de
cuidarse.
Así se fue consumiendo poco a
poco, y el dolor la fue
absorbiendo hasta que
desapareció, y se desintegró en
el aire. De ella sólo quedó su voz,
que repetía las últimas palabras
de cualquiera.
Debido a esto los dioses se molestaron y todas las demás mujeres
rechazadas oraron a los dioses por venganza.
Némesis las escuchó e
hizo que Narciso
contemplara su propia
imagen.
Cuando el joven lo hizo, se enamoró de su propia belleza y ya no le
importó nada más que su imagen.
Se quedó contemplándose en el estanque y se dejó morir, totalmente
indiferente al resto del mundo.
Dicen que aún en el
Estigio (el mar de la
tierra de los
muertos) Narciso
continúa
admirándose.
En el lugar que Narcisó murió nació la flor homónima.