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Celebración penitencial de Adviento En la Capilla tan solo habrá la luz de unas velitas en el suelo. (todo semi-oscuro). - Ambientación.- (Lo puede leer el Sacerdote). A lo largo del Adviento nos vamos preparando para vivir la Navidad. Dios con nosotros. La luz que ilumina nuestras vidas. En este ambiente semi-oscuro, queremos sentirnos unidos a nuestro mundo necesitado de la presencia de Cristo, de luz y de redención. Y desde nuestra oscuridad buscamos la luz, imploramos el perdón y la gracia de Dios para todos. Empezamos esta celebración en el nombre del Padre del Hijo y del Espíritu Santo. Amén Canto.- Con este canto, con corazón agradecido nos abrimos al amor de un Dios que nos va moldeando con paciencia y constancia, con la ilusión de conseguir una vida nueva. Gracias quiero darte por amarme; gracias quiero darte y a ti, Señor. Hoy soy feliz porque te conocí. Gracias por amarme a mí también. YO QUIERO SER, SEÑOR AMADO, COMO EL BARRO EN MANOS DEL ALFARERO: TOMA MI VIDA, HAZLA DE NUEVO, YO QUIERO SER UN VASO NUEVO (bis) Te conocí y te amé, te pedí perdón y me escuchaste. Si te ofendí, perdóname, Señor, pues te amo y nunca te olvidaré. YO QUIERO SER... - Nos sentamos y dentro de este ambiente de silencio, nos dejamos mirar por Dios. Aviva nuestra vigilancia en la espera de tu Hijo, para que iluminados por su Palabra de Salvación, salgamos al encuentro de Cristo que viene. - Se reparten entre todos estas peticiones y se van leyendo de manera espontánea (se puede poner música de fondo) 1.- Pon luz, Señor, en nuestra noche 2.- Pon fe, Señor, en nuestra duda 3.- Pon gozo, Señor, en nuestra pena 4.- Pon ilusión, Señor, en nuestro desencanto 5.- Pon fuego, Señor, en nuestro invierno 6.- Pon fuerza, Señor, en nuestro cansancio 7.- Pon espíritu, Señor, en nuestra rutina 8.- Pon ánimo, Señor, en nuestra tristeza - Nos abrimos ahora a la Palabra de Dios: La curación del ciego de nacimiento es una acción significativa. Cristo puede curar nuestras cegueras y darnos ojos nuevos para ver y para creer. (Aquí se lee la lectura: Jn 9, 1-7, 35-40) - Momento de silencio y toma de pulso personal: Se van leyendo despacio estos puntos como ayuda al reconocimiento interior de nuestras cegueras: Nos cuesta descubrir el bien y los valores auténticos. La noche se prolonga demasiado en nuestra vida. Es bueno reconocer que somos todos un poco ciegos de nacimiento. La luz de la razón no es suficiente, porque “sólo se ve bien con el corazón”. - Reconozcamos algunas de nuestras oscuridades: (Puede ser leído entre tres personas). . La falta de fe.- ¿Cómo está la fe en tu interior? ¿Cómo miras a Dios? ¿Cómo cuidas tu fe? No confiamos suficientemente en Dios. Nos asaltan las dudas y los miedos. Somos miopes o ciegos para ver a los hermanos. Nos fijamos más en las apariencias que en el corazón. Nos dejamos llevar de prejuicios, simpatías o antipatías. Y, sobre todo, no descubrimos en ellos la presencia de Cristo y la huella de Dios. Somos también incapaces de conocernos y valorarnos a nosotros mismos. No somos conscientes de nuestros errores y nuestras esclavitudes, encontramos en seguida fáciles auto-justificaciones. O tal vez no apreciamos suficientemente nuestras cualidades y nos pasamos la vida envidiando a los demás, porque valoramos más lo que nos falta que lo que poseemos. . La falta de esperanza.- ¿Esperas? ¿Qué temes? ¿Qué tiemblas? ¿Qué dudas? El desencanto y la tristeza forman también parte de nuestra noche. Vivimos en un mundo gris y desconfiado. Nos faltan razones para el esfuerzo y la entrega. Caemos fácilmente en el cansancio, en el conformismo, en la rutina. A veces nos ronda la tristeza, íntimamente unida a la desesperanza. Van pasando los días, sin creatividad y sin inspiración. . La falta de amor.- ¿Amas? ¿Qué amas?. Donde está el amor, está el corazón. El amor es la hoguera de nuestra vida. Puede brillar de muchas maneras, tantas como matices de la caridad. Examinemos, pues, nuestra comprensión y tolerancia, nuestra paciencia y perdón, nuestra solidaridad y ayuda, nuestro respeto y cercanía, nuestra disponibilidad y generosidad, nuestra colaboración y amistad, nuestra comunión. - Sacerdote.- Ya hemos reconocido nuestras oscuridades. Renovemos ahora nuestro deseo de ser curados, de comenzar a caminar de nuevo con este Niño al que ESPERAMOS y en el que CREEMOS. Y ahora nos preparamos para la reconciliación personal, rezando juntos ésta oración de alabanza: VEN, SEÑOR, A SALVARNOS Ven a saciar nuestra hambre, ven a curar nuestras llagas, ven a aliviar nuestras cargas, ven, Señor, a salvarnos. Ven a limpiar nuestro barro, ven a encender nuestras lámparas, ven a colmar la esperanza, ven, Señor, a salvarnos. Ven a llenar el vacío, ven a alegrar la tristeza, ven a vestirnos de fuerza, ven, Señor, a salvarnos. Ven a quitar el pecado, ven a romper las cadenas, ven a ahuyentar las tinieblas, ven, Señor, a salvarnos. Ven, Señor, y salva a todos los que somos víctimas del pecado y de la debilidad humana. Ven, Señor, a salvarnos. Sálvanos de tal manera que, con la medicina y el aceite de tu Espíritu, lleguemos a ser también nosotros salvadores. - Canto.- “Ven, ven, Señor no tardes, ven, ven, que te esperamos. Ven, ven, Señor no tardes, ven, pronto Señor”. - Confesión personal.- (Durante las confesiones se puede poner música de fondo) - Se ilumina toda la Capilla - Nos ponemos de pie y con la cabeza inclinada recibimos el perdón en comunidad. - Sacerdote.- El Sacerdote con las manos extendidas hacia la comunidad dice: “Dios Todopoderoso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la Resurrección de su Hijo y que envió al Espíritu Santo para la remisión de los pecados, os conceda por el Ministerio de la Iglesia el perdón y la paz. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén”