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TIEMPO DE CUARESMA
1. Se recomienda conservar y fomentar, al menos en las grandes ciudades, y del modo más adaptado a
cada uno de los lugares, la forma tradicional de reunir la Iglesia local, a semejanza de las antiguas
«estaciones» romanas, en especial durante el tiempo de cuaresma.
Estas asambleas de fieles podrán ser convocadas, en especial si son presididas por el Pastor diocesano,
los domingos u otros días más convenientes de la semana, ya sea junto a los sepulcros de los santos, ya
sea en iglesias o santuarios principales de la ciudad, o también en ciertos lugares de peregrinación más
frecuentados en la diócesis.
Antes de la Misa que se celebra en estas asambleas, se hace una procesión hacia ella desde otra iglesia
menor o desde un lugar apto.
Después de saludar al pueblo, el sacerdote dice la oración colecta referida al misterio de la Santa Cruz,
por la remisión de los pecados, o bien por la Iglesia, sobre todo por la Iglesia local o una de las oraciones
sobre el pueblo.
Luego se ordena la procesión hacia la iglesia, en la que será celebrada la Misa, mientras se cantan las
letanías de los Santos. Pueden ser introducidas, en el lugar apropiado, las invocaciones de los Santos
Patronos, del Fundador o los Santos de la Iglesia local.
Cuando la procesión llega a la iglesia, el sacerdote venera el altar y, según las circunstancias, lo inciensa.
Luego, omitidos los ritos iniciales, y si parece oportuno también el Kyrie, se pronuncia la oración colecta
de la Misa; ésta continúa luego del modo habitual.
2. En estas asambleas, en lugar de la Misa, puede hacerse alguna celebración de la Palabra de Dios, sobre
todo a modo de celebración penitencial, según las que se proponen en el Ritual Romano para el tiempo
de Cuaresma.
3. Oportunamente en las ferias de este tiempo puede utilizarse, hacia el final de la Misa, antes de la
bendición final, la oración sobre el pueblo según se indica cada día.
4. En este tiempo se prohíbe adornar con flores el altar y el sonido de los instrumentos se permite
únicamente para sostener el canto. Se exceptúan el cuarto domingo de Cuaresma (Lætare), las
solemnidades y las fiestas.
MIÉRCOLES DE CENIZA
En la Misa de este día se bendice y se impone las cenizas de los ramos de olivo o de otros árboles que
fueron bendecidos el Domingo de Ramos del año precedente.
Monición inicial
Queridos hermanos y hermanas: la Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos
lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la
muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el
cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con
una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor. Jesús es el amigo fiel que
nunca nos abandona, porque incluso cuando pecamos espera pacientemente que
volvamos a él y, con esta espera, manifiesta su voluntad de perdonar. Nos ponemos de
pie y cantamos.
Se omite el acto penitencial, ya que en esta celebración es sustituido por la imposición de la ceniza.
Liturgia de la Palabra
Podemos tomar asiento.
1ª lectura (Jl 2, 12-18): si hay necesidad de volver es porque nos hemos alejado. Es el
misterio del pecado: nos hemos alejado de Dios, de los demás, de nosotros mismos.
Salmo 50, 3-6a. 12-14. 17
2ª lectura (2 Cor 5,20-6,2): el Apóstol no nos dice que hagamos algo, sino que nos
dejemos reconciliar por Dios, que le permitamos perdonarnos, con confianza, porque
«Dios es más grande que nuestro corazón» (1 Jn 3, 20).
Evangelio (Mt 6,1-6. 16-18): el Evangelio que abre la Cuaresma nos invita a ser sus
protagonistas abrazando tres remedios, tres medicinas que curan del pecado: la oración,
la caridad y el ayuno.
Bendición e imposición de la ceniza
Se realiza después de la homilía
Nos ponemos de pie.
En señal de nuestra voluntad de dejarnos reconciliar con Dios, además de las lágrimas
que estarán «en lo secreto», en público realizaremos el gesto de la imposición de la
ceniza en la cabeza. El celebrante pronuncia estas palabras: «Recuerda que eres polvo y
en polvo te convertirás.» (cf. Gn 3, 19), o repite la exhortación de Jesús: «Conviértete y
cree en el Evangelio.» (cf. Mc 1, 15). Ambas fórmulas constituyen una exhortación a la
verdad de la existencia humana: somos criaturas limitadas, pecadores siempre
necesitados de penitencia y conversión.
Luego de la bendición, todos los fieles se acercan al sacerdote que impone la ceniza sobre ellos.
Pongámonos en camino juntos, como Iglesia, a recibir la ceniza, teniendo fija la mirada
en el Crucificado. Cantamos.
Acabada la imposición de las cenizas, el sacerdote se lava las manos; el rito concluye con la oración
universal y la Misa continúa como de costumbre.
No se dice Credo.
Oración de los fieles
Con un corazón humilde juntemos nuestras intenciones en esta oración comunitaria. A
cada intención respondamos: Padre, que ves en lo secreto, vuélvenos a ti.
1. Para que el Papa Francisco, los Obispos y todos los pastores que cuidan de tu pueblo,
anuncien fielmente tu Palabra, capaz de suscitar la conversión del corazón de los
hombres. Oremos.
2. Para que acojamos, respetemos y amemos la vida sobre todo cuando es débil: en los
niños por nacer, los inmigrantes, los enfermos y quienes sufren las adicciones;
reconociendo en él o en ella el rostro de Cristo. Oremos.
3. Para que nuestra oración, expresión de apertura y de confianza en el Señor, sea un
verdadero encuentro personal con Él y acorte las distancias creadas por el pecado.
Oremos.
4. Para que en la caridad, aceptemos a quien necesita de nuestro tiempo, de nuestra
amistad, de nuestra ayuda: viviendo el servicio, venciendo la tentación de
complacernos. Oremos.
5. Para que en el ayuno y la penitencia logremos: liberarnos de las dependencias de las
cosas que pasan y ejercitarnos para ser más sensibles y misericordiosos, buscando
la sencillez y la fraternidad. Oremos.
Liturgia de la Eucaristía
Presentación de las ofrendas
La gratuidad debería ser una de las características del cristiano, que, consciente de haber
recibido todo de Dios gratuitamente, aprende a donar a los demás gratuitamente.
Presentemos nuestras ofrendas en el altar y acompañemos cantando.
Comunión
«En Cristo» podemos llegar a ser justos, en Él podemos cambiar si acogemos la gracia
de Dios y no dejamos pasar en vano este «tiempo favorable» (2 Cor 6,2). Mientras nos
acercamos a comulgar, cantamos juntos.
Monición final
Que el Espíritu Santo nos guíe a realizar un verdadero camino de conversión, para
redescubrir el don de la Palabra de Dios, ser purificados del pecado que nos ciega y servir
a Cristo presente en los hermanos necesitados.